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Este río, así como el Pilcomayo y el Bermejo, que corren casi en la misma dirección, y que están sujetos a las mismas alternativas, reciben muy pocas aguas de los Andes. Las lluvias torrenciales del verano, en cambio, los someten a crecidas periódicas perfectamente conocidas. Caen esas lluvias de noviembre a marzo; y las crecidas de los ríos comienzan en diciembre y se continúan durante algunos meses con grandes desbordamientos en los campos inmediatos, a los cuales comunican una notable fecundidad. Véase Burmeister, Description physique de la Republique Argentine, lib. II, cap. 11, p. 281 y Martin de Moussy, Description géographique de la Republique Argentine, París, 1860, tomo I, p. 142. El máximum de las crecidas de esos ríos tiene lugar en febrero. Almagro, partido de Tupiza en los primeros días de 1536, ha debido pasar ese río a fines de febrero, fecha que concuerda con las dificultades que según el cronista Oviedo, tuvo que vencer allí. El paso del Guachipas se efectuó seguramente cerca de su unión con el río de Santa María, para penetrar en el valle de este nombre y seguir a las sierras de Quilmes, habitadas por los indios calchaquis.

 

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Oviedo, lib. 47, cap. 3. Véanse en Martin Moussy, obra citada, tomo I, pp. 400 y 401, los usos que tiene todavía el fruto del algarrobo.

 

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Esta parte de la cordillera de los Andes ha sido explorada en los últimos años con un objetivo científico por algunos sabios ilustres. Para hacer la corta descripción del texto, he tenido por guía al señor Burmeister, el sabio director del Museo de Buenos Aires, que ha visitado esta región y que la ha dado a conocer con mucha prolijidad en su Reise durch die la Plata Staaten (Viaje por los estados del Plata, 1860), tomo II, p. 245 y ss., y un opúsculo del señor Domeyko titulado Escursion a las cordilleras de Copiapó. Santiago, 1843. El señor Burmeister ha acompañado su descripción de un mapa de esta parte de la cordillera, que me ha sido muy útil. El lector podrá encontrar un resumen muy noticioso de sus exploraciones en el capítulo 4 del libro II de su Description physique que hemos citado anteriormente.

 

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Algunos de los primeros escritores sobre las cosas de Chile que no hicieron esta campaña, como el capitán Alonso de Góngora Marmolejo (Historia de Chile, cap. 2) y el sargento mayor Miguel de Olaverría, en el informe que hemos citado muchas veces (véase el II tomo de Documentos de Gay, p. 25), no han podido explicarse el horrible frío que experimentaron en su viaje los compañeros de Almagro, sino atribuyéndolo a grandes nevadas, de donde el cronista Herrera, que sin duda conoció esas relaciones, ha sacado un cuadro pintoresco de tempestades de nieve, que han adoptado más tarde casi todos los escritores posteriores. Por otra parte, las tropas que formaban el ejército de Almagro penetraron en Chile en tres cuerpos diferentes, de los cuales los dos últimos, mandados por Rodrigo Orgóñez y por Juan de Rada, pasaron la cordillera en pleno invierno, y debieron sufrir nevadas durante su marcha. No debe extrañarse que los que refirieron estos sucesos por los informes de los que fueron testigos y actores de ellos, confundieran estos accidentes aplicando a la primera división las contrariedades que experimentaron las otras dos. De este error de algunos de los antiguos cronistas, ha nacido el que historiadores distinguidos de nuestro tiempo digan que Almagro pasó la cordillera de los Andes en pleno invierno. Un erudito geógrafo alemán, Óscar Peschel, en una obra notable por su investigación, Geschichte der Erdkunde (Historia de la geografía, p. 284) partiendo de esos datos, ha comparado el viaje de Almagro con el paso de los Alpes por Aníbal, operación que sin ser precisamente más grande que la empresa del primer explorador de Chile es, sin embargo, muy diferente.

