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Efesios (Ad)-43. [Responder ad Efesios, modo proverbial, que equivale a eludir la pregunta.]

Elección. De qué modo se hace la de un gobernador-46 y 76. [Una cédula o provisión del Emperador Carlos V, fecha en Valladolid, a 12 de setiembre de 1537, establecía el modo de reemplazar a los gobernadores de estas provincias, en los casos fortuitos e imprevistos. Este documento es remarcable por la época a que pertenece, y el Monarca de quien dimana. Carlos V, tipo del absolutismo en Europa, e investido de un poder ilimitado en sus dominios, arma a sus súbditos del formidable derecho de elegir a sus jefes, sin la menor dependencia de su Soberano. Hasta en el modo de formular esta concesión se nota un paso inmenso dado fuera de la senda en que marchaba aquel Príncipe. «Júntense los pobladores, y elijan por gobernador a la persona que, según Dios y sus conciencias, pareciere más suficiente para el dicho encargo». ¡Qué más latitud podría desearse, en un país libre, al derecho de sufragio! No sin razón, pues, condecoraron los españoles con el título de República a esta conquista. El ejercicio de esta noble prerrogativa del hombre, a la distancia en que se hallaban de la metrópoli, debía aflojar los resortes de la subordinación, abrir la puerta al cohecho, fomentar las intrigas, y alentar las miras de los ambiciosos. En un sistema monárquico,   —XXX→   todas las fuerzas deben conspirar a un solo objeto, y obedecer al mismo impulso, so pena de ver desquiciado su mecanismo. Todo el poder colosal de los reyes católicos no bastó a poner a sus procónsules al abrigo de las conspiraciones; y a tanto llegó el espíritu de anarquía que se había introducido en las colonias, que se deponían a los jefes investidos de toda la autoridad y confianza del Rey, para devolvérselos cargados de grillos, como si fuesen malhechores.]

Encina (Alonso). Natural de Extremadura, y capitán de la tropa de Irala; toma el mando de las canoas que se salvaron de los remolinos del Ocayeré; se defiende contra una emboscada de indios-88.

Erespoco. Bosque muy espeso, a 26 leguas de la Asumpción-130. [La ciudad de la Asumpción fue fundada en 1536: se gloriaba de tener sus obispos y gobernadores en el pleno ejercicio de sus atribuciones; y en 1569, al cabo de un tercio de siglo, 4000 indios se emboscan a 25 leguas de sus arrabales, para cortar el paso a una partida de conquistadores. Este hecho es perentorio, y prueba la perseverancia de los indígenas en defender su territorio y su independencia. Herespocó, en el idioma guaraní, quiere decir, áspero al tacto; que es la calidad de un bosque espeso de plantas silvestres, que lastiman al que intenta pasarlo. Here, arañar, rasguñar, y pocó, tacto.]

Escalera (Antonio). Clérigo en la Asumpción-96. Encabeza un motín contra el gobernador de Guayra-129.

Escaso. Mata a Abreu de un golpe de ballesta, y lo lleva muerto a la Asumpción-83.

Escuelas. Se fundan en la Asumpción, y concurren a ellas más de 2000 personas-98. [Por lo que dice el autor, el objeto de estas escuelas era puramente religioso ni podía ser otro, limitando a solo dos individuos el número de los preceptores para dos mil niños. Con todo, es un acto meritorio del gobierno de Irala, y más útil que todas sus expediciones al Perú y al Dorado. Si los españoles hubiesen dado más latitud a estos establecimientos de enseñanza, y presidido con más humanidad los destinos de los pueblos que invadían, hubieran hasta cierto punto justificado su conquista. ¡Quién no aplaude a Cortés cuando ciega la vía de sangre que mantenía abierta en Méjico la superstición! ¡Pero cuántos actos de barbarie han borrado este rasgo aislado de filantropía!]

Esmeraldas. Las que los portugueses hallan entre los indios del Brasil, las llevan a Portugal-2. [La mayor parte de las que existen, y las más preciosas, han salido de las ricas minas de Popayán y de Manta. En esta última provincia eran objeto de adoración en tiempo de los Incas; y todas las que habían juntado los adivinos para ofrecerlas a la Esmeralda Mayor que se conservaba en un templo, fueron quebradas por los españoles en un yunque, por la persuasión en que estaban de que las finas debían resistirá sus martillazos. Las que relumbraban en las molduras de oro del gran templo del Cuzco, desaparecieron también, y solo al cabo de algún tiempo se empieza a valorarlas y respetarlas. Dicen los historiadores que un cacique de Pasto dio a Pizarro, una esmeralda grande como un huevo de paloma: que Cortés envió otra a España del tamaño de la palma de su mano: que la Esmeralda Mayor, que se adoraba en Manta, era poco menos de un huevo de avestruz; y por último que se sabía por tradición, que las cenizas del Emperador Tlotzin habían sido depositadas en una esmeralda ¡de una vara cuadrada! Estas exageraciones no son nuevas, y podían haber sido mayores. Teofrasto, hablando de una esmeralda de cuatro codos de largo, con tres de ancho, ofrecida por un príncipe de Babilonia a un rey de Egipto, cita una aguja que se conservaba en el templo de Júpiter, y formada de cuatro esmeraldas, cada una de ellas de diez codos: y en las antiguas crónicas de España se hacía mención de algunos pilares, que dejaron los reyes moros en Córdoba, de un solo pedazo de esmeralda. Todas estas maravillas deben haber sido como el famoso Santo Catino de Génova, que analizado por los inteligentes en París, donde fue enviado como trofeo de los ejércitos franceses en Italia, no dio más resultado que unos cuantos fragmentos de vidrio colorado. Las esmeraldas, de que trata el autor, eran de otra mina existente en el Brasil, en un cerro de la antigua capitanía de Puerto Seguro, llamado cerro de   —XXXI→   de las Esmeraldas, comprendido ahora en la provincia de Minas Geraes.]

Espadas. Armas que poseían los Chiriguanos, y que habían adquirido en sus incursiones-18. [Muchos nombres dieron los españoles por analogía: así sucedió con las plantas, las frutas, los animales, y lo mismo se verificó con las armas. Cualquiera que fuese la diferencia del objeto nuevo con los conocidos, ya en la forma, ya en el uso, no obstaba que se le comprendiese bajo la misma denominación; y esta falta de análisis ha sido una fuente copiosa de errores para los que han tratado de las cosas de América. Las que los españoles llamaron espadas no eran como las que llevaban una hoja de acero cortante, con su guarnición o empuñadura: sino un palo de madera durísima, ordinariamente sin añadiduras, y a veces con los hilos de pedernal o de cobre, fuertemente pegados al palo, y engastados en una especie de canaleta. Así eran las que halló Colon en Yucatán, Alonso de Ojeda en el Darién, y las que descolgó Cortés de la sala de armas de Montezuma. Los antiguos historiadores españoles, que se complacían en llenar sus obras de cosas extraordinarias, escribieron que el betún para pegar al palo estas navajas de cobre, se formaba de una raíz llamada cacotle, de una arena como polvo de diamante, nombrada teuxale, amasadas ambas ¡con sangre de murciégalo! Estas armas son las que con más propiedad se llaman macanas.]

Espejo. Los indios temen de mirarse en él-3.

Especerías, Islas-20. [Nombre dado a un grupo de islas del Océano Indiano, mentadas por esta clase de producciones, y conocidas también con el nombre de Malucas. En el siglo de los descubrimientos fueron motivo de largas y vivas contestaciones entre las coronas de Castilla y Portugal, porque las dos se consideraban con derechos a poseerlas, por las dudas suscitadas acerca de la línea divisoria que debía deslindar sus posesiones en Asia. Actualmente pertenecen a la Holanda.]

Espíritu Santo. Ciudad del Paraguay, fundada sobre el río, Ubay-8. [V. Villarrica.]

Esquivel (Pedro). Natural de Sevilla; viene con Cabeza de Vaca-54. Manda un cuerpo de caballería en la expedición del Gobernador Vergara contra los indios-114. Felipe de Cáceres le manda cortar la cabeza, y la hace poner en la picota-134.

Esteco. Provincia descubierta por Diego Rojas-121; y ciudad fundada sobre el río Salado, por Diego de Heredia, a 45 leguas de Santiago, y en los 26º 30'-121. Cambia este nombre por el de Nuestra Señora de Talavera-122. [Ciudad fundada por Diego de Heredia en 1567, vuelta a fundar el mismo año por su competidor Diego Pacheco, y destruida completamente por el terremoto del de Setiembre de 1692. Su segundo fundador la llamó Nuestra Señora de Talavera, y algunos autores le dieron el nombre de Las Juntas, por estar situada en las juntas del río de las Piedras con el Salado. Ocupaba una posición casi central entre las ciudades de Salta, Tucumán y Santiago del Estero, formando una especie de puesto avanzado hacia el Chaco, para defenderlas contra las invasiones de los indios. Al menos este fue el objeto principal de su fundación. En pocos años llegó a ser la ciudad más opulenta y más licenciosa de aquellas comarcas, sin más recursos que los que sacaba a fuerza de opresión y vejámenes, del trabajo excesivo de los indios, que se habían repartido los encomenderos. Estos desgraciados eran los Matarás, descendientes de los Tonocotes, que fueron los antiguos dueños de aquellos terrenos. Era una de las tribus más numerosas, y en su último empadronamiento, la sola jurisdicción de Esteco presentaba un total de 30000 individuos, tributarios del rey; en cuyo número no estaban comprendidos las mujeres y los niños. Matarás, en lengua quecchua, quiere decir, espadañas, de las que abundaba el país que ocupaban. El temblor que arruinó Esteco es un fenómeno importante, no solo en la historia civil, sino en la geológica de estas provincias; porque puede servir o demarcar los límites de la región volcánica por este lado de la Cordillera. Cerca de este pueblo se fundó después una reducción de Mocobis con el título de San Javier; y casi sobre sus antiguas ruinas, se construyó el presidio de Valbuena, que fue por muchos años el único freno impuesto a los indios que intentaban atacar aquella frontera. En este   —XXXII→   punto el río Pasaje cambia su nombre en el de Salado.]

