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Año 1558

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- XVI -

Muerte del Emperador a 21 de setiembre, año 1558, en edad de cincuenta y siete años, siete meses y veintiún días, habiendo reinado cuarenta y tres años y gobernado al Imperio treinta y ocho con suma justicia y satisfacción de las gentes. -Pide la unción con la ceremonia que se da a los frailes. -Devoto del sacramento de Eucaristía. -Llega Carranza, arzobispo de Toledo. -Muere con el nombre de Jesús en la boca. -Con esta voz murió la reina su madre. -Cometa que precedió su muerte.

     Dicho tengo cómo el Emperador en el tiempo más florido de su Imperio tenía cada día hora señalada para retirarse a la contemplación; lo mismo hacía en Yuste, aunque le fatigaban sus penosos ages. Decía de ordinario, levantando los ojos a Dios y pidiéndole la paz y uniformidad de la Iglesia: In manus tuas Domine tradidi Ecclesiam tuam, que es: «En vuestras manos, Señor, puse vuestra Iglesia.» Lloraba y confesaba sus faltas, diciendo de ordinario que en toda su vida no había servido un solo día como era obligado a Nuestro Señor, que cierto confunde al religioso más perfecto.

     El argumento y título de esta historia fue de la vida y hechos del Emperador Carlos V, Máximo, Fortísimo, y acabo con la muerte y hechos de ella, porque ninguno de los reyes tuvo más.

     Estando, pues, Su Majestad con la vida ejemplar y santos ejercicios en Yuste, que he dicho, llegó su hora. Habíale dejado la gota por muchos días; vínole una terciana al contrario de otras que solía tener, que le duraba doblado tiempo el frío más que la calentura, por lo cual le sangraron dos veces, y en lugar de quitársele dobló, y fue tanto creciendo, que se alcanzaba la una a la otra, y así iba desfalleciendo cada día más, y si bien Su Majestad tenía cuenta con la salud del cuerpo, haciendo lo que los médicos ordenaban, mayor cuidado puso en lo que tocaba al alma, confesándose a menudo; hizo su testamento y última voluntad, ordenando en él lo que diré.

     Y como ya estuviese muy al cabo, comulgó, y luego pidió la extremaunción, la cual le trajeron a la noche, y pareciéndole al prior que estaba congojado y que las ceremonias de la unción de los frailes era larga, porque se habían de decir los siete salmos penitenciales con su letanía y versos y oraciones, dijo el prior a Luis Quijada, que estaba junto a la almohada, que le preguntase si quería que dijesen la larga de los frailes o otra breve. Respondio que le oleasen como a fraile, y así se hizo, y el Emperador iba respondiendo a los versos de los salmos con los frailes, y después comenzó a estar un poco mejor. Quitósele totalmente la gana del comer, en tanto que, como Luis Quijada le importunase llorando que Su Majestad tomase alguna cosa, díjole:

     -No me seáis molesto, Luis Quijada, yo veo que me va la vida en ello, y con todo eso no puedo comer.

     Y a la mañana dijo que quería tornar a comulgar, y como le dijese el confesor que ya había tomado la extremaunción y que no era menester tornar otra vez, a comulgar, respondió:

     -Si bien no sea necesario, ¿no os parece que es buena compañía para jornada tan larga?

     Y así tornó a comulgar, diciendo con lágrimas ardientes de devoción: In me manes, ego in te Maneam, que es: «Estás en mí, yo estaré en ti»; porque era devotísimo del santísimo sacramento de la Eucaristía, y todo el tiempo que estuvo en Yuste le decía el convento una misa cada jueves del Sacramento con gran solemnidad en canto de órgano. Y aquella tarde, antes que le oleasen, llegó el arzobispo de Toledo, Carranza, el Desdichado, aunque no le pudo hablar aquella tarde, al cual había estado esperando con gran deseo después que desembarcó de Ingalaterra, porque tenía gana de reñir con él sobre que le habían dicho algunas cosas no tan bien sonantes de sus opiniones, porque como él tenía aquella fe tan viva, no había cosa que fuese contra aquello que no le diese mucha pena.

     Y como tornase el otro día para hablar a Su Majestad, por el conde de Oropesa, que se lo suplicó, le mandó entrar y mandó que le diesen silla; pero no le habló, y a la noche tornó a empeorar, y después de las dos de la media noche, estando todos sosegados dijo: «Ya es tiempo; dad acá aquella vela y aquel crucifijo», y con estar tal que cuatro barberos apenas le podían rodear en la cama, se volvió del lado con tanta ligereza como si no tuviera mal, y tomando en la una mano la candela y en la otra el crucifijo, estuvo un poquito mirando en el Cristo sin hablar, y luego dio una voz grande, que se pudo oír en los otros aposentos, diciendo: «Ay, Jesús.» Y con ella dio el alma a Dios; lo cual no pareció que se pudiese hacer sin milagro, que expirando pudiese dar naturalmente aquella voz tan recia y bien formada, por manera que este glorioso príncipe y su madre murieron con el dulcísimo nombre de Jesús en la boca. Pasó de esta vida a 21 de setiembre, año 1558, habiendo 58 menos siete meses que nació.



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- XVII -

Ataúd en que pusieron el cuerpo.

     Muerto el Emperador, todo aquel día y el siguiente hasta la tarde estuvieron aderezando el cuerpo y haciéndole un ataúd de plomo en que le metieron y soldaron, y aquél en otro de tablas de castaño grueso de donde no se podía salir cosa que se deshiciese del cuerpo, y quedó tan pesado, que apenas le podían menear diez o doce hombres, y encima de las tablas lo cubrieron de terciopelo negro, y así le llevaron al altar mayor por la puerta que sale de su aposento, y le metieron debajo del altar, como él había mandado, ayudando a ello el arzobispo, conde de Oropesa; el comendador mayor de Alcántara, Luis Quijada; haciendo los frailes el oficio del entierro con hartas lágrimas, y no hacían mucho, pues yo, que por sola relación sé su vida, las derramo.

