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611

Véaselo que al respecto decimos al hablar de esa Imprenta en la pág. 193.

 

612

Beristain, t. II, p. 275.

Al final de los documentos del tomo VIII insertamos la dedicatoria que Arce y Miranda hizo a Eguiara del tomo III de sus Sermones, pieza interesantísima, notablemente escrita y que contribuye a dar no poca luz sobre la persona y método de vida de nuestro bibliógrafo. Recomendamos su lectura. (En esta nueva edición, los documentos siguen en este volumen. V. Documento Nº XXII pág. 377. -N. del E.).

 

613

García Icazbalceta, Obras, t. II, pp. 129-131.

 

614

Véase descrito el libro bajo el número 4242. (La Imprenta en México, tomo V. -N. del E.).

Por ese entonces la Academia había sido ya trasladada de sus salas de la Congregación del Oratorio a las aulas de la Real Universidad, cambiando su antigua denominación por la del Oratorio.

En la dedicatoria, escrita en versos latinos y que contiene alusiones y frases muy elogiosas para el fundador de la Academia, se advierte en la parte V, referente a la Biblioteca Mexicana, que estaba ya en víspera de salir a luz, «jam jam edendi ab ipso».

 

615

Rodríguez Arizpe, Funebris declamatio, p. 36, da la lista de estos anónimos en latín, y de la misma fuente la copió Beristain.

¿Cuáles son esos opúsculos? Del último de los mencionados, que describimos en el lugar respectivo, no puede caber duda alguna, como que su título no la admite.

El Método de la comunión espiritual creemos que, sea la Theorica y practica de la comunión espiritual, que salió a luz en 1737 (véase el n. 3478), se reimprimió en el año siguiente (número 3528), en 1738 y en otros. Tanto en la portada de ese opúsculo como en las de los otros cuyos títulos coinciden más o menos de cerca con los que les asigna Rodríguez Arizpe, como ser, la del Septenario de San José, cuya primera edición es de 1726 (n. 2896), se ve que era obra de un eclesiástico de la Congregación de S. Felipe Neri, circunstancia que, a no conocer la devoción que a ella profesaba Eguiara, sería de hacer dudar de que realmente fuese trabajo suyo. En igual caso se encuentran la Novena de San Pedro, de la cual conocemos la edición de 1754 (núm. 4193) que, a mayor abundamiento, en apoyo de nuestra sospecha, salió por la Imprenta de la Biblioteca Mexicana; la Novena de San Felipe Neri (n. 4184), de la cual conocemos también edición de aquel año y de la misma Imprenta. Habrá, pues, que añadir por lo menos estos dos a los «opuscula alia minutiora» de que habla Rodríguez Arizpe. (La Imprenta en México, tomo V. -N. del E.).

 

616

Lugar citado. De aquí tomaron el dato Beristain y Osores (Noticias biobibliográficas, t. I, p. 195). Precisa este dato el P. Vallarta en su Sermón fúnebre, p. 2, y antes se había consignado ya en el prólogo del P. López a la segunda edición de las Constituciones de la Universidad, según puede verse en la p. 191 del t. VI de esta obra.

 

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Ubivis praeterea concionum, librorum, lucubrationumque aliarum censurae, quas approbationes dicunt, excussae visuntur innumera: epistolae pariter, ultra celebrem illam de neoterica philosophia, typis notam, morales et asceticae tot reperiuntur, ut si cum censuris, thesiumque elogii et prolusionibus compaginari contingeret, pluteos non exiguos volumina replerent.»

Vamos a consignar aquí, en orden cronológico, la nómina de las obras en que Eguiara figuró con su aprobación o parecer, que servirá al menos para demostrar las muchas horas de trabajo que debió gastar en la tarea. Todas esas producciones suyas resultan llenas de erudición, prodigada de ordinario sin necesidad alguna, que tal era la costumbre de aquellos tiempos. Prescindiendo de esta observación general, tendremos cuidado de transcribir los párrafos de algunas de ellas que parezcan interesantes bajo otros conceptos. Son las siguientes:

1724. 8 de noviembre. -Ruiz Guerra, Letras felizmente laureadas. Como lo expresó Beristain, ese libro es «una descripción histórica de las fiestas y certamen poético con que la Real Universidad de México celebró la exaltación al trono del Sr. D. Luis I». El concurso que se pidió a Eguiara revela, pues, el concepto en que la docta corporación le tenía.