Estrecho de Magallanes. Está situado en los 55', 30', 18' al sud del Cabo Blanco-4. [V. Magallanes.]




ArribaAbajo- F -

Felipe II. Da a las provincias del Río de la Plata el nombre de Nueva Vizcaya-135. [Este nombre suena muy poco en la historia de estas provincias, y tal vez pueden citarse muy pocos documentos que lo recuerden. Los españoles fueron muy propensos a quitar los nombres, y a reemplazarlos por los que más lisonjeaba su vanidad u orgullo. Cualquier caudillo pretendía dejar en el Nuevo Mundo algo de su persona y origen, y los más modestos se contentaban con duplicar el nombre de su patria. De este modo fueron reproduciendo los de todas las provincias, de todas las ciudades, de los más obscuros lugarejos de la Península; y sucedía a veces que ni con esto conseguían perpetuar su memoria, porque pronto se extinguía con el nombre destinado a transmitirla. ¿Quién se acuerda ahora de que se llamó Sevilla de Oro al Yucatán, Nueva Toledo al Cuzco, Nuevo Extremo a Tucumán, etcétera? Sin embargo, estas veleidades han producido bastantes equivocaciones, y una de las mayores dificultades que se presentan para ilustrar la topografía de estos países, es la variedad de los nombres empleados en indicar el mismo objeto.]

Fiebres. Frecuentes en el trópico de Capricornio-101. [V. Calentura y Ciudad Real.]

Flechas. Armas usadas por los indios-20, 103. [V. Dardos.]

Flores (Isla de). En el río de la Plata, cerca de la costa de Montevideo-78, 133. [Se le dio este nombre, no porque produzca flores, sino porque fue descubierta el día de Pascua florida. Este escollo, por su inmediación a la costa, lo hallaron los españoles habitado por los Charrúas, que huyan de los Minuanes. El Gobierno oriental ha establecido en él un farol para alejar a los buques de los peligros del banco inglés, que obstruye la navegación del río en aquel punto.]

Fortificaciones. Se describen la de los indios-58 y 106. [Los que se ocupan de indagar los principios de las cosas, hallarán el origen del arte obsidional en estas descripciones. Parece imposible que en el estado de ignorancia en que vivían estos pueblos, hubiesen llegado a construir reductos con tanta regularidad como los que menciona el autor. No tenían las combinaciones geométricas, ni las formas angulares de los polígonos de Cohorn y de Vauban, ni era de esperarse: pero presentaban una serie de obstáculos y defensas, que acreditaban práctica y reflexión en un arte, tan poco cultivado entre los pueblos bárbaros. La extensión de estas fortificaciones era inmensa; ni puede comprenderse que en el ámbito de uno de estos campos atrincherados se hallasen reunidos ocho mil hombres, sin orden y disciplina, los únicos que disminuyen la confusión y el embarazo. Estas trincheras debían ser inatacables, puesto que obligaron a los españoles a construir torres móviles para expugnarlas, embistiéndolas al abrigo de sus pavesadas y adargas. Los detalles de este sitio parecen una página arrancada de la historia de la Troada o de las Cruzadas. Todo contribuye a dar a este asalto un carácter eminentemente heroico; y cuando llegue el día en que el genio de las artes preste su auxilio al talento del historiador, reaparecerán estos hechos con todo el brillo de grandes y valerosas hazañas.]

Fosos. Los usan los indios en sus fortificaciones-103, 106.

Frentones. Indios del Chaco; cerca de la Concepción-11 y 84. [Este nombre fue dado por los españoles a una tribu del Chaco, sea porque los considerasen fronterizos, sea por la costumbre que tenían de arrancarse los cabellos de la frente para ensancharla. Estos indios vivían cerca del Bermejo, donde se fundó después la ciudad de la Concepción. Se ignora su historia, a pesar de haber estado en contacto con los misioneros. Los conquistadores españoles no tuvieron ninguna relación con ellos, y su mismo país les era desconocido. Lo único que sabían era que entre las provincias del Tucumán y el Paraguay había muchas naciones bárbaras, que ocupaban un vasto territorio. El autor habla de otros Frentones, que halló Irala en la expedición conocida por la Mala Entrada, y según parece los pone en la   —XXXIII→   frontera del Perú. Esta indicación es inexacta.]

Fuegos. Los encienden los indios para que les sirvan de señales-95, 136. [Este medio de comunicación era una especie de telégrafo para ellos; y como no eran muchas ni difíciles las ideas que querían comunicarse, debía bastarles, a pesar de su imperfección.]

Fuegos. Los de los indios se componen ordinariamente de un matrimonio, con sus hijos-102. [Los matrimonios, y la distinción de las familias son grandes elementos de sociabilidad, que desmienten la nota de barbarie que se ha querido imprimir sobre estos pueblos. Tenían costumbres agrestes, propias de la ignorancia en que yacían, pero habían salido del estado de naturaleza, tal cual lo describen los autores que se han afanado en bosquejarlo. Un pueblo que vive en familias y en la dependencia de sus jefes; que celebra nupcias, sepulta y honra a los difuntos; que siembra sus campos, y provee a su subsistencia con el producto de sus cosechas, no tendrá títulos para que se le clasifique de civilizado, pero tampoco merece el apodo de salvaje.]




ArribaAbajo- G -

Gaboto, o más bien Caboto, (Sebastián). Piloto de Henrique VII, rey de Inglaterra, descubre los islas de los Bacallaos, en los mares del norte-18. Va a España, y se ofrece a hallar una comunicación fácil con el Perú: se aprueba su proyecto, y se le dan cuatro navíos, con 300 hombres de tripulación. Sale de Cádiz, llega a los 35 grados, reconoce la costa, y torna el Cabo Santa María. Entra al Río de la Plata, y fondea cerca de la isla de San Gabriel. Entra al Uruguay; reconoce el río de San Juan; pasa al río de las Palmas, y llega al Carcarañal-19. Funda el fuerte de Sancti Espíritu; manda reconocer el país quita los palos a sus buques, y sube hasta la confluencia del Paraguay con el Paraná. Después de haber llegado a la laguna de Santa Ana en este último río, vuelve al primero, y penetra hasta la Angostura; donde lo atacan los Agases con más de 300 canoas-20. Trata con los indios, y recibe de ellos varias alhajas, quitadas a Alejos García que las había adquirido en el Perú. Deja guarnecido el fuerte de Sancti Espíritu, y vuelve a Europa-21. Llega a España el año 1533; y presenta al rey las muestras de oro y plata que traía-30. [Este célebre descubridor no nació en Bristol, como erróneamente lo afirma su biógrafo46, sino en Venecia, de donde salió con su padre para Inglaterra cerca del año de 1493. Sus primeros descubrimientos fueron al norte del nuevo continente americano (V. Bacallaos), y cuando se decidió a pasar a España, no fue por disgustos que tuviese con la corte de Inglaterra, sino con el beneplácito y consentimiento del Rey. La corte de Madrid, enredada entonces en cuestiones difíciles con Portugal, a cerca del dominio de las Malucas, (V. Especierías) pidió a Henrique VII que le enviase Gaboto, uno de los más acreditados marinos de aquel tiempo, para emendar los mapas del piloto Andrés Morales, los únicos de que se valían entonces para estas expediciones, y que a pesar de la aprobación de Solís, y de otros navegantes, se tenían por inexactos, y hacían dudar de la verdadera demarcación entre los dominios de los dos Estados. Gaboto llegó a España el 13 de Setiembre de 1515, pocos días antes que Solís saliese del puerto de Lepe47 para su último y desgraciado viaje al Río de la Plata: y en consideración a su mérito, se le dio en 1518 el título de Piloto mayor, ampliando después sus atribuciones con la de examinar los pilotos que solicitaban pasar a las Indias. Así continuó hasta el año de 1524, en que fue destinado a tomar parte en los trabajos del consejo que se reunió en Badajoz, para examinar las reclamaciones de la corte de Lisboa a la posesión de las Malucas. Desde luego dirigió toda su atención a estas islas, y aprovechando el entusiasmo producido en el público por la relación que hizo Cano de las ingentes riquezas de aquellos países, propuso al Rey y a los armadores de Sevilla, de emprender un viaje no solo a Malucas, sino a las tierras de Tarsis, Ofir, al Catayo oriental y a Cipango, pasando por el Estrecho de Magallanes, que llevaba   —XXXIV→   entonces el nombre de Estrecho de Todos los Santos. Se admitió la propuesta, y se activaron los aprestos de tres buques, el mayor de los cuales no tenía arriba de cien toneladas; a los cuales se agregó otro, que un particular armó a sus expensas. Con esta escuadrilla, y con cerca de 300 hombres de equipaje, dio la vela del puerto de Lepe a principios del mes de Abril de 1526, y entre en el Río de la Plata con la esperanza de descubrir un camino que lo condujera más directamente a Malucas. Su primer fondeadero fue la isla de San Gabriel, enfrente de la Colonia, que sirvió después de puerto militar de los Españoles en estos parajes. Desde este punto dirigió Gaboto sus expediciones al Uruguay, al Paraná y al Paraguay, en donde penetró más arriba de la Angostura. Fundó dos establecimientos, uno en las orillas de San Salvador, que tuvo que abandonar después, y otro en la embocadura del Carcarañal, al que llamó Fuerte Sancti Espíritu: ¡teatro de tristes escenas y dolorosos sacrificios! Aquí Lucía Miranda, la Inés de Castro del Río de la Plata, cayó al lado de su esposo, víctima lamentable del amor brutal de un cacique. Este episodio será para el teatro argentino un tema fecundo de tiernas y poéticas inspiraciones. En una de sus expediciones, trabó Gaboto amistad con los indios, de quienes consiguió, en cambio de abalorios y bujerías, unas cuantas alhajas de plata y oro, que envió a España, ponderando la importancia de sus descubrimientos, y solicitando nuevos auxilios para continuarlos. Pero los mercaderes de Sevilla, descontentos con la resolución que había tomado de renuncia ir al viaje de Malucas, del que se prometían más seguras ganancias, no quisieron hacer más desembolsos, y dejaron al Rey todo el cuidado de fomentar esta empresa. En estos preparativos procedía el gobierno con tanta lentitud que, cansado Gaboto de aguardar los auxilios que se le habían prometido, volvía a Europa en 1530, (y no en 1533 como dice el texto) dejando por único fruto de cerca de cinco años de trabajos, privaciones y peligros, una memoria estéril, y un inerte ensangrentado en las orillas del Tercero. Pero en el nombre que puso al río de la Plata, le dejó una fuerza de atracción, más que suficiente para que no le faltasen pobladores.]

