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 Vase LAERTES

 

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Las ridiculeces y chocarrerías de que esta obra está llena, las han dicho hasta ahora las personas más principales: Hamlet, el sumiller de corps del rey de Dinamarca, los grandes y caballeros han hecho a ratos papel de bufones. En las primeras escenas del acto quinto se presentan nuestros personajes, y tales, que por lo que dicen y lo que son, apenas podrían tolerarse en la farsa más grosera y soez.

Se ve una iglesia, un cementerio, dos sepultureros cavando una sepultura, esparciendo por el teatro la tierra, las calaveras y huesos destrozados, diciéndose el uno al otro bufonadas y equívocos fríos, para excitar la risa del vulgo, en medio de tanto horror. El célebre Garrik tentó una vez representar esta tragedia suprimiendo lo más repugnante y absurdo: quitó por consiguiente los sepultureros y lo huesos, pero aunque tuvo en su favor la aprobación de los hombres de juicio, el concurso abandonaba su teatro y acudía a deleitarse con Hamlet, tal cual salió de las manos de Shakespeare, que se representaban al mismo tiempo en el Convent-Garden. El pueblo inglés gusta de horrores y bufonadas, discursos filosóficos, lenguaje altísono, batallas y entierros, brujas, aparecidos, cachetes, triunfos, música, suplicios y cadáveres. Esto podrá tal vez consolar en parte la envidia de las naciones que no han producido un Bacon ni un Newton.

 

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 Pónense los dos a abrir una sepultura en medio del teatro, sacando la tierra con espuertas, y entre ella calaveras y huesos. 

 

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Aquí hay un juego de palabras que no puede conservarse en la traducción. La voz inglesa arms significa igualmente armas y brazos. Dice el tío Socaba que Adán fue el primero que tuvo brazos, el tío Rasura lo entiende mal y replica que Adán no tuvo armas. Socaba, citándole la Escritura, insiste en que Adán no podía cavar si no hubiese tenido brazos. Los apasionados de Shakespeare hallarán poco que admirar en este pasaje, el cual traducido a la letra es como se sigue:

SEPULTURERO PRIMERO

«Ello es que no hay caballeros de nobleza más antigua que los jardineros, sepultureros, y cavadores, que son los que ejercen la profesión de Adán.

SEPULTURERO SEGUNDO

¿Pues qué, Adán fue caballero?

SEPULTURERO PRIMERO

¡Tonta! Como que fue el primero que llevó armas (brazos)

SEPULTURERO SEGUNDO

¡Qué! Si nunca las tuvo.

SEPULTURERO PRIMERO

Vaya, tú debes de ser algún gentil... ¿Pues cómo entiendes aquello de la Escritura? La Escritura dice: Adán cavó; ¿y cómo podía cavar sin brazos? (armas.) No hay remedio. Pero voy a hacerte una pregunta, etc.»

 

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 Canta. 

 

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Si parece extraño que los sepultureros hagan papel en una tragedia, más lo parecerá que un príncipe trame conversación con ellos, sufra sus necedades se divierta en revolver los huesos y moralizar sobre las calaveras. ¡Y qué imágenes amontona el autor! Horrendas, asquerosas, repugnantes, ridículas: ¡y qué estilo tan ajeno del decoro trágico! La calavera del que pedía prestado el caballo, de la cual el señor gusano se apoderó; la del letrado que se enriqueció a fuerza de equívocos y embrollos, y no se querella aunque se ve estropeado con el azadón y llena de barro; la altercación con el sepulturero sobre si es la sepultura suya o no; la explicación de lo que puede durar sin corromperse un hideputa de un curtidor; las profundas reflexiones de Hamlet sobre los dados y chitas que se hacen con los huesos de muerto; sobre que los compradores de tierras son más brutos que las terneras y carneros; sobre si sería posible tapar un tabique hendido o un barril de cerveza con las cenizas de César y Alejandro.... ¿puede darse cosa más impertinente, más necia y soez? ¡Qué desengaño para los que piensan que un Poeta solo necesita ingenio!

 

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 Canta. 

 

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Para que esa gente se divierta. En el original se hace mención de un jugo antiguo que llamaban Loggats; las piezas con que la gente ordinaria le jugaba, solían hacerse de huesos de muertos.

 

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 Canta. 

 

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 Al SEPULTURERO