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No se entienda que mutuamente se arrebataran los sombreros, sino que se saludaron. El quítame equivale a se me quitó.

 

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No se comprende por qué para ir del Cuzco a Guamanga fue primero a Guancavélica, para volver a desandar más de veinticinco leguas de camino, a no ser que, huyendo del camino real por temor de ser perseguido de la justicia, diese este rodeo por Cangallo y la provincia de Angaraes, en cuyo caso tuvo que hacer más camino del que hemos notado.

 

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Don Fray Agustín de Carvajal, de la Orden de San Agustín, natural de Cáceres, en Extremadura, había sido prior de su convento en Valladolid y asistente general de su Orden. Fue promovido de la iglesia de Panamá a la de Guamanga en el año de 1611, y falleció en ella en el de 1620.

(ALCEDO, Diccionario Geográfico de América).

 

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Sin duda sería porque tendría contra la Monja Alférez, que hasta entonces era conocida bajo el nombre del alférez Alonso Díaz Ramírez de Guzmán, alguna requisitoria de la justicia del Cuzco, a consecuencia de haber sabido su fuga.

 

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Estos últimos renglones de la Monja Alférez, escritos con suma facilidad y gracia, son un verdadero epílogo de su vida, reducido a la menor expresión posible.

 

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Posteriormente a esta época deben haberse aumentado los conventos, pues después de enumerar Alcedo los de religiosos de Santo Domingo, San Francisco, San Agustín, la Merced, San Juan de Dios y el colegio que fue de los jesuitas, cuenta dos monasterios de monjas, uno de Santa Clara y otro de carmelitas.

 

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Fue este señor el cuarto arzobispo de Lima, natural de la ciudad de Ronda, en Andalucía. Director del Colegio de Santa María, de Sevilla, salió para fiscal e inquisidor de Méjico; pasó a arzobispo de Santa Fe, del nuevo reino de Granada, y fue promovido a Lima el año 1607, donde gobernó doce años, y falleció en 1622.

(ALCEDO, Diccionario Geográfico de América).

 

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No es éste, a pesar del número de religiosas, novicias, donadas y criadas que se refieren, el mayor de los de su clase entre los catorce de diferentes Órdenes que se cuentan hoy en aquella ciudad. Generalmente están dentro de una gran cerca de paredes que dan a cuatro calles, con un espacioso jardín en el centro, alrededor del cual tiene cada monja su casita, en la que vive con su criada. Tal vez el temor a los temblores de tierra, que allí son tan comunes, les ha hecho adoptar este modo de vivir, para evitar el riesgo que correrían tantas personas juntas encerradas en un solo edificio.

 

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Este arzobispo es el undécimo que se cuenta en esta metrópolis. Fue natural de Durango, en España. Ignoramos el año en que fue promovido a esta silla, porque no es probable que lo fuese en 1626, como supone Alcedo en su Diccionario Geográfico de América, ni que tampoco hubiese sido antes, como afirma, obispo de Tucumán, en cuya lista no se encuentra. Sólo sabemos que falleció en Santa Fe de Bogotá, el año de 1630.

 

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Villa de la provincia y gobierno de Santa María, en la orilla oriental del río grande de la Magdalena.