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Sucesión de Carlos V por los reyes de España

     Si el rey don Pelayo de Asturias era de la sangre real de los godos, o de la muy antigua y ilustre que hubo en España antes que godos, alanos ni suevos en ella entrasen, se dirá en otra obra, donde es su proprio lugar. Agora ordenaré una cadena de los reyes de Asturias, Galicia, León y Castilla, no diciendo más de sólo nombrarlos, hasta llegar a la reina doña Juana. Sus casamientos de estos reyes fueron muy pocos fuera de España, hasta el rey don Hernando el Santo. Los de Navarra y Aragón, como eran vecinos de las tierras de Francia, muchas veces casaron fuera de estos reinos.

     Don Pelayo fue el primero que se coronó después que se perdió España, año 714. Su reino fue en la tierra más pobre y áspera de España, que es en Asturias. Sucediéronle don Favila, único de este nombre. Don Alonso, llamado el Católico, con su mujer Hermisenda. Don Fruela, primero de este nombre. Don Aurelio, primero de este nombre. Don Silo, primero de este nombre. Don Alonso el Casto, rey bienaventurado. Don Bermudo, primero de este nombre, (no nombro a Mauregato, porque no hay gota de su sangre en la casa real, ni aun memoria en piedra ni en papel). Don Ramiro, primero de este nombre. Don Ordoño, primero de este nombre, llamado el Magno. Don García, primero de este nombre. Don Ordoño, segundo de este nombre. Don Alonso, cuarto de este nombre. Don Ramiro, segundo de este nombre. Don Ordoño, tercero de este nombre. Don Sancho, primero de este nombre. Don Ramiro, tercero de este nombre. Don Bermudo el Gotoso, segundo de este nombre. Don Bermudo el Malo, tercero de este nombre. Don Alonso, quinto de este nombre, rey excelentísinto. Don Bermudo el Junior, rey malogrado. Don Hernando el Magno. Don Sancho, segundo de este nombre, que mataron en Zamora. Don Alonso el sexto, que ganó a Toledo. Doña Urraca. Don Alonso el séptimo, emperador de toda España. Don Sancho el Deseado, y Don Hernando el segundo. Don Alonso el Noble, que fundó las Huelgas de Burgos, y Don Alonso de León. Doña Berenguela, Reina proprietaria de Castilla. Don Hernando el Santo, que ganó a Sevilla. Don Alonso el Sabio. Don Fernando de la Cerda. Don Sancho el Bravo. Don Hernando, cuarto de este nombre, a quien emplazaron los Caravajales y murió el mismo día. Don Alonso el onceno, príncipe valerosísimo. Don Pedro el Recio, o Cruel, y su hermano Don Enrique el Noble. Don Juan, primero de este nombre, que se perdió en Portugal. Don Enrique el Enfermo, a quien un judío médico suyo le dio ponzoña. Don Juan el segundo, en cuyo tiempo vivió Castilla con harta desventura por ser demasiado de bueno. Don Enrique, cuarto de este nombre, y su hermana la serenísima Reina Católica doña Isabel, que casó con su primo segundo Don Fernando, príncipe de Aragón. Y fueron reyes de Castilla, de León, de Aragón, de las dos Sicilias, de Mallorca, y de otras provincias y estados anejos a éstos. Tuvieron un solo hijo que se llamó don Juan, y cuatro hijas, la segunda que fue doña Juana, casó con Felipe el Hermoso, hijo del emperador Maximiliano año 1496, y de los dos nació el emperador Carlos V Máximo, como se dice en su historia.

     Nació más el infante don Fernando, que fue archiduque de Austria, rey de Bohemia y de Hungría, rey de romanos y sucesor en el Imperio de su hermano Carlos V, tan querido de su abuelo el Rey Católico y de los castellanos, que le desearon mucho levantar por rey, por haberse criado en Castilla y tener el amable nombre de Fernando, que son fuerzas de la misma naturaleza.

     Tuvo este príncipe muchos hijos y hijas, como aquí diré. De ellos fue uno Carlos, archiduque de Austria, el cual casó con María, hija del duque de Baviera. De estos señores nació la serenísima reina de España, Margarita, nuestra señora, mujer del rey don Filipe, nuestro señor, su primo segundo. Nació la reina nuestra señora en Graz de Estiria, año 1584, en el día que nació el hijo de Dios, entre las nueve y las diez de la mañana, cuando tocaban la campana para alzar el Santísimo Sacramento, que parece fue la señal de la gran cristiandad de esta princesa. Tuvo tres hermanas mayores, Catalina, Gregoria, Maximiliana, en las cuales pudiera el rey de España poner los ojos, y llevólas Dios antes. Quedó otra también mayor que se llama Leonor, y quiso Dios dar los reinos de España a la menor.

     Salió de Graz (casa de sus padres) hecha princesa de España, y antes que saliese de Alemaña, en un lugar que se dice Vilaco en Tirol, llegó nueva que Filipe II, rey de España, era muerto, y que reinaba su esposo el Rey Católico nuestro señor. Y así, se llamó luego reina de España. Desposólos el papa Clemente VIII en Ferrara, cosa pocas veces vista, y notable y de harta consideración, que pasó el mar en febrero sin perderse un batel, ni padecer detrimento, ni pesadumbre de consideración. No diré otra cosa (si bien la dicen muchos) que el rey don Felipe nuestro señor, cuando se veló, era tal como la reina nuestra señora: de suerte que estaban como los primeros padres en el paraíso terrenal, y así los vemos agora con igual virtud. Y espero en la Majestad de Dios, que les ha de hacer mil mercedes, y por ellos a sus reinos.



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Libro primero

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Año 1500

     Escribo los hechos famosos de un siglo inquieto. Digo los Imperios, las coronas, los cetros estimados y gloriosos de la vanidad del mundo. Refiero las guerras, las muertes de quinientos mil hombres, los mejores del orbe; las armas continuas de cincuenta años; las prisiones de reyes; el saco de Roma; los desacatos hechos a lo humano, sin perdonar lo divino; los desafíos coléricos y palabras pesadas entre los príncipes; las ligas, contratos, juramentos, amistades reales de diversas maneras violadas; los intereses, las ambiciones, las invidias mortales en los más altos y reales corazones; las voluntades fingidas; el confederarse unos con turcos, otros con herejes, vencidos del odio y por vengar sus pasiones; los incendios de los pueblos y campos; derramamientos de sangre que con rabia infernal hubo entre la gente común cuando sus príncipes se hacían cruda guerra, siendo tantos males causa principal para que la gente vil y ordinaria se levantase contra Dios y su Iglesia, sembrando en el mundo mil desatinos, sacando las brasas que, entre cenizas, antiguos herejes dejaron cubiertas, con que abrasaron los juicios humanos; pervirtiendo la luz del Evangelio con herejías desatinadas y bárbaras opiniones, que hasta estos días permanecen y valen entre gentes dañadas.

