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Puede ser Santiago, pueblo de la provincia de Chucuitos, por donde, viniendo del Río de Oro, tenía que pasar caminando hacía la Plata.

 

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Sin duda que perdió estos realejos que dice al juego, al que doña Catalina fue siempre apasionada, como lo manifiesta ella misma en el curso de esta relación histórica de su vida.

 

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Quiere decir sobre lugares de preferencia en la iglesia.

 

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Que un alcalde ordinario, lego, de malas entrañas y sin asesorarse, cometiese un atentado semejante, pase; pero que un juez togado atropellase de un modo tan violento, condenando a la bárbara prueba de la tortura, a dos personas exceptuadas por la ley por razón de privilegio de nobleza, no se comprende fácilmente sin suponer un interés poco digno de un magistrado recto. Que éste no lo era, lo prueba ciertamente la relación de la Monja Alférez, pues pudo más con él una esquela de doña Catalina de Chaves, que iría acompañada de alguna fuerte dádiva, que la ley, que favorecía en esta parte al reo.

 

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La provincia de Chayanta, que se llama también de Charcas, es un corregimiento del Alto Perú que confina por el Norte con la provincia de Cochabamba, por el Noroeste con el corregimiento de Oruro, por el Este con la provincia de Yamparáez, por la de Sudoeste y Sur con la de Porco, y por el Oeste con la de Paria. Su capital, que también se llama Chayanta, dista unas diez y seis leguas de la ciudad de La Plata.

 

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El carnero de la tierra es la llama, cuadrúpedo indígena de la América meridional, muy parecido al camello, aunque mucho menor, cubierto el cuerpo con una especie de lana muy larga. Es animal de carga muy manso y el único que los naturales del Perú habían domesticado antes de la conquista. La aspereza de la sierra del Perú y la falta de pastos hacen a este animal, sufrido y frugal, necesario para los transportes, a pesar de que apenas carga más que tres arrobas de peso y de que hace jornadas muy cortas e irregulares.

 

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Hay dos pueblos de este propio nombre en el Perú. El primero está en el corregimiento de Andahuailas, y el segundo en el de Conchucos. No parece probable que sea ninguno de estos dos del que se trata aquí, mediante a que la distancia que marca de la ciudad de La Plata es de doce leguas, cuando al primero de aquéllos hay más de doscientas. Lo natural es que el pueblo que nombra la Monja Alférez sea Pocuabamba, capital de la provincia y corregimiento de este nombre, que linda con los indios chiriguanos, y que dista unas veinte leguas de La Plata, debiendo creerse que el copista ha equivocado su nombre, que parece compuesto de puma y pampa, que en lengua quichua, cuyo alfabeto carece de la letra b, quiere decir campo del león.

 

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Éste fue el sexto presidente que tuvo la Real Audiencia de Charcas, y, por lo tanto, parece probable que este suceso hubiese ocurrido hacia el año 1613 o 1614.

 

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Don Alonso de Peralta fue el duodécimo arzobispo de Charcas, natural de Arequipa, arcediano e inquisidor de Méjico. Murió en aquella ciudad, no se sabe a punto fijo en qué año, pero se presume que en 1616.

 

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Nos hallamos aquí otra vez con Piscobamba, provincia y pueblo que dista mucho de los llanos de Mizque, que están cerca de la ciudad de La Plata. Esto nos hace sospechar de que está equivocado en uno y otro caso el nombre de este pueblo en el manuscrito, confundiéndole tal vez con el de Pomabamba u otros pueblos de los varios que terminan con bamba y pueden hallarse en un radio de diez y seis a veinte leguas de La Plata, y más cerca de Mizque, el cual se halla a igual distancia de su capital.