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ArribaAbajoCanto VI

Dispone Moctezuma otra celada, para romper al Español sobre seguro, pues ya caminaba con su salvo conducto a la Corte: Armase ésta en la Montaña de Chalco; y habiéndola descubierto el Héroe, la desvanece con aire, y felicidad: Salen sus Nigrománticos al camino, donde queriendo usar de sus Conjuros, los horroriza el Demonio con nuevas aparentes fantasías. Sabido por el Rey, manda al Señor de Tezcuco, su sobrino, le visite, como lo ejecuta, hospedándole en su Reino, y Capital, cuya descripción se hace, como de la de Ixtacpalapan, a donde pasa, y hace alto para esperar el recibimiento. Grandeza con que se dispuso esta función, dignándose el Emperador de salir a recibirlo largo trecho de la Ciudad: visítale después, y da el Caudillo su embajada. Dase noticia de lo que pasó en estas Concurrencias, y en otras siguientes, sobre puntos de Estado, y Religión.




Argumento


La lisonja otros medios aconseja,
Y de la marcha sus temores tapa,
El Caudillo, en el modo que los deja,
No sólo de ellos, del Infierno escapa:
El Señor de Tezcuco le corteja,
Entra en sus Muros, pasa a Ixtacpalapa;
Recíbelo el Monarca con gran porte,
Hasta alojarlo dentro de su Corte.



1 En los hombres de espíritu elevado,
Que a pasos tardos da naturaleza,
Como parto precioso, que ha costeado
Con el valor su próvida pereza:
Nacen conformes en tal igual grado,
De la heroica virtud, la fortaleza,
Y el amor a la fama, que parecen
Que unidos viven, y que juntos crecen.

2 Mellizos son del corazón gigante,
Estos nobles afectos generosos:
En él agitan siempre la incesante
Hoguera, de sus ímpetus fogosos:
Un punto no sosiegan, un instante,
En tanto movimiento, hasta que ansiosos
Descansan en el centro que los llama,
A uno la heroicidad, a otro la Fama.

3 Aquel puro embeleso, con que alienta
El deseo de la gloria; aquella suave
Dulcísima inquietud, con que atormenta
A coronar el fin, la empresa grave:
Fomentan interior lucha violenta,
Que sólo en su extensión oculta cabe;
Y en mutua oposición desconocida,
Lo mismo que le mata, le da vida.

4 Noble ambición, la que gentil atiende
Sólo a adquirir de la virtud la gloria,
Abandonando, cuando la pretende,
Preciosa vida, por mejor memoria:
Dentro de la razón no más se extiende
A hacer el cambio de la transitoria,
Y sin temeridades profetiza
El Laurel, con que el tiempo le eterniza.

5 Anfibios raros, Monstruos peregrinos
De alta naturaleza, que ya bogan
De adversidades Piélagos Marinos,
Cuando en tormentas de peligros se ahogan:
Ya pisan Montes de elevados Pinos,
En cuyas Cumbres su valor prorrogan,
Consiguiendo en disímiles eventos
Dominio en sí, y en todos Elementos.

6 No por otra razón siempre Blasones
Roma ganó, sino porque advertida,
Conoció en los humanos corazones
Esta oculta Política escondida:
En Medallas, y Estatuas sus Campeones,
Aún en vida gozaban mayor vida,
Y alternaban recíprocas las glorias,
Ella los Lauros, ellos las Victorias.

7 Fácil moneda al Cetro, y admirable
A su aumento; por ella el Varón fuerte
Deja vana amenaza formidable,
Y en las Campañas labra propia suerte:
Al sumo Ápice, honesto Venerable,
Por su Rey, por su Ley, la sangre vierte,
Conociendo que es nada lo vivido
Del que al Cielo, y al suelo no ha servido.

8 Este altísimo objeto, de quien mana
Felice nombre siempre permanente,
Era el Norte, era el Blanco, que con cana
Madurez, veía el Adalid prudente:
Sus fuerzas mide con la altura vana
Del asunto al que van hombros, y frente,
Y menor la halla, porque sin engaño
Tiene en su corazón otro tamaño.

9 Y era justo que así lo ejecutara,
Que ánimos de tan alta jerarquía,
Regulan sus empresas, con la Vara
Que eleva a la virtud su simetría:
La Cabeza de Fidias, no fue rara
En sí, y en el Coloso parecía
Excelente, porque era su escultura
Para la elevación sólo hermosura.

10 Así de ambos destellos impelido,
Vuelve a lo que antes uno, y otro mira,
Pues en el Cholulteca reducido,
La obediencia del odio le retira:
Esto es vencer, esto es formar partido,
Convertir la falacia que conspira,
Dejar interesado al caviloso,
Y hacerse con sus Armas poderoso.

11 El rumor de la marcha a los Soldados
Convoca tanto, cuanto va creciendo
El plazo a comenzarla, y alentados
El golpe esperan a irse componiendo:
Llegase al fin, y brevemente armados,
Equivoca entre el orden, y el estruendo,
Su obediencia enseño, que a la armonía,
Muestra pasa también la lozanía.

12 Huetzotzinco es el punto de empleo,
Y su Régulo grato se dispone
A recibirlos, porque su deseo
Es, que en él sólo la verdad blasone:
Cuando en ella la Gente hace careo,
Éste consigue, por lo que supone,
Que el obsequio que ofrece sea preciso
Mayor regalo, cuanto es más aviso.