     Tales, pues, y otros semejantes fueron los accidentes en la Corona que los Cielos pusieron sobre la cabeza del Emperador Carlos Máximo: que si la conociera en el principio, como en los fines, dijera della lo que un rey gentil cuando la vio puesta en el suelo: Preciosa Corona, más que dichosa, si fueras bien conocida, ninguno de la tierra te levantara: porque ni la púrpura noble, ni la diadema ni cetro real, son más que una honrada servidumbre y carga penosa. Sintióla Carlos, si bien merecedor del renombre de Máximo y Fortísimo, y lo consumió la vida en pocos años, pues cuando eran en él verdes y de edad floreciente, no siendo aún cumplidos los treinta y tres, le tocaba la gota y fatigaban otros males, y siendo ya de cincuenta no era señor de sí el que de tantos ejércitos y mayor parte del mundo lo había sido, ni tenía pies, ni manos, ni fuerzas, trabado de tanto mal. Pues para carga semejante nació Carlos V.



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- I -

[Nacimiento y muerte del príncipe don Juan.]

     Cuando acababa España de echar de sí el imperio de los moros africanos, que ochocientos años habían reinado en ella, siendo los Reyes Católicos don Hernando y doña Isabel, señores de la mayor parte que ciñen los dos mares Océano y Mediterráneo con los montes Pirineos, cuyo hijo único, heredero de esta monarquía, era el príncipe don Juan, que estando casado con madama Margarita -hija del emperador Maximiliano, archiduque de Austria, y de la emperatriz madama María, su mujer, hija única heredera de Carlos, duque de Borgoña-, murió en la flor de su juventud, en Salamanca, año 1497, miércoles a 4 de octubre, siendo el príncipe de diez y nueve años y tres meses y seis días, dejando a los reyes sus padres y a estos reinos con gran dolor y sentimiento.



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- II -

[Margarita de Austria.]

     Madama Margarita, princesa de España, digna de memoria, faltóle la fortuna en las suertes de este mundo. Estuvo en su niñez concertada de casar con Carlos, rey de Francia, que sin tener efeto fue ocasión de guerras y desabrimientos entre el emperador Maximiliano y Luis, rey de Francia. Casó, como dije, con el príncipe don Juan, dando los elementos señales de lo mal que se había de lograr este casamiento, porque embarcándose la princesa por el mes de hebrero, año 1497, en la villa de Flissinga, hasta donde la acompañó su hermano don Felipe, que fue rey de Castilla, engolfada en alto mar, se levantó borrasca y temporal tan recio, que pensaron perderse. Donde la princesa mostró un valor extraño, porque teniéndose ya por perdidos todos los de la armada, sin alteración alguna ni mudar color ni muestra de melancolía, se ató a los brazos unas joyas de oro de mucho valor, y tomando tinta y papel, con la elegancia que en prosa y verso tenía en lengua francesa, hizo el epitafio de su sepultura.

                               Ci gist Margote, noble damoiselle
Deux fois mariée: môrte pucelle.

     Que son en latín:

                                Margoris hoc tegitur tumulo clarissima, quae bis
Nupta quidem mansit, sed sine labe pudor.

     Y en castellano:

                               A Margarita preclara
Aqueste túmulo cubre,
Que aunque casada, descubre
Su virginidad más clara.

     Envolvió el papel con los dos versos en un paño encerado, y atólo juntamente con las joyas de oro al brazo, para que echando su cuerpo el mar a la ribera, fuese conocida y sepultada como merecía; libróla Dios de este peligro y muerte. Vencidas tantas dificultades, perdiéndose algunos navíos y hacienda, aportaron a Santander y de allí a Burgos, donde se celebraron las bodas, y se lograron tan poco como queda dicho. Viuda volvió a Flandes, casó con el duque de Saboya con la misma ventura que la vez primera; retiróse a Flandes, donde la hallaremos muchos años gobernando aquellos Estados.



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- III -

[Sucesión de los Reyes Católicos.]

     Tuvieron más los Reyes Católicos cuatro hijas, que nacieron: doña Isabel, primogénita, año de 1470; doña Juana, en el de 1479, a seis de noviembre; doña María, 1483; doña Catalina, 1486. Casó la princesa doña Isabel con don Alonso, primogénito de Portugal, hijo del rey don Juan el segundo, con intento y providencia bien advertida de los Reyes Católicos, que faltando el príncipe don Juan de Castilla quedasen los reinos en príncipes naturales. La infanta doña Juana casó con don Felipe el Hermoso, archiduque de Austria, hijo del emperador Maximiliano y de la emperatriz duquesa de Borgoña, madama María. Por manera que casaron el príncipe y su hermana, infantes de Castilla, con hermano y hermana hijos del emperador: y de este casamiento de los cuatro príncipes, los dos de la casa de Castilla, y dos de la de Austria, resultó la unión de los Estados de Flandes, Borgoña y Austria con España; porque, como dije, murió el príncipe don Juan sin dejar sucesión: y la princesa doña Isabel, viuda del príncipe don Alonso de Portugal, casada con el rey don Manuel, que había de suceder en Castilla, y estaba ya jurada, murió dejando un solo hijo, a quien llamaron don Miguel de la Paz, porque del casamiento de sus padres resultó entre Castilla y Portugal, el cual también murió niño malogrado como después diré.



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- IV -

Nace el príncipe don Carlos en Gante a veinte y cinco de hebrero, día de Santo Matía, año de bisiesto. -Profetiza la reina doña Isabel la sucesión de su nieto Carlos.