     También me dijeron por cosa muy particular de este príncipe, que muchos años trajo consigo el ataúd en que había de ser puesto, y se lo ponían debajo de su cama. No sé si es cierto; sé que lo hizo su abuelo Maximiliano. El prior no lo dice; pudo ser, y despues parecer que no era conveniente, y así hicieron el de plomo y el de castaño. Tráelo un padre bernardo en el libro que compuso intitulado Monarquía mística de la Iglesia; en el símbolo quinto, folio 79, dice que seis años antes que muriese hizo hacer su mortaja, y la trajo consigo. y cita a Pedro Gregorio, lib. 6, e. III, p. 8, y entiendo que ambos se engañan, porque cosa tan notable como aquí digo no la callara el prior de Yuste, que por tan menudo cuenta su vída y muerte en el monasterio.



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- XVIII -

Viene el corregidor de Placencia, y quiere apoderarse del cuerpo. -Sacan de la sepultura el ataúd y ábrenlo. -Un pájaro notable que se vio cinco noches arreo.

     Dos días después de la muerte del Emperador vino el corregidor de Placencia, acompañado de todos sus ministros y letrados, y hizo ciertos autos y protestos, diciendo que Su Majestad había muerto en su jurisdición y que a él tocaba poner cobro en su cuerpo, so pena de que le castigarían, y que lo habían de depositar en parte segura, y como le dijeron que lo depositase en poder del prior del monasterio, dijo que le placía; pero que el escribano diese fe y testimonio del depósito y de lo que depositaba, y así que era necesario desenterrarlo y verle el rostro.

     Y no obstante que el prior dijo que él le conocía, y que él lo había sepultado, y que él mismo se constituía por depositario, no aprovechó, sino que se hubo de deshacer el tabique y sacarle fuera, y abrir los ataúdes, y descoserle las mortajas hasta verle el rostro, y así se hizo el depósito en el dicho prior de Yuste. Hiciéronle las honras los tres días siguientes, y el arzobispo de Toledo dijo la misa los tres días, y por diácono el prior del monasterio, y subdiácono otro prior de Granada. Mandáronse decir quince misas rezadas cada día, y los jueves la del Sacramento cantada, conforme a la devoción del santo Emperador.

     Mandó Su Majestad al monasterio todas las provisiones que tenía hechas para su casa, y la botica, y a todos los cantores y predicadores que por su respeto habían venido allí, a cada uno cincuenta ducados para vestirse y volverse a sus casas, y al prior ciento, y a los hijos del monasterio que eran cantores y al sacristán cada cincuenta, y al confesor cuatrocientos ducados de por vida, los cuales se le dieron en una pensión. Acabadas las honras de los tres días, se partieron todos los criados a Valladolid, exceto tres flamencos, que quedaron a guardar algunas cosas que no se podían llevar luego.

     Y dice el prior que antes que éstos se fuesen, que fue dentro de ocho días, la noche que se cumplía el setenario, una hora poco más después de anochecido, queriéndose él acostar oyó un ladrido como de perrillo, y pensando que era un perrillo que tenían los flamencos, salió de la celda y vio muchos frailes echados de pechos sobre los corredores, que hacía muy clara luna, y díjoles el prior:

     -Este perrillo nos ha de dar mala noche si no le echamos fuera.

     Respondieron los frailes:

     -Padre, no es perrillo, sino aquella ave que está encima del tejado de la capilla, la cual vieron venir de hacia Jarandilla, que es de la parte del Oriente, y ha dado cinco gritos con algún intervalo de uno a otro.

     Y miró el prior, y viola, y era tan grande como un cisne, salvo que de medio adelante era negra, y la otra parte blanca, y estúvose queda un rato, y después voló hacia Gargantalaolla, que es hacia parte del Poniente, y veíanla tan claramente como si fuera de día, porque demás de ser muy clara la luna estaban los padres casi en el mesmo peso del tejado, porque el claustro está de la parte de arriba tan alto y más que la iglesia, y con esto se fueron a dormir sin tratar más de ello. Y la noche siguiente, a la mesma hora, volvió aquella ave de la parte de Oriente, como la noche antes, y se asentó en el mesmo lugar encima del tejado, en derecho de la sepultura donde estaba el cuerpo de Su Majestad, y dio los mesmos gritos y al mesmo compas.

     Y como los frailes estaban alterados de lo que habían visto la noche antes, al primer grito no quedó fraile en el monasterio que no acudiese a verla, y volándose fue de la mesma manera que la noche pasada, y por el mesmo lugar, y así quedaron como espantados todos; y lo mismo hizo, sin faltar punto, la tercera noche, y la cuarta, y la quinta, y nunca más volvió, ni pareció, ni hubo fraile que dijese haber visto ave como aquélla, que parecía como un buitre grande, y de las dos colores, la mitad del cuerpo negro y la otra mitad hasta la cabeza blanco, ni en aquella tierra jamás se vio semejante pájaro. Y si bien es verdad que podía ser alguna ave extranjera, que anduviese perdida por aquella tierra, pero considerando que vino siempre a una misma hora y por una parte, y que daba los cinco gritos a un mismo compás, y se ponía en un mesmo lugar y se iba sin parecer más, imaginaban que debía de ser alguna señal del cielo, como las suele Dios dar, según se lee de muchos santos, que o están ya gozando de El, o en camino de salvación para los gozos eternos.



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- XIX -

Honras por el Emperador.

     Hicieron en San Benito el Real, de Valladolid, las honras del Emperador. Predicó el padre Francisco Borgia, duque que fue de Gandía, y de la Compañía de Jesús, tomando por tema: Ecce elongavi fugiens, et mansi in solitudine. «Alejéme huyendo y permanecí en la soledad.» Lo que más encareció de los hechos de este príncipe, y con razón, fue el haber dado de mano al mundo, y despedídose de él antes que el mesmo mundo le despidiese, como suele. Y que fue mayor esta vitoria, más glorioso este triunfo, que los que alcanzó de tantos enemigos, poniendo a los pies de Cristo las coronas Imperial y Real, para mejor buscarle y gozarle a sus solas, y alcanzar la eternidad bienaventurada para que fuimos criados. Dijo, entre otras alabanzas del César, que había oído de su boca que desde que tuvo veintiún años de edad había tenido cada día un rato de oración mental.

