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Libro veinte y uno

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Año 1534

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- I -

Amistad de Barbarroja con el rey de Francia.

     El bravo Barbarroja me obliga a comenzar con particular libro su historia, si bien los hechos del año de 1534 quedan en el precedente comenzados, que me fuerzan las malas obras que este cosario hizo a la Cristiandad, a decir de él más de lo que quisiera.

     En la primera parte desta obra, libro primero, año 1515, referí su estado y reputación. Para esto envió al Turco un rico presente y las nuevas de la vitoria que había habido de Rodrigo de Portundo y también a Abrahim Basá, gran privado del Turco. Cumpliéronse sus deseos en una ocasión, que fué que, habiendo ganado Andrea Doria, por el Emperador, a Corrón, Patrás y Dardanelos, haciendo huir la armada turquesca (como queda dicho), tuvo Solimán necesidad de él para contra la armada imperial, haciéndole almirante de la mar, porque sabía no haber mejor cosario ni tan poderoso en todo el mar, ni hallaba otro capitán para poner delante de Andrea Doria. De manera que, con acuerdo de sus bajaes, en especial de Abrahim, que lo mandaba todo, despachó a Zinam, uno de la guarda de su cámara, en una galera de Mangali, capitán de Rodas, a rogar y llamar a Barbarroja que fuese a Constantinopla para ser su almirante mayor.

     Alegróse grandemente Barbarroja con tal mensaje, tanto, que aún no lo podía creer. Hizo grande honra al mensajero, y dióle ricos dones; pensaba por aquella vía enseñorearse de toda la ribera de Berbería, como después casi la tuvo. Y para ir a Constantinopla sin cuidado y dejar en Argel seguro a su hijo Azán, hizo paces con Benalcadi, señor del Cuco, y aún con el rey de Francia, enviándole recados y presentes, y ofreciéndole su ayuda. Hubo en el presente leones y tigres. Es verdad que las nombraba treguas el mismo rey, hablando y escribiendo de los tratos y negociaciones que tenía con Barbarroja. Encomendó la guarda de Argel y de Azán su hijo, que no tenía sino veinte años, a Celebi Rabadán, pariente suyo, y a otro capitán llamado Agi.

     Aderezó sus navíos y los ajenos que pudo haber para su jornada. Procuró tomar tigres, leones y otras fieras para presentar al Turco. Atavió muchos muchachos y doncellas hermosas, y algunos capados para dar, y por grandeza quiso llevar los cautivos de rescate, sin los de galera. Llevó también a Muley Racis, hermano del rey de Túnez, que los años pasados se le había encomendado, diciéndole que él haría con el Gran Turco que le hiciese rey de Túnez, a fuerza de armada.



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- II -

Barbarroja va a Constantinopla. -Asaltos que hizo Barbarroja por el mar, navegando a Constantinopla. -Salonic, poblada de judíos españoles.

     Pues como Barbarroja tuviese aderezada su flota y lo que más le importaba, partió de Argel mediado agosto, año 1533, con siete galeras y once fustas y galeotas suyas bien en orden, armadas y ricas. Pasando por Cerdeña, sintió navíos en Genara, y creyendo ser Andrea Doria, de quien llevaba miedo, porque sabía que andaba con armada, apercibió su gente para pelear, si algo se le ofreciese; mas quitóle aquel temor saber luego que era Delizuf, cosario de los Gelves, que salteaba aquellas islas y mar con quince fustas y una galera que tomara de venecianos.

     Reconociéronse unos cosarios a otros; alegráronse con gran placer y regocijo. Rogó Barbarroja a Delizuf, que lo acompañase hasta pasar de Sicilia, por temor de Andrea Doria. El lo hizo, y así se fueron luego a las bocas de Bonifacio, y de allí a Monte Cristo, una pequeña isla donde un esclavo de Delizuf dijo a Barbarroja que si le alcanzaba libertad y se lo pagaba, le llevaría a Rioalden del Elba, de donde él era natural, en la cual podría hacer buena presa de gente y hacienda. Barbarroja se lo prometió, y, llevándolo por guía navegó al Elba. Salió a tierra, de noche, con buena copia de soldados, y robó todo aquel lugar, que no dejó más de al traidor con sus hijos, y mujer y parientes. Pasó con esta presa por la canal de Pomblin, dando caza a una barca; mas la ciudad se la defendió a cañonazos.

     Descubrió luego trece navíos gruesos que iban a Sicilia por trigo; combatiólos pensando que iban cargados, y diéronle bien quehacer, tanto se defendieron; al fin, tomó y quemó los ocho, metiendo la gente y ropa en sus navíos. Murió Delizuf peleando con una de aquellas naves, aunque por mandado de Barbarroja, según allí se dijo luego, por haber, como hubo, hasta cuatrocientos cristianos que tenía cautivos, y mucho dinero, y la galera veneciana. Matáronle enviando una fusta como a socorrerle, desde la cual le tiró un turco con una escopeta, y le mató. Muchos de los compañeros huyeron de Barbarroja, porque no usase con ellos otra tal crueldad y tiranía. De lo cual le pesó mucho, porque no entraría en Constantinopla tan pujante como había creído, ni sería igual con Andrea Doria para pelear si se topasen; y por librarse de él, rodeó por la Pantalera, donde se le abrió una galera, habiendo corrido temporal.

     De allí fué a la Lampadosa, y tomó agua. Desvióse de Malta, y navegó con tormenta hasta junto a Santa Maura. Allí tuvo nueva cómo Andrea Doria entrara por medio de la armada turquesca a socorrer a Corrón, según queda dicho, y que era vuelto a Sicilia; de lo cual él holgó mucho, por poder ir seguro y sin miedo. Pasó por el Zante, y llegando a Barma, do estaba la flota del Turco, reprendió a Zay y a Himeral, porque no pelearon con Andrea Doria, dándoles a entender que lo vencieran. Estuvo en Mondón ocho días, y llevóse una galera de venecianos. Allegóse lo que pudo a reconocer a Corrón, que por él, principalmente, le llamaba el Turco. Entró en Salonic, ciudad rica de trato, toda casi de judíos echados de España, donde dicen que se habla tan bien la lengua castellana como en Valladolid.

     Detúvose algo en Monte Santo, por su devoción. Monte Santo es Athos, tan nombrado, altísima sierra, y mala de subir. Dicen que no hay en ella animal hembra, habiendo liebres, cosa no creedera. Hay muchos monasterios de monjes cartujos y de monjas, por lo cual le llaman Monte Santo. Paseó a Troya, por su fama, que aún tiene rastro de los edificios antiguos. Entró por el estrecho de Galípoli, que llaman los turcos Bagazafor, por los dos castillos dichos también Dardanelos, uno en Europa y otro en Asia, cercanos y fuertes, y con genízaros. Estuvo allí dos días aderezándose para entrar en Constantinopla, y entró con cerca de cuarenta velas, según cuentan algunos, por gentil orden, todas llenas de banderas y de música, que con la mucha artillería pareció muy bien.



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- III -

Pretensiones de Barbarroja en la corte del Turco. -Contradicción que halló. -Favor que halló Barbarroja en Abrahim, gran privado del Turco.

     Luego que Barbarroja negó a Constantinopla, fué muy bien recibido y visitado de los basás y criados del Gran Turco, y caballeros de la ciudad, y hombres con carga de guerra, por el nombre que tenía de tan famoso capitán de mar. Y Solimán le acogió con alegría, cuando le hizo presente de muchos esclavos mozos y muchachos; que dicen fueron docientas mujeres y doncellas, que cada una llevaba en la mano un rico vaso de plata y oro. Metió en la ciudad cien camellos cargados de sedas, y paños de oro y otras curiosidades ricas, con otras mil cosas de que hizo ostentación; la ciudad de Constantinopla tuvo bien que ver y de qué se admirar.

     Dióle leones y otros animales, sedas y ropas ricas, y le oyó de buena gana tratar las cosas de guerra, especialmente de Berbería, Italia, España, y también las de mar, que era su deseo, y lo llevaba muy bien estudiado.

     Mas luego se le resfrió el calor que llevó en su ida y negocio, por estar Abrahim Basá ausente, que era el que le favorecía. Y no faltó quien hablase mal de él al Turco, por favorecer a Himeral, y al Zay, y a otros capitanes de mar. Decíanle cómo nunca los señores otomanos, sus antepasados, habían tenido por generales de sus armadas cosarios, si bien tuvieron grandes flotas, guerras y enemigos poderosos en mar; y que menos lo debía él hacer, siendo mayor príncipe que ellos todos, especialmente teniendo tan singulares basás y sansacos, y otros esclavos criados en su real palacio, que lealmente le servirían.

     Dijéronle también que Haradim Barbarroja era hombre sin ley, como nacido de madre cristiana, cruel por haber sido cosario toda su vida, infame por hacer siempre a toda ropa, tan bien de mahometanos como de cristianos; y pues esa tal, que no se le debían confiar las galeras, que se alzaría con ellas, como acostumbraban los Barbarrojas.