     En el año, pues, de 1500 de Cristo, cuando el mundo, según la cuenta de los hebreos, tenía cinco mil y cuatrocientos y sesenta y un años, y habían corrido desde el diluvio universal tres mil y ochocientos y cinco, y de la venida de Túbal a poblar en España tres mil y seiscientos y sesenta y tres, y de la era de César, mil y quinientos y treinta y ocho, y de la entrada de los godos en España mil y ochenta y seis, y finalmente, de la venida y señorío de los moros africanos sietecientos y ochenta y seis, siendo Sumo Pontífice en Roma Alejandro VI, habiendo veinte y seis años que los Reyes Católicos reinaban, cuando los moros de las Alpujarras habían recibido la fe católica y hecho de las mezquitas iglesias, estando ya limpio el reino de las sinagogas y juderías, año del jubileo plenísimo de Roma; para consuelo de las lágrimas que España derramaba por la muerte de sus príncipes en Gante, lunes a veinte y cinco de hebrero, día bisiesto de Santo Matía Apóstol, a las tres y media de la mañana, nació don Carlos, príncipe de gloriosa memoria, cuya vida y hechos escribo, habiéndose engendrado en estos reinos de Castilla, de los cuales había muy poco que los príncipes sus padres habían partido, y estaban en Gante. Vivía el príncipe don Miguel de la Paz cuando nació don Carlos, aunque con pocas esperanzas de larga vida. Llegó la nueva del nacimiento de don Carlos a los Reyes Católicos, sus abuelos, que estaban en Sevilla; y oyendo la reina el día de su nacimiento, dijo con no sé qué espíritu: Cecidit sors super Mathiam, cayó la suerte sobre Matías, anunciando la sucesión en los reinos que habían de ser de Carlos, como fue.



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- V -

Bautismo de don Carlos. -Trece días después de su nacimiento se bautizó Carlos. -Don Diego Ramírez, fundador del colegio de Cuenca en Salamanca: fue varón notable en su tiempo. -Llámase duque de Lucemburg el Emperador, siendo niño. -Ofrecen dones al infante.

     Para celebrar la fiesta del bautismo de don Carlos, quiso mostrar la ciudad de Gante el amor grande que a sus príncipes tenía. Hizo con magnificencia un pasadizo desde el palacio a la iglesia de San Juan, con muchas y varias colunas, puestas con todo el primor que pide el arte, de tal manera que parecía quedar vencido lo que es natural del artífice que lo imitaba. Tenía el pasadizo en largo tres mil y quinientos pies, y siete en ancho, y de la tierra se levantaba otros siete. Los colores de la pintura eran de oro, rojo y blanco. Había en este pórtico o pasadizo cuarenta arcos triunfales a manera de grandes y hermosas puertas. Cada uno destos arcos tenía nombre del reino o estado que en él estaba pintado, de los que el infante se esperaba que había de tener en su tiempo. Las armas del reino que cada arco representaba estaban en el medio de la vuelta del arco, y a los lados del escudo de armas dos imágines asidas de él; la una era de Flandes y la otra de Gante. Destos arcos, los tres eran más eminentes y de mayores claros: el uno era de la sabiduría y el otro de la justicia, y el tercero de la paz y concordia. A los lados destos arcos estaban, al uno las armas de Castilla y Aragón, y al otro las de Austria. Pusieron veinte y una hileras de hachas de cera blanca, encendidas con tanto concierto, que cada quinientos pies tenían tres órdenes de hachas, que por todas eran 700. Entre muchas figuras de varias historias había siete más ricas, de las cuales cuatro eran del Testamento Viejo, y tres del Nuevo, y las cuatro figuras del Testamento Viejo se mostraban cumplidas en las del Nuevo.

     Estaba otro pórtico o pasadizo colgado en el aire desde lo alto del templo de San Nicolás, y de la torre Capitolina, que llaman Belforte, lleno de hachas que, con su luz, de la noche hacían día; allí estaban muchos hombres mirando como admirados el artificio y primor de aquella obra. Había una nao llena de hachas encendidas y cubierta de ricos paños de oro y seda de hermosísimas figuras, y puesto un aparador de ricos vasos de oro y plata. Y muchas banderetas. Tocábanse varios instrumentos de música y eran trecientas y cincuenta hachas de cera las que ardían en esta nao, puestas con muy buen orden por los costados desde la popa a la proa. Tardaron trece días en hacer esta obra, y puesta en perfección, a siete de marzo se hizo el baptismo.

     Salieron primero los cónsules y magistrados de Gante con todos los ministros de justicia, que serían trecientos. Luego iba el presidente de Flandes acompañado de muchos varones ilustres. En el tercero lugar iban los caballeros y nobles ciudadanos en gran número. Seguíanse luego siete caballeros del Tusón ricamente vestidos; y después de ellos, con el niño en los brazos, salió madama Margarita de Bretaña, hermana de Eduardo quinto de este nombre, rey de Ingalaterra, mujer segunda de Carlos, duque de Borgoña, bisabuelo del infante. Llevábanla en hombros, sentada en una rica silla, y a su lado iba doña Margarita, princesa de Castilla viuda, que había solos dos días que llegara de España. Y estas señoras fueron las madrinas. Junto iban Carlos de Croy, príncipe de Simay, y el príncipe de Vergas, que fueron padrinos. El uno llevaba un rico estoque desnudo, el otro un yelmo o celada de oro que le ofrecieron. Salió luego la infanta doña Leonor, hermana de Carlos, que después fue reina de Portugal y de Francia.

     Últimamente, como cabeza de esta procesión, iban catorce perlados, arzobispos y obispos, vestidos de pontifical, que habían de celebrar el baptismo, y por principal el obispo de Tornay, en cuya diócesis está Gante, con otros tres obispos como ministros a su lado. El uno de estos obispos era don Diego Ramírez de Villaescusa, obispo de Málaga, que después fue de Cuenca, capellán mayor de la Infanta archiduquesa, el cual fundó el insigne colegio que llaman de Cuenca en la Universidad de Salamanca.

     Diéronle el nombre de Carlos en memoria de su bisabuelo Carlos de Valoys, duque de Borgoña. Tratóse qué titulo de estado darían al infante, porque el de los hijos primogénitos de Borgoña, antes de este tiempo, era conde de Carloys, y como, el título del archiduque era de mayor dignidad, no satisfacía el de conde de Carloys, y así, su padre le dio el Estado de Lucemburg con título de duque, como lo habían tenido los Césares, sus pasados, el emperador Sigismundo, el emperador Carlos, cuarto de este nombre, y Wincislao, reyes de Bohemia y Césares famosísimos. De donde comenzaron a adivinar y echar juicios, que no se engañaron, que el nuevo duque de Lucemburg había de ser un príncipe notable en el mundo. Ofrecieron al infante ricos dones. Carlos de Croy le dio la celada de oro y plata muy rica, con un ave fénix toda de oro; el príncipe de Vergas dio la espada; madama Margarita de Bretaña, un vaso de oro con muchas piedras de gran valor; doña Margarita de Austria le dio otro vaso como barquillo de oro, sembrado de piedras preciosas; la ciudad de Gante le ofreció, una gran nave de plata.



