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ArribaAbajoCanto XI

Continúan la marcha con extraordinarios sucesos, hasta hacer Banquete de un Caballo muerto: llegan al Valle de Otumba, donde descubren la mayor fuerza del Ejército enemigo: previénense al Combate, y queda desbaratado en Batalla Campal todo el poder Mexicano: Entran en Tlaxcala, y modera el respecto del Adalid el castigo, que un Senador firmó para su propio hijo, por haber conspirado contra los Españoles: reducen estos las Provincias de Tepeyecac, o Tepeaca, Huacacholan, y otras; sin embargo de las Milicias Mexicanas, que en ellas había introducido el nuevo Emperador Quauhtemotzin, Yerno de Moctezuma, quien ascendió al Solio, por muerte de Quauhtlahuac: Raras advertencias de su Política, y Gobierno Militar. Gana el Capitán Cristóbal de Olid a Acatzinco, Tecamachalco, y otras Ciudades, y vuelve con el Héroe a Tlaxcala, adornados de luto por la muerte de Maxiscatzin, cuya autoridad despertó a muchos Señores, para confesar el Evangelio. Ponense por obra los Bergantines para el Sitio de México, y da permiso a los malcontentos, para que se retiren a Cuba, habiéndole llegado, por disposición del Cielo, más de doscientos Españoles de Velázquez, y Garay, que venían con muy opuesto designio. Eligen la Capital de Tezcuco para Plaza de Armas contra la Corte, y en Tezmelocán ofrece fingidamente la Paz el Príncipe Reinante: entra en ella, descubre el engaño, huye el Rey, y restituye la Corona a su legítimo Señor. Avanza a Ixtacpalapa, y vese a pique de perderse, con toda su Gente, en una Celada, que dispuso su Cacique: Pasan los Capitanes Lugo, y Sandoval a la Provincias de Chalco, y Otumba; y tomadas éstas, con los Prisioneros se más porte, reconviene con la Paz al Emperador Mexicano, en aquellos términos, que demanda la razón.




Argumento

Llegan a Otumba, donde el Mexicano,
En Batalla Campal queda vencido;
Gánanse otras Provincias, mientras vano
Huauhtemotzin, el Trono es elegido:
La Fe dilata Senador Cristiano,
Con más gente, del Cielo es asistido;
A Tezcuco por Plaza de Armas toma;
A Chalco gana, y a la Corte asoma.



1 ¿Cuál será la razón, o antipatía,
Que respecto del mérito más justo,
Se halla en el premio, para que a porfía
Pague su amor con odio tan injusto?
Síguele aquel constante, noche, y día,
Con ansia siempre, rara vez sin susto,
Y a prodigio se nota, que le aguarde,
Pues si le llega a asir, es mal, o tarde.

2 Elección estragada, con que deja
Insaciable de aquel, la sed innata,
Si cuando el precio suyo más le aleja,
Es un indigno en quien lo malbarata:
Gime el sudor con amorosa queja,
Al ver que injustamente así lo trata,
Pues niega al digno, lo que al vil concede:
No sucede común, pero sucede.

3 Pudieran sinsabores olvidados
Divulgar la opinión, que cierta queda,
De que afanes, fatigas, y cuidados,
Para los Premios, no son ya moneda:
Si llegaran a hablar los lastimados,
Qué testigos hubiera; más lo veda
El general delito, en que se espacia;
Pues ¿qué culpa mayor, que la desgracia?

4 Falsario el ocio, para conseguirle
Acuña adulación, dolo, perfidia,
Y porque no pretendan impedirle,
Sofoca la razón, paga la envidia:
La verdad, que es quien puede deslucirle,
Tiene oprimida, pues contra ella lidia;
Y sólo en esta Lid se ha conocido,
Que es quien sigue el alcance, el más perdido.

5 No es merecer lo mismo que exaltarse,
Pues puede por extraño acaecimiento,
Haber dado la mano a levantarse,
Más la fortuna, que el merecimiento:
El mérito es lo más, saber labrarse
Con el propio sudor sublime asiento,
Es lo sumo: mejor que haber subido,
Es no subir, y haberlo merecido.

6 ¿Por qué si en ti los tuyos se complacen,
(A Séneca pregunta, amigo estrecho)
No te erigen Estatua, y satisfacen
Con ella, a lo que tienes tal derecho?
Más precio inquieras, el por qué no lo hacen
(Le responde) que no por qué lo han hecho:
Esto dice fortuna, o diligencia,
Virtud expresa aquello, y excelencia.

7 Gócese aquel, que a gotas de un terrible
Tenaz desvelo, les tejió a sus sienes
Lauro inmortal, Corona inmarcesible,
Que el premio nunca defraudó estos bienes:
Puede ser olvidado, y es posible;
Mas nunca perderá prendas, en quienes
Vinculando del mérito la gloria,
Halle de su sudor ejecutoria.

8 Con ésta entretenido, y fervoroso
Se hallaba el Adalid, mientras ordena
Otras el Hado, donde con reposo
La esperanza sus lágrimas serena:
Tormento fue ésta siempre rigoroso,
Mas trabajar sin ella, es mayor pena,
Y ninguno en el Mundo habrá que diga,
Que no miró este blanco su fatiga.

9 A precio suyo vuelve al incesante
Afán, que ofrece la ocasión presente;
Y siguiendo la Marcha, va adelante
Siempre con enemigos por la frente:
Pasan de noche a puesto más distante;
Falta la provisión a nuestra gente;
Tal que a necesidad, hambre extremada,
Hizo a una yegua, vianda delicada.

10 Con razón un Filósofo ha afirmado,
Que es la salsa, el sainete, al condimento,
La mucha hambre, pues nunca ha reparado,
Siendo tal, sino sólo en el sustento:
¿Cuánto al gusto, la gula le ha costado?
Nada el melindre para el que anda hambriento;
¡Oh, cuánta diferencia en la comida,
Hay desde el paladar, hasta la vida!

11 Tú Aristipo epulón, que entre manjares,
Y ocios, gastas el alma, fatigados
Mira desde tu mesa los azares,
Con que nutren la vida los Soldados:
Mas no lo hagas, que sobrarán pesares
Venideros, a gustos desreglados,
Si ellos compran su fama, y tu ansia estulta,
Con tu nombre, y tu vida se sepulta.