1725. 26 de junio. -Gutiérrez Dávila, El Vice-Dios de la Tierra. «Confieso, decía Eguiara, que el que se le pidiese su parecer, no sólo le lisonjeaba el gusto, sino que también le ofrecía ocasión de mucho logro». Baste considerar su afecto a los filipenses para explicarse que hablaba verdad cuando estampaba la frase precedente. Sospechamos que «el sacerdote devoto, amante hijo del esclarecido patriarca S. Felipe Neri» que costeó la impresión del folleto, no debió ser otro que Eguiara.

-3 de noviembre. -Fraguas, Santidad del templo. Es notable la metáfora con que Eguiara encabeza su dictamen y el estilo elegante y bien limado que gasta en él.

1726. 20 de febrero. -Fray Nicolás de Jesús -María, Christus de la virtud.

1727. 10 de Junio. -Díaz de Godoy, El espíritu de los Patriarcas. El autor era filipense y ya se está explicado con eso la inclusión de Eguiara entre los aprobantes.

1728. 3 de Marzo. -Oraciones funerales en las exequias de D. fray José Lanciego. La aprobación y los aplausos de Eguiara se extienden a los cuatro autores de los panegíricos que se registran en el libro. Con referencia a uno de ellos, don Bartolomé Felipe de Itta y Parra, se expresa así: «Y aquí es preciso arrimar la pluma, porque el especial título de haber sido su discípulo en la teología, debe serlo también para darme recusado de censor de este doctísimo sermón y hacer sospechoso cualquier elogio en que debiera destilar la gratitud y el amor. Acostumbrado, empero. a cursar las aulas de este gran maestro, no puedo menos que detenerme...»

-11 de septiembre. -An guita, El prudente peregrino. Dirigiéndose al provisor que le había pedido su parecer, dice: «aunque las honras con que la dignación de V. S. se sirve de elevar mi pequeñez, no son raras, porque mi gratitud las tiene experimentadas muy frecuentes, debo, no obstante, confesar que es peregrina la que recibo...» El provisor a quien se mostraba tan reconocido era don Francisco Rodríguez Navarijo.

1729. 6 de Febrero. -San Esteban Andrade, Titulo glorioso del Crucificado con Christo. Baste saber que se trataba de fray Antonio Margil de Jesús en aquel sermón, para comprender que los aprobantes fueron elegidos de entre los hombres más eruditos o celebrados por su literatura.

1730. 30 de enero. -Ximénez de Bonilla, El segundo quinze de enero. Este libro estuvo destinado a conmemorar las fiestas que se celebraron con motivo de la canonización de San Juan de la Cruz, y colaboraron en él con sus sermones los más famosos predicadores de la Puebla y México. El parecer de Eguiara resulta un tanto frío y ciertamente muy alambicado.

-18 de agosto. -Segura, Sermón de San Pedro, con alabanzas al autor, que hoy nos parecen exageradísimas.

-20 de Noviembre. -Mixares, Sermón de la Inmaculada Concepción.

1731. 10 de Mayo. -Mora, Anagrammas.

-3 de Junio. -Folgar, La mayor fortuna de la América. El aprobante declara reconocerse interesado en los aplausos al predicador por lo mucho que le estimaba.

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-18 de septiembre. -Elizalde. Retrato de la persona en el corazón, etc.

-13 de noviembre. -Cochet, La antigua Zacatecas.

-17 de diciembre. -Alvarado, Lágrimas gustosas.

1732. 23 de enero. -Cabrera, Viva copia del sagrado Machabeo. Aquí se le presentó a Eguiara la ocasión de corresponder a Cabrera los aplausos que éste le tributara en un día memorable de su carrera. «Discurría, expresaba, que fuese Argos mi entendimiento... para satisfacer el encargo del autor, á quien calificaría yo de tan entendido y docto como es, aunque la fama enmudeciese y a mi no me informaran las largas experiencias que tengo de sus estudios, talento y obras, con sólo verle tan desconfiado de su acierto, que llega a parecer escrupuloso; y ya, finalmente, para declarar mi ingenua admiración, arqueando cien cejas y abriendo otros tantos arcos triunfales, para cortejar debidamente al sujeto y autor de esta obra».