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- VI -

Quién crió a Carlos. -Adriano Florencio, maestro del príncipe. -Ayos que tuvo.

     Quedó el cuidado de la crianza del duque de Lucemburg a madama Margarita, viuda del príncipe don Juan, que vivió gran parte de su tiempo en la ciudad de Malinas y después fue gobernadora de los Estados de Flandes, juntamente con Margarita Eboracense o de Bretaña, viuda del duque Carlos que llamaron el Peleador.

     Siendo el duque de siete años, le dieron el emperador, su abuelo, y madama Margarita, por su maestro y precetor a Adriano Florencio, que aunque era de gente humilde, sus buenas letras y clara virtud le pusieron en merecerlo, y ser deán de la Universidad de Lovaina, y después Sumo Pontífice. No fue muy elocuente Adriano, mas en la Facultad escolástica fue único en su tiempo. Mereció por todo sentarse en la silla de San Pedro en Roma, como se dirá.

     Los años que el duque estuvo en Malinas, fue su ayo y maestro el obispo de Bisanzon, varón grave y religioso. Después el emperador Maximiliano, su abuelo, por consejo de este obispo, encomendó su crianza a Guillelmo de Croy, marqués de Ariscocia o Ariscot, que comúnmente se llamaba príncipe de la Curia.

     Tuvo otros muchos ayos el duque en su juventud, y si bien el rey don Fernando el Católico, su abuelo, y el rey de Ingalaterra se los quisieron dar de su mano, el emperador, que por la muerte del rey don Felipe era su curador, y madama Margarita, no lo consintieron, dándole siempre caballeros naturales de Flandes.



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- VII -

Inclinaciones de Carlos. -Ejercicios de Carlos en su niñez.

     Quisiera Adriano que el duque se aficionara a las letras, y, por lo menos, que supiera la lengua latina; pero el duque más se inclinaba a las armas, caballos y cosas de guerra. Y así, cuando ya era Emperador, dando audiencia a los embajadores, como le hablaban en latín y él no lo entendía ni podía responderles se dolía de no haber querido en su niñez hacer lo que su maestro Adriano le aconsejaba. Culpan en esto a Guillelmo de Croy, señor de Xevres, su ayo, que por hacerse muy dueño del niño y ganarlo para sí solo le quitaba los libros y ocupaba en armas y caballos, que sería bien fácil por ser más inclinada aquella edad a estos ejercicios que a las letras. Hacía que leyese las historias españolas y francesas, escritas en las proprias lenguas y con el mal estilo que las antiguas tienen. Lo uno porque supiese los hechos de sus pasados en paz y en guerra; lo otro porque este caballero entendía poco la elegancia y primor de las historias latinas: que ninguno ama lo que no entiende. Supo bien el duque Carlos las lenguas flamenca y francesa, alemana, italiana, y mal la española hasta que fue hombre. Entendió algo de la latina. Los ejercicios de su juventud, demás de las armas, eran luchas, pruebas de fuerzas, juego de pelota y la caza, y todo lo que hace ágil y habilita un cuerpo para el uso de las armas y guerra.



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- VIII -

Muere el príncipe de España don Miguel de la Paz. -Pasa la sucesión de España en doña Juana.

     Murió el príncipe de España, don Miguel de la Paz, heredero de estos reinos, sin haber cumplido dos años de edad, sábado a veinte de julio de este año de 1500. Fue grande el sentimiento de los Reyes Católicos, sus abuelos, y de toda España, pareciéndoles que perdían un señor natural, nacido en este suelo (que es general en todas las naciones del mundo querer las proprias cenizas para cubrir sus brasas).

     Sepultaron el cuerpo malogrado del príncipe en la capilla real de Granada, donde murió, que los Reyes Católicos habían fundado para su real entierro. Por la muerte del príncipe y de su madre la princesa doña Isabel, reina de Portugal, que murió de parto dél, pasó la sucesión de estos reinos en la infanta doña Juana, hija segunda de los Reyes Católicos, mujer de don Felipe, archiduque de Austria y conde de Flandes, padres dichosos del bienaventurado príncipe don Carlos, duque de Lucemburg.



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- IX -

Por qué escribió los años antes que don Carlos reinase. -Discurso de la historia.

     Las vidas que de los príncipes y reyes se escriben, son más los actos de paz o guerra de los reinos y Estados de su gobierno, que sus acciones naturales y particulares; y así, contando el reino, imperio o vida de Carlos V (que verdaderamente podemos decir que comenzó desde este año en España), escribiré, si bien sumariamente, lo que tocare a los reinos de Castilla, en cuyo nombre se escribe esta historia, porque sería demasiado silencio callar lo que sucedió desde el año de mil y quinientos hasta el de mil y quinientos y diez y ocho, que Carlos vino a reinar en España.

     Será esta historia española desde este año de mil y quinientos hasta el de mil y quinientos y cincuenta y seis, que renunció los reinos y Estados en su único hijo don Felipe II, y acabaré brevemente los dos años restantes, que retirado en un monasterio vivió el gran Emperador, diciendo su vida ejemplar y de verdadero penitente. En los diez y seis años primeros, desde éste de quinientos, escribe el secretario Jerónimo de Zurita largamente desde el año de 1504 en que murió la reina doña Isabel, hasta el de 1516, en que murió el rey don Fernando. Todo lo que pasó sobre venir a reinar en Castilla doña Juana con su marido don Felipe, quien desto quisiere ser bien informado vea el tomo sexto de los Anales de este autor, que yo no he de decir aquí sino lo que él dejó de escribir.



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Año 1501

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- X -

Vienen a Castilla los príncipes don Felipe y doña Juana. -Conciértase casamiento entre Carlos y Claudia, niños. -Título justo de España a Milán. -Muerte de don Alonso de Aguilar en Sierra Morena.