12 Denle incomodidades al que tiene
Espíritu, a salir a nueva esfera,
Que con ellas, hará lo que previene
El Héroe, al ver que otra batalla espera:
Cuando Titán, a Otumba a rayar viene,
En su espaciosa Vega lisonjera,
Tan dilatado golfo halla de Pluma,
Que tuvo por menor el de su espuma.

13 Asombro fue, cuando movida el Asia,
Dio Xerxes sobre Grecia, tres millones
De Soldados, por quienes cuanto espacia
El Atos, transminó sus Farellones:
Mas qué mucho sintiese tal desgracia,
Si herido el Helesponto a sus Timones,
Vio Galipoli el Istmo con dos puentes,
Para dar a unos, y otros más corrientes.

14 Grandeza sí, pero es más numerosa
La multitud, que el Mexicano envía;
Que aquel número ajusta poderosa
Fuerza, de treinta Reyes en que fía:
¡Cuánta otra gente mandaría forzosa
De inmoderadas Levas, este día,
Quien si apostara al Mar, hombres, apenas
Pudieran igualarlos sus arenas!

15 En sí anegando Valles, y Montañas,
Inmensa muchedumbre de Flecheros,
Tremola en sus Banderas las hazañas,
Que ostentan Jeroglíficos guerreros:
¡Con qué varios colores, con qué extrañas
Figuras, de Penachos, y Plumeros,
En joyas, y pendientes, rabia impía,
Dio la muerte, galana bizarría!

16 Nunca con más extremos arrogancia
Militar, de soberbias impiedades,
Hizo, sino hoy, con superior jactancia,
Aparato mayor de sus crueldades!
Fuerza era, que así fuese extravagancia,
Que excediéndose en tantas vanidades,
Intentó, con gentil desembarazo,
Rendir al mismo Marte, brazo a brazo.

17 Éste al empeño grande que barrunta,
A los suyos demuestra su propuesta,
Con un mirar; como hace el que pregunta,
Y aconseja en su rostro la respuesta:
Leyendo la obediencia en una punta,
Y otra, al combate la defensa apresta
En explayada frente, y diligente
Da a aquel el pecho, y a estos da la frente.

18 Llegó el caso (constante dice) amigos,
De morir, o vencer; éste el postrero
Vale es en suma de los enemigos,
Que su despecho presumió guerrero:
Sólo a serviros vienen de testigos,
Y a dar otra victoria a vuestro acero;
Su último, su mayor esfuerzo ha sido,
Si no vencéis, no basta haber vencido.

19 A vencer, o morir. Jamás preñada
Nube, rompiendo senos, y cristales,
Desgajó a la Montaña amenazada,
Con tanta furia, rayos, y raudales:
Ni jamás tan a tiempo reventada
Su Cima, rebatiendo pedernales,
La disipó, con los tenaces lazos
De fuertes riscos, que aventó en pedazos.

20 Huracán no; Diluvio en avenidas
De infausta pluma, ciega la Campaña,
Inundando con olas repetidas,
Pimpollo, Espiga, Rosa, Botón, Caña:
Aquesta (Mongivelo) en desprendidas
Lajas, le arroja toda la Montaña,
Cortando esquiva, con violencia breve,
Iras de peñas, por fragor de nieve.

21 Tal el Golfo de flechas brota amagos,
Que el Mexicano vibra con arrojos,
Si en torbellinos, si en crecidos Lagos,
Llena el aire, y la tierra de despojos:
Revienta el Español Vesubio, estragos,
Que antes al Alma llegan, que a los ojos;
La guerra se enfurece, y turbulentos,
Añadiendo horror, van los Elementos.

22 Lanzas, Espadas, Chuzos, y Macanas,
Se quiebran en los pechos, y cabezas;
Estréllanse los Sables, Partesanas,
En los miembros, que vuelan hechos piezas:
A los brazos las iras más tiranas
Llaman sus irritadas fortalezas;
Y a tanta intrepidez, que opresa gime,
La quinta esencia del furor se exprime.

23 Así los unos, y otros, valerosos
Sembrando muertes, destrozando vidas,
Desfogan con incendios pavorosos
Etna mayor en llamas repetidas:
Con sangrientos embates lastimosos
Son de la vida diestros homicidas;
Y arrasando Escuadrones impacientes,
Al Mar de sangre, nuevas dan corrientes.

24 Aún el ambiente suave, estremecido
De Clarines, y Cajas Españolas,
Violando el margen, llega entumecido,
Pasar a golfo de vitales olas:
Y ahogando en él el Parche, y alarido,
Hace que sólo se perciban solas
Las confusiones nuevas, que veloces,
En los golpes, visibles son sus voces.

25 Cual a dos manos el feroz montante
Jugando diestro de uno al otro lado,
Con los cuerpos que trunca, en un instante
Cubre de miembros el teñido Prado:
Cual con la Espada, rayo del Tonante,
Lo que delante ve, deja abrasado;
Cual con gruesa Alabarda, corta fiero
Más Plumeros al Pino, que al acero.

26 No vio en sus Teatros Marte igual Campaña,
Tan formidable a la ira, y la fiereza,
Donde una hazaña se ahoga en otra hazaña,
Y una proeza se anega en otra proeza:
En horrores, crueldades, muertes, saña,
Tropieza la impiedad, y la braveza;
Hasta el mismo corrido en esta parte
Confesó envidias, al humano Marte.

27 Cuando éste al enemigo brioso aterra,
Aquel contra él los elementos fragua,
Y en un harpón a todos los encierra,
Por ver si el corrimiento así desagua:
Plumas el Aire, pedernal la Tierra,
El Fuego ardores, y veneno la Agua,
Dieron contra el aliento sin segundo.
Que a todos ellos les ganaba un Mundo.

28 En su brazo clavado, que pudiera
Ya honrar la diestra del Tonante, Rayo,
(Pues mereció prendido más Esfera,
Que la que Jove huella sin desmayo:)
Luce las Plumas rojas de manera,
Que viendo hacerle más airoso ensayo,
Llegó a decir: Desde hoy conozco cierto,
Que inmortal eres, si con él no has muerto.

29 No así de Armas, y Canes acosado,
Repechado en el Roble, se hace fuerte
En las hircanas selvas, que ha trillado
Tigre feroz, a resistir la muerte:
Y al verse de corales salpicado,
Contra Lanzas, y Perros se convierte
Por la tintura, que en dorada llama
Tanta ira, como nácar, le derrama.