13 Yace a breve distancia Indiano Atlante,
Cuya bárbara Cima, cuya Cumbre,
A abollar llegan la Artesón radiante,
Codiciosas, o amantes de su lumbre:
Y engreído aquel por verse tan Gigante,
Oprime con bastarda pesadumbre,
En cuantos Prados ha pintado Flora,
Todo el Imperio donde Ceres mora.

14 Robustísimo Muelle, que engarzado
De tenaces Peñoles, y Obeliscos,
El copete sacude levantado,
Ondeando por garzotas los Lentiscos:
De alas, y garras con temor hollado
El aliento enmaraña entre sus Riscos,
Y nunca ver permite al que se pierde
El Seno vasto de su Nido verde.

15 No de Sicilia tosco Lilibeo;
No de la Macedonia Olimpo grave;
No de la Tracia célebre Pangeo;
No de Fenicia el Líbano se alabe,
Que más que estos, que el Arcado Liceo,
Que el Rifeo Escita, sólo en éste cabe,
Fuego, Verdor, Maleza, Horror, Frescura,
Porque hasta su Fiereza es Hermosura.

16 Águila Real, que en una, y otra Roca
Al Cielo encumbra bi-partida frente,
En dos altos Collados, que hacen boca,
A Nieva la una, la otra a llama ardiente:
Septentrional Parnaso, donde toca
Músico Apolo, Cítara cadente,
Y hasta el renombre le hizo conocido
En su Idioma, de Monte bipartido.

17 En este centro del Diciembre cano,
Erizada mansión de blanca nieve,
Donde agitado Cierzo peina vano
La riza greña, que en los Robles llueve,
Cuya madeja lo hace más anciano,
Pues con la escarcha, que en las ramas mueve,
A los hombres predica desengaños,
Aprendidos en la Aula de los años.

18 Segundo ardid el Mexicano ostenta
En la frondosidad de su maraña,
Donde Armiños a Armiños acrecienta
En blandos copos, con que al Pirois baña:
Cubierto el paso, sobre broza asienta
Poroso Césped, con que en la Montaña
Parece que se ataja, y el indicio
Para lo llano lleva el precipicio.

19 A poco espacio mal tajada Loma,
Hace en canal torcido como estrecho
Profunda senda, que si el pie la doma,
Es mirando al de atrás en alto techo:
Escogida emboscada puestos toma
Con treinta mil Flecheros, que en acecho,
Embista, cuando en ella el más valiente,
Con no matarse, muera solamente.

20 Mansamente indignado se reprime,
Aunque ya hace inspección de la cautela,
Pues no le deja duda lo que exprime
La experiencia, que en ella se desvela:
Con su nueva embajada el Rey no exime
Indignidad, que imputa quien lo cela,
Por más que ponga con favor doblado,
Yerro, que fue de Majestad dorado.

21 Gracias le da, pues por su mano pudo
Castigar culpa, que a la envidia espanta,
Y el Cholulteca se contiene mudo,
Porque así la Corona lo adelanta:
Disimula el Caudillo más agudo
Proceder falso con prudencia tanta,
Que a los mismos que escucha, dificulta
Con el semblante, lo que el pecho oculta.

22 Comiénzase la marcha, previniendo
Disposiciones, que al cuidado invocan,
Y al estrecho se acercan, descubriendo
Los ojos el engaño, que ya tocan:
Oficiosos los Nobles escondiendo
La intención, a que pasen los provocan;
Como si fuera dable trato vano,
A quien lleva las luces en la mano.

23 Bien se ve que hasta aquí no habéis sabido
Quienes son mis Parciales animosos,
(Cortés les dice) su Señuelo ha sido
Lo más arduo en los casos horrorosos:
Éste se ha de seguir, porque ha tenido
Más que el otro los pasos peligrosos;
Que en punto de elección, siempre cogemos
El más difícil de los dos extremos.

24 Manda apartar los Trozos, y endereza
La Vanguardia por él, de que admirados,
Sin penetrar airosa sutileza,
Quedan corridos, cuando más parados:
Frustrase a Moctezuma su destreza,
De que avisos le llegan duplicados;
Sesenta millas de distancia había,
Y en poco más de una hora lo sabía.

25 Con el primer calor de su Coraje,
Iba a dar a las Armas nuevo adorno,
Juzgando que es de su poder ultraje,
El desprecio que encuentra por retorno:
De sus Sabios la Junta hace que baje
Los puntos del enojo su bochorno,
Mientras que se cotejan a un careo
Las fuerzas de la mano, y del deseo.

26 En ningún caso, más que en el presente,
Ha de quedar (dice Teonalco) ciega
La cólera, pues debe cautamente
Ver los Escollos sobre que navega:
Que acometa el valiente al que es valiente,
Vaya; más al que es más, si a sí no agrega
Lo que al otro le sobra, está constante,
Que será siempre aquel el dominante.

27 No presumas que aquesos Castellanos
A la espada se atienen, que imposible
Era haber escapado de tus manos,
En la emboscada que se halló posible:
Sus Adivinos son los que hacen llanos
Tantos impedimentos; infalible
Es esto para mí, pues que se iguale
Con el conjuro, lo que el Arte vale.

28 Agrada el parecer, y en su presencia,
Los Tlahuipochis (Magos, y Agoreros)
Aseguran efecto, y obediencia,
De círculos, y Pactos embusteros:
Parten a Chalco, donde negra ciencia,
Cuando del Español vea los aceros,
Puede operar no más; quizá constante
Corre en su Magia lo que en el Diamante.

