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1.       Nueve existen, algunos con trazas de mucha antigüedad, en el departamento de manuscritos de la Biblioteca Nacional; y aunque creímos al principio que pudieran servirnos de mucho para la ilustración de esta obra por las continuas variantes que en ellos advertíamos, cotejados después con la primera edición, nos convencimos de que eran muy interiores a ésta. Uno de ellos, sin embargo, de letra del siglo XVI, que se conserva en el estante G., núm. 106, parece haberse compulsado con otros muchos, según se deduce de las enmiendas y aclaraciones marginales que en él abundan. De éste, pues, tomaremos algunas variantes que creemos útiles, anotándolas al pie de las correspondientes páginas; porque no es justo alterar el texto ni aun en aquellos casos en que parezca defectuoso.

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2.       Y morada para sí, dice con más elegancia el citado manuscrito de la Biblioteca Nacional.

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3.       De bronce, añade el mismo manuscrito.

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4.       Y aquí añade también, en Berbería.

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5.       Siguen en el manuscrito algunas conjeturas más sobre la etimología de la voz Granada, pero tan sutiles y confusas, que sin duda es ésta una de las cláusulas notoriamente superfluas a que se alude en su introducción el conde de Portoalegre.

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6.       A Granada debería decir, y dice en efecto el manuscrito.

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7.       Este don Luis fue segundo marqués de Mondéjar y presidente de Castilla.

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8.       Emendar con rigor, pone en el manuscrito.

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9.       El manuscrito: importunidad.

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10.       El tercer marqués de Mondéjar es el que de aquí adelante siempre se nombra: llamose don Íñigo, y fue virrey de Valencia y Nápoles, y sobrino del autor.

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11.       Algo difiere Mármol, lib. 4, cap. 7 (Véase).

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12.       El citado manuscrito corrige al margen el tiempo de este verbo, diciendo no nos serán.

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13.       Y del mismo modo, las que darán.

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14.       Era este yerno don Alonso de Cárdenas, que después, por muerte de su padre, fue conde de la Puebla.

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15.       Era este don Pedro, conde de Miranda, hermano y suegro del que en nuestros días fue presidente de Italia y de Castilla.

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16.       De Terque, dice el manuscrito citado; pero probablemente sería el beneficiado Geuriqui, cuya muerte menciona Mármol, lib. 4, cap. 17.

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17.       El manuscrito mencionado, quemaron.

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18.       Aquí añade el manuscrito: de las que le habían alcanzado en Lanjarón de las ciudades de Úbeda y Baeza.

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19.       Algo difiere de lo que dice Laguna sobre Dioscórides, lib. 4, cap. 79 y cap. 153.

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20.       Plin., lib. 7, cap. 3, y lib. 8, cap. 25.

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21.       El siguiente trozo, que sin duda por formar un paréntesis demasiado largo, se suprimió en el impreso, consta en el manuscrito. Un mensajero, cristiano viejo, llamado Hierónimo de Aponte, que por ser bienquisto entre ellos, había quedado vivo, de los que los moros hubieron a las manos en Ujíjar de la Alpujarra.

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22.       El manuscrito dice mil y ochocientos.

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23.       ; el manuscrito: y a los que andaban faltaba capacidad.

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24.       El manuscrito, poca en número.

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25.       Sesenta y tres navíos solamente dice el citado manuscrito.

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26.       Amorío la llama en su Geografía Ptolomeo, lib. 5, cap. 2.

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27.       El manuscrito, barrida.

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28.       Las manos, según el mismo manuscrito.

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29.       Este don Juan de Cárdenas fue después conde de Miranda, virrey de Nápoles, presidente de Italia y Castilla.

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30.       En el manuscrito se lee apartamiento.

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31.       Véase la nota que acompaña a esta palabra en la página 105.

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32.       Desrancharse, según el manuscrito.

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33.       El manuscrito, perseguido.

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34.       En lo que aquí dice MENDOZA del origen de Aben Humeya, difiere mucho de Garibay, Mármol y otros.

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35.       Hierónimo el Melech dice Mármol, porque el Habaquí fue embajador a Berbería.

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36.       O según el manuscrito, nos enseñamos.

