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ArribaAbajo Libro II

Conquista



ArribaAbajoCapítulo I

Prodigios que se vieron en México antes de la llegada de los españoles. Terrores que produjeron en Motecuhzoma. Los mismos en Tlaxcala. Los considera el pueblo como pronósticos del fin del mundo. Se envían exploradores para informarse de la calidad de los huéspedes. Dudas sobre si eran dioses u hombres. Efectos que esta incertidumbre y la presencia de Marina (Malintzin) en el ejército español, produjo en le espíritu del Emperador. Su influencia favorable a la conquista. Cortés solicita pasar a México. Resistencias que opone Motecuhzoma.


Dejando como dejamos remitido a los cronistas de esta tierra las cosas más graves que tienen escritas acerca de los grandes acontecimientos del discurso de la conquista, iremos pasando en suma en todas las cosas que vamos refiriendo. Diremos en este lugar las señales que hubo en esta Nueva España antes de la venida de los españoles.

Como el demonio enemigo del género humano se vive tan apoderado de estas gentes, siempre las trata engañadas y jamás las encaminaba en cosas que acertasen, sino con cosas con que se perdiesen y se desatinasen; y como nuestro Dios y sumo bien tuviese ya piedad y misericordia de tanta multitud de gentes, comenzó con su inmensa bondad de enviar mensajeros y señales del cielo para su venida, las cuales pusieron gran espanto a   —168→   este Nuevo Mundo, y fue que diez años antes que los españoles viniesen a esta tierra, hubo una señal que se tuvo por mala abusión, agüero y extraño prodigio, y fue que apareció una columna de fuego muy flamígera *de ella más* muy encendida, de mucha claridad y resplandor, con unas centellas que centellaba en tanta espesura que parecía polvoreaba centellas, de tal manera, que la claridad que de ellas salía hacía tan gran resplandor, que parecía la aurora de la mañana, la cual columna parecía estar clavada en el cielo, teniendo su principio desde el suelo de la tierra de donde comenzaba de gran anchor, de suerte que desde el pie iba adelgazando, haciendo punta que llegaba a tocar al cielo en figura piramidal, la cual aparecía a la parte del medio día279 y de media noche para abajo hasta que amanecía, y era de día claro que con la fuerza del sol y su resplandor y rayos era vencida, la cual señal duró un año, comenzando desde el principio del año que cuentan los naturales de doce casas, que verificada en nuestra cuenta castellana, acaeció el año de 1516280: y cuando esta abusión y prodigio se veía hacían los naturales grandes extremos de dolor, dando grandes gritos, voces y alaridos en señal de gran espanto y dándose palmadas en las bocas, como lo suelen hacer: todos estos llantos y tristeza iban   —169→   acompañados de sacrificios de sangre y de cuerpos humanos como solían hacer en viéndose en alguna calamidad y tribulación, así como era el tiempo y la ocasión que se les ofrecía, así crecían los géneros de sacrificios y supersticiones. Con esta tan gran alteración y sobresalto, acuitados de tan gran temor y espanto, tenían un continuo cuidado e imaginación de lo que podría significar tan extraña novedad, procuraban saber por adivinos y encantadores qué podría significar una señal tan extraña en el mundo jamás vista ni oída. Se ha de considerar que diez años antes de la venida de los españoles, comenzaron a verse estas señales, mas la cuenta que dicen de diez casas281 fue el año de 1516, tres años antes que los españoles llegasen a esta tierra.

El segundo prodigio, señal, agüero o abusión que los naturales de México tuvieron, fue que el templo del demonio se abrasó y quemó, el cual le llamaban templo de Huitzilopuchtli, sin que persona alguna le pegase fuego, que estaba en el barrio de Tlalcateco. Fue tan grande este incendio y tan repentino, que se salían por las puertas de dicho templo llamaradas de fuego que parecía llegaban al cielo, y en un instante se abrasó y ardió toda, sin poderse remediar cosa alguna *quedó deshecho*, lo cual, cuando esto acaeció, no fue sin gran alboroto y alterna gritería, llamando y diciendo las gentes... «¡Ea Mexicanos! venid a gran prisa y con presteza con cántaros de agua a apagar el fuego»; y así las más gentes que pudieron acudir al socorro vinieron, y cuando se acercaban a echar el agua y querer apagar   —170→   el fuego, que a esto llegó multitud de gentes, entonces se encendía más la llama con gran fuerza, y así, sin ningún remedio, se acabó de quemar todo.