-8 de 'Mayo. -Vanda, Imagen de Christo.

-20 de octubre. -Cesati, La Omnium minima. Eguiara acredita aquí una vez más su afecto a la Compañía de Jesús, en lo que no hacía sino corresponder la distinción que ésta le manifestara elogiando por dos de sus miembros su primera producción oratoria en la reimpresión que de ella se hizo en Madrid.

1733. 19 de noviembre. -Guillén de Castro, Despertador catequístico.

1734. 3 de abril. -Folgar, Competencias de amor.

-9 de Junio. -Borruel, Christo dando acredita su deydad.

-21 de septiembre. -Villa, Sermón de N. S. de Guadalupe.

1735. 12 de agosto. -Zavaleta, Estabilidad permanente del gobierno religioso.

-8 de Noviembre. -Ponce de León, La Lámpara de los Cielos. «De buena gana me dilataría en los elogios de ambos [autor y mecenas] si por salir de mi pluma no pudiesen recelarse de sospechosos, por lo que quizás se discurrirían apasionados».

1736. 6 de junio. -Monterde, La mayor santidad de Joseph.

-9 de agosto. -Santander, Oración fúnebre.

1737. 4 de diciembre. -Mystica piedra quadrada.

1738. 5 de Mayo. -Villasánchez, Sermones varios.

-9 de agosto. -Ortega, El thesoro de la Santísima Trinidad. La más pobre de las piezas de su género que hasta entonces hubiera salido de la pluma de Eguiara.

-30 de septiembre. -Gutiérrez Dávila, Vuelos amantes de la sagrada Flor de Palermo. «Los vuelos de la pluma del mismo panegirista han arrebatado de muchos años atrás mi tardo juicio para su debida admiración y justo aplauso».

1741. 9 de noviembre. -Vera Cercada, El Patronato disputado. Vuelve a tener delante de sí una obra de Cabrera Quintero, disfrazado bajo de aquel seudónimo, y así, no es de extrañar que comience por decir que ha revisto propiamente [el opúsculo] pues, por confianza de su autor, lo tenía ya visto desde Marzo del año anterior.

1742. 18 de febrero. -Díaz de Godoy, Un altar renovado. Por tratarse de un amigo y filipense, por añadidura, Eguiara prodiga aquí el elogio a manos llenas.

-2 de marzo. -Fray Manuel de Santa Teresa, Instructorio espiritual. Habla con este motivo de la «especialísima veneración y tierno amor» que profesa a la Orden del Carmen.

. -7 de Junio. -González, Prosperidades de Obededón.

1745. 4 de Junio. -Espinosa, Chrónica apostólica. La más extensa de las aprobaciones de Eguiara, como bien la merecía una de las obras notables de su especie producidas en México, pero que en el fondo resulta sumamente vulgar y forzada en su desarrollo en el empeño de comparar el libro con una paloma.

1746. 9 de Marzo. -Blanco, Tractatus de libertate creata.

-26 de Abril. -Dallo, El Throno del Supremo Juez.

1747. 23 de Enero. -Arce y Miranda, Sermones. Aquí fue donde el aprobante, como no podía menos de ser tratándose de un tan gran amigo y admirador suyo, se esmeró en hablar con alguna claridad de las relaciones que ambos cultivaban y de los aplausos que se creía obligado a no escatimarle. Dice, pues, que todos esos sermones de Arce y Miranda son muy buenos, «como parto del grande entendimiento con, que lo dotó Dios y de la fecundidad que le ha comunicado, por beneficio del mismo Dios, su continuado estudio y laudabilísima aplicación al noble ejercicio de las letras: en las más amenas que llamamos humanas, en la latinidad, en la historia y varia erudición es floridísimo. Subtilísimo y promptisimo en la dialéctica, filosofía y metafísica. Muy docto y versado en toda la teología, o sea la que se ventila en las escuelas, ó sea la que se practica en los confesionarios, ó sea la que se maneja en los púlpitos. No menos erudito en la jurisprudencia, así canónica como civil, así especulativa como práctica. Y dejando ahora otros testigos muchos y abonados de esta verdad (sobre la cual yo también podría decir, y de experiencia bien antigua, pues ya pasan de veinte y cuatro años, si mal no me acuerdo, los que han corrido desde cuando lo manejé con mucha frecuencia en esta Universidad, siempre con créditos de muy aventajado y de los primeros de la escuela en latinidad y erudición, en filosofía y teología, en cánones y leyes) dejando, digo, estos testigos, sólo quiero que lo sean sus sermones».