     Por esto, y porque éstos le aconsejaban al contrario, y por haberle llamado, envió Solimán a decirle con los basaes Atas y Cassin que su despacho estaba remitido a Abrahim Basá, por cuyo consejo principalmente fuera llamado; por tanto, que fuese a él. Barbarroja, entonces, quisiera más estar en su Argel que en Constantinopla. Perdió la esperanza de los reinos que imaginaba; conoció cuán poco valía el valor en casa de los grandes señores que acogen lisonjas; todavía lo pasó con gentil disimulación, respondiendo que se le hacía gran merced en ello.

     Era por el mes de deciembre del año de 1533 cuando Barbarroja tuvo esta respuesta. El fué a buscar a Abrahim Basá, pero no quiso ir en sus galeras, sino desarmólas, echando en prisiones mil y quinientos esclavos que tenía cristianos, de los cuales se murieron muchos aquel invierno; y así se fué a Alepo por tierra, que hay docientas y cincuenta leguas desde Constantinopla, estando los puertos nevados. Mas él, aunque viejo, estaba tan ganoso de mandar y reinar, y de hacer guerra contra España, Italia y aún en Túnez, que tuvo el trabajo por deleite.

     Abrahim lo recibió alegre y honradamente, acatando su gentil vejez y célebre nombre, y se maravilló de oírle decir la manera que se debía tener para la guerra por mar con el Emperador, agora en España, ora fuese en Italia; y más en Túnez, y conociendo ser él quien decían, y cuál cumplía para almirante. Escribió con él a Solimán loándole de gran hombre de guerra; por tanto, que le hiciese basá de su Consejo y capitán general de mar. Asimismo escribió a los otros basaes, y envióle cargado de ricos dones.



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- IV -

Hace Solimán almirante a Barbarroja. -Oye Solimán a Barbarroja un discurso de lo que prometía.

     Aprovecharon las cartas de Abrahim Basá a Barbarroja mucho, porque vuelto, le tuvo Solimán más respeto, y lo mismo hicieron los basaes y capitanes, los cuales quisieron juntamente con el Turco oírle de nuevo disputar de la guerra con el Emperador y con el rey de Túnez.

     El, pues, les habló gran rato en ella, y tan bien, que les contentó. Y entre otras muchas cosas que dijo, fué que le podían creer, pues toda su vida se había ocupado en guerras, tanto de tierra como de mar. Aprendiendo al principio de su hermano Horruc, que fué escogido capitán, y porque sabía mucho de la costa de España y fuerzas, de las discordias de Italia, del poco recado y gente de las islas y de la flojedad del rey de Túnez, pedía que le diesen otras tantas galeras como dieron el año antes a Himeral, y que él desbarataría la flota del Emperador, o que la arrinconaría con vergüenza de Andrea Doria, y que así saldría con cuanto emprendiese en España, en Italia o en Túnez, que cierto era que los españoles, aunque fuertes, ni tenían fuerzas ni armas, y que si una vez los echaba de Berbería, no sólo se ganaría Orán, Bujía y Tripol, empero Túnez, y todas aquellas riberas hasta el estrecho, y se comenzaría a conquistar España con tanta facilidad como los moros de Marruecos comenzaron. Que a tan poderosa flota como sería la suya no habría resistencia en Córcega, ni en Cerdeña, ni en Mallorca, ni en Sicilia, sabiendo acometerlas. Que ganada Sicilia, morirían de hambre en Génova y en casi toda la costa de Italia, con la cual, y estar cerca la Valona, y otros muchos puertos de Albania, se tomaría Otranto, como en vida de Mahamet, o algún otro lugar de Calabria, por donde se apoderase Solimán de veras en Italia sin temor de los cristianos, que tan diferentes estaban, mayormente no teniendo por enemigo al rey Francisco; mas al cabo aconsejó que la guerra se comenzase por Túnez. Mostróles a Muley Racit, diciendo cómo era rey de Túnez, y que los naturales lo deseaban, desamando al rey Muley Hacem por avariento, por lujurioso, sucio y cruel, que matara por reinar diez y ocho o veinte hermanos, o los cegara quemándoles los ojos, como hizo a Zay, Belhey y Barca; por favorecedor de los cristianos de Tripol contra Moisés y Agi, capitanes turcos de Tajora.

     Solimán, después de este razonamiento, consultó con los de su Consejo si convenía hombre tan vicio por almirante, que lo demás le satisfacía. Y visto que, si bien viejo, tenía correa y viveza, y que lo quería Abrahim y que quien fuese señor de la mar ternía más parte de la tierra, declaró por basá (que no había sino tres) a Barbarroja, y por almirante, dándole de su propria mano una espada o alfanje, y un pendón real con media luna y una vara como de justicia, en señal de poder absoluto, en todos los puertos de sus tierras y islas, para juzgar y mandar, y para recibir y despedir galeotes, marineros y soldados de galera.

     Tras esta solemnidad le metieron en posesión de las galeras, con mucha pompa y ceremonias, los basás Ayas y Casin, y con ellos el capitán de la guarda.



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- V -

La entrada y poder que Barbarroja tuvo en Túnez, haciéndose señor de Muley Racit.

     Por ser a propósito de la historia, para las guerras de Túnez que hicieron Haradim Barbarroja contra el rey Hacem, y el Emperador al mesmo Haradim, contaré por dónde Barbarroja hubo a Muley Racit, que pretendía ser rey de Túnez.

     Mahumet, rey de Túnez, tuvo treinta hijos varones en docientas mujeres y mancebas, según una relación que hizo en Bruselas un embajador de Muley Hamidi que vino allí, al Emperador, año 1555; el mayor de estos hijos se llamó Maimón, el segundo Racit, de quien hablamos. Pero como Hazan o Hacem, muriendo el padre, mató y cegó todos los hermanos que pudo coger, Racit huyó a Bizcar, lugar muy dentro en tierra, donde se casó (sin embargo tenía otras mujeres) con hija de Jeque Abdalla, el cual lo trataba como a rey, pensando que algún tiempo lo sería, y no le consentía comer nada la mujer sin que ella primero hiciese la salva, por miedo de yerbas.

     Acaeció, estando allí, que Muley Hacem hizo guerra a Mezquin, enemigo de Dorac, su capitán general, y hermano de Lentigesia, su madre; para la cual procuró Mezquin favor y gente de muchos alárabes, y trajo al ejército a Racit vestido y honrado como rey de Túnez, para mover la ciudad y reino contra Muley Hacem. De manera que Racit fué como rey sobre Túnez, con gran ejército de infantería y caballos, y por ganar la voluntad de todos se casó con una hija de Ulat, jeque; el más principal era Bejar, do asentó real. Peleó con Dorac en los huertos, mas aunque venció, no pudo entrar en la ciudad. Aguardó cerca de veinte días, creyendo todavía que se rebelarían por ellos de Túnez contra su hermano Hacem, y como no se rebelaron, quemó el campo de Marza, que todo era olivares y jardines, cosa la más rica y deleitosa de aquellas tierras, y así, decían que no se acordaban haber Túnez recebido tanto daño. Comenzaron a irse los alárabes, y temiendo ser preso o muerto, acogióse a Barbarroja, el cual lo entretuvo hasta que, como dije, lo llevó a Constantinopla.



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- VI -

Daño que hizo Barbarroja en Italia. -Escapa Julia Gonzaga, dama hermosísima, de ser cautiva. -Embajada del cosario al rey de Francia.

     Dió Solimán a Barbarroja ochenta galeras y veinte fustas, y ochocientos jenízaros y ocho mil soldados turcos, y ochocientos mil ducados, para venir contra Italia y principalmente contra Génova, por haberla para el rey de Francia, que tanto la deseaba, y de ahí ir contra Túnez, que la tenía por ganada conforme al discurso del mismo Barbarroja.

     Partieron en un día el Turco para Persia contra el Sofi, y Barbarroja contra cristianos a Italia. Puso gente y artillería en Corrón, que, como dije, la desampararon los españoles. Desarmó en Casafiguera del Cefalonia algunas galeras que no podían bien servir. En Modón tuvo cartas del rey Francisco, con un gentilhombre de su casa, que decían era su camarero, sobre la empresa de Génova, por las cuales apresuró la navegación.

     Primero de agosto llegó en el Faro de Mecina y quemó ciertas naos, y su retaguardia escaramuzó con siete galeras que tenía en la ciudad Antonio Doria. Llegó a Santo Noehito de Calabria, y echando gente en tierra lo combatió y ganó aquel lugar (si bien fuerte), sin escapar ánima viva; por haber escondido las llaves de las puertas el gobernador, púsole fuego. Dió, por aviso de los cautivos, sobre Cítaro. Allí quemó siete galeras del Emperador medio hechas, que estaban en astillero, y para echar al agua; guardábalas una escuadra de españoles del capitán Rodrigo de Ripalda, que pelearon un rato, y por ser tan pocos las desampararon, y el lugar, que de su miedo estaba ya sin persona desierto; abrasó a Piciota y otros lugarejos por allí. Pasó a vista de Nápoles, poniendo más miedo que haciendo daño.