     Era presidente de Castilla en este tiempo Juan de Vega, señalado caballero, de valor y prudencia notable. Escribió una carta luego que se supo la muerte del Emperador al padre Diego Laínez, prepósito general de la Compañía de Jesús, diciendo en ella con graves y sentidas palabras el fruto que de la muerte del Emperador se podía sacar. Y porque de la carta lo saquemos la pondré aquí, como Juan de Vega la escribió:



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- XX -

Carta de Juan de Vega sobre la muerte del Emperador.

     «El Emperador (dice) Nuestro Señor Dios fue servido de llevarle para sí, que, según las buenas señales que de cristiano dio en su fin y la devoción y esperanza con que murió, así se puede esperar y piadosamente creer. Falleció a los 21 de setiembre en aquel monasterio de Yuste con tan poco ruido de los grandes ejércitos que por mar y por tierra trajo, con que tantas veces hizo temblar el mundo, y tan poca memoria de sus falanges armadas, y estandartes, y señas tendidas como si todos los días de su vida hubiera vivido en aquel yermo. Ha sido cierto cosa de gran consideración para lo que se debe estimar este mundo, si quisiésemos mirar en ello, haber visto el fin del mayor hornbre que ha habido en él, grandes tiempos ha, tan cansado de él y tan desengañado, que antes que se acabase la vida no pudo sufrir su manera de vivir, ni los trabajos que traen consigo la gloria y grandezas de él; y de todo ello no se aprovechó, sino antes le tuvo por superfluo y dañoso en su fin, sino ocurrir a la misericordia de Dios y a los méritos de su pasión. Encomendóse siempre a un crucifijo que tuvo en las manos, con que murió la Emperatriz que haya gloria, que desde entonces tuvo guardado para aquella hora. Bien creo que vuestra paternidad habrá hecho encomendar el ánima de Su Majestad Cesárea a Dios por todas las casas de la Compañía, porque allende de haber muerto rey y príncipe natural, fue bienhechor de ella por los colegios que fundó en Sicilia. De Valladolid, 7 de octubre 1558.»



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- XXI -

Honras que el rey don Felipe mandó hacer en Bruselas en la iglesia de Santa Gúdula, jueves y viernes 29 y 30 de diciembre año 1558.

     Estando el rey don Felipe en Arrás después de haberse levantado con su campo del cerco de Durlan, que fue en fin del mes de octubre, tuvo nueva cierta que el Emperador era muerto a 21 de setiembre. Mandó al conde de Olivares que viniese a Bruselas a dar orden y mandar aparejar lo que fuese menester para las honras, el cual vino y hizo y ordenó lo que convenía. Después de mandado esto y dado orden en otras cosas, vino el rey a una abadía que está dos leguas de Bruselas, que se llama Grumandala, donde estuvo hasta miércoles 28 de diciembre, que supo estaba todo aparejado, y así entró en Bruselas de noche.

     Mandóse que en esta villa y en todos los otros pueblos de aquellos Estados se doblasen las campanas de todas las iglesias y monasterios cuarenta días antes que las honras se hiciesen, tres veces al día, a las seis de la mañana, a mediodía y a las seis de la tarde, y que en todas las iglesias y monasterios se hiciesen honras particulares, asistiendo en ellas los gobernadores de cada tierra, como se hizo. Mandaron cesar las máscaras y todo género de regocijo, que en este tiempo suele haber en la villa. Dióse luto a toda la casa de Su Majestad y a los pensionarios que fueron criados de la Majestad Imperial, que serían hasta dos mil personas; y vistieron de lobas y capirotes docientos pobres de estos Estados que fuesen a las honras. Y porque siendo las principales conquistas las que en tiempo del Emperador se habían hecho en la mar, pareció que sería bien hacerse una nao, en que fue la memoria de todas las vitorias, y se hicieron dos columnas de la divisa de Su Majestad que iban detrás de la nao. Aparejáronse fuera de esto muchas banderas y estandartes cubiertas de caballos, y otras insignias, que se llevaron a las vísperas con la divisa y orden que se dirá.



La orden que se tuvo en el caminar a las honras de Su Majestad Imperial, jueves 29 a vísperas, con ocho insignias que se llevaron.

     Iban primeramente en procesión toda la clerecía y frailes de las iglesias y monasterios de Bruselas con cruces delante, y vestidos con sus capas y casullas, y velas de cera blanca ardiendo en las manos, que era muy gran número de personas.

     Iban luego los capellanes y cantores de la capilla del rey por orden, de dos en dos, y tras éstos los abades, obispos y perlados de estos Estados vestidos de pontifical, con la orden que los capellanes, en que hubo veinte y una mitras. Seguíanse luego los abogados y otras personas de letras de esta villa, y diputados de los Estados; y tras ellos, el presidente de la Cámara de Cuentas de Brabante y Lucemburg y los oidores de las cuentas. Iba luego el presidente o chanciller de la Chancillería de Brabante, y con él, el droser de Brabante y preboste. Luego se seguían los docientos pobres que se vistieron con lobas y capirotes puestos sobre las cabezas, y cada uno con una hacha de cera ardiendo, y en cada hacha puestos dos escudos de las armas de Su Majestad Imperial.



La casa del rey iba con el orden siguiente.

     Todos los oficiales de mano y de la caballeriza que son armeros, silleros, guarnicioneros, sederos, carpinteros, pintores, entalladores, relojeros, cerrajeros, herrador y de otros oficios, y las ayudas de furrieres y furrier mayor; luego, las ayudas de oficios de la casa de la Majestad Imperial, los porteros de la casa de Su Majestad y de Consejo, los alguaciles de Corte con sus bastones negros en las manos. Iban luego los aposentadores, los jefes de oficios y los jefes pensionarios de la Majestad Imperial y los continos de la casa del rey, los cirujanos, médicos, boticarios y barberos, y médicos de Cámara. Seguíanse luego los ayudas de cámara, guardarropa, guardajoyas y los pajes con su ayo y capellán y ayuda de capellán, y luego los costilleros de la casa del rey, y los barleservans, los gentileshombres y pensionarios del Emperador.

