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ArribaAbajoCanto V

Descríbese la Gran Ciudad de México, su temple, ubicación, y Grandeza; y con la más prudente conjetura (sin embargo de lo discorde, que están todos los Autores en esta materia) se da razón de la más verosímil Genealogía de sus Reyes, desde los primeros Pobladores, hasta el príncipe Moctezuma, en cuyo tiempo entraron los Españoles: Tócanse los Ritos, Costumbres, y Ceremonias de su Gentilidad, y particulares Grandezas de su Monarca, en la amplitud de sus Dominios.




Argumento


La Situación de México admirable,
Su Grandeza, Edificios, el sangriento
Templo del Dios Guerrero formidable,
Su antiguo origen, Fundación, y aumento:
De sus Reyes la serie respetable,
Hasta el Gran Moctezuma, lo opulento
Se refiere de aquel vasto Hemisferio,
Ritos, Costumbres del Indiano Imperio.



1 En el Solar del Sol, en cuya altura
Con cinta de Oro medio Globo enlaza
Ardiente Equinoccial, que en fiel mensura
Le parte igual, e igual también le abraza:
Donde su llama reverbera pura,
Y a incendios sus fulgores adelgaza,
Dejando con perfectos paralelos
Pesados, y medidos a los Cielos.

2 En donde retrocede el paso grave
Del término que mide su carrera,
Al rapto movimiento, cuya clave
Cierra a sus luces, palpitante hoguera:
Cuando el Cancro fogoso, estival llave,
Colocada por Juno en la alta Esfera,
Le hace volver atrás, y lo violento
Perficiona su curso, y lucimiento.

3 En éste, pues, elemental adusto
Cairel Celeste, que en el térreo Plano
Tuesta la tez al Bárbaro robusto
En los Trópicos dos, que curte cano,
Amenos Valles al pesar injusto,
Con que los tala su rigor villano,
Savia produjo la Naturaleza
Blandos en temple, ricos en belleza.

4 Callen confusos el Egipcio, y Griego,
Que creyeron del hombre inhabitable
La tórrida mansión, que envuelta en fuego,
Fue a su Geógrafo estudio impenetrable;
De la Aurora risueña el suave riego,
Con ambiente sereno, por ella hable,
Viendo cuanto convence la experiencia,
Errados juicios de falible ciencia.

5 Aquí, pues, yace un espacioso Valle
De nevadas Montañas coronado,
Cuyas Fuentes pretenden inundalle,
Por subir a sus Cumbres tanto Prado:
Mar pequeño le forman, que a esguazalle
La industria sola agota su cuidado,
Y en medio de él, con especiosa planta,
La Gran México al Cielo se levanta.

6 Cual soberbio de peñas majestuoso
Dominando frondosa greña inculta,
Encrespa su garganta en Bosque umbroso,
Obelisco jayán, que al viento abulta:
O cual Roca descuella en proceloso
Golfo, y en él su magnitud consulta,
Imperando entre Cimas, y Corales,
Gigantes de Acebuches, y Cristales.

7 Del Ecuador esquivo retirada
Entre el flamante Can, y Ursa de hielo,
En diez y nueve grados colocada
La mira ambiguo, su apacible suelo:
Suave Fabonio, con marea templada,
Mitiga los bochornos de su vuelo,
Tal, que del Clima puede, a beneficios,
Cambiar en Equinoccio los Solsticios.

8 Nutriz de Jobe, o fuese transformado
Por Tifón al Zodiaco luciente,
Caudato Capricornio, iluminado
El influjo le deja a lo ascendente:
El que de Chipre fue Copo nevado,
La predomina con benigna frente;
Tauro, y León, en el aspecto iguales,
En graduación están de Verticales.

9 A la Tórrida Zona el Mexicano
Septentrional Imperio, tanto ocupa,
Con sus dominios, que circunda vano,
Cuanto el Sol lame, cuanto el Ostro chupa;
O que de puntos, que numera ufano
En las líneas, que aquel le desocupa;
Y equivocó en los dos noble desvelo,
Busca una tierra, y otro quiere Cielo.

10 Por Levante al Atlántico se extiende,
De Annian las ondas a Occidente mira,
A la Virgínea con el Sur comprehende,
Y a Panuco antes por el Norte gira:
¡Cuánto de Norumbega el vuelo tiende
Hasta Groenlandia! ¡Cuánto de éste tira
Hacia el Árctico ignoto! ¡O que de tierra
El centro de tres mil leguas encierra!

11 ¡Qué Provincias, qué Reinos, qué Grandeza,
Producen ricas sus Fecundidades!
Nada le regateó Naturaleza;
Blanco la vio de sus prolijidades:
Higa del Orbe, Erario de riqueza,
Ciudad sin semejante a otras Ciudades,
Necesitando para su fortuna
A México ellas, México a ninguna.

