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1

En 1712, en la provincia de Esmeraldas había cuatro pueblos, cada uno con su ura propio, que era un religioso de la Merced; los pueblos eran San Pedro de Atenas, San Mateo de Esmeraldas, el Espíritu Santo de Cayapas y el pueblo de Lachas. El estipendio de estos curas lo pagaba la Real Hacienda, a razón de 183 patacones, 6 reales, un medio y tres maravedises por año a cada religioso. (Documentos de la Tesorería Nacional, Libro de gastos correspondiente al año de 1712). El patacón equivalía a un sucre de nuestra moneda actual. (N. del A.)

 

2

Groot, Historia eclesiástica y civil de Nueva Granada (Capítulo 24.º, Tomo segundo, Nueva edición). Cédula real dirigida al Cabildo secular de Quito: Segovia, 27 de mayo de 1717; cédula real fechada en el Pardo, el primero de julio de 1717. (Documentos del Archivo de la Municipalidad de Quito: Colección de reales cédulas, 1578-1748). Cedulario de la Corte Suprema de Justicia, Volumen 5.º, 1700-1720. (N. del A.)

 

3

Actas del Cabildo eclesiástico de Quito, Volumen de 1710 a 1726. (Archivo del Cabildo Metropolitano de Quito). Existen las actas originales de la deposición del vicario Zumárraga: una copia auténtica del nombramiento de Vicarios, hecho en Lima por el obispo Ladrón de Guevara, y todas las demás piezas en las que se apoya la narración de los sucesos eclesiásticos de este período de nuestra historia. (N. del A.)

 

4

Odriozola, Colección de documentos literarios del Perú (Tomo cuarto, Relación de los Obispos de Quito por un autor anónimo).

Azcaray, Serie cronológica de los Obispos de Quito. (N. del A.)

 

5

No hemos podido descubrir si el doctor Herrera y Cevallos fue natural de Quito; lo que nos parece indudable es que fue ecuatoriano. En aquel tiempo la parroquia de Guápulo tenía cuarenta familias de indios en su feligresía. El cura Cevallos quiso realizar el propósito de establecer el Oratorio de San Felipe, y entre los bienes que había aparejado con aquel objeto figuraba una buena librería. La iglesia fue enriquecida con reliquias, y una de ellas era un pedacito del cráneo de Santa Rosa, que el mismo cura trajo de Lima. El año de 1676, con licencia del obispo Montenegro, salió el cura a peregrinar pidiendo limosna; en Quito reunió más de tres mil pesos, y la obra del templo se principió con fondos de la cofradía de la misma parroquia; los síndicos de ésta fueron opuestos a la fundación de la Congregación de San Felipe, y la contradijeron en Madrid, constituyendo, al efecto, allá un apoderado.

La congregación debía constar de doce sacerdotes, uno de los cuales sería el cura de la parroquia; el prepósito lo nombraba el Obispo.

Cartas y expedientes del Obispo de Quito. De 1666-1726 (Secretaría del Perú, Eclesiástico, Audiencia de Quito). Son tres legajos, entre los documentos del Archivo de Indias en Sevilla.

Memoriales, nominaciones y propuestas de obispados, y otras piezas eclesiásticas de Quito. En el mismo archivo.

Expediente sobre la imposición de capitales de capellanías para el santuario de Guápulo. 1697 (Archivo de la Notaría eclesiástica en la Curia Metropolitana).

El Breve del papa Alejandro octavo para la fundación del Oratorio de San Felipe Neri en Guápulo fue expedido el 19 de junio de 1690; la cédula del Rey, por la cual se resolvió este punto, fue despachada en Buen Retiro, el 25 de septiembre de 1715. En virtud de esta cédula podían los clérigos reunirse en congregación; pero el curato con todo lo perteneciente a él se les negó absolutamente. Los bienes de la futura congregación se perdieron ya desde los últimos años de la vida del mismo cura Herrera, y no quedó más que el templo, el cual se conserva todavía. (En el archivo de la misma Notaría eclesiástica hay algunos otros documentos relativos a este asunto). (N. del A.)

 

6

García, Historia bethlehemítica (Libro tercero, Capítulo XVI.º y XVII.º). La Orden de las betlemitas fue fundada, en la antigua ciudad de Guatemala, por el venerable Pedro de Betancur, natural de Chasna en Tenerife, la mayor de las Canarias; nació en 1626 y murió de edad de 48 años. Las constituciones fueron aprobadas por Clemente décimo en 1674.

Respecto de la venida de los betlemitas a Quito, nos apoyamos en documentos oficiales contemporáneos. Cartas y expedientes del Presidente y de los Oidores de Quito: 1724-1726. Secretaría del Perú, Secular, Audiencia de Quito, 1727-1732. En el Archivo de Indias en Sevilla. (Informes y cartas del Cabildo secular de Quito, Archivo de la Municipalidad de Quito. Contiene este Libro las copias de las cartas e informes del Cabildo desde 1678 hasta 1712). (N. del A.)

