231
Historias sagradas, etc., H. 9, c. 2.º, corona X.
232
Gobierno eclesiástico, t. II, pág. 266.
233
Llamábase en ese entonces cementerio de una iglesia la plazuela que de ordinario se ve al frente o al costado de los templos. Aún hoy en Quito, por ejemplo, reúne el párroco los días festivos a los feligreses en la plazuela o cementerio.
234
Tomo 2.º, pág. 161.
235
Don Pablo Herrera, Ensayo, etc., pág. 89. Pueden verse en el Teatro eclesiástico de las Indias occidentales del maestro González Dávila (t. 2.º, pág. 250); en Ovalle, pág. 433; en Carvallo, t. 2.º, pág. 50; Torres, lug. cit.; y en Eyzaguirre, Historia de Chile, los elogios tributados a Villarroel.
236
Olivares, Historia de los Jesuitas, pág. 141. He aquí como cuenta el marqués de Baides la vuelta de Villarroel a Chile... «Y arrojándose a la cordillera por Navidad, (lo que no sucedió otra vez) estaba tan cerrada que no pudiendo bajarla a mula, sin evidente peligro de la vida, se puso en otro peligro mayor, que fue ir rodando por la nieve más de cinco mil estados arrastrándole con una soga en un pellejo: y como los valles hondos igualaban los montes con la mucha nieve pudiera (como ha sucedido algunas veces), hundirse y ahogarse, y por su buen celo lo libró Dios de este peligro, pero con tanto trabajo, que cuando en algunas mesas de las cuestas quería sudando descansar un poco le recostaban sobre la nieve y le cubrían con la capa de un paje. Llegó al desierto de Uspallata con una recísima calentura, y habiéndole perdido su cama y no llegando las de sus criados, se acostó sobre la piel de un toro, y para comer no tuvo más regalo que un poco de cecina tostada y molida, sin más pan que un poco de maíz. Y uno de los señores oidores me dijo que esta no fue visita sino una misión apostólica». Gobierno eclesiástico pacífico, preliminares. Véase también a Rosales, t. I, pág. 198.
237
Historia general, t 1, pág. 205.
238
Vicuña Mackenna, Historia de Santiago, I, 231.
239
Regalía de España, pág. 17.
240
Tomo I, fol. 68.