12 Aquesta ya; más tímida la mano
Al bosquejarla, con razón desmaya,
Que es querer encerrar Piélago cano
En Hoyo breve de pequeña Playa:
A aquesta, en fin, undoso cristal vano
Besa sus muros, sus cimientos raya;
Y trasuntando el Zenit los celos,
Colocada la deja entre dos Cielos.

13 No se jacte Venecia decantada,
Que a Neptuno su histriada Cuna debe,
Que México Imperial, más celebrada,
En mejor Golfo de cristal se mueve:
Galana en él se mira retratada
Con el Pórfido, y Jaspe, que le bebe,
Y por la Óptica, a esmeros del reflejo,
Vive mayor a vista de su Espejo,

14 Innumerables Poblaciones bellas
Bordando la Ribera a su Laguna,
De su diáfano manto, como Estrellas
Fijas, predicen su gentil fortuna:
En los Diques de Mármol, las armellas
De entrambos Lagos, hacen oportuna
Unión a ciertos tiempos, cuando el agua,
Del dulce, en el salobre se desagua.

15 Aquí la Gula de apetito ingrato
Brinda delicias de Ovas, y de Lamas,
En delicada pesca, que hace plato,
Como tributo fiel de sus escamas:
Y era debido, que asistiese grato
Tanto obsequio, si en Ráfagas, y Gramas,
Vientos, y Montes sirven, pues atentos
A enriquecerla están los Elementos.

16 El discurso en sus partos peregrino
Deja espaciosas calles, y en su medio,
Van las Piraguas por el cristalino
Corte, rompiendo todo su intermedio:
Más de quinientas mil de grueso Pino,
La Ciudad en sí abarca, y en su asedio
Fue esto lo menos, porque en su Conquista,
La muchedumbre se perdió de vista.

17 Desmedidos sus grandes Edificios,
Con Cornisas, y Estelas emplomados,
Son Gigantes del aire, en cuyos quicios
Suben hasta su Esfera coronados:
Graves columnas son, por los indicios,
De relieves, tarjones, y cortados,
Padrones de Alabastro, que autorizan
Cuánto la fama, y tiempo se eternizan.

18 En competencias la Artesón reparte
Cuantas junturas al primor le debe,
Cuando en cúpulas breves hace el Arte,
Orlas del Sol, las que su llama bebe:
Corintia Estofa de una, y otra parte,
Con Bichas pule su moldura leve;
Y en Almenas, Medallas, y Perfiles,
Su heroicidad recuerdan los Buriles.

19 Con proporción los altos Pavimentos
Parten las Nubes, y en los rayos rojos
Mojan doradas puntas, si violentos
Sus Agujas ensartan por sus ojos:
A su aliento dan alas los cimientos,
Que de dura argamasa hacen despojos
De las aguas la hidrópica porfía,
Que al robar gastan uno, y otro día.

20 A varias Plazas da el cordón tirante,
Capaz ensanche, si su línea quiebra;
Pero entre todas luce la abundante,
Que el Mundo en Tlatelolco más celebra:
Del Mercado mayor jacta arrogante,
No hay Pluma, Molde, Fruta, Pesca, o hebra,
Que tan perfecto está, cuando se vende,
Que es el Oro lo menos que se atiende.

21 Joyas, y Petos de Coral, y Plata;
Fieras, y Peces de Oro, y Pedrería;
Telas, y Plumas, donde se retrata
Naturaleza, cuando se desvía:
Armas, y Conchas, es en lo que trata
El poder con el gusto granjería,
Tan a esmeros del Arte, que la estruja,
Que a la materia, la obra sobrepuja.

22 Cuanto en sus senos concibió la idea,
Visible hace, patente su Mercado,
Y más pulido, cuanto más emplea
Los aciertos pacientes del cuidado;
Extraño Aparador, cuya montea
Vuelve con opulencia confirmado
En el modo, y gobierno de su porte,
La grandeza mayor de tanta Corte.

23 Entre los Templos, que a dos mil exceden
Los que encierran sus Muros belicosos,
Que al Viento, que a las Nubes retroceden,
O los sufocan dóricos colosos,
Se levanta el Supremo, a quien le ceden
Primicias del valor supersticiosos;
Pues del Dios de la guerra al vano Bulto,
Equivocan el genio con el culto.

24 Nembrot de piedra la Ciudad domina
El Soberbio Panteón, en cuya Valla,
De sillería labrada, y concha fina
Tiende a los cuatro Lienzos su Muralla:
Trilingües Sierpes, de cantera mina,
Encadenadas por el Foro entalla,
Con Dragones, que abortos de los Riscos,
Les sobró lo vital a Basiliscos.

25 De Mármol cuatro Efigies singulares,
En los Pórticos cuatro, jactanciosas,
Los gajes tiran como liminares
Dioses, que fueron Aras mentirosas:
Por la parte de adentro, familiares
Quedan las Oficinas Religiosas,
A sagrada morada de los rudos
Ministros, sólo de piedad desnudos.