El tercer prodigio y señal fue que un rayo cayó en un templo idolátrico que tenía la techumbre pajiza, que los naturales llamaban Xacal, el cual templo los naturales llamaban Tzonomosco282, que era dedicado al ídolo Xicchtecuhtli283, lloviendo una agua menuda como una mullisma *cayó del cielo* sin trueno ni relámpago alguno sobre el dicho templo, lo cual asimismo tuvieron por gran abusión, agüero y prodigio de muy mala señal, y se quemó y abrasó todo.

El cuarto prodigio fue, que siendo de día y habiendo sol, salieron cometas del cielo por el aire y de tres en tres por la parte de Occidente *que corrían hasta el Oriente*, con tanta fuerza y violencia, que iban desechando y desapareciendo284 de sí brasas de fuego o centellas por donde corrían hasta el Oriente, y llevaban tan grandes colas, que tomaban muy gran distancia su largor y grandeza; y al tiempo que estas señales se vieron hubo alboroto, y asimismo muy gran ruido y gritería y alarido de gentes.

El quinto prodigio y señal fue que se alteró la laguna mexicana sin viento alguno, la cual hervía y rehervía y espumaba en tanta manera que se levantaba y alzaba en gran altura, de tal suerte, que el agua llegaba a bañar a más de la mitad de las casas de México, y muchas de ellas se cayeron y hundieron; y las cubrió y del todo se anegaron.

El sexto prodigio y señal fue que muchas veces y muchas noches, se oía una voz de mujer que a grandes voces lloraba y decía, anegándose285 con mucho llanto y grandes sollozos y suspiros... ¡Oh hijos míos! del todo nos vamos ya a perder...   —171→   y otras veces decía: ¡Oh hijos míos, a dónde os podré llevar y esconder...!

El séptimo prodigio fue que los laguneros de la laguna mexicana, nautas o piratas o canoístas cazadores, cazaron una ave parda a manera de grulla, la cual incontinente la llevaron a Motheuzoma para que la viese, el cual estaba en los Palacios de la sala negra habiendo ya declinado el sol hacia el Poniente, que era de día claro, la cual ave era tan extraña y de tan gran admiración, que no se puede imaginar ni encarecer su gran extrañeza, la cual tenía en la cabeza una diadema redonda de la forma de un espejo muy diáfano, claro y transparente, por la que se veía el cielo y los mastelejos286 *y estrellas* que los astrólogos llaman el signo de Géminis; y cuando esto vio Motheuzoma a ver y examinar y admirar par la diadema y cabeza del pájaro, vio grande número de gentes que venían marchando esparcidas y escuadrones de mucha ordenanza, muy aderezados y a guisa de guerra, y batallando unos contra otros escaramuceando en figura de venados287 y otros animales, y entonces, como viese tantas visiones y tan disformes, mandó llamar a sus agoreros y adivinos que eran tenidos por sabios. Habiendo venido a su presencia, les dijo la causa de su admiración. Habéis de saber mis queridos sabios amigos, cómo yo he visto grandes y extrañas cosas por una diadema de un pájaro que me han traído por cosa nueva y extraña que jamás otra como ella se ha visto ni cazado, y por la misma diadema que es transparente como un espejo, he visto una manera de *unas* gentes que vienen en ordenanza, y porque lo veáis vedle vosotros y veréis lo propio que yo he visto; y queriendo responder a su Señor de lo que les había parecido cosa tan inaudita, para hedear sus juicios, adivinanzas y conjeturas o pronósticos, luego de improviso se desapareció el pájaro, y así no pudieron dar ningún juicio ni pronóstico cierto y verdadero.

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El octavo prodigio *y señal* de México, fue que muchas veces se aparecían y veían dos hombres unidos en un cuerpo que los naturales los llaman Tlacanctzolli, y otros veían cuerpos, con dos cabezas procedentes de solo un cuerpo, los cuales eran llevados al palacio de la sala negra del gran Motheuzoma, en donde llegando a ella desparecían y se hacían invisibles todas estas señales y otras que a los naturales les pronosticaban su fin y acabamiento, porque decían que había de venir, *la fin* y que todo el mundo se había de acabar y consumir, y que habían de ser creadas otras nuevas gentes y venir otros nuevos habitantes del mundo, y así andaban tan tristes y despavoridos que no sabían qué juicio sobre esto habían de hacer sobre cosas tan raras, peregrinas, tan nuevas y nunca vistas ni oídas.