Gaboto. Fuerte, llamado también de Sancti Espiritu; dista 80 leguas del Cabo Blanco (San Antonio); ha sido la tumba de muchos españoles-10. [Antes de formar este establecimiento en el Paraná, Gaboto había fundado y destruido otro en el Uruguay. Esta precipitación de establecerse en un país desconocido, sin contar con fuerzas suficientes para dominarlo, expuso a sus compañeros a grandes y peligrosos conflictos. ¿Cuál pudo ser su objeto? ¿Prepararse una retirada en caso de reveses? ¿Pero no se la ofrecían más segura sus buques? ¿Un pequeño reducto, en un punto accesible de la costa, toda cubierta de tribus salvajes, era más bien un blanco que las desafiaba a estrellarse con todas sus fuerzas, para derribarlo? Dos a tres cientos hombres, esparcidos en varios puntos, y debilitados por la falta de víveres y la obstinada resistencia que encontraban, no eran medios adecuados para la conquista. En la conducta de Gaboto pude haber arrojo, pero no prudencia, que es la que más debe acreditar un jefe las empresas azarosas.]

Gaete. Conduce las primeras siete vacas y un toro que entran al Paraguay, de las cuales se le da una de salario; de donde el refrán: más caras que las vacas de Gaete-95. [No sería excesivo el salario, si fuesen ciertas las ventajas de este servicio. Lo que sí debe extrañarse es el corto número de animales con que se pensó introducir una nueva casta en estas provincias. El deán Funes, repitiendo lo que otros han soñado sobre el origen de nuestro ganado, reconoce este mérito en los hermanos Goes: «porque introduciendo ocho vacas y un toro, levantaron sobre este débil principio el coloso de prosperidad que hace al Río de la Plata uno de los emporios del reino»48. Con ocho vacas y un toro no se establece una industria, o se establece mal Sin pretender defraudar a los hermanos Goes de la pequeña parte que les corresponde en esta   —XXXV→   empresa, debemos agregar que el que la fomentó de un modo eficaz fue el licenciado Juan Torres de Vera y Aragón, que, en cumplimiento de las obligaciones contraídas por su padre político Juan Ortiz de Zárate, introdujo de Charcas, 4000 cabezas de ganado vacuno, 4000 ovejas, 500 cabras, y otras tantas yeguas y caballos. Esta introducción de animales, muy considerable por aquel tiempo, fue la que levantó realmente el coloso de prosperidad de este país. Todos ellos fueron repartidos entre las provincias de Buenos Aires, Santa Fe y Corrientes, dejando al Paraguay con el ganado que pudieron producirle las vacas de Goes. A los que no estén bien impuestos de los acontecimientos de aquella época, debe causar sorpresa el hecho de haber extraído de Charcas una cantidad tan grande de animales, todos ellos desconocidos en América antes de la conquista. Efectivamente, según Garcilaso, la primera vez que se vio arar la tierra por bueyes en el valle del Cuzco, fue el año de 1550. No eran más de tres yuntas, y «creo, (añade este historiador, que lleva dos docenas de azotes por haber faltado a la escuela el día en que hicieron su ingreso a la ciudad), que los más solemnes triunfos de la grandeza de Roma, no fueron más mirados que los bueyes aquel día». Entonces una vaca valía cerca de 200 pesos, y cuatro años después, un caballero español dio mil pesos en Lima por diez de ellas. Pero en 1559 ya habían bajado a 17 pesos, y en 1590 solo valían cinco. Esta fue la época en que el Licenciado de Vera efectúa la introducción de los animales a que lo obligaban las estipulaciones de Zárate.]

Gallinas. Las crían en sus habitaciones los indios Xarayes-14, 63. [Esta ave doméstica era desconocida en América antes de la conquista, y las primeras que se introdujeron al Perú, fueron llevadas al Cuzco; donde, se asegura, que quedaron estériles por algún tiempo. Es, pues, inexacto decir que los Xarayes criaban gallinas en sus habitaciones. También nos parece exagerado el cómputo que se hace del número de fuegos en algunos de sus pueblos. Aunque se calcule encada fuego una sola familia, es poco probable que hubiese ciudades de 60000 familias, repartidas en otros tantos fuegos. Estas grandes aglomeraciones de individuos no pueden subsistir ni formarse sin quela agricultura esta adelantada, y los reglamentos anonarios en vigor. Nada de esto existía en las tribus del Paraguay, que no participaban del orden introducido por los Incas en la administración de sus estados.]

Gamas. Abundan en la Banda Orienta]-6.

Gapuá. Nombre de un cacique de un pueblo indio, cerca del Iguazú; recibe con hospitalidad a los españoles-94. [La sílaba ga no pertenece al idioma guaraní, y por lo mismo es incorrecta la ortografía de este nombre. En el caso de ser, como opinamos, Guapuá, esta palabra quiere decir tiro que asusta, o más bien, asusta cuando tira, aludiendo al acierto con que este cacique descargaba sus flechas. Gua, expresión de temor, y puá, tiro o golpe.]

Garay (Juan). Hidalgo vizcaíno; recibe arden de fundar un nuevo pueblo en Sancti Espíritu, o donde más convenía-137. Funda la ciudad de Santa Fe, el día de San Jerónimo (6 de julio) de 1573; empadrona a los indios-138. Se rehúsa a ceder la jurisdicción de Santa Fe al Gobernador de Córdoba; recibe del Adelantado Ortiz de Zárate el nombramiento de Teniente General, y Justicia mayor de Santa Fe-139. [Los antiguos que se complacían en atribuir el origen de sus ciudades a algún personaje fabuloso de la mitología, le erigían estatuas y altares; y los modernos, que tienen datos más ciertos de sus fundadores, ¡los desdeñan y olvidan! Las pocas noticias que nos quedan de la persona de Garay, son casi todas erróneas. En un libro moderno de bastante crédito49 se le presenta como un aventurero célebre, nacido en 1541 en Badajoz. Todo esto es inexacto. Juan de Garay, nació en Bilbao, de una familia noble de Vizcaya, cuyo primogénito llevaba el título de Señor de Brazofuerte. Se ignora igualmente la época de su nacimiento, y la de su llegada a América; pero se anticipó al Adelantado Zárate, que le acordó toda su confianza, hasta encargarle la tutela de su hija. Los tiempos en que empezó a figurar este joven magistrado, fueron de los más calamitosos para estas provincias. Las disensiones de los españoles habían llegado a su colmo en el   —XXXVI→   Paraguay, donde la autoridad pública, insultada hasta en el templo del Señor por los miembros más influentes del clero, había tenido que entregarse a merced de los conspiradores. Garay no solo presenció este atentado, sino que fue destinado a escoltar al ex-gobernador Felipe de Cáceres, que el Obispo de la Asumpción llevaba en cadenas a España. Al separarse de tan triste cortejo, empezó a abrir los cimientos de la ciudad de Santa Fe, cerca de un brazo del Paraná, que llaman Quiloazas. La ocupación de este punto fue disputada por el Gobernador de Córdoba, que lo consideraba como comprendido en su jurisdicción. Pero Garay sostuvo con dignidad sus derechos, y recabó del nuevo Gobernador Zárate, una declaración, por la cual Córdoba debía quedarle sujeta. Envueltas estas provincias en los desórdenes originados por la insana administración del joven Mendieta, tuvo Garay que salir a la palestra para disipar los amagos de un levantamiento general de indios, preparada hábilmente por el famoso impostor Obera. Aprovechándose de la ignorancia de un cura, que por convertirlos hacía las explicaciones más ridículas de los misterios de la Fe, se atribuyó este hechicero las circunstancias principales de la vida del Mesía, preconizándose el Salvador de los Guaranís. Sus promesas y predicciones conmovieron toda la provincia, y las consecuencias hubieran sido terribles, si Garay, con sólo 130 soldados no se hubiese atrevido a atacar a los enemigos en sus propias guaridas. Con la dispersión de los partidarios de Obera, se restableció el orden en el Paraguay, y pudo Garay realizar un proyecto que le tenía ocupado desde mucho tiempo: el de reedificar Buenos Aires. Al frente de sesenta hombres sale de Santa Fe y echa los cimientos de una ciudad, destinada a ser la reina del Río de la Plata. Los Querandís, que habían obligado a los compañeros de Mendoza a abandonar estas playas, se prometían igual triunfo sobre los de Garay. Pero este no le aguardó que lo sitiasen en el fuerte, y los atacó y acuchilló hasta donde pudo alcanzarles. El Riachuelo, cerca del cual se trabó el combate, tomó desde entonces el nombre de Río de la Matanza, por los muchos cadáveres que quedaron tendidos en sus orillas. Este escarmiento asustó de tal modo a los indios, que por mucho tiempo no se atrevieron a reiterar sus asaltos. Pero un amago de otro género se preparaba contra Garay. Unos cuantos caudillos, que había dejado en Santa Fe, animados de resentimientos privados, o más bien devorados por la ambición del mando, se propusieron sustraerse de la dependencia de su jefe; y empleando todos los artificios de la seducción, lograron organizar un complot, que ellos mismos deshicieron por falta de buena inteligencia. Disfrutaba por fin Garay de la satisfacción de ver en sosiego sus nacientes poblaciones, y había salido de Buenos Aires con ánimo de pasar a la Asumpción para acordar otras medidas que debían contribuir a acelerar sus progresos, cuando en las orillas del Paraná, donde acostumbraba pasar las noches para interrumpir la fastidiosa monotonía de aquella lenta navegación, fue asaltado por un tal Manuá, afamado cacique de los Minuanes, y sacrificado con cerca de cuarenta de su comitiva. Los que quedaron se asilaron a Santa Fe, de donde pasaron a la Asumpción a llevar el anuncio de tan lamentable pérdida. Este suceso tuvo lugar el año de 1584, y no 80, como parece insinuarlo Funes50. La descendencia de Garay no se ha extinguido. Su rama principal y directa existe en Córdoba, donde fue a establecerse Juan de Garay el Mozo, hijo del que forma el asunto de este artículo.]