26 Tan capaz en el Circo, que le queda
Ámbito a su Planicie suficiente,
Donde número grande adorar pueda
Inmolación, de voto delincuente:
Diez mil Danzantes, en confusa rueda,
Girando están el Foso reverente,
Cuando el Ídolo torpe de sus vicios,
En sangre, y humo ve los sacrificios.

27 En el céntrico punto desta Plaza,
Sube ocupando claro descubierto
Machina tan gigante, a quien engaza
Al pie el Escollo de sus aguas yerto:
Las dimensiones, que el cimiento traza,
Pirámide le crecen al acierto,
A reserva del lado, en que hace entera
De ciento y veinte gradas su Escalera.

28 Termina arriba su anchuroso plano
En un Cuadro perfecto, que en cuarenta
Pies, hacia cada viento, tiende vano
El recinto almenado, que sustenta:
Marfil, Naranjo, y Azabache Indiano,
Dan la materia sobre que se asienta;
Y en triglifos, metopas, y follaje,
Lisipo halló de su Sincel ultraje.

29 Verde Penacho, de bruñida Losa,
Que a la Esmeralda sus colores quita,
Minaz ángulo da con pavorosa
Punta, que al ceño su furor limita:
En esta afirman la supersticiosa
Víctima, cuya Púrpura marchita,
Tiñe su tez, y entre corales pierde
El claro esmalte de su fondo verde.

30 Horrible execración, que por trofeo
Del común Enemigo revoltoso,
Sus Ritos guardan, como torpe aseo
De cadáveres secos misterioso:
Primero a la Ara van, luego al empleo
De la gula, dos veces asqueroso;
Y ensayando su suerte por momentos,
En la muerte no aprenden escarmientos.

31 Huitzilopochstli, que lo mismo suena,
Que el gran Mavorte, que al Impíreo ampara,
Es a quien más el culto fiel se ordena,
Del Bastón, de la Toga, y la Tiara:
Espíritu marcial, con que encadena
La Ley su inclinación, y se repara
En lo que observan Religión tan necia,
Cuanto las armas la Nación aprecia.

32 Humano en la figura, mas tan fiero,
(Retrato al fin del Ángel castigado)
Que parece que halló modo el esmero
De exceder la fealdad en el traslado:
El Plumaje encrespado a lo severo
Añade gesto, y a lo mal fajado
Del Rostro, más horror, con negras cintas,
Que por Frente, y Nariz cruzan distintas.

33 Azor de Oro bruñido la Cimera,
Con majestad, con impiedad corona;
Vibra en la mano Sierpe bandolera,
Que en otro tiempo persiguió a Latona:
Cuatro Saetas en la otra reverbera,
Y en el brillante Escudo forman Zona
Cándidas Plumas de la Garza adorno,
Que desde el centro salen al contorno.

34 Este Vestigio, pues, en lo eminente
Del Altar le coloca lo avariento,
Que en Joyas, y Grandeza, no consiente
Igualdad, ni del alto Pavimento:
Otro como él, en el Altar patente
(Tláloc su hermano) tiene grave asiento,
Y los juzgan en todo tan parciales,
Que de ambos quieren bienes, temen males.

35 No hay en el Seno de Naturaleza
Afán, que propio Tutelar no goce,
Extendiéndose a tanto su rudeza,
Que adora la Deidad, que no conoce:
En miles de Aras su maldad tropieza,
Sin que en este Penate, aquel se roce,
Creciendo su ignorancia (al fin con humo
Doctrinada) a llegar hasta lo sumo.

36 No en Religión, y Templos su opulencia
Engrandece, que en Rosas, y Jazmines
Prenden Vergeles con benigna influencia,
Alegre Primavera en sus Jardines:
De Flora, y Amaltea la permanencia,
Hace que Invierno no hallen sus Confines:
¡Mas cual había de haber, si sabe el tierno
Clima dar Primaveras en Invierno!

37 Marchitos queden cuantos de Pomona,
Cultivados Pensiles el Pangeo,
Florido ostenta, cuando los corona
La Cipria Diosa, del feliz Hibleo:
Calle el Ámbar fragante, que blasona
Pancaya, fértil del sudor sabeo,
Que más que en ellos el primor reparte,
Naturaleza aquí pule sin arte.

38 Cual de cristales vago se rodea,
Y mira el Foso donde se retrata
Galán Narciso, que en su propia idea,
Es su misma hermosura quien le mata:
Cual de verde boscaje taracea
Copadas Calles de cultura grata;
Y entre labrada alfombra donde pisa,
Sin que pie pierda, tierra no divisa.

39 No hay Rosa, Planta, Flor, Botón, Pimpollo,
De cuantos en el Orbe se conocen,
Que rompiendo la Yema en el cogollo,
Sazón madura con verdor no gocen:
Sutiles Fibras toman desde el meollo
Vegetativo, jugo en que rebosen,
Tan frondosas, que a vista de su Nilo,
Pueden sus hebras no cortar el hilo.