     Tras éstos iban cuatro atabales que los llevaban dos hombres cubiertos con cubiertas de tafetán cubierto de oro, excepto el águila negra; los trompetas, con sus banderas desplegadas, y al contrario sobre el lado izquierdo. Luego se seguía un rey de armas del Emperador, y a mano derecha del otro, porservante con cota del de Henaut y a mano izquierda otra de Artoes.

     Luego iba un estandarte (que se dice corneta) de tafetán, que era largo y angosto, tan ancho en la punta como en la lanza, en que iba pintado, todo de oro fino, el Plus Ultra, con sus columnas, y la aspa de Borgoña con su eslavón y pedernal de la Orden del Toison, y la resta llena de llamas de oro, el cual llevaba don Pedro de la Cerda, gentilhombre de la casa del rey. Iba luego otro estandarte, que dicen el Guidon, de colores, que era de tafetán negro, y en él pintadas las armas del Emperador, todo cubierto de oro fino, excepto el águila negra, que iba de la color de la seda; llevábale monsieur de Castro, gentilhombre de la casa del rey. La tarja iba luego de la misma seda que el Guidon y con las mismas armas, y junto a él, el yelmo de justa, y llevábanlo, la tarja, a la mano derecha. Próspero de Lalin, y el yelmo, a la izquierda, don Juan de Castilla, gentilhombre del rey.

     La nao se seguía luego, que era larga, a manera de galera, excelentísimamente fabricada, la cual iba llena de banderas de todos los reinos de Su Majestad, y en la popa iba la Caridad vestida de raso carmesí, que llevaba el Heme, y al mástil mayor la Fe, vestida de blanco, llevaba en la mano izquierda un cáliz y en la derecha una cruz, y a la proa iba la Esperanza, vestida de morado, y llevaba el áncora en las manos. En los costados de esta nao iban pintados de muy excelente mano los triunfos siguientes:

     La conquista de la Nueva España, la del Pirú, y cómo los convirtió a la fe de Cristo; cómo echó los tiranos de Génova y la libertó. La conquista del Estado de Milán tres veces con dos batallas, y cómo la volvió las dos veces al Imperio, y la tercera al duque natural. Cómo resistió al Turco en Viena. La conquista de Túnez, y cómo la restituyó al rey su vasallo, y diez y nueve mil cautivos que libertó. La batalla que ganó a Barbarroja con la toma de la Goleta. Cómo ganó a Modín y Corron. Dos batallas en el mar que se ganaron contra turcos. Cómo ganó el Estado de Güeldres. Cómo pasó el Emperador el río Albis y pacificó a Alemaña y Bohemia. Cómo ganó a Africa y Monasterio. Cómo ganó a Tremecén y se volvió al rey su vasallo. Más arriba, y en las velas de esta nao, que eran de tafetán negro, en una que iba tendida iban unas letras en latín que decían:

     Imperatori Ces. Carolo Max. P. F. Aug. Gal. Indico, Turc. Aphrico. Saxo. victori triumphatorique multarum gentium. Tametsi res ab eo terra, marique gestae, singularis humanitas, incomparabilis prudentia, ardentissima religio, satis terrarum orbi conspicuae sunt: Respublica tamen christiana ob memoriam iustitiae, pietatis, virtutisque eius, victoriam navim quae mundum circumiscit, quem suis ipse victoriis illustravit.

P. D. S. R. P.

     Proeterea, quod novum orbi nostro orbem patefecerit exteris, gentibus christiano nomine additis, multisque regnis, provincisque aucto Hispaniarum Imperio.

     Quod Solimanum turcarum imperatorem cum CCC. eqq. M. peditum Germaniae impendentem ruptis in fuga pontibus, amissisque XX. M. eqq. in suos fines compulerit Germania servata.

     Quod classe Penopolesum invadens civitates turcarum Metonem, et Coronem vi coeperit.

     Quod Barbarroxam tyrannum cum CC. M. peditum XVI. M. eqq. proelio ad Cartaginem superatum, arce Goleta LX. trirremibus, multis piraticis navibus, omni nautrio, bellicique aparatu, ipsa tuneto Hippone, novo Hippone Regio civitatibus captis regno Tunetano, imperioque Lybiae spoliaverit, restituto vectigalique facto veteri legitimoque rege.

     Quod unde viginti christianorum millia eo bello liberata in patriam reduxerit.

     Quod regnum Tremecen de iusto proelio Mauritaniae regi restituerit.

     Quod Aprhodisium Lybiae nobilissimum emporium Sussam Monasterium et Clupeam classe coeperit maritimasque Lybiae civitates, principesque vectigales fecerit.

     Quod duas turcarum classes nostrum mare infestantes duobus poeeliis, altero ad littus Mauritaniae altero ad Siculum deleverit.

     Quod assiduis piratarum rapinis mare infestatum navigantibus securum reddiderit.

     Quod pristinam genuensium reipublicae libertatem restituerit.

     Quod ducatum mediolanensem exercitibus hostium repulsis, tribusque magnis proeliis deductis. Imperio romano bis, duci semel restituerit.

     Quod incredibili celeritate ducatum geldrensem armis suae ditioni restituerit.

     Quod praeclaro rei militaris peritiae exemplo primum cunctando: mox longis difficilibusque itineribus celerrime confectis, Albique trammisso, tumultuantis Germaniae motus, pacata insuper Bohemia victor sedaverit.

     Quod plures germanorum principes et provintias tumultuantes compresserit, praesidia, civitatesque vi coeperit, ducibus copiarum fussis, et pacata Germania.

     Quod Romanorum imperator Albin trajecerit, atque hostibus praelio victis civitatibusque in ditionem acceptis, urbibus captis, ducibusque victor inde redierit.

