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531

Practicábase esta operación con un machete afilado o con una especie de formón al cual se golpeaba con un martillo, haciendo que el indio pusiese el pie en un madero firme. Para evitar la hemorragia consiguiente a esta cruel y ruda amputación, se obligaba al indio a meter el pie en un caldero de sebo hirviendo, y así se contenía la sangre por cauterización. El maestre de campo Alonzo González de Nájera, que escribía a principios del siglo siguiente su Desengaño de la guerra de Chile, debió ver practicar muchas veces esta operación, y la describe prolijamente admirando el estoicismo con que la soportaban los indios, sin lanzar un quejido y sin fruncir siquiera el ceño. Véase el libro citado, p. 467.

 

532

Carta citada de Rodrigo de Quiroga de 2 de enero de 1577. El halagüeño prospecto que presentaba Quiroga del resultado de su plan, estaba destinado a asegurarle la aprobación del soberano.

 

533

Carta de Quiroga a Felipe II, de 26 de enero de 1578. Carta de Bernal de Mercado al virrey del Perú de 15 de junio de 1579.

 

534

Véase, parte III, cap. 1, p. 247.

 

535

Carta citada de Rodrigo de Quiroga a Felipe II. No es posible fijar con certidumbre el lugar en donde hizo Quiroga instruir este proceso. En la carta original, yo he leído Reinohuelén, pero no he quedado satisfecho de esta interpretación desde que no puedo aplicar el nombre que he traducido letra por letra en el manuscrito, a ninguna localidad conocida. Se sabe, además, que los españoles estropeaban desapiadadamente en la escritura los nombres indígenas; y que en muchas ocasiones es imposible reconocer los lugares de que se trata, a lo que, además, ha debido contribuir el cambio posterior de denominaciones. Por lo que se deja entender en la carta de Quiroga, Reinohuelén debía estar situado al sur del río Itata, cerca de donde este río se junta con el Ñuble.

 

536

Así dice Quiroga en su carta citada. Bernal de Mercado en su carta al virrey del Perú dice sólo cuatrocientos veinte.

 

537

Carta de Quiroga a Felipe II, de 26 de enero de 1578. Esta traslación de indios, que favorecía los intereses de los encomenderos del norte, puesto que les proporcionaba trabajadores para sus minas, fue muy combatida por los españoles a quienes se habían concedido repartimientos en la región del sur, por más que estos repartimientos no redituaran nada a causa del estado de guerra. Pensaban ellos que el despoblamiento de esa región iba a hacerla improductiva cuando fuese definitivamente pacificada, lo que ilusamente creían muy próximo. Doña Marina Ortiz de Gaete, la viuda del conquistador Pedro de Valdivia, que había heredado de éste los derechos sobre el territorio que habitaban los indios apresados en esa ocasión, promovió un litigio sobre el particular a Rodrigo de Quiroga, y el licenciado Calderón, en su carácter de teniente de gobernador o justicia mayor del reino, admitió la demanda y comenzó a tramitar el proceso. Como Quiroga desconociese su autoridad para inmiscuirse en estos negocios, el licenciado Calderón sostuvo que sus atribuciones como conferidas por el Rey eran independientes de las del Gobernador, y su jurisdicción en su esfera especial, tan absoluta como la de éste. Esta competencia muy agitada y ruidosa, agrió extraordinariamente los ánimos de los dos contendores.

 

538

Carta citada de Rodrigo de Quiroga; carta de Quiroga al virrey del Perú de 26 de enero de 1578; Mariño de Lobera, Crónica, parte III, cap. 8.

 

539

Según se desprende de los documentos, dábase el nombre de coyuncos, o coyunchos, a los indios que poblaban el valle central al norte de Angol.

 

540

Carta de Quiroga a Felipe II, de 26 de enero de 1578. Carta del mismo al virrey del Perú de la misma fecha. Mariño de Lobera que ha referido el mismo hecho con algunos otros incidentes en el cap. 10, lib. III, de su crónica, dice que Fuentes había sido muy bien tratado por los indios durante su cautiverio, y refiere que no era el único español que hubiera corrido igual suerte. «Fue el primero, agrega, Antonio de Rebolledo, que estuvo dos años preso en la isla de la Mocha, y Juan Sánchez, que había sido preso en una de las batallas del gobernador Valdivia, y don Alonso Mariño de Lobera (hijo del propio cronista que lo refiere), que estuvo cinco días preso entre los adversarios, con tres heridas peligrosas, y fue libre de las prisiones por la buena diligencia de su padre, don Pedro Mariño de Lobera, que, con el amor paternal, se atrevió a sacarle con sólo nueve de a caballo y catorce arcabuceros que llevaba el capitán Lamero, los cuales dieron a los indios batalla campal, y libertaron al capitán con otro compañero suyo, hijo del capitán Rodrigo de Sande». Conviene advertir que el cautiverio de estos dos últimos tuvo lugar en 1580.