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En 1548 Valdivia fue acusado ante La Gasca de este acto de desobediencia al representante legítimo del rey de España. Véase el cargo 56 en el Proceso de Valdivia, p. 40. Valdivia negó rotundamente el hecho, sosteniendo que de Vaca de Castro sólo había recibido una provisión por la cual lo autorizaba para que pudiese nombrar su sucesor en el gobierno de Chile. Sin embargo, la desobediencia de Valdivia es efectiva. Escribiendo en 1545 a Herrando Pizarro, le dice estas palabras: «Envío a vuestra merced el traslado de una carta que escribo al señor gobernador Vaca de Castro, y le respondo, como por ella verá, a ciertas provisiones que me envió con el capitán Monmy para que fuese su teniente: yo respondo: 'Noli me tangere guía Caesaris sum. Aunque no se conoce el texto de esta contestación, las palabras citadas indican perfectamente que Valdivia respondió que no podía aceptar el cargo de teniente gobernador por Vaca de Castro, porque era Gobernador por Carlos V. Por lo demás, Vaca de Castro daba a Valdivia el solo tratamiento de «mi lugarteniente», como puede verse en el despacho que dio al capitán Juan Bautista Pastene para pasar a Chile, documento que hemos publicado en el Proceso de Valdivia, p. 358 y ss.

Por lo que toca a los límites de la gobernación de Valdivia, el gobernador Vaca de Castro tenía también miras muy diversas a las del conquistador de Chile. En 1542, hallándose en el Cuzco, autorizó a tres de sus mejores servidores, Diego de Rojas, Felipe Gutiérrez y Nicolás de Heredia, para que fuesen a descubrir al sur de Chile, expedición que debían ejecutar atravesando la provincia de Tucumán, para llegar a la parte austral del continente. Véase Diego Fernández, Historia del Perú, Sevilla, 1571, parte I, lib. II, cap. 3. La empresa se frustró y los planes de Valdivia no fueron perturbados.

 

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Carta primera de Valdivia a Carlos V; Id. a Hernando Pizarro; Mariño de Lobera, Crónica, cap. 24, ha contado este mismo hecho con algunos pormenores, no todos exactos, como el de suponer que fue Francisco de Aguirre el encargado de castigar a los asesinos de los náufragos. Cuenta que la vista del negro causó en los indios tanta sorpresa que no podían persuadirse de que aquel color fuese natural. Lo lavaron con agua caliente, frotándole la piel con el corazón de las mazorcas de maíz, y acabaron por matarlo despiadadamente sin haber conseguido volverlo blanco.

 

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Son tan vagas las indicaciones cronológicas que hallamos en los documentos sobre estos sucesos, que nos es imposible fijar la fecha exacta de la primera fundación de la ciudad de La Serena. Los cronistas no dan tampoco luz. Dicen unos, 30 de diciembre, otros, Mariño de Lobera, Crónica, cap. 22, 15 de noviembre de 1543, y otros, por fin, simplemente 1544. Es indudable que Valdivia no pudo despachar esta expedición antes de haber recibido el refuerzo de tropas que trajo del Perú Alonso de Monroy, y que sólo llegó a Santiago en diciembre de 1543. Por otra parte, en sesión de 29 de este mes, Juan Bohón fue elegido regidor del cabildo de Santiago, lo que hace suponer que en esa época se hallaba en la ciudad.

En la primera carta de Valdivia a Carlos V y en la dirigida a Hernando Pizarro, escritas ambas en septiembre de 1545, dice expresamente que fundó la ciudad de La Serena en «este verano pasado», lo que quería decir que esa fundación tuvo lugar a fines de 1544 o en los primeros meses del año siguiente. Pero, al mismo tiempo, existe otro documento de septiembre de 1544, el poder dado al capitán Juan Bautista Pastene, en que se da por fundada la ciudad de La Serena. Esta contradicción de fechas parece incomprensible y sólo puede explicarse aceptando que en septiembre de 1544 había salido Bohón de Santiago para fundar aquella ciudad, pero que la fundación no tuvo lugar sino uno o dos meses después. Sin embargo, lo que es fuera de toda duda es que la primera fundación de La Serena tuvo lugar en 1544, y no en el año antes, como se lee en la generalidad de los cronistas.

 

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Instrucciones de Valdivia a sus apoderados, p. 223 del Proceso de Valdivia.

 

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El navío San Pedro había sido construido en Nicaragua. Formó parte de la escuadra de seis naves en que Pedro de Alvarado hizo su expedición al Perú en 1533 y 1534. Fracasada la expedición, Alvarado vendió su escuadra a Almagro por escritura pública de 26 de agosto de 1534 en cien mil pesos de oro. Creo que después de la primera guerra civil de los conquistadores, Pizarro dio ese buque a Juan Bautista Pastene en premio de los servicios que le había prestado.

 

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Las instrucciones dadas por Vaca de Castro a Pastene, que encontré en el Archivo de Indias, fueron publicadas en el Proceso de Valdivia, pp. 385-361. Tienen la fecha de 10 de abril de 1543. Eran tales las dificultades por las que entonces pasaba el gobierno del Perú, que Pastene no pudo salir al mar hasta un año después.