40 Porque en la vista sola no se quede
El deleite, fabrica su Terreno
Opimas Huertas, donde nadie puede
A la Gula por sobrio poner freno:
Aún más que en Flores, pródigo se excede
Con dulces Frutas, siempre tan ameno,
Que llenó del antojo la porfía,
Criando una nueva para cada día.

41 Espiando el Hortelano la creciente,
Corta la Púa, si el ingerto traza;
Escóndela al Solano, y diligente,
Trepantes, Hoces, Mimbres, Saúco engaza:
A la fresca incisión la une igualmente,
Aflojando la Escarpa que la enlaza;
Junta la Saba, y hace en las cortezas
Una especie de dos naturalezas.

42 ¡Con qué verdad Cosmógrafo acertado,
Al Atlántico Mar descubrió cierto
El hiperbóreo sitio, que templado
Paraíso fue de Americano Puerto!
En esta amenidad, en este Prado,
Mora de las Hespérides el Huerto;
Creíble es de sus Manzanas el tesoro,
En tierra, que produce Montes de Oro.

43 De las Montañas ásperas del Norte,
Exploradores bárbaros robustos
Salieron a fundar tan grande Corte,
Primero humildes, si después injustos:
Subió a suprema de mediano porte,
Olvidando principios antes justos;
Pero ¿qué hay que admirar? ¿Quién con fortuna
Volvió la cara, para ver su Cuna?

44 En Chicomoztotl, que a mejor Idioma
Traducido, equivale a siete Cuevas,
La Nación Chichimeca, de quien toma
Su origen, hizo de su brazo pruebas:
Cinco siglos el Polo Árctico doma,
Sin que su Fama lleve al Mundo nuevas,
Y al Grande Xololcohuatl, la Campaña
Cedió en su Zona, cuanto ardiente baña,

45 De Istacmiscuatl, Caudillo valeroso,
Prole fecunda Quauhtomitl, y Umecatl,
A crecerle llegaron numeroso,
Con Xicancatl, Thenuch, Xelhua, y Mistecatl:
De estas Familias fue lo poderoso,
Que en ramos siete de su Chichimecatl,
Tal se fertilizó con sus cristales,
Que átomos la inundaron racionales.

46 Desde Atztlán (tierra inculta) peregrinos
Por la Reina Ave, que los conducía,
En quince lustros de ásperos caminos,
Fue nutriz de su aliento la osadía:
Hasta que instruidos por los Adivinos,
En la Laguna que faltó la guía,
Mansión hicieron, para darle asiento
De Diamante, al que fue Padrón del Viento.

47 De Thenuch (el sesudo interpretado)
Tomó para memoria su renombre,
Que a la posteridad vuela el cuidado
A eternizar el nombre por el hombre:
Thenuchtitlán la antigüedad la ha hallado
En sus siglos infantes, sin que asombre,
Que olvide el Apellido que ha tenido,
Poderoso que calla lo que ha sido.

48 Tlatecatzín, que suena fuerte Escollo,
El segundo mandó Choza pajiza;
Siguiole Thechotlalán, o Cogollo,
Que en alegres Vergeles se eterniza:
Más la extendió Ixtlixochitl, el Pimpollo
De hilos que peina, y en la muerte eriza,
Que a su interpretación severo el Hado,
Su Horóscopo confirma desdichado.

49 Thetzotzomoc, Señor de Atzcapotzalco,
A cruel acecho le mató dormido,
Y por opuesto como Malinalco,
Sacudió el yugo, que temió sentido:
El estoque, y los labios (al fin Chalco)
Tiñó en Púrpura Regia del perdido
Joven, y por dorar lo que abandona,
Efugió la traición a la Corona.

50 Maxtla hijo suyo, que es el que se baña,
Heredó a sus presagios lo ominoso,
Pues apagó su orgullo a justa saña
Del hijo de Ixtlixochitl valeroso:
Ixcohuatl, o Dragón, su aliento empaña
Al intruso tirano cauteloso,
Y recobrando Reino, y albedrío,
Partió con la venganza el Señorío.

51 Domadas las vecinas invasiones,
Con las siete cabezas, que poblaron
Tan dilatado Cetro, sus Pendones
De los Cielos los Polos asustaron:
Inmoderadas gobernó Legiones,
Que por Emperador le tributaron
Adoración, en todo su Hemisferio,
Encumbrando el Yopali para Imperio.

52 Acamapich, o Caña, que se oculta,
Ascendió al Solio más favorecido;
Pero a la saña, que el Poder insulta,
Si empezó amado, feneció temido:
Bien que de la ambición siempre resulta
Vivo desprecio, que lamenta herido
El inquieto Dosel, a cuyo embargo,
En culto dulce bebe susto amargo.

53 Huitzilihuitl, Jilguero de pintadas
Plumas, así llamado, porque quiso
Por divisa poner a sus doradas
Armas, Escudo de trenzado viso:
Ocupó el Trono, viendo sojuzgadas
Las Milicianas Chalcas a su aviso,
Las Xochimelcas, Culhuas, Tecpanecas,
Maltlaltzincas, Culhuacas, Chinantecas.