29 A pocas horas su eminencia pisan,
Creyendo que ha de ser sepulcro verde
De los nuestros, a quienes no divisan,
Y ya el estudio cree que tiempo pierde:
Súbitamente con la muerte frisan,
Al terremoto que hace que recuerde,
Con el susto que mira indefectible,
Que es capaz de congoja lo insensible.

30 Con movimiento los peñascos broncos,
Olvidando la sólida firmeza,
Con que en ellos ató raíces, y troncos,
Como a más no poder naturaleza,
Van desprendiendo con gemidos roncos
Antigua unión de cantos, y corteza;
Y entumecidos muestran que hay oculta
Fuerza interior, que el centro les abulta.

31 Rompiéronse, y allí se fue elevando,
Como ensanchando la Caverna helada,
El Mundo todo, la Región llenando,
Montaña racional organizada:
La tierra con sus pies se fue ocupando,
La Luna entre se Crin quedó eclipsada,
Y sin más que extender los brazos solos,
A un mismo tiempo abraza entrambos Polos.

32 Ni de Tinacria, Promontorio altivo,
Ni de Quito, Peruano Mongivelo,
Gargantas por adonde Lete esquivo,
Con avenidas de humo empaña al Cielo,
Compiten al membrudo Jayán vivo,
Monte animado, pues de Cielo, y suelo,
No sólo iguales las distancias toca,
Todo lo ahúma el aliento de su boca.

33 Por ojos dos volcanes encendidos;
Por nariz un Peñón, que azufre exhala;
Una Sima por boca, en que buidos
Dientes asila, con que al Orbe tala:
Barba cana, cabellos retorcidos
Tiene, y de Sierpes un collar por gala;
Cada cerda de la áspera melena,
La más delgada, puede ser Entena.

34 Para hablarles, a sí llamó el aliento,
Y de un sorbo agotó todo el ambiente:
En nueva Esfera vago corrió el viento
De espalda, y pecho vasto Continente:
Y no fue mucho, pues al dejamiento
Congojoso, que oculto la alma siente,
Antes de hacerlo, de íntimo retiro
El Aquilón lanzó para un suspiro.

35 ¡Ay de mí! Dijo; y cual al estallido
Del rayo, un Monte queda retumbando,
Tal al eco primero fue el bramido
De estruendos roncos el Zenit llenando;
Fallecieran al golpe del zumbido,
Si fuera realidad; pero dejando
Lo que basta al engaño, interiormente
Se percibe su acento, y aún se siente.

36 Ya no es tiempo, infelices Mexicanos,
De estas imprecaciones, y conjuros;
Mudos están los Vates Soberanos,
Y disueltos los Pactos más seguros:
Ya se acabó (prosigue) poder vanos
Con círculos violar Tartáreos Muros;
Un Leño (¡qué crueldad!) en esta Zona,
Los esfuerzos, las manos aprisiona.

37 Nada difícil a mi brazo fuera,
Si excusarle pudiera tal quebranto;
¿Qué hiciera yo?: mal digo: ¿qué no hiciera,
Si tuviera remedio vuestro llanto?
El inviolable curso de la Esfera
Así lo determina, y hasta tanto
Que otra cosa disponga, es imposible,
Porque es en sus Decretos infalible.

38 A vuestro Rey (si lo es el desposeído)
Decidle si; más no le digáis nada:
A México mirad, donde encendido
El Fuego, cunde su Laguna helada:
Volvieron las cabezas al traquido,
Y la Ciudad deploran abrasada,
En cuyo breve imperceptible espacio,
Cuando en sí vuelven, se hallan en Palacio.

39 Cual la vista se engaña al aparente
Suave Pensil, que dibujó Medoro,
En agradable Escena, diestramente
De Español Teatro con profano Foro:
Y se admira, si encuentra de repente
De la náutica faena al ronco coro,
Naval Armada, que a estudioso esmero,
Cómico Ariosto navegó primero.

40 Queda más asombrada que dudosa,
De que en los cortos Signos de un instante,
Corra con mutaciones deliciosa
La perspectiva, Golfos de Diamante:
Tal de los Adivinos Fe medrosa,
Del portento que veía vacilante,
No perdiendo la duda, se retira,
Y ni cree lo que vio, ni lo que mira.

41 Pasma el caso al Monarca, y temeroso
Haciendo voluntad lo que es destino,
A Cacumatzín manda, que obsequioso
Corteje al Español en el camino:
Por primer Elector, Rey Poderoso
De Tezcuco, por Yerno, por Sobrino,
Debe ser preferido, y porque vea
El Adalid que grato lo desea.

42 En tanto allá la marcha en la espesura,
Vencida la eminencia que le resta,
De Nepantla a la falda se apresura,
En donde Amecameca se recuesta:
Ciudad, si no feliz por su hermosura,
Arabia es ya de la feliz opuesta,
Gozando lo que más la ha ennoblecido,
Que es ser del Fénix oloroso nido.

43 Concha de Telesilla Americana,
De Nicóstrata Cuna peregrina,
Seno de Clío Métrica Cristiana,
Catre de noble sabia Cleobulina:
Liceo justo de la Safo Indiana,
Teatro de Areta, Trono de Corina,
Aula de Aspacia, centro a Eustoquio casta,
Patria de Juana Inés: esto le basta.

