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Tomo estas palabras de la relación holandesa de esta expedición, publicada en Amsterdam en 1646. Esta importante relación anónima, pero escrita por uno de los expedicionarios, así como la historia latina de Gaspar van Baerle, de las cuales daremos noticias bibliográficas más adelante, nos sirven de guía para referir esta campaña. Pedro Martín Netscher, holandés que publica sus obras en francés, autor de un interesante libro histórico, Les Hollandais au Bresil, La Haya, 1853, ha dado una sucinta, pero noticiosa biografía de Enrique Brouwer en una galería de los gobernadores holandeses de las Indias Orientales.



 

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Elías Herckmans había publicado en Amsterdam en 1634 un poema titulado Der Zeevaert lof (La navegación), en seis cantos, destinado a celebrar las navegaciones de los holandeses. Por su valor literario, este poema ha caído hace tiempo en completo olvido; pero el libro es buscado por los bibliófilos a causa de sus hermosas láminas grabadas al agua fuerte, dignas del renombre que alcanzaron los grabadores holandeses del siglo XVII. Una de esas estampas, que representa la fortuna contraria, es la obra del famoso pintor Rembrandt.



 

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Los geógrafos holandeses llamaron por algún tiempo Brouwerszee (mar de Brouwer) la parte del océano vecina a la isla de los Estados, por donde este explorador encontró un paso hasta entonces desconocido. «Brouwerus posterorum memoria dignus, quod primus non per freta et angustias, sed apertum mare in Chilen et Pacificum æquor viam aperuerit», dice Barleus, Res brasiliœ, p. 277.



 

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La relación holandesa no da más noticias de este buque sino que llegó de vuelta a Pernambuco a principios de diciembre de 1643. Los españoles contaban que después que las otras naves partieron de Chiloé con rumbo a Valdivia, se acercó a la costa de esa isla un buque desconocido, cuyo capitán bajó a tierra, y que no hallando noticias de las otras naves, volvió a hacerse al mar con rumbo hacia el estrecho. No es posible afirmar este último hecho. La verdad es que la falta de ese buque contrarió mucho a los expedicionarios.



 

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Esas cartas daban el nombre de bahía de Cordes a la que nosotros llamamos Huechucucui, y cerro de Cordes (Cordes Hoeck) a la punta que por el oeste cierra esa bahía.



 

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Andrea Munes Iserrera, dicen las relaciones holandesas. Los documentos españoles, a su vez, estropean de la manera más lastimosa los nombres holandeses.



 

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Uno de estos prisioneros era un sargento llamado Juan de Macaredhas Souza, natural de Quito, pero hijo de portugueses. Contaba como 68 años de edad, y había servido cerca de cuarenta en Chile, siete de ellos en Concepción y Arauco y los treinta y tres restantes en Chiloé. Conocía, por tanto, esa provincia, y pudo dar toda clase de noticias sobre sus recursos, la condición de sus habitantes y las ocurrencias de la guerra que los indios de Chile sostenían contra los españoles.



 

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Con fecha de 14 de octubre, Herckmans escribió una carta en español al cacique Manqueante, de Mariquina, en que le daba cuenta de la escasez de víveres que lo obligaba a abandonar Valdivia. Referíale, además, que algunos soldados holandeses habían tomado la fuga, y le pedía que no los dejara pasar a Concepción. Algunos de esos desertores fueron capturados por los mismos holandeses el 16 de octubre, y fusilados varios de ellos. La carta de Herckmans fue entregada más tarde a las autoridades españolas, y se halla inserta en la Historia jeneral del padre Rosales, tomo III, p. 228.



 

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Las páginas que hemos destinado a la relación de esta campaña de los holandeses en Chile, están basadas principalmente en los escritos y documentos emanados de ellos mismos. Vamos a dar una ligera noticia bibliográfica acerca de estos escritos.

En 1646 se publicó en Amsterdam un opúsculo de 95 páginas en cuarto con el título de Journael ende historis Verhael van de Reyse gedaen by Oosteen de Straet le Maire naer de Custen van Chili etc. (Diario y narración histórica del viaje ejecutado por el este del estrecho de Le Maire hacia las costas de Chile al mando del señor general Hendrick Brouwer en el año de 1643), del cual existe una reimpresión hecha en la misma ciudad en 1660. Aunque publicado sin nombre de autor, se advierte en la portada que ha sido formado sobre los diarios de algunos de los individuos que hicieron esta campaña, y basta leerlo para reconocer la verdad de esta indicación. Es, pues, la historia sencilla y prolija de todos los sucesos de esta expedición, tal como podrían contarla los testigos y actores. La narración de los hechos está acompañada de noticias acerca de la historia, de la geografía y de la industria de las provincias que visitaron los holandeses y de la condición de sus habitantes. Esas noticias son generalmente exactas, y están expuestas con toda claridad. Los mapas de Chiloé y de Valdivia que acompañan el texto, aunque muy defectuosos, facilitan la inteligencia de las operaciones militares.

