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ArribaAbajoPrimera parte.


ArribaAbajo- I -

Idea de las principales instituciones hoy existentes en la sociedad humana.



ArribaAbajo- 10 -

Consideremos lo que va hoy realiza nuestra humanidad en esferas e instituciones particulares de su vida; cuál es el fin y la forma propia de obrar de estas instituciones, cuál es el carácter y el nudo social en que se fundan, qué es lo que cumple efectivamente cada una en su género; y entonces podremos estimar acertadamente, si las formas hoy constituidas y activas de la sociedad abrazan de todos lados y por igual nuestra naturaleza, o si queda por fundar alguna nueva esfera social, muchas quizá todavía.




ArribaAbajo- 11 -

Familias, amistades, círculos libres sociales, las superiores sociedades de naciones, pueblos y pueblos unidos; el Estado, la Iglesia, la sociedad para la Ciencia y el Arte llenan hasta hoy la sociabilidad activa humana. Las restantes esferas sociales pertenecen a alguna de las nombradas. Entre todas ocupa el primer lugar la familia, de cuyo seno proceden las demás.




ArribaAbajo- 12 -

La familia.-Su carácter.


La familia en las multiplicadas relaciones que abraza, nace en el amor, es conservada, continuada por el amor. El amor que reúne los miembros de la familia es personal; se funda sobre toda la individualidad corporal y espiritual de los consortes; nos hace amado el hombre todo, como este tal e individual hombre. Por esto engendra el amor doméstico una unión permanente en el pensar, en el sentir y en el obrar, en la vida toda, para el común destino en bien y goce, como en desgracia y dolor. Hermanando la oposición primera y la más interior de nuestra naturaleza, la del sexo, viven unidos varón y mujer como un hombre superior para el cumplimiento solidario de todos los fines humanos.




ArribaAbajo- 13 -

El amor de marido y mujer es el sol de la vida doméstica; de él nace, como de fuente viva, el amor paternal y filial, permanente y total como el de los esposos. Esta intimidad primera funda también el amor y la justa relación de los jefes de la familia con los domésticos. En la sucesión de las familias renacen sin interrupción las generaciones humanas; en la intimidad del comercio doméstico recibe cada hombre y desarrolla su primera inocente vida y su primera educación en cuerpo y en espíritu. La familia es un reino cerrado, absoluto y suficiente para sus fines, es el primer hombre entre el individuo y la humanidad. La familia tiene su propia ley de vida, sus propias costumbres, su propio derecho interno; puede y debe representar una individualidad peculiar, en religión, en arte, en costumbres domésticas y en vida exterior.

Entre todas las sociedades humanas es la familia la original, la anterior en el tiempo y la más íntima. Con la familia principia la historia humana, de ella se alimenta, mediante ella se continúa hoy, y con ella acabará en el ocaso de su vida terrena. De su misteriosa intimidad proceden los miembros de las restantes sociedades; en su seno son preparados estos miembros para toda ulterior obra y función histórica. El carácter que el hombre recibió en su familia puede, es verdad, en el trato posterior mejorarlo o modificarlo, pero no perderlo enteramente.




ArribaAbajo- 14 -

Las naciones.-Los pueblos.


Un sistema de familias forma naturalmente una raza o nación; un sistema de razas forma un pueblo; estas grandes familias fundan su unidad interior en semejante vínculo que el de la familia primitiva, esto es, en amor, amor patrio, amor nacional (patriotismo), que las reúne con vínculo tan permanente e indisoluble, tan personal y entero, como el amor doméstico reúne a los individuos de la familia.




ArribaAbajo- 15 -

La amistad.


Los círculos de las familias se abren unos a otros y se comunican para reunir de nuevo a sus miembros, mediante la amistad, o la sociedad de amigos que junta a los hombres con lazo permanente por medio del amor y de la recíproca estima. No en vano despierta y fortifica el amor del padre y de los hermanos los sentimientos generosos; el hombre educado en la intimidad doméstica siente en su pecho el noble deseo de una nueva unión con corazones simpáticos. No basta la ciencia, ni el arte, ni ninguna particular prenda, para fundar entre los hombres el delicado vínculo de la amistad; ésta nace sólo en el acuerdo del ánimo y del sentimiento bajo oposición proporcionada de caracteres; porque sólo hombres dotados de semejante cultura pueden vivir en igualdad de relaciones, y sólo el contraste de caracteres igualmente estimables alimenta durablemente el interés de la amistad. Cada hombre tiene su peculiar carácter; cada individuo determina en sí la naturaleza humana en pensar y en sentir, de una manera única y a él solo propia; y esta su individualidad sólo para aquellos puede hacerse amable, que siendo semejantes en cualidades, son opuestos en la individual expresión de estas cualidades.




ArribaAbajo- 16 -

El Comercio social.


Menos interior, pero no menos fecunda en relaciones humanas es la unión del libre comercio social, que llamamos trato social. Sólo aquellos hombres, cuyo corazón se ha formado en el amor doméstico y amistoso, son buenos consocios. Estos saben agradar, atraer, interesar, porque saben amar; su delicado corazón se abre con secreta simpatía a un cambio recíproco de bellos pensamientos, palabras y modales. Cada consocio pone en comercio los más sazonados frutos de su espíritu para el agrado y goce común, y cada cual recibe su parte con colmada ganancia.

Todas las artes de sociedad: el juego, la música, el baile y el drama, alimentan y embellecen esta nueva esfera de la vida. Reuniones de familias, círculos particulares, sociedades de recreo, y de aquí ascendiendo hasta las solemnes fiestas nacionales, forman grados sucesivos del comercio social-humano. Mas en todas ellas sólo se hace estimable el hombre por algún particular talento o arte, cuando en estas prendas muestra el fruto sazonado de toda su educación.