 

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Este Calderón de la Barca causó a Valdivia problemas de distinta naturaleza. Se presentó en Chile diciéndose autorizado por Vaca de Castro para hacer descubrimientos y conquistas en las islas del océano, y en este carácter se daba aires de Almirante y reclamaba ciertos honores y preeminencias, una de las cuales era tener estrado o sitial en la iglesia. Un día, terminada la misa, Juan de Cardeña, escribano del juzgado de gobierno, secretario particular de Valdivia, hombre hábil, pero de carácter ligero y atolondrado, predicó un sermón en que hacía el ridículo de las pretensiones de Calderón de la Barca, que hizo reír a los circunstantes, pero que produjo gran escándalo en la colonia, y que dio lugar a una de las muchas acusaciones que más tarde se hicieron a Valdivia.

La causa inmediata que impulsó a Cardeña a hacer esta burla no fue sólo la vana arrogancia y las pretensiones de Calderón de la Barca. Hemos referido que Valdivia había hecho construir un barquichuelo que servía para mantener las comunicaciones entre Valparaíso y La Serena. El piloto que lo mandaba tomó la fuga llevándose la embarcación. Valdivia y los colonos de Santiago creyeron que ese piloto había sido instigado por Calderón de la Barca para que fuese al Perú a llevar a Vaca de Castro informes contrarios a los gobernantes de Chile. Los documentos que conocemos no explican si esas sospechas eran o no fundadas; y el mismo Valdivia, según parece, no lo supo nunca. Sea lo que se quiera, si ese barquichuelo llegó al Perú, debió hallar que Vaca de Castro había sido removido del gobierno, y que de nuevo ardía allí la guerra civil.

Los fondos que Calderón había empleado en las mercaderías que trajo a Chile, no eran suyos. Los únicos documentos que sobre el particular conocemos no son bastante explícitos a este respecto. Parece que fueron suministrados por Vaca de Castro de los que pertenecían a los herederos de Francisco Pizarro, y que tuvo que responder por ellos en un juicio que poco después se le promovió en España. Este negocio, que echa sombras sobre la honorabilidad de Vaca de Castro, parece justificar las acusaciones de codicia y peculado que le hace Gonzalo Pizarro en su carta a Pedro de Valdivia, varias veces publicada. El lector puede hallarla en las pp. 226-238 del tomo II de la Colección de historiadores de Chile.

Por lo demás, y a pesar de los grandes elogios que el mayor número de los historiadores hace de la rectitud de Vaca de Castro, conviene advertir que no es Gonzalo Pizarro el único que le haya hecho tales acusaciones. Es todavía mucho más severo el cronista Fernández de Oviedo en su Historia jeneral, lib. XLIX, cap. 7.

Véase sobre Calderón de la Barca en el Proceso de Valdivia los cargos 52 y 53, y los números correspondientes en la defensa y en las declaraciones de los testigos.

Según un documento que data de fines del siglo XVII, Calderón de la Barca se estableció en Chile. Alonso de Espejo y Fuica probaba en octubre de 1699 que era su descendiente, y pedía como tal que se le concediera una encomienda de indios.

 

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Carta primera a Carlos V.

 

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La historia de este importante reconocimiento de las costas de Chile consta de los autos completos de la expedición, desde el nombramiento de Pastene hasta la relación final del viaje hecha en forma de escritura pública. En 1550, cuando Valdivia solicitaba de la Corte la ampliación de los límites que La Gasca había asignado a su gobernación, envió a España la copia de estos autos que se conserva en el Archivo de Indias. A fines del siglo pasado sacó don Juan Bautista Muñoz una copia entera de ellos para utilizarlos en la historia del Nuevo Mundo que estaba preparando. Don Claudio Gay los copió de la colección de manuscritos de Muñoz, y los insertó íntegros en el tomo I de documentos que acompañan su historia. Esta impresión adolece de algunos pequeños errores tipográficos o de copia, que han sido reproducidos en las reimpresiones posteriores.

Los expedicionarios, de vuelta de este viaje, contaban que habían visto las tierras del poderoso cacique Leochengo o Lechengol, señor de la región vecina al río Ribimbi (Biobío), de que se hablaba ya en los primeros documentos de la conquista. La imaginación inventiva de los españoles creó la existencia de una especie de imperio, con templos servidos por millares de sacerdotes, y cuyo soberano llamado Leuchengolma, tenía ejércitos de centenares de miles de guerreros. Más al sur todavía se hallaba, decían, un país maravilloso en que sólo vivían mujeres. Estas invenciones tuvieron por algunos años gran circulación en el Perú. Véase la Historia del descubrimiento i conquista del Perú por Agustín de Zárate, Amberes, 1555, lib. III, cap. 2 y López de Gómara, Historia jeneral de las Indias, Zaragoza, 1552, cap. 143.

 

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En el Proceso de Valdivia hallará el lector algunas noticias sobre estos hechos, tanto en la acusación como en las declaraciones de los testigos. En su primera carta a Carlos V, como en la que dirigió a Hernando Pizarro,   —212→   ambas en 1545, dice Valdivia que el dinero recogido en esta ocasión, ascendía a 23.000 pesos de oro. Cinco años más tarde, queriendo reagravar la infidelidad de su emisario, Valdivia decía en otra carta a Carlos V, y en las Instrucciones citadas, que en esta ocasión envió al Perú más de sesenta mil castellanos de oro.