     Quod contra Christi nominis hostes sponte, contra christianos non nisi lacessitus, et iniuriam propulsans, arma sumpserit.

     Fortisimo catholico optimoque principi titulos tropheaque additis Tumulo, regnorun signis devictarumque gentium imaginibus eadem Christiana respublica munivit Majestatique ejus devotissima. P.

Ad Indias.

                                  Non auri sitis, aut fame ambitiosa cupido,
Non sceptri persuasit amor tot adire labores,
Humani sed te generis pia cura coegit,
Navibus ignotas investigare per oras.
Quis sacra inferres, populos Christoque dicares
Membra salutifere lustrans aspergine limphe.


Ad Indos.

                                  Successus neque te, Caesar, spes certa petiti
Destituit, donec de littore solvit Ibero,
Neptuno sternente viam et tritonibus undis
Auspiciis veneranda tuis trausque equora vecta
Religio tandem auriferis allabitur oris.
Luce nova erradians mersas caligine mentes.

     Illius triumphi ordine recensentur.

     1. Orbe novo invento,

     2. Fide Indis invecta (que reductis,

     3. Tuneto capto etrestituto captivis,

     4. Asserta Genua.

     5. Germania Bohemiaque sedatis,

     6. Geldria, recepta,

     7. Aphrodisio deleto,

     8. Mari pacato,

     9. Tremisseno restituto,

     10. Solymano prosligato.

     11. Metone, Caroneque vi captis,

     12. Mediolano vindicato.

Ad Columnas.

     Iure tibi Herculea sumpsisti signa columnas

     Monstrorum domitor temporis ipse tui.

     Domino nostro Imperatori Caes. Carolo Pio Felici, August. Regi multorum regnorum, triumphatori multarum gentium, victori Indorum, victori Lybiae, victori maurorum, victori turcarum,victori piratarum, liberatori Germaniae, liberatori Italiae, liberatori maris, liberatori captivorum, pacatori Germaniae, pacatori Italiae, pacatori Hispaniae, pacatori maris, restitutori multorum pricipum, arbitro multorum principum, gloriossisimo catholicorum principi, respublica christiano exemplum justitiae, clementiae, fortitudinis ejus pientissimo filio praeponens devotissime dicavit.

     Deus optime, maxime, trinus et unus hos tibi titulos tropheaque populus christianus consecrat, ob memoriam rerum gestarum Caroli Caes. Augu. quem romanorum Imperatorum, regemque multorum regnorum tu fecisti: cujus pietatem, iustitiam, clementiam, prudentiam, magnanimitatem, fortitudinem orbis miratui, imperium ipse regnaque tuis auspiciis auxit, illud fratri haec filio vivens relinquit, cum exemplo virtutum, quas mortuus secum ad te defert.



El romance del latín de atrás.

     Al Emperador Carlo César Máximo Augusto, victorioso en Francia, en Indias, Turquía, Africa, Sajonia, vencedor y triunfador de muchas gentes. Aunque las cosas que hizo por tierra y mar juntamente con su singular humanidad y prudencia incomparable y gran cristiandad son harto notorias a todo el mundo; no obstante esto, en memoria de su justicia, piedad y virtud, la república cristiana le dedicó rogando a Dios por él, la nave «Victoria» que dio vuelta a todo el mundo, el cual, dejó lleno de sus victorias.

     Demás de esto, porque descubrió otro nuevo mundo, juntando a la Cristiandad gentes extrañas, acrecentando el Imperio de España con muchos reinos y provincias.

     Porque viniendo el Turco sobre Viena con trecientos mil caballos y cien mil infantes, le hizo salir huyendo de los términos de Alemaña, dejando rotas las puentes por donde pasaba, y con pérdida de quince mil caballos.

     Porque yendo su armada a la Morea por fuerza de armas tomó las ciudades de los turcos que se llaman Motín y Corron.

     Porque cerca de Cartago dio la batalla al tirano Barbarroja, que tenía docientos mil infantes y diez y seis mil caballos, y lo venció y deshizo del reino de Túnez y imperio de Africa, tomando la Goleta, donde había sesenta galeras y otros muchos navíos de cosarios con vituallas y munición de guerra, y a Túnez con otras dos ciudades, en lo cual restituyó al rey antiguo que legítimamente lo era, haciéndole su tributario.

     Porque en esta misma guerra sacó de cautivos diez y nueve mil cristianos y los envió a sus tierras.

     Porque yendo su armada, tomó por asalto a Africa, que es muy principal lugar de trato en aquella provincia, y la Cusa y Monasterio, y Cheppa, y hizo sus tributarios todos los príncipes y ciudades marítimas de Africa.

     Porque en dos batallas navales desbarató su armada a dos armadas del Turco, que hacían mucho daño en nuestra mar. La una cerca del estrecho de Gibraltar, y la otra en el mar de Sicilia.

     Porque aseguró la navegación a los que navegaban, que antes recibían mucho daño con los continuos daños de los cosarios.

     Porque restituyó en su antigua libertad a la república de Génova.

     Porque restituyó el Estado de Milán dos veces al Imperio y una al duque, haciendo que se retirasen los enemigos seis veces con sus ejércitos y venciéndoles en tres batallas señaladas.

     Porque con increíble presteza tomó por fuerza de armas el ducado de Güeldres y lo restituyó a su señorío.

     Porque haciendo grandísima dernostración de entender muy bien las cosas de la guerra, al principio deteniéndose, y después caminando con mucha presteza largos y difíciles caminos, y pasando el río Albis, siendo vencedor, se sosegó toda Alemaña, que estaba llena de movimientos, y apaciguó a Bohemia, que se había levantado.

     Porque contra los enemigos de la fe siempre tomó las armas por su voluntad y contra los cristianos nunca, sino siendo provocado, y para defenderse.

     Por todas estas y otras muchas cosas, la mesma república cristiana, devotísíma de Su Majestad, dedicó a su sepultura y honras del fortísimo, católico y óptimo príncipe, los ditados y vitorias, y banderas de sus reinos, y las figuras de la gente que venció.