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37.       Aquí termina en todas las ediciones antiguas el libro tercero de la obra de Mendoza: lo que se añade hasta la conclusión de él, y los párrafos 2º. y 4º. del libro siguiente, son las faltas de que adolecía el primitivo original; trozos recuperados después, como dejamos dicho en el prólogo de este tomo; mas para que se vea de qué manera llenó el conde de Portalegre estas lagunas, añadimos a continuación su suplemento tal como se fue trasmitiendo dende la primera impresión a las sucesivas, así como el preámbulo con que el mismo Conde lo encabezaba. Dice así:

     «Hemos llegado a un peligroso paso, donde don Diego historia rota por desgracia, si no fue de industria para honra con la comparación del que la pretendiese continuar. Porque sea quien fuere, lo añadido sería de estofa mucho menos fina; y aunque se hallarán cuando esto se escribe testigos vivos, y de vista, por cuya relación se pudiera proseguir cumplidamente lo que falta, será lo mas seguro hacer sumario desta quiebra, y vio suplemento, imitando antes a Floro con Livio, que a Hirtio con César; pues no le bastó ser tan docto, tan curioso, testigo de sus empresas, y camarada (como dicen los soldados), para que no se vea muy clara la ventaja que hace el estilo de los comentarios al suyo. En el trozo que se corta se contiene la segunda salida del señor don Juan en campaña, el sitio peligroso y porfiado de la villa de Galera, la expugnación de aquella plaza, la muerte de Luis Quijada desgraciada y lastimosa, el suceso de Serón y de Tíjola: cosas todas de gran consecuencia y consideración si don Diego las escribiera, haciendo a su modo anatomía de los afectos de los ministros y de las obras de los soldados. Mas pues no se puede restaurar lo que se perdió (si algún día no se descubre), contentémonos con saber que:

     »De Baza fue el señor don Juan a Güéscar, de donde salió el marqués de los Vélez a encontrarle, y tornó acompañándole con muestras de mucha cortesía y satisfacción, hasta ponerle a la puerta de la posada donde había de alojar. De allí tomó licencia sin apearse, admirándose los presentes; y con un trompeta delante y cinco o seis gentiles hombres se retiró (sin detenerse) a su casa, de donde no salió después; porque, según se decía, no se quiso acomodará servir con cargo que no fuese supremo.

     »De Güéscar fue don Juan a reconocerá Galera con Luis Quijada, y el Comendador mayor: reconocida, hizo venir el ejército, sitiola por todas partes, y alojose en el puesto de donde el Marqués se había levantado. El sitio de aquella villa la hace muy fuerte, porque está en una eminencia sin padrastros, y estrechándose, va bajando hasta el río, acabando en punta con la figura de una proa de galera, de que toma el nombre, dejando en lo alto de la popa. Están las casas arrimadas a la montaña, y ésta es su fortaleza y la razón por que puede excusar la muralla; porque siendo casa-muro, la bala que pasa las casas sale y métese en la montaña, y así viene a ser lo mismo batir aquella tierra que batir un monte. No se había esto experimentado con la batería del Marqués, porque no tenía sino cuatro lombardas antiguas del tiempo del rey don Fernando (como se dijo atrás) que con balas de piedra blanda no hacían efecto ninguno; por lo cual hizo don Juan venir algunas piezas gruesas de bronce de Cartagena, Sabiote y Cazorla. Atrincheose con gran cuantidad de sacas de lana, porque faltaba tierra, y sobraba lana de los lavaderos que tenían en Güéscar los ginoveses que la compran para llevar a Italia; no poniendo las sacas por costado sino de punta, por hacer más ancha la trinchea: sucedió con todo alguna vez penetrar una bala de escopeta turquesa la saca, y matar al soldado que estaba detrás, con seguridad a su parecer. Batiose Galera con poco efecto, porque teniendo la muralla delgada, no hacían las balas ruina, sino agujeros, pasando de claro; los cuales servían después a los enemigos de troneras. Diósele el asalto por dos partes, y fueron rebotados los nuestros con notable daño en la superior, por no se haber hecho buena batería; y en la más baja, por la eminencia de los terrados, de donde los ofendían los moros con gran ventaja, como también lo hicieron en algunas salidas, que costaron mucha sangre nuestra y soya; y en una degollaron cuasi entera la compañía de catalanes que traía don Juan Buil. Con estos sucesos pareció que no se podía ganar la plaza por batería, y comenzose a minar secretamente; pero no se les pudo esconder a los enemigos la mina; la cual reconocieron, y la publicaban a voces de la muralla; visto esto, se ordenó que se hiciese otra juntamente, por consejo, según dicen, del capitán Juan Despuche, con intento de hacer demostración que se arremetía, moviéndose los escuadrones hasta ciertas señales que estaban puestas, para que volando lo primero, se engañasen los moros, creyendo que era pasado el peligro, y saliesen a la defensa. Sucedió ni más ni menos, y diose fuego a la segunda; la cual hizo tanta obra, que los voló hasta la plaza de armas, sin dejar hombre vivo de cuantos estaban a la frente; subieron los nuestros con trabajo, pero sin peligro, y plantaron las banderas en lo más alto, que fue la ocasión de desconfiarlos del todo, y de rendirse sin resistencia: degolláronlos, sin excepción de sexo ni edad, por espacio de dos horas. Cansose el señor don Juan, y mandó envainar la furia de los soldados y que cesase la sangre. Murieron sobre esta fuerza veinte y cuatro capitanes: cosa no vista hasta entonces; después dicen los de Flandes que compraron al mismo precio las villas de Harlen y Mastrich, con que se confirma la opinión de los antiguos, que llaman a nuestra nación pródiga de la vida y anticipadora de la muerte.