Mientras tanto, Oviedo, que tuvo a la vista una carta relación de Almagro al Rey, que desgraciadamente parece perdida, y que él extractó, no habla expresamente de esas nevadas, si bien recuerda el frío espantoso que sufrieron los expedicionarios, y dice en el capítulo siguiente, el 4, que dejaron sus ropas en las nieves. Mariño de Lobera, que sobre esta expedición ha consignado noticias particulares que, sin duda, le comunicó alguno de los compañeros de Almagro, habla también del frío, pero no dice nada de la caída de nieve. Estos testimonios puramente negativos, están confirmados por uno mucho más explícito e irrefutable. La única relación original que nos haya quedado de esta expedición, es la Conquista i población del Perú, cuyo autor venía con Almagro. Allí cuenta estos sucesos en la forma siguiente: «Pasó el adelantado (Almagro) y su gente, para pasar a los valles de Copiayapo, un despoblado y puerto de trece jornadas, que cuando es tiempo de nieves es todo el camino nevado hasta la orilla, a lo menos hay nieve, y cuando no la hay, que era cuando pasó el adelantado, hace tan gran frío que se murieron en   —143→   una noche setenta caballos y gran cantidad de piezas de servicio». Esta parte de la relación coincide perfectamente con las observaciones meteorológicas de los viajeros modernos que han recorrido esos lugares.

Por lo demás, Almagro ha pasado la cordillera a fines de marzo o, a más tardar, a principios de abril. Sólo así ha podido hallarse en Aconcagua a fines de mayo, como lo veremos más adelante. Aunque no es raro que en el verano caigan algunas nevadas en la cordillera de Copiapó, no son considerables ni temibles en esta estación. Pero parece que la expedición de Almagro no sufrió tales inconvenientes sino el frío glacial de las alturas en las noches despejadas.

 

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No es posible fijar cifras seguras sobre las pérdidas de vidas que costó al ejército de Almagro el paso de la cordillera. Las noticias que hallamos en las antiguas relaciones son contradictorias a este respecto. El autor de la Conquista i poblacion del Perú, dice que el paso de ese puerto costó en una noche la pérdida de setenta caballos y de muchos indios. Oviedo, lib. 47, cap. 3, habla de la pérdida de más de 150 caballos; y Herrera, dec. V, lib. X, cap. 2, de sólo treinta. Góngora Marmolejo, Historia de Chile, cap. 2, dice que en el paso de la cordillera perecieron 800 indios. Mariño de Lobera, obra citada, cap. 4, da cifras increíbles de los hombres que perecieron en esta   —144→   jornada. Según él, éstos llegaban a 5.000 indios, entre hombres y mujeres, algunos negros esclavos y más de treinta españoles. Cuenta con este motivo que cuando él escribía, vivía aún en el Cuzco un vecino muy rico llamado Jerónimo Costilla, que había hecho esta campaña, «al cual, agrega, en este paso se le pegaron los dedos de los pies a las botas, de tal suerte, que cuando le descalzaron a la noche, le arrancaron los dedos sin que él lo sintiese, ni echase de ver hasta otro día, que halló sus pies sin dedos». El inca Garcilaso de la Vega, que ha referido el viaje de Almagro, compilando las noticias dadas por otros y cometiendo no pocos errores de detalle, dice que en el paso de la cordillera murieron 10.000 indios, lo que evidentemente es una monstruosa exageración. Allí consigna también el hecho referente a Costilla, a quien había conocido personalmente. Véanse sus Comentarios reales, lib. II, cap. 30. Jerónimo Costilla, ya bastante anciano, volvió a Chile en 1565, bajo el gobierno de Pedro de Villagrán.

El portezuelo, que tantos sufrimientos ocasionó a los expedicionarios, es denominado de las Tres Cruces, y tiene más de 4.500 metros de elevación sobre el nivel del mar. Después de él comienza el declive del terreno para el lado occidental de la cordillera. En este punto, han podido hallar nieve los españoles y, aun, sufrir alguna nevada, que nunca son considerables en esa estación.

