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«Historia del Ampurdán» por D. José Pella y Forgas

Francisco Coello





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En dos ocasiones ha informado ya el que suscribe sobre la Historia del Ampurdán, por D. José Pella y Forgas, para responder á consultas de la Dirección general de Instrucción pública y por encargo de nuestro dignísimo Director. En la una, y refiriéndome solo á su primer tomo, ó más bien cuaderno de 74 páginas, tuve que proceder con mucha reserva y empezando por la comparación de la parte publicada con las ofertas del prospecto y el plan desarrollado en el mismo. Algunas de las ideas expuestas me parecían aventuradas y sin demostración plausible, temiendo también desde luego, que el desarrollo de la obra excediese de los límites señalados, si había de tratarse el conjunto con los pormenores ofrecidos y según se presentaba en los primeros capítulos. Algo de esto ha sucedido, pues habiéndose anunciado que la Historia comprendería 7 cuadernos y unas 600 páginas, ha tenido uno más y llegado á las 778, sin contar los índices. En el otro informe, sobre el segundo tomo, tuve además ocasión de manifestar mi falta de conformidad con muchas apreciaciones del autor acerca de las razas primitivas y sobre el origen de algunos nombres locales; pero indiqué ya terminantemente que la obra variaba, de un modo muy radical, desde que entraba en los tiempos verdaderamente históricos, y podía prescindirse de vagas conjeturas ó de interpretaciones más ó menos forzadas.

Esta declaración es aplicable completamente al cuaderno ó tomo 8.º y último, que principia la narración desde el año 1475, cuando ya se cuenta con numerosos documentos para juzgar de los sucesos y de las causas que los produjeron. Así el autor reseña con minuciosidad y exactitud las luchas entre los pagesos y el clero; los tratos de los primeros con D. Fernando el Católico, á que siguió el fallo ó sentencia arbitral de Guadalupe y que introdujo cambio profundo en la propiedad rural, transformándose en todos sentidos la clase de los labriegos. Desapareció entonces   —426→   la vida local y la soberanía de los condes de Ampurias, perdiendo la comarca su carácter especial, aunque florecieron todavía por algún tiempo las familias feudales de Rocaberti, Cruilles y otras, que acabaron por abandonar sus castillos y casas solariegas, reconcentrándose en Gerona, no sin que se dividieran en bandos y que, con la transformación del poder real, atrajeran la persecución contra la nobleza.

Describe luego el Sr. Pella y Forgas los importantes sucesos del siglo XVII y la lucha del feudalismo y de los municipios contra el predominio de la democracia rural y del catolicismo; la reacción religiosa, que dió origen á la fundación ó engrandecimiento de los conventos, al mismo tiempo que difundía la ilustración entre las gentes del país, demostrada por diversos hechos y con las inscripciones colocadas en las fachadas de las casas, escritas á veces en latín ó griego, señalando la creciente influencia del clero sobre los payeses y las competencias entre las órdenes religiosas. Nuevo campo para sus observaciones le abren la guerra entre España y Francia, que empezó en el Rosellón y dió lugar á disturbios interiores, porque los soldados de los tercios castellanos y auxiliares eran mirados como herejes y suscitaron multitud de atropellos y luchas, en que ayudaron los franceses á los sublevados catalanes, haciendo nacer en estos la idea de separación de España y unión á Francia, hasta que terminó la guerra con la paz de los Pirineos en 1659, que nos arrebató el Rosellón.

Sigue reseñando con igual detalle los sucesos posteriores, cuando ya el Ampurdán quedó convertido en zona fronteriza, abierta á las repetidas invasiones y siendo campo de batalla, entre España y Francia, en las guerras que duraron más de medio siglo, incluyendo la de Sucesión, tan funesta para toda Cataluña. Ni se detiene menos en algunos episodios de la llamada guerra gran, sostenida á fines del pasado siglo en la misma comarca de Ampurias, la cual empezó por la reconquista del Rosellón, y puede decirse terminó por la que el autor cree traidora y siempre inexplicada rendición de la plaza de Figueras; pues aunque después el Principado organizó cuerpos especiales de migueletes para continuarla, los servicios de estos no pudieron igualarse naturalmente á los del ejército, cuyos esfuerzos alcanzaron mejor   —427→   éxito, distinguiéndose en muchas ocasiones y haciendo en Rosas una notable defensa. El autor olvida muy frecuentemente los hechos de armas de las tropas castellanas, dejándose llevar de un espíritu provincial ó catalanista bastante exagerado.