     »De Galera caminó el campo a Caniles la vuelta de Serón. Pasó Luis Quijada con la vanguardia a reconocerle, y hallándole desamparado, porque la gente se subió a la montaña, se desmandaron algunos de los nuestros, y entraron sin orden a saquear la tierra; los moros los vieron, y bajaron de lo alto, dieron sobre ellos, y pusiéronles en huida, tomándolos de sobresalto ocupados en el saco. Llegó Luis Quijada a recogerlos, y amparándolos y metiéndolos en escuadrón, fue herido dende arriba, de un arcabuzazo en el hombro, de que murió en pocos días. Era hijo don Gutierre Quijada, señor de Villa García famoso justador a modo castellano antiguo; sirvió al Emperador de paje, subiendo por todos los grados de la casa de Borgoña hasta ser su mayordomo, y coronel de la infantería española que ganó a Teruana, plaza muy nombrada en Picardía; y sólo este caballero escogió, cuando dejó sus reinos, para que te sirviese y acompañase en el monasterio de Yuste, haciendo el oficio de mayordomo mayor de pequeña casa y de gran príncipe. Dejole encargado secretamente a don Juan de Austria, su hijo natural; criole sin decirle que la era, hasta el tiempo en que quiso el Rey su hermano que le descubriese, siendo entonces Luis Quijada caballerizo mayor del príncipe don Carlos, y después del consejo de Estado, y presidente de las Indias. La desgracia subió de punto por no dejar hijos. Sintió y lloró su muerte el señor don Juan, como de persona que le había criado y a quien tanto debía. Detúvose en aquel alojamiento algunos días con muchas necesidades: los moros se recogieron en Tíjola y Purchena, y representáronse en este tiempo a nuestro campo tres o cuatro veces con cuatro mil peones y cuarenta o cincuenta caballos, extendiendo las mangas hasta tiro de escopeta de los nuestros. Ordenose que so pena de la vida, ninguno trabase escaramuza con ellos; y así tornaron siempre sin hacer ni recebir daño; y el campo se movió para ir sobre Tíjola, y ellos se retiraron a Purchena, dejando a Tíjola bien guarnecida de gente y municionada. Sitiose a la redonda; mas la sierra es tan áspera, que hubo gran dificultad en subir la artillería donde pudiese hacer efecto: en fin, se subió con grande industria, y se les quitaron las defensas con ella; habíase de batir mas de propósito el día siguiente, pero los moros no lo esperaron, y saliéronse a las diez de aquella noche por diversas partes, habiendo hurtado el nombre al ejército (cosa muy rara), y dándole todos a las primeras postas a un mismo tiempo, rompieron por los cuerpos de guardia y salieron a la campaña. Perdiéronse tantos en esta salida, que los menos se salvaron. Por la mañana se siguió el alcance a los desmandados hasta Purchena, que se rindió sin resistencia, porque la gente estaba ya fuera, y no había sino mujeres, pocos hombres y alguna ropa. Algunos de los nuestros quedaron dentro, los más pasaron, siguiendo a los enemigos hasta el río de Macael. Don Juan pasó de Tíjola a Purchena, y guarneciola: de allí fue, dejando presidios en Cantoria, Tavernas, Frexiliana y Almería, y llegó a Andarax, donde se juntaron el duque de Sesa y el Comendador mayor. Venía el Duque de hacer su jornada, que concurrió con la misma de Galera que se ha referido en este sumario; tornando a atar el hilo de la historia de don Diego en el libro siguiente».

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38.       El manuscrito añade oportunamente el Duque.

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39.       No dejaban, según el manuscrito.

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40.       El autor no se supo, y el fuego cesó, etc. Así se lee, enmendado el descuido de la impresión, en el citado manuscrito.

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41.       El manuscrito: cetando.

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42.       Aquí terminan todos los manuscritos que hemos examinado.

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43.       Este duque es necesariamente el de Sesa, porque el de Arcos no se vio con don Juan.

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44.       Zatahari le llama Mármol, como veremos en su lugar.

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