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Historia editorial de «Pepita Jiménez»


Ana Navarro



[Indicaciones de paginación en nota1.]





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La inexistencia de una edición crítica de Pepita Jiménez, que estudie detenida y escrupulosamente su texto, nos ha inducido a llevar a cabo una revisión rigurosa del mismo, que facilite el posterior establecimiento de un texto definitivo2. Las ediciones ya clásicas de Manuel Azaña3 y Carmen Valera4, así como otras más modernas, o no explicitan la procedencia del texto publicado o es tal la ambigüedad e imprecisión del que dicen publicar, que dificultan una lectura rigurosa de la obra. Errores en las fechas de la edición que se reproduce, variaciones de cierta consideración interpoladas sin anotar su procedencia, otras arbitrarias que no se registran en ninguna edición de la novela, etc., nos han obligado a confrontar las ediciones de la obra en vida de Valera.

Para ello han sido cotejadas once de las diez y ocho publicadas entre 1874 y 1904, a través de las cuales intentamos, además, aproximarnos a lo que fue el discurrir editorial de Pepita Jiménez. De las seis que no han podido ser manejadas, solamente tres podrían ofrecer alguna variante de escasa importancia, aunque aun esto es poco probable, mientras que el resto serían reimpresiones de la última corregida por el autor5.

Algunas imprecisiones observadas en ciertos repertorios bibliográficos, las lagunas en la numeración de las ediciones, así como ciertas incoherencias cronológicas -a pesar de la valiosísima aportación a la bibliografía de Valera del profesor Cyrus De Coster- nos han incitado a intentar coadyudar en la tarea de completar y precisar el catálogo bibliográfico de la novela.

Para aligerar el cuerpo del trabajo incluimos un apéndice con el registro de las ediciones aparecidas en España, y otro, siguiendo el mismo criterio cronológico, que incluye las traducciones publicadas en otros países europeos y en Estados Unidos, aunque éstas, en su mayoría, no han podido ser manejadas personalmente. Entre ellas, para no alterar la numeración de las ediciones españolas, hemos incluido la famosa edición americana ilustrada que hicieron los Appleton en castellano en 1887. Registramos, exclusivamente, las traducciones de texto íntegro y omitimos las selecciones. Lamentamos no poder ofrecer un catálogo bibliográfico que reúna las ediciones hispanoamericanas de la novela y que llene una de las principales lagunas que ofrece, todavía hoy, la bibliografía de Pepita Jiménez.

Para el establecimiento de los asientos bibliográficos hemos seguido, en líneas generales, la normativa internacional según las Reglas de Catalogación publicadas por el Ministerio de Cultura, Madrid, 1986.

En nota consignamos todos aquellos detalles relativos a la edición que no nos ha parecido oportuno incluir en el texto para no ser excesivamente prolijos. Como la   -82-   medida que damos en la colación pertenece, generalmente, a ejemplares cortados, hemos tenido en cuenta, y así lo especificamos en nota, las cifras máximas registradas por otros repertorios bibliográficos con el fin de aproximarnos a la medida real originaria.

En el apartado localización topográfica indicamos en qué biblioteca se encuentra algún ejemplar de la obra reseñada, y la signatura que, en ella, lo identifica6.

Sobre la génesis de Pepita Jiménez son escasas las referencias que nos ha dejado Valera, tan amigo de describir prolijamente otros aspectos de su actividad cotidiana. La primera noticia de su gestación se recoge en una carta a Gumersindo Laverde, fechada en Madrid el 13 de febrero de 1874: «...he empezado a escribir una novelita que no publicaré hasta que esté concluida, si alguna vez llega a estarlo, a fin de que no pase lo que con Mariquita y Antonio y con Lulú, princesa de Zabulistán, que se han quedado en los primeros capítulos. La nueva novela tiene un título extraño para novela. Se titula Nescit labi virtus»7.

Una vez más, el carácter contradictorio y la volubilidad de Valera se ponen de manifiesto con la publicación, un mes más tarde, de la primera entrega de la novela, que, todavía sin concluir, apareció, no con el título latino con que la anunció a Laverde y que a modo de epígrafe la encabeza, sino con el de i.

La Revista de España, que nunca sobrepasó los mil ejemplares de tirada, dirigida por el célebre periodista y político Jose Luis Albareda y en la que Valera colaboró asiduamente desde su fundación en 1868, la publicó en cuatro entregas entre marzo y mayo de 18748. El coste de publicación de la novela ascendió a cuatro mil reales. A los dos días de aparecida la primera entrega y dudoso del interés que su recién estrenada novela pudiera suscitar en el público, escribía nuevamente a Laverde solicitando su opinión: «Estoy escribiendo y he empezado ya a publicar en la Revista de España, algo como un cuento titulado Pepita Jiménez. Deseo que me diga usted con franqueza qué le parece. Acaso no interese hasta que salga la parte que publicaré en el número del 13 de abril. Acaso no interese nunca. En fin, dígame Vd. su opinión, porque estoy muy dudoso»9.

La incompetencia de editores e impresores y el pensar que sus obras aparecerían llenas de erratas, de «sapos y culebras» como él las llamaba, por más que corrigiera las pruebas con esmero, retraía y frenaba frecuentemente los proyectos literarios de Valera. Los impresores madrileños le parecían indolentes y poco hábiles. De la tipografía de Gregorio Estrada, encargada de la impresión de la Revista de España, dirá que es «abominable» y los impresores «ferozmente chapuceros», «torpes y descuidadísimos»10. Y, efectivamente, no le faltaba razón a Valera, pues en las cinco primeras páginas de la novela se observan más de setenta errores de acentuación, teniendo en cuenta las normas de la época.

Considerada Pepita Jiménez uno de los grandes éxitos del año, junto con El sombrero de tres picos de Alarcón y El libro talonario y La esposa del vengador de Echegaray, Valera, como hiciera con los Ensayos poéticos (1844)11, Poesías (1858)12 yEstudios críticos (1864)13, costeó la publicación de la novela ese mismo año en un tomo suelto que se imprimió en los talleres de J. Noguera14. La financiación de la edición, que fue realizada por M. Martínez, supuso para Valera un gasto de mil reales. De ella se hizo una tirada aparte de trescientos ejemplares que se anunció como edición de lujo.

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El texto de esta segunda edición15 presenta algunas variantes con respeto al publicado por la Revista de España. Como en las restantes ediciones aparecidas hasta el año 1888, estas diferencias textuales suponen ligeros retoques estilísticos al texto de la edición príncipe, el de la Revista de España. Sin embargo, en la edición que nos ocupa, y como excepción, encontramos una interpolación extensa en Paralipómenos (pp. 209-211) que interrumpe un larguísimo parlamento de don Luis en el que éste intenta convencer a Pepita de su conocimiento, aunque de origen literario, del mundo. La oposición de los argumentos de Pepita, en la controversia clarificadora de las posturas de ambos, aligera el discurso y, a la vez que facilita la preponderancia de la argumentación de la joven viuda, refuerza su posición y contribuye, de esta forma, al mejor desenlace de la novela:

...Todo esto me lo figuraba yo con tal viveza y lo veía con tal hermosura, que no lo dude V., si yo llego a ver y a tratar a esas mujeres de que V. me habla, lejos de caer en la adoración y en la locura que V. predice, tal vez sea un desengaño lo que reciba, al ver cuánta distancia media de lo soñado a lo real y de lo vivo a lo pintado.

[-¡Estos de V. sí que son sofismas!- interrumpió Pepita. -¿Cómo negar a V. que lo que V. se pinta en la imaginación es más hermoso que lo que existe realmente? Pero ¿cómo negar tampoco que lo real tiene más eficacia seductora que lo imaginado y soñado? Lo vago y aéreo de un fantasma, por bello que sea, no compite con lo que mueve materialmente los sentidos. Contra los ensueños mundanos comprendo que venciesen en su alma de V. las imágenes devotas; pero temo que las imágenes devotas no habían de vencer a las mundanas realidades.

- Pués no lo tema V., señora- replicó D. Luis. -Mi fantasía es más eficaz en lo que crea que todo el universo, menos V., en lo que por los sentidos me transmite.

-¿Y por qué menos yo? Esto me hace caer en otro recelo. ¿Será quizás la idea que V. tiene de mí, la idea que ama, creación de esa fantasía tan eficaz, ilusión en nada conforme conmigo?

-No, no lo es; tengo fe de que esta idea es en todo conforme con V.; pero tal vez es ingénita en mi alma; tal vez está en ella desde que fué creada por Dios; tal vez es parte de su esencia; tal vez es lo más puro y rico de su ser, como el perfume en las flores.

-¡Bien me lo temía yo! V. me lo confiesa ahora. V. no me ama. Eso que ama V. es la esencia, el aroma, lo más puro de su alma, que ha tomado una forma parecida a la mía.

