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En el teatro es muy precioso el tiempo, y estos soldados le pierden malamente con su conversación. El desafío del Rey de Dinamarca con el de Noruega, la invasión que premedita Fortimbrás, los preparativos que se hacen para resistirle y todo cuanto Horacio dice a sus camaradas no tiene que ver con la acción de la Tragedia. De esto y no de otra cosa debía tratarse. Dirán que es natural que en un cuerpo de guardia hablen los soldados de lo que ha sucedido en su tiempo o de las novedades del día. No hay duda, y también es natural que jueguen a la perinola y duerman y ronquen.

 

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No se halla ningún Rey de este nombre en la serie de los Reyes de Noruega.

 

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Horacio usa aquí un estilo digno de la Tragedia; pero es de temer que Marcelo y Bernardo no sepan quien fue César, puesto que no había nacido todavía. En cuanto a lo del húmedo planeta, cuya influencia gobierna el imperio de Neptuno, puede asegurarse prudentemente que no le entenderían una palabra. El discurso que Horacio dirige al muerto no padece esta excepción.

 

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 Vuelve a salir la SOMBRA por otro lado. Se levantan los tres y echan mano a las lanzas. HORACIO se encamina hacia la SOMBRA, y los otros dos siguen detrás.  

 

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 Canta un gallo a lo lejos, y empieza a retirarse la SOMBRA, los SOLDADOS quieren detenerle haciendo uso de las lanzas; pero la SOMBRA los evita y desaparece con prontitud. 

 

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El Gallo debería incluirse en la lista de los personajes, puesto que también hace su papel. Horacio, que es hombre de estudios, no debía creer los disparates que dice ni los que añade Marcelo, acerca de los espíritus, las brujas, los encantos y los planetas siniestros; pero todo esto va dedicado al populacho de Londres, a quien Shakespeare quiso agradar contándole patrañas maravillosas. El Poeta Dramático no ha de adular la ignorancia pública; su obligación es censurar los vicios e ilustrar el entendimiento.

 

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 Empieza a iluminarse lentamente el teatro. 

 

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Esta imagen es bellísima; sed nunc non erat is locus.

 

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Ya se ha dicho que este Fortimbrás y esta guerra nada tienen que ver con la acción del Drama. Fortimbrás, de quien tanto se habla, sale a decir siete versos en el cuarto acto, y a enterrar los muertos en el quinto. Los Embajadores de Inglaterra, los de Dinamarca, Ricardo, Guillermo, Reynaldo, Enrique, el Capitán, el Cura del entierro, los Marineros, los Soldados del primer acto, los Sepultureros y el ejército de Noruega, todo es inútil. Este cuadro está cargado de figuras, que ofuscan el grupo principal. Hasta ahora entre todos los personajes que han ido saliendo a la escena, no se ha dicho cosa que importe; todo es apurar la paciencia de quien escucha, con dilaciones y rodeos.

 

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 Les da unas cartas.