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En su crónica el rey se espresa todavía con mayor ingenuidad. «Por la fé que á Dios debo, dijimos á don Nuño, que tengo mucha hambre, pues hoy no he comido. Y él dijo: Oliverio ha dispuesto su tienda y preparado comida, y allí podreis comer. Vamos pues, respondimos, adonde querais, y fuimos allá y comimos». La tradicion de que entonces esclamó el rey «ben dinat, bien comido hemos» de donde le queda su nombre al predio, es muy antigua y popular, puesto que Zurita la refiere; mas no por esto nos parece mas segura, pues la etimología de Bendinat lleva el carácter arábigo. Segun la crónica real fué á propuesta de Nuño que el rey hizo esta visita á los cadáveres de los Moncadas.

 

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Estas obras de defensa y formacion del campamento no se verifiraron hasta la mañana siguiente, como espresa claramente la crónica real. «Durmimos toda la noche hasta el día, y cuando llegó la mañana, dijeron: mudemos, mudemos de posicion. Y dijimos entonces que atrincherariamos el campamento, etc.». Dichos trabajos provisionales que sirvieron tan solo durante la permanencia de la hueste en Bendinat, no deben confundirse con las trincheras y valla que refiere Desclot (§. 36) haberse construido enderredor de las tiendas, cuando se plantaron definitivamente al pije de los muros de la ciudad. La hora ya avanzada en que hubo de empezar el combate, las vicisitudes y duracion de este, el cansancio de caballos, ginetes y peones tan ponderado por los cronistas, no permiten suponer que aquel dia llegaran al término de su jornada y durmieran á la sombra de una poblacion enemiga. Ni tampoco es mas probable que la pompa fúnebre de los Moncadas y su entierra acompañado de sollozos y alaridos se celebrara á vista de los sitiados: la tradicion y las conjeturas históricas convienen en designar el sitio de su interino sepulcro ácia aquella loma, distante unas dos millas del campo de batalla, donde aun permanece solitario el viejo pino que lleva su nombre, si bien nos guardaremos de suponerlo contemporaneo de aquellos héroes. Y aunque la distancia en este caso hubiera hecho escusada la precaucion de ocultar con sendos paños las antorchas funerales á los que estaban dentro do los muros, no era tan ociosa respecto de los vigías y cuerpos avanzados que podía tener allí cerca el enemigo. El agua o acequia, como dice la crónica del rey, que pasaba por entre la division aragonesa y la catalana, aunque parece circunstancia mas aplicable al campamento establecido luego en la Real, pudo ser la de la indicada fuente de las Ermitas bien que escasa ciertamente. Por otro lado se hace dificil de creer que el ejército permaneciera acampado en Bendinat por ocho días, perdiendo un tiempo tan precioso; y sin embargo esto indica con mas claridad aun que Marsilio la crónica real, la que hablando de la colocacion de las tiendas y de la apretura de las sogas que las entrelazaban, añade: si que be durá VIII dias que no podia hom fer carrera en la host. Preciso es confesar que en este pasaje se advierte una confusion y vaguedad solo esplicable por algun vacío que deja la narracion incompleta. Coordinando pues los hechos esparcidos en las varias crónicas, y conciliando sus indicaciones del mejor modo posible, formamos el siguiente diario para comprender mejor la serie de los acontecimientos.

Miércoles 12 de setiembre. Combate general, muerte de los Moncadas y victoria alcanzada por los cristianos. Acampa el ejército al pié de la sierra de Portopí; cena el rey en la tienda de Oliver de Termens, y visita de noche los cadáveres de los Moncadas.

Jueves 13. Fortalécese con trincheras el campamento. Trátase de dar sepultura á los difuntos, y desde la puesta del sol empiezan los preparativos. La armada, unida ya con las galeras que surgieron en santa Ponza y salida de la Porrasa, sigue la costa y penetra en Portopí donde apresa á las embarcaciones sarracenas, anclando parte de ella en dicho puerto y la otra parte enfrente de la ciudad (Desclot §. 35)

Viernes 14. Entierro de los Moncadas al amanecer. Aquel mismo dia es probable, á pesar de la dificultad arriba espuesta, que siguiera el ejército su marcha hasta la ciudad. Desclot en el §. 35 menciona una soberbia quinta y huerta del rey sarraceno inmediata á la poblacion, donde las tropas cenaron de fruta y pernoctaron; pero no es creíble que para un corto trecho de legua y media empleara dos jornadas el ejército, haciendo alto en un punto intermedio al partir de Bendinat: mas probable es que esta circunstancia, aunque callada en la crónica del rey, se refiera a la noche del 12 que siguió á la batalla, la misma que pasó el monarca en la tienda de Oliverio, y que la citada quinta fuera el sitio donde estuvo por algunos dias el campamento. De buena gana la situaríamos en la llanura de la Real como punto el mas abundante en aguas y el mas á propósito para jardines; pero si bien es indudable que mas tarde acampó allí el ejército, no debió buscar un alojamiento tan distante y tan fuera de su camino en el mismo dia del combate.

 

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Este escelente razonamiento se halla sustancialmente en la crónica del rey. Los cuerpos de los Moncadas, exhumados despues de la conquista, es fama que antes de pasar al monasterio de Santas Cruces en Cataluña cuya fundacion atribuyen algunos á otro Moncada, yacieron por algun tiempo en nuestra pequeña iglesia del Sepulcro, antes mezquita, cedida en 1232 á los caballeros de aquella orden por la viuda é hijo del vizconde de Mearme.

