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ArribaAbajoPrimer gobernante de Osorno

El día 16 de enero don Ambrosio O'Higgins procedió a nombrar a don Manuel Olaguer Feliú como Superintendente, Comandante Militar y Juez de la ciudad de Osorno.

El Decreto extendido al efecto, dice así:

«Osorno, 16 de enero de 1796.

Teniendo consideración a que declarada la repoblación de esta ciudad el 13 del presente es consiguiente el nombramiento de un juez que cuide de la administración de la justicia entre sus vecinos; y a que encargado el capitán de ingenieros don Manuel Olaguer de la dirección de las obras públicas que se están practicando, puede desempeñar aquellas funciones, sin el nuevo gasto e inconvenientes que induciría necesariamente la elección de un subdelegado independiente y separado; por el presente nombro al expresado capitán don Manuel de Olaguer de juez ordinario de esta población y su partido, con la misma jurisdicción de los demás subdelegados del Reino, unida a la Superintendencia y Comandancia Militar de este Fuerte de la Reina Luisa; entendido todo por vía de comisión y hasta tanto que variadas las presentes circunstancias, deje de ser necesaria esta providencia. Despáchesele el título correspondiente, y comuníquese al Sr. Gobernador Intendente de la Provincia y al Tribunal de la Real Audiencia para su inteligencia.

EL BARÓN DE BALLENARY».






ArribaAbajoDon Ambrosio O'Higgins informa al Rey

Dos días después de la Repoblación, el 15 de enero, el Gobernador dio cuenta al Gobierno peninsular de la restauración de Osorno, e incluyó en su comunicado el Acta de repoblación.

Describía el paraje en que se levantaba la nueva ciudad, hablaba de sus ruinas, del clima, de sus proyectos relacionados con ella, etc.

Refiriéndose a las ruinas, dice:

«Nada puedo decir a V. E. sobre la antigua ciudad, porque nada más he encontrado de ella que un montón de ruinas de edificios que manifiestan por sí bastante elevación y grandeza, y dejan, sin embargo, percibir la plaza, calles, casas y conventos de las comunidades que las constituían. Todo estaba en ella cubierto de un bosque espesísimo, que ha costado inmensamente rozar para ponerle en estado de reconstruir en él. La elevación del terreno hacía una vista deliciosa, pero que se podía haber perdonado por el trabajo de abatirlo».



Termina, por último, refiriéndose a la cooperación que le prestaron los caciques, e indios en general, ayuda basada en la confianza que hacía su persona sentían:

«La experiencia de un trato, el crédito y la buena opinión que de mí tenían adelantada, les ha obligado por el contrario a hacerme todo género de obsequios y cumplimientos. A mi entrada en la tierra, tenían aclarados los caminos; salían de todas partes y distancias a acompañarme, y luego no hicieron dificultad en concurrir a Osorno a parlamentar al estilo de la frontera».






ArribaAbajoÚltimos días de Don Ambrosio O'Higgins en Osorno

Don Ambrosio O'Higgins permaneció en Osorno hasta el 18 de enero de 1796, a juzgar por una carta del 15, en que decía: «pienso restituirme dentro de tres días a Valdivia».

A pesar de haber ponderado el buen clima de Osorno, su salud se resintió bastante en esta ciudad, hasta el extremo de exponerse, según él, «a un inminente peligro de la vida».

Pero, todo esto se explica fácilmente, si se considera que un anciano de 75 años tuvo que soportar en corto tiempo las fatigas de una larga navegación y de un penoso viaje por tierra.

El 9 de febrero se embarcó en Valdivia de regreso al norte, a bordo del bergantín El Limeño.

En esa ciudad tuvo la gran satisfacción de ver recompensados todos sus desvelos por el engrandecimiento de Chile, al saber que el Rey lo había promovido al cargo de Virrey del Perú.




ArribaAbajoInstrucciones al Superintendente de Osorno

A pesar de las nuevas molestias físicas inherentes al viaje de regreso desde Osorno, el anciano Gobernador no olvidaba un momento la suerte de la futura ciudad, que llegó a ser su predilecta entre las de Chile.

El 26 de febrero, ya en Concepción, puso su firma a un documento notabilísimo, que honraría a un gobernante de cualquier época: las Instrucciones que daba al Superintendente de Osorno para el mejor éxito en la reconstrucción de la ciudad. Este documento es el mejor auto-retrato que un gobernante pudiera haber dejado para el juicio de la posteridad.

Revela en él un conocimiento amplio de todas las cosas, tanto relacionadas con el gobierno civil como militar. Deja constancia de su generosidad y cariño hacia los nuevos pobladores, en especial los indios. Se demuestra como un verdadero profeta al decir que las actividades de la agricultura y de la ganadería harían la grandeza de Osorno.

Se preocupa de la educación espiritual de los habitantes, a fin de que se formaran en ellos hábitos de honradez y de trabajo. Declara guerra al ocio y aconseja que se elimine a los indolentes y perezosos de la comunidad osornina.

Hemos querido reproducir íntegro este notable documento, a pesar de su extensión, porque su lectura dirá mucho más que todos los comentarios que se hagan en relación con él.

Don Ambrosio O'Higgins, una vez llegado a Lima, hizo imprimir esta Orden y la repartió profusamente. «La he hecho imprimir aquí con el fin principal de que, publicada, puedan los nuevos habitantes de Osorno comprender los altos designios de S. M. en el restablecimiento de esta población y que todos conozcan el orden y reglas bajo de que debe ser llevada adelante, para que se conformen con ella». (Carta al Príncipe de la Paz).

He aquí el documento:

«Instrucción dada al Superintendente de Osorno, por el Excmo. señor Marqués de Osorno, Virrey, Gobernador y Capitán General de estos Reinos. &

La grave enfermedad que padecí en Osorno, la debilidad a que ésta me dejó reducido, la necesidad de embarcarme sin dilación en Valdivia para retomar climas y temperamentos menos duros, y los negocios que con preferencia debían ocupar mis pocos alientos en aquellos destinos, me impidieron dejar a usted una instrucción circunstanciada sobre la superintendencia de aquella ciudad que en decreto de 16 de enero puse a su cuidado. Dije a usted algo acerca de esto en los momentos que mi delicada salud lo permitían, y le hice explicar lo demás por medio del asesor general don Ramón de Rozas, cuando el tiempo y las circunstancias me hacían imposible ejecutarlo por mí mismo. Hoy que trasladado a esta ciudad de la Concepción, me hallo enteramente restablecido y recuperada mi antigua robustez, voy a tratar a usted de aquel particular, distinguiendo para consultar la claridad lo que le pertenezca y corresponda hacer como superintendente, como juez y como jefe militar.

La repoblación de Osorno no es precisamente la fundación de una ciudad o una villa como las demás del reino, y en que su objeto es reunir hombres dispersos para acostumbrarlos al orden y subordinación. En el tiempo de mi mando he hecho siete poblaciones de éstas, sin otro trabajo, gastos ni fatigas que la de ordenar la unión en un lugar de los españoles que vivían en sus heredades a las distancias que éstas demarcaban. El interés de los mismos circunvecinos les hacía apresurarse y correr a estos establecimientos para ayudarse recíprocamente, tener cerca de sí jueces que les conservasen sus bienes, y curas que instruyeran a sus hijos en la religión y costumbres.

Pero son otras las miras y motivos que S. M. ha tenido para poblar de nuevo a Osorno. No se habrían sacado de todas las antiguas ciudades y villas del reino, ni llevado a distancias tan enormes las familias que allí se han trasladado a costa de tantos gastos, si no se hubiera tenido en esto consideraciones de más importancia.

No es tampoco la vanagloria de recuperar un puesto perdido y reedificar una ciudad sobre sus antiguos cimientos. Es su situación local y la proporción en que está lo que ha movido a S. M. para ordenar su repoblación. Colocado Osorno casi a iguales distancias entre Chiloé y Valdivia, era necesaria allí una población que en todo tiempo surtiese a estos puertos marítimos, ingratos y estériles por sí mismos, de lo necesario para su subsistencia, y en el de guerra de hombres fuertes y robustos que les defendiesen. Los gastos anuales, de víveres y demás efectos para ambas plazas eran insoportables y muy incómodos a las capitales de Lima y Santiago. En tiempo de guerra se hacían extremadamente inciertos, y sin llegar el caso de ser atacadas, podría hacerles perecer de hambre la causal interceptación de un situado.

Si Chiloé o Valdivia eran embestidos o tomados de enemigos de enemigos, usted sabe bien, por el conocimiento que tiene del reino, que era imposible socorrerles ni recuperarles, por la dificultad de pasar tropas de distancia de trescientas o cuatrocientas leguas por países enemigos, montuosos y quebrados, para cualesquiera de los dos objetos, más, no teniendo por ahora, y siendo siempre muy difícil conservar aquí escuadras superiores a las con que se amenazarían o llevarían dichas plazas.

Todo esto es manifiesto y hablo de ello con quien por su oficio debe tener esto por indubitable. Así conocerá usted también que si Chiloé y Valdivia, situadas a barlovento de todas nuestras posesiones en el Mar del Sur, interesan hasta el punto de reputarse por unos puestos de que depende la conservación de los demás, el lugar o la población, que les sostenga o defienda, debe ser la misma recomendación. Éste es Osorno y el pueblo cuya regeneración he puesto al cuidado de usted.

Si según el objeto principal de su restablecimiento, Osorno debe ser el almacén de Chiloé y Valdivia, es consiguiente que sus nuevos habitantes nada deben ser más que labradores, las tierras son fértiles y el clima a propósito para todo género de granos. Las antiguas relaciones y descripciones de ese país nos aseguran de su gratitud a la más ligera diligencia sobre su cultivo. Las experiencias hechas en el año pasado y cuanto yo he visto ahora por mí mismo, no permiten dudar que allí puede haber una agricultura útil y ventajosa, y que el trigo, maíz, frijoles y demás menestras y verduras se darán tan abundantemente que, después de satisfechas las necesidades de los colonos presten muy luego muchos sobrantes a Chiloé y Valdivia. Así, toda la diligencia y cuidado de usted debe reducirse a exitar, animar y compeler en caso necesario a esos pobladores a que tomen esta ocupación como la única e interesante para sí y para el Estado.

Hace cuarenta días que salí de Osorno y cuento con que en ellos se habrán concluido los ranchos o casas provisionales que se quedaron construyendo para alojar los pobladores. Si esto se ha verificado ya, cuento también con que les habrá usted hecho empezar a rozar el campo o tierras señaladas para las siembras o chácaras. Nada insta más que esto. El desmonte, así como presenta la mejor tierra y ofrece más que otra buena cosecha, es trabajoso y de difícil ejecución por lo espeso de él y corpulento de los árboles. Pero todo puede vencerlo el trabajo y la constancia. Sobre todo el cuidado de usted que no debe dejar pasar un día para animar a los desidiosos y socorrer a los que necesiten de algún auxilio por la naturaleza del terreno que les haya cabido. Los cuarenta presidiarios que he dejado allí a la disposición de usted podrán repartirse entre los pobladores que necesiten de más brazos que los suyos para la roza y desmonte. Nada debe omitirse para animar a esas gentes a que en este primer calor de la población adelanten cuanto pueda ser en el desmonte, y es esta la obra en que principalmente debe auxiliárseles. Para animarles mejor a esto les ofrecerá el premio de cincuenta pesos al que en todo el presente año justifique haber rozado mayor número de varas del terreno en su heredad, treinta al segundo y veinte al tercero de los que más se aproximen a aquel en la diligencia y el suceso.

Supongo que les habrá ya usted repartido la herramienta de labor que lleve para este fin. Cuando hayan comenzado a desmontar será tiempo de que se les distribuyan los bueyes, así los cincuenta que se remitieron por cuenta de la real hacienda, como los ciento que yo envié comprados con mi dinero en obsequio de S. M. y bien de los pobladores, para que arrastren o tiren los árboles y troncos y sucesivamente aren con la posible anticipación, pues estoy bien informado que es preciso sembrar allí por mayo, lo más tarde, para que la cosecha sea buena. Para este efecto, si la fragata de S. M., la Astrea, hubiere ya arribado a Valdivia, cuide usted que sin retardo se trasladen a Osorno el trigo, frijoles y demás granos que en ella mandé conducir para semillas.

Luego que todos hayan sembrado, y siempre que las aguas o lluvias lo permitan, destine usted los pobladores y presidiarios a limpiar las manzanas o cuadras en que estuvo construida la antigua ciudad. No quiero con esto que se piense arrastrar las ruinas todas fuera de su recinto. Esto sería imposible, y además perjudicial, porque siendo aquellas la tierra misma de que se formaron los tapiales o adobes de que se hicieron en su primera fundación las casas, haría ésta falta al construir otros nuevos para el barro y otros menesteres. Así será bastante que se descubra hasta el nivel de la plaza el suelo en que precisamente han de hacerse ahora los edificios y que la tierra se junte o amontone en el centro de cada solar o sitio para que pueda allí cada uno hacer de ella el uso que queda indicado.

Pasado lo fuerte del invierno, haga usted que los pobladores empiecen a fabricar ladrillos para construir sus casas, persuadiéndoles de la preferencia que deban hacer de este material al de adobes en un país en que la frecuencia e impetuosidad de lluvias destruye éstos a muy corto tiempo, y no pueden por consiguiente ser del uso que en Santiago y demás partes septentrionales del reino. En el contorno de la ciudad hay tierras excelentes para ladrillos y sólo pueden faltar inteligentes que los hagan; pero yo tendré cuidado de remitirlos de Santiago, igualmente que fabricantes de teja que, según se ve entre las ruinas, se hacía allí en otros tiempos de muy buena calidad.

Al mismo tiempo debe usted principiar el corte de los mismos materiales para reconstruir la iglesia parroquial por mano de los presidiarios y también de los pobladores, que deberán concurrir a esta faena un día de cada semana, a fin de hacer con aquel ahorro y este auxilio menor el gasto a la real hacienda.

Las ocupaciones de sembrar y construir casas los pobladores se han de hacer desde luego y siempre, compatibles con la crianza de ganados mayores y menores, y contar este ejercicio como un ramo de la agricultura, que debe ser la profesión de los de Osorno. Además de las veinticinco cuadras de tierras señaladas para chácaras, he repartido con aquel objeto a varios sujetos porciones de terreno hasta en cantidad de quinientas cuadras, y con esto y la habilitación que he propuesto hacer a los pobladores de los llanos, y de que tratará usted con el Gobernador de Valdivia conforme al orden especial que le dirigiré acerca del particular, no dudo que en breve prosperará este ramo de subsistencia, pues son a propósito para él los campos por su frescura, bosques, pastos y aguas de que abundan.