30 A la Púrpura fresca, que matiza
Escudo, y riendas, rompe el grande trozo
De las Escuadras, donde el fuego atiza,
Haciendo en ellas mísero destrozo:
Busca el centro, y en éste se encarniza,
Quitando a la fortuna tanto embozo;
Y seguido de algunos se presenta
Adonde el Sol, portátil Carro ostenta.

31 Cual las arenas de la Libia ardiente,
Bramando ciego surca con pie hendido,
Manchada a esmaltes de carmín caliente,
Su rugosa cerviz, toro prendido:
Que sacudiendo de la dura frente
Con amenazas el marfil torcido;
Lo que va retirándose su amago,
Hace al partirse duplicado estrago.

32 Llega a las andas el galán Nemeo,
Y con el General que en ellas mira,
Cierra, y al bote, como justo empleo,
Da de espaldas con él cuando le tira:
Tigre por su rubí, venga el trofeo;
Rival por su granate, a más aspira;
Queriendo solamente que la gloria,
Al brazo herido deba la victoria.

33 Salamanca, que se halla cerca, falta
Del caballo, y tomando el Estandarte,
Al General difunto, más lo exalta,
Cuando arbolado se lo entrega a Marte:
Mira la multitud tan suma falta,
Y sus Insignias a una, y otra parte
Arrojando, la fuga no entendida
Emprendió despachada, no vencida.

34 España viva, grita valeroso
El Adalid, y como de repente,
Quien soñando en un Golfo tempestuoso,
Despierta, y el sosiego ve patente:
Así de tanto cauce proceloso,
En la aprehensión se escucha solamente
El rumor, y a no haber tales despojos,
Sueño lo hicieran, a faltarles ojos.

35 Apolo se admiró desvanecido,
Hallando el Ponto convertido en Monte;
Y a no tener el curso tan sabido,
Le sucede lo que antes a Faetonte:
Vaciló un tanto, pero ya entendido,
Que era Cortés quien daba tal desmonte,
Dijo al cobrar el Pértigo flamante:
Esta es España, vamos adelante.

36 Éste, y aquellos examinan ciertos
Millares, cuentos, de cabezas, manos,
Piernas, y cuerpos truncos, de los yertos
Infelices perdidos Mexicanos:
O cuanta muchedumbre entre los muertos
Pudieran numerar los Castellanos,
A ser posible; pero en tal frangente,
Ellos las hacen, y otro que las cuente.

37 Qué de despojos no son ya tributos
A sus diestras: Qué Petos, qué Collares,
Nacieron galas, y espiraron lutos,
Equivocando suertes singulares!
Soberbia presunción del triunfo, astutos
Les puso adornos tan particulares;
Porque hicieron con sola su insolencia,
Cuentas al gusto, no a la contingencia.

38 Triunfante ya de tanto horror sangriento,
Llega a Tlaxcala, cuyo leal Senado,
Con esmero rendido dice atento
La amistad, y obediencia que ha jurado:
Celebra la victoria aquel contento,
Que es del Vulgar pasión, del Noble agrado,
Cuyas festivas voces, y ternuras,
Son aquí afectos, las que allí locuras.

39 Mas ¿quién creyera que en tan repetidas
Felicidades la desgracia echase
El azar, invirtiendo las medidas,
Porque el nuevo edificio se arruinase?
El engaño de Espadas presumidas
Lo hizo, porque hizo más odiosa clase,
Queriendo supusiesen los Soldados,
Que ni en las listas fueron bien contados.

40 Tropiezo es de la Pluma, y cruel sonrojo,
Que hijos de España, busquen impacientes,
Más los ocios de Cuba, que el arrojo,
Con que la fama nombres da eminentes:
A la verdad lo ingenuo, sea despojo,
Para que echen de ver los maldicientes,
Que a quien cuenta valor, y cobardía,
No pasión torpe, sí razón le guía.

41 Los de Narvaez, mirando que se emprenden
Pasos, a sujetar Pueblos alzados,
Claman por Vera-Cruz, donde pretenden
De más cerca los gustos no olvidados:
Entre los imposibles que suspenden
Tanta Conquista, crece los cuidados
Éste en el Adalid, pues en su vista,
Hizo también de necios su conquista.

42 Al punto que Otumba la Red de Oro,
A México, y a Madrid, ira, y memoria,
Partió, y Huauhtlahuac con fatal desdoro,
Perdió la vida, si antes la victoria:
Al Solio Huauhtemuch dio su decoro
Con repugnancia, porque tanta gloria
Fuese hija del desdén, que la renuencia
Hace escalones de su resistencia.

43 Con más culta Nación, hizo lo mismo
Tiberio, en el Senado, que ya doma;
No es resistir, acción de barbarismo,
Dígalo aquel con el Laurel de Roma:
Uno, y otro ocultando grave abismo,
Ganan, cuando la mano el Cetro toma,
Lo más alto del Arte en que se emplean,
Pues son rogados con lo que desean.

44 ¡Qué aceptación ganó por su persona,
Y sangre! Yerno fue de Moctezuma;
E iluminado ya con la Corona,
De sus grandezas hizo noble suma:
Los tributos levanta, con que abona
Tregua al sudor, y esfuerzos a la Pluma,
Que para dominar un Soberano,
Ha de ocupar el pecho, no la mano.

45 Muestra benignidades repartiendo
Dádivas, privilegios, y excepciones;
Y al mismo paso que el amor creciendo,
Fueron también creciendo los Pendones:
A la fieldad exhorta, remitiendo
Reclutas, donde temen invasiones,
Que es la voz sola de quien quiere, en vano,
Si pudiéndolo hacer, no da la mano.

46 Con estos medios, dignos de alabanza,
Y el perdón general, en breves días,
Logró en Tepeaca, donde el resto afianza,
Y en todo el País, mayores osadías:
Cortar de Vera-Cruz quiere la alianza,
A los nuestros, y en otras correrías
Tanto hace, que a Tlaxcala brindó fuerte
Vida en su liga, o en su afecto, muerte.

47 Embajadores manda (providencia
De política grande) a aquel Senado,
Ofreciendo mayor correspondencia
Entre la unión, y paz deste tratado:
Con tal que sólo en tanta concurrencia
Tome contra el Caudillo celebrado
Las armas, cuando da motivo luego,
Causa común, para común sosiego.

48 Pero de esta República guerrera
El pundonor, tanta propuesta extraña
Impracticable, pues rendida esmera,
Atentas obediencias para España:
Esfuerza su repulsa, porque fuera
Vileza entonces, lo que juzga hazaña,
Habiendo hecho felice su recinto,
Mejorando sus Tercios en un Quinto.