-No, Pepita; no se divierta V. en atormentarme. Esto que yo amo es V., y V. tal cual es; pero es tan bello, tan limpio, tan delicado esto que yo amo, que no me explico que pase todo por los sentidos de un modo grosero y llegue así hasta mi mente. Supongo, pues, y creo, y tengo por cierto, que estaba antes en mí. Es como la idea de Dios, que estaba en mí, que ha venido a magnificarse y desenvolverse en mí, y que, sin embargo, tiene su objeto real, superior, infinitamente superior a la idea. Como creo que Dios existe, creo que existe V. y que vale mil veces más que la idea que de V. tengo formada.

-Aún me queda una duda. ¿No pudiera ser la mujer en general, y no yo singular y exclusivamente, quien ha despertado esa idea?

-No, Pepita:] la magia, el hechizo de una mujer, bella de alma y de gentil presencia, habían, antes de ver a V., penetrado en mi fantasía...



Menudean, además, ligeras correcciones con las que Valera perfecciona el estilo. Algunas de las más significativas consisten en: cambio de adverbio por preposición con carácter adverbial (como/según, pp.I-147/13 resp.)16; cambio de término, corrigiendo además una errata (mala [alma?]/mente, pp. II-310/116); sustitución de   -84-   un término por otro de sentido metafísico muy preciso (Criador/Creador, pp. I-159/38), de un adverbio por una proposición temporal (igualmente/antes de ver a ud., pp. IV-8/211); supresión de adverbio de tiempo (dijo entonces D. Luis / dijo D. Luis, pp. III-26/248), de adverbios redundantes (y más mérito y más valor / y lo que más mérito y valor, pp. I-165/51); supresión de proposición de participio (retirado en su cuarto, pp. III-445/ 160), de fórmula de despedida (Adiós. Hasta otro día, p. I-176); hipérbaton con sentido estilísico (llamados por acá / por acá llamados, pp. I-165/49); singularización intensificadora de una abstracción (las ciencias /la ciencia, pp. I-163/45); adición especificativa de autoría (el Pasmo de Sicilia / el Pasmo de Sicilia, de Rafael, pp. III-435/138).

Los criterios de Valera en torno a las modificaciones introducidas en el texto no parecen responder a los juicios y críticas negativas de sus contemporáneos, sino, más bien, a criterios personales puramente estéticos. El mismo año de la aparición dePepita Jiménez, el presbítero Sbarbi publicó un juicio crítico17 donde se censuraban, con excesiva meticulosidad, los errores deslizados en las páginas de la novela. No obstante, Valera ignoró deliberadamente en las correcciones y enmiendas posteriores del texto los errores señalados por Sbarbi, de cuyo artículo escribió al doctor Thebussem en 1897, cuando este mismo año se incluyó en el Ambigú literario18 del presbítero: «He releído [el subrayado es nuestro] el plato de garrafales que está al principio, aunque debería ser los postres, y no en pocas cosas hallo que el presbítero tiene razón y que fueron descuidos míos, de los que procuraré enmendarme en lo venidero; verdad es que a veces me alegro de haberlos tenido, porque esto prueba que no lamo ni sobo y que mi estilo es espontáneo y corriente»19.

Según Azaña, y con él la mayoría de los críticos posteriores, tras el éxito obtenido por la edición príncipe, Pepita Jiménez se reimprimió en el folletín de El Imparcial20 al año siguiente de su aparición. Posiblemente, Azaña, al referirse a dicha publicación, tuvo en cuenta el prólogo antepuesto a la novela a partir de 1877, en el que se informa de que El Imparcial la publicó después en su edición de provincias, de la que se tiraron 30.000 ejemplares21. Sin embargo, revisados los volúmenes de El Imparcial de los años 1874 a 1880 no se encuentra indicio de la novela, ni en el folletín, ni en los catálogos de la Biblioteca del Imparcial22. Aunque a partir de 1869 aumentó de forma considerable la tirada del periódico, en ninguna de las jornadas de 1875, según datos de la cabecera del mismo, se llegaron a tirar 30.000 ejemplares para provincias. Todo ello induce a pensar que la novela tal vez pudo ser publicada en un encarte, ya que un año antes había aparecido en la Revista de España, de escasa difusión fuera de Madrid. En cualquier caso no deja de sorprender que años más tarde, en 1895, y para mejorar la calidad literaria del folletín se publicara Juanita la Larga, que no obtuvo ningún éxito y fue considerada por el gran público larga y pesada23.

La cuarta edición de la obra, segunda en tomo, corrió a cargo de Abelardo de Carlos e hijo, editores y propietarios de La Ilustración Española y Americana y La Moda elegante e Ilustrada. El tomo, en formato de 8º mayor francés, se puso a la venta al precio de 4 pesetas. La edición se realizó en una de las imprentas más prestigiosas de Madrid, la del célebre tipógrafo y notable corrector Aribau, sucesor y antiguo regente de la de Rivadeneyra. Apareció con el título de Pepita Jiménez y Cuentos y Romances. Sobre esta edición escribía Valera a Laverde desde Doña Mencía:

Lo que Vd. ha leído que yo he publicado recientemente, no es hasta cierto punto, un libro nuevo: es una nueva edición de Pepita Jiménez: pero como ha   -85-   salido en un tomo en 4º y, sólo con Pepita Jiménez, hubiera sido un cuaderno, he añadido, bajo el epígrafe general de Cuentos y romances, varios que he compuesto o traducido después de la publicación de mi tomo de Poesías, y hasta algunas poesía líricas. Hay entre estas obrillas una, titulada Santa. Episodio del Mahabarata, que creo ha salido bien y que deseo que Vd. lea. Como yo no he sido el editor, no tengo ejemplares, pero buscaré uno y se le enviaré a Vd. cuando vaya a Madrid. Lo triste, lo aflictivo de esto, lo que quita toda gana de escribir para el público es que en una ciudad como Valladolid no haya un solo ejemplar de Pepita Jiménez y Cuentos y romances que puedan prestar a Vd. para que Vd. la lea 24.



Entre las «obrillas» a las que se refiere Valera, se incluyen algunas poesías líricas compuestas con posterioridad a 1858, cuatro o cinco de los cuentos y romances en verso que se publicaron en el volumen de Poesías de dicho año, y otros inéditos hasta ese momento. El pájaro verde constituyó, en 1860, la primera entrega de una colección de Cuentos vulgares, proyectada con Antonio María Segovia, que se frustró tras la publicación del primer número.

Por primera vez, Pepita Jiménez se publicó precedida de un prólogo del propio autor, donde, además de justificar la inclusión de otras composiciones en el volumen, presenta la nueva edición de la novela en los siguientes términos: «El favor con que el público ha acogido mi novela de Pepita Jiménez me induce a hacer de ella esta nueva edición más esmerada. Poco tengo que decir de la novela misma, en la cual no he hecho variación alguna»25.

El texto de esta edición de la novela no presenta variaciones considerables que alteren el contenido o el desarrollo de la misma; únicamente se observan ligeros retoques estilísticos que, efectivamente, contribuyen a hacer la edición más esmerada: sustitución de aumentativo despectivo por su sustantivo (estudiantón / estudiante, pp. I-175/51), de un sustantivo por otro -más preciso en su contexto o haciendo la argumentación más abstracta- (vocación / voluntad, pp. IV-14/169, beldad / verdad, pp. II-302/73), de un adjetivo por otro más adecuado (infalible / inefable, pp. III-312/90); supresión de adverbio (jugado ya con / jugado con, pp. II-304/76), de pronombre personal sujeto redundante (yo respondí / respondí, pp. II-304/77), de artículos en una sucesión en la que resultan excesivamente abundantes (las señoras y las señoritas / las señoras y señoritas, pp. IV-34/202), de un sintagma que representa una insistencia en algo desagradable, innecesaria y extraña en la estética de Valera ([Pepita] le ha cerrado los ojos y la entreabierta boca / ...cerrado la entreabierta boca, pp. IV-36/206); corrección de género en artículo indeterminado (una lince / un lince, pp. III-434/102), de plural +es por +s (sofáes / sofás, pp. III-435/103), de concordancias (valga / valgan, pp. IV-9/160); armonización de plurales en un conjunto de complementos (mentira / mentiras, pp. III-444/118); abandono de prefijo en beneficio de la forma simple, más moderna (enconfitadas / confitadas, pp. III-449/126); rectificación de datos históricos (¿errata?) (Luis XV / Luis XIV, pp. IV-9/161).