Entre los datos curiosos que presenta el libro, merecen consignarse las noticias apuntadas por un monje de Vilabertrán, y sobre todo las relativas á los carros cargados de caudales que pasaron por Figueras, de 1745 á 1749, para sostener las guerras en el exterior. Dedica luego algunos párrafos á exponer la influencia política que ejercieron en esta comarca las guerras con el vecino reino; nacieron de ellas nuevas tendencias á la autonomía y al feudalismo, y las últimas del siglo pasado dieron ya lugar á la formación de los partidos liberal y absolutista, apareciendo también el clero armado en nuestras contiendas interiores.

Según el Sr. Pella y Forgas, Cataluña recibió su civilización comercial del Mediterráneo, al paso que por su unión con Castilla, hacia el Occidente, participó de todos los cambios y calamidades políticas de la Península; si no se asimiló completamente al resto de ella, fué debido muy principalmente á la influencia francesa, infiltrada por sus ejércitos en las frecuentes luchas. Sostiene siempre que la raza de los Sardos forma la base principal de la población en toda Cataluña, y aun en Valencia y Mallorca, conservándose en su mayor pureza, aunque fué apartada á los valles interiores por las invasiones de las tribus indo-europeas, compuestas de agricultores y pastores, que ocuparon los puntos más favorables para el cultivo; estos se mezclaron con los Sardos, pero siguió dominando la raza primitiva, como sucedió cuando llegaron los fenicios, cartagineses, griegos y romanos, siempre menos numerosos que los primeros y sobre todo en mujeres, por lo cual pudieron modificar la cultura, pero no la sangre de los pueblos vencidos.

Señala el autor en Cataluña una gran divisoria natural en el sentido de Norte á Sur, formada por las diversas cordilleras y alturas que se extienden desde la Cerdaña al Coll de Balaguer en la costa, y constituyen la separación de aguas del Ebro con las del Llobregat, el Ter y demás ríos que van al mar por el Este del primero; afirma que en este gran dique se detuvieron las principales   —428→   invasiones antiguas, observándose aún hoy marcada diferencia en el lenguaje y su pronunciación, en los caracteres, aptitudes y hasta en los gustos de los habitantes por el lado oriental ú occidental del mismo. Añade que la diferencia llega al extremo de que los unos prefieren los colores claros y pintarrajados, como los otros los obscuros y más serios, sobre todo el azul, pareciéndose en esto á sus vecinos occidentales los aragoneses, navarros y vascongados; también se marca la divergencia en las disposiciones intelectuales y preferencias en sus estudios, deduciendo el autor, después de numerosas citas de nombres, presentados como comprobación, que en las comarcas del Ampurdán dominan los dedicados á estudios de la naturaleza y los historiadores; reformistas ó políticos. Antes de concluir su obra, dice que pudo creerse, en los primeros tiempos de la reconquista, que en Ampurias quedaría la capitalidad de la vieja confederación ibérica, desde el Ebro al Ródano; pero que los sucesos posteriores, arrojando á los reyes de Aragón del Languedoc y la Provenza, llevaron el centro de gravedad á Barcelona, que hoy es la cabeza y da impulso á todas las comarcas catalanas. Á esta parte acompaña un llamado Plano del Ampurdán, según los trabajos geográficos más modernos, del que me abstengo de hablar porque creo conocer bastante á su verdadero autor, que el dibujante ha querido permaneciese anónimo.

Por el breve análisis que acabo de hacer de las 100 páginas, sin contar los índices, que forman el tomo ó más bien cuaderno 8.º y último de la Historia del Ampurdán, puede conocerse que la obra está llena de detalles y apreciaciones importantes en su final, no desmereciendo del buen concepto que pudo formarse en su principio, sobre todo desde que, saliendo de las nebulosidades de los tiempos primitivos, que daban lugar á interpretaciones atrevidas y muchas exageradas, á mi juicio, se entraba ya en el período verdaderamente histórico. El autor, D. José Pella y Forgas, nuestro ilustrado correspondiente, merece, sin duda, los plácemes de esta Real Academia por su trabajo, y las gracias más expresivas por el envío de su último cuaderno. Así, al menos, lo cree el que suscribe, sometiendo siempre su pobre opinión al más elevado criterio de sus ilustres compañeros.





Madrid 18 de Marzo de 1890.



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