49 Ésta sola de tantas populosas
Provincias, se libró del Mexicano;
Y en las otras creció sus poderosas
Fuerzas, para acabar al Castellano:
De estas medidas, siempre recelosas,
Los del Vulgo Español tomaron mano,
Para dar a entender que no había dable
Medio, a seguir empeño impracticable.

50 Máxima fue, cerrarse no a la banda,
Y mandar cuanto bueno, y bien parece;
Que hay cosa que es desdoro del que manda,
Más que reformación del que obedece:
Precepto intempestivo, jamás anda
En sazón, y a sí propio se envilece;
Pues nunca fue más ciega la obediencia,
Que no repare su desconveniencia.

51 Por esto el Extremeño, conociendo
La alteración fatal de sus humores,
Y al mismo tiempo al Mexicano viendo
Empeñado en designios superiores,
Prueba el tiento benigno, reprimiendo
Autoridad, que puede obrar rigores:
Y antes que haga el poder lo que hacer sabe,
Procura (¡qué prudente!) Modo suave.

52 Mas nada así consigue su destreza,
Porque primores de tan dulce hechizo,
No nacieron, no son a la rudeza
De paladar grosero, y enfermizo:
Que como no penetra su corteza,
Se contenta no más con el postizo
Superficial deleite, en que embriagado
Está, sin más razón, que estar negado.

53 Genios hay en el Mundo extravagantes,
Que hacen de su locura raro aprecio;
Y hallándose aplaudidos de ignorantes,
Crecen al grado sumo de lo necio:
Adulación de simples circunstantes,
Les obliga que miren con desprecio
A los demás, llegando su osadía
A usar por Magisterio, la porfía.

54 Tiene el rústico cura en su ignorancia,
El agudo, el soberbio, en su renuencia;
Pero del presumido, la jactancia
No, porque es incurable tal dolencia:
No sólo no conoce su arrogancia,
Sino que el juicio ajeno cree demencia;
¡Ni qué importa juzgarlo estrafalario,
Si él está persuadido a lo contrario!

55 Con el que por su mal llegó a este estado,
No hay que entrar en disputa, o nuevo examen,
Que hereje del capricho, de obstinado,
Dará la vida, pero no el dictamen:
El único remedio que se ha hallado,
Es no contradecirles, aunque bramen,
Ni por su bien, que Físicos expertos,
Cuerpos enfermos buscan, mas no muertos.

56 Este sistema fuerza, que cediendo
El Español, reprima sus enojos,
Hasta sazón madura, pretendiendo
En los vivos, curar tantos arrojos:
Póneles por delante, que teniendo
Del Imperio las Armas a los ojos,
Verán el paso libre sus espadas,
Si quedan las Provincias sojuzgadas.

57 Con esto, y prometerles que daría
Su permiso, en las Quillas más veleras,
Para el curso de Cuba, al que quería
No seguir el rumor de sus Banderas:
Reduce entonces tanta demasía,
Y antes que el calor pase, tan de veras
Pulsó la cosa, que perdió al Indiano;
Más fuerza era, si hay pulso, enfermo, y mano.

58 Queda otra vez Tepeaca reducida,
Que es lo que más en México se siente,
Perdida la opinión, y la surtida,
Que era allí el presupuesto más urgente:
Aquí se erige fuerza pretendida,
A sujetar extraña, y propia gente,
Y Española Ciudad se considera,
Segura ya, segura su Frontera.

59 Ganan otras Ciudades populosas,
Después Quecholan, Acatzinco luego,
En donde sus Milicias poderosas
Ve en cenizas el Patrio a nuestro fuego:
Olid rinde más Villas belicosas,
Y como juntos andan ira, y ruego,
Los Audaces se miran compelidos,
Y los tímidos quedan socorridos.

60 Millares de hombres pierde aquel Monarca
En estas interpresas, y millares
De gentes, brota toda la Comarca,
A ser a nuestras Armas auxiliares:
Con suave influjo la fortuna marca,
Desta jornada, proezas singulares,
Siendo el triunfo mayor de su talento,
Que templase su queja un malcontento.

61 Inventados parecen los sucesos
De esta Conquista, para que elevadas
Halle la admiración, con más excesos,
Las acciones del Héroe, decantadas:
No tanto, no, confirman sus progresos,
Empresas del aliento coronadas,
Cuanto de lucha, que es sin competencia
El ejercicio, el fin de la paciencia.

62 Mira entre los inquietos, casi iguales
A algunos obligados, que pudieran
Tener más de su parte, los cabales
De la razón, si acaso la atendieran:
Mezcladas entre espinas de parciales,
Están las Rosas, que en picar se esmeran;
Y aunque siente el dolor en su persona,
Más le punza la falta a la Corona.

63 Poca sinceridad, claro es, habría
En las causales de tan vana queja,
Porque quién con su sangre allí podría
Ir contra la lealtad que le aconseja:
Ni a propia displicencia se debía
Atender, si del Real servicio aleja,
Que la frente de un Noble está empeñada,
Si ve en su mano por el Rey la espada.

64 Parece que es efecto del pecado,
Aquesta infiel correspondencia humana;
Más discurría yo, que bien mirado,
Es providencia oculta soberana:
Advertencia es sin duda al engañado,
Porque conozca la miseria vana,
Y de tanto engreimiento se desvíe,
Para que en la verdad sólo confíe.

65 Si con las sinrazones tan engreído
Está en el mundo, ¿cómo lo estuviera,
Si la correspondencia que ha querido
En las acciones de los otros viera?
¡Oh qué de pocas veces se ha tenido!
Dígalo el que la ha visto, si quisiera
Mayor felicidad; su corto anhelo,
Olvidara por ésta la del Cielo.

66 Algunos, celebrados en la Historia,
Hubo, que tanta dicha consiguieron;
Mas tan escasos son, que en la memoria,
Con los siglos apenas compitieron:
Lo común, es lo opuesto a aquesta gloria,
Dicho por todos cuantos son, y fueron,
Sentido del discreto, y no ignorado,
Aunque en verdad con más razón llorado.

67 Ver la falta de ley en el Amigo,
La ira en el contencioso poco atento,
Y a la razón el necio, ya enemigo,
Es el mayor cuchillo del tormento:
De esta pena el Caudillo era testigo,
Hallando en uno, y otro malcontento,
Cuanto era suficiente, por injusto,
A acibarar de tanto bien el gusto.