44 Agora sí, que puede con certeza
Gloriarse del Parnaso, si en su Coro
Trina con asonancia, y agudeza
Desta décima Musa el Plectro de Oro:
¡Cómo hizo tan de atrás naturaleza,
Que nada le faltase a su decoro,
Pues entre sus vertientes le destina
La Yolcaaltzintle, Fuente cabalina!

45 Nepantla (esto es entre los dos Collados
De Fuego, y Nieve) noble Cuna le hace,
Porque tenga en Padrones elevados
Espíritus, y dulzura que la engace:
Fénix con Cinamomos abrasados
En la Cima del uno muere, y nace,
Por vivir en las llamas de su lumbre;
Mas ¡cuándo habrá otro para la otra Cumbre!

46 Como si fuera aquí de mi argumento,
La pluma en sus encomios remontara
Vuelo mayor; mas ¿qué podría al intento
Decir, que más bien dicho no encontrara?
Dulces Liras (¡qué suaves!) el concento
Sonoro aplauden desta Heroína rara,
Sonando sin temer propios engaños,
Porque alaban más justos los extraños.

47 Gózate, pues, América dichosa,
De haber sido Joyel de este Diamante,
Pues más que tus tesoros poderosa,
Esta venas te dejan más brillante:
¡Oh amor! ¡Oh Patria! ¡Cómo bulliciosa
La sangre con afecto dominante,
Para cumplir con ambos, sin sosiego
Da calor a la voz, al pulso fuego!

48 Y si hiciera, si ya no lo impidiera
El estruendo marcial, pues atronando
De Baquetas el ruido, con espera
Va a Amecameca el Español pisando:
Aquí veloz la fama vocinglera,
Lugares, y atenciones ocupando,
Hace que en sombras de mayor tributo,
De lo que ella ha sembrado, coja el fruto.

49 Los Pueblos comarcanos obsequiosos
Visítanle después, y lastimados
Si esconden su pasión como quejosos,
Exprimen su dolor como agraviados:
A la opresión del Rey piden celosos
Respiración, quedándose arrestados
A que corra a su cuenta en tanta saña,
Lo que es, perdido afrenta, si no, hazaña.

50 No le pesa al Caudillo, que tan cerca
La destemplanza del humor pecante
Se halle del corazón, que la haga terca
A ceder de la cura a lo purgante:
Tanto Síntoma indica, que se acerca
A ser letal la repleción pujante;
Pues cuando sobre sí saca la cara,
O mal, o tarde, o nunca, se repara.

51 En estas concurrencias acalora
El Tescucano, noble Parentela,
A ver al Adalid, en que atesora
Propia jactancia de marcial Escuela:
Llega a sus plantas, y aunque se ignora
De la Sesión que aplaza la cautela,
Se disimula; porque el cuerdo modo
Es, no hablar mucho, y entenderlo todo.

52 Aprestase después con bizarría
Gallardo Cacumatzín, e impaciente
Va al Cuartel tan puntual, que a la porfía,
Él, y la luz le besan igualmente:
Eco fue del amor la cortesía;
Entre sus brazos prende suavemente
Al Capitán, quien en la acción apura,
O gran sagacidad, o gran ventura.

53 En dar la bienvenida, y ofrecerle
Por sí, y por el Monarca, cuanto sea
Conducente a la dicha de ponerle
Donde tan presto sus favores vea:
Gasta mucho, y lo más en merecerle
Huésped, quien tanto su amistad desea:
Insta, y estima, viéndolo aceptado,
El precio grande, que costó un cuidado.

54 Salen de Amecameca, y los amigos
Caciques van su lado autorizando;
Estos, y aquellos son nuevos testigos
De irse con su Partido mejorando:
Parciales quiere hallar los Enemigos,
Y los hará, si en ello está cavando;
Pues a unos asegura su confianza,
Y a otros les deja en rehenes la esperanza.

55 Mudose el Valle en Torres, y Vergeles,
Y ofrecieron pintados Bastidores,
Un Pénsil de dorados Capiteles,
Una Ciudad de matizadas flores:
Dudan vista, y olfato, siempre fieles
De Tezcuco a los Jaspes, y primores,
Si las piedras de Rosas dan indicios,
O si de Flores son los Edificios.

56 Frondosa la Ribera, da su Planta
Entre el Lago, y el Monte, a la Floresta,
Donde al Cielo en Agujas se levanta,
Donde al Suelo en Jardines se recuesta:
Populosa Ciudad, que se adelanta
A las demás, y a México le apuesta,
Sin embargo de verse tan lozana,
En el origen, Cuna más anciana.

57 El hacerse feliz con lo que goza,
Aparata con suave melodía,
Que para la cautela que reboza,
Sólo endulzarla más así podía:
A su regalo cómodo alboroza
Cacumatzín su doble fantasía,
Y la excede gentil, porque en su porte,
Son las modales las que allí hacen Corte.

58 ¿Qué no hace ya por desmentir sospechas
Estadista sutil al Castellano?
¿Qué razones, qué puntas tan derechas,
Dice, y rebate, por su soberano?
Las más ligeras quejas satisfechas
Deja con elocuencia, bien que en vano;
Pues para el oído que le escucha, sobra
Lo más del artificio de tal obra.