Dejé a Ud. ahí un libro blanco de papel fino fuerte y bien encuadernado y cubierto, para que sentase en él los títulos de tierras de todos con el deslinde y amojonamiento de cada suerte. Trate esto con la mayor prolijidad y exactitud, pues sólo esto será el medio de evitar que en lo sucesivo se susciten pleitos sobre términos, que embaracen y perjudiquen la tranquilidad de los pobladores.

Haga Ud. en este libro un lugar señalado a las tierras de Huinculmapu, que cedieron últimamente Canihuante y Caniulef, pues aunque por ahora son comunes, importa queden claros y bien expresados sus términos para cortar en adelante tropiezos con los mismos indios.

Las tierras repartidas deben hacerse constantemente útiles en ambos objetos, y el que por abandono y negligencia no las sembrare o cercare, deberá perderlas, y al arrojarle de la población como un miembro inútil, dejará libres ambos terrenos para aplicarse a cualquier nuevo poblador que se presente, precedida justificación para todo de que en dos años consecutivos ha dejado de cultivarlas.

Hará Ud. saber a todos que a ninguno le será lícito vender su solar, chácara o estancia sino después de pasado el año de mil ochocientos y cinco, y que si antes de este término, quisiere alguno desavecindarse, perderá por entero dicho terreno, y cuanto en él se encuentre edificado o plantado, y se dará a otro cualquiera nuevo poblador que lo solicite.

Que cuando algunos pobladores fueren de reconocida nobleza, industria y bienes, y justificándolo debidamente, quisieren que sean indivisibles estas fincas y sucedan en ellas algunos de sus herederos por vía de substitución y vínculo, dispensaré esta gracia por virtud de la autoridad que S. M. ha concedido a los gobernadores y capitanes generales de este reino en real cédula de cinco de abril de setecientos cuarenta y cuatro.

Será general, respecto de todos, la prohibición de enajenar estas tierras en tiempo alguno a favor de conventos, comunidades ni persona eclesiástica, ni aún por el directo modo de acensuarlas, y cuyo contrato queda expresamente prohibido.

No debiéndose esperar la abundancia, riqueza y populación en este establecimiento sino de la agricultura y crianza de ganados, ni conviniendo otra especie de prosperidad que ésta a los objetos indicados al principio, prohibirá por ahora, y hasta otra providencia, severamente, el cateo, descubrimiento y trabajo de minas, lavaderos de oro, plata y cobre, pues además que la experiencia hace ver que no hay países más miserables que aquellos en que se trabajan minas, es también constante que huye de ellos la población, que destruye y aniquila la propia y la de los circunvecinos.

Aplíquese usted a hacer comprehender a estos pobladores que las verdaderas minas y riquezas deben buscarlas y encontrarlas en la agricultura y crianza de ganados, y que con ellas serán dueños de toda la plata que S. M. envía a las islas y a Valdivia para el pago de sus tropas y gastos de fortificación de ambos puestos.

Para que esto se realice y tenga el pronto efecto que conviene y deseo, es de absoluta necesidad que cuide usted por su parte de concurrir a que el camino desde Osorno a Valdivia sea tan llano que no ofrezca en tiempo alguna embarazo su tránsito. Al gobernador de esta plaza he dejado y repetiré desde aquí órdenes las más precisas sobre esto. Se ha trabajado mucho en esta empresa y es muy laudable a aquel jefe por la actividad y celo con que adelantó en ella.

Después de abierto completamente el camino por toda la montaña, queda que allanar los altos y bajos del terreno y cuidar que no retoñen los árboles. He dejado en Valdivia establecido fondo para el entretenimiento y conservación de este camino, sin el cual no puede hacer Osorno a Valdivia esta relación de conveniencia y necesidad de que tratamos.

Bien allanado este paso, será del particular cuidado de usted practicar igual diligencia desde Osorno a Maypué, término de su jurisdicción por el sur, luego que, examinadas las contestaciones que se han suscitado sobre esta ruta, se decida sobre cual de ella deba preferirse. Usted se ha instruido de las diversas opiniones que tienen los de Chiloé acerca de este punto; pero es usted quien debe resolverlo después de bien examinado todo por sí mismo, como que se trata de un particular del distrito de ese gobierno y respectivo a Osorno. El subteniente don Teodoro Negrón servirá útilmente en esta empresa. Luego que haya llegado yo a Lima ordenaré al gobernador de Chiloé se aplique a evacuar la misma obra desde Maipué a Maullín y hacer útiles los fondos destinados a este objeto por aquel gobierno y que hasta ahora solo se han empleado en exploraciones y proyectos.

En dominios tan distantes y despoblados no hay auxilios con que contar, ni socorros que esperar y es preciso que todo lo haga la real hacienda.

Así encargo a usted que use en su gasto de tal economía que los fondos que dejo consignados por ahora en la Tesorería de Valdivia puedan llegar a dar algún estado y forma, así a esta obra del camino como a las demás que han de costearse del Erario. He prevenido ya a usted en orden a esto lo conveniente y necesario en carta de 6 del presente y no dejaré jamás de repetir la exactitud, orden y cuenta con ello.

Sobre todo encargo a usted la buena razón en la distribución de raciones y que en caso de fiarla a ajena mano, no sea otra que la del teniente don Pedro Lagos, de cuya honradez estoy tan satisfecho. Un descuido en este particular puede traer consecuencias muy fatales a la colonia. Cualesquiera falta de víveres para raciones sería ocasión de descontentos y murmuraciones. Nadie se hace cargo de los distintos accidentes que pueden ocasionar una ligera escasez. Es de temer fuesen estas faltas repetidas en el próximo invierno por las lluvias y falta de bastantes caballerías para los transportes si no se anticipan y tienen acopiados por lo menos tres meses de víveres en Osorno.

Ya dejé prevenido la necesidad de ensanchar para esto el almacén y que se extendiese hasta poder contener cuatro mil tercios o medias cargas por lo menos. Veo las dificultades que ofrecerá su conducción desde Valdivia; pero todo lo debe vencer la diligencia y el cuidado con que coadyuvará a usted el gobernador, que así para este objeto, como para precaver los daños que sufrirán también los víveres de las guarniciones de los fuertes, quedó prevenido de hacer construir en Pichi, Futa y Huequecura galpones con que cubrir el charque y harinas de las aguas que tan notablemente le perjudican con daño de los consumidores. Por si pudiere ser más ventajoso este transporte en mulas propias que fletadas, daré aquí orden al comandante de los Angeles, coronel don Pedro Nolasco del Río, para que en la primavera envíe a disposición de usted cincuenta de buena calidad y a propósito para aquel servicio.

Ya habrán llegado a allá las yeguas de crianza que remití con los caballos para remonta de la tropa. Así aquellas que fueron de cuenta de la Real Hacienda, como las ciento más que yo remitiré compradas y costeadas de mi peculio para beneficio común de esa población, debe usted hacer que se conserven en las tierras de Huincal-Mapu, sin perjuicio de allanar algunas de ellas a los pobladores que quieran amansarlas para la silla, bajo de las seguridades de responder de ellas y las crías.

Así aquellas mulas como estas yeguas se pondrán en el inventario general de efectos destinados al servicio y uso de la repoblación de Osorno, y me remitirá testimonio íntegro de este documento, así como del de la entrega que hizo a usted don Ignacio Guarda, unido al que se practicó al tiempo que subrogó éste a don Julián Pinuer, para que de todo resulte el conocimiento necesario sobre la existencia de estos efectos, costo de ellos y cuanto conduzca a ilustrar la cuenta de lo librado contra las Tesorerías de Santiago, Concepción y Valdivia para la repoblación de Osorno.

Siendo usted además juez ordinario de esta población, es necesario que con la felicidad y abundancia que proporcione a sus vecinos como superintendente, procure introducir entre ellos religión, costumbres, honradez, buena fe y cuantas virtudes deben formar un ciudadano y un vasallo. El virtuoso eclesiástico que he destinado para primer cura de esa población cooperará con usted a inspirar a los pobladores los conocimientos verdaderos sobre sus obligaciones a Dios, al Rey, al prójimo y a sí mismos, y que sin su exacto y severo cumplimiento de ellas no podrán lograr jamás esta felicidad, que por medio de tantos gastos, providencias y fatigas se les desea y solicita. No hay lecciones más eficaces sobre esto que las del ejemplo del que manda. Yo no puedo dar a usted ahora otras mejores que las que el Marqués de Cañete, siendo gobernador de este reino, dio en el mismo lugar de Osorno al licenciado Alonso Ortiz al nombrarle por su primer corregidor el año de 1558. Díjole 'fuese próvido y considerado hasta en las cosas más menudas, por depender muchas veces de ellas otras de mayor consideración; que se guardase de todo lo que pudiese dañar y no aprovechar, y más de decir sin necesidad, en presencia de otros, cosas que desagradasen, porque es locura en el juez hacerse de enemigos sin propósito, siendo esta ligereza en la que yerran casi todos; que los jueces y ministros se habían hallado sólo para beneficio de sus súbditos, no para su propio interés; que los que apartaban un punto los ojos de este respecto acababan siempre mal, como lo afirmaban en aquella parte recientes ejemplos.

Si el buen modo siempre y en todas partes hace y obra los prodigios que acaso no logran autoridad, el respeto y la fuerza, es más necesaria en este establecimiento, de donde gentes libres traídas de lugares tan distantes y remotos desfilarían al menor descontento. No quiero en esto que usted, por una excesiva indulgencia, perjudique el interés de la colonia, ni menos el derecho de las partes, pues la experiencia de todos los siglos, y especialmente la mía, me tienen persuadido que nada agrada más a los hombres que una recta y constante administración de justicia.

Tenga usted singular cuidado y atención a que los indios o naturales del contorno sean bien tratados; que no sean engañados en los conchabos o cambios; que los delitos que se cometieren contra ellos sean castigados con doble rigor que si hubiesen sido ejecutados contra los españoles. La ley lo ordena así y es indispensable su observancia para escarmentar a los delincuentes y que por este medio depongan aquellos la desconfianza y el terror con que observé miraban este establecimiento a pesar de todo mi cuidado en agasajarlos.

Principalmente ha de vigilar usted sobre esto respecto de la tropa y guarnición del fuerte. El soldado, más duro y menos suave que el paisano, no trata con tanta dulzura como es necesario a los miserables indios, y divertidos en los ranchos o chozas de éstos, cometen excesos con sus mujeres, de que ya tuve ahí más de una queja. Es preciso que en cuanto a esto use usted de la mayor severidad, castigando ejemplarmente a los delincuentes.

Deseo también que los indios sean bien tratados que quisiera fuesen atendidos como los mismos españoles hasta en lo espiritual, y que para esto tuviesen un cura y un pastor que fuese común a todos. La misión de Coinco dista sólo catorce o quince cuadras de Osorno, y no veo por qué el párroco de aquella ciudad no podría asistirlos como los dos religiosos. Si esto se verificase, la Real Hacienda ahorraría seiscientos sesenta pesos que anualmente gasta en el sínodo de estos religiosos, además de las raciones con que se les asiste y costos a que precisa el entretenimiento de la casa, vasos sagrados, vestiduras, etc. Sin embargo, no tomo resolución sobre la extinción de esta misión hasta que usted, instruido por la experiencia, me informe lo que estime mejor y más conveniente.

El público también exige su justicia y que se la dispense en contra de los particulares que le perjudiquen. Singularmente debe usted tener atención ahí a que uno u otro mercader no abuse de la distancia y falta de concurso de comerciantes para tiranizar al pueblo dándole por precios muy subidos los efectos de tienda y pulpería. En caso de advertir algún exceso acerca de esto, deberá usted corregirle y fijar a las cosas aquel valor que forme el costo principal de los efectos, gastos de conducción y el premio moderado de la diligencia y trabajo del dueño.

Para que los vecinos de Osorno se vayan acostumbrando desde luego al uso y ejercicio de las armas y que con este conocimiento aseguren su propia defensa y la de los pleitos (sic) de Valdivia y Chiloé, dejé en ella erigida una compañía de milicias urbanas de fusileros, y nombrando los oficiales, encargué a usted eligiese los sargentos y cabos y alistase para ella los pobladores que juzgase a propósito. Cuento con que lo habrá usted ya ejecutado y que me remitirá a su tiempo el estado de esta compañía, con relación del progreso y adelantamiento que haya hecho por medio del cuidado e instrucción que de ella les dará el teniente don Pedro Lagos, a quien encargué de este particular. Como vaya aumentándose el número de habitantes, convendrá que se formen otras compañías bajo el pie y fuerza de la ordenanza del ejército. El clima duro de Osorno hará gentes robustas y aptas para la agricultura y la guerra, y la diligencia de usted buenos labradores y soldados, que es todo el objeto de la empresa.

Aunque los indios del distrito no pueden causar inquietud alguna a la población por su débil naturaleza y corto número la prudencia exige que viva usted con cuidado y mantenga la compañía de dragones que guarnece el contiguo fuerte de la Reina Luisa bajo el régimen, disciplina, subordinación y servicio en que S. M. quiere se hallen sus tropas, y ejercitada diariamente en el manejo del arma, vuelva a su tiempo a incorporarse en su cuerpo mejorada, y aquella ocupación le impida distraerse en daño de los indios y de la misma población.

Cuide usted que se evite absolutamente el empeño de esa tropa en favor de cabos y sargentos. Nada recelo acerca de esto ni tengo, por consiguiente, que prevenir en cuanto al teniente don Pedro Lagos, por el antiguo conocimiento que tengo de su desinterés y honrosa conducta. El empleo en pulperías y tiendas es ahí inevitable, y acaso de conveniencia al soldado si, como he advertido, se hace guardar un orden y regularidad en los precios'.

Aunque, como he dicho antes, nada haya que recelar de esos indios, no es infundado el sospechar que su comunicación con los del otro lado de la cordillera, más audaces que esos, les puede inducir a alguna insurrección, o cuando menos a robar las haciendas de ganados que se están poblando. Así, cuidará usted que se cierren absolutamente los boquetes o pasos de la cordillera por donde aquéllos transitan a esta banda, y que, conforme a las órdenes que dejé al subteniente don Teodoro Negrón, se verifique esta obra en todo el resto del presente verano.

Es cuanto me ocurre por ahora advertir a usted y no dudo que queden muchas cosas por prevenir. Como se vayan presentando, diré a usted de Santiago o desde Lima lo que crea conveniente, y entre tanto obrará usted sobre lo omitido como las circunstancias lo aconsejen. Dios guarde a usted muchos años.- Concepción, 26 de febrero de 1796.- El Barón de Ballenary.- Señor don Manuel Olager Feliú».