Agotada la edición de Abelardo de Carlos, José del Perojo, fundador y director de la Revista Contemporánea, La Opinión y El Nuevo Mundo, publicó, también a su cargo, en 1877, la quinta edición de Pepita Jiménez26. Sobre esta edición, que no hemos podido manejar personalmente, Cyrus De Coster anota: «Para la edición de Pepita Jiménez Valera reprodujo el prólogo de la edición de 1875, quitando la conclusión y añadiendo un encabezamiento. Es el prólogo que suelen llevar las ediciones posteriores de la novela»27. Igualmente, José del Perojo incluyó en la   -86-   biblioteca que llevaba su nombre, una edición elzeviriana de la obra en la que se suprimió el prólogo y se incorporó un retrato del autor hecho al aguafuerte por el destacado grabador Bartolomé Maura y Montaner, que retrató a los hombres más ilustres de su época. Situamos la publicación de esta edición hacia 1879, fecha en que aparece firmado el referido grabado.

Las variantes, de escasísima relevancia, que se observan en su texto, parecen obedecer más a deslices tipográficos que a correcciones deliberadas de Valera. No obstante, curiosamente, aquellas, de las que citaremos algunos ejemplos, se mantienen en ediciones posteriores de la obra: supresiones de artículo (el luto de viuda / luto de viuda, pp. I-151/17), de preposiciones (tiene a media legua de aquí / tiene media legua de aquí, pp. II-303/113, a estos y a otros avisos / a estos y otros avisos, pp. II-305/119), de conjunción (una llama fugaz y devoradora / una llama fugaz devoradora, pp. II-311/132), de la preposición de un complemento de nombre (como la [imagen] de la criatura / como la criatura pp. III-410/169); singularización de un complemento de nombre genérico (perrita de lanas / de lana, pp. I-157/32); cambios de conjunción (vulgar y grosera / vulgar o grosera, pp. III-434/153), de sustantivo (arcángel / Angel, pp. III-459/214); adición de pronombre de cortesía (¿No descubre la causa... / ¿No descubre usted la causa..., pp. III-436/1570); introducción de laísmo (él le profesa / él la profesa, pp. II-311; 312); sustituciones incorrectas de modo verbal (consideró que D. Luis no podría menospreciarla nunca / ...no podía..., pp. IV-17/260) y de pronombre complemento directo femenino por masculino (Pues si yo fuera que tú no la tomaría contra el cielo, que no tiene la culpa / ... no lo tomaría contra el cielo..., pp. III-444/178).

La séptima edición de Pepita Jiménez se publicó en Madrid y Sevilla por Fernando Fe, librero y sucesor de Durán, en 1880. El texto de esta edición mantiene las mismas variaciones que el anterior y además presenta otras que no nos atrevemos a considerar azarosas: supresiones de artículo indeterminado (fija en un objeto / fija en objeto, pp. I-168/60; de un agua limpia / de agua limpia, pp. I-164/37; ha sido un ensueño / ha sido ensueño, pp. II-305/108), de conjunción copulativa (I-149/22), de adjetivo indefinido (atribuyéndole varios milagros / atribuyéndole milagros, pp. IV 37/265); rectificación de doble preposición (hasta a la oración / hasta la oración, pp. II-316/130); sustituciones de preposición (cubriéndolas de multitud de violetas / cubriéndolas con..., pp. I-164/38), de un adjetivo por otro (maravillosos / misteriosos, pp. IV-12/215); de proposición impersonal por pasiva refleja (que se pudiera creer / que pudiera creerse, pp. I-156/36); adiciones de conjunción copulativa (II-294/86), de preposición (aguardaba con interés que / ... a que, pp. III-443/155); corrección de vulgarismo (apenas si está / apenas está, pp. II-290/63); modificación de la concordancia del verbo con el complemento más próximo / todos los complementos directos (me encanta [...] la sencillez, la sobriedad [...] la naturalidad / me encantan..., pp. I-169/62); cambio de forma verbal a su correspondiente reflexiva asignando el mismo sujeto a dos coordinadas copulativas (para que [su padre] no lo sintiera, ni despertara / ... ni se despertara, pp. IV-24/237), de tiempo verbal (la gente se había retirado a dormir / ... se retiraba a dormir, pp. III-18/226) que da mayor coherencia a la trama argumental, ya que don Luis había sido visto saliendo de casa de Pepita la noche de San Juan. A pesar de que en las ediciones anteriores y en las siguientes aparece la forma verbal asistimos (pp. I-169/38), en primera persona de plural, en esta edición la encontramos, como en la príncipe, en tercera persona de plural.

A través de su prólogo obtenemos información de las ediciones realizadas en España, así como de las traducciones de la novela a otros idiomas:

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Se publicó por vez primera Pepita Jiménez en la Revista de España. El Imparcial la publicó después en su edición de provincias, de la que hace una tirada de 30.000 ejemplares. Y por último, en tomo aparte se ha publicado cuatro veces: una por cuenta del autor; otra, por cuenta del Sr. Abelardo de Carlos; y dos, por cuenta de los Sres. Perojo.

En otros países no ha alcanzado menor favor con el público la mencionada novela.

En Francia ha dado de ella, si no una traducción, un compendio bastante extenso, el acreditado Joual des Débats, y ha sido traducida al portugués, al bohemio y al italiano, siendo fiel y elegantísima la traducción hecha en este último idioma por Daniel Rubbi, y publicada en Milán en La Perseveranza, y en tomo por el Sr. Farina. En Buenos Aires y en Caracas han reimpreso también a Pepita Jiménez, publicándola en los periódicos y haciendo de ella los encomios más lisonjeros28.



Para continuar con el criterio cronológico de la exposición y aprovechando la información que sobre las traducciones de Pepita Jiménez a otros idiomas obtenemos de este prólogo, nos permitimos trazar, a continuación, la trayectoria que, simultáneamente, siguió la novela fuera de nuestras fronteras.

De las palabras de Valera y de las traducciones que se realizaron a partir de 1874 se deduce que el éxito, de crítica y de público, alcanzado por la novela en España trascendió pronto a otros países. Todavía reciente la primera publicación de Pepita Jiménez en España, el crítico francés Louis Lande trató sobre la novela en La Revue des Deux Mondes29, aunque su reseña resultó poco encomiástica, y Le journal des Débats publicó con anterioridad a 1877 un arreglo de la misma30. Entre estas primeras traducciones Valera no incluye, en el citado prólogo, la adaptación francesa de Th. Bentzon, publicada en París por Lévy en 187931 -hecho curioso teniendo en cuenta que la edición de 1880 se estaba imprimiendo en septiembre32- y tampoco la traducción alemana a la que hace referencia en la carta que en mayo del mismo año dirigía a Gumersindo Laverde33.

El periódico italiano La Perseveranza, la publicó inmediatamente después de su aparición en la Revista de España, entre el 20 de agosto y el 10 de septiembre de 1874. La edición portuguesa de Luciano Cordeiro se publicó en Lisboa en 1875 y la célebre edición de Daniele Rubbi, que tanto elogió Valera, apareció en Milán en 1878. Sin embargo no hemos localizado la edición en bohemio, a la que se refiere el autor y que en la carta a Laverde, citada en la nota anterior, tampoco se menciona.

Cuando en 1881 Valera volvió a la diplomacia como Ministro Plenipotenciario en Lisboa, sus obras seguían vendiéndose y traduciéndose, pero el beneficio reportado por su pluma no le permitía vivir holgadamente. En estos años, como hiciera con los vinos de sus cosechas34, pretendería introducir y abrir mercado en el extranjero a su producción literaria y a la de sus contemporáneos.

En virtud de un artículo del convenio sobre propiedad intelectual entre España y Portugal, en cuya ratificación participó Valera, los Gobiernos de ambos países deberían intercambiar cada tres meses catálogo de los libros editados en su país, que se insertaría en la Gaceta de Madrid y en O Diario da Govêrno. Pero la desidia del Gobierno español, que retrasaba su envío, irritaba e incomodaba a Valera, que, entusiasmado con la idea y dispuesto a promover la empresa, intuía en el portugués un buen mercado, y el camino de acceso al brasileño35. Por otra parte, la aguda visión comercial de Valera como exportador no se vio secundada por los editores españoles, que, según él, con la excepción de algunos catalanes como Montaner y Simón, que   -88-   tenían centenares de suscripciones para ediciones caras y lujosas como la Historia de España, El Quijote, etc., no sabían hacer este negocio. Para abrir el mercado «es menester el agente, es menester el comisionista para que compren y se suscriban, o bien sería menester que un hombre listo, simpático e insinuante, abriera aquí tienda de libros en el Chiado. Si Fe diera por aquí un paseo, trajese libros de muestra, etc., yo creo que establecería bien este comercio»36.

Valera ya había pretendido introducir personalmente sus obras en otros países. En la relación epistolar que mantuvo con el crítico mejicano don Victoriano Agüeros manifestaba, en 1879, sus deseos de contribuir a un mayor estrechamiento de las relaciones literarias entre España y Méjico. Aunque Pepita Jiménez se vendió en las librerías mejicanas, las dificultades que encontraban otras novelas para llegar a los lectores de otros países se debían, según el autor, a la incompetencia comercial de los libreros que mantenían incomunicados a los autores. Por eso, frecuentemente, Valera se convertía en agente de sus propias obras; las vendía, por lo general, con el 25 por 100 de descuento sobre el precio estipulado para su venta al público y pagaba, además, los portes del libro.