59 Bien, como sabia Abeja argumentosa,
Que al Amaranto liba delicada,
Sacando de él aquella Sal preciosa,
Sin tocar en la Fibra avenenada:
Su perspicacia en éstas laboriosa,
¿Qué puede hacer? Lo mismo; porque nada
Se ve más fácil en el pecho ajeno,
Que es donde el dulce está, donde el veneno.

60 Déjase, pues, prendar del lucimiento
Exterior, engañando al aparato,
Y en esto sobresale su talento,
Pues viste de descuidos al conato:
Nadie, sino él, chupó a la Flor sediento
Lo que hubo menester, para hacer grato
El Panal, que labró su fortaleza,
En tan indócil, en tan cruel corteza.

61 Tiene la heroicidad cierta medida,
Que no penetra humana diligencia,
Ni en su docta política escondida
Se encuentra vado, ni se ve congruencia:
Sólo al feliz, que fue ella concedida,
Se le demuestra su uso, y excelencia;
Y como reservada se suspende
Su práctica, no más al que la entiende.

62 Como estudioso en ella, manejando
Los sucesos, que el tiempo va ofreciendo,
Se porta con el Rey, quien vacilando
Está, y le están el interior leyendo:
Con los suyos alegre disipando
Cuanto la admiración creció corriendo:
Porque no queden con la Paz ociosos,
Ni estén de su fortuna recelosos.

63 Así les llega la hora señalada,
Y los Tamenes (Indios, que bagaje
Llevan al hombro) con acelerada
Inquietud se preparan al carruaje:
Entrase desde luego en la Calzada,
Cuya anchura capaz para el pasaje,
Doma la espalda de la gran Laguna,
Del Sol espejo, marco de la Luna.

64 Hacen alto en la Villa populosa
De Ixtlahuacán, que al plano fortalece,
Como Baluarte, que hizo poderosa
Mano de Chichimecatl, quien la acrece:
No políticos tanto a la obsequiosa
Atención del Señor, que tal ofrece,
Cuanto por ver dificultad, que terca,
Más imposible pareció de cerca.

65 Dura aquí al disimulo lo quejoso,
Que con recato asoma a labio anciano:
A los suyos alienta cuidadoso
Contra el poder, que admiran soberano:
No puede ser (exclama) Poderoso
Quien tiene tantas señas de Tirano;
Que a un Monarca le aumentan los Pendones;
No las Espadas, sí los corazones.

66 A los Reyes de España entre las gentes,
Los suyos han subido dominantes,
No sólo porque son los más valientes,
Sino porque a su Rey son más amantes:
El amor hace cosas excelentes,
Con él son, y serán, siempre triunfantes;
Que para ser del Orbe venerados,
Tienen lo más amar, y ser amados.

67 Y pues esto le falta al Mexicano,
¿Qué hay que dudar? Nada es su Señorío,
Si se mensura sólo por lo vano,
Y presidiar no puede al albedrío:
El amor, y el acero en pecho, y mano
Aquí han de hacer; mas viendo vuestro brío,
¿Qué tendré agora que deciros? Nada,
Si ya dije Español, Amor, y Espada.

68 Así el Cid Extremeño, enardecido
Con el Vesubio de su ardiente pecho,
En afluencias difunde lo entendido,
Quedando el valor más satisfecho:
Prosíguese el camino interrumpido,
Y como en sombras vese a largo trecho
En mitad del cristal, erguida Loma,
Que al Cielo sube, que a las Aguas doma.

69 Obeliscos de Jaspes, y Edificios
En el diáfano Lago toma asiento,
Con aprehensiones confundiendo juicios,
Al copiar otro bajo del cimiento:
El discurso se ofusca a sus indicios,
Y como en ambos mira movimiento,
A discernir no acierta si es en suma
Golfo de Mármol, o Babel de espuma.

70 No de otra suerte transparente Foso,
Que Mural Cerco engasta en Plata fina,
Calmando siempre con sosiego undoso,
Retrata el propio lienzo, que trasmina:
Así; pero es lo mismo, pues vidrioso
Copia este Golfo, el Templo que examina:
De esta similitud él es el Mapa:
¿Muro en cristal? Eso es Ixtacpalapa.

71 Su Príncipe, y los dos acompañados,
Tocal de Cuyoacán, y Tzincuanata,
Rey de Mexicaltzinco, que adornados
Relucen Plumas, entre Concha, y Plata:
A recibirle salen industriados;
Del Rey aquí con más amor se trata;
Milagro es de un Tirano Fama pía;
Pero esto puede, y más la cercanía.

72 Circunspección prudente bien sosiega
Admiraciones, que importunas brota,
En Países, donde pródiga despliega
Pasmos, naturaleza manirrota:
Aquí de Flores un Jardín navega;
Allí una Población al viento azota;
Nada allá una Ciudad, y a poco espacio,
Entre Nieve, y Coral, nace un Palacio.

73 Todo es menos, al ver la majestuosa
Soberbia Corte, que es del Mundo marca,
Y hasta en sus Piedras quiso presuntuosa
Jurarse Emperatriz, verse Monarca:
Maravillas ostenta deliciosa,
Cuales serán, si siendo lo que abarca
El pensamiento tanto, fue su aumento,
A los ojos mayor, que al pensamiento.

74 Tal, que si hubiese sido la osadía
Otra, que no del Español, volviera
Atrás, y reducida a cobardía,
Ni pudiera pasar, ni aún lo emprendiera:
Anfiteatro tan grande no podía
Causar menos espanto en quien lo viera;
Más su desgracia, no: su dicha quiso,
Que la graduase aquel con otro viso.