El libre comercio social junta los hombres en un teatro común, los convida a mutuas y frecuentes relaciones; y en estas relaciones hace posible que los amantes y amigos se encuentren y se conozcan. Si de un lado recibe el comercio social sus miembros más dignos de la familia y de la amistad, les vuelve este beneficio, haciendo concurrir en su seno hombres nacidos para la amistad y el amor.




ArribaAbajo- 17 -

El Estado; su carácter.


Profundamente arraigado está en el hombre el sentimiento del derecho (de la recíproca y exigible condicionalidad para el destino humano); este sentimiento habla aun allí donde enmudece el sentimiento moral, donde las otras excelencias humanas están viciadas o incultas. El sentimiento del derecho no es un sentimiento de individualidad; es un sentimiento de relación común y recíproca; es el freno más poderoso del egoísmo. El derecho quiere que todos los hombres den y reciban mutuamente y en forma social toda condición para el cumplimiento de su destino individual y total. Así, la idea del derecho o de las condiciones exigibles y recíprocas entre los hombres, es una idea general que mira a la totalidad de los fines humanos y a la misma condicionalidad humana como fin. Dios es la fuente del derecho como legislador de la ciudad universal.

No sólo el hombre, la naturaleza también da y recibe en el mundo las condiciones de su vida propia; no sólo el espíritu, el cuerpo también vive mediante condiciones; tiene su estado y su derecho. Pero el hombre como el ser armónico del mundo y mediante el que toda vida se desarrolla y perfecciona, funda la vida más llena de derecho entre los seres. El hombre sostiene con la naturaleza y con la sociedad las más multiplicadas, las más delicadas relaciones condicionales. El hombre es por lo tanto el sugeto de numerosos derechos que fundan otros tantos estados relativos, y de él exigen los demás seres las correspondientes condiciones para el cumplimiento de su fin; en cuya razón, pues, está llamado a la mayor participación del derecho divino en el mundo.

Para este fin deben primeramente los hombres cumplir el derecho en un organismo interior e interiormente relativo y omnilateral, llamado Estado, que es una semejanza del Estado Divino. El Estado, como la sociedad para el derecho, contiene en sí y cumple las debidas condiciones a todas las tendencias activas para fines humanos; presta a sus personas interiores los medios análogos a su naturaleza; mantiene a todo individuo, a toda familia, a todo pueblo en la integridad de su personalidad y actividad legítima, y asegura las relaciones de unas con otras personas también en forma de derecho.

El Estado debe obrar en todo lo que abarque su esfera bajo la idea de bondad moral, y con sentido general religioso: su supremo fin y cuestión está en que de parte del derecho, esto es, de parte de las condiciones libres y exigibles, la humanidad y el hombre en ella se eduquen y se desenvuelvan libremente para todos los fines racionales, en las partes y en el todo. El Estado honra a la naturaleza como la madre común de los bienes terrenos, respeta sus dones, sus obras y su belleza; la mira como la bienhechora de la humanidad, y procura la armonía de la naturaleza con la humanidad, en cuanto cabe en la idea del derecho.

La unidad de generación natural, una semejanza característica en ciencia, en arte y en lengua, los vínculos del comercio diario social, la común religión, y hasta la tierra por sus límites interiores juntan a las familias en sociedades permanentes llamadas Pueblos. De aquí, debe también tener el pueblo un estado y derecho propio como la expresión de todas sus condiciones, las históricas y humanas relativas a su destino. Pero los estados particulares están llamados a constituir definitivamente un estado terreno en una sociedad universal, sin perjuicio de la personalidad política de cada pueblo y de su particular estado. El Estado funda su fin y forma propia de acción en abrazar la humanidad en un organismo político para hacer efectivas las condiciones interiores y exteriores de nuestra humanización.




ArribaAbajo- 18 -

La Iglesia.


El fundamento de toda vida y vida humana, de toda la bondad y belleza posible a los hombres es Dios, según es conocido en la religión. En la contemplación del orden del mundo se despierta el conocimiento de Dios, la aspiración del ser finito hacia Dios; y en el sentimiento de la belleza de los seres se inspira y alimenta el genio del arte. El temor reverencial y el amor a Dios, cuando llenan el espíritu y el ánimo, engendran la fuerza de la virtud y del recto obrar. En la comunicación con Dios renace el hombre a nueva vida; el hombre religioso ama a Dios con claro conocimiento y con puro corazón; a sus ojos se aclara el misterio de los seres y el misterio de su existencia particular. La vida del hombre religioso es la expresión de su amor a Dios y a todas las cosas en Dios, y en consecuencia vive con la tendencia constante a acercarse a la perfección divina. El hombre, afirmado en el conocimiento y amor de Dios y del mundo en Dios, no olvida por motivos temporales su amor a los hombres, a la naturaleza y a sus excelentes bellas obras. La religión es el principio y el fin de la vida humana: aquel vive realmente, que vive en Dios, y procura imitarle.

Es, pues, la religión un modo total de la vida en relación digna con Dios, una forma fundamental del espíritu finito. Pero el hombre religioso no encierra en su pecho su sentimiento divino; aspira a manifestarlo libremente entre los hombres en forma social, a reflejar este su modo de conocer y sentir en los seres sus semejantes y amigos, a extender su sentido piadoso, a fortificarlo, completarlo con el común sentido de los amigos y de los consocios. Los hombres religiosos, donde quiera que se encuentran, simpatizan estrechamente, comunican sus sentimientos, y en esta comunicación fundan una común superior vida donde muestran la religión de su corazón en palabras y obras como una edificación social.

Entonces se hace la religión sensible en forma de culto y de arte religioso; los artistas, poetas, oradores, arquitectos reciben en esta suprema idea y vida un más alto carácter, un alimento fecundísimo, que presta a sus obras sentido profundo, unidad y riqueza inagotable.

De esta manera, y según esta ley, ha nacido en la historia religiosa, primero, el altar doméstico, de aquí luego las prácticas comunes religiosas de naciones y pueblos, y hasta de uniones de pueblos en partes mayores de la tierra, con tendencia manifiesta a fundar en el porvenir una religión e Iglesia y culto universal humano.