-22 de octubre. -Martínez, Felizes anuncios.

1748. 15 de enero. -González, Florido ramo. De la aprobación prestada por Eguiara a esta pieza de una poetisa americana, hablamos en el texto. Es, sin duda, la más sabia de todas ellas.

-21 de Enero. -Diéguez, Espejo de luz.

-7 de Febrero. -Torrubia, La Consumación de Juan. Torrubia fué uno de los franciscanos más notables de su tiempo y el haber solicitado para su trabajo la aprobación de Eguiara, demuestra bien a las claras el concepto en que le tenía.

-4 de agosto. -Campos, El Iris, diadema inmortal. Otra prueba de lo que decíamos al hablar del sermón anterior se encuentra aquí de la reputación de Eguiara, llamado a emitir su parecer en la obra destinada a dar cuenta de las fiestas con que se celebró la elevación al trono de Fernando VI.

-14 de Noviembre. - Oviedo, La quinta esencia del amor. El P. Oviedo fué uno de los jesuítas más reputados en México por su erudición y los elevados cargos que desempeñó en su Orden.

1749. 29 de mayo, -Fray Nicolás de Jesús María, La Cáthedra en concurso de opositores. El orador era entonces provincial de los carmelitas.

-21 de Agosto. -Luyando, El hijo propio de Christo.

-26 de Agosto. -Reynel, El peregrino con guía.

-19 de Octubre. -Fernández, El universal patrocinio de San José.

1750. 12 de Enero. -Lazcano, Opusculum theophilosophicum. El parecer de Eguiara está escrito en latín, como toda la obra. Lazcano fué también un jesuita célebre. Estas repetidas muestras de confianza que le dispensaba la Compañía de Jesús tratándose de sus miembros más conspicuos, denota bien a las claras los buenos términos en que Eguiara se hallaba con ella y el aprecio que se tenía de sus prendas. En el número siguiente encontraremos una nueva confirmación de estos hechos.

-9 de Febrero. -Paredes, La luz de la luz.

-13 de Marzo. -Tovar, El arcángel redemptor de el cuerpo.

-13 de Septiembre. -Martínez, Conjunción de Cielo y Tierra.

-Octubre. -Moreno, La vida instantánea.

1752. 20 de Abril. -Fernández, La Redentora del Mundo. El parecer de Eguiara está escrito en forma de carta al autor, a quien le dice que ha leído la obra con singular complacencia, «no solamente por el amor que a Ud. profeso y la estimación que siempre se han merecido sus talentos y letras, desde que le manejé en las aulas de nuestras escuelas, cuando sus flores eran frutos muy maduros en la filosofía, teología y jurisprudencia, prometiéndolos nada inferiores en la oratoria».

1754. 17 de Agosto. -Oviedo, Succus theologiae moralis. En latín, como la obra que aprobaba.

-13 de Octubre. -Hidalgo, La nueva Ruth de la Gracia: obra de otro jesuíta, como también la subsiguiente.

-19 de Diciembre. -Miqueorena, Vida de Sor Michaela Josefa de la Purificación. Este libro se publicó en la Puebla de los Angeles, en 1755.

1755. 9 de Febrero. -Pazuengos, María Santísima dechado de Religiosas.

-20 de Febrero. - Valderas, Sermón de San Pedro. Supo Eguiara en su parecer dejar sin sentimiento a las Ordenes Regulares de Nueva España, cuyos servicios a la causa de la fe en América el orador consideraba muy inferiores a las del Clero Secular.

-10 de Marzo. -Castro, Primera Regla de Santa Clara. En su parecer el informante nos advierte que detuvo la publicación de aquella obra la muerte de su autor, que hubo por esa causa de completar con las últimas advertencias su sucesor en la vicaría del Convento de Corpus Christi, fray Manuel Ximénez.

-15 de Marzo. -Fray Lorenzo del Santísimo Sacramento, La Religión del Carmen.

-29 de Agosto. -Medrano, La reformación del Hombre.