Existe de este libro una traducción alemana publicada en 1649, otra inglesa en el primer volumen de la célebre colección de viajes conocida con el nombre del editor John Churchill, y una bastante abreviada en francés en la edición holandesa de la Histoire générale des vo.vages. Sin embargo, creyéndolas incompletas, me he servido de una traducción literal al castellano que a petición mía se ha servido hacer del libro original el distinguido profesor don José Roehner.

La historia de la expedición de Brouwer ha sido, además, contada en una obra notable de la cual ha dicho un juez muy competente que «por más que corran los siglos será siempre un libro importante y digno de consultarse» (Varnhagen de Porto Seguro, Os holandezes no Brazil, prefacio). Nos referimos a la obra titulada Rerum per octenium in Brasilia et alibi gestarum sub prefectura Mauritii Nasovi comitis, historia (Historia de los hechos ocurridos durante ocho años en el Brasil y en otras partes, bajo el mando de Mauricio, conde de Nassau), publicada con gran lujo tipográfico, con mapas y grabados primorosos, en Amsterdam, en 1647, en un volumen en folio. Su autor, Gaspar van Baerle, más conocido con el nombre latinizado de Barlæus, fue un insigne erudito holandés que después de haber escrito muchas obras, destinó los últimos años de su vida a contar las guerras de los holandeses en el Brasil utilizando los documentos y relaciones que puso a su disposición el príncipe Mauricio. Esta historia, escrita con mucha elegancia, aunque con recargo de adornos y de referencias a los antiguos griegos y romanos «que en lugar de amenizar la narración la hacen a veces un tanto pesada», consagra las páginas 258-290 a contar la expedición de los holandeses a Chiloé y a Valdivia, formando un cuadro compendioso, pero exacto y animado de esos sucesos.

Los dos libros, citados son historias que podemos llamar de primera mano. Entre las relaciones posteriores de esta misma campaña que se hallan en algunos libros, debemos recomendar como la más notable, la que ha hecho el comandante Burney en su importante Chronological history of the discoveries in the South Sea, vol. III, pp. 95 y ss.

Los historiadores españoles que han referido esta misma expedición, han cometido los errores más inconcebibles. El padre Rosales, el más exacto de todos ellos, residía entonces en Chile y ha podido dar noticias muy curiosas; pero cree que Brouwer, a quien llama Brant, y sus compañeros eran ingleses, y cuenta que Herckmans, a quien llama Arquemans, y los que con él firmaron el abandono de Valdivia, volvieron a Inglaterra y fueron decapitados en castigo de ese acto. Véase su Historia jeneral, tomo III, p. 236.

Pero todavía son más inconcebibles los errores que ha agrupado don Dionisio de Alcedo y Herrera en el § XIX de su Aviso histórico, libro otras veces citado para señalar el ningún crédito que merece. Dice así: «Por el año de 1633, la escuadra holandesa del general Henrique Breaut, que salió de Pernambuco con el designio de tomar a Valdivia y fundar colonia en la mar del Sur, entró por el estrecho, y con este designio hizo desembarco para fortificarse y poblar en aquel paraje: no permitiéndolo el activo celo y fervoroso esfuerzo militar del gobernador de la plaza, que con una tropa de soldados del presidio de su mayor satisfacción y otro número de indios confederados, animados del ejemplo de los españoles y del valor del Gobernador, los desalojaron a cuchilladas, obligándoles a abandonar la empresa». No es posible acumular mayores errores en tan pocas líneas.

Aun, el padre fray Miguel Aguirre, escritor contemporáneo de aquellos sucesos, y autor de un curioso libro sobre la repoblación de Valdivia, de que hablaremos más adelante, ha incurrido en algunas equivocaciones al referir la campaña de los holandeses.



 

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Rosales, libro VIII, capítulo 14. Este cronista no fija la fecha de la partida de esa nave; pero hemos podido señalarla en el texto, fundándonos en otros documentos. A instancias de la hija de uno de los prisioneros españoles capturados en Carelmapu por los holandeses, Herckmans escribió una carta al corregidor de Chiloé con la fecha de 29 de julio, en que le ofrecía el canje de ese prisionero por el marinero que los españoles habían tomado en el puerto Inglés el 16 de mayo. El corregidor Fernando de Alvarado contestó esa carta el 3 de agosto. En su respuesta dice que con la mejor voluntad habría hecho este canje, pero que el marinero holandés de que se trataba, no se hallaba ya en Chiloé. «Ha trascurrido como un mes, decía con este motivo, desde que lo he enviado en un barco que fue a llevar aviso al marqués de Baides, en la ciudad de Concepción; y espero que le irá bien en el viaje por la gracia de Dios, porque abrigo la confianza de que su Divina Majestad lo amparará».



 
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