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1

Podemos afirmar que la novela gótica nació por un cúmulo de circunstancias, contradictorias en ocasiones, aunque curiosamente unidas de manera indisoluble: sociales, políticas, históricas y evidentemente literarias. Este poligenismo causal determinó su nacimiento, pero también su configuración, como fruto indiscutible de un espacio, Inglaterra, y de un período, El Siglo de las Luces. Pues, como ya apuntara Coleridge (General Character of the Gothic Literature and Art (1818), en Thomas Middleton Rayson (ed.), Coleridge's Miscellaneous Criticism, Cambridge, Harvard University Press, 1936, pp. 196, este movimiento literario fue «inglés en su origen, inglés en sus materiales e inglés por readopción».

 

2

Géneros populares como los pliegos de cordel, la comedia de magia o las series de relatos de tendencia maravillosa, unidos a los espectáculos teatrales grotescos que triunfaban en aquellos años, herederos de todo el oscurantismo medieval y barroco, demuestran las preferencias del público español por lo macabro.

 

3

Con la llegada de la Ilustración y como consecuencia de la misma, el género narrativo comenzó a sentar las bases de lo que más tarde habría de llamarse «el siglo de la novela». En este proceso de eclosión asumió rasgos y funciones hasta entonces impensables y aunque resulta constatable que otros componentes narrativos apenas consiguieron desprenderse de «males» pasados, no le sucedió lo mismo al componente espacial que dejo de verse como un mero elemento ornamental.

 

4

Recuerda Antonio Garrido Domínguez (1993: 215-216) que la función referencial tiene que ver con la presentación ante el lector de la acción narrativa como una realidad concreta y perceptible.

 

5

En la escenografía gótica se percibe, con claridad, la influencia de los grabados del pintor Giovanni Battista Piranesi. Nos encontramos con el mismo mundo arquitectónico carente de puntos de referencia del castillo gótico. Praz llega a afirmar, incluso, que habría sido la visión de una de sus cárceles, en la que aparece un trofeo coronado por un monumental yelmo emplumado que pende amenazador sobre los empequeñecidos hombres abajo, lo que inspiró a Walpole el sueño que concibió su novela (Praz, 1970: 17).

Nacido en 1720, Piranesi pasó gran parte de su vida dibujando las ruinas de Roma, que siempre le parecieron aterradoras y opresivas. El efecto tenebroso y terrorífico de sus estampas viene dado por un espacio gigantesco que contrasta con la escala de figuras; estas cárceles son verdaderas ciudades en las que los seres humanos parecen acosados por la inquietud y la violencia. Se trata de un espacio laberíntico, construido por grandes masas de piedra, con multitud de escalinatas y pasarelas que se entrecruzan.

 

6

Así, Dompareli Bocanegra, protagonista de uno de los relatos incluidos en la colección que forma Galería Fúnebre, consciente de que su palacio en Florencia no obedece a sus planes maléficos, se instala, entre grutas impenetrables, en un escalofriante castillo.