54 De inmediato Elector después jurado,
La Diadema ciñó Chimalpopoca,
El que puso a los Lagos arrestado
Mordaza, en Diques de robusta Roca:
Mil Concubinas su desenfrenado
Deseo, con sus Esposas equivoca,
Haciendo el apetito, y la locura,
Tributaria del fuego la hermosura.

55 Ixcohuatl, el segundo deste nombre,
Y nono en el Imperio Americano,
En sus Estatuas puso su renombre
Por Columnas del Reino Mexicano:
Suyo fue el desatino, que siendo hombre,
Se creyese Penate Soberano,
Por la abundancia con que abastecida
Su Corte, a hambre le quitó la vida.

56 Por su muerte tomó el Cetro radiante
Moctezuma el primero, cuyo empeño
Fue confirmar su nombre de arrogante,
Pues es lo mismo, que el que ve con ceño:
Emprendió su Soberbia, del Tonante,
Como del Mundo coronarse Dueño;
Pero de la crueldad mano tirana
Creció con gotas de carmín su grana.

57 Entró Axayacatl, equivale, o suena
Al que anda en Aguas, o al que trae cubierto
El rostro siempre, cuya gloria llena
En Fábricas crecidas sumo acierto:
Sucediole Tizoc, el que de pena
De mirarse vencido, quedó muerto;
Imitando con esto furibundo
Al Otomano Solimán segundo.

58 Ocupó luego Ahuitzol la Corona,
Que es lo mismo decir, que Árbol frondoso,
O Vaticinio, que infeliz pregona
De futuros sucesos lo ominoso:
En su tiempo la suerte se eslabona
A uno, y otro Cometa pavoroso,
Casi anunciando como el descendiente
Sol de Xololt, rayaba en el Oriente.

59 Con su muerte los Reyes Electores
Del Imperio, suspensos vacilaron,
Hasta que dio fortuna a los mayores
Votos, el complemento que buscaron:
Del Grande Moctezuma los honores,
A la elección las dudas apartaron,
Cuando a más de sus prendas personales,
Impulsos heredó su sangre Reales.

60 Fue el catorce Monarca de Occidente,
Y del nombre en la serie fue el segundo;
Monstruo soberbio, que juzgó a su frente
Corto Laurel, el círculo del Mundo:
Domó de su extendido Continente,
Cuanto le descubrió Globo rotundo,
Y consiguió exaltarse Soberano
En lo sumo del Reino Americano.

61 Política, que el Arte llama Estado,
Le influyó con pretexto de decencia,
Introducir los Nobles, al no usado
Hasta entonces Tributo de asistencia:
En el retiro vinculó el sagrado,
Para hacer más preciosa su presencia;
Crecieron las Gabelas, y el ultraje,
Y el Septentrión gimió a su vasallaje.

62 Sujetó las Provincias rebeladas,
Y de sus Huestes, Militar arrojo,
Sembró terrores a las dilatadas
Partes, que sólo despreció su enojo:
Sólo Tlaxcalán no miró postradas
Las Orlas senatorias al despojo;
Pero de sus plumados Escuadrones
Daba a la Ara, a la Mesa corazones.

63 Tembló el Orbe; los Ejes vacilaron
A la amenaza de su cruel Cuchilla;
Los Países más remotos le doblaron
Primero la cerviz, que la rodilla:
En qué sangre los hombres no nadaron,
A la fiereza con que los humilla;
Pues no sólo a la frente, aún quiso impío,
Imponerle coyunda al albedrío.

64 Este Tirano gobernaba, cuando
Los Españoles, con destreza suma,
A la Tumba de Apolo registrando,
Cortaron del Atlántico le espuma:
Asombros a la tierra estaba dando
La opulencia del alto Moctezuma,
Pues fue lo menos, para su decoro,
Domar Cerros de Plata, Montes de Oro.

65 Seis suntuosos Palacios su Grandeza
Labró en su Corte, como seis Babeles,
En cuyas dimensiones la destreza
Proporcionó Buriles, y Sinceles:
Con Pilastras, y Tarjas, en que empieza
A registrar la Simetría niveles,
Adelantó su machina oportuna
Al cóncavo Palacio de la Luna.

66 Era el uno tan raro Mausoleo,
Que el tamaño, y soberbia que lo traza,
Asombro fuera del galán Teseo,
Y en él por su hilo no saliera a plaza:
A ésta, y a esotras Calles del rodeo,
Con las fornidas Puertas embaraza,
Tan elevadas, sólidas, y bellas,
Que toda la ambición cupo por ellas.

67 Ciprés, Nogal, y Cedro, en Pavimentos,
Arcos, y Claraboyas hermosean,
Cuando el Ébano, y Boj en ligamentos,
Lo propio que unen, dividir desean:
Las Agujas doradas a los vientos,
Cuantas veces por ellos se voltean,
Les punzan, si los rayos enmarañan,
Y ellos su oprobio con el oro engañan.