-23 de Octubre. -Náxera, Altar mystico de Jesús.

1757. 21 de Enero. -Ponze de León, El Patronato de la Virgen de Guadalupe. Hace aquí una enumeración de las obras del autor impresas e inéditas.

-12 de Marzo. -Elogios fúnebres de la Real Universidad a la memoria del obispo Flores. Obra propiamente universitaria y en la cual no podía faltar el concurso de su antiguo catedrático y rector, mucho más tratándose de un colega suyo en el episcopado.

-20 de Junio. -Alvarez de Guitián, Vida de Jesu-Christo.

-25 de Agosto. -Elogios fúnebres de la Real Universidad a la memoria de D. Francisco Rodríguez Navarijo. Este había sido maestrescuela de la Catedral, y «cuando la memoria de un sujeto a quien tuve por compañero no poco tiempo, dice Eguiara, y por amigo muy antiguo y apasionado, me excita a la ternura más dolorosa; su fama póstuma, tan debida y diestramente celebrada, me ministra aquella especie de consuelo que puede apetecer la amistad más fina y verdadera».

1758. 14 de Febrero.-Gauna, Sermón de Nuestra Señora de Guadalupe.

-14 de Febrero. -Muñoz, La mina de la Virgen. Como se observará, éste y el anterior, parecer los dató Eguiara el mismo día.

-2 de Junio. -Villasánchez, Rosario mental. Desde años anteriores, conviene observar, que el nombre de Eguiara se ponía siempre el primero entre los de los aprobantes y que sus pareceres los daba por encargo de los Virreyes.

-17 de Junio. -Valderas, Sermón de N. S. de Guadalupe.

-15 de Agosto. -Rodríguez, Sermón del Patronato de la Virgen de Guadalupe.

-17 de Agosto. -Rosal, Los empeños de Santa Isabel.

1759. 17 de Febrero. -Lazcano, Sermón panegyrico al Patronato de la Imagen de Guadalupe.

-6 de Marzo. - Cigala, Cartas al P. Feyjoo. Con motivo de haberle comunicado Cigala la segunda de esas Cartas, Eguiara le dirige la que se inserta entre los preliminares de la obra, manifestándole «singularísima complacencia» por haberse empleado en vindicar el honor de las Universidades Españolas, así Europeas como Americanas; de todas las cuales, expresa, desearía yo tener amplísimos poderes para gratificar el obsequio que Ud. les hace, y juzgo tan acreedor a la gratitud de las Escuelas, como apreciable el respecto debido á sus profesores, á sus alumnos y á sus aulas, que todas y todos se desairan, desairando á la filosofía aristotélica, la cual les hace el fondo, y principalmente á la teología llamada por antonomasia escolástica».

-12 de Marzo. -Becerra, Ostentación de la Divina Omnipotencia.

-22 de Septiembre. -Torres, Año Josephino.

1760. 18 de Enero. -Montalvo, Sermón de la dedicación del Hospital de los Terceros.

-17 de Marzo. -Camarena, Fúnebre demostración de las honras del P. Mazariegos.

1762. 12 de septiembre. -Cabrera, Gloriosa exaltación de la mystica Piedra Maravilla.

Las tareas de aprobante ocuparon a Eguiara, como se ve, muy cerca de cuarenta años. Iniciólas en la plenitud de su vida, cuando ya su talento y su erudición estaban madurados, y sólo vino a cesar en ellas en las vísperas de su muerte, puede decirse. Esas piezas habían constituído las delicias de los sabios de aquella época, pero hoy sólo sirven para darnos testimonio del pésimo gusto que en ese orden dominaba entonces en México, como en todas las colonias hispano-americanas.

 

618

En el sermón fúnebre del P. Vallarta, que intituló El sabio con aprobación de Dios, se encuentran algunos datos de Eguiara y de su obra, que son de bastante interés. Dice, por ejemplo, que la publicación de la Bibliotheca Mexicana le costó cuatro mil pesos fuertes.