 

7

Autos obrados sobre varias ceremonias que se practican en esta santa iglesia Catedral, cuando en las fiestas de tabla concurren el Tribunal de la Real Audiencia y el Ilustrísimo Señor Obispo. Año de 1722 (Archivo de la Notaría eclesiástica en la Curia metropolitana).

La paz acostumbraba darla el subdiácono solamente a los virreyes, como una distinción señalada por la eminencia de su dignidad; a los presidentes de las Audiencias se la daba un sacerdote, por lo regular el sacristán mayor. (N. del A.)

 

8

Por un auto de visita prohibió el Obispo a los escribanos que autorizaran testamento alguno, si el testador no dejaba una manda para misas en sufragio de su alma; la prohibición fue bajo pena de excomunión ipso facto incurrenda.

Había una costumbre curiosa en los tribunales eclesiásticos, y era la de que los mismos clérigos hacían como de alguaciles para prender a los castigados por los vicarios, y esto dio origen a graves desacatos contra el estado sacerdotal y a no pocos escándalos. (Actas del Cabildo secular de Quito. Año de 1721. Sesiones de los días 3 de febrero y 27 de agosto). (N. del A.)

 

9

Expediente sobre las constituciones del colegio seminario de San Luis y revoluciones de los colegiales. 1725-1729 (Inéditos en el Archivo de Indias en Sevilla). Cedulario eclesiástico, Volumen 2.º (Archivo del palacio arzobispal).

El Rey mandó que los colegiales autores del motín fueran expulsados del colegio y desterrados de la ciudad por un año.

Los seminaristas sostenidos con las rentas eclesiásticas de la diócesis eran solamente veinticuatro; en tiempo del obispo Guevara se aumentaron seis becas más, con lo cual llegaron a treinta. Estos colegiales acudían a la Catedral para desempeñar los oficios de acólitos en la Misa conventual; y, a este fin, turnaban por semanas, yendo seis en cada semana. (Véase el Cedulario de la Curia eclesiástica, Volumen de 1625 a 1757).

Antes de esta cuestión por el seminario, tuvieron los jesuitas otra con el Cabildo eclesiástico y los obispos Montenegro y Figueroa, a causa del palacio episcopal. La primera casa en que habitaron los obispos Peña, Solís y Ribera, ocupaba parte del área de nuestra iglesia Catedral, al extremo oriental de ella, en la calle que ahora llamamos del Correo; después sirvió de palacio episcopal una casa grande, situada en los solares, donde al presente está edificado el colegio nacional de San Gabriel. En esa casa vivieron los obispos Ugarte, Santillán, Sotomayor, Oviedo y Ugarte Saravia; en la sede vacante por muerte de este último, vendieron los canónigos a los jesuitas la casa episcopal, recibiendo en cambio otra, en la esquina de la plaza mayor, frente a la iglesia Catedral. Ese lado de la plaza fue en su origen de dos solos dueños: la parte superior perteneció al conquistador don Francisco Pizarro; la inferior, es decir la oriental, fue adjudicada al tesorero don Rodrigo Núñez de Bonilla, a uno de cuyos descendientes la compró el obispo don Agustín de Ugarte y Saravia, con el propósito de edificar ahí el convento de carmelitas descalzas, que había resuelto fundar en esta ciudad. A los albaceas del Obispo compraron los jesuitas la casa, con los solares, e hicieron la permuta con los canónigos; esa misma casa estuvo en poder de los jesuitas, bajo promesa de venta, unos sesenta años antes.

El obispo Montenegro entabló pleito, alegando de nulidad, por haberse hecho la venta por el Cabildo en sede vacante; y el litigio duró muchos años, hasta casi los últimos de la vida del señor Figueroa, sucesor del señor Montenegro. Medidos por un perito los dos edificios, se probó que la casa vendida por los canónigos tenía 75 varas castellanas de frente, y 43 varas tres cuartas de ancho; el palacio episcopal tenía: de frente, por el lado de la plaza, 51 varas, dos tercias; por la calle de la Platería, cien varas; y por el lado paralelo a la plaza, 72 varas y media. Constan estas medidas del expediente seguido por los jesuitas ante la Real Audiencia, el año de 1690; pero es de advertir que los mismos jesuitas cedieron unas cuantas varas del lado de la calle Angosta, para ensancharla y dar hermosura a la ciudad. La calle llamada Angosta es la que ahora lleva el nombre de la Artillería. Los documentos relativos a esta asunto (el cual es de curiosidad más bien que de importancia histórica) se hallan en la Curia eclesiástica, y en los Archivos del Cabildo metropolitano, de la Corte Suprema y del convento de carmelitas descalzas de la antigua fundación. (N. del A.)

 

10

En el Archivo del monasterio de la Concepción y en el del convento de Santa Clara se hallan copias legalizadas del auto sobre clausura, expedido por el obispo Romero, el 10 de febrero de 1720. (Entre los documentos inéditos del Archivo de Indias en Sevilla, se encuentran las comunicaciones en que el Obispo dio cuenta de este asunto al Consejo de Indias). (N. del A.)

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