Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
 

291

El padre Enrich se inclina a pensar que esta mutilación ha sido intencional, causada probablemente por los deudos de aquel mal infamado gobernador. El señor Vicuña Mackenna parece que ha dudado, según se deduce de lo que expresa en la pág. XLII de su hermosa Introducción, si la obra de Rosales pasó o no más adelante del libro X. A nuestro juicio esta duda no tiene razón de ser, pues que el mismo Rosales declara en la pág. 20 del tomo I que la obra consta de doce libros, según puede verse en el trozo suyo que acabamos de transcribir en el texto.

Pero acaso se dirá que como esto lo declaraba al comienzo de su obra, pudo muy bien suceder que en realidad no hubiese pasado en la redacción más allá del libro X; mas, esta objeción se desvanece fácilmente cuando sabemos que en el mismo tomo I, tiene referencias al año 1674, es decir casi con posterioridad a un decenio del día en que había concluido la obra (1666). Es, pues, evidente que la Historia general tuvo doce libros, y que, por consiguiente, la mutilación que hemos indicado es mucho mayor de lo que se cree.

 

292

Historia general, t. II, pág. 120 y sigts.

 

293

Vicuña Mackenna, Introducción tantos veces citada. Hay una circunstancia de la vida de Rosales que no hemos tocado, y es la fama de santo, o cosa parecida, de que según parece gozó en Chile. Bastará con que citemos un hecho que refiero Córdoba y Figueroa en la página 274 de su Historia. Hablando este autor de la muerte del sargento mayor don Bartolomé Gómez Bravo, inhumanamente despedazado por los bárbaros en un encuentro fatal a las armas españolas, expresa «que estuvo por cierto que a la hora de su muerte se le apareció al padre Diego Rosales, su amigo íntimo y ejemplar religioso de la Compañía de Jesús».

 

294

Prescindiendo del terminante aserto de Rosales, cierto es que el ánimo se siente inclinado a dar asenso a la existencia de una doña Catalina de Erauso cuando se presentan pruebas como en fe de bautismo, sus memoriales, el testimonio de personas que trataron con ella, etc. El mismo maestro Gil González Dávila en su Historia de la vida y hechos del ínclito monarca don Felipe I, cap. 14, pág 223, dice, refiriéndose a esta mujer singular: «... Volvió a España, y entró en Madrid por el mes de diciembre de 1624, y estuvo en mi posada en hábito de soldado. Vi sus heridas, y la historia de sus hechos en fes de sus capitanes. Uno de ellos me dijo que fue de los primeros en las ocasiones». Don José de Saban y Blanco en su Continuación de las tablas cronológicas de la historia de España, año de 1608, hablando de las luchas de los araucanos, se expresa de la manera siguiente: «En todas estas batallas se halla Catalina de Erauso..., la cual militaba vestida de soldado, y llegó al grado de alférez, y después volvió a Madrid a pedir el grado de capitán...». En resumen, es innegable que hubo una Catalina de Erauso, pero puede afirmarse que no son suyos los hechos que lo atribuye el ignorado autor de su Vida.

Bernardino de Guzmán, en cuya casa estuvo residiendo en Madrid doña Catalina, publicó en 1625 un pliego en 4.º de letra metida, en que da cuenta de las aventuras de su huésped hasta el momento en que fue descubierto su sexo, y parece que se proponía hacer lo mismo con las que siguieron, según se desprende del final de la Relación verdadera de las grandes hazañas y valerosos hechos que una mujer hizo en veinte y cuatro años que sirvió en el Reino de Chile y otras partes al Rey nuestro señor, en hábito de soldado y los honrosos oficios que tuvo ganados por las armas, hasta que le fue fuerza el descubrirse, dicho por su mesma boca viniendo navegando la vuelta de España en el galeón San Joseph, etc. ¿Madrid?, 1625. Dícese que hay una segunda edición de 1629 de este documento hoy rarísimo. Don José María Torres que editó la Historia de la Monja-alférez (París, 1829, 24.º) pensaba que era una primera impresión la de su libro, porque jamás consiguió ver aquél. Este mismo año de 1829 se tradujo al francés dicha historia en un formato análogo. Conocemos tres ediciones más en castellano: una hecha en México en 1653, otra en Barcelona en 1838, 16.º, y otra en Lima en 1875 (Colec. Odriazola).

Con el mismo título de La Monja-alférez escribió el conocido don Juan Pérez de Montalván una comedia famosa en verso, que corre impresa a continuación de la Historia de esta mujer célebre, estampada en París en 1829. Las dos primeras jornadas pasan en Lima y la tercera en Madrid, quedando inconclusa la acción, porque como en la titulada autobiografía, a cuyos dictados se amolda en un todo la pieza del dramaturgo español, la noticia de los hechos de doña Catalina sólo llega hasta esa parte de su vida. Es inútil que insistamos en estudiar al autor Pérez de Montalván porque su nombre corre acreditado en cualquiera de los resúmenes de la literatura de nuestra lengua.