Sin estas señales hubo otras en esta provincia de Tlaxcala antes de la venida de los españoles, muy poco antes. La primera *señal* fue que cada mañana se veía una claridad que salía de las partes de Oriente, tres horas antes que el sol saliese, la cual claridad era a manera de una niebla blanca muy clara, la cual subía hasta el cielo, y no sabiéndose qué pudiera ser ponía gran espanto y admiración. También veían otra señal maravillosa, y era que se levantaba un remolino de polvo a manera de una manga *la cual se levanta* desde encima de la Sierra Matlalcueye que llaman ahora la Sierra de Tlaxcala, la cual manga subía a tanta altura, que parecía llegaba al cielo. Esta señal se vio muchas y diversas veces más de un año continuo, que asimismo ponía espanto y admiración *tan contraria a su natural y nación*. No pensaron ni entendieron sino que eran los dioses que habían bajado del cielo, y así con tan extraña novedad, voló la nueva por toda la tierra en poca o en mucha población. Como quiera que fuese, al fin se supo de la llegada de tan extraña y nueva gente, especialmente en México, donde era la cabeza de este imperio y monarquía.

Sabida y divulgada no sin gran temor y espanto, las gentes se turbaron no por temor de perder sus tierras, reinos y señoríos, sino por entender que el mundo era acabado, que todas las generaciones   —173→   de él habían de perecer y que era llegada la fin, pues los dioses habían bajado del cielo y no había que pensar en otra cosa, sino *que era llegado* el acabamiento y consumación del mundo, *y que todo había de perecer y acabarse; y hasta* los hombres poderosos buscaron lugares escondidos y cavernas de la tierra para absconder a sus hijos y mujeres, con grandes bastimentos hasta que bajase la ira de los dioses, y que las señales de atrás que habían visto eran ya cumplidas con esta venida, y que aquellas señales y terremotos que en la tierra habían parecido, no habían sido otra cosa sino avisos que los dioses enviaban para que los hombres se enmendaran: que más de siete años continuos antes de esta venida habían visto dentro del sol una espada de fuego que lo atravesaba de parte a parte, una asta que de él salía y una bandera de fuego resplandecientes, que estas cosas no podían pronosticar sino la total destrucción y acabamiento del mundo. Era tanto el llanto y alboroto de las gentes, que vivían desesperadas.

Vista por la República Mexicana tanta novedad, procuró saber por razones evidentes, si estas gentes eran los dioses de lo alto o hombres humanos, y así por mando y acuerdo de Motheuzoma despacharon gentes muy secretamente a Cempoalla para que le trajesen verdadera relación de lo que había, no embargante que por sus hechiceros, encantadores y adivinos sabían que era gente nueva y no dioses, sino hombres, aunque sus hechizos y encantamientos no los podía comprender, por cuya causa no se determinaban a decir que fuesen hombres, pues las fuerzas de sus encantamientos y perdían contra estas gentes; y al fin llegados los mensajeros y espías de Motecuhzoma, supieron muy de raíz cómo eran hombres, porque comían, dormían y bebían y apetecían cosas de hombres. Llevaron una espada, una ballesta y otra nueva más extraña, y era que traían consigo una mujer que era hermosa como diosa, porque hablaba la lengua mexicana y la de los dioses288, que por ella se entendía   —174→   lo que querían y que se llamaba Malitzin, porque como fue bautizada la llamaron Marina; y finalmente sobre este argumento de si eran dioses u hombres no se sabían determinar, porque si fuesen dioses, decían ellos, no derribaran nuestros oráculos, ni maltrataran a nuestros dioses, porque fueran sus hermanos, y pues que los maltratan y derriban no deben de ser dioses, sino gentes bestiales y bárbaras, y pues que así ofenden a nuestros ídolos ellos les darán el pago. Estas y otras razones y cosas trataban como hombres sin sentido, y por otra parte entendían que eran dioses, porque venían en animales muy extraños y jamás vistos ni oídos en el mundo: y como veían a las gentes y las comunicaban por intercesión de Marina, llamaban a los caballos venados, que en la lengua mexicana se llaman Mazatle y todo género de bestias llaman venado; también llamaban al caballo Tlacoxolotl289 por llamarse así la Danta, que las hay en esta parte.