Esta representación exterior de la religión, aunque varía en su forma, tiene en sí mérito real, concierta con la religión del corazón, es tan fundamental y durable como la naturaleza humana en Dios. Si por Iglesia o culto externo entendemos la manifestación social de la religión interior, es la Iglesia tan necesaria a la humanidad en su plena virilidad como a la humanidad infante y joven, que se educa para ella.

La religión del amor filial y de la fraternidad en Dios, nuestro padre, según es enseñada por Jesucristo, abraza el hombre entero, renueva y completa en el amor religioso todo el hombre en todo su pensar y obrar y para todos los fines humanos; esta religión comprende bajo su idea todos los hombres, y llegará un día a reunir nuestra humanidad en sus personas interiores, como sociedad universal religiosa. La comunión cristiana continuada en el espíritu del maestro y su relación con las bellas artes serán siempre raíz viva de perfección en hombres y pueblos, en toda la humanidad.




ArribaAbajo- 19 -

La Ciencia.-Sociedad científica.


El espíritu humano está llamado a ser en la inteligencia infinita de Dios, un semejante suyo; el espíritu se mueve instintiva o reflexivamente a aclarar su conocimiento, a fundarlo en la verdad, a desenvolverlo y aplicarlo en todas direcciones y con relación a todos los seres. Con el sentido sujeta a su experiencia y a su fantasía toda manifestación actual en la naturaleza y en la humanidad, mientras con la razón contempla el mundo de las ideas.

Pero la vida del hombre individual, y aun la vida de muchos siglos es muy limitada para medir en tiempo dado las profundidades de la ciencia. Sólo a la humanidad, como toda y una, le es dado, mediante los esfuerzos reunidos de sus individuos y de sus pueblos y siglos, mediante la indagación continua y cada vez más racional y sistemática, mediante la colección diligente, la clasificación crítica, la combinación acertada de los tesoros conquistados, edificar (en forma de sociedad humana científica) la ciencia primera y las ciencias segundas en ella contenidas. Este ideal eterno de la verdad mostrada en la vida mueve secretamente al hombre, a las sociedades y pueblos a la comunión científica, para integrar cada cual su ciencia, hasta donde es posible, con la ciencia de los otros y de todos, hasta hallar el pensamiento universal de la humanidad conforme a la verdad, en el objeto y en el sugeto, y desenvolver este pensamiento público en forma de una construcción cierta, metódica y sistemática.

Los hombres de profesión científica están llamados a reunirse en sociedades análogas, mayores o menores, pero libres y orgánicamente enlazadas, para recoger y ordenar la tradición de la verdad, para conocer en cada tiempo y pueblo cuál es entonces y allí la cuestión oportuna, la que resta por indagar y resolver, y para trabajar socialmente en la inducción, la deducción, la expresión y la aplicación de la ciencia humana. Este es el fin progresivo, el verdaderamente humano del Individuo de las sociedades y asociaciones para la ciencia, y de la sociedad total humana, en cuanto es sociedad científica tan primera, y obligadamente como es sociedad política o religiosa. Este fin científico-humano, una vez sabido y cumplido por hombres y pueblos, dará unidad firmísima, dirección acertada, autoridad invencible a la verdad como la expresión de la conciencia intelectual de la humanidad.




ArribaAbajo- 20 -

El Arte.


Tan original y fundamental como es el espíritu científico, es el genio artístico humano, tanto para el arte útil, como para el arte del bello ideal. El hombre es capaz de individualizar en la fantasía las ideas de la razón y asimilarse en ella la impresión del sentido, para reproducirla con nueva vida y belleza en el mundo del arte. Sentir en sí la belleza y expresarla con carácter individual ante los hombres para la común animación y edificación es una de las primeras excelencias de nuestra naturaleza. Las obras de arte traen, como Prometeo, a la tierra un rayo de la belleza infinita; son una viva y progresiva revelación de la divinidad entre los hombres. Es bello lo que en su límite y género es semejante a Dios, y refleja en sí con carácter individual la construcción del mundo, en unidad, en oposición, en armonía.

Amando desinteresadamente las obras del arte, extasiándonos mudos de encanto ante ellas, sentimos verdaderamente la presencia de Dios en nuestro espíritu, contemplamos la encarnación de lo infinito en lo finito.




ArribaAbajo- 21 -

Sociedad artística humana.


La cuestión infinita del arte llama también a los hombres a una sociedad y asociación fundamental, la cual puede ser tan íntima y extensa como la idea misma del arte. Los artistas de un mismo género se asocian entre sí en nombre de la idea común; los músicos, los estatuarios, los pintores, los poetas, cada orden de éstos en sociedad interior, para realizar en aquel modo de la belleza lo más perfecto individual que a hombres es posible. Pero los artistas de los diferentes géneros deben reunirse en sociedad superior, y definitivamente en una sociedad total artística, para establecer entre las artes particulares aquella armonía superior, que deba producir en su tiempo las más grandes, más durables y más bellas obras, para honor del genio artístico de la humanidad.

En este fin social artístico adelantan cada día los pueblos de la Europa. Y asociados luego los científicos y los artistas, cada ciencia con cada arte relativa, y toda la ciencia con todo el arte en una sociedad compuesta, se cumplirá en la historia aquella armonía superior de la ciencia y del arte, que debe ser un día el más bello ornato de la vida y el triunfo de la humanidad en la tierra.






ArribaAbajo- II -

Las instituciones hoy activas de la sociedad humana no llenan el destino total de la humanidad.



ArribaAbajo- 22 -

Para conocer ahora si las instituciones históricas, que hemos caracterizado, llenan la totalidad del destino humano, debemos primero conocer el ideal de la humanidad en sus lineamentos fundamentales. Entonces hallaremos hasta qué punto cada sociedad hoy histórica corresponde a su idea, y en qué no corresponde todavía; todo lo cual debe mostrarnos qué instituciones sociales faltan aún a la humanidad y cuándo y cómo pueden ser establecidas.