68 Borda la vanidad a los Salones
Peregrinos Doseles, cuya plana
De Armiño con plumados mascarones
Emula la destreza a la Persiana:
Colores vivos chupan los cartones,
Si del Múrice no, de fina grana,
Dándoles movimiento su tintura
Con galante ademán a la figura.

69 Al Chopo hilado pule con gracejo
El injerto boreal, que desmenuza
Diestro el Telar con pelo de Conejo,
Cuando en su peine por ovillos cruza:
Raros primores muestran del cadejo
Algo de tanto, que el ingenio aguza,
Y todo lo demás libra al cuidado,
Si éste no quiebra por lo más delgado.

70 No ya blasone vano en sus tendidos
El Turca codicioso; no el esmero
Alabe en sus bordados, y tejidos,
Para venderlos bien, el Extranjero:
Vengan ambos a ver en los descuidos,
Remedos del fingir más verdadero,
Pues aquí la refleja esperar sabe
Al Prado risa, movimiento a la Ave.

71 Por dos veces la Plata ya fundida,
Como el Oro dos veces derramado,
En materia, y figura dan crecida
Señal, que en muchas formas han rodado,
En sus metales mira rebatida,
Madre Naturaleza fiel traslado,
Aunque mengua el valor lo numeroso,
Porque abundante nada fue precioso.

72 El mismo adorno los restantes miran,
Bien que con varios fines, su destino;
Unos para Aves, que los aires giran,
Viendo desde la Alcándara el camino:
Otros de fieras, que la Jaula admiran
Prisión robusta de empalmado pino;
Otros de Eunucos, Truhanes, y de Enanos,
Alarde necio de los Soberanos.

73 Marcial en todo su gentil decoro
Ostenta, con nativa bizarría,
Otro Palacio, que el Clarín sonoro
De la Fama, le llama su Armería:
Tales piezas se ven de bruñido oro,
Engastadas con tanta pedrería,
Que no tuviera, sin brotar asombros,
La vanidad, para cargarlas, hombros.

74 Sobre su Escudo, que era un Grifo fuerte,
Como abrazando Globo azul rotundo,
Las Armas Reales parecían de suerte,
Que su valor no tuvo otro segundo:
Si esta Casa han logrado, bien se advierte
Cuanta riqueza se ha franqueado al Mundo;
Más en alhajas la llenó su esmero,
Que todo lo que vale un Reino entero.

75 Extraño, formidable, pavoroso,
El retiro del luto, viste el Muro,
De obscuras telas, donde lo horroroso
Del pesar mora sólo en sí seguro:
Aquí por el suceso lastimoso
En sombras le visita genio impuro,
Deteniéndose en ellas, hasta tanto
Que los Cielos minoran su quebranto.

76 Fuera de la Ciudad en deliciosas
Quintas, la gala que al poder inclina,
Pinta Selvas de Flores olorosas,
Yerbas notables a la Medicina:
Adelante en Aljibes con lamosas
Ovas, ofrece Pesca la Marina,
Y de Huertas, y Estanques el desvelo
Hace Almocafre, lo que busca Anzuelo.

77 Con los Sabuesos en la Montería
Ejercita Batidas, cuando reta
El mudo Can del Oso la osadía,
A la primera voz de la Corneta:
Al más leve rumor la puntería
De sus diestros Monteros, lo sujeta
Con voladoras puntas, en que parte
El acierto, deleites con el Arte.

78 De la Alcándara toman los Azores,
A la lucha boreal que lo desvela,
Los Halconeros, y los Cazadores,
Para imponerlos a mejor escuela:
Depuesto el Capirote, sus primores
Arrebatan, pues ya sin la Pihuela,
Tras la Presa se parten, cuyo gusto,
Por temor que no vuelvan, se hace susto.

79 Sólo en la Casa de las Aves tiene
Mil hombres ocupados, asistiendo
Al corte de la pluma, que previene
Al vestuario, y al gusto, afán horrendo:
¡Cuánta Gente, de más de ésta, mantiene
En cuidar de las Fieras! Aún creciendo
Irá la admiración, que se mantuvo
Sólo en sí, cuando menos en sí estuvo.

80 Mil Soldados se mudan cada día
De guardia en su Palacio, repartidos
Según la más, o menos jerarquía,
A que son destinados, o elegidos:
De otros doscientos Nobles más confía
En los altos Salones divididos,
Y a la asistencia Real se alternan vanos,
Sin omitir el turno, los lejanos.

81 Cuatro mil, entre Maestros, Oficiales,
Y Superintendentes, se sustentan
En fabricar las Armas, donde iguales,
Porque ellas maten, ellos se revientan:
Desde aquí van a las Fronteras Reales
Las muchas Provisiones, que acrecientan;
Diaria pensión, y a su valor no extraña,
Pues siempre tiene Ejército en Campaña.