     A 7 de agosto saltó en Próchita, isla del marqués del Vasto, y robó todo el pueblo, perdonando a los del castillo, que se le rindieron. Salteó a deshora a Asprelongo y cautivó mil y docientas y más personas. Envió luego aquella noche sobre Fundi casi dos mil turcos, tres leguas de allí, con un renegado de la ciudad por guía, que sabía el camino, pensando coger a la señora Julia Gonzaga, mujer hermosa y discreta, para la presentar al Turco; mas por mucha priesa que se dieron a caminar y abrir las puertas por fuerza, medio desnuda se les escapó. Saquearon la ciudad, matando muchos hombres y prendiendo casi todas las mujeres y niños.

     Fué preso un médico por tornar del camino por la bolsa, que dió que contar y que reír a Barbarroja. Otros turcos, entre tanto, fueron a Tarracina con parte de las galeras y como, viendo la flota, había huido la gente, mataron los viejos y enfermos en las camas, que fué más que crueldad.

     Combatió Haradim a Itri, mas era en balde. Puso gran miedo con esto en Roma, y el papa Clemente, que estaba en lo último de su vida, se acordó de lo que le dijo el rey Francisco en Marsella.

     Caminó por la costa el cosario hacia Génova, y llegó a Saona; de allí envió a Marsella el embajador del Turco, el cual estuvo con el rey Francisco en Casteheravo y en París; mas dicen los franceses que a pedir ayuda contra el Sofi. También cuentan otros que, como el reino acudía a lo de Génova y se pasaba setiembre del año de 1534, que dejó la ribera Barbarroja y se fué a la Goleta con ropa y cautivos que no cabían en las galeras.



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- VII -

Cómo Barbarroja se hizo rey de Túnez. -El rey se pierde por mal quisto. -Tomó primero la Goleta a 18 de agosto. -Entra Barbarroja en Túnez. -Altéranse los de Túnez, conociendo el engaño de Barbarroja. -Toman sesenta mil hombres las armas: dan punto a su rey Hazan. -Un renegado español salva y hace rey de Túnez a Barbarroja.

     A 15 de agosto pareció Barbarroja sobre Bizerta (pueblo de ochocientos vecinos y del rey de Túnez) con toda su armada, cuando menos se cataban y pensaban. Echó en tierra, con señal de paz, ciertos moros criados de Racit (que para eso llevaba), diciendo que iba en las galeras, pero que no salía por tener calenturas; por tanto, que le aderezasen posada y comida.

     Los del pueblo, que no lo conocían, lo creyeron, y como livianos y aborrecedores de Muley Hazan o Hacem, lanzaron fuera al gobernador, aunque se puso en armas, y entró luego Barbarroja, el cual, sin detenerse, porque su negocio requería toda diligencia, se fué a la Goleta, hizo salva, según usanza de amigos, con toda la artillería, tendiendo muchas banderas. Envióles a decir que harían lo que Túnez, cabeza del reino, de lo cual le pesó por ser la Goleta alcázar de Túnez.

     Estaban los de Túnez entonces mal con su rey por los vicios que tenía, por no les haber pagado ni recompensado como prometiera el daño de las huertas y olivares que hizo Racit. Regaló Barbarroja a algunos principales de Túnez, que era sagaz y cumplido grandemente en esto, que tanto vale en la tierra y gana las voluntades hasta cegar el entendimiento. Alteráronse con él, oyendo que venía Muley Racit en aquella poderosa flota del Turco; Hacem, que muy descuidado estaba de la ida de Barbarroja, y aun de la buena gobernación de sus vasallos, bajó de la Alcazaba corriendo por remediar el alboroto. Decía lo que remediaba poco a aquella presente necesidad y peligro, y lo que mandaba no se hacía. Decíales ser falsedad y engaño de aquel maldito cosario, para los robar y tiranizar, fingir que llevaba a Racit, porque sabía él de sus espías que quedaba en Constantinopla con cadenas, y que les reharía los daños que pedían si se armasen por él como leales que siempre fueron, contra Barbarroja, ladrón cosario y público, y enemigo común de todos los hombres. Mas como los vió tibios y duros, inclinados a Racit, puesto que él no estaba allí, se salió de la ciudad sin sacar su recámara ni dinero, por lo cual se halló después en grandes trabajos y necesidades.

     Dicen que los primeros que se mostraron por Barbarroja eran dos renegados españoles, el uno aragonés, dicho Feruch, que era alcaide, y el otro granadino, que se llamaba Abez, sacando de prisión a la mujer y hijos de Racit, y llamándolos reyes, y Abez enviaba caballos a Barbarroja y a los otros cosarios, en que fuesen presto, que los esperaba abiertas las puertas.

     Entró, pues, Barbarroja en Túnez a 22 de agosto, con cinco mil turcos y los genízaros, que llegaban a diez mil, y seis cientos cristianos, renegados unos, y otros forzados, pacíficamente, apellidando los vecinos: «Solimán, Solimán, Barbarroja.» Pero luego enmudecieron, no sin manifiesta tristeza, como no vieron a Muley Racit, que tanto deseaban, cuyos criados descubrieron también el engaño, arrepentidos de la mentira, y pesándoles que Túnez, nobilísima ciudad, fuese de Barbarroja, cosario más que cruel y tirano, y que se perdiese la sangre clarísima de sus antiquísimos reyes y muy esclarecidos. Así que, conociendo su maldad, comenzaron de amotinarse y, en fin, se remolinaron en la plaza, donde Abdahar, que a la sazón era mezuar o capitán general, les habló agriamente contra los turcos en favor del rey, aunque al principio le ayudó de mala manera. Decía en grita la bellaquería de Barbarroja, que así los había engañado, y que llamando a su buen rey Azán matasen los turcos si no querían ser esclavos de ladrones o vendidos como viles. Arrebataron ellos entonces las armas con mayor razón que concierto, y enviando por el rey, que aún estaba cerca, comenzaron a matar turcos y a combatir un torreón donde pusieron su estandarte, y ganáranle, sino por Baeza, español renegado, que llamaban el Rabadán, el cual, con un falconete que puso, y subió en él a lo más alto, a pura fuerza de brazos y con presteza, los detuvo y los acobardó.

     Llegaron el rey y Dorac con los que huían, y refrescando la pelea y combate, turbaron bravamente a Barbarroja, que se veía cercado y con poco pan. Desmayábale asimesmo ver que los turcos ya se cansaban de pelear, y faltaban muchos de ellos; pero todo lo remedió por consejo de Alí de Málaga, otro renegado soldado viejo de Italia, de los del conde Pedro Navarro, y del buen marqués de Pescara. Dijo, pues, a Barbarroja, que se perderían todos en el castillo si no salían con ánimo a pelear, y que saliendo los vencerían sin duda, o a lo menos harían lugar para irse a las galeras. Aprobaron su consejo todos, especialmente Cachadiablo, Haidin, Caraiden, Moisen y Agi, cosarios también turcos.

     Así, con esta determinación, salieron por dos puertas, para tomar los moros en medio. Pelearon tan bien, que mataron tres mil moros, y al mezuar con una pelota de arcabuz; por lo cual comenzaron a desmayar y a meterse cada uno en su casa, porque pasaban de cinco mil los heridos, como no tenían jacos ni corazas, ni cosoletes en que recibir los golpes de las flechas y cimitarras.

     Muley Azán, viendo que ya su esperanza iba perdida, procuró salvarse corriendo juntamente con Dorac y su caballería; y poco faltó que turcos no le prendiesen en el alcance antes de pasarlas huertas. Alí de Málaga hizo recoger los turcos al castillo, porque no muriesen saqueando. Fué de todos muy alabado por ambas cosas, y más de Barbarroja, que ganara por él la vitoria y la ciudad.

     Otro día, en amaneciendo, pidieron treguas para enterrar a los muertos, y tras ellas paz y concierto. Hicieron esto los ciudadanos, porque vieron muertos tantos parientes y amigos, y al mezuar que los amparaba, y el rey huido a los alárabes; Barbarroja las quiso, porque carecía de bastimentos y municiones. Así que, dando y tomando razones, dijo Barbarroja cómo lo que había hecho había sido por darles mejor rey, quitándoles aquel monstruo; y que les cumplía mucho, para su descargo y seguridad, ser de Solimán, príncipe del mundo y cabeza de los mahometanos; por tanto, que se diesen a él como a su basá y capitán general, que les juraba sus privilegios y libertades, y hacerles otras mercedes y buenas obras; que cuando no se contentasen de Solimán, les daría por rey a Racit.

     Habido su consejo con Abelquir, hombre principal, se dieron a Barbarroja, jurando serían leales al gran señor Solimán. De esta manera quedó Barbarroja por rey de Túnez. Asentó las cosas de la ciudad, creó oficios de justicia, y asimesmo de guerra, como era costumbre. Hizo mezuar a Abelquir, que fué parte para acabar también sus cosas. Trabajó traer a su amistad muchos jeques y caballeros moros, con dádivas, que era en esto muy cumplido y largo. Envió con gente y artillería, especial por la marina de toda aquella comarca, Cachadiablo, Alí de Málaga y a Azán Aga, su privado, los cuales lo pusieron todo debajo del nombre de Barbarroja por el Gran Turco, si no fué a Cartaoan, que estaba de Túnez cerca de treinta leguas.