La perfección de toda naturaleza exige que viva y obre como un todo interior y relativo a la vez; que desenvuelva todas sus partes y funciones según esta idea, cada una por sí y todas en relación. El cuerpo humano es el ejemplo más inmediato de esta perfección que es igualmente esencial al espíritu y al hombre, y a todos los hombres como a todos los seres.

Así, para considerar las formas particulares de la sociedad, debemos representarnos la idea de un organismo igual en sí e interiormente graduado y enlazado, como la idea reguladora de nuestro juicio. Porque, si esta idea da para la planta o el animal la medida de su perfección, debe darla igualmente, y aun más, en el hombre, como el organismo más íntimo y más perfecto de la creación. Considerando ahora las sociedades particulares hasta hoy formadas en la historia humana, debemos indagar si, mediante ellas, el hombre y la humanidad se realizan como una naturaleza total y orgánica de su género; si el hombre todo es estimado y educado igualmente que sus partes y fuerzas interiores; si las relaciones de las partes entre sí y con el todo son, mediante las sociedades existentes, conservadas en salud, en libre movimiento y en progreso gradual y sostenido. Ciertamente, cada una de las sociedades hoy conocidas y activas, tiende, según su fin, a abrazar el hombre todo con todo su espíritu, sus facultades y fuerzas; pero cada cual de ellas está limitada por su fin particular, aunque fin por lo demás necesario y bueno; cada una abraza al hombre y lo inclina sólo de un lado con sus particulares medios, para sus particulares fines. Veámoslo.




ArribaAbajo- 23 -

La familia.


La familia se funda en la oposición de los sexos, en el contraste característico de la humanidad masculina y la femenina. Los amantes se buscan, porque en espíritu y cuerpo se necesitan uno a otro para formar un todo superior humano; por esto y para esto se unen con vínculo indisoluble en toda su individualidad. Los esposos se aman, no absoluta ni primeramente como hombres, sino porque son el uno para el otro estos tales y propios individuos con su personal carácter, cualidades y prendas de cuerpo y espíritu. ¿Quién duda que el hombre posee muchas prendas nobles e importantes para la sociedad, y en las que sin embargo la mujer toma relativamente escaso interés y no mayor que en cuanto pertenecen a la individualidad del hombre amado? Así, el mérito científico del marido interesa relativamente poco a la mujer, al paso que ésta se une enteramente al carácter personal de aquél.




ArribaAbajo- 24 -

Cosa semejante observamos en la unión de los padres con los hijos, del amigo con el amigo, y en el comercio libre social. En estas relaciones y uniones y en las sociedades consiguientes reina y predomina la individualidad; individuales prendas, individual carácter. Y donde quiera que la individualidad reina, junta pocas personas en su vínculo para completar cada individuo con el inmediato y reunirse todos en un hombre superior; unión por cierto bella, esencial a la naturaleza humana e inextinguible, pero limitada. Al lado de las personas amadas son frecuentemente desconocidos y desestimados los demás hombres, no menos dignos que los inmediatos de estima y amor: harto fácilmente se muestra el amante insensible y aun inhumano para los que están fuera de su círculo. Porque el hombre sólo a pocos se da todo entero; mientras se une en íntimo vínculo con unos, se enagena de los restantes, y aun en estados imperfectos históricos se convierte a las veces el amor para los primeros en aborrecimiento e injusticia para los segundos. Así, no es raro que aun hoy encontremos en deforme liga amor y odio, dulzura y crueldad en un mismo hombre.




ArribaAbajo- 25 -

El Estado; su límite.


La justicia es a su modo una fuente de virtud moral; pero sólo es una fuente y en su género una esfera de la virtud; no es toda la virtud humana. El Estado, como la forma exterior de la justicia, debe asegurar a los ciudadanos las condiciones para cumplir libremente la totalidad de su destino; pero las condiciones interiores de libertad y de mérito moral, las intimidades del ánimo y las potencias superiores del entendimiento y la voluntad están fuera de su esfera y sobre sus medios. Bajo estos respectos el Estado puede sólo dar las condiciones exteriores, puede concurrir a su modo, prestando derecho a la actividad de las otras instituciones relativas al destino humano; pero el Estado no puede fundar ni dirigir la vida interior de estas instituciones. Hasta aquí no alcanzan las leyes ni los medios políticos; éstos pueden impedir y hasta destruir fuerzas materiales; pero no tocan al espíritu, ni al ánimo. El Estado cuida de que no se impida a los ciudadanos la prosecución y cumplimiento de su destino individual y social, sino más bien que todo preste condición favorable para este fin, y con esta idea aspira a convertir las relaciones sociales en un sistema de recíproca condicionalidad humana.

Pero lo que el hombre interior puede y debe realizar en sí, su cultura en ciencia y arte, en moral y religión, debe el Estado dejarlo a la libertad y a las influencias espontáneas, las sociales y exteriores, como las individuales e interiores sobre el hombre. ¿Y qué, no debe el derecho mismo, como fin humano, fundarse en el hombre interior, para ser legítimo, firme y durable? ¿No funda el Estado su vitalidad más íntima, y su estabilidad en la virtud moral y superiormente en la ciencia y la religión de sus ciudadanos?

Medios exteriores, que por el dolor corporal o por el interés temporal mueven a cumplir el derecho, son sólo eficaces para los hombres dominados de los impulsos sensibles y del egoísmo; arraigan en vez de extirpar la raíz de la injusticia impiden temporalmente la manifestación del mal; son a lo más un recurso de necesidad, un preservativo de defensa en estados imperfectos de la historia humana, y a los cuales no la represión material, sino la educación moral provee eficazmente. El Estado mismo obrará respecto a las demás sociedades fundamentales con justicia y bondad moral, cuando este espíritu vivifique a todo el pueblo, y de él estén penetrados todos los miembros de este pueblo.