García (Alejos). El primer europeo, que en 1526 entra al Paraguay por la frontera del Brasil-15. Llega hasta la provincia de Charcas; vuelve al Paraguay, donde lo matan los indios-16. [Algunos escritores han dudado del origen guaraní de los Chiriguanos, cuya provincia fue invadida por Alejos García: pero el argumento que hacen para impugnarlo nos parece infundado; porque este origen no se opone a que hubiese Chiriguanos en tiempo de Inca Yupanqui, que mandó a sojuzgarlos. La tradición de este suceso no señala la época en que aconteció, y solo hace mención del exterminio de la población indígena, cuyo lugar fue ocupado por los invasores. Así es que si no fue contra   —XXXVII→   estos que se movieron las armas de Yupanqui, debió ser contra sus antecesores.]

García (Alejos). Hijo del precedente; los indios le perdonan la vida, por su edad; es conocido personalmente por el autor de esta historia-16. Cabeza de Vaca lo manda pedir a los habitantes de Taberé-57.

García de Castro (El licenciado Lope). Virrey del Perú, nombra Adelantado del Río de la Plata a Juan Ortiz de Zárate-120, 123. [Fue enviado a Lima para descubrir y castigar a los autores de la muerte del virrey don Diego de Zúñiga, más conocido en la historia del Perú bajo el nombre de Conde de Nieva. Pero nada pudo, o más bien, nada quiso averiguar. Su administración, aunque corta, se hizo memorable por varios sucesos importantes; a saber: la fundación de la ciudad de Castro, capital del archipiélago de Chiloé, el descubrimiento de las minas de azogue de Huancavélica, el de las islas de Salomón, etc. Alcedo, en su diccionario geográfico de América, ha incurrido en dos errores notables al hablar de estos hechos. Dice quela ciudad de Castro fue poblada en 1560 por disposición de don Lope García de Castro, gobernador del Perú, y que las Islas de Salomón fueron descubiertas por orden del Marqués de Cañete, en 1567; reprendiendo al ex-Jesuita Coleto, que había atribuido este mérito al virrey Mendoza. Todas estas indicaciones son inexactas. El Presidente Castro no pudo mandar que se poblase la ciudad de este nombre en 1560, puesto que solo entró a administrar el Perú el 22 de setiembre de 1564; y si las Islas de Salomón fueron descubiertas, como es indudable, en 1567, no pueden haberlo sido por arden del Marques de Cañete, que dejó de existir en 1561. Por último, substituir al virrey Mendoza el Marqués de Cañete, sin entrar en ninguna explicación, podría hacer creer, que de un solo individuo se han hecho dos: porque el Marqués de Cañete se llamaba don Andrés Hurtado de Mendoza.]

García (Ruiz). Capitán de la expedición de Gaboto; vuelve a Buenos Aires, de la isla de Santa Catalina donde se había establecido-33. Es encargado por Irala de pedir un gobernador al presidente de la Gasca-74. Vuelve a la Asumpción-79.

Gasca (El licenciado Pedro de la).-Virrey del Perú, natural de Barco de Ávila, en la provincia de Salamanca; derrota y toma prisionero a Gonzalo Pizarro en Xaqui-xaguana; admite la solicitud de la gente de Irala, y les da por Gobernador a Centeno-74,79 y 80. [Después que Gonzalo Pizarro deshizo y mata al virrey Blasco Núñez de Vela en la batalla de Iña-quito, el Perú se hallaba sustraído de hecho de la dependencia de la metrópoli, y podía su ejemplo ser imitado por las demás colonias. El peligro era inminente, el crimen espantoso, y convenía concentrar prontamente en manos hábiles todos los elementos represión, dándoles la mayor latitud y energía posibles. Esta difícil misión se confió aun presbítero e inquisidor, investiéndosele de poderes amplísimos para desempeñarla. Entonces el carácter sacerdotal no era un estorbo para esta clase de servicios, y mucho menos en España, donde se había visto a un arzobispo pelear en Tarifa, y conducir las operaciones del sitio de Algeciras. El licenciado de la Gasca dirigía con tanto acierto los movimientos de su ejército, que derrotó a Pizarro en la batalla de Sacsahuana, cerca del Cuzco, el día 9 de abril de 1548. Pero, olvidándose de la mansedumbre de un ministro del altar, y armándose de toda la severidad de un guerrero, hizo ejecutar a Pizarro, derribar todos sus palacios en Lima y en el Cuzco, azotar, ahorcar y descuartizar a muchos de sus partidarios, y entre ellos a su Maestre general de Campo Carbajal, que entregó al verdugo en la decrépita edad de 84 años. Por estos arbitrios, logró tranquilizar el Perú, y alcanzó el episcopado. Entre estas memorias de sangre, dejó una mucho más honorífica para él en la ciudad de la Paz, de que fue el fundador. Después de haber ocupado por poco tiempo el obispado de Palencia, pasó al de Sigüenza, donde murió el 20 de Noviembre de 1567. Gobernó el Perú desde el año de 1546 hasta Enero de 1550, y fue reemplazado por don Antonio de Mendoza, que se hallaba gobernando en Méjico. Agustín de Zárate, testigo presencial de los acontecimientos de la conquista del Perú, que refiere, dice en el capítulo 10 del libro VII de su historia, que poco después de la batalla   —XXXVIII→   de Sacsahuana «llegaron a la villa de la Plata 150 españoles, que venían con Domingo de Irala del Río de la Plata, y subieron tanto por él hasta que llegaron al descubrimiento de Diego de Rojas, y de allí determinaron ir al Perú para pedir gobernador al Presidente». Esta relación es inexacta. Irala no pudo haber ido al Perú, desde que sus compañeros le eligieron provisoriamente gobernador en la Asumpción, cansados de aguardar más tiempo la contestación del Presidente de la Gasca.]

Gigantes (Puerto, o Bahía de los). En la costa Patagónica-4. [Este puerto no es otra cosa que la Bahía de San Julián, donde la gente de Magallanes pretendió haber visto indios de una estatura extraordinaria. En el orden en que el autor describe la costa, este puerto debe preceder al Cabo de Santa Úrsula, que él pone equivocadamente en los 53º: y es evidente que no ha podido tener en vista el Puerto de la Gente Grande de Pedro Sarmiento, que en algunos mapas lleva también el nombre de Puerto de los Gigantes; porque este último queda en los 53º 40' según los cálculos del mismo Sarmiento, y por consiguiente más al sur del Cabo de Santa Úrsula o de las Vírgenes, que es lo mismo. Alcedo dice que el Puerto de los Gigantes de Sarmiento se halla en la costa Patagónica, en el Estrecho de Magallanes. No sabemos lo que quiere decir con esto, porque, aunque se dé el nombre de Costa patagónica al lado septentrional del Estrecho, no deja de ser inexacta la indicación de Alcedo; hallándose el Puerto de los Gigantes de Sarmiento precisamente en el lado opuesto.]

