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La primera versión de este artículo forma parte de la investigación sobre entropía que realicé con mis colegas Rosalía Baltar, María Coira, Cristina Rabino y Gabriela Tineo para la aprobación del Seminario Física sin fórmulas dictado por el Dr. Ávalos y la Ing. Hilda Larrondo en el marco de la Maestría en Letras Hispánicas. Como resultado de la investigación presentamos un trabajo monográfico titulado Entropía, semiótica y literatura. En esta monografía cada una de nosotras abordamos aspectos diferentes de la relación enunciada en el título. En mi caso, fue La invención de Morel el dispositivo que me permitió establecer estos cruces transdiscursivos. Vaya pues mi reconocimiento a este trabajo en equipo, ya que si bien cada una abordó aspectos específicos, las reuniones, las charlas y las discusiones y hasta el humor que pusimos para abordar cuestiones tan ajenas a nuestro campo, permitió una resolución altamente satisfactoria tanto para los docentes del curso cuanto para nosotras.

 

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Umberto Eco aclara que el tema común a las investigaciones ahí reunidas es el de la reacción del arte y de los artistas ante la provocación del azar, de lo indeterminado y de lo probable. Propone, entonces, una investigación de varios momentos en que el arte contemporáneo se ve en la necesidad de contar con el desorden. Cfr. Obra abierta (1967), Barcelona, Ariel, 1979.

Respecto de la validez de operar por analogías o metáforas, Georges Vignaux indica que es imposible definir el razonamiento analógico en el plano de la lógica cuantitativa y que lo más adecuado es analizar el sistema de relaciones que permite al sujeto la utilización de las semejanzas. La analogía sigue siendo un proceso muy frecuentemente metafórico. Metaforizar es pecibir lo semejante -no lo obvio- de esta manera, proveer información al redescribir la realidad. En el dominio científico, la analogía juega un rol considerable tanto en la elaboración de estructuras teóricas como en relaciones menos precisas. Cfr. La argumentación. Ensayo de lógica discursiva, Buenos Aires, Hachette, 1976.

 

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La palabra entropía viene de las palabras griegas (energía) y (transformación). El concepto había sido utilizado desde 1854 con el confuso nombre de «valor equivalente de una transformación». Clausius introduce en 1865 el concepto como modo de establecer la teoría por la cual, de acuerdo con el segundo principio de la Termodinámica, «el Universo quedaría condenado a un estado de eterno reposo». Dado que la entropía mide el estado de desorden de un sistema, el segundo principio señala que el Universo muestra una tendencia natural al desorden. Múltiples hechos fácilmente observables así lo corroboran, como la difusión de una solución concentrada en una diluida, la disolución de un sólido, etc. Las dos leyes de la termodinámica fueron establecidas por Clausius en la forma siguiente:

1. La energía del universo es constante.

2. La entropía del Universo tiende a un máximo.

Según Holton, las dos leyes de la termodinámica «se han comprobado directamente sólo por fenómenos terrestres y, extenderlas al Universo completo, requiere una aplicación atrevida de las reglas de razonamiento de Newton [...] El segundo principio admite que el tiempo no es una variable matemática neutra en el mismo sentido que las coordenadas espaciales (x, y, z); posee una dirección definida -lo que se ha denominado "la flecha del tiempo"- apuntando del pasado al futuro. Esta afirmación deja de ser una trivialidad si reconocemos que no está asociada a las leyes del movimiento de Newton [...] es difícil imaginar un mundo en el cual no fuera válida la segunda ley. En tal mundo nada impediría que se produjesen las inversiones descritas» (423-424).

El segundo principio ganó fama a fines del siglo XIX, el concepto de una eventual muerte térmica del Universo ejerció una atracción hasta mórbida sobre escritores de divulgación popular y encajaba en el espíritu de pesimismo de fin de siglo que reinaba en sectores de las sociedades europea y norteamericana. Llegó a extrapolarse el concepto como una explicación de la desintegración social y de la degradación del ambiente.

El historiador norteamericano Henry Adams intentó reunir estas ideas en una serie de ensayos sobre la aplicación de la termodinámica a la historia del hombre. Según Adams, si los historiadores fueran conscientes, no sólo del pasado sino también del futuro, difícilmente podrían ignorar los avances de la Física, según los cuales la sociedad humana, junto con el Universo físico, debía terminar en degradación y muerte, aun cuando esta profecía disgustara a los evolucionistas, predicadores del progreso eterno. Cfr. Gerard Holton, Introducción a los conceptos y teorías de las Ciencias Físicas, Barcelona, Reverté, 1979, pp. 419-424.