A las Indias.

     No codicia de tesoros, ni ambición de fama, ni deseo del Imperio te compelió a tantos trabajos, sino el piadoso cuidado del género humano, y buscar con navíos las tierras no conocidas, y llevarles y darles cosas sagradas, y dedicaste los pueblos a Cristo con el salutífero sacramento del bautismo.

A los indios.

     O César que tan poco faltó buen suceso a la cierta esperanza de lo que pretendías; porque en tu buena dicha, desde que tu armada partió de la ribera de Andalucía, haciendo Neptuno el camino con sus tridentes mojados, la religión cristiana fue llevada desotra parte del mar, y al fin llegó a las regiones donde se cría el oro, dando claridad con nueva luz a las almas hanegadas en la escuridad.

A las columnas.

     Domador de los monstruos de su tiempo, justamente tomaste por insignias las columnas de Hércules.

     Esta nao iba encima de una mar sin que nadie viese con qué se llevaba, y en esta mar había algunas islas de tierra que significaban las Indias, y en ellas banderas abatidas. Iban dos monstruos marinos en la delantera desta nao, que parecían salir del mar.

     Detrás, a ocho pasos, venía una mar, y en ella dos peñas, donde iban asentadas las dos columnas que eran muy grandes, y encima de ellas las coronas imperiales, y dos monstruos marinos de extraña manera, que parecía que nadando por la mar las guiaban, y en las columnas la letra de arriba. Luego iba el caballo de justa encubertado hasta el suelo con una cubierta de los colores que Su Majestad imperial traía, que son amarillo, morado y pardo, en que iba pintado un Santiago a caballo, y las dos columnas de Plus Ultra con las armas del Emperador, y el aspa de San Andrés de Su Majestad imperial, con el eslabón y pedernal de la orden del Toisón, el cual llevaba de diestro Francisco Marles de Malla y Antonio de Broselle, gentileshombres de la casa del rey.

     Seguíale el grande estandarte de las mismas colores y armas, todo cubierto de oro y plata, el cual llevaba Estéfano Doria, gentilhombre de la boca, y tras él los gentileshombres de la cámara del rey, y de la Majestad Imperial. Luego los señores de título, condes, marqueses y barones, y detrás un rey de armas con cota del Imperio, y a la mano derecha otro rey de armas de Brabante, y al izquierdo otro de las armas de Flandres. Luego iba un caballo encubertado todo de tafetán doble, y en la cubierta pintadas las armas del condado de Flandres, de oro y plata, y encima de la testera, puesto un penacho de plumas grandes de las mismas colores, al cual llevaban de diestro don Juan Mausino y Gueri de Breth, gentileshombres de la casa del rey, y la bandera de Flandres luego en que ya iban las mesmas armas de un lado y de otro, que llevaba Filipe de Lanov, de la boca del rey. Tras él iba otro caballo de Güeldres, en que iban las armas del mesmo ducado de Güeldres, que lo llevaban de diestro don Pedro de Reinoso y Costonfo de Villet, gentileshombres de la casa del rey, y la bandera con las mismas armas de un cabo y de otro, que la llevaba monsieur de S. Pené, de la boca. Luego otro caballo de Brabante con las armas de aquel Estado, llevándolo de diestro don Juan Niño de Portugal y Mos de Charrani, gentileshombres de la casa del rey, y una bandera con las armas del mismo estado de un cabo y de otro, que llevaba don García Sarmiento, de la boca del rey.

     Iba otro caballo encubertado que llevaba las armas de Borgoña, y lo llevaban Juan Bautista Suárez y Charles de Armestor, gentileshombres de la casa del rey, y la bandera con las armas del mesmo ducado de Borgoña, que llevaba Héctor Espínola, de la boca. Otro caballo en que iban las armas de Austria, que llevaban don Martín de Goñi y Andrés de Vacañera, gentileshombres de la casa del rey, y una bandera con las mismas armas, que llevaba don Juan Tavera, de la boca.

     Iba un rey de armas con la cota de armas del Imperio, y a la mano derecha otro con las de Austria, y a la izquierda, otro con las de Borgoña. Iba otro caballo encubertado en que iban las armas del reino de Córcega; llevábanlo don Felipe de Silva y monsieur de Iaso, gentileshombres de la casa del rey, y luego la bandera con las armas del mismo reino de una parte y de otra, llevaba Lelio Doria, de la boca. Iba otro caballo con las armas del reino de Cerdeña, y lo llevaban don Carlos de Arellano y Charles Venderno, gentileshombres, y don Pedro Manuel, de la boca, con la bandera de las armas del mismo reino. Y las armas del reino de Sicilia en otro caballo, que llevaban Mos de Mol y monsieur de Mariñín, gentileshombres, y el conde de Salma, de la boca, con la bandera de las armas de este reino. Las armas del reino de Mallorca en otro caballo, que llevaban dos Diego de Rojas y Bransion, gentileshombres de la casa del rey, y las armas del mismo reino en su bandera, don Gonzalo Chacón, de la boca. Y en otro caballo encubertado las armas del reino de Galicia, y lo llevaban don Pedro de Velasco y Godofre de Bauromburque, gentileshombres de la casa del rey, y la bandera con las armas de este reino, don Juan de Avalos de Aragón, gentilhombre de la boca. Las armas del reino de Valencia iban en otro caballo, que llevaban don José de Acuña y Felipe de Venacut, gentileshombres de la casa del rey, y don Rodrigo de Moscoso, de la boca, la bandera con las armas del mesmo reino; y en otro caballo iban las armas del reino de Toledo, que llevaban don Francisco Manrique, caballerizo, y Charles de Longastie, gentileshombres, y monsieur de Mengoval, de la boca, la bandera con las armas. Las armas de Granada en otro caballo encubertado, que llevaban Gómez Pérez de las Mariñas y Jerónimo de Mos, gentileshombres, y la bandera con las armas, don Antonio de Velasco, de la boca. En otro caballo venían las armas del reino de Navarra, y lo llevaban don Luis de la Cerda y Juan de Venastien Vega, gentileshombres, y Mos de Peten, de la boca del rey, la bandera con las armas. Las armas del reino de Jerusalén en otro caballo que llevaban Arnobe Crimengen y Felipe Brandomere, gentileshombres, y don Luis de Ayala, de la boca, la bandera con las mismas armas. Iba otro caballo con las armas del reino de Sicilia, y lo llevaban don Felipe Manrique y Jaques de Cuarrey, gentileshombres, y la bandera con las mismas armas, monsieur de Sobrenon, de la boca. En otro caballo encubertado, las armas del reino de Nápoles, que llevaban don Luis Vique y Felipe Esconova, gentileshombres, y la bandera con las mismas armas, Garcilaso Puertocarrero, de la boca. Iba otro caballo en que iban las armas del reino de Aragón, que llevaban Juan de Herrera y Guillén de Henchath, gentileshombres, y la bandera con las armas del mismo reino. Las armas del reino de León iban en otro caballo que llevaban don Pedro Bazán y Felipe de Cortavilla, gentileshomb;es, y la bandera con las mismas armas, don Francisco de Mendoza, de la boca. En otro caballo las armas del reino de Castilla, y lo Ilevaban don Juan de Vivero y Pierre de Momberque, gentileshombres, y la bandera con las armas del mismo reino, monsieur de Ras Sanguien, de la boca.