     Comenzó a reparar y fortalecer el Alhambra, y a echar la mar en el estaño o estero que hay de Túnez a la Goleta, que rodea tres y más, para tener buen puerto y grande, abriendo una gran zanja de nuevo, porque los ojos viejos de junto a la Goleta, por donde entra y sale el agua, eran bajos para las galeras, cuanto más para naos. Juntó cuantos cosarios pudo, para ir sobre Sicilia muy bravo, amenazando también a Nápoles; y a todos puso en cuidado la potencia de este enemigo; y al Emperador, en hacer las diligencias que luego diré, para deshacerle.





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- VIII -

Entra el Emperador en la ciudad de Avila. -Nobleza de Avila.

     En 13 de mayo de este año de 1534, estaba el Emperador en la ciudad de Toledo, y de camino para la villa de Valladolid. Quiso visitar de paso la ciudad de Avila, y avisándoles del favor y merced que en esto les quería hacer, escribió al regimiento encargando y mandando que en el recibimiento no hiciesen gastos ni exceso al uno, que sería su llaneza el mayor servicio que le podían hacer.

     Salió de Toledo viernes a 15 de mayo. Entró aquí Su Majestad, saliéndole a recebir el marqués de las Navas (que el año antes se le había dado el título) con el regimiento, con el traje y forma acostumbrada, hasta el lugar que llaman de las Fervencias; y el Emperador entró con vestido llano en un caballo morcillo, acompañándole el arzobispo de Toledo, el conde de Benavente y el duque de Alba, con otros muchos caballeros españoles y extranjeros. Aposentóse el Emperador en las casas de Gómez de Avila.

     Es singular esta ciudad en los recibimientos que hace a sus príncipes, por la mucha caballería que hay en ella de nobleza y grande antigüedad, de la cual se precian, con mucha razón, y de haber sido sus pasados fronteros valerosos de Castilla contra la morisma de Andalucía, y lo que ahora llamamos Extremadura, cuya conquistadora fué Avila, alcázar y amparadora de los reyes de Castilla. Detúvose aquí el Emperador solos siete días, y prosiguió su camino para Valladolid.

     Por el mes de setiembre de este año hubo en España gran estruendo de las armas que el Turco hacía contra cristianos, y el Emperador escribió a las ciudades del reino avisando de lo que se había hecho contra el Turco, y cómo se envió socorro a Corrón, y que el Turco ponía en el agua una gruesa armada. Que para resistir a un enemigo tan poderoso había mandado prevenir los puertos y costas de sus reinos, principalmente en el reino de Granada, que había encomendado al marqués de Mondéjar, y al conde de Alcaudete, lo de Orán, y a los visorreyes de Nápoles, Sicilia y Valencia, Cataluña y Mallorca y Menorca. Que tenía aviso cómo la armada del Turco había surgido en Modón, costa del reino de Nápoles, y de ello había dado aviso a Andrea Doria, almirante y general de su armada, y a don Alvaro Bazán, general de las galeras de España, para que se juntase con Andrea Doria, que había pedido a Su Santidad y al gran maestre de Malta, sus galeras, y había mandado levantar seis mil infantes, con navíos de seis mil toneles, en el Andalucía, Granada y sus costas y comarca. Finalmente, mandó a todas las ciudades que luego se ayunten en sus consistorios y nombren procuradores para las Cortes que quería tener en Madrid a 20 de octubre de este año.



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- IX -

[Envíase un espía para la conquista de Túnez.] Descubre Barbarroja a Presendes.

     Trataba el Emperador en Madrid, con grandísimo secreto, la jornada que pensaba hacer contra el corsario Barbarroja, apoderado de Túnez: y para saber sus fuerzas, y disposición en la tierra, y gente y voluntades de ella, envió a Luis de Presendes, criado suyo, de quien hacía confianza, y la merecía por su buena cabeza, y conocimiento de la guerra. Era de nación genovés: sabía bien arábigo, y tenía noticia de Africa, por haber vivido en Fez algún tiempo. Dióle la instrucción que aquí pondré, que le costó la vida, como adelante veremos.

     Instrucción que se dió a Presendes, espía, para conquista de Túnez.

     «Lo que vos, Luis Presendes, habéis de hacer en el viaje que con vos se ha praticado, de pasar a Túnez para procurar divertir los fines de Barbarroja, y desviar y estorbar con los medios que con industria y buenas negociaciones se podrían hallar, los daños que podrían hacer en la Cristiandad, o a lo menos, para entender, y tener aviso de lo que el dicho Barbarroja hace y de sus fuerzas, preparaciones y designios, para que se pueda mejor enderezar y proveer lo que para resistirle, dañarle y ofenderle conviniere que se haga, es lo siguiente:

     »Primeramente se ha praticado que para venir a poder hacer algún fruto en lo susodicho, convernía que de aquí fuésedes derecho a Sicilia, y de allí enviar del puerto de Trápana un bergantín con mercadurías a Túnez, mostrando y dando a entender que iba a mercadear y negociar, y con esta color y simulación tener manera de haber seguro de Barbarroja y del rey que estuviese en Túnez para pasar allá con una nao cargada de mercadurías, y que teniendo el dicho seguro, y nuevas de cómo estuviere la tierra y cosas de ella, podríades pasar con la dicha nao cargada de mercadurías a la dicha Túnez, llevando aquellas que en aquella tierra se acostumbran a llevar de Sicila y otras partes, y viésedes ser más a propósito de los negocios a que habéis de ir, simulando ser mercader y ir a tratar como tal, y contratar y vender las dichas mercadurías, según se acostumbra a hacer allí, y que por este medio y manera podríades ser conocido, y tener prática y conversación, y aun familiaridad con el dicho Barbarroja y con el rey de Túnez, y con las personas que a ellos son más adeptas y allegadas, lo cual vos, con vuestra cordura, ingenio y sagacidad, podréis muy bien hacer, mayormente con la noticia y prática que tenéis de sus costumbres y manera de vivir, y usando juntamente con esto de dar, así a los turcos como a los moros, algunos presentes y dádivas, y convidándolos a comer, holgar y otras fiestas que a ellos, según sus costumbres, son aceptas, y que haciéndoos por estos medios y los otros que viéredes ser provechosos y, según el tiempo, conoceréis convenir, amigo y familiar de los dichos Barbarroja y el rey de Túnez, y de los que a ellos son más allegados y aceptos, podréis entender y alcanzar sus intenciones y desinios y fines, y pensar y considerar por qué medios, vías y formas se les podría divertir, desviar y estorbar la ejecución de ellos, y hacerles el daño que se pudiese, y el que entre los otros sería a propósito; si en Túnez hubiese rey, el cual estuviese conforme con el dicho Barbarroja, procurar y tener manera de moverlo a enemistad con él, usando para ello de las persuasiones y maneras que fuesen provechosas para venir por este medio a echar de Túnez al dicho Barbarroja, que habiendo efeto sería cosa muy provechosa. Porque demás de quitarle la reputación que ha ganado y cobrado en apoderarse de ella, con echarle fuera se le quitaría el uso de los puertos de aquel reino, y la comodidad de valerse de ellos, y de gente y bastimentos, y otras cosas necesarias para su armada, con que las fuerzas de ella venían a quedar cada día más disminuídas, y sería forzado con daño y reputación suya a dejar aquel reino, que no sería pequeño alivio para nuestros reinos de Sicilia y Nápoles, y las costas de Italia y las otras islas, y ayuda para deshacello más presto y con mayor ventaja nuestra. También se considera otro medio que sería provechoso, que es, si Barbarroja se hubiese hecho rey de Túnez, como se entiende, y que el rey estuviese fuera con los alárabes y también con los principales de la ciudad, según la inclinación y voluntad de ellos y la oportunidad de las cosas, de meterlo en la dicha ciudad por fuerza, negociación o por medio de otras experiencias, como mejor se pudiese hacer, y echar de ella al dicho Barbarroja, lo cual sería del mismo efeto y provecho que el demedio primero que está dicho.