«¿Quién ignora, añade luego, que el doctor D. Juan de Eguiara fué un hombre sabio? Sábenlo así los que saben por su propia experiencia, ya habiéndolo oído en los generales de las escuelas, ó desde la barandilla objetando réplicas tan eficaces como medidas, ó sobre la cátedra dando respuestas tan adecuadas como prontas; ya habiéndolo también oído con general aclamación en los púlpitos; ya leyendolos escritos espirituales, teológicos, eruditos y críticos, que dió á luz (dejó escritos veinte y nueve tomos en 4º de pláticas, vespertinos, Vida del P. Sosa, y otros asuntos de consultas y obras latinas, así en prosa como en verso), y ya sabiendo las resoluciones que daba frecuentemente á las dudas sobre que se le consultaba. El nobilísimo Ayuntamiento de esta imperial ciudad y la ilustre Congregación del Oratorio de San Felipe Neri sabían que era ya sabio en el año 747, cuando en cartas que dirigieron á nuestro Católico Rey testimoniaron que era su sabiduría acreditada y manifestada, entre otras cosas, en que ningún caso de gravedad se decidía en esta Corte sin su dictamen, y en que había escrito algunos tomos interesantes á la misma Congregación, y predicado diez y seis años en sus oratorios cada quince días sobre el Evangelio ocurrente, sin embargarlo sus tareas de Cátedra en esta Universidad, ni las consultas del Santo Tribunal de la Inquisición, que le hacía como su calificador de oficio. ¿Y quién sabe mejor que fué sabio su doctor Eguiara sino esta misma Universidad? Porque le consta (por certificación impresa de su secretario D. Juan Imaz, sujeto conocido por su prudencia y conciencia delicada, que murió el año pasado de 1761), que desde los diez años de su niñez, aprendida la gramática latina, comenzó á cursar sus escuelas, y ganados con crédito los cursos de facultades mayores, á los diez y nueve se graduó doctor en teología, sufragando á su aprobación el claustro de teólogos, nemine discrepante; á los veinte y siete obtuvo en oposición la cátedra temporal de filosofía; á los veinte y ocho la de vísperas de teología, y después la de prima; en cuyas regencias dictó y compuso tres tomos en folio de cuestiones teológicas y teojurídicas que dispuso para la Imprenta (imprimió uno en México el año de 1746, y envió á España los otros dos para que se impriman). Le consta que leyó veinte veces hora y hora y media en concursos á cátedra ó canongía, y de ellas sacó á luz tres en los moldes: que presidió más de cien funciones de grados y actos; que hizo el Inicio latino para abrir los estudios, cerradas las vacaciones de otoño, con el término de seis días. Le consta también, que por veinte y un años dirigió la Academia de Teólogos en esta Universidad, y en ella presidió todas sus conferencias escolásticas y morales: leyó otras veinte lecciones de media hora, y compuso diez y siete oraciones panegíricas. Le consta, finalmente, que formó tres tomos en folio de la Bibliotheca Mexicana, y dejó dispuestos y colectados materiales para otros dos, con que se termine.

»¿Y qué? Aún los menos entendidos, aún los de el ínfimo carácter, supieron la sabiduría del doctor Eguiara, por la pública voz y fama, por verlo votado en primer lugar con asociado para la canongía lectoral de esta Metropolitana, cuando era su edad treinta y cuatro años; y votado después solo para la magistral, en que fué provisto casi quince años antes de su fallecimiento, sin que ni la avanzada edad de cincuenta y uno, ni la salud quebrantada, ni sus muchas tareas le embarazaran el predicar en su iglesia los sermones de el mayor empeño, y algunos saliendo de el coro al púlpito en la repentina falla de el predicador: por verlo también nombrado del Iltmo. Sr. Arzobispo de esta Diócesi para su consultor ordinario y teólogo de su Cámara: y presentado por la Real Persona para la mitra de Yucatán: y, últimamente, por verlo colocado conforme á su mérito en la maestrevolla de su Iglesia y en la Cancelaria de esta Universidad. Esto es lo que se sabe.

»No lo veíamos cuando argüía? Con qué modestia! Con qué sinceridad! Cómo aplaudía la solución si le llenaba! Cómo no baldonaba la respuesta que no le satisfacía! Y no lo vemos en sus disertaciones impresas? Cómo, aunque adelanta con ingenio, procura la solidez! Cómo se afirma en las Escrituras, en los Concilios, en los Padres, en la razón! Cómo se sujeta á ajeno dictamen y no se avanza presuntuoso á defender por sí sólo lo que le parece!