     Seguíanse luego los reyes de armas con cotas de armas del Emperador. Llevaba el conde de Fuensalida el pendón con las armas del Emperador, de oro con el Aguila negra; la bandera que dicen el Guidon, con las armas imperiales de oro, de una parte y de otra, y el Aguila negra, el vizconde de Gante; otro caballo iba encubertado con una bandera de brocado con las armas imperiales, y lo llevaban don Pedro de Ulloa y Mos de Verten, de la boca, y el gran estandarte, con las mismas colores y armas imperiales, el conde de Policastro, y en otro caballo con una cubierta de brocado hasta el suelo, y un penacho en la testera, de las colores y armas del Emperador, llevábanlo don Pedro de las Roeles y Camilo de Correjo, de la boca, y el conde del Castellar llevaba la gran bandera cuadrada con las mismas armas y colores. Luego iban cuatro escudos con las armas de los cuatro cuartos del linaje del Emperador, los dos primeros llevaban el conde de Rus y el conde de Ribadavia, y los otros dos, el conde de Coruña y marques de Cerralbo. Iban luego, con el yelmo y timbre el duque de Simonera, y a la mano derecha el duque de Aries con el escudo doble y su corona, y el príncipe de Asculi llevaba la espada de armas por la contera; el príncipe de Salmona en un bestión llevaba la cota de armas.

     Seguíanse luego los maceros de la casa del rey, y tras ellos tres reyes de armas imperiales. A éstos seguía un caballo encubertado con paramentos de terciopelo negro hasta el suelo; encima de ellos una cruz roja que llevaban don Manrique de Lara y don Carlos de Ventivilla, gentilhombre de la boca, y el conde de Susamburcho, en un cojin de tela de oro, el collar de la Orden del Toisón.

     El marqués de Aguilar llevaba el cetro imperial, y el duque de Villahermosa la espada imperial. El príncipe de Orange llevaba el mundo, y la corona imperial don Antonio de Toledo, prior de León, de la Orden de San Juan y caballerizo mayor del rey.

     Los grandes se seguían por su orden. Iba el conde de Olivares y el marqués de las Navas, y el duque de Alba, mayordomo mayor, con su Toisón y un bastón levantado, con el Toisón de oro, y una cota de brocado con las armas imperiales, y puesto el gran collar que solía traer.

     Iba luego el rey, cubierta la cabeza con el capirote. Llevaba el cabo de la loba, de la mano derecha el duque Enrico de Branzuic, y de la mano izquierda, el duque de Arcos, que iban a los lados de Su Majestad, y la cola de la loba llevaba el conde de Melito Ruy Gómez de Silva, camarero mayor del rey. Iba el duque de Saboya solo, y llevaba la cabeza cubierta, como príncipe de la sangre.

     Los caballeros de la Orden del Toisón, de dos en dos, y después los tres oficiales de la misma Orden, que son chanciller, tesorero y grafier.

     Iba el duque de Francavilla como presidente del Consejo de Italia y Aragón, y de los Consejos de España, y todos los regentes de los Estados de Su Majestad, y los consejeros de las Finanzas y Burgos.

     El teniente de los archeros, y los archeros con él, y la guarda de los alemanes y españoles iban de un lado y de otro de la calle pegados con las vallas.

     Por las calles por donde fue Su Majestad desde palacio hasta la iglesia había vallas puestas de un lado y de otro, y en ellas muchas hachas de cera, que las tenían vecinos del pueblo por su orden, en que había hasta 2.500 hachas, y por esta orden llegó Su Majestad a Santa Gula a las cuatro de la tarde; si bien salió de palacio a las dos se tardó este tiempo en llegar a la iglesia.

     Estaba la nave principal de la iglesia de Santa Gula atajada de un cabo y de otro, de manera que no se podía entrar a ella sino por una de tres puertas que había. Estaba el cabo de la nao entre los dos arcos de ella antes de llegar al crucero un chapel ardiente sobre cuatro pilares hechos con tal artificio, que llegaban hasta el cimborrio de la iglesia, y en lo alto de él estaban tres coronas, y otra imperial, y por remate el mundo, que parecía muy bien.