68 Resfríos de la amistad, altercaciones
De vulgares, le impelen a que vea
El poco fondo de unos corazones,
Y el genio torpe, que a otros señorea:
Cierto de que a mayores ocasiones
No son de codiciar, con sabia idea
Se porta a ver si no se satisface,
Discípulo del tiempo, lo que éste hace.

69 Con ánimo de unir los que quedaron
En Tlaxcala, a ella vuelve, aunque de luto,
Por Maxiscatzin, en quien se estrenaron
Primicias de la Fe, para más fruto:
Políticos adornos remedaron
Traje, que fue de desaseo estatuto;
Que es siempre natural por el tormento,
Más galán, sin aliño, un sentimiento.

70 Rendidos, más que siempre, le reciben
Por tal demostración, y más consuelo
Es ver, que otros Magnates se aperciben
Al Baptismo, clamando por el Cielo:
Del primer ejemplar tanto conciben,
Que humilde persuasión se pasa a celo;
Cuantos Dominios ahí se reformaran,
Si los Grandes así se sujetaran.

71 Mejora luego el Hado la fatiga
Interior de Cortés, pues ya marchando
Viene gente Española, a quien obliga
La fortuna, a seguir ajeno bando:
Recluta de Velázquez, enemiga
Salió de Cuba, y otra va llegando;
¡Quién en su diligencia hay que blasone,
Si ha de ser sólo lo que Dios dispone!

72 Cuatro veces cincuenta Espadas nuevas,
Son las que a cargo de los Capitanes
Morejón, Barba, y otros, hacen pruebas
Que serán desempeño a sus afanes:
Con estos trozos, que presume Levas
Grandes en la ocasión, sus tafetanes
Alienta, y esta suma corregida,
Del resto inquieto saca la Partida.

73 De tanto inútil número deshecho,
Mejor multiplicado, a la tarea
A entregar vuelve mansamente el pecho,
Con la cuenta que forma rara idea:
Desusado artificio pide el hecho,
Que ha de perficionar lo que desea;
Y con razón, que siempre es necesario
A extraño fin, un medio extraordinario.

74 No hubiera Teatro por apetecible,
Que a los humanos diese más contento,
Que mirar (si pudiese ser visible)
El interior de un grande entendimiento:
Maravillas del acto comprehensible
Crecieran suspensiones a lo atento;
Si un borrón suyo pasma en la existencia,
¡Qué hiciera su pincel, en la Potencia!

75 Partos tiene inauditos; ¡quién dijera
Que era capaz, con sólo su concepto,
De alterar todo el Orbe, si no viera
En realidades su poder acepto!
Por tierra navegar, hundir la Esfera,
Sin que orden calmase por inepto,
Parece que quedara impersuasible,
A no haberlo Cortés hecho posible.

76 Humano golfo ponen oportuno
A nuevos vasos, raras sus ideas,
Porque si no Nereidas de Neptuno,
Los celebren de Flora sus Napeas:
Que pierda la extrañeza de importuno
El Artificio, quieren sus Monteas;
Y de tantas que el hombre nada en ellos,
Sirvan alguna vez de olas a aquellos.

77 Por obra en la Montaña van poniendo
Los Bergantines, que hace la fortuna,
Cuyas Quillas se engañan, presumiendo
Obas, las que hallan de esmeraldas cuna:
Centauros de la Selva van creciendo
Para correr Tritones la Laguna,
Siendo sus Lonas, y Timones graves,
Del Monte Fieras, y del Agua Naves.

78 Sazonar solamente al tiempo toca,
Concepto a todas luces peregrino,
Para que puedan desde la alta Roca
Avanzar al cristal Sacres de Lino:
Cuando otra vez a la atención provoca
Nuevo embarazo, como de camino;
Pues por más que la vista esté empeñada,
Hiere fortuna al menos de pasada.

79 La voz con que a Tlaxcala el Mexicano
Ofreció Paces, eco fue en el oído
De Xicontecatl, que un sentido vano,
Peca de estar alerta por sentido:
Joven violento, General ufano,
De unos amado, de Cortés vencido,
Le recordó en su pecho lo insolente,
Y en contra de la nuestra, busca gente.

80 ¿Qué Esperamos (les dice) si el Imperio
Nos ruega, con lo mismo que nosotros
Debiéramos hacer? Pueda lo serio
Volver a los ojos, a lo que hacen otros:
La Patria, la razón, el Improperio,
Excitan la venganza: si vosotros
Me ayudáis, como es justo, a tal hazaña,
Víctima del arrojo será España.

81 Crédito anhela su sofistería
Ganar, de cierta, con razones tales,
Porque el rumor pasando a alevosía,
Hasta séquito crezca de Parciales:
Pero el amor que a España se tenía
Fue de tal suerte, que pudieron leales,
Con trasladar su afecto a más sagrado,
Participar las voces al Senado.

82 Pondera este con seso, y sutileza,
Maldad de consecuencias tan enormes;
Por la Patria unos piden la cabeza,
Por su Padre otros no se ven conformes:
Mas del Anciano noble, la entereza
Vota, y los deja a todos uniformes;
¡Gran Padre del común será colijo,
Juez que no cede, ni al amor de un hijo!

83 No juzgue que sólo es Manlio Torcuato,
En el celo en que a todos se adelanta,
Poniendo el propio por menor rebato,
Contra su hijo, el Cuchillo a la garganta:
Que si porque faltó desleal, ingrato
Al Militar manejo, no le aguanta,
¿Cómo exceso mayor podía el Anciano
Xicontencatl, sufrir de hijo tirano?

84 Fue en aquel imprudente, por sañudo
El modo, que a otra luz fue conveniente;
Que para que el ejemplo grite mudo,
No ha de perder decoros de decente:
Por esto el Senador, aquí sesudo,
Le excede en todo, con valor prudente;
Que era poco igualarle la arrogancia,
Si no enmendará el modo, a la substancia.

85 Admira el Español tan grave atento
Proceder, e interpone su Persona,
Por cuyo obsequio quita de sangriento
Cuanto el Senado su amistad blasona:
Vida, y honor el Joven desatento
Ve que le debe, y aunque leal se abona,
Volverá de él a retoñar el vicio,
Porque es infiel, y debe beneficio.