Juntamente con el envío de 29 ejemplares impresos de este hermoso documento, de los cuales debía reservar uno el Gobernador y repartir los 28 restantes entre los pobladores más letrados, el Virrey O'Higgins mandaba, para el conocimiento de los habitantes, un libro estimado por don Ambrosio. La parte pertinente de su carta de 29 de agosto de 1796, dice así:

«Y como pueden conducir para mejor los conocimientos de ella las lecciones del mejor de nuestros autores, el célebre Alonso de Herrera, le envío también un ejemplar de esta obra que conservaba con mucho aprecio ha mucho tiempo entre mis libros. Póngale V. M. en el inventario de los bienes comunes de aquella población, reconózcale con frecuencia para comunicar sus luces a quien crea merecerlas».






ArribaAbajoOsorno pasa a depender directamente de Lima

Una vez llegado a Lima, el Virrey O'Higgins, interesado grandemente por el surgimiento de la naciente colonia de Osorno, solicitó al Rey la dejara bajo su dependencia directa, lo que el Monarca autorizó por Real Orden de 1.º de junio de 1798.

Junto con agradecerse a O'Higgins el entusiasmo y sacrificios desplegados en la repoblación de la ciudad, se accedía a lo solicitado, tomando en cuenta, principalmente, que para el logro completo de la empresa «es insuficiente el Erario de Chile, necesita ser socorrida del de Lima, y que el Virrey Marqués de Osorno por sus conocimientos y mayores facultades se halla en proporción de promoverla: se ha servido S. M. aprobar la reserva, que hizo del cuidado y dirección del proyecto, de que dio cuenta después de su arribo a Lima con fecha 23 de septiembre de 1796; pero con calidad de que no pase esta gracia a su sucesor»...




ArribaAbajoPrincipales colaboradores de la repoblación de Osorno

Hemos visto figurar, a propósito de la toma de posesión de las ruinas de Osorno, al capitán don Tomás de Figueroa, implacable, y si se quiere sanguinario, pacificador de los indios por medio de la fuerza.

También hemos mencionado al teniente don Julián Piniuer, jefe del destacamento que guarneció el fuerte construido a orillas del Rahue, y primer Comisionado en las juntas celebradas con los indios.

Conocemos también la labor del capitán-ingeniero don Manuel Olaguer Feliú, constructor del fuerte y primer Superintendente, Juez y Comandante Militar de la nueva ciudad.

Nos falta mencionar la labor de dos modestos colaboradores que, a pesar de no haber manejado armas, desempeñaron papeles de suma importancia en la parte más difícil relacionada con la repoblación de Osorno, cual fue la preparación espiritual de los indios para que aceptaran la reposición de la destruida ciudad.

Estos modestos colaboradores fueron el Padre franciscano Fr. Francisco Javier de Alday y el Comisario de Indios, don Francisco Aburto.




ArribaAbajoEl Padre franciscano Javier de Alday

«Es necesario, decirlo de una vez: escribir historia de América sin frailes, es partir de arriba abajo la escultural, estatua de una virgen; es un cuerpo sin alma; es el olvido de la cruz y la glorificación de la espada».



Estas hermosas frases del historiador franciscano P. Roberto Lagos se pueden aplicar en forma magistral al P. Francisco Javier de Alday, a quien cupo una parte importantísima en la pacificación de los indios del territorio de Valdivia, lo que facilitó enormemente la restauración de la ciudad de Osorno.

Español, nacido en 1750, llegó al Colegio de Franciscanos de Chillán en 1774. Destinado a prestar sus servicios en la región valdiviana, fue el fundador de las misiones de Río Bueno y Dagllipulli.

Cumplido su cometido en esta zona, fue nombrado prefecto de misiones en 1803. Producida la Independencia de Chile, aceptó como «un filósofo resignado y conforme», dice el P. Lagos, el nuevo estado de cosas.

El P. Alday fue comisionado por don Ambrosio O'Higgins, con fecha 3 de abril de 1793, para procurar el restablecimiento de las misiones de Valdivia.

Vino a establecerse en Dagllipulli, junto al capitán don Tomás de Figueroa, que tenía a su cargo el cuerpo volante de tropas. Desde aquí se dedicó a recorrer todas las reducciones, acompañado por el cacique Calbuguir (o Calfunguir), que era su gran amigo.

Participó en forma activa en la preparación y desarrollo de las juntas de indios de Quilacahuín y Rahue, correspondiéndole presidir, en ausencia del jefe militar, la primera de ellas. Estas juntas fueron los últimos trámites preparatorios de la repoblación de Osorno.

El P. Lagos, ya varias veces citado en relación con este modesto apóstol franciscano, dice (página 371) que «sin la pacificación de los indios, sin las asambleas celebradas con ellos, sin la reposición de unas y fundación de otras conversiones, toda obra del citado P., y sin sus trabajos para obtener el consentimiento de los naturales, de ninguna manera se habría conseguido la repoblación».

Agrega:

«O'Higgins y el P. Alday eran dos personalidades que, a haber seguido entendiendo junto en los negocios de este país, habrían producido maravillas».



Por su parte, el Gobernador de Chile decía de él que agregaba «a su acreditado celo y probidad la ventaja de ser apreciado de los indios de las parcialidades y Misiones conmovidas en esa jurisdicción» y que él sería «el mejor agente de la paz y quietud de esos Naturales».

La vida del P. Alday se extinguió tranquilamente en Santiago, en 1826.




ArribaAbajoDon Francisco Aburto, Comisario de Naciones

No debemos olvidar a otro modesto, pero efectivo colaborador en la repoblación de Osorno.

El mismo día que don Ambrosio O'Higgins firmaba en Concepción el nombramiento relacionado con el P. Alday, (3 de abril de 1793), designó como Comisario de Naciones, o Comisario de Indios, a don Francisco Aburto.

Este funcionario fue, además, el tercer Comisionado que nombró el Gobernador para presidir las juntas con los indios. Primero lo era el teniente Pinuer, jefe del fuerte de Osorno, y segundo el Padre Alday.

El Comisario de Naciones era el intermediario o agente de comunicación entre las autoridades gubernativas y los indios, a los cuales ayudaba también a solucionar sus dificultades, facilitar sus negocios, etc.

Los indígenas se acostumbraron tanto a su intervención, que ella no desapareció sino algunos años después de establecida la República. Prueba de ello es que Aburto desempeñaba aún su cargo cuando contaba setenta y un años de edad, en 1816, según lo hace notar don Ricardo Donoso. Se ignora la fecha de su fallecimiento.

Al hacer su designación para el cargo mencionado, O'Higgins hizo resaltar los servicios que Aburto ya había prestado en la conciliación de españoles e indios.

Participó en forma activa, tal como el Padre Alday, en la preparación y realización de las dos juntas de indios que antecedieron a la repoblación de Osorno.




ArribaAbajoEl fuerte

En tiempos de la repoblación de esta ciudad, reinaban en España Carlos IV y María Luisa, mujer ésta de costumbres livianas, que convirtió a un oscuro ciudadano, Manuel Godoy, en Ministro de la Corona y Duque de Alcudia.

El favorito de la Reina marcó el destino de la Metrópoli y sus colonias, y su sombría influencia produjo nada menos que la abdicación de Carlos IV y el destronamiento de su hijo y sucesor, Fernando VII, ante la invasión napoleónica, provocada por la reina madre a trueque de libertar de la prisión a su favorito. Y ¿por qué olvidar que a esa amistad estrecha se debió también, en no pequeña parte, la Independencia de la América Española?

Pues bien, quiso el destino que en el último rincón del mundo, en Chile, dos fuertes de guerra perpetuaran los nombres de María Luisa y el Duque de Alcudia: el de Osorno y el de Río Bueno, respectivamente.

En 1793, es decir al año siguiente de la recuperación de las tierras de Osorno por don Tomás de Figueroa, se constituyó el fuerte de San Luis, llamado después de María Luisa, bajo la dirección del ingeniero don Manuel Olaguer Feliú. Quedó como jefe del destacamento militar el teniente don Julián Pinuer.

El foso del fuerte comenzó a abrirse el día de San Luis, rey de Francia (25 de agosto), de donde arrancó su primer nombre, y la obra quedó terminada en junio de 1794, según lo decía Pinuer al coronel don Pedro Quijada, Gobernador de Valdivia.

En carta de fecha 12 de mayo de 1793, el Gobernador Militar de Valdivia, don Lucas de Molina, decía a don Ambrosio O'Higgins:

«Para el día 12 del próximo mes de junio saldrá el Destacamento de Osorno en el número de sesenta hombres a lo menos, al mando del Subteniente Don Julián Pinuer, y por el pronto se formará una oficina provincial en donde se acopiarán los víveres que se puedan conducir para la manutención de aquel Departamento, sirviendo al propio tiempo de cuartel para la tropa, y para la seguridad de ésta se hará un cuadro de revellines, quedando dentro de él la oficina; y es cuanto se puede hacer por ahora, y en interim llega la primavera se irán acopiando materiales de aquellas ruinas que existen de la antigua ciudad, pues habiendo este propósito, quiero se levante la fábrica del fuerte».



El Destacamento no pudo partir, debido a las lluvias, sino el 15 de agosto. (Documentos originales de la Repoblación de Osorno).

En el fuerte de Osorno se hospedó, durante su permanencia en la arruinada ciudad, don Ambrosio O'Higgins, futuro Virrey del Perú.

Más tarde este baluarte fue designado generalmente con los nombres de El Castillo y Mackenna, primero por ser un recinto militar, y después porque en él pasó sus once años de estada en Osorno el gran Superintendente don Juan Mackenna.

Don José Rodríguez Ballesteros, coronel español de la época de la Independencia, en su obra Revista de la guerra de la Independencia de Chile, hace un detalle de las características del fuerte de María Luisa:

«Tiene un fuerte nombrado María Luisa, que es construido en la barranca del río de las Canoas, en la parte del norte, a distancia de doscientas veinticinco toesas de la junta de este río con el de las Damas. Es su figura triangular, guarnecido de tres baluartes, en los que había en el gobierno español un obús de bronce del calibre de a diez mirando al plan de la plaza, y tres pedreros de catorce libras que se mantenían cargados. La puerta tiene puente levadizo y un foso de ocho varas de ancho en los ángulos salientes, y en los flancos de doce varas de ancho en los ángulos salientes, y en los flancos de doce varas de ancho y cinco de profundidad, con sus correspondientes revellines. Se mantenía en esta fortaleza una guardia o destacamento de una compañía veterana de 50 hombres, con un almacén de víveres y pertrechos. Desde el mismo fuerte, con cubos, se saca el agua del río de las Canoas. Además de la guarnición veterana existía compañía de pobladores milicianos de 100 hombres vecinos de la misma, bastamente instruidos en el manejo del arma y fuegos».



Sin embargo, para formarnos una idea más o menos clara de las dependencias que tuvo este fuerte, ninguna fuente de información mejor que el Inventario General de los efectos pertenecientes al Fuerte de la Reina Luisa, sus edificios, armas, municiones y demás herramientas, etc., que corresponden a la Ciudad y Repoblación de Osorno, y que se confeccionó con motivo de la entrega que, por orden del Marqués de Osorno, hizo el primer Gobernador, don Manuel Olaguer Feliú, a su sucesor, coronel don César Balbiani, que hemos encontrado en el Archivo Nacional.

Para no quitar a esta relación el sabor original que le dan los años, lo transcribimos textualmente, en la parte que se relaciona con los edificios y armamentos. Dice así:

«Un Edificio de treinta y ocho vars. de largo, con cinco divisiones: La primera sirve de habitación del superintendente, y contiene una sala, y dos recamaras con puertas corredizas, siete Tauretes, dos Mesas, un Catre, un Estrado de tablas, dos Ventanas con Aldavillas, tres Puertas, la una con cerradura, y la otra con Picaporte; La segunda un cuarto que sirve de Almacén de víveres, con Ventana y Aldavilla. Puerta con cerradura, y un Armerillo para los Fusiles de repuesto; La tercera es el cuartel de la Tropa con su Tablado, Armerillo, cuarto de Sargentos con puerta corrediza, tres Ventanas, y una Puerta sin cerradura; La cuarta es la Habitación que ocupa el oficial de Dragones, y contiene un Catre, dos Mesas, dos Tauretes, una Ventana con Aldavilla, y una Puerta con cerradura; La quinta es un cuarto formado en el Corredor que sirve de Oratorio con Mesa para celebrar, y una Puerta con cerradura. Vna cocina de doce varas, dividida en dos partes que sirven a un mismo fin, y ésta tiene un horno, y dos Puertas, la una con Candado; y un lugar común para la Tropa, a la espalda.

Un Cuerpo de Guardia de nueve varas largo, con tabladillo, Cepo, y Puerta, todo corriente.

Una casa de quince varas largo, y siete ancho, empostada y entijerada, que se está construyendo para habitación del Superintendente.

Un lugar común pa. Oficiales, con Puerta, y cerradura.

Tres Garitas de Madera colocadas en los Baluartes.

ARMAS Y EFECTOS DE ARTILLERÍA

Un Cañón Obus montado en su cureña, cuatro Espeques, un Atacador, y Lanada.

Tres Pedreros montados en sus Piquetes, con Atacadores y Lanadas respectivas.

Dos Pedreros desmontados, reventados, e inútiles.

Ocho Ahujas, dos Botafuegos, un rollo de Cuerdamecha, un Chifle, y dos medidas de oja de lata.

Ciento siete balas para metralla del obus, y cincuenta y una de Pedrero.

Nueve mil y trescientas balas de fusil.

Cinco Barriles de Pólvora de a quintal, y otro más con una arroba y veinte y dos lb. pesado en bruto.

Dos cajones de cartuchos de fusil, que no se pueden contar por desechos.

Setenta y tres Fusiles, de los cuales hay cuatro descompuestos y tres inútiles.

Ochenta y tres Bayonetas, la una quebrada.

Cuatrocientos cuarenta y dos piedras de chispa para Fusil».



Los restos de este fuerte se mantuvieron hasta el último cuarto del siglo pasado, conservando, entre otros detalles, el departamento subterráneo que se abría hacia la barranca del río. Dos de sus cañones guarnecieron después, durante un buen tiempo, la puerta de la cárcel, ex-Cabildo de Osorno.

Posteriormente se levantó sobre aquellos terrenos el Matadero que, una vez demolido, dejó esas tierras libres para la construcción de la futura avenida costanera.

Al recorrer ese lugar, evocamos la memoria de personajes notables, de motines, de fusilamientos y de cuantas alternativas ofrece una obra de conquista y civilización.




ArribaAbajoLa ciudad fabulosa de los Césares y primitivo origen de la misión y fuerte de Río Bueno

Ya que nos hemos referido en el capítulo anterior a la construcción de los fuertes de Osorno y Río Bueno, es interesante recordar el primitivo origen de este último y su relación con la famosa leyenda de la Ciudad de los Césares.

Hemos dicho que las misiones o conversaciones religiosas fueron las avanzadas de la penetración lenta y pacífica de los españoles en la región austral.