75 Como prenda posible para España,
Mira la Joya, que Faetonte dora;
Su corazón lo dice, y no le engaña,
Aunque oye el eco, y el comento ignora:
Tiempo vendrá, que de tu brazo, hazaña
Será (o Alcides) lo que se enamora,
Y otro imposible te será sucinto,
Dar otro Mundo a Atlante, a Carlos Quinto.

76 Tal vaticina Judiciario el pecho;
Más lo que pasma, no es que lo enunciado,
Siendo timbre glorioso, llegue al hecho,
Sí, que Astrólogo siendo, sea acertado:
Sus doradas Almenas satisfecho
Registra, y sufre lo que retardado
El plazo, las tardanzas asegura,
Siendo el tiempo quien todo lo apresura.

77 La amante de Memnón arrebujada
Con Púrpuras, y Armiños, melindrosa
En el Plaustro de Nácar recostada,
Corona ya sus blancas Pías de rosa:
Soñolienta bosteza derramada
De Margaritas copia tan preciosa,
Que dando al Prado tanto con verterlas,
Sólo al Ostro, y Botón les fue de Perlas.

78 Con su menudo Aljófar transparente
Matizados Pensiles de Escarlata,
También adorna México luciente,
A la Función, que prevenido trata:
Salta el Pastor de Admeto, y en la Gente,
Éste dando Oro, como aquella Plata,
Y colores la Luz, en breves horas
Amanecer se vio con dos Auroras.

79 Arden festivas otras prevenciones
Para la entrada de los Extranjeros;
Y apartando vulgares Batallones,
Hace elección de solos Caballeros:
En mil Filas de a cuatro, los Airones
Numeran de Penachos, y Plumeros;
Y estos nuevos Cambiantes tremolando,
Con otros Soles van el Plan formando.

80 Las Flautas, y Bocinas en cuarenta
Tercios de a cien Soldados repartidas,
Forman otra asonancia, que se aumenta
Del bajo Teponaztle a las heridas:
Corren dos millas, hasta donde asienta
El Arte dos Torreones, y tañidas
Por el respeto, que templarlas sabe,
En lo sumiso resonó lo grave.

81 Ábrense en dos Hileras, porque pueda
Pasar la Marcha, que su Puente toca,
Cuyo adorno Marcial no hay quien exceda,
Si ella gallarda a sí no se provoca:
La Armella levadiza sufre queda
Extraña planta, que selló su boca;
Y el Foso dijo de su plata fría,
Ya esta boca desde hoy no será mía.

82 Va con la pausa, que anda el que se mueve
En un Teatro, Galán; y era forzoso
Que fuese así, pues un descuido leve
Quita de un lucimiento lo precioso:
A lo lejos la vista rayos bebe
De otro Escuadrón, si menos numeroso,
Más alto que el primero, y su ardimiento
En lo sumo probó que cabe aumento.

83 Doscientos Grandes de la Comitiva
Del Rey, vestidos con igual Librea,
Son los que le acompañan la festiva
Demostración, que en el Caudillo emplea:
Sobre unas Andas, donde claro aviva
El Tíbar brillos de la luz Febea,
Iluminados de Coral, y Pluma,
El Sol venía sentado. Moctezuma.

84 Como Titán reluce, colocado
En su Trono, menguando refulgente
Ajeno resplandor, que sufocado
En abismo de luz, sombras desmiente:
La Diadema, la Manta, y el Calzado
Fuegos despiden de color luciente,
Prestándole con finos Carmesíes
Plumas el Fénix, y Ceilán Rubíes.

85 Palio donde el Pavón dejó sus ojos,
El Cisne su candor, el Sol sus rayos,
Reverbera gentil destellos rojos,
Que al Olímpico Dios dieran desmayos:
De su grandeza pródigos arrojos
Hizo al Campeón, quien pudo sin ensayos
Cortés gozarlos, cuando se le humilla
Quien jamás señas dio de su rodilla.

86 De un Bruto, que en el Betis cristalino
Debió al Fabonio ser, y lozanía,
Salta airoso, saliéndole al camino,
Por quedar superior en cortesía:
Brindando la ocasión, un collar fino
Al cuello le echa, cuya bizarría
Persuadió con la acción a los humanos,
Que hasta el Cielo tocar pueden sus manos.

87 Tanta benignidad México extraña
En su Rey, que del hecho se complace,
Crece la admiración por tal hazaña,
Pues es más que sus Dioses quien tal hace:
Theotl llama al Español, y aunque se engaña,
Si es respecto a los suyos, satisface:
Nadie sino él llegó a tocar osado
Lo que aún a sus Deidades fue sagrado.

88 A más sube el aplauso: al abrazarle,
El mismo con la más preciosa Joya
Del Indiano Toisón, llega a adornarle,
Que sólo el que es Monarca en sí la apoya;
Toma las Andas, porque restaurarle
Pueda la Pompa, que gentil convoya
A su Palacio, bien que atento queda
El Príncipe Elector, que guiarle pueda.

89 ¡Qué estruendo, qué concurso, el dilatado
Espacio, que hay hasta el Alojamiento,
No ocupa novelero, y admirado,
A gente de otro talle, y lucimiento!
Al Alcázar se acerca destinado,
Edificio soberbio, que en el viento
Hace a las Nubes que le asustan, guerra,
Cansado ya de domellar la tierra.