Gigantes. Magallanes los vio en la Costa patagónica. Uno de ellos tenía de 13 a 15 pies de alto-3. [Esta es la primera vez que se habla de la estatura colosal de los Patagones, cuya tradición se ha perpetuado hasta nuestros días. Casi todos los viajeros que han visitado las tierras magallánicas, empeñados en acreditar la existencia de los gigantes, nos han dado prolijas descripciones de ellos. El primero que habla de gigantes en América, fue Vespucio, que dijo haberlos visto en la isla de Curaçao, de donde le vino el primer nombre de isla de los Gigantes. Los Tascaltecas pretendían que su territorio había sido habitado por gigantes, y entre los ricos despojos del imperio de Montezuma que envió Cortés a España, se hallaban unos huesos de gigantes, desenterrados en Cuioacán. También se conservaba en Yucatán la tradición de una raza de gigantes, y en el pueblo de Maní se saca de una tumba de piedra viva un cuerpo de extremada grandeza, de cuya boca arrancaron una muela que pesaba libra y media. En la tierra de Chicora, al norte de Méjico, todos eran gigantes: y preguntada la Reina ¿cómo crecían tanto sus hijos?, contestó que les daba a comer ¡morcillas rellenas de yerbas encantadas! Otros dijeron que les estiraban los huesos cuando niños, y que después de ablandados con ciertas yerbas cocidas, volvían a estirarlos. Pero ninguna parte de América puede competir con el Río de la Plata en estas tradiciones de gigantes. De aquí salieron en balsas de junco los que fueron a establecerse en Manta, donde cavaron aquellos profundísimos pozos en peña viva, que forman aun la admiración de los viajeros. Dotados de una fuerza digestiva proporcionada a su cuerpo, agotaron muy pronto todos los víveres del país, como eran antropófagos, empezaron a echar mano de la población, cuando por fortuna una lluvia de fuego y un ángel exterminador acabaron con ellos, por el mismo motivo que causó la destrucción de Sodoma y Gomorra. Los huesos y las calaveras disformes que se descubren de tiempo en tiempo en aquella provincia, no dejan la menor duda sobre la existencia de estos monstruos; y un Caballero castellano afirmó tener en su poder un pedazo de muela que pesaba 14 onzas. De un modo mucho más explícito y perentorio se han expresado los que han descripto los habitantes de Patagonia. El primero que los vio fue Magallanes, durante su estada en la Bahía de San Julián, y les parecieron alcanzar a diez u once palmos. Otros descubrió Sarmiento en dos puntos del Estrecho; el uno cerca de la Bahía de San Simón, en una isla que llamó Isla de la Gente, y el otro en la Ensenada de la Gente Grande. Estos descubrimientos pertenecen al año de 1580. Siguen los de Cavendish, o más bien Candish, que en 1587 vio huellas humanas impresas en la arena, de 18 pulgadas de largo;   —XXXIX→   de donde infirió que esta gente tendría cuando menos cinco codos y medio. En la relación del viaje de Van Noort, en 1598, se habla de un pueblo de diez o doce pies de alto, que habitaba cerca del Estrecho, y esta aserción fue confirmada por el holandés de Weert, que lo atravesó el mismo año. Desde esta época empiezan a disminuir las proporciones de los Patagones. Los que vio Spilbergen en 1614, Narborough en 1670, Frezier en 1714, y Shervock en 1719, no excedían de 9 a 10 pies; y con los recortes que les hicieron después, Byron en 1764, Wallis y Carteret en 1766, y Bougainville en 1767, quedaron reducidos a solo seis pies y unas cuantas pulgadas, que era la medida ordinaria del famoso regimiento de granaderos del Grande Elector de Bandeburgo: y aun hay que rebajar más para hacerlos entrar en sus verdaderas proporciones. En cuanto a las demás tradiciones que hemos recordado al empezar este artículo, deben relegarse entre las mentiras y absurdidades de que abundan las historias contemporáneas de la conquista. Todos estos hechos extraordinarios son como el rábano y los melones de Ica, que deben tenerse por fabulosos, aunque invoquen en su favor el dicho de testigos oculares y de escribanos públicos. Dígase lo mismo de los cráneos y huesos de gigantes que se han hallado en el Carcarañal, y de la virtud atribuida a la tierra de Luján y de Tarija de acrecentar extraordinariamente los huesos de los cadáveres. De todas las mentiras forjadas por la ignorancia, ninguna es más torpe e impertinente que esta. Lo que podemos asegurar es que la estatura ordinaria de las tribus indígenas de la Costa patagónica, no solo no excede la de las razas conocidas, sino que muchas veces les es inferior.]

González (Bartolomé). Escribano público; legaliza una protestación contra Nuflo de Chaves-105. [Este hecho ministra una prueba más de la contradicción que existía en el gobierno de entonces. Los gobernadores o Adelantados tenían el derecho de vida y muerte sobre sus subalternos, pero estos podían oponerse a sus voluntades, y hasta protestar por ante escribanos de sus resoluciones. El que se atreviese a desobedecer de este modo las órdenes de un General, o Almirante en un país constitucional, sería condenado al cadalso, y en un gobierno despótico, este crimen de insubordinación se consumaba legalmente, ¡y no faltaba quien se prestase a legalizarlo!]

Goes (Cipión y Vicente). Hijos de un caballero portugués; introducen las primeras vacas y un toro en el Paraguay-95. [V. Gaete.]

Gritería. La usan los indios en la pelea-44. [Esta costumbre es general entre los indios, y se conserva aun en las tribus existentes. Los Araucanos, los Pampas, los Ranqueles, los Guaycurús, todos ellos se golpean la boca, y dan gritos descompasados durante la pelea y después del combate. En los pueblos civilizados, de los gritos inarticulados se pasó a las contraseñas, o palabras capaces de infundir valor al soldado, o de inspirarle confianza en la protección de algún personaje de su particular devoción. Esto prueba que las más veces las costumbres más caballerescas de las naciones modernas, no son más que modificaciones de los usos de los tiempos bárbaros.]

Gualachos. Indios del territorio de Santa Fe-10. [Estos indios eran de origen guaraní, y en la primera época de la conquista quedaron ignorados en un rincón del Guayra, limítrofe de la provincia de San Vicente. Algunos de ellos aparecieron en las minas de fierro que los españoles empezaron a trabajar cerca del río Pequirí. El padre Montoya fue el primero que se atrevió a penetrar en sus bosques, donde fundó una pequeña reducción con el título de Concepción. Su inmediación a la frontera del Brasil los expuso muy temprano a los ataques de los Mamalucos, y los obligó a buscar un abrigo fuera del esfera de sus devastaciones. Fue entonces que pasaron a establecerse en la provincia de Santa Fe, donde la destrucción de los Timbúes había dejado un gran vacío en un país abundante.]

Guapá, o Guapás, nombre que dan al Marañón los indios del distrito de Santa Cruz, y que quiere decir: todo lo bebe; para explicar que absorbe las aguas de un gran número de ríos, que bajan de las sierras del Perú y de la nueva Granada-15, 74. Y Guapay, o Guarapay, río a 20 leguas de la ciudad de San Lorenzo, en Santa Cruz   —XL→   de la Sierra-17, 109. Los Chiriguanos destruyen una población, que los españoles habían fundado en sus orillas, a 40 leguas de la ciudad de Santa Cruz de la Sierra-110. Los Samocosis están poblados en sus orillas-119. [Pocos ríos tienen más nombres que el Guapay. A más de los que le da el autor, y que no son más que variaciones del mismo nombre, podrían añadirse los de Río de la Plata, Chungurí y Río Grande. Este último es el que lleva al empezar su curso, (que es cuando menos lo merece, por ser muy angosto su lecho), y que cambia después en Guapay, en la altura de la ciudad de Santa Cruz de la Sierra; donde es ya considerable. Se equivoca Charlevoix cuando dice, que el Parapití se une con este río. El Parapití, llamado también río de San Miguel, Ubay y Condorillo, se dirige al Itenes, mientras que el Guapay es uno de los grandes influentes del Mamoré, al que lleva con sus aguas las del Piray y del Sara. La interpretación que hace el autor de este nombre es exacta. Guapay en el idioma quecchua quiere decir lo absorbe todo.]