La de Río Bueno tuvo un origen curioso.

Desde época inmemorial existió la creencia de que había en la región cordillerana, probablemente en la zona de los lagos osorninos, o en la Patagonia, una ciudad misteriosa que nadie conocía: la Ciudad de los Césares.

Se explicaba su origen en la siguiente forma: en tiempos de Carlos V, según cuenta el Padre Rosales, el obispo de Plasencia mandó dos naves a reconocer el estrecho Magallanes:

«El uno pasó felizmente el Estrecho y el otro, combatido de una furiosa tempestad, dio al través veinte leguas adentro, y haciéndose pedazos en las peñas, salió a la playa la gente. Escaparon de la tormenta 160 hombres destinados a poblar, tres clérigos, alguna gente de mar y veintidós mujeres casadas».



«Caminaron siete días, pasando montes de nieve y cerros encumbrados sobre las nubes, cuando descubrieron desde lo alto tierra plana. Hicieron un fuerte y una ciudad que comúnmente se llama 'La ciudad de los Césares', en parte tan retirada y escondida que, aunque se han hecho algunas diligencias por descubrirla, todas han sido en vano».



Como el Padre Rosales nació en los primeros años del siglo XVII; es decir en los tiempos de la destrucción del primitivo Osorno, podrá apreciarse la antigüedad de esta tradición.

La sencilla gente de aquella época fue adornando las características de la misteriosa ciudad con detalles fantásticos y fabulosos.

Circuló también la leyenda que le daba otro origen: que la habían formado pobladores de las ciudades australes destruidas a fines del siglo XVI (Valdivia, Villarrica y Osorno).

Don Ignacio Pinner, comisario de naciones e intérprete del territorio de Valdivia, después de conversar al respecto con los indios, envió un memorial a la Corte de España, la que ordenó al Presidente de Chile, que lo era don Agustín de Jáuregui, en 1774, efectuar un reconocimiento para verificar la verdad de los rumores.

El Gobernador de Valdivia, don Joaquín de Espinosa y Dávalos, comisionó al mismo Pinner para ver qué había de efectivo al respecto. Lo acompañó el padre franciscano Fr. Benito Delgado, que fue el verdadero cronista de esta expedición, y ha dejado un interesante Diario de ella.

La columna, compuesta de ochenta soldados, salió de la misión de Arique, a la cual pertenecía el padre Delgado, el 22 de septiembre de 1777. Esta misión estaba situada un poco al oriente de Valdivia y al sur del río Calle-Calle.

Lo curioso es que, poco antes de llegar al río Bueno, desistió de continuar en la empresa nada menos que el jefe y alentador de ella, por temor a los indios de más al interior.

Mientras llegaba el reemplazante que designara el Gobernador de Valdivia, y que resultó ser el capitán don Lucas de Molina, el padre Delgado cruzó el río y entabló conversaciones con los indios, a fin de obtener el consentimiento para instalar ahí una misión, en lo cual obtuvo completo éxito.

El 28 de octubre todo el cuerpo expedicionario pasó al sur del río y, según cuenta el padre Roberto Lagos (Historia Misiones del Colegio de Chillán, página 293), «de acuerdo con los caciques marcaron el sitio para la fundación de un fuerte, que desde luego quedó establecido junto a la ribera sur del río y próximo a una vertiente, por determinación de don Lucas de Molina.

El 13 de noviembre de 1777 partió la expedición de los Césares, compuesta de 27 personas, quedando el resto a cargo del nuevo fuerte.

La empresa tuvo el resultado que podía esperarse: después de recorrer la zona de los lagos Puyehue y Llanquihue y de buscar sin resultado un paso para internarse en la cordillera, los expedicionarios, desilusionados, regresaron a Río Bueno, a donde llegaron el 1º de enero de 1778.

El resultado positivo de la empresa consistió entonces en el avance pacífico que significó la instalación en Río Bueno, la que quedó sellada oficialmente por acta suscrita el 3 de enero.

«Diez y siete años más tarde -dice el padre Lagos- se cambió el sitio del fuerte y se le llamó en adelante San José de Alcudia, del cual aún subsisten los fosos junto al río Bueno, que lo presenta como baluarte en su ribera. Desde la altura del recinto se ven rodar como dormidas las cristalinas aguas, semejando a lo lejos una cinta de luciente plata; sobre ambas orillas se extiende un hermoso valle rodeado en lontananza de perennes bosques: soberbio panorama impregnado de la más opulenta poesía».



El nombre de Alcudia, que llevó el fuerte de San José de Río Bueno, se debe, como hemos dicho anteriormente, al ministro español don Manuel Godoy, duque de Alcudia.




ArribaAbajoPrincipales trabajos realizados durante la administración de Olaguer Feliú

Una de las principales preocupaciones del Gobernador de la ciudad fue la de intensificar las siembras y cultivos.

Como viera que había necesidad de ampliar la extensión de terrenos destinados a las chacras, entró en trato con los indios, a fin de obtener de ellos la cesión voluntaria de las tierras próximas a la ciudad ubicadas al norte del río Damas.

Tuvo éxito en sus gestiones, según se desprende del oficio que, con fecha 7 de abril de 1796, envió Olaguer al Barón de Ballenary:

«En consecuencia a la orden verbal que V. E. me dio y reconocimiento que hice de las tierras que hay a la parte del norte del río de las Damas, donde estaban avecindados algunos indios, para que tomados a éstos sirviesen a los pobladores de Osorno de chácaras, hice comparecer en aquel Fuerte al cacique Caniuhanti, y por medio del Comisario se le gratificó por ellas sesenta pesos, quedando el expresado cacique muy satisfecho y yo complacido».



El costo de la harina se habría elevado enormemente si desde el principio no se hubiera tratado de instalar molinos.

Ya en 1794, en oficio de 5 de agosto, decía el Gobernador de Chile al Gobernador de Valdivia:

«Contéstese al Gobernador que a la mayor brevedad haga construir en Osorno el Molino que ha propuesto el Comandante D. Julián Pinuer, disponiendo que esta máquina se ejecute con la firmeza y solidez que sea capaz de asegurar su duración, sin perjuicio de procurar en sus gastos todos los ahorros posibles y economía». (Rep. de Osorno).



En abril de 1796 (oficio de fecha 24) Olaguer decía a O'Higgins:

«Tengo la satisfacción de comunicar a V. E. haberse ya puesto un Molino en esta Población, en el mismo paraje que estuvo el antiguo, en las inmediaciones del Fuerte. El chilote poblador Remigio Mansilla, que condujo de Chiloé sus piedras, aunque pequeñas, me pidió permiso para colocarlas, y no sólo se le di si que también le he auxiliado con gastadores y herramientas, todo, lo que espero tendrá V. E. a bien».



Más adelante agregaba:

«...Siendo ciertamente grande la complacencia que tuve en verle moler».






ArribaAbajoPlaga de ratones

La naturaleza quiso poner a prueba la tenacidad de los pobladores osorninos: una espantosa plaga de ratones comenzó, a mediados de 1796, a destruir los sembrados y cuanto había en las modestas habitaciones.

Nada pinta mejor esta plaga que las palabras del Gobernador Olaguer al Virrey del Perú (oficio de 2 de septiembre):

«Desde la fecha de mi último oficio a V. E. se ha experimentado (aunque ya había algunos), una fuerte plaga de ratones que toda expresión es corta a manifestar la multitud inmensa que cubre los campos y casas: Ha asolado aquéllos en términos de no quedar sementera más que tal cual de trigo que ya encontró algo crecido. Las habas, cebada y arvejas, totalmente las ha aniquilado, y he suspendido la siembra de otras semillas porque toda diligencia será inútil en tanto que no minoren. Son una especie de ratones pequeños de igual tamaño todos, cuya procreación no se ha podido investigar en qué términos sea. Hay de varias especies y colores, y aun blancos como algodón, de los que conservo una piel por cosa rara. Después de haber muerto sin número, creí oportuno llevar la cuenta, y en este mes próximo pasado de agosto se mataron en el Almacén de Víveres de este Fuerte 14.600».






ArribaAbajoCenso de la población

Durante los primeros tiempos, y mientras los pobladores podían sustentarse a sí mismos, se proporcionó raciones para ellos, sus mujeres e hijos.

Una de esas planillas nos ha permitido conocer el número de habitantes civiles de la ciudad el 5 de octubre del año 96 y, según la relación de raciones entregadas, había:

Hombres, cabezas de familia95
Mujeres casadas93
Hijos212
Hombres solteros6
Lo que daba un total de:406 personas

Podremos observar que esta cantidad es inferior a aquella que figuró en la lista de repoblación, lo que se debe, probablemente, al alejamiento de algunos pobladores, o a que otros de los que se habían inscrito para hacer el viaje a Osorno no lo realizaron.

El censo de 30 de enero de 1800, da los siguientes datos:

Familias 371
Solteros512
Párvulos115
Total:1.012

Dos años más tarde, el 31 de diciembre de 1801, el número total de habitantes llegó a 1.145.




ArribaAbajoPropiedades y especies del Estado ubicadas fuera del fuerte

Además de las dependencias que hemos mencionado al hablar del Fuerte de María Luisa, había, fuera de este recinto, un galpón de cuarenta y cinco varas de largo, techado de paja, que estaba dividido en dos compartimientos: uno de ellos destinado a oficina, y el otro a un taller de carpintería. Este último, además de emplearse como lugar de trabajo, servía para almacenar maderas.

Otro galpón, de construcción similar a la anterior, y de treinta varas de largo, era el lugar de reclusión para los cuarenta presidiarios que fueron enviados a Osorno a fin de cooperar en las labores de la repoblación.

Las herramientas y otros elementos de trabajo estaban a cargo del Condestable de la ciudad, Félix Flores.

A fines de 1796 el caserío provisorio que, como hemos dicho anteriormente, estaba situado en las proximidades del Fuerte, constaba, más o menos, de cien humildes casas con techo de paja, las que servían de morada a los pobladores y soldados casados.

La modesta capilla formaba parte de las dependencias del Fuerte, y en ella se veneraba una imagen del Apóstol San Mateo, con diadema de plata, enviada desde Lima por el Virrey O'Higgins, y otra de la Virgen, también con corona de plata, vestiduras de media lama blanca y manto de melina azul, obsequio del Marqués de Avilés, sucesor de O'Higgins en el Gobierno de Chile.

Con respecto a los demás elementos para la celebración de la misa, fueron ellos obsequiados a la capilla de la nueva ciudad por el caballero de Lima don Félix Colunga, Administrador General de Temporalidades de ex-Jesuitas.




ArribaAbajoCompañías de milicias

Durante la superintendencia de don Manuel Olaguer Feliú se organizó una Compañía de Milicianos que, en diciembre de 1796, constaba de 103 hombres, incluyendo la plana mayor.

Esta Compañía se formó con el objeto de cooperar con las tropas del Fuerte en una posible defensa de la ciudad.

Los 92 soldados rasos que la componían estaban dirigidos por el siguiente cuerpo de oficiales, sub-oficiales y cabos:

Capitán don Juan José Moreno.

Teniente don Alonso Oyarzún.

Sub-Teniente don Tomás Sotomayor.

Sargento 1.º don José Barrientos.

Sargento 2.º don Jacinto Barrientos.

Sargento 2.º don José Antonio Balderas.

Cabo 1.º don Juan Sánchez.

Cabo 1.º don Juan de Dios Pérez.

Cabo 1.º don Francisco Javier Oyarzún.

Cabo 1.º don Ignacio Gómez.

Cabo 2.º don Januario Leiva.

Cabo 2.º don Mateo González.

Cabo 2.º don José María González.

Cabo 2.º don Manuel Silva.

Además de estos 103 hombres, había ocho destinados a la Artillería.

Don Juan José Moreno, que comandaba estas fuerzas, fue, en los comienzos de la vida de la ciudad, el civil más prestigioso. Lo vemos encabezar la lista de pobladores con el calificativo de «don», y algunos años más tarde desempeñó durante largo tiempo el cargo de Gobernador de la ciudad.




ArribaAbajoTérmino del Gobierno de Olaguer Feliú

El período de mando del primer Superintendente de Osorno abarcó casi todo el año 1796, pues el 5 de diciembre hizo entrega de sus funciones a su sucesor, el coronel don César Balbiani, que llegó acompañado, procedente de Lima, por el sobrino de don Ambrosio, capitán de Dragones don Tomás O'Higgins, y por don José Ignacio Arangua, capitán de Milicias.

El sobrino fue portador de una hermosa carta que el Virrey enviaba a los indios osorninos, carta que fue leída y comentada a ellos el mismo día de la ceremonia de entrega del mando, y que, en su parte más importante, decía:

«Amigos míos: sin embargo de la distancia en que se halla esta Capital y sus Provincias a cuyo mando se ha servido el Rey destinarme, tengo a todos Uds. muy presentes. Nunca podría yo hacerles una mejor expresión de mi memoria que enviándoles, como hago ahora, una persona de mi misma sangre que los salude a mi nombre. Esta es la del Capitán don Tomás O'Higgins, mi sobrino, que les asegurará de mi voluntad y deseo con que quedo de que se mantengan en quietud, cultiven su tierra tranquilamente y aumenten sus ganados».



Escucharon este cariñoso mensaje los caciques Caniuhanti, Calfunmilla, Catihuala y Queipul, que asistieron a la reunión acompañados de cerca de doscientos mocetones.

Los indios amaron entrañablemente a don Ambrosio O'Higgins, pues lograron comprender su espíritu bondadoso y justo. Mackenna le decía en carta del año 98:

«Tanto aquí como en la Frontera de la Concepción pronuncian con ternura el nombre de Ambrosio. He preparado que por este nombre V. E. es conocido de todos estos Indios».






ArribaAbajoDon César Balbiani, nuevo Superintendente

Una vez que el Virrey O'Higgins hubo llegado a Lima, además de su resolución de hacer que Osorno dependiera directamente del virreinato, extendió el nombramiento de un nuevo Superintendente, Juez y Comandante Militar para la ciudad, en favor del teniente-coronel don César Balbiani, residente entonces en la capital de los virreyes.

El Decreto respectivo está fechado en Lima el 27 de agosto de 1796 y se funda, principalmente, en el hecho de que al capitán-ingeniero don Manuel Olaguer pudiera faltarle tiempo para atender, simultáneamente, la Plaza de Osorno y supervigilar las obras de Valdivia, de las cuales estaba encargado.

Además, hizo resaltar en dicho Decreto el hecho de que Balbiani, «por el conocimiento anticipado con que se halla de la Provincia de Chiloé, confianza y amor que obtiene de sus habitantes, logrará confirmar en el propósito de avecindarse en Osorno a los que anteriormente pasaron desde las islas a la Nueva Colonia con el indicado designio, y que animándose otros por su medio a imitarles, se aumentará así el número de Pobladores».

