11
«Michihuacán», en la impresión de 1871.
12
«Ballestas con dardos», en la impresión de 1871.
13
Este pasaje dice en la impresión de 1871: «los cuales tiraban con gran fuerza, y tenían puntas tan fuertes como si fuesen de acero, o de espinas de pescado y también de cobre o de pedernal, y lo mismo usaban en las saetas y flechas que despedían con arcos».
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Por estas palabras el cronista debería entenderse necesariamente que tal era el nombre mexicano del arma de que se trata; mas parece que él empleaba en este caso, así como en otros, la voz comúnmente introducida por el uso; pues no creo que sea, como algunos juzgan, una corrupción de Maccuahuitl, nombre propio de la espada mexicana. Oviedo dice expresamente que aquel pertenece a la lengua Haití y de Cuba. Los conquistadores lo introdujeron en México con otros muchos que vulgarmente se juzgan mexicanos, tales como cacique, maíz, canoa, etc., que pertenecen a las lenguas de las Antillas. R.
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Este pasaje dice en la impresión de 1871: «Hacían pozos, cavas y albarradas: buscaban para su defensa lugares fuertes con aguajes y emboscadas».
16
Dice la impresión: «con cuyo ardid hacían mucho daño».
17
En la impresión: «de mullido, al modo de cueras de ante».
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En la impresión: «usaban viseras de animales fieros, como tigres, leones, osos, lobos y águilas, guarnecidas de oro y plumas verdes de mucha estima y valor, todo labrado y compuesto con mucha sutileza y primor».
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A pocos autores han maltratado tanto los copistas como a Muñoz Camargo. Este pasaje dice en la impresión de 1871: «solían llevar a las guerras mucha riqueza de joyas de oro y de pedrería de mucho precio y mucho atavíos, según su modo. Peleaban sus escuadrones a pelotones y sin orden, encontrándose una cuadrilla contra otra con el mayor furor e ímpetu, llevándose del encuentro a los menos fuertes; y así conociéndose unos y otros la flaqueza de los suyos, salía otro escuadrón de refresco a el socorro contra los que más podían hasta que los hacían retraer; y de este modo iban saliendo escuadrones de nuevo, hasta que se trababa la batalla general, aunque siempre quedaba gente de socorro de todas partes, según el orden de los generales y más astutos capitanes, hasta que por una parte u otra era el vencimiento, siguiendo el vencedor a el enemigo; gritando victoria e invocando a sus dioses, prendían y cautivaban los que podían, que era el principal despojo para sacrificarlo a sus ídolos, y luego comer sus carnes, teniendo por mayor hazaña prender que matar».
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Es decir, pesados.