ArribaAbajo- 26 -

La Religión.


La Religión y la Iglesia median entre Dios y la humanidad, en cuanto la humanidad debe vivir íntima en Dios y subordinada a Dios, en espíritu de piedad filial. Esta relación religiosa de la humanidad con Dios, relación cumplida históricamente por la Iglesia, es en sí esencial, y como fin fundamental debe ser cumplida por el hombre y por todos los hombres generosamente, sin afecto individual. Esta relación nace en la intimidad de la naturaleza humana, como hija de Dios y semejante a Dios; y allí donde es fielmente guardada, es fuente de virtud moral, de claro conocimiento, de belleza y de justicia; mas no por esto la moral, ni la ciencia, ni el arte, ni el estado son fines contenidos en la religión. La interioridad del hombre en Dios es pura, independiente de motivo externo, aunque sea el más elevado, bien que esta relación concierta con todo lo bueno y bello en el mundo y en la humanidad.




ArribaAbajo- 27 -

La Ciencia; su límite.


Adquirir conocimientos, extenderlos y construirlos en un sistema científico, es fin real en sí y fundamental del destino humano. Todo conocimiento, ya se funde en experiencia interior o exterior, ya mire a hechos particulares o comunes, ya conozca la historia efectiva, o ya contemple el cielo de las ideas, tiene en sí valor absoluto, y debe acompañar al hombre en los caminos de la vida, como una luz divina que ilumine y guíe sus pasos. A la ciencia debemos en parte el amor a la vida, la paz del ánimo, la firme voluntad, la armonía con la naturaleza, la salud y belleza del cuerpo.

Pero ¡cuántas cosas que interesa al hombre conocer, quedan fuera de la claridad científica o en la media luz del presentimiento! ¡Cuánto y cuán importante debe dejar el científico a la fe racional y a la voz del corazón! Y dado que algún día los fundamentos de la ciencia sean mejor conocidos y sobre ellos se construya un edificio más regular y orgánico que hasta hoy, en lo cual firmemente esperamos, no bastará la ciencia a llenar el hombre todo, sino sólo una parte, una relación y fin entre otros fines. Porque, para cumplir el fin científico, necesita el hombre recogerse en su espíritu, concretar toda su actividad a un determinado objeto: las multiplicadas solicitaciones del trato social deben callar mientras el pensador levanta con ojo tranquilo el sistema de la ciencia. La peculiar actividad científica es meritoria, es humana, pero no es total; en la intensidad de la aplicación científica decaen otras funciones y relaciones igualmente humanas y estimables. El ánimo se mueve en el científico parcialmente y de sólo un lado; mil fuentes de goces legítimos quedan entretanto cerradas para él. Por esto el científico necesita rehacer sus fuerzas en el comercio social, en la intimidad de la familia, en la amistad, en la religión, para no empobrecer su ánimo, ni enfriar el amor de la vida, mientras acumula tesoros de conocimiento.

Y después de todo, y cuando la clara idea de su naturaleza lo haya penetrado de amor hacia ella, ¿dónde encuentra el científico esta misma naturaleza humana, una, pura, total? ¿Le muestra acaso la historia hasta hoy más que individualidades o sociedades aisladas sin centro ni vínculo común, y las cuales en tanto tienen interés para él y le son instructivas, en cuanto se oponen una y otra vez a su propia individualidad?




ArribaAbajo- 28 -

El Arte; su límite.


Cosa semejante observamos en la tendencia humana al arte y al fin artístico. Aquí distinguimos el artista libre, ideal, del artista útil. El libre artista se aplica a producir obras, que en su carácter individual tienen valor propio, encierran en sí una idea original y dan al artista mérito y estima humana. El libre artista, ya dé a luz una obra de vida o una obra de belleza, crea con espíritu original, no es movido por fin particular exterior, ni aun por el de su propia gloria, ni por medro de fortuna; concibe y produce sus obras sin ley prescrita por otro, sino porque la idea divina le mueve interiormente. La vida artística es en todo el sentido vida humana, original, alimentada por la concepción interior del espíritu.

El artista útil, al contrario, que sacrifica al fin temporal la genialidad libre de su espíritu, produce obras que en sí tienen un mérito escaso, y son estimadas sólo por el fin para que sirven. El artista útil trabaja una pieza tras otra, según modelo hecho, sin originalidad de idea, sin calor del ánimo; cuanto más fielmente se aplica a su profesión, tanto más olvida la cultura libre del espíritu y del corazón.

¿No deberían las clases superiores sociales interesarse en ganar para la humanidad esta parte numerosa de sus hermanos, acercándose a los estados inferiores no menos dignos que todos de igual solicitud? ¿Yo deberían en ley de humanidad y con acción sistemática ocuparse en mejorar su educación liberal, en suavizar sus costumbres? ¿Pero dónde, hasta hoy, ofrece aquella mitad humana a esta otra medios permanentes para tal educación? Si la religión no asegurara a las clases que viven bajo la servidumbre del trabajo corporal alguna parte de cultura, caerían en la última degradación. También estas clases deben conocer y sentir la idea de la humanidad; en ellas también puede y debe despertarse el sentimiento moral, y esto con plan regular y sostenido, con medios permanentes, para que, como miembros dignos del todo, puedan elevarse o acercarse a la cultura de las clases superiores y participar de los bienes humanos.

¡Cuán mejorado está sobre el artista útil el libre artista, que obra según su idea espontánea, o la inspiración de su genio, que puede contemplar la vida y la belleza para la producción libre de su concepción interior! Las obras del artista libre son un espejo, donde la humanidad se reconoce y se reanima a una segunda superior vida.