Guaraní. Una de las naciones más grandes y belicosas del Nuevo Mundo. Había más de 20000 en las orillas del Río Grande-4. Donde se llamaban Arachanes; hablan el mismo idioma, y traen el cabello revuelto y encrespado por arriba. Es gente muy dispuesta y corpulenta, que está en continua guerra con los Charrúas y los Guayanás-5. Más de 100000 viven en las inmediaciones de la Laguna de los Patos; gente tratable y amiga de los españoles-ibid. Había muchos en la isla de Santa Catalina-ibid. Un trozo de ellos, que vive sobre el Uruguay, se llaman Tapes-7. Son los indios de más alta estatura-ibid. Se cuentan más de 200000 desde el río Ubay (Ibay) hasta San Pablo; y más de 100000 poblados sobre el río Atibajiba-8. Los Chiriguanos del Perú descienden de los Guaranís del río de la Plata-11. Hay muchos pueblos de Guaranís cerca de la Asumpción; en este solo distrito se empadronaron y encomendaron 24000 indios. Uno de sus caciques, llamado el Calabrés-14. En algunos parajes se llaman Carios. Conquistan el territorio de los Chiriguanos, y se establecen en él; destruyen más de 100000 indios; empiezan por comerlos, y acaban por venderlos, o reducirlos en servidumbre-18. Poseen mucha vajilla de plata, que adquirieron en sus incursiones en el Perú; algunos de ellos tenían hasta 500 marcos- ibid. Su frontera está entre Angostura y la Candelaria-37. Forman alianza con los españoles para atacar a los Yapirús-49. Su mayor pueblo en el río Atibajiba, se llama Abaparí-55. Acompañan a Cabeza de Vaca en una expedición al Perú-60. El río Itatin los separa de las demás naciones australes-72. Antiguos enemigos de los Tupis, que lo fueron de los españoles-81. Se sublevan contra Irala, y lo abandonan-84. Su, territorio más poblado es el de Atibajiba-94. Los hace empadronar Irala, en un radio de 50 leguas, alrededor de la Asumpción, y se encuentran 27000; sin contar los del costado del oeste, y de más lejos, por ser naciones bárbaras o indomables-97, 98. Se reparten a 400 encomenderos-ibid. Los Chiriguanos pertenecen a esta nación-103. Ibirapí, y Peritaguay, caciques de los Guaranís de Chiquito; gente indómita y feroz; se niegan a tratar con los españoles; y a los mensajeros que les mandan, los matan, despedazan y comen; inficionan las aguas, y siembran por todo el campo púas y estacas emponzoñadas-106. Pelean contra los judíos, y en favor de los españoles-113. Enemigos de los Guaycurús-117. Salen de las islas, que están cerca de Martín García, a celebrar la paz con Cáceres-133. [Los límites de nuestro trabajo no permiten entrar en muchos pormenores sobre la nación Guaraní. Su origen, sus costumbres, su idioma, y la multiplicidad de sus tribus, ministran materiales copiosos para una obra, cuya falta se advierte en la historia de América. Sin tener la pretensión de llenar este vacío, diremos, que a la llegada de los españoles, los Guaraní se extendían desde el Atlántico hasta las fronteras del imperio de los Incas; siguiendo en todas sus ramificaciones el curso de los grandes ríos que cruzan esta vasta porción del globo. Los Timbús, los Agaces, los Caracarás, los Payaguás, eran ramas del mismo tronco, y cuyo idioma hablaban los Carios y Arachanes en el Brasil; los Chiquitos y Chiriguanos en el Perú. Todos los grados de barbarie y de incipiente sociabilidad, desde la vida salvaje,   —XLI→   hasta donde alcanzaba su tosca inteligencia, se hallaban marcados en las varias fracciones de este inmenso cuerpo, que se movía sin dirección y sin leyes. Antropófagos en algunos parajes, y labradores en otros, se sometían voluntariamente a la autoridad de sus caciques y al influjo de sus hechiceros. Las generaciones se reemplazaban sin perfeccionarse, rodando en un círculo obscuro de preocupaciones y miserias, por falta de leyes próvidas y de ejemplos ilustrados. Tan escasas eran sus ideas religiosas, que casi podría decirse no tenían ninguna. Sin embargo admitían dos principios, como los Maniqueos, dando el nombre de Tupa al bueno, y de Añang al malo: y tal es el sentencioso laconismo de su lenguaje, que en estas dos palabras se hallaba cifrada toda su teogonía51. Más respeto tributaban al malo que al bueno, y en esta natural disposición de los ánimos fundaron los hechiceros su poder, que era inmenso. Blasonaban de vaticinar lo futuro, y como los antiguos augures, indagaban con misteriosa curiosidad el vuelo de las aves, el canto de los pájaros, y la insólita aparición de ciertos animales, que explicaban después a su antojo, abusando de la crédula superstición de sus devotos. Tenían una idea confusa de una grande inundación, que había concluido con sus predecesores, de cuya catástrofe solo dos individuos lograron salvarse, trepando encima de una palmera que los alimentó con sus frutos. Los misioneros, empeñados en incluir a los indios en la numerosa prosapia de Adán, hallaron en estas tradiciones un bosquejo del diluvio universal, y hasta del arca de Noé. El gobierno de los Guaranís era un cacicazgo hereditario en tiempo de paz, y una dictatura electiva en tiempo de guerra: en ambos casos obedecían ciegamente a sus jefes, por más tiránico que fuese su poder. En el interior de sus familias no reconocían más autoridad que la de sus padres, tan despótica y absoluta como la de sus caciques. El vínculo matrimonial, en que se enlazaban de un modo público y solemne, no era indisoluble, y podían infringirlo, tuviesen o no motivo para hacerlo. Lo que menos influía en estas resoluciones era la infidelidad de las mujeres, por la indiferencia con que miraban su prostitución. De la educación de los hijos no tomaban el menor cuidado, y los dejaban crecer como los animales que criaban en sus chozas. Todas sus diversiones consistían en borracheras y bailes, que empezaban con algazaras, y acababan en sangre. Una fuerte fermentación de maíz o de miel, era su bebida predilecta, de la que tomaban hasta caer en demencia. Entonces echaban mano de sus dardos, y los apuntaban desapiadadamente al pecho de sus mejores amigos y compañeros. No eran nómades, y sin embargo, si no son falaces sus historias, habían emprendido conquistas lejanas, sin más medios de conducción que sus canoas, sin más armas que sus arcos y macanas. Se gloriaban de no haber sobrellevado ningún yugo extranjero; y cuando se encorvaron bajo el de los españoles creyeron servir a aliados, sin preveer que trabajaban para sus amos. En este estado los hallaron los jesuitas, cuando hicieron su primer ensayo de colonias monásticas. Distribuidos en varias reducciones, los Guaranís se transformaron en un pueblo de levitas, destinados al servicio de los templos, que eran ricos y elegantes. Un cura y un vicario, ambos jesuitas, dirigían las faenas de estas familias de neófitos, que vivían en la más completa dependencia de sus doctrineros. No sin razón se dio este plantel de poblaciones el nombre de reino jesuítico, de cuyas ventajas y defectos prescindimos tratar por ahora. Lo que no admite duda es, que este régimen monacal ahoga todo germen de actividad en una nació joven a quien un siglo y medio de aprendizaje no pudo hacer salir de la infancia, ni elevar a la dignidad de hombres. No era un pueblo el que presidían los jesuitas, sino un noviciado, donde el trabajo y el rezo; la comida y el ayuno; la diversión y la penitencia, tenían sus horas fijas y sus normas establecidas. Nadie se levantaba cuando quería; nadie se recostaba cuando lo necesitaba, y en estos actos inocentes de la vida, todos, sin la menor excepción, tenían que obrar como autómatas, y   —XLII→   someterse a las prácticas del claustro. Con todo, no puede negarse a los misioneros el mérito de haber desplegado un celo verdaderamente apostólico a pro de los indios, arrancándolos del furor de los conquistadores y de la insaciable codicia de los encomenderos. En esos asilos de paz que abrieron al lado de los campos ensangrentados del Nuevo Mundo, las melodías religiosas acallaron los últimos suspiros de los moribundos, y los hábitos de una vida arreglada e inocente enervaron a un pueblo, que aun pudo haber vengado sus ultrajes y sostenido sus derechos. Casi todos los que han investigado la etimología del nombre Guaraní, lo han mirado como una corrupción de la palabra guariní, que en este idioma significa «guerra». Pero nosotros preferimos la siguiente interpretación: Gua, pintura; ra, manchado; ni, señal del plural: Guaraní, «los manchados de pintura, o los que se pintan»; aludiendo a la acostumbre de estos pueblos de pintarse el cuerpo.]

Guarapay. V. Guapay.

Guarapayos. Indios de la Candelaria; son los más traidores o inconstantes-38. Están poblados cerca del puerto de San Fernando, y sobre el río Aracay-43, 61. [Una de las más pequeñas tribus del Paraguay, establecida en un paraje cenagoso, al sur de los Xarayes. En el día son más conocidos bajo el nombre de Guachís que les dan sus vecinos los Mbayás; y que expresa con más propiedad la naturaleza del país que habitan: porque guá quiere decir «paso», y chî, «resbaladizo». Su primer nombre le fue dado por los españoles, por el mucho guarapo que estos indios sacaban de la fruta del algarrobo, tan abundante en su territorio. El Padre Charlevoix los llama Guararapos y Guararopos; Azara, Guasarapos y Guasaropos; y nuestro autor usa indistintamente las voces de Guajarapos y Guarapayos. De todos estos nombres el último nos parece más correcto.]

Guajarapos (Sierra de). La reconoce Nuflo Chaves-102. V. Guarapayos.

Guajarapos. Puerto y frontera del río Aracay, en la provincia de Itatin-119. V. Guarapayos.

Guatos. Indios canoeros de la Laguna de Aracay-102. Están sobre el río Aracay-61. [Estos indios en tiempo de la conquista vivían cerca de la isla de los Orejones, y no eran tan pocos como lo supone Azara. En el día se hallan repartidos en varias tribus, fronterizas de los establecimientos del Brasil en Cuyabá, del lado opuesto al que les asigna Azara en sus mapas. Son grandes nadadores, viven de la pesca, y tienen un gran número de carios, en que recorren continuamente el río Paraguay; de donde le viene el nombre de Guatos, que en el idioma guaraní, quiere decir «gente que anda», o como se dice vulgarmente entre nosotros, paseandera; del verbo guata, que es andar.]

Guayanás. Indios de tierra adentro; están en continua guerra con los Arachanes. Nombre que se da a todos los que no son Guaranís, y que no tienen nombre propio-5. Viven en las orillas del Uruguay-7. [Nombre genérico de las hordas salvajes, que vivían aisladas, sin relación ni dependencia de las tribus organizadas. Se hallaban divididos en trozos hacia la frontera de la provincia de San Pablo; cerca del río Guayraî, al este del Uruguay; y también en las inmediaciones del Paraná, más arriba del pueblo de Corpus. Fueron los primeros pobladores de la ciudad de San Pablo. Llamados por los jesuitas, que la fundaron en 1552, y conducidos por el cacique Tebireça, dejaron sus chozas en las márgenes del río Piratinin para establecerse en la nueva colonia, que por este motivo tornó el nombre de San Pablo de Piratininga. Con estos indios se unieron los europeos, a quienes llamaban emboabas, porque traían las piernas cubiertas, como las aves de este nombre que las tienen emplumadas; y de esta alianza salieron los Mamalucos, que fueron el azote de todos sus vecinos. La voz Guayanás expresa con propiedad el concepto que tenían formados los Guaranís de estos indios; porque se compone de guay, mozos, y de ânâs, salvajes: «gente salvaje».]

