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131

Ibid., p. 436.

 

132

Lens, op. cit., p. 14.

 

133

Presentado por el Secretario de Estado, Dean Rusk a un comité senatorial en 1962.

 

134

Los obreros del azúcar en Luisiana -en los 1887-, en el sur de Estados Unidos, ganaban $13.00 mensuales [unos .430 ¢ cuarenta y tres centavos, diarios]; en vales redimibles en las tiendas de la corporación dueña de las tierras; en 1887 se fueron a la huelga 9.000 negros o afro-norteamericanos y 1.000 blancos, llamados entonces en ese país, «White trash». Exigían los huelguistas el pago de $1.00 por un día de trabajo de doce horas, pero de contado. La represión de la Guardia Nacional de Luisiana fue brutal, asesinando y linchando a los líderes y docenas de otras personas. Véase Richard Hofstadter & Michael Wallace, American Violence. A documentary History, New York, Ramdon House, 1971, p. 139.

 

135

Phillip S. Foner, «Visión martiana de los dos rostros de los Estados Unidos», Anuario del Centro de Estudios Martianos, La Habana, núm. 3, 1980, pp. 218-236.

 

136

José Martí, «La crisis y el Partido revolucionario Cubano». Patria, Nueva York, Obras completas, tomo XV, pp. 519-520.

 

137

José Martí, Carta a Manuel Mercado, Obras completas, tomo XV, p. 289.

 

138

Al general Brooke, la prensa puertorriqueña le llamaba el «señor de los lagos de sangre», en obvia referencia de su participación en las masacres que el ejército de Estados Unidos realizaba contra los indios nativos o llamados pieles rojas; estuvo en la terrible «Masacre de Wounded Knee».

 

139

En carta pública de 12 de junio de 1899 publicada en El Criollo, periódico aguadillano, edición de 24 de junio de 1899, manifiesta Hostos que: «Otro puertorriqueño, el señor L. Muñoz Rivera. Yo no lo conozco, y a él, como a algunos de los que le acompañaron y han sucedido en los negocios públicos, los culpo de falta de patriotismo». Véase Hostos, Puerto Rico, Madre Isla (Segunda Parte), Obras completas (Edición Crítica), vol. V. América, tomo III, p. 239, cita a la p. 240. Reitera Hostos en el texto su crítica a Muñoz Rivera por no actuar patrióticamente en estos graves momentos, dice que: «Puesto a la altura de la patria y por encima de pasiones egoístas, él, los otros y todos han podido prestar a Puerto Rico el servicio de organizaría con todas las seguridades que para el establecimiento de reformas radicales ofrecen los periodos transitorios, y con toda la irresponsabilidad de reformadores nacionales, escudados por árbitros extranjeros. Ni él, ni nadie tuvo la visión del patriotismo; pero todos son puertorriqueños a quienes hay que saber utilizar, poniéndolos en actitud de reparar sus yerros». Véase ibid., p. 241.

 

140

Ángel Rivero Méndez, Crónicas de la Guerra hispanoamericana en Puerto Rico, Madrid, Sucesores de Rivadeneira, 1922, p. 409.