     No había paz segura entre el emperador Maximiliano y el rey Luis de Francia; eran muchas las sospechas y recelos cuales suelen ser entre los príncipes. Ardía la ambición, del rey de Francia por conservar a Milán y ganar el reino de Nápoles. Procuró con estos fines ligarse con el emperador Maximiliano y casar a su hija Claudia, que era niña, con el príncipe don Carlos, que tenía sólo un año. El emperador y su hijo don Felipe, archiduque de Austria, eran de ello contentos, porque Claudia era única hija del rey Luis y heredera de los Estados de Bretaña.

     La reina doña Isabel de Castilla tenía poca salud. Deseaban en Castilla ver a los príncipes don Felipe y doña Juana, sucesores de estos reinos, y así, en este mismo año de 1501 vinieron por Francia. Fueron bien recibidos y regalados del rey Luis, con el cual capitularon el casamiento de los dos niños, y uno de los capítulos fue que si este casamiento no llegase a efeto por culpa del rey Luis de Francia, que el emperador diese el escudo e investidura del Estado de Milán al príncipe Carlos, su nieto, duque de Lucemburg, y es así que el casamiento no se hizo por culpa del rey Luis, que es uno de los buenos títulos que la corona de España tiene contra Francia en la pretensión de Milán.

     En este año, miércoles diez y ocho de marzo, mataron los moros en Sierra Bermeja, cerca de Ronda, a don Alonso de Aguilar, por ser más temerario que valiente, teniendo por punto de honra morir antes tomándose con muchos, que retirarse guardando su persona para mejor ocasión. Quitóle la vida el celo de su generosa sangre, que jamás volvió el rostro al enemigo.



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Año 1502

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- XI -

Llegan los príncipes a Fuenterrabía. -Recíbelos el marqués de Denia. -Daño que han hecho los judíos en España. -Juran en Toledo a los príncipes don Felipe y doña Juana. -Muere el cardenal Mendoza. -Lealtad de los Mendozas. -Muere don Diego de Sandoval, marqués de Denia.

     Llegaron los príncipes don Felipe y doña Juana a Fuenterrabía, día de San Valerio, a veinte y nueve de enero de este año de 1502. Allí esperaba para recebirlos, por mandado de los Reyes Católicos, don Bernardo de Sandoval y Rojas, marqués de Denia, con otros muchos caballeros. Estaban a esta sazón los Reyes Católicos en Sevilla ordenando cómo acabar de limpiar los reinos de la inmundicia de moros y judíos que en ellos había. Mandóseles primero que saliesen todos; después acordaron que quedasen los que quisiesen ser cristianos, que no han servido de más que de poblar los tablados de la Inquisición y manchar linajes honrados, y revolver las comunidades donde entran, y gozar los mejores frutos de España.

     Llegaron los príncipes a Toledo, donde estaban ya los reyes esperándolos, sábado siete de mayo, habiéndose detenido ocho días en el camino porque el príncipe los tuvo en la cama enfermo de sarampión. Domingo a veinte y dos de mayo, fueron jurados por príncipes de Castilla y de León en la iglesia mayor de Toledo, hallándose a este acto los Reyes Católicos, sus padres, y el cardenal don Diego Hurtado de Mendoza, don fray Francisco Jiménez, arzobispo de Toledo, don Bernardino de Velasco, condestable de Castilla y de León, el duque del Infantado, el duque de Alba, el duque de Béjar, el duque de Alburquerque, don Bernardo de Sandoval, marqués de Denia, el conde de Miranda, el conde de Oropesa, el marqués de Villena, el conde de Benalcázar, el conde de Siruela, el conde de Fuensalida, el conde de Ribadeo, el de Ayamonte, con otros muchos señores de título y caballeros de Castilla, con los obispos de Palencia, Córdoba, Osma, Salamanca, Jaén, Ciudad Rodrigo, Calahorra, Mondoñedo y Málaga. Aquí les vino nueva como el príncipe de Arles, de Ingalaterra, que estaba casado con la infanta doña Catalina de Castilla, era muerto.

     Estuvieron los reyes y príncipes en Toledo hasta trece de julio, que el Rey Católico partió para Zaragoza pasando por Alcalá de Henares, y a 29 de agosto la reina doña Isabel con los príncipes sus hijos fueron a Ocaña y Aranjuez, y a veinte y ocho de setiembre fue la reina a Torrijos, donde estuvo ocho días, y a Fuensalida. Y de ahí a Casa Rubios, y entró en Madrid viernes cuatro de octubre, y lunes a treinta de octubre llegó el rey a Madrid, volviendo de Zaragoza, y vino por la posta porque tuvo correo que la reina estaba indispuesta.

     En este mes de octubre, a catorce de él, falleció en Madrid don Diego Hurtado de Mendoza, cardenal de Santa Sabina y arzobispo de Sevilla, patriarca de Alejandría, hermano del conde de Tendilla y de doña Catalina de Mendoza, mujer de don Diego de Sandoval y Rojas, marqués de Denia, y de doña Mencía, mujer de Pero Carrillo de Albornoz. Fue un notable perlado y gran servidor de los Reyes Católicos, como lo han sido con mucha lealtad todos los caballeros de esta familia.

     También murió en este mes de octubre don Diego de Sandoval y Rojas, marqués de Denia, que en la conquista del reino de Granada sirvió valerosamente a los Reyes Católicos, y llevó del monasterio de San Pedro de Arlanza un hueso del cuerpo del conde Fernán González, por la devoción grande que tenía con él, por tenerle por caballero santo y traer la decendencia de su sangre de él. Restituyóse el hueso antes que muriese el marqués, y así está en la sepultura del conde con un testimonio de esta verdad. Sucedió al marqués don Diego, su hijo don Bernardo en el Estado, en el servicio, en la gracia y amor de los Reyes Católicos, cuyo mayordomo mayor fue.



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- XII -

Pendencias entre españoles y franceses.

     En este año movieron guerra los franceses en Nápoles a los españoles sobre los términos, que les costó caro. Y fue el desafío -tan nombrado- en Trana, entre once franceses y once españoles a caballo, sobre decir los franceses que los españoles no eran hombres de a caballo sino de a pie, y que su rey tenía mejor derecho a Nápoles. Fueron los españoles Diego García de Paredes, que rindió a su contrario; Diego de Vera, que después fue muy conocido por lo de Argel y Fuenterrabía; el alférez Segura, y Moreno su hermano, Andrés de Olivera, Gonzalo de Arévalo, Jorge Díaz Portugués, Oñate, Martín de Triesta, mayordomo del Gran Capitán; Rodrigo Piñán; Gonzalo de Aller, que por su desventura fue rendido, aunque era muy valiente. Los jueces fueros venecianos; no se declaró la vitoria por ninguna parte. Edificóse este año el castillo de Salsas que los franceses habían derribado seis años antes.