 

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En el capítulo anterior dejamos al campamento asentado todavía en Bendinat, en este le encontramos ya al pié de los muros de la capital sin decir cuándo y cómo verificó su traslacion; y de este silencio resulta la confusion que he procurado esplicar en la nota 81. Las tiendas al principio se fijaron muy cerca de la ciudad, puesto que muchas de ellas y en especial la de don Nuño fueron destrozadas por los tiros de los sitiados, y por ventura estos inconvenientes obligaron á situarlas mas lejos en la Real; aunque un ejército tan numeroso bien podia estenderse por lodo el espacio intermedio, dándose la mano con la armada que bloqueaba la bahía. El sitio no se formalizó desde luego, pues cuatro dias despues de la batalla de Santa Ponza, es decir ácia el 16 de setiembre, pudo todavía el rey sarraceno, burlando la vigilancia de los sitiadores, introducirse en la ciudad con ocho mil hombres recogidos por las montañas. Sobre este estratagema y sobre las primeras operaciones del sitio véase á Desclot §. 36 y 37.

 

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El mismo testo nos dispensa de dar la esplicacion de estas máquinas ó ingenios de batir, que bajo nombres lemosines son los mismos que se usaban en la antigüedad. Fonevol deriva claramente de fundibulum, trabuco de madera que lanzaba enormes piedras contra los muros; manganel de mangánica ó mangonella término de la baja latinidad, que la crónica real denomina turquesco; el mantel o gala equivalia á la testudo romana, y servia para acercarse á las murallas á cubierto de las piedras y dardos que se lanzaban desde arriba. Los nombres de almayanech y algarrada parecen de arábiga etimología. El maestro que construyó el trabuco del rey, segun en su crónica se lee, llamábase Nicoloso, nombre al parecer italiano, y le sirvió de mucho en las campañas de Valencia.

 

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Su apellido era Fabre segun indican otros historiadores, y se le debe seguramente la ereccion del convento de dominicos de esta ciudad, bien que no llegó á residir en él, partiéndose de la isla en compañia del soberano.

 

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Estas palabras demuestran que Marsilio, no limitándose á ser un mero copista de la crónica real, vino en persona á la isla y consultó las tradiciones orales de los propios cautivos. Son además una preciosa indicacion de la suerte que cupo á la raza vencida, acerca de la cual tanta oscuridad é incertidumbre reina, mostrándonos sus restos aun existentes un siglo despues de la conquista, distinguiéndose así de los vencedores como de los esclavos forasteros comprados ó cogidos en corso.

 

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Quince años despues en 1245 fray Berenguer de Castelbisbal, á quien mencionan algunos como prior del convento de dominicos en Barcelona y compañero tambien de Fabre en la espedicion de Valencia, ocupó la silla episcopal de Gerona; y su recuerdo vá unido á uno de los atentados que desdoraron la gloria de nuestro conquistador, la prision del obispo y famosa mutilacion de su lengua. En el hecho no cabe duda, multitud de documentos publicados por el P. Villanueva y los continuadores de Florez lo comprueban, y basta oir como se espresa desde Lyon el papa Inocencio IV en carta al rey dirigida á 22 de junio de 1246: «Afirmaste que nuestro venerable hermano Berenguer obispo de Gerona antes que lo fuese habia alcanzado tanta autoridad en tu corte, que era tenido como el mas honrado entre los mayores; pero que despues, como tú añades, siendo traidor contra tí, tuvo la osadía de revelar cosas que tú le habias descubierto en el fuero de la penitencia, y tambien habia armado contra tí otras muchas y graves máquinas, por lo cual le mandaste saliese luego de tu reino: y habiendo alcanzado allí la dignidad episcopal, tú encendido con el calor de la ira le hiciste prender y con mandato sacrilego quitarle parte de la lengua. Así nos pedias que mandásemos salir de tu reino á dicho obispo, y á tí y á los partícipes en consejo, ayuda ó ejecucion se diese la absolucion de tan gran delito». El arrepentimiento y la reparacion de Jaime I fueron proporcionados á su crimen, y existen las humildes cartas que escribió al pontífice pidiendo su absolucion y dándole luego gracias por ella, la cual alcanzó en Lérida á 14 de octubre del mismo año ante muchos prelados y barones, prometiendo en penitencia entre varias obras piadosas la conclusion del monasterio de Benifazá y la del hospital de San Vicente en Valencia. Ignórase sobre que asunto recayeron las revelaciones de fray Berenguer que tanto enojaron al monarca; algunos creen que sobre su matrimonio clandestino con doña Teresa Gil de Vidaure, el cual no pudo sin embargo realizarse sino despues de fallecida ya la reina Violante; otros que sobre los proyectos del rey en órden á la sucesion de la corona, que descontentaron á su primogénito Alfonso, y casi encendieron una guerra civil. El obispo Castelbisbal, bien que perdonado por el rey, y que sin duda fuera depuesto por el pontífice á ser cierta la violacion del sigilo que se le imputaba, falleció fuera de su diócesis en Nápoles año de 1251. Llevaban su apellido caballeros muy principales, y entre ellos uno llamado Raimundo heredado con siete alquerías en el repartimiento.

 

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Cada una de estas rondas, segun Desclot, se componia de cien caballeros armados y de mil peones.

 

270

Prueba de que las lineas de circunvalacion no se estendieron sino mas tarde, y de que los reales debian estar muy bien defendidos por fosos y trincheras, siendo tan poca la gente que en ellos pernoctaba: su disposicion, dice Desclot, estaba tan bien ordenada como si fuese una ciudad.

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