Aunque el Virrey recién había abandonado Chile, quiso enviar un comisionado especial que, a su regreso, pudiera informarlo amplia y verídicamente de los progresos alcanzados en la repoblación de Osorno y sobre el curso de otros trabajos iniciados bajo su gobierno en otras partes del país. Y este enviado no podía ser de mayor confianza de don Ambrosio: su sobrino, el capitán don Tomás O'Higgins.

Estos dos funcionarios llegaron a Osorno a principios de diciembre de 1796, iniciando con gran actividad las funciones de sus respectivos cargos.

Juntamente con Balbiani y el capitán O'Higgins vino un tercer funcionario, el oficial don José Ignacio de Aragua, encargado especialmente de alcanzar a Chiloé a fin de entusiasmar a algunos pobladores de la isla a radicarse en Osorno. Arangua cumplió con todo entusiasmo su misión y llegó con su gente a la nueva colonia en febrero de 1797.

El nuevo Superintendente, que se hizo cargo de sus funciones el 5 de diciembre de 1796, duró poco tiempo en su cargo: hasta el 18 de noviembre del año siguiente. Tal vez el clima alteró grandemente su salud, lo que lo obligó a solicitar su reemplazo al Virrey.




ArribaAbajoPrincipales trabajos realizados durante la administración de Balbiani. Puente del Damas

Una de las principales preocupaciones del nuevo Gobernador fue la de facilitar las comunicaciones con el norte, disponiendo la construcción de un puente sobre el río de las Damas.

Esta resolución la comunicó al Virrey O'Higgins por oficio de 22 de diciembre de 1796, es decir muy pocos días después de hacerse cargo de la superintendencia de la ciudad.

La obra fue realizada con toda actividad, ya que a mediados del mes de mayo del año siguiente fue terminada, como lo comunicó el Gobernador al Virrey:

«Quedan concluidas en esta Colonia las obras del puente de madera en el río de las Damas, con doscientas veinte varas largo, cuatro de ancho, y siete y media de alto, construido con la mayor fortaleza». (Oficio de 15 de mayo.- Repoblación de Osorno).



En la construcción de este puente tuvo actuación principal el carpintero holandés Timoteo Cadagán, uno de los maestros enviados a Osorno por el Marqués de Avilés, y que llegó a fines de diciembre de 1796, contratado por «dos años forzosos» y con un sueldo anual de trescientos sesenta pesos.




ArribaAbajoCapilla provisional

Como hemos dicho al hablar sobre el Fuerte de Osorno, las ceremonias del culto se realizaban en una dependencia que se arregló en uno de los corredores.

Balbiani ordenó la construcción de una capilla provisional, con techo de paja, que se ubicó a distancia de cien varas frente al Fuerte, con una habitación anexa destinada al cura. El Superintendente confiaba en poder iniciar la construcción de la iglesia definitiva en tanto llegaron los artesanos que pidió al Gobernador de Chile, como lo hace notar en oficio de 22 de diciembre, dirigido al Virrey:

«Sin en esta estación vinieren los albañiles y fabricantes de materiales que he solicitado del Excmo. Señor Capitán General y Presidente de Chile, dispondré que sin pérdida de tiempo se corten las maderas y se prepare el terreno para comenzar la reedificación, así de la Iglesia como de los demás edificios, sobre los mismos cimientos de la antigua ciudad».



La Iglesia provisional fue inaugurada solemnemente el 21 de septiembre de 1797. El Gobernador Balbiani dio cuenta de esta ceremonia al Marqués de Avilés por medio del siguiente oficio:

«Excmo. Señor:

Con general devoción y regocijo de esta Repoblación se estrenó el día 21 del p.p. la Iglesia provisional, en que con la posible solemnidad fueron colocadas la imagen de la Inmaculada Concepción y San Mateo Apóstol, Patrón de la ciudad.

He visto aquel día con bastante satisfacción la ternura con que estos colonos hicieron las demostraciones debidas al culto divino, restableciendo la fe que por el discurso de tantos años se había desterrado de esta remota posesión.

El cuerpo de la Iglesia es capaz de quinientas almas, y su disposición y aseo interior más que regular para el destino. Cuya noticia espero sea del superior agrado y satisfacción de V. E.

Nuestro Señor guarde a V. E. muchos años. Osorno, 1º de Octubre de 1797.

Excmo. Señor.

César Balbiani».



Al leer la nota anterior, nos merece un reparo lo relacionado con la capacidad de la capilla: que pudiera contener «quinientas almas», en circunstancias que en el Inventario que sirvió de base a la entrega que hizo Balbiani a su sucesor, se deja constancia de que había «una iglesia techada de paja, de treinta varas largo y doce de ancho». Nos inclinamos a creer más bien que, por tratarse de una obra provisional, y para un escaso número de habitantes, no hubo necesidad de una casa que pudiera contener quinientas almas, ya que pronto habría de levantarse la iglesia definitiva en el centro de la ciudad.




ArribaAbajoSalubridad

Como si hubiera sido poco la plaga de ratones que destruyó siembras y provisiones durante el año 1796, los habitantes fueron víctimas, ese mismo año, de «una epidemia de fiebres malignas, que en algunos ha causado estragos», como decía Balbiani al Gobernador de Chile.

Conocedor de esta desgracia, el Virrey del Perú pidió se destinara para la ciudad de Osorno un cirujano con Botiquín.

Es curioso recordar las medicinas con que contaban las pequeñas boticas primitivas. Reproducimos una lista de ellas, formada durante el gobierno de don Juan Mackenna, en 1800:

«Crémor tártaro;

Simientes frías;

Bálsamo de Copaiba;

Polvos de mercurio;

Sasafrás;

Palo santo;

Quina;

Piedra besar;

Piedra lipe;

Aguilón gomado;

Albayalde;

Almendras;

Incienso;

Aceite de María;

Jarabe de limón;

Íd. de naranja;

Íd. de violado;

Íd. de amapola;

Tintilla de rota;

Agua de canela;

Vinagre de Saturno;

Canela en palo;

Aceite de almendras;

Ungüento blanco;

Ungüento Estoraque;

Azúcar Blanca;

Nueces moscadas;

Zarzaparrilla;

Hilas».

Aparte de los remedios «caseros», en los que se empleaba de preferencia las plantas medicinales, uno de los tratamientos más corrientes era la sangría, en la que intervenían «facultativos» especializados.



El primer «facultativo» que tuvo Osorno fue José Ubaldo Saavedra, que vino de Valdivia, donde estaba en calidad de presidiario en la Compañía de Obreros. Desgraciadamente, Saavedra falleció en abril de 1799, por lo que se solicitó con urgencia la venida de otro «facultativo» de Valdivia, también presidiario, pues en la ciudad no había quién supiera sangrar.




ArribaAbajoServicio nocturno de vigilancia

A las 10 de la noche se levantaba el puente levadizo que daba acceso al Fuerte. La seguridad y tranquilidad de la población civil quedaba entonces confiada exclusivamente a los propios habitantes.

El Gobernador resolvió establecer una guardia nocturna a cargo de ocho o diez dragones mandados por un cabo, y para los cuales hizo construir, a distancia de cien varas de la estacada del Fuerte, un pequeño retén o cuerpo de guardia. Este servicio de vigilancia se mantenía desde el toque de retreta hasta el día siguiente.

Fue esta guardia, en consecuencia, la primera policía que tuvieron los osorninos.




ArribaAbajoCosechas en 1797

En el mes de abril de 1797 el Gobernador de Osorno elevo al Marqués de Avilés un informe sobre el resultado de las cosechas, del cual copiamos lo siguiente:

«Se han cosechado en el presente año trescientas veinticinco fanegas de trigo, y poco más de ciento de cebada, procedentes de las siembras que se hicieron después de la plaga de ratones. De las papas, maíz, frijol y garbanzos no ha podido averiguarse su producto, respecto de que aún quedan en los campos por cosechar con esperanzas abundantes».



No todos los pobladores demostraron interesarse por el éxito de las labores agrícolas. Balbiani formó una lista de dieciséis reacios, a los que retiró todos los auxilios que les había otorgado para el cultivo de sus chacras.

Sabedor de esto el Gobernador de Chile dispuso que si esos dieciséis ociosos no se interesaban por colaborar en la obra común, se les remitiese a «servir a jornal en las obras de Valdivia por dos años». (Oficio de 29 de julio de 1797).




ArribaAbajoEducación pública

Por oficio de 10 de octubre de 1797, el Gobernador de Osorno comunicaba al Marqués de Avilés sus proyectos con respecto al fomento de la instrucción en la naciente ciudad:

«Excmo. Señor:

Para el loable objeto de proporcionar la instrucción necesaria a la juventud de esta repoblación, bajo el activo celo y dirección del Cura Vicario don Juan de Ubera, he dispuesto la fábrica de una casa de madera antigua a la Iglesia, que sirva de escuela de primeras letras, donde por los medios suaves y sagaces espero reciban al mismo tiempo los indios jóvenes la doctrina conveniente para el conocimiento de la Religión, que será fácil civilizándose con los demás ir formando un solo cuerpo de vasallos.

No contento con esta útil providencia, el celo de ese Vicario ha promovido igualmente a su costa, y mediante una corta ayuda, el establecimiento de una escuela separada para niñas, al cargo de una mujer adecuada al intento, todo lo que espero merezca la superior aprobación de V. E. por cuya vida ruego a Dios la guarde muchos años.- Osorno, 10 de octubre de 1797.

Excmo. Señor

César Balbiani».



En los trabajos de construcción de la escuela participó el grupo de artesanos llegados a Osorno en diciembre del año anterior, dirigidos, además del carpintero Cadagán, que ya hemos mencionado en la construcción del puente, por Aníbal Gómez que, en un documento de la época, se hace llamar «Profesor de Albañil». Llama la atención en dicho documento la hermosa letra de este artesano y lo correcto de su redacción. Ganaba un sueldo anual de trescientos sesenta pesos.




ArribaAbajoCenso de población

En una Memoria de Balbiani, fechada el 12 de abril de 1797, presenta el siguiente cuadro relacionado con el movimiento de población:

FamiliasPersonas
Familias existentes en 31 de diciembre97438
Íd. venidas últimamente de Chiloé33159
Íd. voluntarias presentadas821
Personas solteras agregadas-10
Total:138628




ArribaAbajoMejoras en el fuerte

Entre los adelantos introducidos por el Superintendente en las construcciones situadas dentro del Fuerte, cabe mencionar la conclusión de la casa destinada al Gobernador, y que él describe así:

«Una casa habitación del Comandante Militar y Superintendente, de quince varas de largo y siete y media ancho, techada de tablas, con cinco divisiones interiores, tres puertas principales con sus cerraduras y cuatro interiores sencillas con sus aldabas, cinco ventas con ídem, y tres vidrieras, compuestas de treinta vidrios; un extradito, tres mesas, seis taburetes, y una escalera de mano».



Además de las tres garitas con que contaba el Fuerte, hizo construir «un campanario techado de tablas, con su campana y escalera de mano».




ArribaAbajoBalbiani hace entrega del cargo

Mientras llegaba su sucesor, don Juan Mackenna, el Superintendente procedió a hacer entrega de la ciudad al Jefe del Fuerte, teniente de Dragones don Pedro Lagos, para cuyo efecto se confeccionó un minucioso Inventario, del cual hemos tomado muchos de los datos precedentes.

Corta, pero fructífera, fue la estada de este digno militar en la dirección de los destinos de Osorno.

Las generaciones posteriores, recordaran su nombre, dándolo a una de las calles de la ciudad, que después fue designada con el de Bilbao, tal vez desconociendo la labor de uno de sus principales repobladores.




ArribaAbajoDon Juan Mackenna

Difícil es que el Virrey del Perú hubiera podido encontrar en América un hombre que reuniera mejores condiciones de gobernante, militar y educador de un pueblo, como el elegido por don Ambrosio O'Higgins.

Antes de referirnos en detalle a la obra realizada por él en Osorno, daremos a conocer algunos datos biográficos relacionados con su persona.

Una pequeña ciudad de Irlanda, Clogher, cercana a Dublín, meció en cuna dorada, al tierno infante que vio la luz el 26 de octubre de 1771: Juan Mackenna O'Reilly.

De ilustre familia católica, en los 43 años de su vida sirvió con gloria a un Rey en acciones de guerra memorables, contribuyó al bienestar de sus semejantes, y fue segundo padre de un pueblo.

A los trece años de edad dio a sus mayores el beso que sería el postrero, y partió a España, donde bajo la tutela de su tío, el conde de O'Reilly, inició brillantes estudios, que lo harían cadete del Regimiento de Irlanda a los 16 años, e ingeniero a los 21.

Mezquindades de los hombres le negaron más tarde en Europa legítimos ascensos, y entonces él, que podía volar con sus propias alas, saltó a América.

Y en la ciudad de los virreyes logró la comprensión que anhelaba. Su anciano compatriota O'Higgins reconoció en él «su excelente conducta, aplicación y gran talento, su inteligencia, actividad y desinterés».

El 11 de agosto de 1797 el Virrey, don Ambrosio O'Higgins, nombraba a Mackenna jefe de su empresa predilecta: la Repoblación de Osorno. El 4 de octubre partía al sur, y el 30 de noviembre se juntó con los sencillos colonos que llegaría a considerar después como sus hijos.

El día 1.º de diciembre les habló con palabra encendida sobre los sagrados deberes de la sociedad, sobre la manera de conquistar la felicidad privada y la de su pueblo, sobre el trabajo, la honradez y las buenas costumbres.

Y después, rudo laborar por espacio de 11 años.

Y a impulsos de su cerebro lúcido y de su mano activa, se hizo el milagro de la resurrección de un pueblo. Se abrieron caminos, se levantaron templos, funcionaron escuelas, giraron las piedras molineras, serpentearon los canales de regadío, bailaron los husos hiladores, se alistaron los hombres en escuadrones para afirmar las conquistas de la paz.

Hombre sencillo y desinteresado.

Lo siguiente dice de él Vicuña Mackenna, su nieto:

«Un corazón elevado se contenta con muy poco. ¡Qué lecciones para los ambiciosos aquel joven, lleno de corazón y de talentos que había tenido un rango en los ejércitos de Europa, apartado de los honores, como escondido en un lejano desierto, cultivando la tierra con sus propias manos y enseñando, con su ejemplo y sus desvelos, la religión y las artes a una porción del género humano, rebaño que como cristiano había recibido de su Dios para conducir a la virtud, pueblo que su Rey le había confiado para ilustrar y hacer dichoso!»



Ingratitudes y asechanzas le hirieron, junto con su padre espiritual, O'Higgins.

El noble anciano, que soñó con venir a dejar sus huesos a Osorno, se durmió para siempre el 18 de marzo de 1801.