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Años 1502-1503

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- XIII -

Casa don Manuel, rey de Portugal, con doña María, infanta de Castilla, de los cuales nació la Emperatriz, reina de España. -Nace doña Isabel, que fue Emperatriz y reina de Castilla. -Nace el infante don Fernando en el Alcalá, a las once del día. -Solemnidad del bautismo. -Don fray Francisco Jiménez, arzobispo de Toledo, bautizó al infante.

     El rey don Manuel de Portugal, viudo por muerte de la princesa doña Isabel, casó segunda vez con la infanta doña María, hija de los Reyes Católicos, y hermana de la misma princesa. Fue grande el fruto que Dios les dio, y miércoles 25 de octubre, a la hora de media noche, en la ciudad de Lisboa, la reina doña María, mujer del rey don Manuel, parió una hija que llamaron doña Isabel, emperatriz que fue de Romanos, y reina de España por ser única mujer del emperador Carlos V, como en su lugar se dirá.

     «Y viernes diez de marzo, año 1.503, estando la princesa doña Juana en Alcalá de Henares, parió al infante don Fernando, y el domingo adelante lo bautizaron con gran regocijo de la reina doña Isabel y de todos los caballeros de su corte. Salió la reina a misa este día, vestida de una saya francesa de carmesí pelo colorado y un joyel en los pechos; alrededor de él sacó una medalla riquísima y más un brazalete en el brazo derecho, que llegaba de la muñeca hasta cerca del codo, en el cual había rubíes y esmeraldas. Salieron con Su Alteza estas señoras: la del adelantado de Murcia traía vestida una basquiña de carmesí y sobre ella un monjil de carmesí altibajo forrado en armiños; traía unas mangas muy acuchilladas y todas las aberturas guarnecidas de oro de martillo; las mangas de la camisa eran ricas y muy grandes. Salió la mujer de Juan Velázquez con una saya francesa de carmesí, y falda muy larga aforrada con armiños, ceñida con una cinta de oro de martillo, y en ella muchas piedras de valor. Traía unas cuentas de oro, labradas con mucho primor, colgadas de la cinta, que llegaban casi al suelo, con una mantilla de raso, y todo lo al muy rico. Salieron más todas estas damas ricamente aderezadas, su hija del adelantado, y doña Leonor Manrique, y doña Inés Enríquez con infinitos cabos de oro y los cabitos de los tocados con mucho oro, y sus hijas de don Álvaro sacaron gorgueras y collares de oro y todas las otras muy bien vestidas que vinieron a oír misa con la reina en la sala grande. Vinieron el duque de Nájara y el marqués de Villena. El duque traía vestido un jubón de carmesí altibajo forrado con sus mangas anchas, y un sayo frisado sin mangas y un capuz abierto, guarnecidas las orillas, y una espada toda de oro, y la vaina y correas de hilo de oro labradas. Sacó una caperuza de terciopelo con un joyel muy rico en ella; sacó borceguíes leonados y un cinto rico. Sacó el marqués de Villena una loba de paño morado muy fino y un sayo de grana muy singular, una caperuza de terciopelo morado. Sacó monsieur de Melu una loba de terciopelo negro y un sayo con sus mangas anchas de oro tirado, y unas vueltas muy ricas. Salieron Fonseca, Juan Velázquez y Garcilaso vestidos de negro. Sacó Juan Velázquez un capuz negro y una caperuza de terciopelo. Sacó Garcilaso una cadena que pesaba tres mil castellanos; y Fonseca sacó una cadena que le dio el emperador cuando fue por embajador de Sus Altezas. Salieron muchas cadenas y muy ricas. Este día predicó el obispo de Málaga, y todo el sermón fue de alegrías y de alabanzas de la princesa nuestra señora, alabándola sobre todas las cosas de cristianísima, y que por esto le ha dado Dios tanta gracia, contando su vida desde su niñez, y de allí cómo y cuán honradamente la enviaron a Flandes con armada que nunca, sobre las aguas del mar, semejante vieron los hombres. Y después cómo Dios le deparó un marido tal y tan a su contentamiento que nunca semejante se vido, y después cómo Dios le ha dado tales hijos y, sobre todo, por ser como es cristianísima ha permitido Dios con ella que no reciba dolor en su parto, y así, estando riendo y burlándose, entre juego y burla pare, cuando no se acatan, sin más pasión ni tribulación; y de otras cosas muchas la alabó, diciendo que si hubiese de contar sus excelencias no acabaría en cincuenta años con sus noches. Y así fue acabado el sermón y la misa muy solemnemente, y la reina nuestra señora con sus dueñas y damas fue a ver a la señora princesa, donde el marqués de Villena la llevaba de brazo y el duque de Nájara iba delante, y así la vido, y estuvieron hablando un poco, y Su Alteza se volvió a comer. Luego que acabaron de comer, estaba ordenado ya el juego de cañas en el corral grande del palacio que está hacia la huerta, y la reina nuestra señora se puso a una ventana, donde estaba aderezado para Su Alteza, y sus dueñas y damas se pusieron en unos corredores apartados de allí, y así estando salió el duque de Nájara con cincuenta caballeros muy ricamente ataviados. Sacó el duque seis caballos de diestro con muy costosos jaeces, y de la misma manera todos sus caballeros muy lucidos; sacó muchas trompetas y atabales, y púsose al puesto hacia donde estaba la reina nuestra señora. Salió el marqués de Villena, que era el competidor, vestido todo de grana y morado, y otros seis caballos ricamente enjaezados. Salieron con él los continos de la reina nuestra señora, y don Alonso de Cárdenas y don Pedro Manrique, y otros caballeros, muy ricamente vestidos, y pasóse al otro puesto. Sacó asimismo muchas trompetas y atabales. Jugó el duque de Nájara las cañas, y no se tañían trompetas sino cuando él salía. El marqués no salió vez ninguna de su puesto, donde duró el juego una hora, y de allí comenzaron a escaramuzar: los unos se hicieron moros y los otros cristianos. Duró la escaramuza bien media hora, y después pasaron carrera el duque y el marqués y otros muchos, y de allí hicieron sus reverencias y acatamientos a Su Alteza, con que se fue cada cuadrilla con su cabeza hasta su posada y de allí se despidieron los unos de los otros. Y así se dio fin a la fiesta con mucha alegría, lo que no suele acaescer entrelos grandes, y Su Alteza, con sus damas, se retrajo a su palacio. El sábado siguiente, que se contaron diez y ocho de marzo, entoldaron toda la calle del palacio hasta San Juste muy ricamente y con mucha compostura para el bateo, pero llovió tanto aquel día que en todo él no cesó, y fue fuerza dejarlo para el siguiente, aunque quedaron bien mojados los paños franceses. Luego, el domingo siguiente, que se contaron 19 de marzo, se dijo la misa en el palacio con mucha solemnidad y predicó el obispo de Burgos muy singularmente, y en su sermón, entre otras cosas curiosas, dijo que los niños, aunque fuesen hijos de príncipes y de grandes señores, tenían mucha necesidad de bautizarse con la mayor brevedad que ser pudiera, y que pecaban mortalmente los que pudiéndolo hacer lo dilataban de un día para otro por el peligro que hay de sus ánimas. Movió esto a la reina nuestra señora para que en todo caso se bautizase aquel día, aunque llovió lo más de él, y así se comenzó a disponer lo necesario para ponerlo en ejecución. Y dando principio a la fiesta salió la reina nuestra señora de la misma suerte vestida que el día antes y con el mismo contento y regocijo, y las señoras y damas no menos costosamente vestidas que antes, sino mucho más. Salieron las damas flamencas de la princesa vestidas a la española muy ricamente. Salieron infinitos galanes, y fueronse a palacio en acabando de comer, y fueron a la cámara de la princesa, donde tomó al infante en sus brazos el duque de Nájara y revolviéndole un mantillo de brocado altibajo aforrado en armiños por las espaldas y por los hombros y por enciña del niño, que no se le parecía sino la cabeza. Llevaba las fuentes, muy ricas y muy grandes, todas de oro, el adelantado de Castilla; y sus tobajas encima muy ricas. Llevaba la copa en que iba la sal el conde de Fuensalida. La copa era de oro, y tan grande, que un paje ayudaba al conde a llevarla. Llevaba el plato en que iban los cirios el conde de Miranda. Llevaba el plato en que iba el capillo e todo lo otro musiur de Muhi. Todos éstos iban muy ricamente aderezados de ricos vestidos, y detrás del infante iba madama de Aluya, y cerca de ella don Álvaro de Portugal. Llevaba de brazo el marqués de Villena al duque; con el infante iba el ama que le criaba, y la llevaban de brazo dos continos de la reina nuestra señora, y tras ella iba su mujer del adelantado de Murcia, la de Juan Velázquez, y tras ellas las damas de la reina nuestra señora, y tras ellas las de la señora princesa, y los galanes que las llevaban de brazo, y así ellos como ellas muy ricamente ataviados. Así fueron todos a pie desde palacio hasta San Juste, que es la iglesia mayor, la cual se aderezó en esta manera: Entoldóse toda al derredor y por los postes de ella con paños franceses ricos, y donde es el altar mayor se hicieron unas gradas a modo de cadalso bien altas, y todas al derredor entoldadas de paños y doseles de brocado, y un altar muy rico y un dosel con las armas de la señora princesa, de gran valor. A las espaldas, encima de estas gradas, pusieron cuatro pilares de carmesí raso y un cielo de brocado que sostenía sobre ellos. Debajo de este cielo se puso una grande bacía de plata de la señora princesa, en que se han bautizado los otros sus hijos, encima de un artificio de madera, y este artificio cubierto con paño labrado de oro con las mismas armas, y encima un paño de brocado que cubría la bacía. Vistióse de pontifical el arzobispo de Toledo, y con él los obispos de Burgos, Jaén, Córdoba, Málaga y Catania, y vestidos todos de pontifical con los otros de la capilla con capas ricas, salieron en procesión fasta la puerta mayor de la iglesia, y allí esperaron al señor infante, que venía como arriba está dicho. Y llegados a la puerta de la iglesia, le recibieron con la procesión, y a la puerta se hizo el oficio acostumbrado de la Iglesia en semejante caso, y de allí se fueron donde estaban las gradas, y subieron por ellas fasta donde estaba la bacía de plata con el agua. Y allí, siendo padrinos el duque de Nájara y el marqués de Villena, y madrina madama de Luin, le bautizó el arzobispo y le puso nombre Hernando como a su abuelo, y el oficio se hizo muy suntuosamente, así por el señor arzobispo y obispos como por todos sus capellanes y cantores de la Capilla. Y hecho el oficio, tocaron las trompetas y atabales y chirimías y otros instrumentos, y viniéronse al palacio en la misma forma que fueron, donde los recibieron Su Alteza, y la reina nuestra señora, y la señora princesa, con grande gozo y contento. Este día habían de correr toros y jugar cañas los galanes y no dio lugar lo mucho que llovió, así este día como el de antes.»