82 Para tres mil mujeres, de que ansioso,
Fuera de sus Esposas, se servía,
¿Qué tesoro bastaba? El más curioso
Forme la cuenta de lo que sería:
Si con una no puede el Poderoso,
Él para tantas ¿qué poder tendría?
Pues de su vanidad, porque concluya,
Esto era la menor profusión suya.

83 Más de ciento y diez mil (y no parezca
Ponderación, pues tímida la pluma,
Busca lo menos, porque no padezca
Tormenta la verdad, con mayor suma)
Más de ciento y diez mil, sin que se crezca,
En Soldadesca, en Gentes, Moctezuma
A su costa mantiene en gasto diario,
Y queda mucho más para su Erario.

84 Ni increíbles pueden ser, por singulares,
Estos excesos, que es tan opulento,
Que gobierna millares de millares
De varias Frentes, desde el Real asiento:
Treinta Reyes Vasallos Auxiliares
Tiene, y cada uno de estos puede atento,
Al punto que él lo mande, (¡cosa extraña!)
Ponerle cien mil hombres en Campaña.

85 Toda esta desmedida muchedumbre,
Uno de cada tres paga en tributo,
Irremediable Ley en la costumbre,
De Herencia, Pesca, Minas, Granja, y Fruto:
Hasta el sudor del rostro, servidumbre
Reconoce a Señor tan absoluto:
Este monto perpetuo sin engaño,
¿Qué al mes sería? ¿Cuánto sería al año?

86 ¡Qué Grandeza en sus Casas! ¡Qué opulencia
En sus mesas! ¡Qué fausto en su persona!
Siempre llegó a tener en su asistencia
Para darle la vianda una Corona:
Jamás hubo en el Mundo otra Potencia
Más Soberana; de ella tal blasona:
A la fortuna holló con planta grave:
Ya no hay más que decir: ¡Es cuánto cabe!

87 ¿Diga el Nación, mirando este diseño
Cierto, aunque inculto, si eran miserables
Humildes y desnudos? Desempeño
Fue el Mexicano de hechos memorables:
¿Cuál gobierno miró con tanto empeño
Entre Gentiles, Leyes tan notables,
Fueros tan justos, tan puntuales penas?
No hicieron más infantes, Roma, Atenas.

88 Faltoles luz, más pudo su viveza,
En lo moral, que a nadie se ha negado,
Hallar las Leyes, que Naturaleza
Coligó a las cadenas del cuidado:
Ésta hicieron guardar con entereza;
Ni la industria, ni el cohecho halló sagrado,
Al fiel de Astrea, dieron con pericia,
Celo, equidad, prudencia, honor, justicia.

89 ¡Cuántas veces el real desvelo sabio,
(Moctezuma lo hacía) con diligencia
Indagando la Fe de veraz labio,
Probaba al Juez del oro a la experiencia!
El que hacía por soborno algún agravio,
Con la vida pagaba su insolencia:
¡Rara entereza! Si hoy resucitara,
Y hubiera malos Jueces, ¡cual quedara!

90 No sólo en general, que repartido
Económico estudio, descendiendo
A varias clases, alcanzó pulido
Hasta donde lo fueron extendiendo:
El Tribunal de Hacienda fue erigido
Al Patrimonio Real, donde creciendo,
(Sin embargo de tantas profusiones)
Los Tributos entraban a millones.

91 De Jueces inferiores apelando,
Pasaban otras Causas al Severo
Tribunal de Justicia, sentenciando
Sabia Némesis invariable Fuero:
El Consejo de Guerra tenía el mando
En dar las providencias al acero,
Enviar Reclutas, ver las Municiones,
Prevenir Pasaportes, y Facciones.

92 Los negocios más graves autoriza
Noble junta de Ancianos Venerables
Del Consejo de Estado, y solemniza
La Majestad Decretos respetables:
Su Real presencia en éstos se entroniza;
Sus decisiones son inevitables;
Tanto veneran de esta Sala el celo,
Que lo juzgan Oráculo del Cielo.

93 Subalternos Ministros, con destinos
Diferentes, gobiernan tantas Gentes;
Unos rondan Entradas, y Caminos;
Otros persiguen a los delincuentes;
Otros cuidan Semillas, Ropas, Vinos;
Otros Rentas Cobranzas; otros Fuentes:
Cada uno en su incumbencia, en su ejercicio,
Tiene en Veedores quien corrija el vicio.

94 Hay Garitas, Aduanas, Almacenes,
Paseo común, Estancos, Astilleros,
Alhóndiga, Almonedas para bienes,
Vínculos, y Cruzados Caballeros:
Títulos grandes de Señores, quienes
Gozan en sus Estados altos fueros;
Embajadores, cuyas preeminencias
Indelebles observan sus Potencias.

95 En algunas costumbres semejaban
A otros Antiguos; pues sus matrimonios
Eran como los Ritos, que guardaban
Los Atenienses, y los Macedonios:
El Fuego, el Velo con que allá invocaban
La Paz del Amaranto, testimonios
Claros son, que conformes al deseo,
Era en todos igual suave Himeneo.