Las relaciones de Valera con los editores extranjeros se acrecentaron en estos años. Sus ilusiones se centraron especialmente en la casa Garnier de París, con la que pretendió establecer contacto, en 1882, a través de su hermana Sofía37. Pero los editores franceses eran todavía menos generosos con los autores que los españoles, ya que la comisión ofrecida por los hermanos Garnier fue del 10 por 100, porcentaje superado en el mercado español.

La esterilidad literaria de este periodo hizo que Valera se mostrara insatisfecho consigo mismo, pero la efervescencia editorial le mantuvo animado y optimista. El director y propietario del periódico La Colonia Española de Montevideo le proponía, también en 1882, la publicación de sus obras y además aparecían nuevas traducciones de Pepita Jiménez en otros idiomas:

Los alemanes me aplauden mucho. Casi a la vez han salido dos traducciones tudescas de Pepita Jiménez una en Leipzig, de Fastenrath; otra en Berlín, imprenta de Auerbach, por Paulina Schanz, con introducción de Hart. Fastenrath me ha enviado un ejemplar de su libro, pero el de Paulina Schanz no le vi aún [...] En inglés no me han traducido que yo sepa pero algunas revistas me han dado bombos estrepitosos. Saturday Review llama a Pepita Jiménez, a perfect work of art. ¿Estaré yo hueco? Un señor llamado Thomas Moore, como el ilustre poeta amigo de Byron, me ha escrito desde Londres pidiéndome permiso para traducir al inglés mis novelas38.



Las ediciones alemanas de Pepita Jiménez se iniciaron con la traducción de Fastenrath aparecida en Leipzig en marzo de 1.882. A pesar de que a Valera la edición le pareció «admirablemente bien hecha» y el «tomito no feo», lamentó, al conocer su inminente publicación, que Fastenrath, escritor y traductor de numerosas obras españolas, se adelantara a Paulina Schanz, esposa del doctor Lauser, cuya traducción había sido corregida personalmente por éste. Tras el éxito obtenido por la novela en Alemania, Wilhelm Lange realizó una tercera traducción que fue publicada, también en Leipzig, en 1884.

La atención que la crítica francesa e inglesa prestaron al novelista por estas fechas fue creciente. En Francia, tras el artículo de Brunetière, publicado en la Revue des Deux Mondes, en 188139, la Revue Britannique publicó un encomiástico artículo anónimo donde se trataba de Valera como novelista40; y Leo Quesnel, en Nouvelles   -89-   Revue publicó otro sobre diversos prosistas españoles entre los que figura Valera, junto con Alarcón y Pérez Galdós41, continuando la brecha iniciada por Louis Lande y la Princesa de Ratazzi en 187842.

Casi simultáneamente, en Inglaterra, Miss E. Hoppe Edwards solicitaba permiso a Valera para extractar sus novelas y difundirlas. Ivan Theodor había hecho, en 1882, una bonita aunque, según el autor, «muy libre y alterada traducción» de Pepita Jiménez -de la que, incluso, se había cambiado el título, llamándola Don Luis or the church Militant- que se publicó en Londres por Samson, Low & Co. en 188543. Esta edición suscitó el repudio de cierto sector de la crítica inglesa encabezado por Wentworth Wesbster, clergyman anglicano, devoto y naturalista, que atribuía a la traducción un carácter frívolo y volteriano que desvirtuaba el espíritu del original. La reseña que apareció a propósito de ella en The Academy, con gran placer para Valera, fue atribuída por Menéndez Pelayo a dicho crítico que ya en 1881 había mencionado al escritor en otro artículo de la misma publicación como el novelista más destacado de la época en España44.

La segunda edición de la versión hecha en francés por Th. Bentzon en 1879, apareció en París en 1883. Y este mismo año se publicó en Lwow una traducción en polaco bajo el título Pepita Jiménez. Romans Andaluzyjski, que halagó, no poco, la vanidad de Valera.

En 1891, en Inglaterra, Heinemann financió la segunda traducción inglesa, que tuvo mayor atención crítica que la de 1885, ya que, según Cyrus De Coster, fue reseñada por Saintsbury y Conventry Patmore45. La versión suec a de Mauritz Bohemann publicada en Estocolmo por Hugo Gebers Förlag es de 1894; y en Praga en 1898, apareció la versión en checo de J. V. Sládek. De las ediciones hispanoamericas de la novela solamente destacaremos la realizada en Buenos Aires para la Biblioteca Hispanoamericana en 1896.

A pesar de las múltiples traducciones y ediciones que se hicieron de Pepita Jiménez en distintas lenguas y de la atención prestada por la crítica en algunos países, Valera no consiguió gran popularidad, ciñéndose su éxito, como ocurriera en España en sus comienzos literarios, generalmente, a círculos minoritarios.

Paralelamente a este despliegue internacional, el autor contrajo en España un compromiso contractual con el editor sevillano Francisco Álvarez, que empezó a publicar sus obras a partir de 1882. La octava edición de Pepita Jiménez, publicada por él, apareció con fecha de 1884. Su prólogo, casi idéntico al publicado en la séptima edición, de 1880, antes citado, varía únicamente en el número de la edición y, por tanto, en el recuento de ediciones anteriores se omite ésta y no se consideran algunas de las traducciones realizadas entre 1880 y 1884.

El texto, como es habitual en las anteriores ediciones, aparece con ligeras modificaciones, no exentas de sentido y, en su mayoría, demasiado precisas para que las consideremos accidentales: sustituciones de participio por gerundio (mirado / mirando, pp. I-145/12), de participio-adjetivo por adjetivo venerado / venerable, pp. I-146/15), de verbo por otro en forma impersonal (tiene / hay, pp. I-156/36), de persona (y aún me prometo la victoria /...promete..., pp. II -310/117), de un verbo por otro (pienso / quiero, pp. IV-24/238), de una perífrasis de obligación por otra (debe de ser humilde / ha de ser humilde, pp. III-452/172), de una conjunción por otra (casi o sin casi / casi y sin casi, pp. IV-38/266), de un adjetivo por otro (a cierto contrincante / a otro..., pp. III-451/170) y de un sustantivo por otro en virtud de la fidelidad al texto bíblico del que procede la cita (y tus manos cordeles /... redes, pp. II-312 /121); pluralización de sintagma (por otra dulzura / por otras dulzuras, pp. IV-   -90-   9/209); singularización de sustantivo intensificando el grado de abstracción (arropías / arropía, pp. III-461/159); supresión de artículo (harta ya del coloquio /... de coloquio, pp. III-445/131); adiciones de artículo (busca en la austeridad y en el retiro consuelo /... el consuelo, pp. I-151/25), de preposición cambiando complemento directo por complemento circunstancial (...le hirieron el corazón /...en el corazón, pp. III-461/190); corrección de leísmos (la gratitud le llena todo [mi pecho] /... lo llena todo, pp. I-154/30, y os lo premiará [vuestro sacrificio] / y os premiará, pp. III-440/149), de locución preposicional evitando la confusión de las locuciones a través de /al través (pp. IV-15/221); modernización del aparato verbal de oración condicional consistente en el cambio de futuro imperfecto por pretérito imperfecto, ambos de subjuntivo, en la proposición subordinada y por ende el futuro imperfecto de indicativo por el condicional simple en la proposición principal (si tal vez hubiere algo que censurar será un egoísmo... / si tal vez hubiese algo que censurar seria..., pp. I-166/57).

Las relaciones entre Valera y el «bandido Alvarez», según expresión de aquél, fueron difíciles. La informalidad del editor sevillano, que le «burla» y le «saquea», enojaba frecuentemente a Valera que ya en Washington veía lesionados sus intereses editoriales. Desde allí, en marzo de 1884, pedía a Menéndez Pelayo que intentara romper el compromiso que le vinculaba con Alvarez:

Déle usted priesa [a Catalina], así como también deseo yo que usted se [sic] excite o bien a que convenza a Alvarez de que debe dejar de ser mi editor, o bien a que imprima pronto los libros míos, que tiene embarrancados: una edición de Pepita Jiménez, otra de El Comendador Mendoza, y otra de Estudios críticos. Yo pierdo mucho en mis intereses con esta informalidad de Alvarez y no tomo el dinero que debiera tomar46.