Gaycurús. Indios belicosos del Paraguay-11. Pelean contra los indios a favor de los españoles-113. Gente guerrera, enemiga de los Guaranís-117. [Tribu indómita del Chaco, cuyas irrupciones en los estados limítrofes han sido siempre acompañadas de sangre y de luto. Es imposible   —XLIII→   deslindar con precisión los límites de su territorio: sin embargo se puede señalar como centro de sus hordas el gran Delta formado por el Pilcomayo, antes de desembocar en el río Paraguay. Vulgarmente se dividen en mansos y bravos: los primeros ocupan las márgenes occidentales del Paraguay, que cruzan en sus canoas para llevar sus pieles, y a veces vender sus cautivos en los mercados vecinos: los segundos viven retirados en los bosques, en un estado de completa barbarie. Bajo la denominación de Guaycurús comprendían los españoles varias tribus del Chaco: los Abipones, los Tobas, los Mocobís, los Lenguas, etc., ninguna de las cuales pertenece realmente a la que describimos, y cuyas ramificaciones son las siguientes:

  1. Guetiadegodís.-Los montañeses.
  2. Cadiguegodís.-Los del río Cadigué.
  3. Lichagotegodeguís.- Los de la tierra encarnada.
  4. Apachodeguís.-Los del avestruz.
  5. Eyibegodeguís.-Los del norte, o Encagás.-Los escondidos.
  6. Gotocoguegodeguís.- Los del cañaveral.

De todas estas fracciones se componía la nación que los Guaranís llamaban Guaycurús, y que ellos en su particular idioma titulaban Agacé, o «habitantes de los palmares». Estos nombres pueden servir a dar alguna idea de la calidad del suelo que ocupan, y del que poseemos muy pocas noticias. Más circunstanciadas, son las de sus habitantes. Su traje es el de la naturaleza, al que favorece la templanza del clima; y los colores con que se pintan denotan los rangos que solo se fundan en la edad. El color negro es el distintivo de la pubertad; el encarnado, de la adolescencia, y la mezcla de todos sirve a distinguir los jefes y ancianos. Acostumbran también raerse los cabellos en varios modos, pelarse las cejas y los párpados, agujerearse las orejas, las narices y los labios, para introducir en ellos cuerpos extraños, que producen un efecto contrario al que esperan. No tienen más oficio que el de las armas, ni más ambición que la de asolar a sus vecinos. Obedecen a sus caciques, cuya autoridad es ilimitada, aunque vivan a la par de sus súbditos y sin más distinción que la de ocupar el centro de las tolderías. La admisión a la milicia tiene sus pruebas, unas dolorosas, otras ridículas, y todas indispensables para adquirir el derecho de cargar armas. Las familias se forman y se deshacen a voluntad de los cónyuges: sin embargo, la poligamia es ilícita y el concubinato proscripto. La mujer, que concibe frutos ilegítimos de padres desconocidos, los ahoga en su seno, o los destruye luego que nacen. Esta costumbre ha hecho creer a un viajero, que el aborto y el infanticidio eran generales entre los Guaycurús, y que las mujeres mataban a sus hijos, ahorrando solamente la vida del último: lo que había reducido esta nación, en otros tiempos numerosísima, a un solo individuo de seis pies y siete pulgadas, ¡casado con tres mujeres!52... Es excusado impugnar semejantes aserciones, que hubiéramos deseado no hallar en la obra de Azara. La suerte de las mujeres es de las más desgraciadas. A más de los cuidados domésticos que gravitan exclusivamente sobre ellas, acompañan a los hombres en sus expediciones, y participan de sus peligros y padecimientos. Sus únicas diversiones son las borracheras, a que se entregan el día que empiezan a caminar sus hijos, en las fiestas del novilunio, y en las que celebran para solemnizar sus victorias. Entonces sacuden con gran ruido las esteras de sus habitaciones; luchan con las macanas, y al ejercicio del pugilato suceden las corridas, acabando todo en sus acostumbradas borracheras. Los padres Lozano, Charlevoix y Guevara, que son los únicos escritores que han tratado de las costumbres de los Guaycurús, han atribuido esta fiesta del novilunio, casi general entre las tribus salvajes de América, a la reaparición o vuelta de las cabrillas, que algunos de ellos confunden con las Pléyadas. Esto es hablar de astronomía como Sancho cuando daba cuenta de las cabrillas, que había visto brincar, subiendo en ancas de Clavileño. En primer lugar las cabrillas no vuelven, porque nunca desaparecen, y si fuese cierto que los Guaycurús celebran su vuelta, debería suponérseles en fiesta todo el año. Por otra parte el culto de las estrellas no corresponde a pueblos   —XLIV→   bárbaros, que solo se fijan en los dos astros mayores, ni es probable que los Guaycurús tendiesen la vista a las Pléyadas, constelación formada de nebulosas, que se presentan en el cielo como una mancha, y que solo pueden llamar la atención de un astrónomo. Tampoco podemos admitir la única excusa que queda a favor de estos escritores, de haber tomado la palabra Cabrillas en el sentido que parece darle el diccionario de la Academia española: porque aunque indicase a Orión, no puede decirse con propiedad que esta constelación vuelve y reaparece, hallándose en el mismo caso de las Pléyadas, que nunca dejan de brillar en el horizonte. En la muerte de sus caciques se condenan a rígidas abstinencias, y dejan de pintarse el cuerpo, cuya limpieza miran como la mayor señal de luto. Cubren las tumbas con esteras, y adornan los cadáveres con abalorios, de los que se desprenden gustosos, aunque los hayan adquirido a gran precio. Ningún sentimiento religioso abrigan en sus corazones, tan ajenos de estas ideas como de todo acto de humanidad. El nombre que les dieron los Guaranís, quiere decir «gente sarnosa», (guay mozo, y curús, sarna) no porque estén sujetos a esta enfermedad, sino por la costumbre que tienen de embarrarse con ocres, que dan a su epidermis la apariencia de una escabie.]

Guayra. Sus campos corren y confinan con el Río de la Plata-6. Así llamado del nombre de un cacique-8. Sus habitantes piden auxilio a los españoles contra los Tupís-86. Irala manda fundar un pueblo en esta provincia-101. Su territorio produce azúcar, algodón, vino, cera-102. Sus habitantes tienen telares, y hacen tejidos de algodón-ibid. Es escala y pasaje del camino del Brasil-ibid. Melgarejo empadrona en esta provincia a 40000 indios, que reparte entre 60 encomenderos-102. [Vasto e inculto territorio entre las provincias meridionales del Brasil y el Paraguay, y tan poco conocido que no es posible demarcar sus límites: pero es un error del autor haberlos extendido hasta el Río de la Plata; siendo inmensa la distancia que los separa de sus orillas. El que primero transitó por estos campos fue Cabeza de Vaca, que les nombró Provincia de Vera, en honor de su abuelo, Pedro de Vera, conquistador de las Canarias: los halló tan poblados, como ahora son yermos por las continuas incursiones de los Paulistas, o Mamalucos. Los jesuitas, a quienes los españoles entregaron esta provincia, sin fuerzas para defenderla, tuvieron que desampararla, y asilarse al otro lado del Paraná, a donde no deja de molestarlos esa horda de forajidos. Desde entonces no se ha oído hablar más del Guayra, cuyo nombre reproducen materialmente los mapas modernos. El desprecio de los historiadores españoles por la nación Guaraní hizo perder de vista su cuna, que bien examinada podría arrojar alguna luz sobre la historia antigua de América. El Guayra es una página doblada de sus anales, y aguarda una mano hábil y diligente que la despliegue. La cuestión, tan poco adelantada del origen de los indios del Nuevo Mundo, encontraría tal vez en las memorias de esta nación, sobre todo en el carácter original de su idioma, nuevos datos para resolverla con acierto. Pero sus puntos de arranque no deben buscarse por el lado occidental, sino por el oriental, donde subsisten aun los vestigios de su tránsito, desde el Atlántico a los bosques del Guayra. Guiados por el Iguazú, el Ibay, el Paranapané, el Añembí, llegaron los Guaranís al Paraná, y avanzando siempre al oeste, se encontraron con otro río que los detuvo con la rapidez de su corriente, o más bien con las poblaciones salvajes que les presentó en la otra orilla. Este río es el Paraguay, que puede considerarse como la gran línea de demarcación entre las razas orientales y las occidentales -enteramente distintas en sus facciones, costumbres, tradiciones e idiomas, y sin más punto de contacto que el que formó la conquista. Advertimos la insuficiencia de estas indicaciones para fundar un sistema, pero tal vez estas conjeturas abran un nuevo campo a las investigaciones de los sabios-. El nombre de Guayra corresponde a lo que los franceses dicen pépinière d'hommes: Guay, mozos o gente, y ra lugar donde abundan; esto es, «país populoso».]

Guetaria. Ciudad -en la provincia de Guipúzcoa; patria del Sebastián Cano-3.

Guinea. Los portugueses explotaban sus minas-1. [Región poco conocida del África,   —XLV→   en la zona tórrida, y donde los europeos tienen sus factorías.]