     »Otros se han también praticado así, como procurar de poner disensión, sospechas y otras maneras de descontentamientos y malas voluntades entre Barbarroja y las personas que le son más aceptas, y con él más valen y pueden, para dividirlos en opiniones y parcialidades, y ponerlo en discordia con los suyos, para que por este medio viniesen en discordia, y se desconcertase y se deshiciese su armada y fuerzas; y no es este medio el que menos parece que podría enderezarse, mas antes guiarse mejor, por la poca fe, amor y constancia que entre los infieles se guardan unos a otros. Otros podrá haber de que, según el suceso de las cosas y la oportunidad de ellas y del tiempo, os podréis aprovechar y usar con vuestro ingenio y sagacidad, los cuales se remiten a vuestra prudencia, para que por los que están dichos y por todos los demás que se pudiere, procuréis con toda vigilancia y industria de dar orden y encaminar como el dicho Barbarroja sea echado de la dicha Túnez con el mayor daño y diminución de su persona, gentes, armada y fuerzas que ser pueda, para que después pueda ser más fácilmente deshecho, y quitado de la comunidad de los puertos, y de las demás de aquel reino. Y Nos habemos tenido y tenemos por bien, aceptando el ofrecimiento que nos habéis hecho -encargaros de este camino-, de encomendároslo, confiando del afición que tenéis a nuestro servicio, y de vuestro ingenio y sagacidad, para que con comunicación y parecer del nuestro visorrey de Sicilia, por ser la persona que es, y por la prudencia que tiene, con la cual juntamente con vos mirará y considerará lo que importa el negocio, y lo que para venir al buen efeto de él, será necesario, ayudando y favoreciendo de aquel reino como Nos se lo enviamos a mandar, todo lo que para guiarlo y encaminarlo convenga, entendáis en lo susodicho. Y que yendo de aquí derechos a Sicilia con nuestras cartas que lleváis para el dicho visorrey en vuestra creencia y comunicándole esta nuestra instrucción, y todo lo que más os ocurriere cerca de esta negociación, con su parecer y consejo pongáis en ejecución y hagáis todo lo que para conseguir alguno de los dichos efetos, o hacer daño al dicho Barbarroja, en cualquiera manera que sea, pudiéredes y viéredes que se pueda guiar y encaminar. Avisadnos continuamente, según la disposición, comodidad que para ello tuviéredes y pudiéredes haber de lo que habéis hecho y hiciéredes, y asimismo de los aparejos, armada de gente y otras cosas del dicho enemigo, y de lo que de sus fines y intenciones pudiéredes alcanzar y entender por vía del dicho visorrey de Sicilia, para que nos envíe los avisos y le escribamos, y a vos también; y él os envíe las cartas y provea lo que convenga para lo que a la negociación cumpliere. Y porque demás de lo susodicho, para encaminar el buen efeto de esto se han praticado particularmente algunas cosas, que para ello parece que son necesarias, y se deben proveer adelante en esta nuestra instrución, declaramos aquéllas, y lo que en cada una es nuestra intención y voluntad que se haga, para que vos y el dicho nuestro visorrey la tengáis entendida, y conforme a ella procedáis en la negociación, trabajando de hacer todo el fruto y buen efeto que pudiéredes, con el secreto, disimulación y desteridad que se requiere; porque esto parece ser sobre todo necesario para guiar y encaminar aquél como es menester.

     »Primeramente, parece que, por hacer el dicho viaje, y encaminar lo susodicho, son menester alguna cantidad de dineros para emplearlos en las mercadurías que se han de comprar para llevar a Túnez, como está dicho, y el sueldo de los marineros y oficiales de ella, y para vuestros gastos, y asimesmo para bergantinosque habéis de enviar luego para procurar de haber seguro para ir después con la dicha nao y mercadurías, según arriba está dicho; para lo cual, aunque sea praticado que sería menester mayor cantidad, ha parecido que bastarán hasta cinco mil ducados, porque de las mercadurías que se han de comprar de ellos para el dicho efeto, y del dinero que contratándolas y vendiéndolas se sacare y procediere de ellas, se han de hacer las presentes dádivas y promesas, y convites, que para encaminar alguno de los dichos efetos, según arriba está dicho, para ello os pareciere convenir, y los otros gastos que fueren necesarios, y aun cumplidos éstos todos, parece que se podrá sacar de ello la dicha cantidad o la mayor parte de ello. Los cuales dichos cinco mil ducados, por la presente decimos y encargamos, y mandamos al dicho nuestro visorrey de Sicilia, que los provea de cualesquier dineros de nuestra regia corte, para que se empleen en las mercadurías que se han de comprar para el dicho viaje, y se pueda hacer lo susodicho, conforme a lo que vos con su parecer acordáredes que más conveniente y provechoso sea para el bien de la negociación, y vos ternéis cuenta de lo que de los dichos cinco mil ducados procediere y se gastare para darla después a quien Nos mandáremos.

     »Hase praticado, que por haber de ir el dicho bergantín sin seguro, a procurar de traer el que será menester para ir vos con la dicha nao, los marineros y oficiales que han de ir en él para gobernarlo por la aventura y riesgo que se le ofrecerá en ir sin seguro, querrán ser asegurados que los rescatarán si fueren cautivos, y serán satisfechos del daño y detrimento que podrían recibir, y que no querrían ir de otra manera, o en caso que fuesen, será menester darles buen sueldo, para que por respeto de la ganancia y intereses, se muevan a ir, y vayan a su riesgo y aventura, sin otro seguro; y parece que por no quedar obligado a cosa incierta y no sabida, lo mejor sería darles buen sueldo, concertándolo con la menos costa que ser pudiese, para que vayan a su riesgo y aventura, y así se ha de trabajar, y cuando no quisieren ir de esta manera, y todavía fuese necesario asegurarlos, vos, con parecer del visorrey, lo concertaréis lo mejor y con el menos gasto que ser pueda, en el un caso o en el otro.

     »Asimesmo se ha praticado que para mejor encaminar y guiar los negocios, converná prometer a algunos cristianos renegados para tratar con ellos que se alcen contra el dicho Barbarroja, y se pasen y vengan con algunas galeras o fustas suyas a tierras de cristianos, que serán perdonados de la pena que merecen por haber renegado nuestra santa fe católica, y bien tratados, sin tener respeto a aquello. Y como quiera que la culpa sea tan grave que todos los que de esta manera se hallasen y pudiesen haber, sería justo que fuesen muy rigurosamente castigados, considerando el beneficio que de esto se seguirá a la Cristiandad, habiendo efeto, y el daño que traerá a los enemigos de la fe, tenemos por bien que praticando esto con el dicho visorrey, conforme a lo que con él acordáredes, podáis prometer a los dichos cristianos renegados que andan en las galeras o navíos, en nuestros reinos o a tierras de cristianos, que los mandaremos perdonar y hacer buen tratamiento habiendo efeto realmente el pasarse con las dichas galeras, fustas o otros navíos de la armada del dicho Barbarroja a nuestros reinos, o otras tierras de cristianos, como dicho es, y por la presente decimos que mandaremos guardar y cumplir lo que vos conforme a esto prometiéredes.

     »También parece que para poder guiar y encaminar alguno de los susodichos asientos será provechoso prometer de dar alguna cantidad de dineros a moros, judíos y otras personas que fuesen parte y pudiesen ser provechosos para venir a alguno de los dichos efetos, y tenemos por bien, porque mejor lo podáis enderezar y encaminar, que praticándolo con el dicho nuestro visorrey primero, y guardando la orden y forma que a ambos os pareciere, podáis prometer, y prometáis a cualesquier moros, judíos o otras personas que viéredes ser provechosas, los dineros que os pareciere, porque le serán pagados viniendo en efeto alguna de las cosas susodichas, mirando que lo que así prometiéredes sea lo menos que ser pueda, y a personas que conozcáis que podrán ser provechosas, para que se haga con fundamento y haya buena esperanza y apariencia que serán frutuosas, que viniendo lo susodicho en efeto, como dicho es, Nos mandaremos cumplir, y por la presente mandamos al dicho nuestro visorrey de Sicilia, que provea y cumpla lo que conforme a lo sobredicho prometiéredes y se debiere pagar.

     »Considerado se ha si después que seáis ido a Túnez en la forma susodicha, entendido y conocido la manera del gobierno de Barbarroja, y del rey o reyes de Túnez, y el estado de las cosas, y todo lo demás de allí, sería bien, según lo que hubiéredes tratado y tratásedes con los dichos reyes, y viésedes que podrían aprovechar para venir a los dichos fines, sería bien hacerles alguna ayuda de dineros, ora fuese para echar a Barbarroja fuera de Túnez, si los reyes estuviesen también dentro con él, y quedar señores de ella, o para entrar forzando a salir a Barbarroja, si se hallase fuera. Y ha parecido que esto pratiquéis con el dicho nuestro visorrey de Sicilia, así para que vea lo que se podría hacer en caso que fuese necesario, pues se ha de proveer de aquel reino, como para que ambos veáis y acordéis la seguridad que se podría tomar de los dichos rey o reyes, para la restitución y paga de lo que se les diese, y con que fuesen ayudados y socorridos, pues esto habría de ser prestado; y que conforme a lo que con el dicho visorrey acordáredes y resolviéredes os gobernéis cerca de este artículo, al cual Nos por la presente encargamos que lo mire con su prudencia como la calidad del caso requiere, y provea lo que praticándolo y acordándolo, con vos, viere que convenga, y que se deba hacer para mejor guiarlo y encaminarlo; dando ambos orden, en caso que se haya de hacer en la seguridad, y en lo demás, como de su persona y de vos la fiamos. Y para este efeto, es de tener advertencia y consideración que el armada que mandamos hacer para la resistencia y ofensión de la de Barbarroja, será muy a propósito y de mucho favor a los reyes para lo que hubieren de hacer, y por consiguiente, dañosa al dicho Barbarroja, lo cual se les podrá dar a entender como para el bien de los negocios pueda ser más provechoso; y de vos confiamos que lo sabréis bien hacer.