Pero se comprende que el frío de esas alturas, particularmente en las noches, ha debido ser horrible, sobre todo para soldados que venían fatigados por un largo viaje al través de regiones ardientes, y desprovistos de alimentos.

En el Archivo de Indias, depositado en Sevilla, en un paquete rotulado Relaciones de servicios e informaciones de los conquistadores del Perú, hallé en 1860 un expediente iniciado en el Cuzco el 20 de marzo de 1543, en que uno de los compañeros de Almagro trataba de probar sus servicios. Llamábase Vasco de Guevara, y como casi todos los soldados de la expedición a Chile, había llegado al Perú con Pedro de Alvarado después de haber servido en la conquista de la América Central. En esa información no hay noticias particulares sobre la campaña que aquí nos ocupa. Guevara dice que en el descubrimiento de Chile gastó mucha suma de pesos de oro, usando siempre sus propios caballos, yendo en la descubierta y tomando guías para el viaje. Añade que los expedicionarios padecieron muchos trabajos «y falta de agua y de comida que fue la mayor que nunca se vio en setecientas leguas de camino». Las informaciones de los testigos confirman en todas sus partes esta exposición, en la cual, sin embargo, no se descubren noticias desconocidas para la historia. Guevara se distinguió más tarde en las guerras civiles de los conquistadores del Perú, y ocupa con su nombre algunas de las páginas de la historia de estos sucesos.

 

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Por las antiguas relaciones no se puede saber exactamente el número de indios sacrificados por Almagro en aquella bárbara ejecución. «Más de treinta señores», dice el autor del Descubrimiento i conquista del Perú; según Oviedo, fueron también más de treinta; Mariño de Lobera dice expresamente treinta y seis; y Herrera más de veintisiete. Estas divergencias tienen la más sencilla de las explicaciones: los conquistadores españoles contaban muy pocas veces a los indios que sacrificaban, y los cronistas no tenían noticias seguras a qué sujetarse.

 

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«La codicia de ranchear, sus malas obras y los malos tratamientos que hacían a los indios fueron la causa de su muerte». Conquista i poblacion del Perú, p. 47.

 

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Dice Oviedo lib. 47, cap. 4, siguiendo fielmente la relación de Almagro, que no ha llegado hasta nosotros, que éste se hallaba en un pueblo de indios que llama Ramada, el día de la Ascensión, cuando recibió al mensajero que le comunicaba el feliz arribo de uno de sus buques. Prosiguiendo su camino hacia el sur, los expedicionarios se hallaron detenidos por una lluvia de tres días que cubrió de nieve un puerto seco que tenían que atravesar, y vencida esta dificultad, llegaron a un pueblo que está a cuatro jornadas antes de Lua, y en ese pueblo pasaron la Pascua.

Estas indicaciones son muy importantes para fijar el itinerario y la cronología de la expedición de Almagro. En 1536 la fiesta de la Ascensión cayó el 25 de mayo. Almagro debía hallarse ese día a orillas del pequeño río de Conchalí, donde hay un lugar denominado hasta ahora Ramada o Ramadilla, antiguo asiento de indios. El puerto seco que tuvo que atravesar después de la nevada de tres días está formado por las cuestas de Tilama y de la Palma. El lugar donde pasó la Pascua (la Pascua de Pentecostés cayó ese año el 4 de junio) ha sido algún pueblo de indios situado en el valle de Petorca, cuatro jornadas antes de Lua o La Ligua.

El examen atento de estas fechas, que no había llamado la atención de los historiadores, desvanece por completo el error de los que han dicho y repetido que Almagro pasó las cordilleras de los Andes en el corazón del invierno.

 

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Oviedo, lib. 47, cap. 4.

 

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«Cosa de maravillar parece, dice Oviedo, que desde el Cuzco hasta el estrecho. según dicen, hay ochocientas leguas de camino, [donde] no se halla un árbol que produzca fruta que se pueda comer». Lib. 47, cap. 4. En efecto, toda esta región tan propicia para el cultivo de las plantas europeas, no producía entonces, como hemos dicho en otra parte, más que frutas más o menos insignificantes.