»Véanse sus impresos y escritos, así teológicos como predicables; allí se verá su estudio de los Padres y de los teólogos; allí el de las Escrituras, allí el aprecio con que se valía de sus textos para el afiance de sus doctrinas y de sus pensamientos; no dejando toda la prueba á la razón ni á la elocuencia, ni pretendiendo que se diera fe y crédito á sus discursos por sola su autoridad.

»Y ya sabemos que en la teología escolástica fué sabio el doctor Eguiara. Y si estamos á la inteligencia de el solidísinio Alapide, habló aquí el Eclesiástico de la teología y ciencia moral, que se sostiene sobre la autoridad de los doctores clásicos y la razón. Y el doctor Eguiara reconociendo la utilidad y dignidad de esta parte de la teología, se entregó también á su estudio: como lo hizo ver en las cuestiones teojurídicas que dictó, en las consultas á que respondió y en los penitentes á quienes dirigió. Y de qué especie fué su moral? Como lo quería Dios en el eclesiástico, fundada en la autoridad de moralistas de crédito y en las deducciones que hace el discurso. Porque ¿no es así, que seguía y veneraba la autoridad de los Raimundos, de los Antoninos, de los Conrados, los Navarros, los Medinas, los Soto, los Rodríguez y los Molinas? ¿No es así que, informado ya bien su juicio en su estudio, ponía después en balanza las razones para opinar, indagando con sutileza, arguyendo con eficacia, combinando con discernimiento y deduciendo con probabilidad?»

Más adelante expresa: «Sirvió, y sirvió mucho en esta sorbona mexicana; en sus generales, siendo su doctrina con la que supieron muchos: en su academia, siendo su dirección, quien la mantuvo tan floreciente, que á vista de sus progresos le dió un discreto (el P. Nicolás de Segura, jesuíta conocido por sus impresos teológicos y, predicables, que murió el año de 1743) el esclarecido nombre de Bienhechor de las letras; sirvió en su claustro, siendo en su voto el que daba luz (á bien que me oyen los que lo escuchaban); sirvió en la Congregación Filipense, siendo uno de los que más promovieron su instituto. Sirvió en su venerable Cabildo, siendo quien le desempeñaba su respetable púlpito; al Iltmo. de la Puebla, ejerciendo á su nombre y veces el empleo de inquisidor ordinario; á su Iltmo. Prelado, siendo sinodal diocesano, consultor y teólogo de su Cámara; y sirvió á su Rey, escribiendo para el honor y aliento de sus vasallos la Bibliotheca Mexicana, de que se dió por tan bien servida su Real Clemencia, que le hizo el distinguido honor de escribirle que quedaba esperando con gran satisfacción de el servicio que se le hacía.

»No salió, es así, de México, su patria, el doctor Eguiara.

»Desde el amanecer de su entendimiento, y al rayar la luz de su razón, estuvo despierto para buscar al Dios que lo crió; porque según informa sujeto de su íntimo trato y conocimiento, desde su niñez le entregó á Dios su corazón; desde entonces celebraba su confesor la limpieza de su conciencia, su abstracción de los juegos, aún los pueriles, su retiro de malos compañeros, su aplicación al estudio, su frecuencia de sacramentos: desde entonces también se acostumbró á tener los ejercicios espirituales de San Ignacio,... y practicó tener cada mes un día de retiro, en que vacar á la meditación de las verdades eternas.

»Y después en el resto de su vida su oración era cuotidiana, sin faltar á ella aún en el embarazo de sus grandes tareas... pidiendo perdón de sus pecados y culpas, como lo hacía el doctor Egulara. Es terminante en este punto el hecho que se me ha referido: que la noche víspera de que se votara la cátedra de prima, que obtuvo, omitiendo otras diligencias de pretendiente, se retiró al Oratorio San Felipe á sus ejercicios y en ellos castigó su cuerpo con crudos golpes de una tirana disciplina... Esto fué esa vez. Y lo ordinario era que acompañaba á la oración de todos los días mortificaciones exteriores y penales, que eran también diarias, muchas y rigorosas. Tal era el uso de los cilicios de alambre que se ceñía y con que se lastimaba hasta teñirlos en la sangre que le sacaban. Tal era también que padecía una sed insaciable, y no bebía más que una vez al día quince tragos de agua, y en la comida la tomaba cuando estaba inapetente, por obedecer: y cuando sentía gusto en ella, se lo negaba, arrojando pronto, sin tragarlo, el bocado, luego que empezaba á gustarle. Y tal era su vida de continuo y atareado estudio; y éste tenido en una salud habitualmente achacosa y quebrantada. Y mayor penitencia era el interior vencimiento de sus pasiones, que fué tan heroico cual se dejó ver una vez que en el público de la Secretaría de esta Universidad, siendo su actual rector, y por eso más respetable, se echó á los piés, para besárselos, de un cursante joven, que con desvergüenza se le quejó de una pretensión que le había negado.

