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1111

La faz de Nuestro Señor, impresa en un lienzo, se conserva en San Pedro de Roma, con el nombre de Volto Santo. De ella existen muchas copias. Véase sobre la verdadera efigie: Acta Sanctorum, Maii., tom. VII, pág. 356, y las Notas de Chastelain, sobre el Martirol. Rom., pág. 201. (M. Mislin. Los Santos Lugares, tom. II, pág. 218.

 

1112

Luc., XXIII, 28-31.

 

1113

Actualmente se halla contenido este espacio en la ciudad y cubierto de casas; por esto no pueden seguir los peregrinos el resto de la Vía Dolorosa. La Parte más elevada del Calvario y todos los sitios adyacentes están comprendidos en la Iglesia del Santo Sepulcro.

 

1114

Consérvase en Roma, en el monasterio de Santa Cruz de Jerusalén, con el leño de la cruz, uno de los clavos que sirvieron para clavar en él al divino Maestro. La raíz del clavo está formada de un trozo de hierro cuadrado con agudas esquinas. Su longitud primitiva debió ser de 15 centímetros, pero la punta, que es de cerca de 3 centímetros, está quebrada, debiendo haberse efectuado la fractura con un violento martillazo, porque está lisa y tersa. Lo recio del clavo en su parte superior, es de 1 centímetro por cada lado. La cabeza es redonda, con un remate plano de 11 centímetros de circunferencia. Consérvanse otros dos clavos en la catedral de Nuestra Señora de París.

 

1115

Isaí., LIII, 12.

 

1116

En las ejecuciones capitales, se inscribía siempre en una placa el nombre del criminal, y el crimen por qué era condenado. Este uso del derecho romano se perpetuó entre nosotros en el pilori. La tablilla de la inscripción se llamaba Título, o bien Tabla dealbata, porque se inscribían en una tabla blanca las sentencias condenatorias, así como las leyes. Estaba mandado a los Judíos, sepultar con el ejecutado los instrumentos de su muerte. Lapis quo quis lapidatur, lignum in quo suspenditur, gladius quo desollatur, et sudarium quo strangulatur, simul cum eo vel prope eum sepelitur. (Sanhedr., fol. 45-2.) Esta prescripción del Talmud nos da a comprender cómo volvió a encontrar la emperatriz Elena el leño de la verdadera cruz, los clavos y el título o inscripción, sepultados en el Calvario. Los Judíos, que no habían podido enterrar el cuerpo de la augusta víctima, enterraron, según costumbre, los instrumentos del suplicio, La inscripción de la cruz se conserva hoy en Roma en la basílica de Santa Cruz de Jerusalén. Hállase enteramente borrada la inscripción hebraica, si bien el Padre Drach ha podido restablecer del modo siguiente sus caracteres: Ieschuah Nostri Melek Yehudaya. Jesus Nazarenus, Rex Judaerum. La tosca forma de la inscripción en griego y en latín hace sospechar con razón, que se trazaría todo el título en los tres idiomas por la misma mano, probablemente por un Judío, adicto al proconsulado. Considerando el hebreo como el texto principal, y el griego y el latín como traducciones, escribió estos dos últimos idiomas de derecha a izquierda, a fin de que se hallase bajo cada palabra hebrea, sus dos traducciones. Como quiera que sea, el Dios que iba a morir, debía hacer inmortales los tres idiomas que anunciaban su muerte al universo. (Siendo el hebreo la lengua nacional, el griego la lengua más generalmente comprendida, y el latín la del soberano fue proclamado rey Jesús, cuando se hallaba en el grado mayor del abatimiento, en la lengua de los tres pueblos más grandes del mundo.) -(N. del T.)

 

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La ley romana de bonis damnatorum adjudicaba a los ejecutores los vestidos de los condenados a muerte. El destacamento se componía ordinariamente de cuatro hombres (Philon, in Flaccum, pág. 981; Act. XII, 4). Los soldados hicieron dos operaciones. Repartieron entre sí las diversas piezas del vestido o traje, tales como el ceñidor, las prendas exteriores, las sandalias, etc. Después, como el vestido propiamente dicho, la túnica, era una pieza muy importante para figurar en una de estas cuatro partes, echaron suertes sobre esta prenda. Esta túnica estaba tejida en toda su extensión o a lo largo, como el vestido de los sacerdotes, según Josefo. Por esta razón hubiera sido imposible repartírsela (V. 24), y fue preciso echar suertes sobre ella. Así se realizó, hasta el último punto de la letra, lo que había escrito el salmista al trazar el cuadro del rey de Israel en el colmo de su padecimiento. Es cierto que la crítica pretende que los dos miembros del versículo citado (Salm. XXII, 19), son completamente sinónimos, y que Juan ha sido juguete de su imaginación al querer hacer distinción, ya entre los verbos repartir y echar suerte, ya entre los sustantivos i(ma/tia y i(matismo/j. Pero un estudio más profundo del paralelismo, en la poesía hebraica, hace ver que el segundo miembro completa siempre, con una diferencia o una idea nueva, el sentido de la primera proposición. ¿No sería una tautología intolerable la repetición pura y simple de la misma idea? Así, en este versículo, la oposición entre el plural imagen y el singular imagen es manifiesta. El primer término designa las diversas piezas que componen el vestido exterior, y el segundo, el vestido propiamente dicho, quitado el cual, se está enteramente desnudo, la túnica. El pasaje de Job, XXIV, 7, 10, confirma plenamente esta distinción. La gradación de los dos verbos no es menos real. David había contemplado en espíritu estas dos gradaciones, y Juan hace observar, que en el suplicio de Jesús se han reproducido literalmente una y otra, y esto por el ministerio de los agentes más toscos y más ciegos. Ciertamente que no hicieron esto los soldados romanos, sino que aquí se ve la mano de Dios. San Juan al concluir el relato de esta escena, hace resaltar la idea de haberse echado suertes sobre la túnica, con estas palabras: He aquí, pues, lo que hicieron los soldados. El gobernador romano había proclamado a Jesús, rey de los Judíos; los soldados romanos, le designaron, sin quererlo, como el segundo David.

(N. del T.)

 

1118

Salmo XXI, 19. Tunica de N. S. J., quae eidem in Passione sublata est, et a militibus qui eum custodiebant est sortita, inventa est, prodente Simone, filio Jacobi, qui per duas hebdomadas multis cruciatibus offectus, tandem profitetur ipsam tunicam in civitate Zafad (Joppe), procul a Hierosolyma, in arca marmorea positam esse. (Le Quien. Oriens Christianus, tom. III, pág. 243.) El traje de los Hebreos se componía de muchas prendas. Llevaban una capa, simla: una túnica exterior, chetoneth, y una túnica interior, sadin. Todavía se venera en el día, en Tréveris y en Argenteuil, una túnica y un vestido que probablemente son el sadin y la chetoneth. (M. Mislin. Los Santos Lugares, tom. II, página 257. -Cf. Marx. Historia del traje de Jesucristo, conservado en la catedral de Tréveris; y Guerin: La Santa Túnica, Investigaciones sobre esta reliquia y sobre el peregrinaje de Argenteuil.)

 

1119

Math. XXVII, 33-43. Marc., XV, 22-32. Luc., XXIII, 32-38. Joann., XIX, 17-25.

 

1120

Semana Santa. Oficio del Viernes Santo.