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Esas dos cartas se conservan inéditas en el Archivo de Indias, junto con otras de particulares que son más crudas aún en sus acusaciones. Luis de Toledo, antiguo soldado de la Conquista, escribía al Rey lo que sigue, desde Concepción, a 30 de octubre de 1571. «Después que vino a este vuestro reino a le gobernar el doctor Bravo de Saravia, todos vuestros vasallos que en él hay tienen más envidia a los muertos que en las batallas han muerto que no a ser vivos, porque están los pueblos despoblados y la casa fuerte de Arauco por consiguiente. No pone remedio en asentar este reino por la mucha edad que tiene y ser tan mísero que a ninguno de los vasallos que lo merezca le hace merced. Los corregimientos los provee con 1.000 pesos de salario de vuestra real hacienda a mozos de muy poca edad, deudos y parientes de vuestros oidores, que al tomarles residencia no hay quien ose poner cargo por no los enojar. Ha habido en este reino muchos delitos atroces, y pasan sin castigo. El poco fruto de la tierra se reparte entre la Audiencia y corregidores. Vuestros vasallos que hacían la guerra, no les dan nada, sino que andan desnudos y rotos. El reino está perdido». Juan López de Pérez escribe al Rey desde Valdivia, en 21 de diciembre de 1573, para formular contra Saravia los mismos cargos con una crudeza muy semejante.

 

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Siete de estas reales cédulas están transcritas en los libros de acuerdos del cabildo de Santiago, en el acta del recibimiento de Rodrigo de Quiroga. Don Miguel Luis Amunátegui las ha publicado íntegras y con toda escrupulosidad en el cap. 4 del tomo II de su Cuestión de límites entre Chile i la República Arjentina. En esta publicación, se han deslizado dos pequeños errores tipográficos. Se llama Álvaro Ruiz de Navarrete al secretario del virrey del Perú que autoriza las copias de algunos de esos documentos. Su verdadero nombre era Álvaro Ruiz de Navamuel. La provisión del Virrey con que acompaña esas reales cédulas, fue firmada en la ciudad de la Plata (Charcas); y este nombre está omitido en el documento.

 

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Estas cartas o instrucciones del virrey Toledo, conservadas en copia en el Archivo de Indias, tienen fechas de marzo de 1574, y son dadas en la ciudad de Charcas.

 

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Provisión del virrey Toledo dada en Charcas en 5 de mayo de 1574, conservada original en la Biblioteca Nacional de Madrid, a fojas 175 y siguientes del tomo rotulado J 53. El cronista Góngora Marmolejo, con la puntualidad casi constante de su relación, ha referido estos mismos hechos en el capítulo final de su importante Historia de Chile.

 

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Bravo de Saravia regresó pronto a España, y murió muy poco tiempo después en Soria, donde estaba establecida la casa de sus mayores. Fue sepultado en el coro de la iglesia mayor de la ciudad, donde tenía sepulcro propio. Véase el Padre Alonso de Ovalle, Histórica relación del reino de Chile, Roma, 1664, lib. V, cap. 24.

 

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La persistencia con que los contemporáneos hablan de la codicia del gobernador Bravo de Saravia, deja comprender que esta acusación debía tener fundamento. En las páginas anteriores hemos citado otros testimonios; y aquí debemos agregar que el obispo de la Imperial en sus cartas a Felipe II le hace el mismo cargo. En dos de ellas, de 14 y 17 de diciembre de 1573, le refiere que habiendo muerto la viuda de Francisco de Villagrán, el doctor Bravo de Saravia había cedido el repartimiento que quedaba vacante a su propio hijo Ramiro Yáñez de Saravia, con perjuicio de un hijo natural de Villagrán llamado Álvaro. Véase sobre este incidente, Errázuriz, Los oríjenes de la iglesia chilena, cap. 15, § III. Debemos advertir que según se desprende de otros documentos, la concesión acordada por el Gobernador a su hijo quedó sin efecto. Al menos en ese mismo tiempo, la Audiencia acordaba que los productos de ese repartimiento sirvieran para pagar sus sueldos a los jefes del ejército.

En su correspondencia con Felipe II, Bravo de Saravia se lamenta de la escasez de su suelo. «No quiero quejarme del poco salario, expone en una ocasión, ni decir lo mucho que me cuesta la salida de mi casa, porque esto creo que lo harán las personas a quien allí (Lima) quedé a deber dineros, pues del salario no les puedo pagar pero ni sustentarme». Carta citada de 26 de diciembre de 1568.

 

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El uso de los anteojos estaba muy poco generalizado en el siglo XVI, sin duda, por el alto precio que debían tener estos instrumentos. El cronista ignoraba que la presbicia, cansancio de la vista natural a los ancianos, permite ver bien a cierta distancia, y exige anteojos para ver de cerca. Bravo de Saravia era indudablemente présbita.

 

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Góngora Marmolejo, cap. 88.

 

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Desde este punto de vista, es curiosa sobre todo una carta dirigida a Felipe II por el capitán Juan de Matienzo, desde Valdivia en 1 de noviembre de 1573, que existe original en el Archivo de Indias. Describe allí este espíritu de especulación que se había introducido en la administración empleando tan fuerte colorido que casi estamos tentados a creer que exagera los males que denuncia.

 

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Góngora Marmolejo, cap. 87; Mariño de Lobera, lib. II, cap. 38. Información de servicios de Torres de Vera.