     »Asimesmo se ha considerado, si viniendo los negocios en términos que los dichos rey, o reyes, para alguno de los dichos efetos se ayudasen y socorriesen y favoreciesen, ahora sea de dineros nuestros en la forma antes dicha, o de otra alguna, o de nuestra armada, o de alguna gente, como tratando los negocios se podría concertar y ofrecer que se hiciese, se debrían pedir a los dichos reyes que por esta tal ayuda y socorro quedasen nuestros tributarios, o otra alguna condición y obligación en reconocimiento del beneficio. Y nos ha parecido remitirlo a la prudencia del dicho visorrey y vuestro buen juicio, para que, praticado cerca de esto con su parecer y acuerdo, según lo que en los negocios sucediere, hagáis lo que más convenga a nuestro servicio y autoridad.

     »Hase praticado si procediendo con estos tratos y negocios conociésedes y viésedes que las cosas viniesen y estuviesen en disposición que los reyes o rey de Túnez se pudiesen declarar contra el dicho Barbarroja, y hacer experiencia de sus fuerzas con nuestro favor, o de otra manera, y de otra parte viésedes también que Barbarroja, movido de ver las fuerzas de los dichos reyes, y no teniendo por seguro la experiencia de ellas, y dudando de poderse conservar en Túnez, vernía a hacer paz con ellos, de manera que quedasen amigos, porque de otra manera él se podría valer de los dichos reyes, y de su reino después, y esto sería en perjuicio y daño de la Cristiandad, para estorbarlo. Estando las cosas en estos términos, con cuál de las partes os debríades concertar y capitular, y parece que con lo que viésedes y conociésedes que había medio de poder efetuar y concluir lo que conviniese, y mejor os pudiéredes asegurar. Y esto no tiene aparencia que en algún caso se podría hacer con el dicho Barbarroja, así por la enemistad que tiene a nuestros reinos y cosas, particularmente más que los otros infieles, como por ser súbdito del Turco, y enviado por él con armada que trae como su capitán general, por la inteligencia que tiene con el rey de Francia, sin expresa sabiduría y consulta de ellos, que sería cosa muy larga, y de que no se podría tener alguna esperanza de concluirse, ni de seguridad, cuando lo hiciese, de que guardaría lo que asentase. Así que, no parece que con el dicho Barbarroja se podría concertar ni asegurar cosa que bien estuviese, y que en cualquier caso, lo que se hubiere de tratar, concertar y asentar, debe ser con los dichos reyes, o rey de Túnez, asegurándoos lo mejor que ser pueda, para que el dicho Barbarroja sea echado de allí, y se le haga todo el daño que ser pueda, así en su armada y gente como en todo lo demás que se pueda hacer; y que en alguna manera se ayude, ni se pueda ayudar de los puertos, ni otra cosa de aquel reino. Pero porque en esto no se puede hablar ciertamente, y según el estado de las cosas, así se ha de ver y hacer lo que más conviniere, remitimos a vuestra cordura y buen juicio, que llevándolo muy bien praticado con el dicho nuestro visorrey, y con las consideraciones que tenemos dichas, hagáis según lo que sucediere, y la oportunidad de los tiempos y negocios, aquello que viéredes que más convenga a nuestro servicio y al bien de la Cristiandad.

     »Praticado se ha asimesmo, si vos, según la disposición de los negocios y oportunidad del tiempo conociésedes poder tratar a Barbarroja a no ser enemigo nuestro y hacer daño en nuestras cosas, porque para tentar y traer esto parece que sería necesario ofrecelle y certificalle que le ayudaríamos y favoreceríamos para que se hiciese señor de Africa, y especialmente en las partes del Poniente o en otra manera; o podría ser que él le demandase qué se debría hacer en este caso, y parece que por las consideraciones que están dichas se debe mirar mucho, y estar con muy grande aviso y vigilancia en lo que con el dicho Barbarroja hubiéredes de tratar, y mirar bien las condiciones y seguridad que se podría tomar de él, y sobre todo, que no os engañe en las práticas que con él tuviéredes, porque, como arriba está dicho, no hay aparencia para creer que él querrá ni haya de hacer con Nos apuntamiento ni capitulación para guardarla, aunque viniese en ello, sino para mejor venir por este medio a lo que desea. Así que en esto conviene proceder con gran desteridad y cautela para no recibir engaño de él, y no perder descubriéndoos y tratando con él la oportunidad de los otros medios por los cuales se podría, y hay esperanza de conseguir alguno de los efetos susodichos, y así lo haced, praticando con el dicho visorrey para entender su parecer sobre todo.

     »También se ha praticado, si sería provechoso que pareciéndoos entrar en Túnez para tratar los negocios, agora sea con Barbarroja, o con el rey, si se hallase dentro o de otra manera, debréis tomar título de nuestro embajador y hablar y negociar de nuestra parte como tal, para que se os dé más autoridad y crédito, y podáis mejor guiar y encaminar lo que convenga. Y ha parecido que en ninguna manera se debe hacer, y que no solamente no aprovecharía, mas dañaría al buen efeto de los negocios, quitaría, descubriéndose, y sabiéndose que íbades de nuestra parte. Los otros medios que podrá haber para tratar, y que lo que para enderezar aquéllos conviene, es disimular y encubrir todo cuanto sea posible que no se sepa que vais a tratar cosa que nos toque, ni en nuestro nombre, ni lo deis a entender a alguno hasta que por lo que hubiéredes tratado, y conocido de ellos, podáis, según aquello, confiar que guardará el secreto necesario.

     »Comunicado con el dicho nuestro visorrey, y con su parecer, al cual escribimos en vuestra creencia, y también a los reyes de Túnez, procederéis en el negocio con la cordura y desteridad y buena manera que de vos confiamos, entendiéndoos con el dicho visorrey en todo el proceso de la negociación, y avisándonos todas las veces que hubiere disposición y oportunidad de las cosas de ella, y del estado de ellas, y de lo que hacéis, y especialmente de las fuerzas de la armada de Barbarroja, y de todo lo demás que conviniere. Y porque para escribir y avisar de esto decís que converná proveer que tengáis un bergantín en Trápana a vuestra disposición y orden, para que como vos le ordenáredes vaya adonde convenga para despacharlo al dicho nuestro visorrey y escribirle y avisarle de lo que conviniere, y a Nos asimismo, y tener respuesta nuestra y suya, en esto el dicho nuestro visorrey, praticado con vos, verá y proveerá y dará la orden que convenga, para que se pueda tener la inteligencia que converná; y así se lo encargamos por la presente, y que de todo lo que toca a esta negociación, pues con su prudencia puede bien considerar el fruto que podría resultar de ella, tenga el cuidado que siempre tiene de lo que cumple a nuestro servicio, y que especialmente los dichos cinco mil ducados provee luego, como vos allá llegáredes, con toda diligencia, atento la calidad y importancia del negocio, sin que en ello haya alguna dilación ni falta, porque no se pierda tiempo y podáis poner luego en ejecución lo que conforme a lo susodicho se ha de hacer.

     »Pasando por Génova, hablaréis de nuestra parte al príncipe de Melfi, Andrea Doria, dándole la carta que para él lleváis nuestra en vuestra creencia, diciéndole generalmente que habemos acordado de enviaros a Sicilia, para que de allí paséis a Túnez, y trabajéis de entender con discreción y sagacidad la intención de Barbarroja, y aviséis de ella y de su armada, y de las otras particularidades y cosas de ella que conviniere para tener noticia de los enemigos, y que habremos placer que os diga y avise de lo que ocurriere, que en el viaje debéis hacer; y de lo que le pareciere y os avisare, os podréis aprovechar praticándolo con el dicho visorrey, según la oportunidad de las cosas y de los tiempos, conforme a lo contenido en esta nuestra instrución viéredes convenir.

     »A nuestro visorrey de Nápoles escribimos con vos la carta que habéis visto, diciéndole que os enviamos a algunas cosas de nuestro servicio, y mandándole que para las cosas que habéis de hacer, os haga dar mil ducados en aquel reino; si os los hiciere dar tanto menos ha de proveer el dicho nuestro visorrey de Sicilia de los dichos cinco mil ducados que arriba está dicho. Y si os pareciere decir al dicho visorrey de Nápoles alguna particularidad de lo que vais a hacer, podrá ser generalmente que os enviamos a Sicilia, para que, praticado con el visorrey, se busque manera cómo podáis pasar a Túnez para entender lo que hará Barbarroja, y avisarnos de ello y de las otras cosas de allá.

     »De Madrid a 14 de noviembre de 1534.»

     Fué en compañía de Luis Presendes en esta jornada un morisco español, de quien el Emperador confiaba. Este perro hizo como aleve traidor -si bien adelante lo pagó-, porque estando en Túnez descubrió Barbarroja que el Emperador enviaba los dos por espías. Agradecióselo Barbarroja y hízole honra y merced. Prendió luego a Luis de Presendes, sabiendo además de esto que Presendes encarecía la potencia del Emperador, día de San Juan. Viéndose Barbarroja apretado de ella, según digo, le cortó la cabeza; después le arrastraron por la ciudad, y fuera de los muros le quemaron, de lo cual el Emperador recibió pena, porque estimaba los buenos servicios que Presendes le hacía.





