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281

Mariño de Lobera, cap. 14; Herrera, dec. VII, lib. I, cap. 4. Valdivia, queriendo, sin duda, justificar su obstinación en alejarse de la ciudad en tan críticas circunstancias, dice que ésta fue atacada mientras él «hacía fruto donde fue» (carta a Hernando Pizarro, p. 200); pero no explica en qué consistía ese fruto.

 

282

Instrucciones citadas, p. 221.

 

283

En su primera carta a Carlos V y en la que dirigió a Hernando Pizarro, escritas ambas en 1545, Valdivia habla de cuatro muertos. En las Instrucciones citadas, escritas mucho más tarde, no cuenta más que dos.

 

284

Dos almuerzas, dice Valdivia. Los españoles daban este nombre a la porción de áridos que cabe en las dos manos juntas puestas en forma cóncava.

 

285

Hemos dicho que estos indios de servicio eran conocidos con el nombre peruano de yanaconas. Don Alonso de Ercilla, en el preámbulo de su Araucana, explica muy bien el papel de los yanaconas. «Son, dice, indios mozos amigos que sirven a los españoles, andan en su traje y algunos muy bien tratados, que se precian mucho de policía en su vestuario: pelean a las veces en favor de sus amos, y algunos animosamente, especial cuando los españoles dejan los caballos y pelean a pie, porque en las retiradas los suelen dejar en las manos de los enemigos, que los matan cruelísimamente».

 

286

Constan todos estos hechos de la primera carta de Valdivia a Carlos V y de la que dirigió a Hernando Pizarro. Sin embargo, la fecha de la partida de Monroy, sólo consta de la carta escrita al Rey en 1550.

 

287

Mariño de Lobera, Crónica, cap. 18. La caza de aves silvestres, abundantes ahora en el valle de Santiago, y que debían ser mucho más numerosas en esa época, suministró, sin duda, a los españoles una buena parte de su alimentación en aquellos días. Las armas de fuego que usaban, es decir, los pesados arcabuces que se disparaban allegándoles una mecha encendida, no podían tener gran aplicación para la caza y, por otra parte, no es creíble que quisieran consumir en este objetivo las municiones que debían servirles para su defensa contra los indios. Los primeros conquistadores usaron en sus cacerías el halcón de Chile, el falco femoralis de los naturalistas, llamado chilque, por los indios, como se ve en una declaración del proceso de Pedro Sancho de Hoz, publicado en el Proceso de Valdivia. Véase la p. 309 de ese libro. Esa ave tan rápida como rapaz, fue muy usada en Chile para atrapar las perdices y los queltehues, cuya caza era una diversión frecuente en nuestros campos hasta hace pocos años.

 

288

Porción suficiente de renta para sostener las necesidades de la vida.

 

289

Duendes.

 

290

Valdivia, como todos los hombres de la Conquista, estaba persuadido de que los indios, ignorantes de Dios, tenían conocimiento del Diablo de las creencias cristianas. Contra lo que parece desprenderse de este pasaje de la carta de Valdivia, que la voz cupai no es chilena, y no parece probable que la usasen los indios de este país. Cupai es una palabra quechua, que servía para designar el espíritu del mal de la mitología peruana, y que envolvía una idea inmaterial, o como pretenden otros, el dios de la noche y de la oscuridad. Los españoles creyeron ver en esta idea la prueba de que los peruanos tenían conocimiento del Satanás de los cristianos, y tradujeron cupai por demonio. Véase Garcilaso de la Vega, Comentarios reales, parte I, lib. II, cap. 2°; Girard de Rialle, La mytologie comparée, cap. 16, tomo I, p. 268.