86 De esta suerte sereno el accidente,
Que pudo en la ocasión causar cuidado,
Y más en Países donde ser valiente,
Bastaba por razón al Alentado:
Por no tener ociosa tanta gente,
Que es camino sagaz, disimulado,
De que esté menos discursiva, elige
Menor empresa, que la suma afije.

87 Setenta mil Aliados, que numera,
Dan ayuda nerviosa al desempeño,
En tanto que la Máquina velera
A realidades pasa su diseño:
Gran providencia; pero ¡qué pudiera
Hacer, el que es de tantas Armas dueño,
Sino esto, para el fin a que miraba,
Y más siendo Cortés quien lo trazaba!

88 La capital Frontera Tescucana
Asigna para Plaza, conociendo
Que es ella de la Corte Mexicana
Antemural, que el paso está impidiendo:
Y que una vez tomada por cercana
A la Laguna, pues la está lamiendo,
Desde allí correrán nuevos confines,
Con surtida mejor, sus Bergantines.

89 Previendo Quauhtemoth este accidente,
Luego que ascendió al Solio, en recompensa
Por enemigo nuestro, y por valiente,
De Cacumatzin perdonó la ofensa:
Restituyole el Cetro refulgente
De Tezcuco, encargando su defensa,
En cualquiera invasión, haciendo sabio
Política del odio, y del agravio.

90 Éste, pues, vigilante al movimiento
De los nuestros está, por si complace
Con la venganza, tal remordimiento,
Que al ofendido nunca satisface:
Sabiéndolo (que es fácil un intento
Que está entre muchos, penetrarse) ¿qué hace?
En el juego de paz, con punto vano
Envida a la primera, por ser mano.

91 Ya el Caudillo la grande Cordillera
Alegre pisa, cuya verde falda
Al volcán en su cima reverbera,
Por diamante le engasta en esmeralda:
A Tezmelocán (Villa de madera,
Que da los buques al Indiano Escalda)
Llegan a tiempo, que del Sol la lumbre
Se apagó con la nieve de su cumbre.

92 Huyendo el rostro, sus enviados luego
Manda a Cortés, que en tales ocasiones,
Teme que pueda conocerle el juego,
Que estriba en el desliz de las acciones:
Obediencia, conducta, paz, sosiego,
Ofrecen por aquel, cuyas razones
Tanto hace que la Fe lo facilite,
Que a la primera vez quiso el envite.

93 Marcha a Tezcuco, no porque presuma
Verdad la oferta, sino porque puesto
Que ha de tomarla, le es mejor en suma
Para su introducción, aquel pretexto:
Que después con la Espada, y con la pluma,
Sacará verdadero lo propuesto,
Que en la Milicia es máxima, la flema
Su cólera dejar para la extrema.

94 Creyó el Bárbaro empleada en tanto trance
Su fortuna, más del extraordinario
Ejército, que advierte, huyó el alcance,
Por ser punto mayor el del contrario:
Discreto anduvo en excusar tal lance,
Y haviendo de elegir involuntario,
Buscó la Corte, conociendo presto,
Que era aquel por sus Reyes, todo resto.

95 Sin que obsten falsedades, el pasaje
Bueno, deja más quietos los Paisanos,
Con tan feliz acierto, que de encaje
Lo que faltaba descubrió en sus manos:
A ofrecerle rendido vasallaje,
De un joven guiados, llegan tres Ancianos,
Y al informe que indaga afán prolijo,
Uno entre voces, y sollozos dijo:

96 No del rústico traje aquí te espante
Valeroso Español, disfraz inquieto,
Cuando el Cielo a mi labio titubeante
Romper quiere el candado del secreto:
Que hay ocasiones, que en el ignorante
Tiene algo que estudiar el más discreto,
Y más, si acaso sabe penas muchas,
Tú lo verás en breve, pues me escuchas.

97 A Tezcuco con blanda paz regía
Su Príncipe Netzahual, en aquella
Dulce prisión, que en suave simpatía,
A la propia Corona da su Estrella:
Cuando de Cacumatzin (esa harpía,
Que el Mundo tala con su pico, o huella)
La garra a su garganta echó furiosa,
Para arrancarla de su Sien gloriosa.

98 No contento con esto el Fratricida,
El fruto de su Tálamo esperaba,
Para segar en la inocente vida
El Pimpollo infeliz, que aún no brotaba:
Yo, (noble soy) mirando prevenida
Segur, que al tierno cuello amenazaba,
Conseguí al ver la luz, con leal cuidado,
No sólo de él, hurtárselo hasta al Hado.

99 No juzgó que hice bien, pues mejor fuera
Al que nacía perdiendo tanta suerte,
Dejarlo perecer, porque tuviera
Menos dolor, con más temprana muerte:
Pero vi al mismo tiempo, que aquello era
Anticiparle tanto daño fuerte;
Y ser Yo más que el Cielo inexorable,
Haciendo el contingente, inevitable.

100 Registré su Natal, desde el retiro
De una Gruta; ¡quién quiso los enojos
No investigar de aquese azul zafiro,
Poniendo en él con atención los ojos!
Presago aspecto su voluble giro
Mostró a la observación de mis arrojos,
Y a su Horóscopo, triste luz escasa,
Indicaba el Planeta de su casa.

101 Su infortunio observé por su ascendente,
En el crítico punto, o breve instante,
Que el influjo estrenó, tan claramente,
Que nunca más se descubrió diamante:
Pero advertí también distintamente,
Que si negaba el Solio al tierno Infante,
Era por otro Rey más Soberano,
Y no lo fue quien supo ser tirano.

102 Para ver lo que el Hado, de él quería,
Sepulté en el silencio mi querella;
Fue lo que debí hacer, pues no entendía
El equívoco idioma de su Estrella,
Mientras el tiempo daba a la ansia mía,
Más clara luz, con su violenta huella:
Porque ¿qué por remoto, o imposible,
No se hace con el tiempo inteligible?

103 Púselo en un Cortijo, desmintiendo
Toscos humildes paños su grandeza,
Y así vivió contento, careciendo
Envidia, que no encuentra la pobreza:
Feliz por olvidado, conociendo
Que la comparación en la bajeza
El mal hace; no hubiera, no, quejosos,
Si del mundo quitaran los dichosos.

104 Príncipe en la Montaña obedecido
De las Fieras, al pulso que lo abona
Con nuevo vasallaje fue temido,
Tejiéndole a su frente otra Corona:
¿Quién puede deslumbrar lo que ha nacido,
Aunque quiera, si el pecho lo pregona?
Entre guijas confuso está brillante
Despidiendo destellos el diamante.

