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1091

Luc., XXIII, 8-12.

 

1092

Luc., XXIII, 13-17.

 

1093

Math., XXVII, 15-23. Marc., XV, 6-14. Luc., XXIII, 17-23. Joan., XVIII, 39-40.

 

1094

El emperador Augusto había confirmado la antigua ley Oppia, que prohibía a los gobernadores llevar consigo a sus mujeres a las provincias, cuyo mando tenían. Esta medida fue derogada en tiempo de Tiberio. Concediose formalmente esta autorización a los gobernadores, pero haciéndoles personalmente responsables de los desórdenes y turbulencias, que pudiera ocasionar la presencia de sus mujeres. (Cf. Sopp. Vida de Nuestro Señor Jesucristo, tom. III, pág. 417-419.)

 

1095

«Era costumbre azotar a los malhechores fuera del recinto de palacio. El sitio de la flagelación está al lado opuesto al en que se situaba la multitud delante de la escalera del pretorio, cuyo sitio marca una pequeña iglesia restaurada en 1838 por la munificencia del duque Maximiliano de Baviera. Todavía subsisten dos columnas llamadas 'de la flagelación'; la una en Jerusalén, en la Iglesia del Santo Sepulcro, y la otra en Roma, en la basílica de Santa Práxedes. Créese comúnmente que la primera es la del pretorio, y la segunda la de la casa de Caifás.» M. Mislin. Los Santos Lugares, tom. II, pág. 211-214.

 

1096

Sabido es que la corona de espinas, que llevó la emperatriz Elena a Constantinopla, y que compró en 1239 a Boduin II San Luis, habiendo sido depositada hasta la Revolución francesa en la Santa Capilla, se conserva hoy en Nuestra Señora de París, donde se expone todos los años el Viernes Santo, a la veneración de los fieles.

 

1097

La caña que se puso en manos del Salvador, no era uno de esos frágiles gramíneos que crecen en nuestros estanques, y desconocidos en Palestina; sino un arundo donax, de la familia de los bambús, cuyo junco, más recio que el dedo pulgar, tiene por lo común de largo cerca de dos metros. (Cf. Sepp. Vida de Nuestro Señor Jesucristo, tom. III, pág. 4.)

 

1098

Math., XXVII, 26-30. Marc., XV, 16-19. Joan., XIX, 1-3. En la Iglesia del Santo Sepulcro en Jerusalén, se conserva, en la capilla llamada del Improperio (Improperiorum), un trozo de la columna de mármol jaspeado, que había en el pretorio, y al pie de la cual estaba sentado Nuestro Señor, cuando le llenaron de ultrajes los soldados de Pilatos.

 

1099

Joann., XIX, 4-6. A unos cien pasos del pretorio, siguiendo la vía dolorosa, dice M. Mislin, se nota una galería cubierta con dos balcones y que pasa por encima de la calle. Desde esta arcada fue desde donde mostró Pilatos Jesús al pueblo, diciendo: «He aquí al hombre.» La galería se halla hoy habitada por no sé qué dervis musulmán. Está prohibido entrar en ella a los cristianos, pero fácil es de comprender la emoción con que se postran debajo de ella, y cuán vivamente se representan esta desgarradora escena de la Pasión.» (Los Santos Lugares, tom. II, pág. 213.)

 

1100

Joan. XIX, 7-8.