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Drake y sus compañeros anunciaron claramente sus descubrimientos, revelando que al sur del estrecho de Magallanes no existía, como se había creído, un continente austral sino archipiélagos de islas, más allá de los cuales se extendía el mar libre y abierto. Pero estos informes no fueron creídos, y en los mapas siguió trazándose por muchos años más aquel continente. El Padre José de Acosta, que publicaba en 1590 su célebre Historia natural i moral de las Indias, manifiesta que conocía los informes y noticias suministradas por Drake, pero creía que «la verdad no estaba averiguada». Véase el lib. III, cap. 11.

 

552

Felipe II, por recomendación de Juan López de Velasco, cronista de Indias cosmógrafo del Rey, había mandado que en las colonias de América se observara este eclipse con arreglo a las instrucciones que se les enviaba. Sin embargo, según dice Quiroga al Rey en una carta de 12 de enero de 1579, la instrucción llegó a Chile después que había tenido lugar el eclipse. Habiéndose anunciado que tendría lugar otro eclipse de luna en junio de 1582, se encargó su observación a Pedro Cuadrado Chavino, que residía en Chile desde 1560, y que según comunicaba al Rey había escrito una descripción de la ciudad de Valdivia, donde estaba establecido. Su correspondencia deja ver que debía poseer una escasísima ilustración.

 

553

La nave de Drake tenía el nombre de Pelican al salir de Inglaterra. En el estrecho le dio el de Golden Hind, con que es tan famosa.

 

554

En el libro titulado The world encompassed by sir Francis Drake, London, 1628, que es la relación más copiosa en noticias acerca de esta expedición, se dice que los españoles llamaban Mucho esa isla, «a causa de su grande extensión y circuito». Casi todos los nombres geográficos americanos que aparecen en ese libro están bárbaramente estropeados.

 

555

Carta de Quiroga a Felipe II, de 12 de enero de 1579.

 

556

La fecha exacta de la aparición de Drake en el puerto de Valparaíso, 5 de diciembre de 1578, está dada con toda precisión por Rodrigo de Quiroga en su carta inédita a Felipe II, de 12 de enero de 1579, y está confirmada por la relación de Francisco Fletcher, el capellán de la nave de Drake. Sin embargo, corre publicada una carta del virrey del Perú don Francisco de Toledo al gobernador del Río de la Plata, escrita en 1579, sin expresarse otra fecha, en que, por equivocación, se dice que la entrada a Valparaíso del capitán inglés tuvo lugar el 4 de diciembre.

 

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Hernando Lamero de Gallegos Andrade había hecho con el adelantado Álvaro de Mendaña en 1567 la célebre expedición naval que dio por resultado el descubrimiento de las islas de Salomón. Consta este hecho de un título de tierras en el valle de Longotoma que en 1591 le dio don Alonso de Sotomayor, en premio de los servicios que prestó posteriormente en Chile y de que tendremos que hablar más adelante. Según ese título, Lamero perdió en Valparaíso un buque y más de ocho mil pesos de oro que tenía a bordo y que fueron tomados por el corsario inglés.

 

558

Carta citada de Rodrigo de Quiroga al Rey, de 12 de enero de 1579.

 

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Las antiguas relaciones inglesas dicen que de La Serena salieron trescientos hombres de a pie y de a caballo para rechazar a los invasores. Seguramente los vecinos de esa ciudad no habrían podido reunir treinta hombres en estado de cargar las armas; pero aun así su superioridad numérica sobre los ingleses era incontestable.

En esas antiguas relaciones es muy curiosa la forma que se daba en la escritura a algunos de los nombres geográficos. Así, hallamos allí Volpariza por Valparaíso, Cyppo por Coquimbo, Marmorena por Morro Moreno, etc. Sin embargo, es indudable que Drake tenía en su nave alguna persona que entendía el español, y que le servía de intérprete cuando era preciso tratar con alguna gente de tierra.