A su llegada a Estados Unidos, en enero de ese mismo año, Valera concibió nuevas esperanzas y se forjó nuevas ilusiones sobre el mercado americano, todavía virgen para el libro español. El entusiasmo con que contemplaba la inexistencia de ediciones furtivas de sus obras y el hecho de que los pocos libros en español que allí se vendían fueran de España le indujeron a convertirse, nuevamente, en agente y promotor de la cultura española. Personalmente pretendió abrir el rico mercado que entreveía para el libro español, solicitando una vez más a Fe que enviara sus libros de fondo para algunos libreros de Washington y ofreciéndose para hablar con otros de Boston (el centro literario más importante de Estados Unidos en aquella época), Filadelfia, Baltimore, Nueva York, etc. Para que los libros se vendieran bien, Valera consideraba requisitos imprescindibles que las ediciones fueran buenas y no caras, ya que en Estados Unidos se imprimía bien y el precio de los libros no era excesivo. La decadencia en que se hallaban las letras francesas favorecería un gran auditorio para las españolas.

En 1884, ya pensaba Valera en la posibilidad de convencer a los Appleton, o a otro editor rico, de la conveniencia de publicar una colección económica de autores españoles. Y en 1886 entraba en tratos con aquella casa editorial para publicar la Pepita Jiménez yankee. Sobre la «edición infinita», de la que el autor esperaba grandes ingresos en concepto de royaltyes, la fantasía de Valera edificó un gigantesco castillo de naipes que se desvaneció al poco tiempo.

La traducción americana de Pepita Jiménez irrumpió en el mercado el 31 de julio de 1886. De ella se haría, según Valera, una tirada de cuarenta mil ejemplares. La   -91-   crítica se pronunció, de inmediato, favorablemente, aunque también cierto sector puritano se mostró hostil, considerándola inmoral y desvergonzada:

En Nueva York han traducido mi Pepita Jiménez y la han publicado los Appleton. Parece que se vende mucho. Los periódicos hablan no poco de ella: unos bien y otros mal. Ahora como aquellos tunos son tan hipócritas han dado en calificar de inmoral, impura y escandalosa mi novela. Acaso esto haga que se venda más. Los Appleton me dan un 10 por 100. Pero a mí, a pesar de la ganancia que esto pueda traerme y que me hace tanta falta, me duele de un modo atroz en el fondo del alma que aquella canalla que no tiene más Dios ni más moral efectiva que el dollar, me maltrate y ofenda a la buena, candorosa y apasionada heroína, y todo porque se lo larga a Don Luis, como si las yankees no se lo largasen nunca a nadie47.



La crítica desfavorable, aparecida sin firma en agosto de ese mismo año en The Critic, posiblemente contribuyó a incrementar de forma considerable las ventas de la edición, de la que en el mes de agosto se hizo una segunda tirada, y en diciembre la cuarta.

En noviembre del mismo año y tras los desengaños sufridos con sus anteriores editores, la intuición de Valera le hizo presentir una nueva decepción con los Appleton. Desde Bruselas escribía a Alarcón:

Pepita Jiménez aunque criticada severamente por algunos periódicos y revistas, ha obtenido en los Estados Unidos de una gran mayoría de periódicos, un diluvio de elogios. Los yankees son amables y hospitalarios de veras. Calculo y sé que deben haberse vendido muchos ejemplares; pero ando escamado y empiezo a creer que, respecto a editores, en todas partes cuecen habas, y que por donde quiera ocurre lo mismo. Los señores Appleton ni me escriben ni me dan cuenta de la venta, ni me dicen: «aquí tenemos tantos dollars a la disposición de V.». Yo no quiero apremiarlos y esperaré hasta año nuevo. Veremos si entre tanto resuellan. Veremos si mis hombres dan luz que nos lleve al término de mi esperanza, la cual sería que las traducciones yankees siguiesen, con provecho de los autores españoles. [...] Después de esto, y si esto probaba bien, podríamos publicar allá otras cosas, pero por lo pronto todo mi plan se para y queda en plan, porque los señores Appleton son, más que yankees, suecos48.



El beneficio obtenido por Valera de la edición americana ascendió a cuatro mil reales, equivalentes al 10 por 100 de las ventas contadas a partir de los dos mil primeros ejemplares. Este porcentaje le pareció tan mezquino que, una semana antes de embarcar para Europa, rompió con los Appleton el trato para la publicación de Pepita Jiménez en castellano49.

La traducción de Pepita Jiménez realizada por Starck, que había presentado Valera, no gustó a los críticos de Appleton, que la consideraron incorrecta y plagada de germanismos. Por ello se encargó una nueva traducción a la poetisa irlandesa Mary J. Serrano, que gozaba de cierto renombre y, en opinión del autor, era «inteligente, trabajadora y entendida». Además de Pepita Jiménez, tradujo al inglés Doña Luz y El Comendador Mendoza. En señal de gratitud, en 1888, el novelista incluyó la traducción de una composición de la señora Serrano en la número V de las Cartas Americanas, la que trata sobre el Parnaso Colombiano. A esta edición americana siguieron otras en 1891, 1893 y 1898.

Cuando en 1865 Valera todavía albergaba esperanzas de encontrar en Braudi,   -92-   Hachette, Rosa y Buret, etc. quien le pagara diez veces mejor que en España, presentó en el Congreso, junto con Alarcón, Campoamor, Segovia y otros, una proposición de ley para que los libros impresos fuera de España pudieran entrar en nuestro país sin adeudar más derecho que el del papel utilizado en su impresión50. Sin embargo, el desengaño producido por el escaso beneficio de la edición appletoniana de 1886, la publicación, según Valera, sin su consentimiento de una edición de Pepita Jiménez en castellano en 1887, que incluso se vendió en España, y la inexistencia de tratados que garantizaran la propiedad literaria, indujeron a Valera a proponer a Menéndez Pelayo la creación de una ley de propiedad intelectual que amparara a los autores españoles.

El curioso prólogo que incluyeron los Appleton en su edición castellana de Pepita Jiménez podría hacer pensar que, o bien el conflicto entre éstos y el autor fue mayor que lo que deja traslucir la correspondencia de Valera, o bien que las quejas de éste fueron en parte infundadas. El hecho de que Valera reconociera posteriormente que los Appleton, junto con Th. Betzon, de la que el autor recibió 1500 reales por la adaptación que hizo de la obra en 1883, fueran los único editores extranjeros que le pagaron derechos de autor, y que aquellos le comunicaran la aparición de la edición en castellano y le enviaran seis ejemplares de la misma, parece apoyar la segunda tesis. Sin embargo la insistencia del autor en negar que existiera autorización por su parte, la llamada de alerta a los editores españoles sobre los peligros de la invasión editorial51 y la publicación sucesiva de ediciones españolas, en contradicción con la claúsula de los Appleton, según la cual Valera se comprometería a no reimprimir la novela en España durante seis años, le otorgan credibilidad, aun a pesar de las reticencias de Menéndez Pelayo y de algunos de sus contemporáneos. Dado el interés que ofrece el prólogo, tal vez excusationes non petitae de los Appleton, y la escasa difusión que ha tenido, creemos interesante reproducirlo, ya que ilustra perfectamente algunos aspectos de esta edición a la vez que trata otros de los que nos hemos ocupado:

La presente edición americana de Pepita Jiménez, además de ser la más correcta de cuantas se han hecho hasta ahora, contiene la ortografía moderna de la Academia Española, y es la única ilustrada y la mejor de todas en su parte material. Figura también en ella el prólogo especial que el autor escribió para la edición inglesa de la misma obra [...] Tenemos la esperanza de que no sea ésta la única edición de obras españolas que publiquemos bajo las mismas condiciones y por iguales motivos.

Pepita Jiménez fue publicada por primera vez en la Revista de España, después en El Imparcial de Madrid, y más tarde, en forma de libro, ha llegado a su octava o novena edición en España. En la América Española ha sido reproducida por la prensa de casi todos los países y se han hecho de ella varias ediciones, pero todas ellas más pobres aún que las publicadas en Madrid y en Sevilla. Las ediciones de Pepita Jiménez vertidas a otras lenguas, son generalmente superiores a las españolas e hispanoamericanas en su parte material, y cuando guiados por nuestros consejos los señores Appleton y Cía. hicieron la edición inglesa, concebimos la idea de la presente, la cual, además de estar libre de los errores que aparecen en las otras, está adornada con hermosas viñetas y alegorías, contiene el retrato y autógrafo del autor, y los dibujos del conocido artista español Sr. Miranda, a quien hemos encargado de tan difícil tarea, y de cuya competencia dan testimonio las ilustraciones del libro. [...] Pepita Jiménez además de las numerosas ediciones hechas en castellano ha sido vertida al francés, al bohemio, al italiano, al alemán, al portugués, y como hemos dicho lo fue recientemente al inglés. Pepita Jiménez   -93-   es por tanto, universal y puede por lo mismo decirse que siendo como es, eminentemente española, es al mismo tiempo, literariamente hablando, cosmopolita y poliglota. De semejante obra no es, pues, de extrañar que hiciéramos la presente edición, guiados por el deseo de demostrar una vez más el interés que tienen los Sres. Appleton de llevar a cabo en su departamento español la publicación de obras que, como la presente, son verdadera honra de la literatura española. Asimismo y mientras no existan tratados de propiedad literaria entre todos las Naciones, los Sres. Appleton dan el ejemplo pagando a muchos autores, de varios países, los derechos que les corresponden, como lo hacen con el Sr. Valera, tanto por la edición inglesa como por la presente; y dando así la mejor prueba del deseo que ellos tiene de que la propiedad intelectual entre España e Hispano América sea respetada, con lo cual se llegará un día a acabar con esos plagios de la inteligencia y a dar mayor ensanche y vida a la literatura española e hispanoamericana52.