Llegados a México con el retorno las espías que habían mandado, refiriendo lo que habían visto, y dado noticia de todo, conocieron por sus conjeturas que al fin eran hombres pues enfermaban, usaban del comer y beber y dormir, y hacían otras cosas de hombres; pero se admiraban mucho de que no trajesen mujeres sino aquella Marina290, que aquello no podía ser sino que fuese por arte y ordenación de los dioses ¿que cómo sabía su   —175→   lenguaje? y que era imposible saberlo; *y qué la ballesta y espada* se preguntaban ¿que cómo era posible que fuerzas humanas las pudiesen ejercitar? *Y así puestos* en tan extraña confusión, aguardaron a saber cuál fuese su designio, y vista la poca *copia de* gente que era, Motheuzoma no hizo caso ni imaginó su perdición, antes entendiendo que si fuesen dioses los aplacaría con sacrificios y oraciones y otros sufragios, y que si fuesen hombres era muy poco su poder. Finalmente, no se le dio nada de ello, sino que consintió en que entrasen y que si eran dioses o sus mensajeros, él se avendría con ellos, y que si fuesen hombres muy en breve tiempo serían reconocidos y les mandaría que se fuesen de sus tierras. Sobre lo cual hubo grandes juntas, acuerdos varios y diversos pareceres. Al fin resultó que entrasen; y hasta ver qué gentes fuesen, mandó Moctheuzoma se estuviesen en Cempohualla y que no los dejasen pasar de allí; mas como Cortés tuviese noticia de este gran Príncipe y de sus grandezas y poder, decía y publicaba que le venía a buscar, que le quería ver y visitar y tenerle por Señor y amigo. Con estas nuevas mandó Moctheuzoma a sus gentes dijesen a los dioses que si no era para más de verle y visitarle, que se daba por visitado de ellos, que mirasen lo que querían, que él se los mandaría dar y que se volviesen, porque con su venida habían puesto terrible espanto a toda la tierra: y en estos dares y tomares anduvieron algunos días291, hasta enristrar su negocio.



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ArribaAbajoCapítulo II

Cortés emprende su marcha a Tlaxcala. Noticias históricas de Marina, vulgarmente conocida con el nombre de «La Malinche». Jerónimo de Aguilar. Su pretendido matrimonio con Marina. Ambos intérpretes de Cortés.


Dejando Cortés gran recado de su gente en Cempohuallan, determinó de caminar y venir en demanda de la provincia de Tlaxcala, porque como por providencia divina *Dios* tenía ordenado que estas gentes se convirtiesen a nuestra Santa Fe Católica, que viniesen al verdadero conocimiento de él por instrumento y medio de Marina, será razón hagamos relación de este principio *de Marina* que por los naturales fue llamada Malintzin y tenida por diosa en grado superlativo, que así se debe entender que todas las cosas que acaban en diminutivo292   —178→   es por vía reverencial, y entre los naturales tomado por grado superlativo, como si dijéramos ahora mi muy gran Señor Huelnohueytlatocatzin, y así llamaban a Marina de esta manera comúnmente Malintzin. En lo que toca al origen de Malintzin, hay más grandes variedades sobre su nacimiento y de qué tierra era, de lo cual no trataremos sino de algunos pasos y acaecimientos mediante ella, porque los que han escrito de las conquistas de esta tierra habrán tratado largamente de ello, especialmente Bernal Díaz del Castillo, autor muy antiguo que hablará *como testigo de vista* copiosamente de esto, pues se halló en todo como uno de los primeros conquistadores de este Nuevo Mundo, al cual me remito.