Mackenna se sobrepuso a las miserias de los hombres durante algún tiempo más, y el 30 de junio de 1808 era llevado a otros lugares, donde el brillo de su espada y la chispa de su genio ayudarían a cimentar la libertad de su segunda patria.

El amor lo unió allá a una hermosa joven de 18 años, doña Josefa Vicuña Larraín, formando así ambos el trono de un árbol selecto.

El cariño de una chilena de corazón conquistó así un nuevo soldado para las armas de la patria.

Pero al fin, y muy prematuramente, se debía cumplir la profecía de su madre:

«¿Por qué hablas de ir a América, cuando conoces las decisiones internas que agitan esos países, tanto en el norte como en el sur? Por todo encontrarías las mismas turbulencias, porque en general yo creo que la agitación y descontento que reina entre los hombres procede de una equivocada ambición».



Y las disensiones, las turbulencias, los descontentos y las ambiciones, accionaron la bala que en la madrugada del 21 de noviembre de 1814, allá en el lejano Buenos Aires, recibió de manos de su hermano de causa, Luis Carrera.

Así se apagó la vida de este general de 43 años de edad, con cuya memoria tiene contraída Osorno una gran deuda.




ArribaAbajoAmarguras de un gobernante

Don Ambrosio O'Higgins fue reemplazado en su cargo de Gobernador de Chile por don Gabriel de Avilés y del Fierro, Marqués de Avilés, cuya estada aquí fue breve, pues pasó a desempeñar en 1798 el virreinato de Buenos Aires, y a la muerte del anciano virrey del Perú, le sucedió en Lima.

Tanto durante el tiempo que ejerció sus funciones en Chile, como en Buenos Aires, Avilés demostró un odio profundo hacia la obra de O'Higgins y sus colaboradores de Osorno, y trató de indisponerlas ante la Corona.

En 1799 el noble anciano, tal vez amargado por las incomprensiones y odios, y ya agotado por el peso de los años y las enfermedades, pensó quizá en pasar el resto de su vida en su ciudad predilecta, y con fecha 12 de febrero escribió al Gobernador de Chile comunicándole su resolución de que se le construyera una casa en Osorno.

He aquí el texto de dicha carta:

«Mi obligación al Rey por la gracia que me hizo de la dignidad de Marqués de Osorno me ha sugerido la idea de construir una casa en aquella ciudad que perpetúe la memoria de mi reconocimiento, la decore, y sirva al mismo tiempo el gasto que se ha de hacer en ella de un nuevo socorro y auxilio a los pobladores que hayan de trabajarla. Para hacer doblemente útil este proyecto he resuelto destinar por primer fondo de la obra quinientas vacas de mi hacienda de las Canteras de ese Reino en el Obispado de la Concepción a fin de que distribuidas y vendidas allí por mano del Superintendente se emplee el producto en los gastos de los jornales. Y lo comunico a U. S. a fin de que de su orden al comandante general de la Frontera para que auxilie el transporte de este ganado y de que encargo hoy al coronel don Pedro Nolasco del Río. Dios guarde a U. S. muchos años. Lima, febrero 12 de 1799.

El Marqués de Osorno». (Repoblación de Osorno.- Tomo V).



Esta carta fue contestada por el Gobernador de Chile con fecha 6 de mayo.

A pesar de que la comunicación del Virrey está fechada el 12 de febrero de 1799, no hay duda de que don Ambrosio había expresado ya a Mackenna con anterioridad su deseo de realizar la mencionada construcción, pues el Superintendente, en oficio de 20 de agosto del año anterior, es decir casi seis meses antes, le decía:

«He demarcado en el centro del lado o frente de la Plaza que mira al Sur; respecto que ignoro las dimensiones que V. E. tenga por conveniente señalar a esta casa, no puedo hacer un cálculo fijo de su costo. Sin embargo conceptúo que con la cantidad de tres mil pesos se puede construir en esta ciudad una regular casa de ladrillo. Lo participo a V. E... etc.» (Repoblación de Osorno).



En consecuencia, sabemos que el sitio elegido para levantar la casa donde el venerable anciano repoblador de Osorno pensó pasar sus últimos días, se demarcó en la medianía de la acera sur de la Plaza de Armas de la ciudad, y en enero de 1800, según leemos en una Memoria de Mackenna, se construía ese edificio «a expensas propias del Excmo. Señor Virrey, y para el uso que S. E. querrá dedicarlo». Se trataba de una construcción de 33 varas de largo por 15 de ancho, y su mampostería era de bloques de cancagua y greda, tal como se construyeron la Iglesia y la Casa del Ayuntamiento.

No hemos encontrado datos sobre el fin a que se destinó, después de la muerte del Virrey, la casa de su propiedad.




ArribaAbajoDon Juan Mackenna llega a Osorno

Al llegar a Chile, Mackenna se dirigió primeramente a Chiloé, a fin de procurar la traída de más vecinos de la isla a avecindarse en Osorno. En efecto, el 6 de noviembre llegó a San Carlos, y el 12 del mismo mes a Castro.

Acompañado de diez familias chilotas arribó a Osorno el 30 de noviembre, según lo dice en su Descripción Histórica y geográfica fechada el 12 de abril de 1800.

«Al día siguiente de mi llegada -escribe al Virrey O'Higgins- mandé juntar a todos los colonos y en un corto discurso les expliqué, con toda la energía posible, los sagrados deberes de la sociedad, de cuya exacta observancia pueden esperar llevar a debido efecto las miras de la superioridad, ser felices ellos mismos y útiles a la sociedad; les exhorté que unánimemente contribuyesen a ayudarme en desterrar de la colonia la ociosidad, los robos y demás vicios que se oponen a la religión y buenas costumbres, sobre cuya base estriba la felicidad pública y por consiguiente la del individuo».



La larga estada de Mackenna en Osorno y el hecho de que llegara en los comienzos de la repoblación, hicieron que fuera el director de las obras definitivas de la nueva ciudad, labores que pudo desempeñar con una competencia especial dada su profesión de ingeniero.




ArribaAbajoLabor realizada por el nuevo gobernador. Censo de población

El 19 de diciembre de 1797, es decir pocos días después de hacerse cargo de sus funciones de Superintendente de Osorno, don Juan Mackenna levantó un nuevo censo de la población, el que dio el siguiente resultado:

La Compañía de Dragones y sus familias103
Pobladores, mujeres e hijos564
Párvulos de los dichos72
Solteros voluntarios agregados a familias21
Cholos que sirven de criados29
Presidiarios49
Total de personas:829




ArribaAbajoFuncionamiento de la escuela

Hemos visto que durante la administración de Balbiani se construyó un edificio para escuela que, al llegar Mackenna, era necesario poner en servicio.

El 19 de diciembre del 97 ofició al Virrey del Perú comunicándole las resoluciones tomadas al respecto:

«Mi antecesor, don César Balbiani, atendiendo a este importante objeto, mandó construir una Escuela pública, la que por falta de Maestro no se ha abierto. El respetable Párroco de esta Colonia, don Juan Ubera, me ha hecho presente que en el poblador don Alonso Oyarzún se reúnen todas las circunstancias necesarias para el desempeño de este ministerio, en atención a lo que y a la mucha falta que hace la expresada Escuela, he señalado de los fondos de la Repoblación 3 reales diarios al expresado Oyarzún hasta que V. E. determine lo que fuere de su superior agrado». (Repoblación de Osorno).



No debemos olvidar entonces que el primer maestro que prestó sus servicios en la repoblada ciudad de Osorno fue don Alonso Oyarzún, que recibía por su trabajo la modesta remuneración de 3 reales diarios.

Los libros de estudio usados por los escolares de aquella época eran: Cartilla para primeras letras, Catecismo del Padre Astete, que corrientemente llamaban sólo «Astete», y Catones.




ArribaAbajoTrabajos del edificio de la iglesia

Al iniciarse la administración de Mackenna se comenzó con actividad la construcción del edificio para la Iglesia definitiva, cuyos cimientos, en marzo de 1798, no alcanzaban aún a la altura del suelo.

Sus muros fueron hechos de bloques de cancagua, material abundante en esta región, y que pareció lo más adecuado para el caso. Con respecto al techo, no se empleó la teja, sino las tablas o tejuelas de alerce. La planta tenía la forma de una cruz latina, distribuida en tres naves, cuyas dimensiones totales eran 200 pies de largo por 73 de ancho.

El trabajo de limpieza del terreno que ocupó la iglesia destruida a raíz de la despoblación del antiguo Osorno, se hizo mientras estuvo aquí don Ambrosio O'Higgins, en 1796.

Entre esas ruinas se encontró la piedra recordatoria de la bendición del templo, ceremonia que se efectuó el 24 de noviembre de 1577.

Don Ignacio de Andía y Varela, dibujante del plano que sirvió de base a la repoblación, y que hemos insertado en la parte correspondiente al Osorno antiguo, hizo un dibujo de esta piedra conmemorativa, que fue encontrada el 2 de enero de 1796. Tanto el plano como el dibujo de la placa se encontraban en la Biblioteca de Lima, donde ojalá hayan escapado del incendio que destruyó ese monumento de cultura.

Insertamos una reproducción fotográfica de la leyenda dibujada por Andía y Varela.

Junto con esta piedra fundamental se encontró la pila bautismal de la antigua iglesia. Tuvo el honor de emplearla por primera vez el primer infante que nació en el repoblado Osorno: Tomás José Joaquín Gutiérrez, nacido el 29 de diciembre y bautizado al día siguiente por el cura don Juan de Ubera. Esta partida encabeza el Libro I destinado a estas inscripciones.

La bendición de la iglesia, levantada en 1800 la efectuó, el 5 de enero de 1807, el Padre Francisco Javier de Alday, de lo que quedó constancia en el Libro I de la Misión de Cuyunco (página 299).

La iglesia fue «dedicada al glorioso apóstol San Mateo, siendo cura de ella, interino, don Juan Fermín Vidaurre. Se celebró la fiesta con toda la solemnidad que permitieron las circunstancias y pobreza del lugar». (Libro citado).

La Misión de Cuyunco existió desde 1794 a 1853, en que sus libros pasaron a la Parroquia de Osorno, permaneciendo allí hasta 1868, en que se creó la Misión de Rahue, donde ahora se encuentran.

En la Memoria o informe que envió Mackenna con fecha 30 de enero de 1800, sobre el estado de la ciudad y sus actividades, leemos una descripción detallada de las reparticiones interiores y características generales de la iglesia de Osorno, que es interesante conocer:

«La Iglesia parroquial, cuya planta es en cruz latina dividida en tres naves, cuyos machones serán adornados con pilastras dóricas. Este edificio, sin comprender las torres, tiene por la parte interior sesenta y siete varas de largo, y veinte y dos de ancho. La sacristía está colocada detrás del presbiterio, de ancho cinco varas, y su longitud el ancho de la Iglesia, cuyos cimientos tienen de seis a ocho pies de profundidad, y de ancho seis hasta el nivel del piso del terreno, siguiendo la pared de cuatro pies nueve pulgadas hasta la altura del zócalo, y lo restante cuatro pies seis pulgadas. La planta de las torres es un cuadrado, cuyo lado interior tiene seis varas; resaltan o sobresalen a la fachada de la Iglesia cinco varas, y por los lados diez y ocho pulgadas. Esta explicación se manifiesta con más claridad en el Plano de este edificio que he remitido a las Superioridades de Lima y Chile. Las paredes tienen actualmente de altura sobre el nivel del terreno en la fachada cuatro varas, y todo lo restante cerca de tres, a excepción de los machones, que tienen únicamente dos pies y medio».



Aunque, como ya hemos dicho, aparece en el Libro I de la Misión de Cuyunco la constancia de que la Iglesia de Osorno se bendijo el 5 de enero de 1807, tenemos a la vista el oficio de Mackenna, de fecha 13 de enero, en que comunica al Gobernador, don Luis Muñoz de Guzmán, la ceremonia antes mencionada como realizada el 6 de enero.

No sabríamos decir cuál de los dos documentos está en la verdad, con respecto a la fecha, pues ninguno de esos días fue domingo, que es el que, de preferencia, pudo haberse empleado. El 5 fue lunes.

Por estimar de interés para la historia particular de la Parroquia de Osorno, copiamos íntegro el documento de Mackenna:

«Excmo. Señor:

Tengo el honor de participar a la Superioridad de V. E. de haberse verificado la dedicación de esta Iglesia Parroquial el día 6 del corriente, en que fueron colocados con la posible solemnidad la Sma. Imagen de la Virgen del Rosario y la de San Mateo Apóstol, Patrones de esta ciudad; fue inexplicable la ternura y regocijo que manifestaron estos habitantes en el momento que vieron expuestos el Smo. Sacramento y dichas Santas Imágenes a la adoración y veneración pública y en el mismo sitio de donde su culto había sido desterrado por más de dos siglos. No se ahorró gasto particular ni cuidado para que esta función tan grata como sagrada se hiciese con toda la decencia de que este destino es susceptible: para el mismo fin y con el objeto de que los Indios de la Jurisdicción, quienes fueron todos convidados, viesen las fuerzas de la Colonia, se pusieron sobre las Armas la Guarnición de este Fuerte y las cuatro Compañías de Milicias, que se formaron en calle desde la antigua Iglesia provisional hasta la nueva. Todo se efectuó con el mejor orden y sin la menor novedad de importancia, no obstante el gran concurso de gente, así Españoles como Indios.

Lo que comunico a la Superioridad de V. E. persuadido de que la noticia será interesante y agradable a su religioso ánimo.

Nuestro Señor guarde la importante vida de V. E. muchos años.- Osorno y enero 13 de 1807.

Excmo. Señor

Juan Mackenna».

(Doc. Repoblación de Osorno.- Tomo V).






ArribaAbajoEdificación definitiva

Como hemos dicho anteriormente, los primeros pobladores se contentaron con levantar modestas chozas en los alrededores del Fuerte, las que se hubieron mantenido por muchos años más a no mediar el entusiasmo de Mackenna por construir casas relativamente cómodas y definitivas.

Sin embargo, sus buenos propósitos se vieron obstaculizados por la falta de medios económicos de los habitantes y por la natural indolencia de ellos que, por otra parte, en su mayoría nunca habían visto construcciones mejores. Refiriéndose a los colonos chilotes, decía en oficio de 11 de marzo de 1798, dirigido al Virrey:

«Los colonos chilotes (alegan) su total ignorancia del modo de hacer ladrillo o teja, no habiendo jamás visto otro edificio de material que el de la Fragua de esta Colonia, que se acaba de construir».