Guilgorigota. Llanos en el Perú-109. [Nombre antiguo de los campos que se nombraron después Llanos de Alonso, entre la provincia de Chiquitos y la frontera del Chaco. Los atraviesa el Pilcomayo, y están poblados por los Tobas. Esta voz Guilgorigota pertenece probablemente a su idioma, que es poco conocido, aunque los jesuitas hubiesen formado un diccionario de sus términos más usuales.]

Guzmán (Rui Díaz de). Abuelo del autor; vecino de Xerez de la Frontera-Dedic.

Guzmán (Alonso Riquelme de). Padre del autor; fue paje y secretario del Duque de Medina Sidonia; pasa a América en 1540; acompaña a Cabeza de Vaca, de quien era sobrino; casa con la hija de Irala-Dedic., 54, 80. Sale a escarmentar a los habitantes de Tabaré-57. Pelea con denuedo; hace construir torreones con ruedas para atacarlos en sus fuertes-58. Los toma de asalto-59. Obtiene una victoria señalada sobre ellos-60. Tira una puñalada a Felipe de Cáceres-64. Es preso por orden de Irala-68. Sale para España a dar cuenta de la elección de Abreu; y es sorprendido por una tormenta cerca de Maldonado-78. Desampara el buque, sale a tierra y se defiende contra los Charrúas-ibid. Vuelve a la Asumpción-Ibid. Va a reconocer el puerto de San Juan en el Uruguay, y hace desalojar a los españoles-85. Es nombrado Alguacil mayor de la provincia del Paraguay-98. Sale a castigar a los Agaces-111. Se presenta para reemplazar en el gobierno del Paraguay a Gonzalo de Mendoza-ibid. Sale a batir a los indios-113. Manda un cuerpo de caballería a las órdenes de Vergara-114. Va al socorro de Melgarejo en Guayra; pelea y derrota a los indios-116. Vuelve a la Asumpción; es nombrado gobernador del Guayra-117. Va a ocupar este destino-119. Es preso por su gente-129. Regresa a la Asumpción; es atacado por los indios; pelea con seis de ellos y los desbarata-130. Vuelve a su destino-131. No es reconocido por Melgarejo, que le obliga a entregarle sus despachos. Lo desarman, y lo llevan preso con dos barras de grillos, en una hamaca; permanece en arresto por más de un año-132. Recobra su libertad, y es reconocido por teniente de Gobernador y Justicia mayor en Guayra-137. Muere al cabo de 50 años de su llegada a América-Dedic.]

Guzmán (Rui Díaz de). Hijo primogénito de Riquelme, y autor de esta historia. Sirve en la milicia desde su puericia; conversa con los antiguos conquistadores y personas de crédito, para prepararse a escribir su historia-Prólogo. Dedica su obra al Duque de Medina Sidonia-Dedicatoria. Sube hasta donde el Paraná-Ibabuy se divide en brazos, cerca de la frontera del Brasil-9. Conoce personalmente al hijo de Alejos García; el único que se salvó de la matanza en que pereció su padre-16. Vio a la Maldonado-39. Indica las causas de la despoblación de América, después que vino en poder de los españoles; y deplora los efectos de su tiranía-110. [A las pocas noticias, que hemos dado de este escritor en nuestro discurso preliminar, pueden agregarse otras que hacen más interesante su memoria. Es más que probable que fue uno de los sesenta individuos que concurrieron con Garay a la fundación de Buenos Aires, en 1580. Lo que nos induce a creerlo es que cuando el Gobernador Hernando Arias Saavedra demarcó el primer ejido de esta ciudad, en 1608, puso el mojón del sud en la punta de la zanja de la cuadra de Rui Díaz de Guzmán, que distaba de la casa del Cabildo, doce cuadras de a 151 varas. En una época tan inmediata a la fundación de la ciudad, no es creíble que hubiese traspaso en las propiedades; sobre todo en las que no estaban en el centro de la población; como sucedía con la cuadra de Guzmán que era la última. Esta consideración es más que suficiente para comprender en el número de los que ocuparon los primeros solares de la nueva ciudad, (que fueron sus fundadores) al autor de la Argentina. La cuadra que le fue asignada es la duodécima de la calle de la Universidad, empezando por la esquina de la calle de la Plata. En otro padrón, en que se registra el reparto hecho por el Cabildo, en 2 de Noviembre de 1602, de varias cuadras inmediatas al pueblo, se halla también el nombre del Capitán Rui Díaz de Guzmán, a quien se hizo merced de dos cuadras sobre la barranca,   —XLVI→   y linderas con la de la Aduana. Si hubiese un plan exacto de la antigua traza de la ciudad, sería fácil reconocer estos sitios: pero el que se publicó por la Imprenta de la Independencia en 1822 o 23, no ministra datos suficientes para determinarlos. Puede, pues, la ciudad de Buenos Aires, gloriarse de haber tenido por su fundador y vecino al primer historiador de estas provincias. Otro mérito de Guzmán es el haber reedificado la ciudad de Santiago de Xerez, sobre una loma que domina al río Mbotetey, tributario del Paraguay; en el mismo sitio donde en 1579 la había fundado Rui Díaz de Melgarejo por orden de Garay. Tenemos que aclarar una duda a que podría dar lugar un concepto de nuestro discurso preliminar, cuando sobre el dicho de otros escritores, hemos observado: «que de la historia de Guzmán ningún conocimiento se tenía en España». Para ser más exactos exceptuaremos de este anatema al editor de la Biblioteca Oriental y Occidental de Antonio de León Pinelo, que en las adiciones a esta obra (Apend. II, tit. 10) registró la Argentina de Guzmán, refiriéndose al testimonio del Padre Lozano, que la citaba en su «Historia (manuscrita entonces) de la Compañía de Jesús, en la Provincia del Paraguay». Pero este mismo modo de anunciar la prueba que los hombres más diligentes, y que habían hecho un estudio especial de la historia de América, ninguna idea tenían de la de Guzmán.]

Guzmán (Hernando Vera de). Sobrino y heredero de Cabeza de Vaca, acusa ante la audiencia de Charcas a los autores del complot contra su tío-122.

Guzmán (Pedro Ramiro). Natural de Sevilla; viene con don Pedro de Mendoza-31. Sale a escarmentar a los Querandís-33. Queda muerto en el campo-34.




ArribaAbajo- H -

Hechiceros. Uno de ellos, llamado Cutiguará, mueve a los indios de Guayra contra los españoles-100. [V. Cutiguará.]

Henrique VII. Rey de Inglaterra, manda Sebastián Gaboto a descubrir el banco de Terranueva, o los Bacallaos-18.

Heredia (Diego) de Versocana. Prende a su jefe, Francisco de Aguirre; usurpa la autoridad real en Santiago y Tucumán; funda la ciudad de Esteco; es preso por el lugarteniente de Aguirre, sentenciado y ejecutado-121. [De dos individuos, Diego de Heredia, y Juan Versocana, el autor ha hecho uno solo. Fueron los principales caudillos del complot urdido contra Aguirre, y el pretexto de que se valieron para usurpar el mando, fue el no haber querido este Gobernador emprender una expedición a los Césares. Por este crimen, le enviaron cargado de grillos a la Audiencia de Charcas. Pero no pasó mucho que Gaspar de Medina, lugarteniente de Aguirre, segundado por otros jefes de Tucumán y Santiago, prendió a los rebeldes, y los entregó al verdugo.]

Heredia (Pedro). Acompaña a Diego de Rojas a Tucumán-69. Mata a Francisco de Mendoza, y vuelve al Perú-72.

Hermanas. [V. Islas de las dos Hermanas].

Hibay. V. Ubay.

Hieruquisaba, o Yeruquizaba. Paraje ocupado por los indios del Paraguay, antes de llegar al puerto de San Fernando-17, 61. [Esta población estaba establecida más de 50 leguas arriba del sitio donde se fundó después la ciudad de la Asumpción. Es tribu poco conocida, y cuyo nombre, en los dos modos adoptados por el autor, está equivocado. Para que fuera correcto debería escribirse Yeroquîçaba, cuya significación es «lugar donde se baila». Yeroquî, baile, y çaba, «donde se acostumbra hacer alguna cosa».]

Homes Payaguá; (Francisco). Deán de la iglesia de la Asumpción-96.

Humaredas. Sirven de señales a los indios-90, 95. [Las humaredas y los fuegos de que hemos tratado en otro artículo, servían a los indios para comunicarse con prontitud los avisos en tiempo de guerra. Esta costumbre se hallaba también establecida entre los peruanos en tiempo de los Incas; y al modo como la describe Garcilaso53, se ve que estaban más adelantados que los Europeos en estos medios rápidos de comunicación. «Tenían, dice este escritor, otra manera de dar aviso, y era, haciendo humadas de día, y llamaradas de noche: para lo cual los chasquis tenían siempre listo el fuego y los hachos, y   —XLVII→   velaban perpetuamente de noche y de día por su rueda, para estar apercibidos de cualquier suceso que se ofreciese. Esta manera de aviso por los fuegos, era solamente cuando había algún levantamiento, y rebelión de reino o provincia grande, y hacíase para que el Inca lo supiese dentro de dos o tres horas, cuando mucho, aunque fuese de quinientas o seiscientas leguas de la corte». No creemos que sean más prontas las comunicaciones telegráficas en nuestros días.]

Hurtado (Sebastián). Marido de Lucía Miranda-22. Se entrega a los indios, para no vivir lejos de su mujer-24. Muere asaetado por orden de Siripo-25.



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