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- X -

Diligencias del Emperador contra Barbarroja.

     Despachado, como digo, Luis Presendes por espía de Túnez, envió a Italia a Tello de Guzmán, gentilhombre de la casa real, dándole orden que fuese por Génova, y que allí diese su carta al embajador, para que ambos juntos fuesen a verse con el príncipe de Melfi, Andrea Doria, y dándole otra carta le dijesen que iba por allí para que con él escribiese al conde de Cifuentes lo que había de procurar y solicitar con Su Santidad para el bueno y breve efeto de la asistencia y ayuda que había de hacer, y también la Sede Apostólica, para la armada que se hacía, para deshacer la de Barbarroja, y que le informase de las particularidades y razones, que al príncipe pareciesen más convenientes para enderezar la buena resolución y ejecución de esto, conforme a lo que al príncipe había escrito con don Luis de Avila, gentilhombre de su cámara, que particularmente había enviado para las cosas tocantes a esta armada. Que se informase cumplidamente, y Andrea Doria escribiese al conde, para que él procurase y solicitase lo que convenía. Que asimesmo el príncipe Doria escribiese al virrey de Nápoles, y diese a Tello de Guzmán instrución muy en particular de todas las provisiones, bastimentos, artillería, municiones y otras cualesquier cosas que en aquel reino se hubiesen de hacer y proveer para la armada, que el César escribía al virrey que lo proveyese así todo, y por tanto convenía que fuese bien informado de lo que al príncipe Andrea Doria pareciese, para darlo a entender al virrey, y el tiempo y los lugares y partes en que cada caso debía estar aderezada y puesta en orden. Que hecho esto, pasase con toda priesa a Roma, y dados los despachos al conde, le informase muy bien, para que procurase y solicitase lo que convenía, encargándole mucho que hiciese con toda prudencia la instancia posible para que la ayuda que el Pontífice y Sede Apostólica habían de hacer, fuese la mayor que pudiesen, y con la brevedad posible; y con la mesma se enviase el despacho para que se diese lo que en España se había pedido a los eclesiásticos y órdenes, por ser muy necesaria la brevedad en todo. Que de su parte besase el pie a Su Santidad, y dijese lo que había hablado sobre la paz de la Cristiandad, y sobre lo del duque de Urbino, y sobre los cardenales que allá se praticaba de hacer. Y muy encargadamente sobre lo que le tenía suplicado de la ayuda de la Iglesia de estos reinos y de las órdenes militares de ellos; porque no lo haciendo, mal podría él cumplir lo que era menester para esta empresa.

     Que en habiendo hecho esto en Roma, con la mesma diligencia pasase en Nápoles, y allí, hiciese con el virrey conforme a las instruciones que llevaba; y que de su parte rogase al virrey encareciéndole esto cuanto fuese posible, que pues conocía la calidad y importancia de este negocio, para servicio y autoridad del César, y bien y seguridad de aquellos reinos, tomase de esto particular cuidado, anteponiéndolo a todas las cosas que se le ofreciesen; en ésta, como más necesaria, pusiese mayor cuidado y vigilancia, y proveyese todo lo que el príncipe ordenase. Y que en alguna cosa hubiese falta ni dilación por alguna manera, porque cualquiera que hubiese sería muy dañosa, y especialmente, que las seis galeras que en aquel reino se hacían, se pusiesen luego en orden, y por lo menos que no faltasen las cuatro, y de todo avisase, no por dudar de la buena diligencia y prudencia del virrey, sino por salir de cuidado.

     Que hecho esto, se podría volver a Roma para estar allí en compañía del conde de Cifuentes, como solía estar.

     Hízose este despacho en Madrid a 6 de diciembre año 1534.



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- XI -

Diligencias del Emperador contra Barbarroja.

     Escribió asimesmo al conde de Cifuentes, que hacía el oficio de embajador en Roma, que se holgaba mucho en entender la continuación de la buena voluntad que Su Santidad mostraba, así para la convocación del Concilio, como para ayudar para la armada que se hacía contra Barbarroja, y para todo lo demás que conviniese al bien de la Cristiandad, y así esperaba que serían las obras. Que en lo que decía que en el último consistorio se había tratado que para convocarse el Concilio era menester más unión, confederación y paz entre los príncipes cristianos, y hacer un convento general en que se hallasen los procuradores de los que en semejantes autos suelen intervenir, y algunos de los eletores del Imperio, para dar orden en el negocio y saber cómo, dónde y cuándo se había de convocar, podía decir a Su Santidad y a los reverendísimos cardenales, que cuando Su Majestad partió de Flandes el año 1532 para Alemaña, envió a él, como Su Santidad sabía, el papa Clemente al obispo Gambeno con esta mesma resolución, y el César escribió al rey de Francia sobre ello, el cual no quiso por sus fines y intereses particulares venir en ello, ni vernía agora; antes por el mesmo procuraría de estorballo cuanto pudiese, y que pues entonces se conoció que este medio no se movía sino por traer el negocio en dilaciones, y tener causa que pareciese tener alguna justificación para ello, no era menester gastar tiempo en esto. Porque era claro que no aprovecharía nada, y sería más dificultoso concertar este convento, que el mesmo Concilio general. Y no tocando particularmente al rey de Francia ni a sus reinos, sino a los alemanes, los cuales con tanta instancia lo pedían, y los otros príncipes cristianos no lo contradecían, mas todos venían bien en ello, exceto el de Ingalaterra, que se apartaba cada día más de la obediencia de la Iglesia y Sede Apostólica, no se debía impedir por su respeto, ni había necesidad de hacer esta diligencia. Y así, dando bien a entender esto a Su Santidad, con lo que más sería provechoso, conforme se le había escrito muchas veces, y últimamente con monsieur de Vuaux, le suplicase quisiese resolverse en convocar el dicho Concilio general, poniéndole delante los inconvenientes que, no se haciendo con brevedad, evidentemente se conocían que no se podían dejar de seguir, en perjuicio de la fe, gran deservicio de Nuestro Señor, y daño de la república cristiana, como largamente lo tenía dicho, a que se refería. Que en lo de la ayuda que Su Santidad y la sede apostólica habían de hacer para la armada contra Barbarroja, tenía por cierto que ya se habría resuelto antes que este despacho llegase. Pero que si no lo estuviese, y aunque ya lo estuviese, hiciese la mayor instancia que pudiese para que sea la mayor que ser pueda, conforme a lo que Andrea Doria escribiría, dándole bien a entender la importancia de la empresa para el bien de la Cristiandad, y que la obligación que a ello tenía, y lo mucho que por parte del César se hacía y era menester para hacer y sostener la dicha armada, y que se resolviese luego en lo que había de hacer, y proveyese lo que para ejecutallo fuese menester, porque no podía haber cosa tan dañosa en este negocio como la dilación. Que con el prior de Alhambra, de la Orden de San Juan, había escrito al maestre de ella, rogándole que asistiese en esta empresa, así con sus galeras como con otros navíos, y los tuviese aparejados donde Andrea Doria le escribiese, y procurase que el Papa se lo escribiese. Que fué acertado haber hecho que el Papa escribiese al rey de Francia, pidiéndole seis galeras para esta jornada, y que si no estuviese hecho, hiciese expresamente instancia para que se las pidiese; porque si lo rehusase, con cualquier excusa que fuese, pues no podía haber alguna justa en tal causa, como era verisímil, que lo haría, tanto más se manifestase a Su Santidad y a la Cristiandad la mala voluntad y intención que tenía. Y demás de esto, para que más clara y evidentemente se conociese aquélla y se descubriese la inteligencia que tiene con Barbarroja, que suplicase a Su Santidad, haciendo toda instancia, que en cualquier caso hiciese requerir al rey de Francia, que tuviese y declarase al dicho Barbarroja por su enemigo, pues lo era común de la Cristiandad toda, y no le diese favor ni asistencia, direta ni indiretamente, ni que los navíos del dicho Barbarroja, ni sus gentes, fuesen recibidos ni acogidos en los puertos de Francia, ni socorridos de vituallas ni de otras cosas algunas, y le mandó que en estas dos cosas tuviese la mano con Su Santidad, para que le enviase a pedir y requirir la una y la otra, porque cuando no sirviesen para que las hiciese, servirían para que conociesen más claramente la mala intención del rey y siniestras obras. Que sabía, por cartas del nuncio Juan Paggio y otros, cuán reciamente Su Santidad había tomado el matrimonio del hijo del duque de Urbino con la hija de la duquesa de Camarino, que verdaderamente le había desplacido de que el duque hubiese hecho cosa que a Su Santidad hubiese dado desagrado, y más siendo hecho, y que no se puede deshacer, porque él tenía buena voluntad al hijo del duque, y asimismo estaba comprendido en las capitulaciones hechas con Venecia, y siempre había tenido buena voluntad de favorecerle en lo justo y honesto, como quiera que él nunca supo tal casamiento, ni le parece que convenía para la quietud de Italia, por hacerse tan poderosa la casa de Urbino juntándose con la de Camarino. Pero que, pues Su Santidad quería proceder contra él por justicia, él no la quería impedir ni estorbar, y así lo dijese a Su Beatitud, con que no intentase cosa de hecho ni de fuerza, no dando oídos a dichos ni persuasiones que los franceses le podían hacer para indignarlo contra el duque, para con este color y ocasión de asistir a Su Santidad venir a cobrar el dicho ducado de Urbino para la sobrina del papa Clemente, que estaba casada con el duque de Orleáns, hijo del rey de Francia, y hallar con esto ocasión de poner y tornar la guerra en Italia. Y que declarase a Su Santidad el estado en que estaban los negocios públicos de la Cristiandad, y la turbación, daños y inconvenientes que podrían suceder, de proceder por la dicha vía de fuerza, porque en tal caso, por el bien común y reposo y seguridad de ella, no podría dejar de poner la mano en ello. Que considerase, turbándose así las cosas por esta causa, el estorbo y impedimento que trairían a lo que convenía hacer en la resistencia y ofensión de la armada de Barbarroja, y también el peligro de dañar más las cosas que tocan a la fe en Alemaña; y la autoridad y crédito de Su Santidad perdería mucho con los alemanes, y con todos los cristianos, viéndose que luego en el principio de su pontificado, estando la Cristiandad tan molestada y trabajada por todas partes, y teniendo necesidad mayor que en algún tiempo ha tenido de defenderla de los enemigos, y entender en confirmar y establecer la paz universal de ella y de Italia, y asentar las cosas de la fe, siendo Su Beatitud el que principalmente por su dignidad y oficio tiene mayor obligación a procurar esto que todos los otros, fuese el que la turbaba y ponía la guerra en ella. Que le diese esto a entender con la mayor prudencia y desteridad que pudiese, para no dar sospecha a Su Santidad de que quería favorecer al duque de Urbino; mas antes, que le advertía y acordaba esto por lo que a su reputación convenía y buena estimación, y al bien de la Iglesia y de la Cristiandad.