Notoria cosa es y muy sabida, cómo Malintzin fue una india de mucho ser y valor, y buen entendimiento y natural mexicana,   —179→   la cual fue hurtada de entre sus padres, siendo de buena gracia y parecer, y entregada a unos mercaderes que trataban en toda la costa del Norte, la cual fue llevada de lance en lance hasta Tabasco y Potonchan y Acosamilco: otros quieren decir que fue hija de un mercader y que la llevó consigo por aquellas tierras, lo cual no satisface a un buen entendimiento, sino que siendo hermosa fue llevada por293 ser mujer de algún Cacique de aquella costa, y que fue presentada por algunos mercaderes para tener entrada con los Caciques de Acosamilco y seguridad; y así fue que en efecto la tenía un Cacique de aquella tierra cuando la halló Cortés. Como quiera que sea ello pasó así: otros quieren decir que Marina fue natural de la provincia de Xalisco, de un lugar llamado Huilotla; que fue hija de ricos padres, y muy notables y parientes del Señor de aquella tierra. Contradícese el ser *de aquella tierra* de Xalisco, porque aquella Nación es de Chichimecas y la Marina era de la lengua mexicana, muy discreta y avisada *y entre los naturales tenida por muy avisada* y por cortesana: aunque *había lengua mexicana* y se hablaba en aquella tierra, era tosca y grosera. Dicen asimismo que Marina fue presentada antes en Potonchan con otras veinte mujeres que allí se dieron a Cortés: que la trajeron a vender a unos mercaderes mexicanos a Xicalanco, provincia que cae encima de Cohuatzacoalco apartada de Tabasco. Ella fue natural mexicana porque sabía la lengua muy despiertamente, por donde se arguye que cuando pasó a aquellas tierras, era ya mujer capaz de dar razón del Rey Moctheuzoma, y de los enemigos y contrarios que tenía de su gran imperio *y Monarquía, y grandes* riquezas y tesoros294.

Estando en este cautiverio, acaeció que por aquellas tierras había arribado a la costa un navío de los que habían venido a   —180→   descubrir tierras, que en otros tiempos llamaban de Yucatán, por mandado de Diego Velázquez, Gobernador de la Isla de Cuba, y de estas naves quedaron cautivos, o de las de Francisco Hernández de Córdoba, entre los indios, algunos de sus soldados, de los cuales fue uno que se llamó García del Pilar295 y otro Jerónimo de Aguilar, españoles, a los cuales conoció después. Habiendo pues quedado cautivo Aguilar296 en aquella tierra, procuró de servir y agradar en gran manera a su amo *así en pesquerías como en otros servicios que los sabía bien hacer, que* a ganar tanto la voluntad, que le dio por mujer a Malintzin, y como fuese Aguilar tan hábil, tomó la lengua de aquella tierra tan bien y en tan breve tiempo, que los propios indios se admiraban al ver como la hablaba; y fue en tanta manera convertido en indio, que se horadó las orejas y narices, y se labró y rayó la cara y carnes como los propios indios: compelido de la pura necesidad se puso a todo, aunque siempre y a la continua observó su cristiandad y fue cristiano, y guardó el conocimiento y observancia de la ley de Dios; y Malintzin, compelida de la misma necesidad, tomó la lengua de aquella tierra, tan bien y tan enteramente, que marido y mujer se entendían y la hablaban como la suya propia, y por este artificio el Jerónimo de Aguilar supo y entendió grandes secretos de toda esta tierra y del Señorío del gran Moctheuzoma: y así como Cortés llegó con su armada a esta costa, por voluntad divina fue hallado este Jerónimo de Aguilar, el cual salió con gran muchedumbre de canoas al armada de los cristianos, con acuerdo y mando de su amo y de los otros Caciques de aquella tierra, con una cruz de   —181→   caña y una banderilla alta, dando grandes voces y diciendo al de la Capitana... ¡Cruz!... ¡Cruz!... ¡Cristo!... ¡Cristianos! ¡¡Sevilla, Sevilla!! a las cuales voces puso grande admiración a los de la armada; mas llegados al fin de este negocio se llegaron a las Naos, tomando ante todas cosas la fe de Cortés297 que no enojaría a los de aquella tierra, antes los trataría como amigos, porque lo principal que aquellas gentes trataron con Aguilar, fue que a sus hermanos no los enojasen, lo cual se hizo así y se cumplió298.

Tomando a nuestro fin y principal intento, llamada Malintzin para ser instrumento de tanto bien, Hernando Cortés la recibió y trató como a cosa que tanto le importaba, la sirvió y regaló tanto cuanto humanamente se le pudo hacer; y para que fuese bien tratada, la dio en guarda a Juan Pérez de Arteaga299 soldado muy noble de la Compañía, que después fue llamado Juan Pérez Malintzin, a diferencia de otros de este nombre de Juan Pérez; y como la Malintzin no sabía más lengua que la mexicana y la de Vilotla y Cosamel300, hablaba con Aguilar, y el Aguilar la declaraba en la lengua castellana; de suerte que para interpretar la mexicana, se había de interpretar por la lengua de Vilotla y Cosumet con Aguilar y Aguilar la había de convertir en la nuestra, hasta que la Malintzin vino hablar la nuestra.



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