Pero también la concepción y la producción artística, por excelente que sea, es particular, es sólo una forma de la vida total humana; tampoco el fin artístico llena todo el corazón, todo el espíritu del hombre. Fácilmente olvidamos por el arte nuestro predilecto el arte total de la vida y del bello obrar; harto fácilmente observamos al artista frío e indiferente para la producción inagotable de la vida histórica. Aplicados a la representación del bello ideal y preocupados por el amor exclusivo a este fin, no se interesan a veces aun los grandes artistas por la belleza inmediata de la virtud; resfríase en ellos el amor a la humanidad y sus bellas manifestaciones y a veces necesitamos prescindir del hombre para amar al artista, ¡como si el arte bello debiera dañar a la educación armónica de todo el hombre! ¡Como si los más preciosos frutos del arte pudieran madurar sin el cultivo armónico e igual de todos los fines humanos!




ArribaAbajo- 29 -

Resumen.


Es, pues, la primera imperfección el lado común negativo de las esferas hoy activas de la sociedad humana, que ninguna de ellas toma todo el hombre como objeto inmediato de educación. Ninguna cultiva con idea y plan la naturaleza total humana, según viene a la vida entera y sana de las manos del Criador, en la relación proporcionada de todas sus fuerzas y facultades y para el cumplimiento armónico de todos sus fines.

Se dirá que todos los miembros de este organismo social, que todos los fines humanos están repartidos en estas varias esferas activas, y que al hombre le basta hacerse parte en todas para conocer la total idea humana y cumplirla por su parte. Pero, ¡qué difícil es al individuo y aun a sociedades particulares hacerse partes y consocios de tantos lados a la vez; buscar fuera estas particulares ideas y particulares fines, y reunirlos concertadamente en su vida! ¿Y puede acaso la humanidad una e indivisa realizarse enteramente en sociedades aisladas, extrañas unas a otras, sin vínculo sensible reconocido y respetado como ley común e imperativa de todas y sobre todas, sin órganos vivos y efectivos de comunicación entre ellas? ¿No sentimos aquí, que falta de raíz a las formas actuales de la sociedad una vida de positivo concierto y comprensión, un nudo común, la sociedad total de las sociedades particulares, la sociedad fundamental humana? ¿No observamos, que las sociedades particulares, en su respectiva incomunicación o aun oposición y falsas relaciones en que hoy viven, son insuficientes aun para su fin propio, o están preocupadas de la excelencia de este fin sobre todos los restantes, en vez de conocerlo y realizarlo en justa medida y límite, como parte del fin y bien común a todas y superior sobre todas, la humanización en el tiempo de nuestra humana eterna naturaleza?

¿Qué ha de fundar, pues, esta vida común e interiormente relativa de las instituciones sociales y con ella la interior salud y progreso de cada una, sino la idea y ley de la humanidad misma en la verdad de su ser, cuando llegada un día al claro conocimiento de su destino, y reanimada en el amor a esta idea, mueva con igualdad todos sus miembros, concertándolos en armonía interior, asignando a cada parte del destino humano y a cada esfera relativa su lugar en la vida del todo, manteniéndolas en la justa medida, y prescribiendo a cada una las funciones que le corresponden para el fin total?

Unidad, oposición interior, armonía, son para todo ser y toda vida el fundamento de su salud, de su fuerza y su belleza. Asimismo, cada individuo y cada sociedad humana sólo entonces realizan la plenitud de su idea, cuando ligándose de grado en grado en relación comprensiva y supremamente con la sociedad total humana, abracen con igual interés y en acción común y orgánica todos sus fines; cuando ordenen toda condición y relación humana en forma de un armonismo interior, vivo y total.






ArribaAbajo- III -

Imperfección actual histórica de las instituciones humanas.



ArribaAbajo- 30 -

La Familia.


¿Llenan hoy los hombres esta condición? ¿Se reúnen en nombre de una sociedad fundamental humana para el cumplimiento de un destino común? Desgraciadamente no, bajo ningún respecto, ni en ninguna esfera de la vida.

La familia, la esfera más interior, la íntima de la humanidad, no está en verdad llamada a abrazar todos los hombres en una comunión social; pero en todas partes debería esta sociedad primitiva, con relación al clima y a las costumbres, manifestarse en una forma digna, moral y justa; debería reflejar a su manera la ley de la humanidad. ¿Dónde empero encontramos cumplida esta ley? ¿Qué pueblo cumple hoy a la mujer el lleno de su derecho humano en la familia; en qué pueblo son los hijos tratados con amor desinteresado y según derecho? Allí donde el cristianismo no ha santificado el matrimonio con el carácter religioso, aparece todavía esta sociedad más como un asilo profanado por el placer y el abuso, que como un templo del amor y como un Estado doméstico, en el que toda relación humana sea reconocida y respetada, todo derecho cumplido, todo fin realizado.




ArribaAbajo- 31 -

La Ciencia y el Arte.


Una institución nacional para la ciencia y el arte, y ciencia con arte unidos, no existe hoy en ningún pueblo; mucho menos una sociedad científica y artística, que abrace en sí todos los pueblos.

Las academias, las universidades, los institutos literarios con las demás sociedades para la ciencia y el arte, y el comercio libre literario, son, es verdad, bellos ensayos, pero muy imperfectos y aislados de la sociedad universal científica. Aun cuando realizaran estos institutos en su estado presente lo que deben ser según su idea, no llenan ellos solos ni con mucho el fin científico humano, ni poseen los medios para este fin, porque ninguno vive con vida propia, orgánica, independiente; ninguno se apoya en la idea de la ciencia como idea fundamental social y con efectiva influencia sobre el pueblo; ninguno tiene una organización con tendencia a la universalidad ni posee aún los medios de comunicación y propagación de su vida a las demás instituciones, las científicas y las no científicas que este alto y universal fin requiere.




ArribaAbajo- 32 -

El Estado.