A fin de allanar todos los inconvenientes, agrega Mackenna:

«Les he propuesto darles presidiarios para hacer los adobes y que después pagaran con su trabajo personal los gastos que hayan ocasionado. A esto se han conformado gustosos, y algunos están actualmente limpiando sus solares, preparando maderas, etc. para hacer lo que se pueda en lo restante del verano. Esto, Señor Excmo. (no ocasionando crecidos gastos al Erario) es el único arbitrio que he podido discurrir para obligar a estos colonos a abandonar sus miserables chozas y principiar la fábrica de sus casas, sobre los antiguos solares. En la Plaza y sus inmediaciones no señalaré solar alguno sino bajo la precisa condición que la casa ha de ser de ladrillo. En esta ciudad, cuyas ruinas rememoran su antigua opulencia, y cuyos moradores poseían encomiendas de indios, no se ve el menor vestigio de haber habido casa alguna de ladrillo. Se encuentran todavía varias paredes de adobes y tapias, que se han conservado a la altura de diez o doce pies, sin tejado ni cubierta por el espacio de 194 años».



Justamente un mes más tarde Mackenna tenía el gusto de ver terminada una casa de adobes en el centro de la ciudad. Repitamos parte de su oficio de 10 de abril, dirigido al Marqués de Avilés:

«Sobre las ruinas de la antigua Ciudad queda concluida una casa de adobes, de diez y ocho varas de largo, ocho de nacho y cuatro y media de alto. Es indecible lo que la vista de esta casa ha estimulado a todos los pobladores y el gozo del pobre chilote de verse dueño de una casa sin duda infinitamente mejor que la del vecino más acomodado de su patria». (Rep. de Osorno).



Otro de los edificios públicos construidos en 1800 fue la Casa del Ayuntamiento, situado en la Plaza Mayor y frente a la Iglesia, el que fue hecho con los mismos materiales y dimensiones que hemos nombrado en relación con la casa de don Ambrosio O'Higgins.

Además del Ayuntamiento, Iglesia y casa del Virrey, se construyeron este año, frente a la Plaza, tres casas de pobladores que, a pesar de la ordenanza del Superintendente, tuvieron paredes de adobes.

Cerca de la Plaza se hicieron, además, varias otras construcciones, una de ellas destinada a la fábrica de bayetones y otra a la fragua y herrería. Este último edificio se cubrió con las primeras tejas que el Gobernador ordenó hacer en la Colonia, pero resultaron de mala calidad, muy porosas, y hubo que reemplazarlas por otras. La fragua tenía dos hornillas construidas de mampostería.

El resto de la cuadra en que se ubicó la Iglesia fue destinado a la construcción de un gran galpón de setenta y tres varas de largo y quince de ancho, con techo de paja, y que se destinó a taller de carpinteros y aserradores y bodega de maderas y demás elementos de construcción.

Hubo necesidad de poner en fácil y cómoda comunicación el sector del Fuerte y de la población provisional con el centro de la naciente ciudad, haciendo el arreglo de la calle que conducía a la Plaza con una magnífica calzada enripiada.

Se procedió también a arreglar el puerto, situado al costado del Fuerte, y en el centro de la Plaza se construyó un pozo grande de nueve varas de profundidad, y un sinnúmero de pequeñas obras destinadas a la comodidad de los pobladores.




ArribaAbajoArtesanos

El Gobernador había recibido de Lima algunos artesanos, en su mayoría irlandeses, los que con su técnica y su régimen de vida y de trabajo fueron un excelente ejemplo para los pobladores, muchos de los cuales estaban acostumbrados a la pereza y al trabajo en forma primitiva y rutinaria. Mackenna dice, con respecto a los chilotes, que jamás había visto gente más floja, y tuvo que presionarlos enérgicamente a fin de que aceptaran usar el arado y otras herramientas agrícolas semejantes. Eran torpes hasta para la fabricación de tejas y ladrillos y en sus propiedades no se veía progreso alguno.

El primer grupo de «artífices» vino en virtud del Decreto de 19 de septiembre de 1797, emitido por el Virrey O'Higgins. Dejaremos constancia de los hombres que lo integraban, pues es interesante recordar los primeros artesanos especializados que laboraron en este pueblo. Eran los siguientes:

CARPINTEROS:

Tomás Robertson;

Juan Knitht;

Carlos Bider;

Roberto O'Keepe;

Carlos Beaver.

HERREROS:

Juan Green;

Jaime Glover;

Juan Titson;

Juan Ornsbi.

CURTIDORES:

Juan Watenson;

Juan Wab.

TONELERO:

Daniel Clohan.

ZAPATERO:

Pedro Smith.

MUCHACHOS:

Jaime Wakeman;

Juan Lervis.



Con fecha 28 de noviembre del año siguiente llegó un segundo grupo:

ALBAÑIL:

Tomás Sullivan.

CARPINTERO:

Carlos Badder.

AFERRADOR:

Ricardo Mills.

ZAPATERO:

Jorge Johnson.

TEJEDOR:

Guillermo Conoly;

Guillermo Waito (Ídem)

SASTRE:

Guillermo Nial.

TONELERO:

Juan Nelegan.

LABRADOR:

Enrique Graham.

CARPINTEROS:

Tomás O'Donavan;

Abraham Thorn.



Estas listas las hemos tomado de los documentos originales existentes en el Archivo Nacional.

Sin embargo, no todos estos artesanos resultaron de provecho para la Colonia, pues, como lo decía O'Higgins al Gobierno de Madrid, con fecha 8 de mayo de 1800, «las comodidades de la vida que empezaron allí a disfrutar, les hicieron a poco tiempo flojos, perezosos y borrachos, y obligaron al Superintendente a devolverme la mitad de ellos por inútiles y aún perjudiciales».




ArribaAbajoProgresos en la industria

Los «molinos chilotes» eran pequeños y, por supuesto, de escaso rendimiento, por lo que el Gobernador hizo construir dos más de mejor calidad, resolución que comunicó al Marqués de Avilés por oficio de 10 de abril de 1798:

«En mi oficio N.º: 1 puse en el superior conocimiento de V. E. haberse principiado dos molinos; en oficio N.º: 3 de quedar concluido uno; y ahora tengo la satisfacción de participar a V. E. que el otro se acaba de construir, y según el ensayo que se hizo en mi presencia, muele diariamente treinta fanegas de trigo, de suerte que estos dos molinos, con otros tres pequeños chilotes todos actualmente en buen estado, pueden moler diariamente hasta setenta y cuatro fanegas».



La harina no sólo alcanzaba después para el consumo de la ciudad, sino que había un exceso de mil doscientas fanegas de producción.

Además de los molinos, estableció una curtiduría («tenería»), que funcionó bajo la dirección de los curtidores irlandeses Watenson y Wab, suficiente para curtir anualmente cuatrocientos o quinientos cueros.

Mackenna dio impulso especial a la producción de chicha, en el deseo de que su consumo reemplazara al del aguardiente, que era la bebida que con asiduidad empleaban los habitantes.

Para intensificar la producción, estableció una fábrica con instalaciones de su invención, y su «molino» se empleaba, al mismo tiempo, para moler la corteza destinada a la curtiduría.

Se preocupó también, con visión de gran gobernante, en establecer y fomentar la industria de tejido del lino, para lo cual aprovechó los servicios de los tejedores extranjeros. Trajo de Chiloé cuatro fanegas de semilla, las que, como dice al Gobernador de Chile, don Joaquín del Pino, en carta de 20 de octubre de 1800, repartió «a 23 colonos chilotes que beneficiaban el lino en su país, y cuyas mujeres saben hilar el lienzo de esa provincia, el que sin embargo de ser muy vasto, mejorado el beneficio del lino y tejido de telar podrá en lo futuro ser objeto de alguna importancia para la Colonia. A pesar de mis esfuerzos para que los hijos de los pobladores aprendiesen a tejer en telares, no han querido como no los obligase, alegando que el tejer es oficio de mujeres. Viendo cuán inútil era el intentar disuadirles de esta preocupación, pues los telares en las casas de dos colonos, donde las mujeres aprenden a tejer. Luego que haya algunas bien instruidas, remitiré a Lima los tejedores ingleses, respecto que la experiencia me ha manifestado que por más cuidado y vigilancia que se tenga, ninguna fábrica establecida por cuenta de la Real Hacienda pueda a lo sumo hacer más que costearse. El bayetón hasta ahora tejido se vende a ocho reales vara».

Con respecto a los tejidos de lana, diremos que en aquellos años se compraba el vellón de ella a 1 1/2 reales. A las mujeres hiladoras se les pagaba dos reales por hilar cada libra. Las telas eran coloreadas con añil.

Mackenna se esforzó por formar hábitos de trabajo en todos los pobladores, pero muchos hombres, acostumbrados a la holganza, comenzaron a desertar de la Colonia, dejando abandonados a mujeres e hijos.

El Gobernador prohibió entonces la salida de pobladores, sancionando las infracciones con fuertes penas. Sólo autorizó el retiro de aquellos colonos que dejaran reemplazante.




ArribaAbajoDesarrollo de la agricultura y ganadería

En 1800, los colonos poseían ya 22.529 cuadras de terreno limpio y, con respecto al principal cultivo, las papas, que en un principio se vendían a tres pesos y medio la fanega, valían, el mismo año a que hacemos referencia más arriba, sólo tres o cuatro reales.

El ganado vacuno alcanzaba al número de 2.638 cabezas, el lanar a 2.482, y a 1.268 el de caballos.

En la cosecha de trigo, que fue de 1.878 fanegas el año 1799, hubo un sobrante de 753; y en la de papas, un exceso de 2.157 fanegas en una producción de 5.257.

En 1802, decía Mackenna al Marqués de Avilés:

«La cosecha de este año ha sido en extremo abundante en este distrito, no solamente por lo relativo al trigo, sino también de cebada, maíz, papas y demás legumbres (...) La cantidad de trigo cosechada excede al consumo de la Colonia en cerca de tres mil fanegas». (Oficio de 3 de abril).



Requisito indispensable para el desarrollo de la agricultura y ganadería, fue la construcción de caminos, punto al cual Mackenna dedicó especial preocupación. Ante todo, se esmeró por dejar concluido cuanto antes el de Osorno a Chiloé, faena que se vio terminada ya en 1799. Hizo construir, además, uno que llevaba hacia la cordillera, con una longitud de cuatro leguas.

Sus visitas de reconocimiento se extendieron a todos los lugares de su jurisdicción, desde la desembocadura del río Bueno hasta la región cordillerana.

El Gobernador, como un medio de disciplinar a los varones de la ciudad y, al mismo tiempo, prepararlos para la defensa de ella, formó una milicia de trescientos hombres, con los cuales hacía ejercicios y maniobras durante los días festivos.




ArribaAbajoCaminos

Aún antes de la repoblación de Osorno, las autoridades españolas, tanto de Valdivia como de Chiloé, se esforzaron por mejorar el camino que unía a ambos lugares.

En el Archivo General de Simancas, en España, se encuentra el plano de un camino cuya reproducción fotográfica nos fue proporcionada por el arquitecto de Osorno don Eugenio Freitag. Está firmado por el Gobernador de Valdivia, don Mariano de Pusterla, y fechado el 1.º de enero de 1791.

Su leyenda dice así:

«Plano que comprende los puertos de Valdivia y Chiloé, con la costa intermedia según la Carta de la Mar del Sur últimamente corregida: en él se manifiesta el nuevo camino de Comunicación entre ellos abierto en el año de 1789 de orden de S. M. por dirección del Ingeniero en Jefe de los Rs. Ejércitos don Mariano de Pusterla Gobernador de la Plaza de Valdivia y arreglado por los rumbos que ha observado y número de leguas que ha computado el Ingeniero Extraordinario don Manuel Olaguer Feliú en el reconocimiento que de él acaba de hacer transfiriéndose de aquellas Islas a dicha Plaza.

Los Ríos que se hallan en el camino se manifiestan con dos líneas, y con una los Arroyos: de aquellos los nombrados Angachilla, Río Bueno, Pilmayquén, de las Canoas y Maypue se pasan en barca o canoa y los restantes que son quince precisa establecerles Puentes de Madera, que construidos al uso del País serán de poco costo.

Los Ángulos y rodeos que se advierten en el camino no ha sido posible evadirlos por la irregularidad del terreno, mas acomodado paso de los Ríos, y dejar libres Haciendas de los Indios que no han querido ceder; pero al ensancharle para su perfección se evitarán las tortuosidades que en él se notan como ya se practicó por parte de la Provincia de Chiloé desde el N.º: 1 al 2 y resultarán menos leguas de las cincuenta y seis computadas en el Estado actual.

A excepción de la distancia del N.º: 3 hasta Valdivia, y de la que hay desde el 4 al 5 que son de buen piso, en la generalidad llano y despejado, y con solo algunos trechos de Monte claro; es todo lo demás de espesísimo cerrado bosque, de corpulentos Arboles, cañas bravas, quilas, y variedad de Arbustos que forman un tejido casi impenetrable; el Terreno; sin embargo es consistente y solo tal cual corto trecho de barro y greda, que necesitan plancharse con Maderas en la inmediación a los Ríos y Arroyos.

La escala no permite designar la configuración del terreno, además que la espesura de monte impide las correspondientes operaciones Geométricas; pues aún verificado el ensanche siempre quedarán ocultos los contornos sin ser posible detallarlos y solo, como ahora, con la Brújula se podrán demarcar las direcciones que se enmienden al perfeccionar el Camino».



Como dato curioso podremos observar en el plano las líneas que dicen:

«Aquí se hallan las ruinas de la Ciudad de Osorno».



Este documento fue enviado por don Ambrosio O'Higgins a España, con fecha 2 de abril de 1791, según consta de la carta escrita al Ministro don Antonio Porier, y que encontramos reproducida en la Mapoteca de Medina.- Documentos.- IX.

En ella dice:

«El Gobernador de Chiloé, don Pedro Cañaveral, ha dispuesto el ensanche y perfección del nuevo camino hasta el río Maipué y concurrido con su actividad y buen celo a lo demás que por parte de jurisdicción es conducente al mejor logro de este proyecto, y por la de Valdivia se está trabajando el mismo despejo, igualmente con empeño y toda la gente que allí es posible conseguir al ingeniero, y espero que quede todo compuesto, sin que haya costado una obra tan deseada desde remotos tiempos ningún gasto extraordinario, armas, ni desagrado de los naturales poseedores de aquellos terrenos, siéndome esto de satisfacción por haber acertado a verificar las reales intenciones y la que recibirá S. M. redundando en adelantamiento de estos dominios, y sus amados vasallos si V. E. se sirve hacerlo presente».



Como este camino pasaba a regular distancia al poniente de las ruinas de Osorno, en 1794 costó encontrar las huellas de la senda que llevaba desde esta ciudad a empalmar con el camino real, y no se hubiera conseguido este descubrimiento tan fácilmente, si no hubiera sido por la cooperación de los indios, según dice don Joaquín Sánchez en informe de 8 de noviembre de 1794, escrito desde el Fuerte de Osorno.