Son numerosos los estudios críticos publicados acerca del libro y de los hechos de la monja española. Pueden verse, entre otros, los de don Andrés Murial, Revue encyclopédique, t. XLIII, pág. 742; Alexis Vallon, Revue des Deux Mondes, 1847; Antonio Latour, Revue britanique de Paris, 1869; R. Cortambert, Les ilustres voyageuses, Paris, 1866, 8.º; B. Vicuña Mackenna, Miscelánea, t. I, pág. 232; don Barros Arana, Revista de Santiago, t. I, pág. 225.

 

295

Rosales, Historia, lib V. t. II, pág 453.

 

296

Prescindiendo del error de Molina acerca del huemul que tanto que cavilar dio a los naturalistas, hemos visto en Amsterdam una lámina, que Muller en su Catalogue refiere a 1780, en que se ha dibujado un animal con cabeza de hombre, cabellera de león, dos alas, y una cola de delfín, que se decía descubierto en Chile. Parece que el grabado y sus correspondientes indicaciones se repartieron en la capital de Holanda como un aviso para atraer gente en una exhibición que se iba a hacer del supuesto monstruo.

 

297

Historia de la Lit. esp., t. I, pág. 324. La Historia tragi-cómica de don Enrique de Castro se imprimió en París en 1617 cuando su autor no contaba más de veinte y nueve años. «Brunet dice, refiriéndose a Nicolás Antonio, que hay otra edición de París de 1621; pero yo no encuentro semejante noticia por más que he registrado la Bib. nova» (Salvá; Catálogo, t. II, núm. 1875. Dos años antes había impreso los Engaños de este siglo (Nicolás Antonio, Bibl nova, t. II, pág. 358). «Presumimos, añade Ticknor, que también escribió algo en francés», y en efecto, el eminente historiador norteamericano no se engañaba, pues con dos años de posterioridad a los Engaños dio a la estampa otro libro del mismo género de los anteriores, titulado Aventures héroiques et amoureuses du conte Raymond de Toulouse, et de don Roderic de Vivar, París, 1619, 16.º.

De las obras de Loubayasin de Lamarca la que gustó mas fue los Engaños de este siglo y historia sucedida en nuestros tiempos, (París, 1615, 12.º) al menos a juzgar por las ediciones que obtuvo. En 1618 fue vertida al francés por Du Bray (París, 1618, 22.º); en 1639, por Dejanés, traducción que alcanzó varias ediciones. Por fin, fue también imitada por un autor desconocido que la publicó bajo el título de Histoire de Cocus (Constantinopla, 1741, 16.º) y que fue reimpresa en varias ocasiones, entre otras, una en La Haye en 1746. Por último, otro autor anónimo, de quien tomamos las indicaciones anteriores, la ha reimpreso en San Remo en 1875.

 

298

Rosales Historia general, t. I, pág. 217. Recomendamos la lectura de este pasaje de Rosales, por el curioso hecho o fábula que apunta hablando de Ferrufino. Aquel mismo autor prometió en la pág. 148 del 2.º volumen de la obra de tratar a la larga de Ferrufino en su Conquista espiritual de Chile.

 

299

Ovalle, que ha sido seguido en esto por Pinelo, señala a varios jesuitas autores de escritos de esta naturaleza, entre los cuales merece recordarse el padre Vicente Modollel, (cuya vida ha escrito Rosales) y a Luis Bertonio, quien a 24 de enero de 1615, dirigió al jesuita Francisco Rosca una Relación de los sucesos del Perú y Chile (Hist. rel., lib. 7, cap. V; Epítome, 2.º, c. 651; y sobre todos, a Diego de Torres, hombre de ordinario tan celebrado en los escritos de los autores jesuitas, especialmente en Lozano que habla de él a la larga en el lib. 4.º de su Historia de la Provincia del Paraguay. En nuestra Biblioteca Nacional hay una larga Carta suya dirigida al general de la Orden, que está sin firma, pero que es fácil determinar por los fragmentos que cita Ovalle en los capítulos 4, 5 y 6 del lib. VII, y en el octavo del lib. VIII. Torres es también autor de los Comentarios del Perú, breve relación del fruto que se recoge en los indios del Perú, impresa en 4.º en 1604, y traducida y publicada en Roma en 1643, y en Venecia en el año siguiente en 8.º Juan Hay hizo también una traducción latina que se dio a la estampa en Maguncia y Antuerpia 8.º, 1604, 1650. (Pinelo, Epítome, 4.º, co. 642.

Rosales apunta, asimismo, que la vida del padre Juan López Ruiz que se encuentra en su Conquista espiritual de Chile ha sido tomada de la que escribió el padre Luis Santistevan.

 

300

Págs. 743-757. Veáse Eyzaguirre, t. I, pág. 470. Briseño reproduciendo esta noticia, supone que el libro ha sido impreso. (Estad. bibl. pág. 526. Ferrufino había sido compañero de Venegas, con el cual se embarcó en Concepción por octubre de 1608, cuando aún no había concluido sus estudios para ir a misionar a Chiloé, donde permanecieron dos años. Llamado después a Santiago, vino aquí a terminar sus estudios: Lozano, pág. 31, t. II.