     Que tuviese la mano con Su Santidad para que en alguna manera oyese a los franceses, ni les admitiese algún ofrecimiento que le hiciesen, ni Su Beatitud se inclinase por alguna manera a querer intentar cosa de hecho, ni por fuerza, mas antes se redujese a pacificación con el duque, siguiendo la justicia, si todavía estuviese en esta determinación, sin pasión ni indignación, remitiéndolo a personas no sospechosas, y cuando no se pudiese más acabar con Su Santidad, procurando de interponer algún tiempo, o a lo menos por el tiempo que durase esta empresa contra Barbarroja, o de otra manera, hasta que adelante se viese lo que se podría hacer para componer este negocio, de forma que no engendrase mayores inconvenientes, y haciendo para los dichos efetos, así con Su Santidad como con el duque, respectivamente, para no engendrar sospecha ni descontento a Su Beatitud ni desconfianza al duque, de la voluntad del César en todo, el buen oficio que pudiese, de manera que el negocio se redujese con ambos en términos de justicia y concierto, y se evitase la fuerza, y toda manera de pasión, por los inconvenientes que de ello se podrían seguir.

     Que en lo que tocaba a Florencia, no convenía alterar por el presente cosa alguna, porque cualquier mudanza que se hiciese en el gobierno de la República podría causar mayores inconvenientes. Que, pues el duque Alejandro estaba en él por su mano, si bien la forma de él no procedió de su voluntad, antes de la del papa Clemente, sin autoridad ni ratificación del César, y que sería gran desreputación de su memoria y disminuición de su casa hacer mudanza en ello, como agora el cardenal de Médicis lo proponía, mayormente que a la honestidad y reputación suya convenía no hacer mudanza en ello, habiendo tan poco que falleció Clemente, y considerada la poca edad del cardenal, y que debían de andar en esto franceses. Por estas y otras causas llenas de inconvenientes, así para el bien común y reposo de Florencia como de toda Italia, y para la memoria de Clemente y conservación de su casa, teniendo también respeto al matrimonio asentado entre el duque y su hija, se había resuelto en no acetar ni admitir el ofrecimiento del cardenal, ni se le diese lugar a que por otra vía lo intente, sino que el duque sea conservado en el gobierno, como estaba. Y a los forajidos y a los que en la ciudad estaban, los entretuviese, para que estuviesen quietos y no hiciesen ni procurasen novedad alguna, dándoles esperanzas de que el César pondría la mano y daría orden en moderar la forma del gobierno de la república, y a la buena unión, justicia y policía de ella, que la forma que al presente había no procedió de su voluntad, sino de la de Clemente, y él la tenía por inmoderada, y conocía que para la conservación del duque Alejandro y para la quietud, reposo y estado de aquella república era necesario mudalla.

     Que había recebido cartas de Andrea Doria en que le decía las quejas de muchos que habían acudido a él, y se ofrecía a poner a Florencia en forma que nunca faltase de la devoción y obediencia del César; que había reprendido en ella la afición que mostraban a franceses. Que ellos respondieron que la habían dejado por el poco favor que hallaban en ellos; pero que daban a entender que no los sacando de sujeción, se habían de valer de quien pudiesen; y así, el César había escrito a Andrea Doria y a Antonio de Leyva para que lo remediase, proveyendo lo más conveniente, así en lo que tocaba el duque Alejandro y a la república de Florencia y al cardenal Médicis, avisándolos de lo que por su parte le había sido propuesto, considerando el crédito que el duque puede tener y la aparencia de poderse sustentar como agora estaba, y la voluntad y intención de los forajidos y del pueblo de la ciudad de Florencia, y lo que querían y podrían hacer, ora fuese en favor del duque o contra él. Y que para entender esto, y lo que más le ocurriese, enviasen a Francia una persona discreta que se informase de todo, y enviase al César su parecer de lo que conviniese hacerse, para que de una manera o otra se proveyese al inconveniente que podría suceder de algún movimiento y novedad si se hiciese, no sólo al bien común de Florencia, mas a toda Italia, habiendo respeto a lo que tenía asentado cerca del matrimonio del duque Alejandro, y a lo que tocaba a la reputación imperial por esta razón, y por los tratados hechos con el papa Clemente, considerando también el estado en que se hallaban los negocios públicos de la Cristiandad. Que lo que él quería es que el duque se conservase, si pudiese ser, como agora estaba en el gobierno de Florencia, entreteniendo a los unos y a los otros hasta que se tomase la resolución, dándoles esperanzas que él pondría la mano proveyendo lo que más conveniese a la buena gobernación y bien público, reposo y quieto estado de ella.

     Que agradeciese al cardenal Médicis la voluntad que había mostrado a su servicio y la confianza que de él tenía. Que debía hacerlo así por el cuidado que había de tener de su honra y acrecentamiento, y declararle, de su parte, que por las razones dichas no quería que en alguna manera entienda en cosa que sea para innovar el gobierno de Florencia. Y aparte de sí todos los que tales novedades intentaren, y les aconseje que atiendan a vivir quietos, que demás de que el cardenal haría lo que debía al bien de su patria, y a la honra y acrecentamiento de su casa, y a lo que debía al papa Clemente, y al deudo que con el duque Alejandro tenía, haría en esto al César singular placer. Que procurase tener mano en conformar a este cardenal con el duque, y que se hubiesen y procurasen los dos ganar voluntades, así de los forajidos como de los de dentro, para poderse mejor conservar.

     Que procurase asimesmo, con Su Santidad, que tomase la mano en esto con el cardenal y con los demás que conviniese, así por la quietud de Italia como por lo que tocaba a la casa y memoria del papa Clemente; que procurase informarse de los tratos del cardenal, si tenía algunos con franceses; si hacía mucha cuenta de Strozi, que era todo francés, comunicándose siempre con Antonio de Leyva y Andrea Doria.

     Que no faltase en solicitar con Su Santidad la causa de la serenísima reina, su tía, acordándole la calidad y importancia del negocio, y la injuria y sinrazón que a la reina y a la princesa, su hija, se les hacía por el rey de Ingalaterra, y que le besase los pies a Su Beatitud de su parte, por la voluntad que muestra hacer justicia en esta causa. Que esté con cuidado si los franceses traían algunas pláticas para inquietar a Su Santidad. Que procurase luego enviar los despachos para el ayuda que los perlados y iglesias, clérigos y Ordenes militares de estos reinos habían de hacer para contra Barbarroja, porque sin ella, él no podía hacer la jornada.

     Desmás desto, advertía el Emperador de otras cosas menudas, y todas eran para ganar la voluntad del Papa y otros príncipes de Italia, por tenerlos seguros para mejor hacer la jornada de Africa contra Barbarroja, que muy poderoso estaba en Túnez; y el Emperador, en Madrid, con grandes ganas de echarle de allí, como lo hizo, según veremos en el año siguiente.

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