105 La fortuna siguiendo las Estrellas
Hace la suerte, y suele no acabarla;
Pues luz no dejan en el Cielo aquellas,
A que pueda por sí ferficionarla:
El hombre sólo independiente de ellas,
Si conseguirla no, puede mostrarla;
Éstas suspenderán el ejercicio,
Pero éste de él, siempre ha de dar indicio.

106 Así ha sido, porque hoy viendo tu alarde,
Su sangre le avisó no ser villano;
Declareme con él, porque se guarde,
Y no quiere más suerte que tu mano:
Para el remedio nunca ha sido tarde,
Póstumo es éste, de mi Soberano,
Rama es del Tronco excelso venerable,
Que aún cortado, se mira respetable.

107 De los desprecios sale de abatido,
Buscando en tu Cuchilla su reparo;
Nada, sino es la Fe, para él te pido,
Tú sabrás lo que debes en su amparo:
Con dominio los Dioses te han traído
Sobre las sinrazones de un avaro;
No la piedad, la fuerza de quien eres,
Hará por ti, lo que por él hicieres.

108 Orden es suyo, que hoy a ti mi labio
Rompe la decisión de su destino,
Para que tu valor, Caudillo sabio,
No interprete cautela afecto fino:
Lo que en el Fratricida llora agravio,
Sacrificio será a tu Rey Divino,
A su pie rinde el Cetro, porque viva
Con él, o de su mano le reciba.

109 Nada es para su empeño indecoroso
Entre ser su Vasallo, o Feudatario,
Que en él a ver llegó lo poderoso,
Con que quedó a su planta tributario:
Labrar su brazo quiere valeroso
Su fortuna, con modo extraordinario,
Y por si merecer cuanto a su vuelo
Le hubiera dado más propicio el Cielo.

110 Quien dice sangre antigua, se condena
Si en sí de aquella no hace nueva copia;
Ser Noble, es presumir virtud ajena;
Ser virtuoso, es tener nobleza propia:
Más blasón es hacer su suerte buena,
Que no ostentar la extraña, en uno impropia;
Nadie llegó a valer porque ha nacido,
Si por sí hacerse Grande no ha sabido.

111 Ni es laudable que en una lisonjera
Fortuna, llena de prosperidades,
Luzcan las prendas, porque en su manera
Algunas penden de sus facultades:
Pero que uno, arrojado a indigna Esfera,
Y cercado de mil adversidades,
Al esplendor atienda de su cuna,
Es asombro del Mundo, y la fortuna.

112 Mas ¿qué cuesta esto? Todo un sufrimiento,
Todo un estudio, que feliz lo advierte,
Porque es preciso gran entendimiento,
A poder forcejar contra cruel suerte:
Éste es el toque del mayor talento,
Que lidia de por vida con su muerte;
Porque el saber hacer bienes de males,
Pide el filis mayor de las modales.

113 Aquesto en fin le mueve denodado
A seguir el rumor de tus Banderas,
Haciendo a tu conducta, y a tu lado,
Lo que asegura quien amó de veras:
Muchos afectos tiene, y si Soldado
Le miran, en la empresa que te esmeras,
Te servirán; aquesta es gloria suya,
Ahora tú harás alarde de la tuya.

114 Cesó el sabio caduco, y al instante
Resolvió el Adalid lo conveniente,
Empleando el beneficio más gigante
En el Joven, que estaba allí presente:
Por tenerlo obligado en adelante,
Y que irreconciliable esté su gente,
Con el Tirano, discurrió perfecto,
Lo que sólo en su mano tuvo efecto.

115 Aquí tenéis (les habla) Tescucanos,
El Príncipe heredero a esta Corona,
Que hoy quiere el Cielo goce por mis manos
El Solio, que le vuelve, o que le endona:
Al lugar suba de sus Soberanos
En vuestros hombros, dando a su persona
La obediencia, que así le constituye,
Cuando a su antiguo ser se restituye.

116 No siendo vuestro Rey, el caviloso
Que la traición fraguaba, ni yo puedo
Darme por ofendido, ni quejoso,
Ni faltar a la Ley, que aquí concedo:
Más vuestro aplauso quiero venturoso,
Que vuestra sujeción; y pues yo cedo
A la Justicia, pueda vuestro gusto
Hacer cuanto es entre lealtades justo.

117 Común afecto de verdades Hijo,
Tanto al fin hace con Nobleza, y Plebe,
Que esta vez sola con presteza dijo,
Que no violencia, sino amor, lo mueve:
Llenase la Ciudad de regocijo,
Y de más gente, con moción tan breve,
Que si mucha cedió por seso experto,
Más por la novedad, que es lo más cierto.

118 Quedan con tal acción más conquistados,
Que pudieran por Armas, y aplaudido
El Héroe, menos de los engañados,
Que hacen estudio, lo que no han sabido:
No es lo más esto, si entre sus Soldados
Hay quien se atreva a darle presumido,
Mediana aprobación que más moteja,
Pues lo mejor en razonable deja.

119 ¡Hay cosa como que un Idiota, grave,
Por persuadir que todo lo comprehende,
Con flojedad al mismo Autor alabe,
Dando voto en lo propio que no entiende!
Tolerar tal simpleza, es cuanto cabe
En la cordura del que así le atiende;
Pues más que estudio le costó el hacerlo,
Le cuesta de prudencia el padecerlo.

120 Sucede alguna vez en este estilo,
Ser la materia de tan noble estima,
Que por disimular, se hace otro asilo,
Lástima dando, cuando no lastima:
De esta suerte el Caudillo sigue el hilo
Del nuevo laberinto a que se anima,
Sin más resolución que su cordura,
Que una dice opinión, y otra locura.

121 El caso lo publica, pues mirando
El Joven real, de la verdad aquellos
Rayos, que están a la razón brillando,
Se dejó iluminar de sus destellos:
Capaz en breve del Baptismo , dando
Justa norma a los suyos, hizo en ellos
Ya reducidos, que feliz blasone
El ejemplo de un Rey, cuanto compone.

122 En Tlaxcala sus nobles Magistrados,
En Tezcuco su Rey, y Consejeros,
Y en Izucán sus Príncipes jurados,
Dan a la Religión fieles luceros:
Si así crece la mies entre cuidados
Marciales, sin Católicos Obreros,
¿Cuál su colmo será, cuando se vea
Dormida a Palas, vigilante a Astrea?