El señor Greve, en su Historia de la Ingeniería en Chile (Tomo II, página 415), da otros datos sobre este camino:

«El camino de Valdivia a Chiloé, abierto durante el período colonial, fue refaccionado en 1828, según informaba el secretario de la Intendencia, don Felipe Bastidas, con fecha 14 de febrero de dicho año».



En 1835, el Intendente de Valdivia, don Isaac Thompson, decía lo siguiente sobre el estado de este camino:

«En el mismo caso se halla el otro camino que lleva de esta ciudad a los departamentos de la Unión y Osorno por la parte del río de Angachilla. Hasta el lugar donde se pasa este río, el camino es regular a excepción de algunos malos pasos; pero desde aquí hasta los llanos, en un espacio como de diez y ocho leguas, es fragosísimo, cubierto de bosques, interrumpido por grandes pantanos, y lleno de precipicios, pasando siempre sobre montañas que parecen inaccesibles».






ArribaAbajoGastos ocasionados por la repoblación

El Gobernador Mackenna trató de conseguir que los gastos que demandara la reconstrucción de la ciudad de Osorno fueran los menores posibles para el Erario.

Durante los cuatro primeros años de su administración, es decir desde fines de 1797 a 1801, se había invertido el siguiente dinero, según cuenta presentada por el Tesorero:

1797 (desde 1.º de diciembre) $1.5064 rs.
1798$13.1155 3/4
1799$10.7903 3/4
1800$8.91261/2
1801 $10.295 5
Total:$44.621 1 r.

Esta planilla de gastos lleva la firma del primer Tesorero que tuvo la ciudad, don José Domingo Pérez, «Interventor de la Real Hacienda y Reales Obras de la Repoblación de la Ciudad de Osorno», al que también se le daba el título de «Sobrestante».

Las pesadas labores de este funcionario eran remuneradas con trescientos sesenta y cinco pesos al año. En 1800 encontramos una solicitud en que el señor Pérez pedía el mejoramiento de su sueldo, ya que el trabajo era tanto, que se veía obligado a pagar de su bolsillo un ayudante, en circunstancias que el Interventor de Chiloé, con un trabajo menor, recibía ochocientos pesos.

En oficio de 6 de noviembre de 1804 don Juan de Oyarzábal daba al Presidente Subdelegado de la Real Hacienda un resumen de los gastos ocasionados por la Repoblación de Osorno.

Desde 1793, año en que se iniciaron las actividades para la recuperación de los terrenos de la antigua ciudad de Osorno, hasta el 31 de diciembre de 1803, se gastaron $ 205.701, girados en la siguiente forma:

$55.821 por la Tesorería General del Ejército y Real Hacienda de Santiago.

$20.184 por la General de Concepción.

$129.696 por la de la Plaza de Valdivia.

Del total general se han invertido $127.188 «en los costos de la construcción de los fuertes de Osorno y Alcudia, y en el de la compra y gastos de conducción de víveres para raciones de los pobladores, que ya no se les suministran por cosechar de sus labranzas, así para su manutención, como también para vender y abastecer a la Plaza de Valdivia».

«De los fondos del Erario de este Reino se han contribuido para los gastos de la expresada Repoblación $145.138; por los de la Tesorería General de Lima, $59.125; y $4.000 por el finado Excmo. señor Marqués de Osorno, como se puntualiza en la final demostración de f. 4 de dicha Razón».



Don Ambrosio O'Higgins reunía en Lima, a su vez, en forma incansable, fondos para su predilecto Osorno, y con este fin se realizaron en la Ciudad de los Virreyes grandes corridas de toros a beneficio de su reconstrucción, reuniones que tuvieron un éxito económico notable. De un Estado fechado en Lima el 17 de abril de 1800, copiamos:

«1.ª corrida $4.1993 rs.
2.ª corrida $4.7182 rs.
3.ª corrida (Pascua de Resurrección) $4.3905 rs.»

Por lo demás, la ciudad comenzaba ya a tener sus entradas propias, entre las cuales debemos contar el arriendo de tierras y animales del Potrero del Rey. Al final de 1805 dicho predio, que abarcaba 3.300 cuadras, tenía ya 1.210 cabezas de ganado vacuno, lanar y caballar.




ArribaAbajoLabor del cura, don Juan de Ubera

Al repoblarse Osorno, fue designado párroco el presbítero don Juan de Ubera, cura en propiedad de la ciudad de Castro, y que, de común acuerdo con el Gobernador O'Higgins y el obispo de Concepción, recibió esta comisión por el plazo de tres años.

Este sacerdote, llamado a desarrollar una hermosa labor en la repoblada ciudad, era muy conocido de don Ambrosio, desde los años en que éste era Intendente de Concepción.

Antes de destacar su actuación en Osorno, recordemos dos episodios curiosos en que fue protagonista don Juan de Ubera en pleno corazón de Arauco.

En 1787 el obispo de la Concepción, don Francisco de Borja José de Marán, confiado en el sosiego aparente en que vivían los indios del sur del Bío Bío, resolvió hacer una visita pastoral por toda su diócesis, hasta Chiloé, acompañado de una pequeña comitiva y cinco granaderos. Formaba parte de este grupo el presbítero don Juan de Ubera.

Sabedores los indios de que el obispo llevaba un valioso equipaje, avaluado en treinta mil pesos, crecida suma para aquellos años, asaltaron la caravana a fin de robar las especies que conducía, y todos habrían sido muertos si, por intervención del cacique Curimilla, amigo de los españoles, no se hubiera tomado la curiosa resolución de jugar el destino de los españoles prisioneros en una partida de chueca, la que, felizmente, fue ganada por los amigos del obispo, lo que les permitió regresar sanos y salvos a Concepción, a excepción de dos dragones, que perecieron durante el asalto.

Según Barros Arana, don Juan de Ubera, además de sacerdote, era médico y cirujano titulado. Esta última especialidad lo hizo intervenir en otro hecho curioso, dos años más tarde del suceso narrado anteriormente.

Don Ambrosio ya era Gobernador de Chile y, habiendo aparecido una epidemia de viruelas en Concepción, temió que pudiera propagarse a la región de Los Angeles, donde O'Higgins tenía su valiosa hacienda de Las Canteras.

Para prevenir el mal, ordenó vacunar a todos los habitantes y encargó esta misión a don Juan de Ubera; pero los vecinos de Los Angeles se reunieron en asamblea pública para oponerse al cumplimiento de semejante orden. Seguramente el carácter afable del cura Ubera y sus dotes de persuasión convencieron a los atemorizados angelinos de la conveniencia de dejarse vacunar.

El cura Ubera desempeñó en forma apostólica la misión que se le había confiado en Osorno haciéndose acreedor al cariño y respeto de todo el vecindario.

El 14 de enero de 1799 se cumplieron los tres años para los cuales había sido designado y, en su reemplazo, se nombró en Lima, con fecha 19 del mismo mes, al Padre Domingo Fontán.

Aunque el sucesor del amado pastor ya hubiera llegado a Osorno, los habitantes no se desalentaron y solicitaron por segunda vez a su Virrey les dejara al cura Ubera. La primera presentación no fue conocida de don Ambrosio, pues se extravió en la larga y accidentada ruta a Lima.

Al hablar del repoblador de Osorno, dijimos que el mejor retrato que se podía hacer de él era reproducir las Instrucciones que dio, siendo ya Virrey, para que sirvieran de norma en la Repoblación, normas que honrarían a cualquier gobernante, aún de los tiempos actuales.

Nada puede pintar mejor la personalidad del Cura Ubera que el hermoso documento que reproducimos a continuación, y en el que los humildes pobladores dejaron constancia de que veían en él a «un padre, un cura, un médico y un despertador de las dormidas conciencias».

Damos íntegro el texto de esta bella solicitud:

«Excmo. Señor:

Los pobladores de la recuperada ciudad de Osorno, puestos a los pies de V. E., decimos: que como en V. E. respetamos un padre universal de este pueblo, en cuyas piadosas y sabias providencias resplandece un paternal anhelo a nuestro beneficio y fomento de esta Colonia, esta confianza nos alienta a elevar nuestras súplicas a su benigno y superior Tribunal en todas las ocurrencias, en que sólo V. E. con sus amplias facultades puede favorecernos, y siendo ésta tanto más interesante cuanto respecta al bien espiritual de nuestras almas, y a beneficio de nuestra salud temporal, esperamos de la benignidad de V. E. se sirva acceder a nuestra solicitud siguiente:

Estamos, señor, noticiados de que a pedimento de nuestro párroco, el Dr. don Juan de Ubera, se ha servido V. E. nombrar otro cura de este pueblo, y aunque no dudamos que el religioso electo se halle dotado de todas las cualidades y circunstancias necesarias para el buen desempeño de su cargo, no pudiendo disimular el justo y general sentimiento que nos causa esta mutación, nos vemos en la precisión de aclamar por la perpetuidad de dicho don Juan de Ubera en su ministerio, en atención a lo útil y necesario que es en este destino.

Podría ser excusado el hacer a V. E. presente las recomendables cualidades de este ministro, pues nadie mejor que V. E. tiene conocimiento de su carácter, por lo que se sirvió elegirlo para este empleo, mas el obsequio debido a su mérito no permite omitirlo.

El celo, actividad y vigilancia con que ha desempeñado su cargo, exceden de los términos de la obligación; su desinterés y afabilidad con que trata a sus feligreses, la ardiente caridad con que no reserva el último real de su sueldo para socorrer a los necesitados, la fervorosa devoción con que propende al adelantamiento del culto divino, la amable parcialidad que guarda con nuestro Superintendente y Gobernador, y el anhelo y eficacia con que se dedica a la educación y doctrina de nuestros hijos, son recomendaciones que difícilmente se encuentran todas en otro individuo, pero aun cuando se encuentren, no se hallará la de ser facultativo en la medicina, cualidad la más recomendable para un pueblo en que V. E. no ignora no hay otro facultativo, no siendo de menos consideración el pleno conocimiento que tiene adquirido de este clima o temperamento. Últimamente, Señor, estamos tan bien hallados y complacidos con nuestro párroco, que en él miramos un padre, un cura, un médico y un despertador de las dormidas conciencias.

Todos estos motivos, y otros muchos que por no molestar más la atención de V. E. no relacionamos, exigen una justa razón para aclamar por su perpetuidad y establecimiento en este curato, y para que V. E. no tenga obstáculo por lo que respecta a la voluntad del predicho don Juan de Ubera, hemos suplicado a este Sr. Gobernador se sirva tomarle su consentimiento, y hecho, remitirlo con este memorial a manos de V. E. para su superior determinación. Por tanto,

A V. E. pedimos y suplicamos se sirva mandar que el expresado don Juan de Ubera se perpetúe en el ministerio que atiene, que es gracia que esperamos alcanzar del patrocinio y magnificencia de V. E.

Otrosí.- Decimos que si con motivo del nombramiento que V. E. se ha servido hacer de este ministerio en otro eclesiástico se hubiesen ocasionado algunos gastos irreconciliables al Real Erario, estamos prontos a reintegrarlos inmediatamente, sirviéndose V. E. concedernos lo que por gracia y justicia solicitamos merecer de su poderosa mano.

Otrosí.- Decimos que el memorial que antecede es copia del que se remitió a V. E. en el próximo agosto pasado de noventa y nueve por el barco La Rosita, y que como éste hubiese sido apresado por los enemigos y perdídose su correo, lo duplicamos, añadiendo que, en obedecimiento de la superior orden de V. E. se halla en posesión de este curato el Ro. P. Fr. Domingo Fontán, a cuyo ingreso, considerando el próximo retiro del antecesor, don Juan de Ubera, reclamamos verbalmente al Sr. Superintendente, pidiendo se mantuviese en esta Colonia interim llegaba la determinación de V. E. acerca de nuestra solicitud, esperanzados siempre en que nuestros ruegos sean admitidos por V. E. con benevolencia, como lo esperamos. Ut supra:

Juan José Moreno;

Bartolomé Sotomaior;

Antonio Rosas;

Juan Brener;

Alonso Oyarsun;

Marcos Rosas».

(Documentos, Repoblación de Osorno).



Esta solicitud fue elevada a conocimiento del Virrey juntamente con el informe de fecha 19 de julio de 1799, en que el Gobernador Mackenna reiteraba lo dicho por los vecinos más respetables de la ciudad en representación de todos los pobladores, y agregaba: «es uno de los mejores hombres que he conocido».

El cariño del cura Ubera hacia sus feligreses ya lo había manifestado, muy previsoramente, a don Ambrosio O'Higgins cuando en carta de 3 de octubre de 1798, le decía:

«Como miro a estos colonos con compasión y les deseo toda felicidad, he escrito a Santiago a fin de que no permitan venga aquí de cura ningún niño, pues me será muy sensible se pierda el trabajo que he tenido en arreglar su gente que Dios solamente sabe el mérito que he contraído a beneficio de mi salvación».



El señor Ubera advertía esto al Virrey al imponerse de la resolución del Obispo de Concepción de «poner carteles para convocar a los opositores a este curato», en vista de la terminación del plazo para el cual había sido designado el cura de Osorno.

Al concurso de opositores se presentó el Padre Domingo Fontán, franciscano del Colegio de Ocopa, en el Perú, quien fue nombrado, y tomó posesión de su cargo el 23 de octubre de 1799.

Pese a los deseos de don Juan de Ubera y de todos los pobladores, el reemplazante no continuó la obra apostólica de su antecesor, por lo que fue removido por el Obispo, que se basó para ello en informes confidenciales de don Juan Mackenna y del virtuoso sacerdote Fr. Francisco Javier de Alday.

En reemplazo del Padre Fontán pasó a desempeñar el curato de Osorno el presbítero don Juan Fermín Vidaurre, que se posesionó de su cargo el 20 de diciembre de 1802.

Antes de terminar el capítulo relacionado principalmente con el primer párroco de Osorno, debemos recordar que don Ambrosio O'Higgins, conocedero de la obra admirable desarrollada por el señor Ubera, le hizo obsequio de un terreno de treinta cuadras, situado a inmediaciones del pueblo, a fin de que, con más recursos materiales, se hiciera más fácil su labor de caridad.

Algunos años más tarde, en los albores de la Independencia nacional, vemos figurar de nuevo el nombre del presbítero don Juan de Ubera, de tan grato recuerdo en Osorno, pero en la ciudad de Los Ángeles, donde, con fecha 9 de octubre de 1810, se efectuó la ceremonia de reconocimiento de la 1.ª Junta Nacional de Gobierno.

En aquella ocasión, después de exponer el comandante de dicha plaza el objeto de la reunión y obtener el juramento de fidelidad a la Junta de parte de los concurrentes, dicha promesa fue santificada, como ministro de Dios, por el presbítero, capellán de dragones, don Juan de Ubera.