 

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Lotman reduce todas las situaciones posibles entre emisor, receptor y texto artístico a una matriz de cuatro elementos con las cuales intenta demostrar el carácter constructivo del texto artístico. Visto desde el remitente o desde el destinatario, el texto da como resultado, una consumición de distinta entropía y, consecuentemente, es percibido como portador de diferente información.

La idea de complejidad que podemos asociar con la de «ruido» -en el sentido de la irrupción de un desorden que interfiere o anula la información- adquiere un valor fundamental en la consideración de los efectos con los que opera en el plano estructural del texto. La combinación de elementos, las jerarquías a partir de los cuales se organizan esos elementos, las interrelaciones que pueden establecer bien con otros componentes de la estructura, bien con componentes ajenos a la misma (extrasistémicos, por ejemplo la ideología, las cosmovisiones, la tradición), crean una red, cuya trama es depositaria de información. De modo tal, que aquello que en la lengua natural puede ser visto como un «error», en el texto artístico verbal opera con un sentido altamente estructurante y modelizador de mundo. Cfr. Juri Lotman, Estructura del texto artístico, Madrid, Istmo, 1982.

 

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Umberto Eco se vale para toda su fundamentación acerca del carácter de apertura de la obra de arte contemporánea en la teoría de la información. Los estudios de Norbert Wiener trabajan la teoría de la información en sus investigaciones de cibernética para entender la posibilidad de control y comunicación en los seres humanos y en las máquinas. Cfr. Norbert Wiener, The Human Use of Human Beings, Boston, 1950.

Por su parte, Shanon y Weaver consideran a la información como directamente proporcional a la entropía. En este sentido, la información, que es una medida de una posibilidad, no tiene nada que ver con el contenido verdadero o falso de un mensaje (con su significado). La palabra «información», en esta teoría, se refiere no tanto a cuanto se dice como a cuanto se podría decir. Cfr. The Mathematical Theory of Communication, Illinois, University Press, 1949.

 

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A propósito en la Nota Preliminar de Cuentos breves y extraordinarios Borges y Bioy -como compiladores- afirman: «Uno de los muchos agrados que puede suministrar la literatura es el agrado de lo narrativo» (Cfr. Op. cit., Buenos Aires, Losada, 1957).

 

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Agreguemos una cita del artículo de Carlos Dámaso Martínez respecto de este tema: «Entonces la diferencia que existe con los escritores fantásticos del ochenta, no es útil de alguna manera para ver que no se puede pensar lo fantástico simplemente como un género literario, aunque sea un "género evanescente" como lo define Todorov, sino más bien como un modo de representación, (tal como lo entiende Rosemary Jackson) que puede desempeñar distintas funciones en el interior de un sistema literario o en los distintos sistemas que conforma la evolución o los cambios en la historia de la literatura» (36-37). Nos parece acertada esta denominación ya que un modo de representación observa sus propias leyes y construye con ellas su ficción. Cfr. Carlos Dámaso Martínez, «Bioy Casares: una poética de la invención», Espacios, 8/9, Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires, diciembre 1990-enero 1991, pp. 35-40.

 

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La relación y vecindad entre la utopía y el relato de viajes ha sido estudiada por diversos investigadores. Al respecto señala Moreau, uno de los especialistas en el tema: «La utopía roza todos esos géneros [viaje imaginario, viaje satírico, mito, ciudad ideal restauradora], a tal punto que, a veces, se ha podido declararlos indiferenciables. Sin embargo, es preciso intentar diferenciarlos, porque sólo trazando rigurosamente las líneas de demarcación que la separan de sus vecinos, como se han trazado las que la separan de sus "ancestros" nos aproximaremos con la mayor exactitud posible al hecho esencial de la utopía». Bioy hibrida los dispositivos diferenciadores de los que habla Moreau y desordena la información por lo tanto, apunta a una mayor entropía. Cfr. Pierre-François Moreau, La utopía. Derecho natural y novela del Estado, Buenos Aires, Hachette, 1986, p. 101.

 

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Esta cita pertenece a la entrevista que Miguel Russo y Daniel Riera le hicieran a Bioy en La Maga. Cfr. Homenaje a Bioy, Edición Especial de Colección, n.º 19, abril de 1996, p. 4.

 

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Completamos la cita: «En aquellos procesos elementales en que no se puede decir si el tiempo marcha hacia atrás o hacia adelante no hay cambio de entropía (o es tan pequeño que se puede ignorar). Pero en los procesos corrientes en los que intervienen muchas partículas, la entropía siempre aumenta, que es lo mismo que decir que el desorden siempre aumenta: un saltador de trampolín cae en la piscina y el agua salpica hacia arriba, se cae un jarrón y se rompe, las hojas caen de un árbol y quedan dispersas por el suelo» (Op. cit., p. 64). La ficción que arma Morel intenta quebrar esta dramática irreversibilidad.