 

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No entra en los límites de nuestro libro el contar toda la famosa expedición de Drake alrededor del mundo; y por eso hemos consagrado estas páginas sólo a lo que tiene relación con la historia particular de Chile. Si hubiéramos de indicar aquí las fuentes históricas que pueden consultarse para estudiar este solo viaje del célebre navegante, tendríamos que hacer una extensa nota bibliográfica; y por eso vamos sólo a recordar las principales, que son las que hemos tenido a la vista al escribir este capítulo. 1º The famous voyage of sir Francis Drake into the South sea, London, 1600, escrito por Fr. Pretty, traducido al latín en la colección de Bry y al francés por Lonvencout, Paris, 1613 y 1641. Esta traducción está reimpresa, pero abreviada, en el IV tomo, pp. 83-113 de los Voyageurs anciens et modernes de Charton, Paris, 1857. 2º Sir Francis Drake revived, London, 1653, relación sumaria de los cuatro viajes del célebre marino, formada sobre sus propias notas y las de algunos de sus compañeros. 3º The world encompassed by Sir Francis Drake (El mundo medido al compás, por sir Francisco Drake), London, 1628, relación la más completa del viaje alrededor del mundo, 1577-1580, formada principalmente sobre las notas del capellán de la expedición, y varias veces reimpresa. 4º Numerosas vidas de Drake, las más importantes de las cuales son por diversos motivos la del doctor Samuel Johnson, publicada en el tomo XII de sus obras completas, edic. 1792; la de Roberto Southey en el III de sus British Naval Commanders, London, 1833 y, sobre todo, la de John Barrow, la más extensa, la más completa y la mejor estudiada de todas, publicada en Londres en 1843, en 2 vols., y de que existe una buena abreviación hecha en 1861. 5º James Burney, History of the discoveries in the South Sea, London, 1803, vol. I, cap. 19, obra capital a que tendremos que acudir en busca de informes sobre muchos otros viajes. 6º Thomas Leliard, Histoire naval d'Angleterre, traducción anónima (de De Puisieux), Lyon, 1751, part. I, chap. 9, pp. 363-385. Además de estas obras, existían impresos o inéditos algunos documentos de importancia capital y, entre ellos, los diarios de algunos de los navegantes. La sociedad de Hakluyt de Londres ha publicado la mayor parte de esos documentos en uno de los volúmenes de su importante colección, que está consagrado a los viajes de Drake. Pero pueden hallarse, además, noticias suficientemente estudiadas y expuestas con método y claridad, en las diversas historias de la marina inglesa y de los viajes y exploraciones, si bien en algunas de ellas no escasean los errores de detalle, como el de suponer que la Mocha es un puerto del Perú, y que Drake recorrió las costas de Chile en el mes de febrero, errores consignados por sir William Monson, célebre almirante inglés, contemporáneo de Drake, que dejó escritos algunos tratados sobre la historia naval de Inglaterra, publicados en el vol. III de la famosa colección de viajes de Churchill.

En la literatura española, Drake por sus expediciones posteriores, dio origen al informe poema de Lope de Vega titulado La Dragontea, y se conquistó un nombre terrible que ha sido maldecido en prosa y verso, atribuyéndole un carácter feroz e intratable y presentándolo como un aborto del infierno. Forma contraste con estas apreciaciones un retrato de Drake que nos ha dejado el cronista Francisco Caro de Torres en su Relación de los servicios de don Alonso de Sotomayor, Madrid, 1620, § XII. Dice así: «Fue (Drake) uno de los señalados hombres que ha habido en el mundo de su profesión, pues, después de Magallanes fue el segundo que le rodeó; y teniendo tanta dicha, era muy cortés y discreto con los rendidos y muy afable como contaba el capitán Ojeda y don Francisco de Zárate, al cual encontró en el mar del Sur que iba desde la Nueva España al Perú, y le regaló mucho, comunicando con él cosas de importancia y le volvió toda la hacienda que llevaba, su plata y criados y una esclava y el navío, con gran humanidad y cortesía, virtud que no puede dejar de ser loada aunque sea en enemigos».