96 Para la educación, a que endereza
La juventud su logro, en fines varios,
El Real Erario puso a la Nobleza,
Academias, Colegios, Seminarios:
En unos de las Armas la destreza;
En otros los de genio a ello contrarios:
Cada cual, por el rumbo que le llama,
Sigue su inclinación, labra su fama

97 Adiéstranse en la lucha, y la carrera;
Prueban Arcos, Espadas, y Montante;
La Historia aprenden, porque verdadera
Da Elogios a Nación tan dominante:
En finas Pieles, o Membrana entera
De Magueyes, dibujan lo constante
De los sucesos, con el expresivo
Carácter, que de Fe guarda el Archivo.

98 En sus Mitotes (danzas apacibles)
Al compás de la Flautas, sus canciones
Entonan, de hechos al valor terribles,
Para resucitar tantos blasones:
Las Conquistas, que fueron asequibles
Por sus mayores, son en sus funciones
Las que dan pasto al gusto, y la memoria,
A pechos, que hacen dominar su gloria.

99 A las Doncellas nobles, mientras llega
Para su estado tiempo competente,
En reclusión paterno amor entrega,
Llevando del estilo la corriente:
Con la Rueca, y el Uso no sosiega,
Aunque sea su caudal sobresaliente:
Gran Dote tienen, si aún la poco hermosa,
Sabe encerrada estar, y nunca ociosa.

100 A natural Cronografía ajustando
Del Sol los movimientos, y midiendo
Declinación, y altura, concordando
Al tiempo, fueron su Estación ciñendo:
Perfecto quedó el año, regulando
Su curso como labios, conociendo
Para volver sus pasos regulares,
Como al Bisexto, sus intercalares.

101 A cada año le dan diez y ocho Lunas;
A cada Luna, solas veinte Auroras;
A la semana trece días, y a algunas
Más, si los Fatuos acrecientan horas:
En éstas del Zenit siempre oportunas
Creces, preparan al sudor mejoras;
Y el descanso que en ellos les obliga,
Infunde alientos a mayor fatiga.

102 Cuatro semanas de años dan cabales
Al siglo, cuyo Mapa artificioso
Es ajustada norma a sus Anales,
Cuanto es aquel por estos misterioso:
Cuatro fajas a un Sol parten iguales,
Del círculo hasta el centro luminoso;
Y a cada parte dando trece grados,
Dejan Signos aspectos regulados.

103 Por su gran superficie, con extrañas
Figuras, a ellos claras, y con mudos
Caracteres, escriben las hazañas,
Que dignas son de Laminas, y Escudos;
En éste de sus Reyes, y Campañas
Se hacen capaces aún los niños rudos;
Tal viveza es la suya, con que diestros
Para los otros son, después Maestros.

104 Siempre el Emperador que se elegía,
Era el más valeroso, el más Guerrero;
Aunque en proezas iguales, prefería
Sangre elevada por antiguo Fuero:
Obligada de hallaba su Hidalguía
Para ascender al Trono, a dar primero
A la Patria, y al Cielo una Victoria,
Como en albricias de tan alta gloria.

105 Cuatro Reyes gozaban de Electores
El privilegio: bien que el Tezcuano,
Por excepción, orlaba otros honores,
Poniendo la Diadema al Mexicano:
Juraba mantener de sus mayores
La Religión, que el Cielo Soberano
Continuaría sus lluvias, y no habría
Entre uno, y otro nueva antipatía.

106 Creían la alma inmortal, y que pasaba
De ésta, a vida más larga, a cuyo asunto
Criados, Joyas, Amigos preparaba
La amistad al Sepulcro del difunto:
La mujer propia siempre se enterraba
Con el Esposo yerto: el Padre junto
Con el marchito Joven: el Monarca
Con mil Privados, que seguían la Parca.

107 Chapoltepec, Montaña deliciosa,
Elevaba el Panteón, que la ceniza
De sus Coronas guarda majestuosa,
En Vasos de oro, donde se eterniza:
Troya discreta, Roma Religiosa
Lo mismo hicieron; con que no horroriza,
Que en aquesto soberbios se despeñen,
Si tienen tales sabios, que lo enseñen.

108 En sus Cultos Luzbel no escarmentado
Llegó a tanto, que quiso con desvelo
Remedar aquel Rito antes Sagrado,
Que al Israelita le previno el Cielo:
En la Circuncisión se vio probado,
Y aun aquí no paró su osado vuelo,
La confesión impuso, y blanca pasta,
Al mayor, al más alto. Pero basta.

109 ¿En Política tanta (¡qué Portento!)
Ley tan inmunda? ¿Ritos tan atroces?
Quédese en el silencio lo sangriento,
Con que intenta teñir hasta las voces:
A formarlas no acierta el desaliento,
Que las más tardas huyen más veloces,
Y como agravio al terso papel cano,
Por no mancharlo, se encogió la mano.