En cuanto al Estado y sociedad política, parece a primera vista que, pues esta institución se ha adelantado en la historia a las restantes fundamentales, y respecto a ellas se muestra la más completa, y en su acción la más orgánica, debemos esperar de él, mejor que de las demás instituciones, un desarrollo más perfecto y una legitimidad más igual sobre la tierra. Esta esperanza es desmentida por la realidad. Todavía no existe un pueblo cuya constitución fundamental pueda preciarse de una perfección relativa ni aun para el tiempo a que corresponde y para el pueblo que rige. Y los Estados entre sí viven hasta hoy aislados en su propio absolutismo y en oposición relativa de unos a otros; casi todos miran más al particular engrandecimiento que a armonizarse recíprocamente, a integrar cada uno su vida por la de los restantes como partes de una sociedad política humana, a darse voz y ayuda para formar un Estado superior, una constitución de constituciones. Ninguna Unión de Estados, fundada sobre un derecho por todos reconocido y autorizado y que abrace los pueblos de una parte de la tierra, se ha realizado aún en la historia: ni puede ser de otra manera. Porque la vida política de un pueblo es sólo una particular esfera y vida bajo su total vida social y humana que llamamos cultura, civilización. Cuando llegados los pueblos a la edad madura, su cultura sea dentro más igual, y hacia fuera más uniforme con la de los demás pueblos, entonces lo será también su Estado político. Dad al más civilizado de los pueblos europeos una constitución fundada sobre la idea de la sociedad fundamental humana: el pueblo, sin embargo, no sostendrá esta organización sino cuando ella corresponda a su cultura histórica como pueblo, su moral (costumbres), su ciencia, su vida económica y demás.

En nuestros días se anuncia una nueva vida en los Estados y la sociedad política de Europa. Todo aquello de las antiguas constituciones, que era ya inoportuno, o que estorbaba el desarrollo igual de la civilización ha sido en gran parte suprimido o reformado. Todos los Estados de la Europa tienen delante de sí un renacimiento más elevado, y ayudado de medios más generales de progreso intelectual y material. Muchos pueblos de Europa y sus gobiernos reconocen a la luz de la ciencia y de la historia, que cada uno está llamado a desenvolver la nueva vida mediante una organización más comprensiva de todas sus relaciones dentro y fuera. Muchos gobiernos reconocen hoy, que la idea antes reinante del llamado equilibrio internacional entre las grandes Potencias fue en su tiempo legítima y fundada en la historia; pero que el nuevo espíritu político, las relaciones entre los Estados mismos, y las comunes de Europa con los Estados extra-europeos piden una nueva ley y relación internacional más orgánica, en la que bajo unión y autoridad común constituyan los pueblos un derecho interior y realicen un poder verdaderamente público sobre los Estados particulares (un Estado-Europa) comenzando lo primero por afirmar la paz europea, sustituyendo a las guerras nacionales las vías del derecho.

El asiento geográfico de Europa está repartido con tal proporción en sus límites interiores, forma un todo territorial tan marcado en grandes y pequeñas divisiones, que la reunión de sus Estados bajo una ley y poder común, conforme con esta demarcación, será para la historia política venidera no sólo un ensayo preparatorio, sino un cimiento vivo sobre el que en su tiempo deba levantarse el Estado unitario terreno en progresos legítimos y enlazados unos con otros.

Mucho y muy importante pueden hacer hoy ya nuestros pueblos, con su influencia sobre los demás de la tierra, para la educación de los pueblos infantes y para constituir algún día el derecho y Estado universal; porque el derecho penetra en todas las relaciones de la vida con tanta más eficacia, cuanto esta misma vida es en sí más culta y más libremente ordenada. Y en esto es digno de observar, que investigando de dónde han venido al Estado sus progresos más decisivos, hallamos estos progresos fundados más en el desarrollo de la cultura general humana, y principalmente de la religión y la ciencia, que en el desarrollo interior del Estado mismo. Si, pues, con todo eso reconocemos que el Estado abraza a su modo (bajo el aspecto condicional exterior) la totalidad del destino humano, y que aun en este límite vivifica y ennoblece las restantes sociedades y fines comunes, debemos conceder igual importancia e influencia histórica que al Estado a la unión del amor personal en la familia y la amistad, a la Iglesia como la sociedad para el fin religioso, a la ciencia y al arte; debemos reconocer estas formas sociales como paralelas con la del Estado y fundamentales, para su fin, en el organismo del todo; funciones esenciales, de las cuales recibe el Estado tanta parte de vida como la que les presta; mas no como fines, instituciones o funciones inferiores, puramente subordinadas y dependientes, sino es en épocas imperfectas históricas. Sólo en una relación más justa que la actual entre los fines fundamentales humanos y sus instituciones relativas puede alcanzar cada una la forma más adecuada a su idea propia, y sólo cuando la humanidad viva y obre como sociedad una y universal, e interiormente armónica, puede fundar el Estado en relación con las demás sociedades fundamentales, y según su modo peculiar de obrar, su constitución permanente, su gradual desenvolvimiento y su saludable influencia en el todo.




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La Religión.


La Religión del amor fundada por Jesucristo bajo la forma exterior de la Iglesia cristiana ha traído entre todas las instituciones sociales el más precioso fruto de salud sobre la tierra. A esta religión debe la Europa, que el puro humanismo sea hoy la base de su civilización, ejemplo y maestra de las restantes de la tierra. Jesucristo ha despertado el sentimiento de la dignidad humana en todo hombre, bajo todo cielo, y en todos los estados sociales; ha encendido la celestial llama del amor entre los hombres: la Caridad. Esta pureza de motivo, esta intimidad de sentimiento, esta disposición universal a amarse los hombres como hermanos en nombre de Dios padre no la conocieron los griegos, el pueblo más culto del mundo antiguo. -Pero la idea cristiana y la sociedad religiosa fundada en esta idea admite en su disciplina y relaciones exteriores nuevos desarrollos y complementos en armonía con la historia progresiva humana. El renacimiento actual de la ciencia y el arte, los graves hechos de la historia presente que llaman otra vez los hombres a Dios, y mueven a estudiar la ley divina en la historia, todo hace esperar en la sociedad religiosa un nuevo progreso bajo el espíritu y doctrina cristiana.

