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Declaración de don Manuel Rodríguez, oficial cívico en 1837, publicada en 1864.

 

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Declaración de don Manuel Rodríguez.

 

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Datos verbales.

 

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Declaraciones de varios vecinos publicadas en 1864 y datos verbales que hemos recogido.

 

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Datos suministrados por los señores Santiago Labbé, oficial de la compañía de Comalle, José Quevedo, del batallón cívico, y otras personas.

 

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Archivo de la intendencia.

 

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Para redactar este capítulo hemos tenido a la vista el proceso de esta conspiración, dado a luz por el señor Vicuña Mackenna, y seguido el criterio filosófico de la historia imparcial, en la que no debe caber acusación alguna que no esté comprobada.

 

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Ya que en este capítulo tocamos el canal del pueblo, apuntaremos algunos pormenores que indiquen la marcha que ha seguido este servicio local. Los primeros regadores el cabildo los concedía gratis; pero habiendo subido con el tiempo el costo que demandaba el cuidado del canal, comenzaron a venderse a 25 pesos. El producto de esta venta se dio en subasta pública, teniendo el subastador la obligación de cuidar el canal. El primer rematante fue don José Moreno Cuadra por el término de tres años, desde 1837, y el segundo don Pedro Grez, que tuvo con la municipalidad muchos y largos litigios. En esta fecha, 1840, existían 107 regadores. El primer nombramiento de juez de aguas que el cabildo hizo en 1833, con amplias facultades para juzgar todas las demandas, recayó en don José María Merino. Se creó poco después una Junta llamada «de alta policía» para impedir los robos de agua, que la componían cinco accionistas. El primer reglamento se dictó en 1839. La avenida de 1837 causó grandes perjuicios en el canal. Los accionistas pagaban medio real al mes y había un mayordomo que ganaba diez pesos mensuales. Por algún tiempo se entregó su administración, alternativamente, al comisario de policía o rematantes. El año 1852, siendo gobernador don Antonio Vidal, se ensanchó el cauce en toda su extensión. Aburrido el gobernador González en 1856 con los robos de agua y pleitos, entregó la dirección del canal a los mismos accionistas, que en reunión general nombraron una Junta directiva compuesta de don Andrés Merino y don Estanislao Munita, como propietarios, y suplentes don Andrés Rodríguez y don Benjamín Merino. En 1860 don Fernando Lazcano demandó a la municipalidad sobre la propiedad del agua; a los seis años la Corte de Apelaciones declaró que el agua debían gozarla por mitad el demandante y el cabildo.

 

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Para dar una idea de lo que eran los bailes en aquellos tiempos, vamos a trascribir una pieza que sobre el de 1853 hemos hallado en el archivo municipal, corrigiendo su ortografía:

«Planilla de los varios gastos que se hicieron en el baile del señor Presidente»:

Por tres docenas de voladores dobles, a trece reales docena3,7 reales.
Por libra y media de pólvora para camaretas6 reales.
Por la hechura de seis arcos3,3
Un cajón de coñac y seis botellas rosoli12,3
Dos botellas de Oporto y catorce de cerveza11,2
Dos botellas aceite de lámpara1
Dos libras y media de pastillas rosadas3,6
Aguardiente4
Pago de un servicial3
Velas de esperma3,3
Entorchados y cuerdas romanas3
Para pago de la que corrió con el servicio4
Dulces de brillo y de pasta6
Por siete botes de helados13,4
Para los músicos, gratificación4,4
Libra y media de dulces finos de brillo1,5
En coñac2,2
En helados y nieve3
En tortas de alfajor6,2
Tortas y refrescos obsequiados a la comitiva15
Ascendió el gasto total del baile a:185 pesos».

Completaremos estos datos con otros detalles acerca de las diversiones públicas. En esta época los aniversarios del 18 de septiembre se celebraban con el siguiente programa: fondas populares, carreras, corridas de toros, juego de rompe cabezas, palo y chancho ensebados, formación militar y fuegos artificiales. Éstos se reducían a piezas fijas, toscas y sin las combinaciones y colorido que les han dado la química y la pirotécnica modernas. Los primeros que se quemaron en la plaza de Curicó en 1839 para celebrar las victorias del ejército chileno, costaron de treinta a cincuenta pesos, según los términos del acta de una sesión que con este exclusivo objeto celebró el cabildo. En la colonia y primeros años de la República, los fuegos de artificio consistían en una pira de romero que se quemaba debajo de un cabro suspendido por un cordel amarrado en dos postes; el calor de la llama hacía moverse al animal y tomar diversas posiciones que provocaban la risa del pueblo. Fueron muy celebrados los fuegos que el padre Argomedo hacía quemar en la novena de la Merced, porque descendía desde la torre por un alambre un águila de pólvora con las alas extendidas.

 

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En esta época se practicó también una exploración de la laguna de Vichuquén. Tuvo en ello parte principal el actual presidente don José Manuel Balmaceda, nacido en la hacienda de Bucalemu del departamento de Vichuquén. Cuando joven y como vecino, visitaba con frecuencia la laguna, e interesado por algunos propietarios en la exploración, convenció a su padre, amigo de Montt, de la empresa; habló el primero con el Presidente, quien mandó hacer en 1855 al ingeniero don Horacio Bliss los primeros reconocimientos técnicos que se practicaron con detención. En 1845 y 48 se habían hecho algunos estudios preliminares.