»Predicó con abundancia, pues apenas contaba veinte y dos años de nacido, apenas fué diácono cuando comenzó á predicar, y predicó tanto, que llegaron á ser cosa de cuatrocientos sus sermones morales en las dominicas, y á componer veinte y ocho tomos de cuarto de varios que predicó, sin otros, que dijo por apuntamientos.

»En las plazas, calles, esquinas, hacía pláticas de doctrina cristiana al campo árido de la plebe ignorante, que más necesitada estaba de su riego. Predicó por sí mismo y predicó por otros, porque alentó con su ejemplo y persuadió con sus exhortaciones á que otro se dedicara al mismo ministerio, al que le mantenía tan celoso aprecio, que solía asistirle al predicador á la escalera de el púlpito.

»El doctor Eguiara no era pobre que pidiera limosna, porque de sus ricos y caballeros padres heredó caudal, y sus empleos literarios le rentaban para sus alimentos. Es verdad, pero algún tiempo no le faltaron necesidades por efecto de su honradez.

»Se vestía lo que le daban, sin escogerlo, dejado al arbitrio de su doméstico. Ya lo veíamos cuan modesto y cuan preciso era en su vestido y en todo su porte. Con lo que no queda duda á la verdad de lo que se informa, que jamás solicitó intereses algunos para sí mismo; bien que los procuró para otros, porque para otros, para servir á su patria, á su Universidad y al mérito de los hombres esclarecidos, trajo de Europa, con costo de algunos miles, la imprenta que dedicó á la Bibliotheca Mexicana; para otros eran sus rentas, cuyo importe distribuía en limosnas, manteniendo algunas doncellas en conventos y fuera algunas familias, aparte de lo que diariamente repartía por mano ajena á los mendigos.

»¿Quién lo encontró en las diversiones? Una vez lo llevaron á una fuera de México, pero allá lo veían retraído en su retrete en oración, ó estudiando. Acá no se le veía sino en su cátedra, ó en su iglesia, ó en su oratorio (el de los Padres de San Felipe Neri), ó en su confesionario, ó en su casa, y en ésta metido con sus libros, tratando con los autores.

»¿Y cuál fué la austeridad con su cuerpo? Ya insinué de ella. Fué penitente en el comer, penitente en el beber, penitente en el vestir. penitente en el estudiar y penitente de mano de Dios, que le dispuso una salud siempre achacosa y sujeta á varias penalidades, y una conciencia escrupulosa, que lo hacía ser rígido consigo mismo, no aliviándole este tormento toda su sabiduría; aunque para otros, como atestiguan de propia experiencia, era de una moral muy benigna, contentándose para dar dictamen con probabilidad bien fundada, sin buscar estrecheces en la seguridad.

»¿Y cuál fué su limpieza? Su niñez nada ociosa ni inquieta y muy aplicada á las tareas de el estudio y bien acostumbrada á la frecuencia de sacramentos. ¿qué dejan inferir? Y su estudio después continuo de la teología y de las Escrituras, ¿qué pudo producirle? Y más cuando no le quitaba este estudio la penitencia constante, la oración cuotidiana y la meditación frecuente de los novísimos. Allá sus hijas en el espíritu le han pintado su retrato, poniéndole en una de sus manos una azucena, símbolo que es de la entereza virginal.»

Y ya que se trata del retrato de Eguiara, cúmplenos decir que, además del que menciona el P. Vallarta mandado ejecutar por las Capuchinas, se pintó el otro que ofrecemos aquí a nuestros lectores y cuya fotografía debemos al señor Andrade.

 

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Página 365.

 

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Storia antica del Messico, Cesena, 1780, 49, t. I, p. V.