     Ardían en este chapel tres mil velas de cera puestas por muy buena orden. Debajo de este chapel, entre los cuatro pilares de él, estaba hecho un tablado de cuatro gradas en alto y encima de él una tumba cubierta con un paño de terciopelo negro, y encima de él otro de brocado tan grande que caía por encima de las gradas abajo, y encima una cruz de raso carmesí, y en cada uno de los cuatro pilares estaba un escudo de armas, como los de los cuartos, que cada uno le tenía un rey de armas, y delante del chapel ardiente y atrás estaban puestas muchas hachas de cera. Diez pasos más adelante estaba, hecho un tablado muy grande, que se subía por cuatro gradas a él, y arrimado a la pared del coro un altar adonde se dijo la misa, y a los lados de este tablado estaban de un cabo y de otro puestos asientos para los perlados y clerecía y órdenes, y por de fuera puestas muchas hachas de cera blanca por todo el tablado.

     Estaba toda esta nave toldada de paños negros, y el crucero de la iglesia, y encima de los paños puesta una cenefa de terciopelo negro de un ana en ancho, y en ellos muchos escudos de las armas de Su Majestad Imperial. Encima de estos paños a la redonda de toda la nave había mucha cantidad de velas ardiendo por su orden. Y también había cinco candeleros de azófar, los tres en la nave, y los dos en el crucero, que los tiene aquesta iglesia, en los cuales había puestas muchas velas de cera que ardían al lado derecho de la nave. De frente del chapel estaba hecho un estrado para el rey, de tres gradas en alto, todo cubierto de paños negros, donde estuvo Su Majestad.

     Luego debajo cuatro pies estaba el asiento del duque de Saboya, de dos gradas de alto. Tres pasos más abajo estaba el asiento para los grandes, de una grada, con un banco delante de ellos. Cuatro pies más abajo estaba un banco muy largo, en que se sentaron los de los Consejos de España y de estos reinos y Estados. Al lado izquierdo de la dicha nave, de frente del chapel, había un asiento en que estaba el embajador del Emperador, don Fernando, y el embajador de Portugal, y el de Venecia, los cuales aguardaron allí a Su Majestad, que no vinieron con el acompañamiento porque se les ordenó así. Más abajo tres pies estaba un banco de una grada, en que estaban los caballeros del Toisón, que serían hasta veinte, y otros tres más abajo estaba un banco muy largo, en que se asentaron los condes, marqueses y señores de título, y los demás caballeros.

     Encima del asiento de los embajadores, entre los dos pilares de un arco estaba hecho un tablado para los cantores que oficiaban la misa. Entre otros dos pilares estaba hecho un tablado cercado de todas partes, como el de arriba, en que estaba la duquesa de Lorena y sus damas y otras señoras, y así en todos los otros arcos de la nave de un lado y otro estaban hechos tablados cercados, en que había muchas señoras y damas, que vinieron de muchas partes a ver estas honras.

     En medio de la nave enfrente del chapel ardiente estaban puestos muchos bancos, en que se pusieron los estandartes, banderas y insignias que se llevaron a las honras, porque la nao, columnas y caballos se quedaron a la puerta de la iglesia.

     El cetro y el mundo con la corona imperial, que eran del pontifical, con que Su Majestad Imperial se coronó, se pusieron en la tumba; el cetro la mano derecha, el mundo a la izquierda, y la corona a la cabecera, y la espada se llevó al altar. Luego el viernes siguiente salió el rey de palacio a la iglesia con la mesma orden que había ido a las vísperas, aunque no iba la clerecía y perlados, porque estuvieron en la iglesia aguardando a Su Majestad, todos vestidos de pontifical, y la clerecía y frailes como habían ido a las vísperas, los cuales así vestidos salieron a recibir a Su Majestad a la puerta de la iglesia.

     Tampoco se llevaron las insignias que a las vísperas, ni los pobres llevaron las hachas que habían llevado, sino sendos escudos en las manos de las armas de Su Majestad Imperial. Estaban en las vallas de las calles las hachas, que la villa puso con los hombres que las tenían, y lo mismo a la vuelta que hizo Su Majestad a palacio.

     Entró Su Majestad en la iglesia a las once, donde estaban esperando los embajadores, y todos se pusieron en sus asientos por su orden. Dijo la misa el obispo de Lieja, que era un perlado principal y uno de los principales de Alemaña.

     Al tiempo de la ofrenda tomaron los caballos, banderas e insignias los que las habían llevado, y entraron en la iglesia por el mismo orden que habían ido, con un rey de armas delante de cada insignia y caballo, y lo ofrecían allí delante del preste, y al tiempo que pasó el caballo encubertado de negro (que era el postrero y llaman el del duelo) frontero de los caballeros del Toisón, Mos de Bosu, que fue uno de ellos, y caballerizo mayor de la Majestad Imperial se puso de rodillas, y medio postrado por tierra estuvo llorando largo cuarto de hora.

     Hubo sermón en francés, el cual dijo el sufragáneo del obispo de Arras, que era persona muy eminente en estos Estados.

     En las vísperas y misa, al tiempo que Su Majestad entraba en la nave de la iglesia se quedaba la guarda por de fuera en las otras naves. Salió Su Majestad de la iglesia a la una, y se volvió a palacio por la misma orden que había venido.

     En Bolonia, en el Colegio de los Españoles, se le hicieron suntuosas honras, y se le puso entre otros este epitafio:

Fortunatissimo, clementissimo, invicto, ac pio, semper, augusto, Imp. Carolo V. Hispaniarum regi, triumfatori Max. Collegium hispanorum bonon. Maiestati eius devotum.

P. M. D. LIX.

Imp. Carolus V qui vixit ann. LVII mens.

VII dies XXI, Imperium, Roma administravit

ann. XXXVIII.

Regnavit in Hispania, Sicilia et Sardinia

ann. XLIIII.

An. XII post Philippi patris regis obitum,

IIII autem an. postquam regnare coepit in

Hispania Caesar a Germanis appellatus est.

An. XI post diademate a Clemente VII Ponti.

Max. Bononiae insignitus, et Imp. dictus est.

An. L mens. VII antequam e vita exiret, imperio,

regnisquee omnibus, ac potestate se abdicavit,

jusque omne regendi Hispaniam, et alias

provincias Philippo filio, quem unicum habuit

XXX annum agenti dedit: fratri autem Caesari

Ferdinando imperium rom. consentientibus

electoribus permisit.

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