90 Cuartel se ve de Ejército pequeño
En el bulto, y cuantioso en la substancia,
Y a Campaña pudiera ser diseño,
Según le hizo opulento la jactancia:
Al Español asiste como a dueño,
Al Tlaxcalteca con exorbitancia;
¿Qué tan grande querrá que aquí lo alaben,
Pues seis mil de éstos, y los nuestros caben?

91 Militar lo especula su cuidado
En precauciones siempre circunspecto;
¿Cómo no había de ser desconfiado,
Habiéndolo hecho el Cielo tan perfecto?
Vese el Panteón mejor asegurado
Con nueva disciplina, y el efecto
Verificó después, cuanto asegura
A un mal de ser mortal, temprana cura.

92 El Monarca (¡qué asombro!) a verle vuelve,
Antes que hacerlo pueda el Castellano,
Y su gran dignación es la que absuelve
Atención, que aunque presta, fuera en vano:
Máxima oculta, que advertida envuelve
Otros designios, con que de ante mano
Calmar presume con benevolencia,
Las tormentas precisas de la ausencia.

93 Si alguna vez (empieza) fue debido,
Ilustre Capitán, al Varón sabio,
Formar juicio distinto al que ha podido
Idear, a quejas de atrevido labio,
Hoy solamente la ocasión ha sido;
Que sin hacer a la cordura agravio,
Puede con luz mayor cauta advertencia
Mejorarlo al crisol de la experiencia.

94 Ambos debemos dar agradecidos,
Del desengaño, gracias a los ojos;
Pues siempre los informes de los oídos
Se visten del capricho a los antojos:
Jamás pudieron dar sus coloridos
Otro tinte, pues hacen sus arrojos,
No que cual es la cosa así se vea,
Sino como ellos quieren que tal sea.

95 Yo estimo complacer a mi deseo,
De que como él pintó, me hayáis salido,
Pues claramente ya en vosotros veo,
El que sois, como quise, hubierais sido:
Que así en vuestro concepto pase, creo,
Que si por más que hubieseis presumido,
Más hallaréis, será en aquel tamaño
Hecho de la verdad, no del engaño.

96 Grande soy, no lo niego; pero suelen
Odio, y amor, el justo, el verdadero
Límite trascender, porque desvelen,
O disminuyan lo que fue primero:
Cuando unos mi poder, mi Cetro celen,
Otros habrá, que a excusas del sincero
Sentir, ponderen como suerte impía,
Lo que piedad es, más que tiranía.

97 Pero como hijos son de sus pasiones,
Llegan a arrebatarse con violencia
Hacia la parte, que en sus corazones
Hace más peso, o menos resistencia:
Exageran, o acortan las acciones,
Según les predomina la dolencia;
Pensión inexcusable a una Corona,
¡Pues siempre el malo con el bien se encona!

98 Discreto sois, juzgolo así, pues fuera
Agraviaros el Cielo, si os negara
Prenda tan alta, cuando en vos se esmera,
Haciendo alarde de la que es más rara:
De nuestra observación, ¿qué no dijera?
Pero leí la verdad en vuestra cara;
Que los Reyes tenemos por comento
Al semblante del leve pensamiento.

99 Con que los dos desde hoy a otros reflejos
Hemos de examinarnos; y asentado
Esto, que fue limpiar de los Espejos
Vapor, que pudo haberlos empañado,
Quiero que conozcáis, que de muy lejos,
Antes que aquí hubieseis arribado,
Os tuvo el Vaticinio, que lo afianza
En Posesión, después que en Esperanza.

100 Xololcohuatl, Monarca Soberano
De aquellas siete bélicas Naciones,
Que a fundar el Imperio Mexicano,
Del Norte abandonaron las Regiones,
Cuando partió para el Oriente vano,
A tremolar sus ínclitos Pendones,
Les prometió, que desde allá enviaría
Sucesor a su vasta Monarquía.

101 Predicción, si a la Fe nunca dudosa,
Al Amor impaciente siempre tarda,
Que la inquietud regula congojosa
Siglos las horas en que al bien aguarda;
La suerte sólo para mi dichosa
Abrió al arcano, que en los años guarda,
Pues en mi tiempo nace del Oriente
Su legítimo heroico descendiente.

102 Que aqueste es vuestro Rey, está constante,
Pues también el destino me agraviara,
Si siendo yo quien mira más triunfante,
Éste realce a mis sienes usurpara:
Tanta advertencia es fuerza que adelante,
Porque a ella atribuyáis la causa clara
De mi benignidad, cuando hago justo
La memoria cortejo, Ley el gusto.

103 Acabó previniendo rostro atento
A la respuesta, que al instante empieza;
Sin olvidar el principal intento,
Siguiendo el Artificio con viveza:
Ya (gran Señor) que debe mi ardimiento
La dignación a vuestra Real Grandeza,
Tan de Rey, como lo es, en que piadoso
Creáis, más que lo vil, lo generoso.

104 Por ella os vive el pecho agradecido,
Bien que al esmero con que quiso hallaros
Era así consecuente, y que lucido
Estuviese antes, el que había de hablaros:
Nada de Vos el alma ha percibido,
Que ajeno esté de vuestros timbres raros,
Pues siempre está en el que el mal pregona
Del Rey, el daño en él, no en la Corona.