Esta edición, que alcanzó notable difusión, se reimprimió en 1891, 1892, 1898, 1902, 1904 y 1905.

A partir de 1881, Valera empezó a manifestar considerables muestras de afecto sobre el que sería su próximo editor español, Mariano Catalina. La imagen que ofrecería a partir de este momento de Alvarez, el editor sevillano con el que pugnaba por romper el compromiso editorial que les unía, se enturbió considerablemente, mientras que la de Catalina, sobre el que proyectaba sus esperanzas editoriales, empezaba a adquirir preponderancia. En 1884, año en que las relaciones con su antiguo editor atravesaron uno de los momentos más críticos, escribió desde Washington a Menéndez Pelayo: «Catalina tiene todos mis apuntes y datos y poderes para entenderse con Alvarez. Mis libros siguen vendiéndose. Alvarez se burla de nosotros. Que vea Catalina cómo lo remedia»53.

La ruptura definitiva con Alvarez no se produjo en 1884, como apunta Ramón de Garciasol54, sino posteriormente, ya que en agosto de 1885, año en que inició la publicación de sus obras en la Colección de Escritores Castellanos, le vemos todavía vinculado a aquél55.

Según Valera, los libros que imprimía Catalina tenían buena acogida en el mercado. No obstante, su imagen, como ocurriera con la de Alvarez, empezó también a desvirtuarse cuando, en 1884, Alejandro Pidal, entonces Ministro de Fomento, nombró a Catalina Director de Agricultura y los negocios editoriales de éste comenzaron a demorarse. Autores y libreros se lamentaban de su encumbramiento y protestaban de la negligencia que perjudicaba, no poco, sus empresas editoriales. El cese de Catalina como Director General en 1885 ofrecía a Valera nuevas esperanzas de eficacia editorial; sin embargo, su concepto de él, a medida que avanzaban los años, empeoró como había ocurridó con su antiguo editor. Catalina publicaba con suma lentitud, era «lánguido y dejadísimo». Ante las especulaciones económicas de 1884 en que Valera calculaba que Catalina llevaría los ingresos «a medias: esto es a partir con el autor el producto líquido de la venta»56 se produce de nuevo, en 1887, el fracaso económico.

No obstante, Valera sugería en 1896 a don Victoriano Agüeros seguir la misma política editorial de Catalina para su Biblioteca de Autores Mejicanos, aun a pesar de que para los autores, con Catalina fuera imposible hacer negocio con la literatura. El precio establecido por éste para cada tomo de autor contemporáneo publicado en su colección era de mil quinientas pesetas, cifra que a Valera le parecía mezquina. Para conseguir algún dinero -según Valera- era imprescindible editar uno mismo sus propias obras, o bien acudir a las editoriales de Barcelona que tenían fama de   -94-   entender mejor el comercio editorial.

Definitivamente deterioradas en 1895 las relaciones entre ambos, Valera escribiría a José Alcalá Galiano sobre el «roñosísimo Catalina»:

La colección de Catalina tiene además un grave contra: la repulsión que inspira a todo el mundo su persona trasciende a los libros que él publica y yo creo que no se venden por eso. No he de negar, sin embargo, que sus libros están bien hechos, y como los editores no abundan, hay que pasar por mucho y disimular bastantes faltas [...] Aunque Catalina es uno de los hombres más cicateros que han nacido de madre, Menéndez y yo haríamos sobrehumanos esfuerzos a ver si lográbamos sacarle siquiera para ti dos mil reales y dos decenas de ejemplares de la obra57.



La novena edición española de Pepita Jiménez, de 1888, se publicó en el tomo IV, primero de novelas, junto con El Comendador Mendoza, en la Colección de Escritores Castellanos, primer intento de publicación de las obras completas del autor y edición que se puede considerar definitiva, ya que es la última corregida por Valera. Las múltiples ediciones posteriores publicadas hasta su muerte fueron realizadas con las planchas de ésta, de las que ni siquiera se modificó el número de edición del texto del prólogo (en todas figura «novena»), aunque en la portada siga correlativamente la numeración.

Las variantes observadas en esta edición son análogas a las de las anteriores, aunque cuantitativamente menores. Relacionamos a continuación las más representativas: supresiones de reiteración intensificadora de adjetivo más adverbios (todo me parece más chico, mucho más chico / todo me parece más chico, pp. I-146/9), de pronombre relativo (con el afecto de los seres humanos que conozco y que creo que no me merecen /...y creo que..., pp. I-15 9/32), de adverbio de tiempo (la voluntad que se le somete [a Dios] por completo es porque triunfa antes de sí misma, riñendo... / triunfa de sí misma..., pp. II-291/64); adiciones de pronombre personal sujeto que deshace la ambigüedad producida por la indeterminación de la forma verbal, de primera o tercera persona de singular (a ver si la curaba / a ver si yo la curaba, pp. I-169/48), de verbo que especifica el sentido de la frase (así mi espíritu ahora / así va mi espíritu..., pp. II-311/97).

La Colección de Escritores Castellanos alcanzó una gran difusión en su época; la forma y tamaño de los tomos parecían a Valera apropiados para la lectura, pero, en su opinión, el criterio de publicación debería haber sido más selectivo en cuanto a textos y autores.

Para ofrecer un nuevo incentivo a sus novelas, Valera solicitó a Cánovas del Castillo la redacción de un prólogo en el que se sintetizaran las teorías del político sobre la novela española. Más tarde reconocería haber pretendido con ello «rendir homenaje» a Cánovas, al tiempo que otorgarle la «jefatura literaria», ante la imposibilidad de concederle la política por los compromisos de Valera con los sagastinos, cuya deferencia hacía él había sido inferior a la de los liberales. Sobre este extenso y elogioso prólogo, público testimonio de las intenciones de Valera, que precedió al primer volumen de novelas, aparecieron dos artículos en La Epoca que lo reproducían parcialmente.

De esta cuidada edición, se hicieron dos tiradas especiales: una de cincuenta ejemplares en papel de hilo y otra de diez en papel de china. Se acabó de imprimir, en casa de don Manuel Tello, el 10 de junio de 1888, y se puso en circulación al precio de cinco pesetas.

  -95-  

No hemos podido comprobar la existencia de la décima y undécima ediciones, que se publicarían entre 1888 y 1890, año en que aparece la duodécima, publicada por Fernando Fe, que se anunció en el Boletín Bibliográfico de Bernardo Rico, de febrero de 1890, al precio de tres pesetas. Sin haber llegado a manejar ningún volumen, podríamos asegurar, por la descripción que dan Palau y el NUC, que corresponde a una de la múltiples reediciones de la novena.

En la Biblioteca Nacional de Madrid, se halla registrada una edición, con fecha dudosa de 1893, actualmente desaparecida, publicada en Córdoba por la Imprenta Catalana y que no encaja dentro de la numeración correlativa de las ediciones posteriores a la duodécima. Sospechamos que podría ser una de las dos ediciones anteriormente mencionadas o una edición furtiva de la obra. El volumen, cuya descripción seguimos por el catálogo de la citada biblioteca, contenía además, con portada propia y también de la Imprenta Catalana: Del Ferrol a Cartagena y Misterios del porvenir, de Manuel González Guevara. No es posible discernir si se trata de una colección facticia o de un único tomo desde su publicación.

Desde 1890, año en que se publicó la duodécima edición, hasta 1904, en que apareció la decimoctava y última en vida de Valera, el principal editor de sus obras fue Fernando Fe. Este debía tener las planchas de la edición de la Colección de Escritores Castellanos, ya que todas las ediciones publicadas por él a partir de aquella fecha, y como hemos apuntado anteriormente, son idénticas: todas tienen 227 páginas y en ninguna aparece rectificado, en el prólogo, el ordinal de la edición. La única diferencia es la inclusión de un grabado del autor con autógrafo, que también había encabezado la publicación de sus Obras en la referida Colección. Este retrato, que había sido encargado por Catalina a Bartolomé Maura en 1885, ya que el que poseía Fe no era de su agrado, se realizó sobre una fotografía que hicieron a Valera en Estados Unidos y que había sido difundida en varios periódicos con su biografía.