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- XIV -

Vi otra relación escrita por fray Álvaro Osorio, fraile de Santo Domingo, maestro del infante.

     Referido he una memoria original con el mismo lenguaje y estilo que se escribió por algún curioso, dando cuenta a un amigo del nacimiento del infante don Hernando y solemnidad con que fue bautizado en Alcalá. Es harto notable por lo que dice de las galas de las damas y reinas, que las encarece por muy ricas y agora fueran más que llanas. Él duque de Nájara de quien habla es el duque don Pedro, que por sus hazañas se llamó el duque forte, que se echa de ver cuán estimado era de los reyes, cuán grande en el reino, como lo fueron siempre sus pasados desde el conde don Manrique o Almerique, que entró en Castilla y fue en ella un gran caballero, casando y siendo heredado en la Casa de Lara.



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- XV -

Cercan los franceses a Salsas. -Queda contra los franceses en ella el marqués de Denia.

     En este año cercaron los franceses a Salsas, estando dentro don Sancho de Castilla, y el Rey Católico, habiendo tenido Cortes en Zaragoza y Barcelona, socorrió a Salsas, y para su ejército la reina doña Isabel estando en Soria envió mucha gente castellana, y fue tras los franceses don Fadrique, duque de Alba, capitán general, con trece mil infantes, dos mil hombres de armas y cuatro mil y quinientos jinetes, y desviados los enemigos quedó en Salsas por capitán general con tres mil infantes, dos mil jinetes y mil hombres de armas, don Bernardo de Sandoval, marqués de Denia.