En general, las historias españolas que han referido las correrías de Drake en el Pacífico, son mucho más sumarias que los libros ingleses que dejamos citados, y algunas de ellas contienen errores de magnitud que son verdaderamente inconcebibles. Argensola, en su Historia de la conquista de las Molucas, destina a este famoso viaje de Drake alrededor del mundo sólo cuatro páginas (105-108) de escasísima importancia y Antonio de Herrera en su Historia jeneral del reinado de Felipe II, sólo el cap. 13 del lib. V, part. II. Aunque en los archivos españoles abundan los documentos concernientes a las diversas expediciones de Drake, no he hallado sobre las correrías de éste en las costas de Chile, más que las noticias que contienen las cartas del gobernador Rodrigo de Quiroga a Felipe II y al virrey del Perú.

El resto de la campaña de Drake hasta su regreso a Plymouth en septiembre de 1580, después de dar una vuelta al mundo, fue una serie de las más interesantes y provechosas aventuras en que no encontró en ninguna parte la resistencia que habría debido hallar en las colonias del poderoso rey de España. Aun, podría decirse que sólo los indios de la isla de la Mocha y los vecinos de La Serena, supieron batirse con los ingleses, y que ellos los rechazaron con resolución y buen éxito. Por lo que toca a los beneficios que esta expedición produjo a los empresarios que la habían costeado, nos limitaremos a reproducir la citación que el más prolijo de los biógrafos de Drake, John Barrow, toma de un libro antiguo y poco conocido, titulado The merchant's mappe of commerce por Sewes Roberts, e impreso en 1638. «Este viaje, dice Roberts, produjo a Drake, a los mercaderes de Londres, sus socios en la empresa, y a los aventureros que lo acompañaron, según una cuenta formada a la vuelta, después de hechos todos los pagos y descargos, la cual cuenta yo vi suscrita por su propia mano, 47 libras esterlinas por cada libra, de tal suerte que los que aventuraron con él 100 libras obtuvieron 4.700, lo que dará idea del beneficio obtenido, aunque acompañado de sinsabores, dilaciones y peligros».

En septiembre de 1580, cuando Drake estuvo de vuelta en Inglaterra, el embajador de España don Bernardino de Mendoza entabló las más premiosas reclamaciones diplomáticas contra una expedición que por más de un título merecía el calificativo de pirática. En la imposibilidad de hacer entrar en esta nota amplias informaciones sobre el particular, nos limitaremos a copiar las líneas que siguen de uno de los más eminentes historiadores ingleses:

«Aquella atrevida y afortunada empresa hizo célebre en Europa el nombre de Drake; mas con todo eso, los que temían el resentimiento de los españoles procuraron persuadir a Isabel que desaprobase su conducta, le castigase y le hiciese devolver sus presas; pero la Reina, admirada de su valor y seducida con la idea de repartir el botín, no quiso sacrificar a aquel valiente, y antes bien le nombró caballero y aceptó una función que él le dio en Deptford, a bordo del mismo buque en que había hecho tan memorable viaje. Cuando Mendoza, embajador de España, se quejó de las piraterías de Drake, le respondió Isabel que supuesto que los españoles se arrogaban el derecho de dominar en todo el nuevo mundo con exclusión de las demás naciones de Europa, prohibiéndoles que llevasen a aquellos mares sus buques, ni aun para hacer el comercio legítimo, era muy natural que ellas buscasen el modo de proporcionárselo por medios violentos. Sin embargo, para apaciguar el resentimiento de Felipe, mandó que se devolviese una parte del botín a Pedro Sibara, español, que se decía agente de los comerciantes a quien había despojado Drake. Supo luego Isabel que el rey de España se había apoderado de aquellas sumas, y empleádolas en parte contra ella misma en Irlanda, y lo restante en pagar las tropas del príncipe de Parma, y desde entonces se decidió a no hacer ninguna restitución». David Hume, Historia de Inglaterra, traducción castellana de don E. de Ochoa, Barcelona, 1843, cap. 41, tomo III, p. 245. Se hallarán más amplias noticias acerca de estas negociaciones en De Thou, Histoire universelle, lib. LXXI, tomo V, p. 777.

La reina Isabel no podía desconocer cuán irregular era la expedición de Drake, emprendida en plena paz para saquear las colonias de España que vivían ajenas a todo peligro de esta naturaleza. Pero ella reprochaba a Felipe II otros atentados que importaban la violación disimulada del estado de paz; y entre ellos la protección secreta prestada a la rebelión de la Irlanda.