Que Valera debía tener algún tipo de acuerdo o de compromiso editorial con Fernando Fe, el que fuera su último editor, lo demuestran un recibo, que esperamos publicar en breve, y la siguiente carta58, aparentemente inédita:

Senado Particular

Sr. D. Fernando Fe

Mi querido amigo:

Escribo a Vd. para recordarle que, según lo tenemos convenido, debe Vd. enviarme cada seis meses una cuenta de los libros de mi crianza y labranza que ha logrado vender. Como estamos ya a veinte de Enero, no creo pecar de importuno rogando a Vd. que me envíe dicha cuenta, siempre con alguna esperanza, aunque leve de que mis libros se vayan vendiendo.

Por desgracia, se anuncian poquísimo, y así no es extraño que no se vendan aun sin tener que explicarlo por la escasa popularidad de que yo gozo. Sirva de ejemplo mi discurso en la Academia de Ciencias Morales y Políticas. Dando por supuesto que dicho discurso no se halla de venta, he recibido no pocas cartas muy finas, aunque de sujetos desconocidos, pidiéndome un ejemplar. Y como sería feo que contestase cómprele Vd. porque en la librería de Fe se vende, he preferido enviar yo el ejemplar, gastándome además el dinero en certificarle para que no se pierda.

  -96-  

Rogando a Vd. de nuevo que me envíe la mencionada cuenta, soy de Vd. afmo. amigo.

Juan Valera

20-1-[1]905



En ella, las palabras de Valera sintetizan, una vez más, la amargura y el desengaño que, como un estigma, marcaron desde sus comienzos su trayectoria literaria. El escepticismo y la ironía asoman en este texto que Valera, anciano y ciego, dictara a su amanuense dos meses antes de su muerte.

Barcelona, octubre de 1887.






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Apéndices


Ediciones españolas

Pepita Jiménez. Revista de España, XXXVII (28 marzo 1874), pp. 145-176; (13 abril), pp. 289-318; (28 abril), pp. 433-465; XXXVIII (13 mayo), pp. 5-40.

Pepita Jiménez / Juan Valera. Madrid: [Juan Valera], 1874. Madrid (calle de Bordadores, núm. 7): Imprenta de J. Noguera a cargo de M. Martínez. 227 p., 17 cm.

Notas: Tirada aparte de una edición de lujo que constó de 300 ejemplares en papel de mejor calidad. El NUC anota 18,5 cm.

Localización topográfica:

BN: sigs. 2/83927 (desaparecido), 3/965, R/37735 (con dedicatoria ms. del autor a don Francisco Asenjo Barbieri). BC: sig. Mts 2321. AH: sig. 1/2153 (con dedicatoria ms. del autor a E. F. San Román). MP: sig. 1237 (dedicatoria a doña Joaquina de la Pesuela), sig. 6025. HSA: PO 6573, P4 21874. NUC: DLC, OEac, NNH, NIC, CtY.

Pepita Jiménez. El Imparcial (edición de provincias, 1875).

Notas: No hemos conseguido localizar esta edición, citada por Valera y por Azaña.

Pepita Jiménez y cuentos y romances / Juan Valera. Madrid (calle de Carretas, núm. 12, pral.): A[belardo] de Carlos e Hijo, editores; 1875. Madrid (Duque de Osuna, 3): Imprenta, estereotipia y galvanoplastia de Aribau y Cª (sucesores de Rivadeneyra) Impresores de Cámara de S. M., 1875. IX (las V primeras sin marcar) + 331 pp. (P. J. 212 pp.), 20,5 cm.

Notas: Índice y hoja final con anuncio de La Ilustración Española y Americana La Moda Elegante ilustrada; al dorso catálogo de "Obras publicadas por la empresa de La Ilustración Española y Americana".

Localización topográfica:

BN: sigs. 3/16621 (dedicatoria ms. a don Abelardo López de Ayala), 3/1395 (dedicatoria a don Augusto Ulloa). UB: sig. 177-4-29. AH: sig. 2/2539.CC.NUC: 863.5 V162 pe 1875, FU, MH.

Pepita Jiménez / por don Juan Valera. 5ª ed. Madrid [calle de Pizarro núm. 15, bajo]: Tipografía-estereotipia Perojo, 1877. IX +250 pp., 18cm.

Notas: Contiene el prólogo que se reproduce en las restantes ediciones de la novela, según nota   -100-   de Cyrus De Coster. Edición no vista. Para su descripción hemos seguido las de Azaña, Palau, De Coster y NUC.

Localización topográfica:

BNP: sig. 5365.NUC: PQ6573/P4/1877 y MB.

Pepita Jiménez / Juan Valera. Edición elzeviriana. Madrid (calle de Pizarro, núm. 15, bajo): Tipografía estereotipia Perojo, [1879]. 317 pp., 1 grabado, 1 viñeta, 2 orlas, 3 capitales orladas, 13 cm. Biblioteca Perojo.

Notas: Índice. Aguafuerte del autor firmado por B. Maura y fechado en 1879, con autógrafo de Valera.

Localización topográfica:

BN: sig. 1/32560 (ejemplar procedente del Ministerio de Fomento). AH: sig. 1/2686 (procedente de la biblioteca de E. F. San Román), con dedicatoria ms. del autor. BNP: sig. 3589.

Pepita Jiménez / Juan Valera. 7ª ed. Madrid (carrera de San Jerónimo, 2): Librería de Fernando Fe; Sevilla (Sierpes, 84): Librería de Hijos de Fe, 1880. Madrid: Imprenta y estereotipia de Aribau y Ca (sucesores de Rivadeneyra), 1880. IX +271 pp., 14 cm.

Notas: Con Índice al final. El ejemplar medido es el de la BN; Cyrus De Coster da 14,6 y el NUC 15 cm.

Localización topográfica:

BN: sig. 3/80200.BC: sig. A-83-8º-6420.BS.UBH: sig. 834.4 "18" VAL. NUC: NjP, MH.

Pepita Jiménez / Juan Valera. 8ª ed. Sevilla (Zaragoza, 21): Francisco Álvarez y Cª editores; Madrid (carrera de San Jerónimo, 2): Librería de Fernando Fe, 1884. Madrid (Paseo de San Vicente, 20): Sucesores de Rivadeneyra, 1884. IX-271 pp., 13 cm.

Notas: Índice. De Coster mide 14,5 cm. y el NUC 15 cm.

Localización topográfica:

BN: sig. 7/93487.USF: sig.Ha/4592. BL: sig. 12489.a.a.36. NUC: B86V236/U5/1884 y PQ/6573/P4/1884 y MU, MH, CtY, NNC, NCU, DCU-IA.

Obras: Novelas. Contiene: Pepita Jiménez y El Comendador Mendoza / de don Juan Valera; precedidas de un prólogo por don Antonio Cánovas del Castillo. [9ª ed.]. Madrid: [Mariano Catalina], 1888. Madrid (Don Evaristo, 8): Imprenta y fundición de M. Tello. Impresor de Cámara de S. M., [10 de junio 1888]. LXL+487 p. (P. J. hasta 227). 15 il., 3 viñetas, 6 orlas, 6 capitales orladas, 16,7 cm. (s.c.). (Colección de Escritores Castellanos. Novelistas; LXV).

Notas: Tomo IV de las Obras de Valera, I de novelas de la edición colectiva integrada en la Colección de Escritores Castellanos. Tiradas especiales de 50 ejemplares en papel de hilo (1 al 50) y 10 ejemplares en papel de China (I-X). Índice. Colofón. Catálogo de las obras publicadas en la Colección (2 hojas). Precio del volumen: 5 ptas. Orlas y capitales orladas en pp. VII, 3, 7, 9, 111, 219 y viñetas en LXL, 109, 218. Palau anota, por error, octava edición.

Localización topográfica:

AM: sig. F-12685-87.MP:sig. 1540-42.US:sig. 399/7/1-3. AE. AH. UB: sig. 131/7/2. BPA: sig. 107.5.5. UCM: sig. R-81.232. NUC: P7/1888 (ED), ICU, PHC, CU.

Pepita Jiménez / Juan Valera. Córdoba: Imp. Catalana; (s.a.). 245 p., 18,5 cm.

Notas: Datos recogidos del catálogo de la Biblioteca Nacional que anota como año ¿1893?. No hemos podido manejar personalmente este ejemplar por haber desaparecido hace años de la Biblioteca. En nuestra opinión podría ser una de las dos ediciones no localizadas entre 1888 y 1890, o bien, una edición furtiva.

  -101-  

Localización topográfica:

BN: sig. 7/22212. Contiene además: Del Ferrol a Cartagena y Misterios del porvenir de Manuel González Guevara.

Pepita Jiménez / Juan Valera. 12ª ed. Madrid [Carrera de San Jerónimo. 2]: Fernando Fe, 1890. 4-227 pp.

Notas: Edición no vista. Anunciada como duodécima en el Boletín Bibliográfico de Bernardo Rico, Madrid, febrero de 1890, al precio de 3 ptas.