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- XVI -

Vuelve don Felipe a Flandes: trata de casar a Carlos con Claudia. -Juicio sobre el nacimiento de don Carlos.

     El príncipe don Felipe, archiduque de Austria, volvió a Flandes este año, caminando por Francia, y estando en León concluyó las paces entre el emperador Maximiliano y el rey don Fernando de Castilla, y el rey Luis de Francia, y prometió de casar a su hijo Carlos con Claudia, hija del rey Luis, que había de heredar a Bretaña, no teniendo Carlos aún cuatro años, ni Claudia cinco. Las esperanzas que del príncipe don Carlos, duque de Lucemburg, se tenían, eran grandes. Había en este tiempo un astrólogo judiciario muy celebrado que se llamaba Lorenzo Miniate, de nación napolitano, y sacó un pronóstico en que decía haber nacido un príncipe muy bien afortunado que había de ser amado de todos, que quitaría grandes males del mundo, que sería guerrero y el más venturoso capitán de sus tiempos. Lo cual todos entendieron que se había de cumplir en Carlos Quinto, como fue.



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Año 1504

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- XVII -

Júranse en la Mejorada las paces con Francia. -Terremotos en Castilla. -Muertes de personas notables. -Marqués de las Navas. -Muere la Reina Católica en Medina del Campo, día de Santa Catalina. -Alzaron pendones en Medina por don Felipe y doña Juana.

     Jurados por príncipes de España don Felipe y doña Juana, siendo necesaria su presencia en Flandes, partieron de Alcalá, el príncipe, como digo, primero, yendo por tierra y por Francia, y la princesa, viernes primero de marzo. Estuvo sábado y domingo en Valladolid, y de allí fue camino derecho a Laredo, donde se embarcó.

     Domingo 31 de marzo, en la Mejorada, monasterio del glorioso San Hierónimo, de mucha religión, cerca de la villa de Olmedo, se juraron solemnemente las paces con Francia por tres años.

     Viernes Santo de este año hubo grandes temblores y terremotos, especialmente en Sevilla, Zamora y otros lugares de Castilla y Andalucía, y se abrieron muchos edificios y cayeron muros que atemorizaron las gentes; que parecía comenzaba a sentir el reino la muerte de la Reina Católica que luego sucedió, porque a 26 de julio, estando en Medina del Campo, enfermaron el rey y la reina. Murieron otras personas señaladas, como fue, doña Madalena, infanta de Navarra, don Juan de Zúñiga, cardenal y arzobispo de Sevilla y primero maestro de Alcántara; don Enrique Enríquez, tío del rey; Pedro de Ávila, señor de las Navas, a quien sucedió don Esteban de Ávila, su hijo, que murió dentro de siete meses estando en Medina, y sucedióle su hijo, don Pedro de Ávila.

     La enfermedad fue apretando a la reina y llegó su última hora; y cerca de ella una visita y alabanza de sus merecimientos, que fue de Próspero Colona, que entró en la corte y dijo besando la mano al rey que venía a ver una señora que desde la cama mandaba al mundo. Y ella dio su último fin, como los príncipes que ha tenido, martes diez y siete de noviembre entre las once y doce del día, siendo de edad de cincuenta y cinco años. Lloraron muchos su muerte y con mucha razón, porque fue una de las señaladas princesas y de extremado valor que ha tenido el mundo, y digna de eterna memoria. Sepultáronla en la Capilla Real de Granada con el hábito de San Francisco.

     Temiéronse con su muerte alteraciones en el reino; sosególo Dios, que lo guardaba para Carlos Quinto. En el mismo día que la reina expiró, a la tarde, en Medina del Campo, alzaron pendones por la reina doña Juana, como proprietaria de estos reinos, y por el rey don Felipe, su legítimo marido, en presencia del rey don Fernando, a quien la reina dejó nombrado por gobernador. Alzó los pendones el duque de Alba, don Fadrique de Toledo, y en fin del mes se retiró el rey don Fernando a la Mejorada para ver el testamento de la reina y dar orden en su cumplimiento.

     Vino allí luego don fray Francisco Jiménez, arzobispo de Toledo, con quien comunicaba el rey sus cosas, y de ahí partieron para Toro el rey y el arzobispo y don fray Diego de Deza, que ya era arzobispo de Sevilla, habiendo sido primero obispo de Jaén y después de Palencia. Estuvieron el mes de deciembre en Toro, donde al rey algunos grandes y caballeros de Castilla dieron, como dice el dotor Caravajal, del Consejo y Cámara, algunas tentativas, y él temió; de manera que algo se enflaqueció la justicia, que pierde su vigor donde entra la ambición y desordenada codicia de mandar.



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- XVIII -

Dignas alabanzas de la Reina Católica.

     Diré brevemente algunas cosas que la Reina Católica dejó ordenadas para el buen gobierno de estos reinos. Mandó que no se pusiese luto por ella; que le gobernase el rey don Fernando su marido hasta que Carlos, su nieto, hubiese veinte años, si la princesa doña Juana su hija no quisiese gobernar, o no pudiese. Puso la Inquisición por la mala voluntad que, con razón, tuvo a los judíos; ordenó la Hermandad por limpiar los caminos de salteadores, no bastando contra ellos la justicia ordinaria; trajo la Cruzada contra los infieles por consejo del rey, su marido; mas viendo noventa cuentos juntos que decían haberse llegado de las Bulas, pesóle mucho y no consintió gastar un real de ellos, sino para lo que se había concedido.

     Quiso gobernar sola, y tuvo desabrimientos sobre ello con su marido, hasta que los concertó el cardenal don Pedro González de Mendoza, y dijo ella aquel dicho nombrado: Si no pidiera tanto no me diera nada, y ansí quedo igual con el rey mi señor en el gobierno de mis reinos. No fue liberal, que así han de ser las mujeres, si bien es verdad aconsejaba al príncipe don Juan su hijo, y su luz, que diese liberalmente. Pesábale que sus criadas tomasen dádivas de nadie; fue muy honesta, amiga de justicia, y muy religiosa; viose en grandes trabajos en su mocedad y en harta pobreza por la desgracia en que estuvo con su hermano el rey don Enrique el cuarto y por la competencia que tuvo con la Excelente por el reino. Mandóse enterrar en la Capilla Real de Granada, que ella edificó para entierro de los reyes de Castilla; puédese poner en el número de las reinas más excelentes que ha tenido el mundo.

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