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321

Desportillarían.

 

322

Este tocado era propio de los tlaxcaltecas, especialmente de los jefes, y no se inventó en esta batalla ni con esta ocasión. Véase dicho tocado en los cuatro señores, en la primera lámina del Lienzo de Tlaxcala. En la lámina novena se representa la matanza de Cholula.

 

323

La salida contra Pánfilo de Narváez y la batalla de Cempoala, están representadas en las láminas duodécima y decimatercera del Lienzo de Tlaxcala.

 

324

En las láminas decimacuarta y decimaquinta del Lienzo de Tlaxcala están representados estos sucesos. Pero no es cierto que Moteczuma muriera de la pedrada: está bien comprobado que lo mandó matar Cortés.

 

325

Parece que esta tradición no tiene fundamento alguno razonable. R.

 

326

La palabra Moctheuzomatzin no puede dar ni literal, ni metafóricamente, en manera alguna, la significación de Señor regalado; se compone del pronombre mo de teuhtli o tecuhtli (Caballero o Señor) y çoma o çuma, verbo que en el Vocabulario de Molina significa «poner ceño el que está enojado, tener coraje, derivándose de él, çu ucalli, sañudo y lleno de coraje». La terminación tzin es meramente un signo reverencial. Motolinía, Torquemada, Betancourt, Sigüenza, etc., peritos en la lengua mexicana, traducen aquella palabra por hombre sañudo, significación que puede llamarse literal. El primero y el último agregan otras, propiamente metafóricas, dándole las de «hombre grave, circunspecto, serio, que se hace temer y respetar». Calidades todas que los biógrafos de aquel rey atribuyen a su carácter. Las pinturas mexicanas nos dan en el grupo jeroglífico de su nombre la representación de su significación literal. R.

 

327

Ayotlzapagres, en el manuscrito de Panes y en la traducción francesa; mas ambas voces están igualmente corrompidas. R.

 

328

Los historiadores discrepan mucho en el número. Aunque Cortés debía conocerlo con perfecta certidumbre, acomodándose a la aritmética de los jefes militares, lo disminuye mucho. El criterio más seguro en el caso es el que nos ministran Bernardino Vázquez de Tapia y Bernal Díaz, testigos y actores en aquella sangrienta tragedia. Declarando el primero en el proceso instruido a Pedro de Alvarado, dice que habiendo llegado Cortés con los restos de su ejército «a un Qu (templo) que ahora se dice de Nuestra Señora de los Remedios, allí hizo alarde (pasó revista) y halló que faltaban cerca de setecientos hombres y ochenta y tantos caballos». Esta evaluación se conforma con la de Bernal Díaz, que sumando según parece todas las pérdidas sufridas desde el alzamiento de los mexicanos hasta la salida de los españoles, escribía: «Digo que en obra de cinco días fueron muertos y sacrificados sobre ochocientos y sesenta soldados». En el mismo lugar (capítulo 128), las resume computándolas hasta después de la batalla de Otumba. «Cuando entramos al socorro de Pedro de Alvarado en México, fuimos por todos sobre más de mil y trescientos soldados, con los de a caballo que fueron noventa y siete y ochenta ballesteros y otros tantos escopeteros y más de dos mil Tlaxcaltecas y ... (después de aquella batalla) ... no quedamos sino cuatrocientos y cuarenta, con veinte caballos y doce ballesteros y siete escopeteros, todos heridos, cojos y mancos... y así, volvimos otra vez a disminuirnos en el número y copia de los soldados que con Cortés pasamos desde Cuba y que primero entramos en México, cuatrocientos y cincuenta soldados». La mortandad de los tlaxcaltecas fue mucho mayor. R.

 

329

A continuación de este párrafo ingirió D. Carlos Bustamante otro que dice copió de una apostilla que existía en el manuscrito de la Universidad, escrito de la misma letra del texto. Esta indicación y la circunstancia de no encontrarse ese párrafo en el manuscrito de Panes, ni en la traducción francesa, manifiestan claramente que tampoco perteneció originariamente a la obra de Camargo. Por tal motivo lo he eliminado del texto. Dice así: «En esta tan temeraria noche llamada la noche triste, mataron a un Paje de Fernando Cortés delante de sus ojos, llamado Juan de Salazar, en la calle de Tlacupan (o Tacuba) donde asimismo se mostró valerosamente una Señora llamada María de Estrada, haciendo maravillosos y hazañeros hechos con una espada y una rodela en las manos, peleando valerosamente con tanta furia y ánimo, que excedía al esfuerzo de cualquier varón, por esforzado y animoso que fuese, que a los propios nuestros ponía espanto, y asimismo lo hizo la propia el día de la memorable batalla de Otumba a caballo, con una lanza en la mano, que era cosa increíble en ánimo varonil, digno por cierto de eterna fama e inmortal memoria».

Esta mujer fue casada con Pedro Sánchez Farfán: tuvo por repartimiento el pueblo de Tetela, que está a una parte del volcán. Casó segunda vez con Alonso Martínez, partidor; vivieron en la Ciudad de Puebla de los Ángeles hasta que acabaron. R.

 

330

Parece fuera de duda que no hubo tal heroicidad, ni temeridad, y que Alvarado, aunque valiente como el que más, pagó en esa fatal noche un tributo a la humana debilidad. El descubrimiento de su proceso convence que no dio ese salto prodigioso, sino que pasó buenamente la ancha zanja por una viga. Véase mi Nota cuarta al fin de los Procesos de Alvarado y Guzmán, impresos en esta ciudad en 1847. R.

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