Localización topográfica:

NUC: NN, MA.

Pepita Jiménez / Juan Valera. 13ª ed. Madrid (Carrera de San Jerónimo, 2): Librería de Fernando Fe, 1892. [Madrid] (Don Evaristo, 8): Imprenta y fundición de M. Tello. 6+227 pp. [1] h. de lám., 1 il., 4 viñetas, 6 orlas, 5 capitales orladas, 15.8 cm.

Notas: Índice. Prólogo. Grabado de Maura de 1885 con autógrafo del autor.

Localización topográfica:

BC: sig. A-83-8º 6421.NUC: MiU.

Pepita Jiménez / Juan Valera. 14ª ed. Madrid: Librería de Fernando Fe, 1896. 227 pp., 16 cm.

Nota: Edición no manejada.

Localización topográfica:

EA: sig. 8595.UD: sig. 860-3 "18" V 23 j.

Pepita Jiménez / Juan Valera de la Real Academia Española. 15ª ed. Madrid (Carrera de San Jerónimo, 2): Librería de Fernando Fe, 1898. Madrid (C. de San Francisco, 4): Est. tip. Viuda e Hijos de M. Tello. 227 p. [1] h. de lám.: 1 il., 4 viñetas, 6 orlas, 5 capitales orladas, 17 cm. (s.c.).

Notas: Prólogo de las pp. 3 a 6. Catálogo de "Obras del mismo autor". Grabado de Bartolomé Maura de 1885 con autógrafo de Valera. Índice. El NUC anota 18 cm., pero el ejemplar manejado, de nuestra propiedad, mide 17 cm. sin cortar. Precio del volumen 3 ptas; el Boletín de la Librera, Madrid, Murillo, de enero de 1899, da este precio y el de 3,50 ptas., posiblemente de una tirada de lujo. En la contraportada, catálogo de las obras de fondo de la Librería de Fernando Fe.

Localización topográfica:

BN: sig. 2/83661.USF:sig. 8/1577.HSA: PQ 6573, P42 1898. NUC: MeB, NNH, PU, PHC.

Pepita Jiménez / Juan Valera de la Real Academia Española. 16ª ed. Madrid (Carrera de San Jerónimo, 2): Librería de Fernando Fe, 1901. Madrid (C. de San Francisco, 4): Est. tip. Viuda e Hijos de Tello. 227 pp. [1] h. de lám.: 1 il., 4 viñetas, 6 orlas, 5 capitales orladas, 16 cm.

Notas: Prólogo. Índice. Grabado de B. Maura de 1885 con autógrafo del autor. Catálogo de "Obras del mismo autor".

Localización topográfica:

BN: sig. 7/105429.

Pepita Jiménez / Juan Valera. 17ª ed. Madrid: Imprenta de J. Noguera, 1901. 227 pp.

Notas: Edición no manejada.

Localización topográfica:

NUC: 00.

  -102-  

Pepita Jiménez / Juan Valera de la Real Academia Española. 18ª ed. Madrid (Carrera de San Jerónimo. 2): Librería de Fernando Fe, 1904. Madrid (C. de San Francisco, 4): Est. Viuda e Hijos de M. Tello. 227 pp. [1] h. de lám.: 1 il., 4 viñetas, 6 orlas, 5 capitales orladas, 16.5 cm.

Notas: Grabado de Maura de 1885 con autógrafo del autor. Prólogo. Índice. 1 hoja con "Obras del mismo autor" en que se anuncia la novela al precio de 3 ptas. En la contraportada catálogo de las obras de fondo de la Librería de Fernando Fe. Palau anota en su Manual... op. cit. p. 81: "Se considera la 18ª edición la de 1904 en Obras completas IV repetida en 1909, 1915 y 1939", sin embargo la ed. de Obras Completas se empezó a publicar en 1905, a la muerte del autor, por su hija Carmen Valera, y el volumen correspondiente a Pepita Jiménez no, es de 1904 sino de 1906. De Coster la menciona como edición "14ª [sic]"; en el volumen manejado por nosotros en la Biblioteca Nacional consta 18ª ed., lo que induce a pensar que debieron hacerse dos tiradas de la misma edición. Aunque actualmente mide 16,5 cm., en la ficha del catálogo de la Biblioteca Nacional, anterior a su encuadernación, se anota 18 cm.

Localización topográfica:

BN: sig. 20986.




Ediciones extranjeras

Pepita Jiménez. La perseveranza, 20 agosto - 10 septiembre, 1874.

Pepita Jiménez /por D. João Valera. Lisboa, De Mattos, 1875. XVI +316 pp.

Notas: Traducción de Luciano Cordeiro. Con prefacio de Julio César Machado e ilustraciones de Emilio Pimentel y Raphael Bordalo Pinheiro.

Pepita Jiménez /Juan Valera. Milano (Via Durini, 34): Libreria Editrice Nationale, 1878. Milano (Via Andrea Appiani, 10): Tipografia Editrice Lombarda. 192 pp. (Scelta di Buoni Romanzi Stranieri, 16).

Notas: Traducción de Daniele Rubbi. Ejemplares de esta edición se encuentran en la Biblioteca Menéndez Pelayo y en la de la Real Academia Española.

Récits andalous = Pepita Ximénes, Les illusions de don Faustino / Jean Valera. París: Calmann Lévy, 1879. XI +323 pp.

Nota: Traducción libre de Th. Bentzon, seudónimo de Marie Thérèse Blanc. En la introducción anónima, firmada el traductor, se justifican los criterios seguidos para su adaptación.

Pepita Jiménez / Juan Valera. Leipzig, 1882.

Nota: Traducción de Fastenrath.

Pepita Jiménez / Juan Valera. Berlín: Auerbach, 1882.

Nota: Versión de Pauline Schanz y H. J. Hart.

Pepita Jiménez = Romans Andaluzujiski / J. Valera. Lwow, 1883.

Récits andalous = Pepita Ximénes, Les illusions de don Faustino / Jean Valera. 2e. ed. París: Calmann Lévy, 1883. XI +323 pp.

Pepita Jiménez = Andalusischer Roman / J. Valera. Leipzig: Philipp Reclam, 1884. 208 pp. Nota: Traducción de Wilhelm Lange.

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Don Luis: or the Church Militant / J. Valera. Londres: Sampson, Low & Co., 1885. 217 pp.

Nota: Traducción de Ivan Theodore.

Pepita Ximenez / J. Valera. New York: D. Appleton & Co., 1886. XII +273 pp. 1 il., 18,5 cm.

Nota: Traducción de Mary J. Serrano.

Pepita Jiménez / Juan Valera. Edición americana ilustrada. Nueva York: D. Appleton y cía., 1887. 218 pp., 18 cm.

Nota: Cyrus De Coster fecha esta edición en 1886 y anota "Hay ediciones posteriores en 1887..." Sin embargo el copyright de las ediciones posteriores es de 1887, así como las fechas que Palau y el NUC dan para esta edición. Igualmente en el prólogo de los editores consta febrero de 1887. Incluye, además, el prólogo de Valera para la edición americana en inglés.

Pepita Jiménez / Juan Valera. London: Heinemann's International Library, 1891. XVI +257 pp., 19,5 cm.

Pepita Jiménez / Juan Valera. 3ª edición americana ilustrada. Nueva York: D. Appleton y cía., 1891. 218 pp., 18 cm.

Pepita Ximenez / J. Valera. New ed. New York: D. Appleton & Co., 1891. XIII +273 pp., 18 CM.

Pepita Jiménez / Juan Valera. 3ª edición americana ilustrada. Nueva York: D. Appleton y cía., 1892, 218 pp., 18 cm.

Pepita Ximenez / J. Valera. New York: D. Appleton & Co., 1893. XII +273 pp. 1 il., 18,5 cm.

Pepita Jiménez / J. Valera. Estocolmo: Hugo Gebers Förlag, 1894. VII + 197 pp.

Nota: Traducción de Mauritz Boheman e introducción de Edvard Lidforss.

Pepita Jiménez / J. Valera. Praga, 1898.

Nota: Traducción de J. V. Sládek.

Pepita Ximenez / J. Valera. New York: D. Appleton & Co., 1898. XII +273 pp. 1 il., 19 cm.

Pepita Jiménez / Juan Valera. 3ª edición americana ilustrada. Nueva York: D. Appleton y cía., 1898. 218 pp., 18,5 cm.

Pepita Jiménez / Juan Valera. Edición americana ilustrada. Nueva York: D. Appleton y cía., 1902. 218 pp., 18 cm.

Pepita Jiménez / Juan Valera. 3ª edición americana ilustrada. Nueva York: D. Appleton y cía., 1904 c 1887. 218 pp., 19 cm.

Pepita Jiménez / Juan Valera. 3ª edición americana ilustrada. Nueva York: D. Appleton y cía., 1905. 218 pp., 18 cm.





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