123 Aquestos sí, que triunfos son gloriosos
De nuestra Santa Fe, cuyos blasones
Nunca olvidados, siempre prodigiosos
Coronarán de España los Pendones:
Por una Alma no más eran dichosos
Vuestros afanes, célebres Campeones,
Pues por tantas que hurtáis a los Avernos,
Inmortales serán, serán eternos.

124 Cuando en vuestra Conquista no se hallara
Otro timbre, sino éste, se tuviera
Por feliz, por heroica, pues gozara
Alabanza, que Cielos mereciera:
Rabie la envidia, cuya sombra avara
Todo lo ofusca; pero no, no muera,
Que le resta admirar lo más que sobra,
Si aún el tiempo que falta, en ella es obra.

125 Ya en el Pimpollo Real, de Troya Infante,
Garzón del Ida, de Hebe afrenta bella,
Peregrino Copero del Tonante,
Del Cielo Rosa, del Zodiaco Estrella:
En Ganimedes digo, el Sol flamante,
Su estación comenzaba, dando en ella
Multiplicados a la Zona Soles,
En Rayos mil de aceros Españoles.

126 Porque no caben en su Esfera breve,
El más ardiente de ellos (su Caudillo)
A Ixtacpalapa fuerte marcha mueve,
Con ánimo de darles otro brillo:
El nuevo Rey, crecido Trozo embebe
A volver Foso, lo que fue Portillo,
A fin del grande empeño extraordinario,
Porque el Héroe también anda en Acuario.

127 Mientras la Zapa, y Pala, en los aproches
De Tezcuco, abren vado a las veleras
Popas, que esperan, van rompiendo broches,
Que antes fueron defensa a sus Trincheras:
Siete mil Gastadores, días, y noches,
Abrevian los conductos tan de veras,
Que antes que aquellas dejen verde grama,
Le hacen en copos de cristales cama.

128 A este tiempo al encuentro valerosos
Salen allá feroces Mexicanos,
El tránsito impidiendo, pues ansiosos
Los pies fatigan, por menear las manos:
Miden las Armas, lo que basta briosos
Para llamar así a los Castellanos
Al nuevo estratagema, que construyen,
Y más lo acercan, cuanto de ellos huyen.

129 Avanza a la Ciudad, mal defendida,
Y luego, abandonada del Patricio,
Queda hecho dueño de ella, no entendida
Huida, que fue de su cautela indicio:
Cierra a nocturno asalto la avenida,
Que pudiera después causar perjuicio,
Y más cuando de oscuros Horizontes,
Va la noche saliendo por los Montes.

130 Tiempo era ya que el ocio difundido,
Calmase tanto cuerpo fatigado,
Al continuo ejercicio repetido,
Del Pastor, del Gañán, y del Soldado:
Entonces, pues, brotando entumecido
El que fue a la Ciudad Catre nevado,
Mostró a la furia con que se desata,
Que hasta la humilde se hincha con la plata.

131 Tan aprisa se eleva, que violentos
Huyendo inundación inevitable,
Confirman, que el más pobre en valimientos,
Se hace con el poder inexorable:
A la Ribera salen descontentos,
Casi nadando por el seno hondable,
Y aún sin alteración a fuerza tanta,
Se vieron con el agua a la garganta.

132 ¡Notable ardid, dejarlos que se empeñen,
Hacer oposición para llamarles,
Ponerles la Ciudad que la domeñen,
Y sus diques romper para anegarles!
Despiques buscan que los desempeñen,
Corridos que intentaran sofocarles,
Con tal arte, si al vado que los topa,
Nadaron bien, aún sin guardar la ropa.

133 Brevemente a las manos la venganza
Se viene, pues el Bárbaro sabiendo
Del pensamiento su falaz confianza,
Y que aquel a Tezcuco va saliendo,
Con mejor grueso alienta su esperanza,
Y alcanza al Español, quien embistiendo
Le hizo saber con pechos alentados,
Cuanto estaban de frescos sus Soldados.

134 Entretanto de Ossumba, y Tlammanalco,
Amistad, y socorro dan, y piden,
Contra las Tropas, que a ocupar a Chalco,
Por orden de la Corte, allí residen:
Con Lugo, y Sandoval, desde Ixtaccalco,
Compañías manda, que las fuerzas miden
Felizmente, pues quedan defendidas,
Más pertrechadas, quietas, y rendidas.

135 Chalco también, mirando lo que gana
De España el brazo, la cerviz altiva
Rinde a su yugo, protestando ufana,
Que ha de vivir así, mientras que viva:
Aquí del Adalid, Milicia cana
Contra el Monarca queda, porque estriba
En la boca del agua que a ella toca,
Quitar a aquel el agua de la boca.

136 Su grande oposición, dice el cuidado,
Que contra el Héroe, por la Plaza siente,
Pues ya de la Laguna señoreado
Sacará de la mano su Tridente:
Juzga que de una vez pierde su vado;
Mas no es esto quitarla totalmente,
Si acabado el apresto que se fragua,
Antes quiere soltarle toda el agua.

137 Cinco veces el cóncavo diamante,
Farol, o Globo de cristal rotundo,
Vio en su Cenit, ardiendo la brillante
Antorcha de oro, que ilumina al Mundo:
Y otras tantas de México arrogante,
Venció feliz el Macedón segundo,
Trozos, pues cada cual por sí tenía
Gentes, y triunfos para cada día.

138 De tanta rota, nobles prisioneros
Libra, y con ellos luego al Mexicano
Le hace saber su empeño, y los guerreros,
Que militan debajo de su mano:
Vengar su agravio quieren sus aceros,
Y al grande Moctezuma Soberano,
Convirtiendo en carbones su dureza,
Su Imperio, Majestad, vida, Grandeza.

139 Pero que si excusar quiere advertido
Tanta ruina, está pronto desde luego
A concederle paces comedido,
Haciendo suave la amenaza, ruego:
Que entregará sus quejas al olvido,
Sin pedir decisión de sangre, y fuego,
Con tal que estén conformes calidades
Al pundonor de entrambas Majestades.

140 Bien conoce, que con el poderoso
Emperador tener no puede asiento
Su propuesta, mas la hace de industrioso,
Para justificar su heroico intento:
Retirase a Tezcuco victorioso,
Donde hierve en aplausos el contento,
En tanto que al valor en que se explaya,
Hacen sus Quillas en las aguas raya.