105 Por grande, por felice, por glorioso,
Llega a vos rendimiento Castellano,
Y haciendoos esta salva (o venturoso
Monarca Sumo del Imperio Indiano)
Saber os hago, como el Poderoso
César Augusto, que en el Orbe Hispano
Goza el Cetro mayor, que lo es en suma,
Si al Zafir corta, y al Nadir espuma.

106 Su gran Poder los términos abarca,
Desde donde el Piloto del Oriente
Leva las Anclas, hasta que su Barca
Toma en Ocaso Puerto transparente:
Sus Dominios extraños sabio marca,
Ya vea la Altura, ya halle el Continente,
Y siempre hinchada su radiante Lona,
Midiendo Golfos va de su Corona.

107 Éste, pues, cuya gloria apenas cabe
En el Clarín sonoro de la Fama,
Ser vuestro amigo quiere, porque sabe,
Que hay en vos precisión, que a tanto llama:
Prescindiendo ahora del derecho grave,
Con que este Reino, cual decís le aclama,
Sin otro fin para su amor extraño,
Que veros libre del mayor engaño.

108 Para que vos, (o Rey esclarecido)
Y vosotros (o nobles Mexicanos)
Salgáis del torpe yerro fementido,
Que en vuestra Religión padecéis vanos:
¿Qué Deidad puede hallarse en el fingido
Bulto, que tuvo ser en vuestras manos?
El Demonio es a quien adoráis ciegos,
Y el que odio había de ser, volvéis en ruegos.

109 Suyas son las impuras ilusiones
Con que os viste tal vez la fantasía;
Suya es la voz, que en vuestros corazones
Persuade culto ser la tiranía;
Suya es la sombra, suyas las ficciones,
Que vuelven la ignorancia rebeldía,
Por conservar gobierno, donde alcanza
Primero adoración, luego venganza.

110 Sólo hay un Dios Supremo, Omnipotente,
Sin principio, ni fin, en cuyo abismo
Inmensa perfección está igualmente,
Y todo pende de él, y él de sí mismo.
Él fue quien creo el Globo reluciente;
Él es a quien en vuestro Gentilismo
Con la luz que tenéis, como inmutable,
Le dais el Atributo de inefable.

111 Bien conozco que punto tan sagrado
Pide más tiempo, pero no es ocioso,
Que como principal quede asentado,
Porque pierda de extraño lo ruidoso:
Esto es a lo que aspira interesado
Hoy el Rey mi Señor, como forzoso
Vínculo, a establecer con más firmeza,
Paz, Religión, Comercio, Fe, Grandeza.

112 Esto os hace patente su desvelo
Por mi embajada, pretendiendo amante,
Que vuestra Majestad oiga mi celo
Con juicio sano, y atención constante:
Así, Señor, conseguirá mi anhelo
A vos rendido, si, de vos triunfante,
En el efecto que asegura ansioso,
Siendo tan grande, haceros más glorioso.

113 Grave si serio, Sabio si conciso,
Cierra el labio a política advertencia,
Que sin faltar del Arte a lo preciso,
Se sirvió del delirio por congruencia.
Indiferente el Rey a tanto aviso,
Siente la luz, y niega la evidencia;
Que hay mal que irremediable queda al tedio,
Por sí, no por la falta de remedio.

114 De vuestro Rey con gratitud recibo
(Dice al partirse) la suprema alianza,
Sin que en la Religión en que aquí vivo,
Introduzca nueva Ara su mudanza:
Descansad ahora, porque lo expresivo
De mis afectos, haga cuanto alcanza
En obsequio de aquel que tanto vuela,
Que mi Fe busca, mi amistad anhela.

115 Desde este día en cuantas familiares
Sesiones, el estudio, o el acaso
Encontraron, uso de singulares
Medios, a rebatir punto tan craso,
Ya cuando recibió particulares
Honras, o ya de su embajada al paso;
Pues al siguiente, su benevolencia
Le mereció, con más estrecha audiencia.

116 ¡Con cuanta suavidad en aquel duro
Ánimo, va noticias derramando
Más eficaces, cuanto lo es el Muro
Tenaz, con que conoce estar lidiando!
Píntale el bien, creyendo que seguro
Puede tanta altivez ir preocupando,
Y le encarece de la Fe el empleo,
Por ver si se hace la atención deseo,

117 Calla a veces discreto, si ferviente
El Padre Olmedo, grave, y religioso,
En materias tan altas elocuente,
Lo docto enseña, cumple lo celoso:
Aún al más nimio celo providente
No le quedó camino de quejoso,
Porque pesó en el fiel de la Prudencia,
Menos que la piedad, la conveniencia.

118 Qué importa ya que emulación villana,
Huyendo el resplandor, que está a la vista,
Quiera con sombras ofuscarlo vana,
Por deslucir en todo la Conquista:
Ponderando que en ella la tirana
Codicia, y ambición junta se alista,
Si el mismo brillo, que su mancha aumenta,
Luce, cual Sol, pasada la tormenta.

119 Jamás podrá borrar la heroica Fama
De tan grande Varón, cuyo ardimiento
Vive inmortal a la felice llama,
Con que hizo en las memorias monumento:
Sólo él se vio en el Mundo (tal se aclama)
Que hermanando la mano, y el talento,
Cabal lograse para ejecutallo,
Lo que nunca hizo con su Rey, Vasallo.