Sentido íntimo del hombre individual y de la sociedad en Dios, manifestación pública de este espíritu en las familias, los pueblos y uniones de pueblos, es fin esencial a la humanidad; este fin obra purificando y elevando la vida del todo y de las partes en el todo, es eficaz para el desarrollo de toda tendencia pura humana, influyendo en el complemento de sus progresos parciales. Pero la falta de un movimiento libre, espontáneo e igual de todo el hombre en todos sus fines, funciones y facultades, la falta de una comprensión gradual desde el todo a las partes, sociedades e individuos, la falta de un cultivo igual de todas nuestras relaciones, en claro conocimiento, en viva conciencia individual, en enérgica y hábil voluntad moral no la llena el sentimiento religioso hoy, ni por sí solo, en el hombre ni en la humanidad.

Antes bien, lo que enseña la religión misma a la luz de la ciencia es: Que sólo en el ejercicio espontáneo igual y bien proporcionado de todas sus fuerzas puede el hombre cumplir su destino total en Dios y conforme a la ley divina; que el carácter superior que el hombre trae consigo a la vida debe reflejarlo y vivificarlo en toda su historia con libertad, con claro conocimiento y acción orgánica, y que sólo en esta plenitud de su vida se hace el hombre en la realidad histórica semejante a Dios, y digno de su providencial destino. El hombre y la humanidad, sólo viviendo en unidad consigo, y en libre armonía con todos los seres, pueden hallar a Dios en su corazón y en su razón a la vez; la imagen divina aparece entonces a la humanidad en la imagen purificada de su propio espíritu. El conocimiento de Dios es el principio de la ciencia, del amor, de la vida; pero sólo a medida que la ciencia y el amor crecen en claridad, en intimidad y libertad en el hombre, crece también el conocimiento y el amor de Dios. Cuanto más dignos de su naturaleza viven el hombre y la humanidad, tanto más se estrecha e intima su alianza con Dios. La humanidad es antes de todo un ser y vida semejante a la divina; como ser en Dios y por Dios es fundamental y única en su género. Sólo al hombre que aspira a asemejarse a Dios en el conocimiento y realización fiel de la propia naturaleza, se hace Dios manifiesto en el mundo de las ideas, y en los caminos de la vida. Así nos lleva la religión a reconocer y realizar nuestra humanidad como un ser verdadero, bello y bueno en Dios; así nos llama la religión en su más alta idea al concurso común de las personas y fines humanos para el cumplimiento de nuestro total destino; así confirma la esperanza de que un día se realizará nuestra naturaleza en amor y paz consigo misma y con Dios.




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Resumen.


Nuestra humanidad no está, pues, todavía reunida en un todo orgánico en sí y en sus sociedades interiores; todavía no vive en la historia como una familia de hijos de Dios, como una patria terrena; pero está llamada a ello y lo alcanzará algún día. Dios, la razón, la naturaleza y la voz interior en cada hombre nos mueven a esta plenitud última. La deliciosa morada de la tierra, rica de vida, proporcionada en grandes y pequeñas divisiones territoriales, alternada de mares y continentes, que marcan en sí moradas interiores para asientos de otros tantos pueblos, y forman un todo ligado, fecundo en producciones, accesible por sus lados extremos al comercio material y social, espera de los esfuerzos comunes y de la paz entre los hombres la época de reunir en su suelo un solo pueblo y una familia humana.

¿Cuánto no han ganado en desarrollo y en cultura los pueblos, cuando se ha abierto entre ellos alguna nueva puerta de comunicación cercana o lejana, y cuándo se ha extendido esta comunicación a mayores relaciones y objetos? ¿Qué da hoy a la cultura europea su realce característico, y presta a nuestro comercio social aquella dignidad de maneras junto con el tono delicado que lo distingue, sino el que nosotros rodeamos ya libremente toda la tierra, que hasta los pueblos más extremos de Europa se comunican unos con otros, y reparten entre sí los frutos de la naturaleza y de la inteligencia? Estos pueblos y todos deben conservar y conservará cada cual la originalidad de su carácter y destino en la unidad del destino humano, determinarán este carácter y lo educarán reuniéndose en sociedades gradualmente comprensivas, y llegarán últimamente a unirse en una alianza y pueblo terreno.

Ciencia, arte, estado, religión, todas estas instituciones fundamentales miran últimamente a la realización de toda la humanidad en la tierra como un hombre interiormente culto, y al complemento igual de este hombre en todas sus partes, órganos y fuerzas. Cada cual de estas instituciones aguarda del complemento del todo el suyo propio. Todas trabajan, con designio o sin él, para la edificación humana en el todo y en las partes.

Aunque se necesiten muchos siglos para ver históricamente cumplido este fin último, ¿es menos digno del hombre considerar como un presente el total porvenir de nuestra naturaleza? ¿No debemos nosotros, ya desde hoy, vivir en el espíritu de nuestra historia definitiva? ¿Será ésta algún día efectiva, si nosotros hoy no aspiramos a realizarla? ¿No somos nosotros una potencia de Dios, un factor libre de la historia universal? ¿Desmayará nuestro interés una vez aplicado al fin de nuestra humanización en el todo y en las partes, porque la grandeza de esta obra, la multitud de sus pormenores y grados intermedios pida largo tiempo, antes que madure el fruto en el árbol de la vida?

Todo noble corazón debe anhelar este fin supremo de los fines humanos. Debe ser el norte de nuestras obras y nuestros conatos despertar en todos los hombres la idea de la humanidad, como un todo y vida orgánica en la tierra; y en este espíritu debemos pensar todo pensamiento y cumplir toda obra. La renovación radical de la vida política, el renacimiento del espíritu cristiano, la construcción sobre fundamentos más sólidos de la ciencia y el arte en Europa, junto con los ensayos que se anuncian de todos lados para reunir en amor, en educación y en mutuo auxilio mayores esferas sociales... nos dan firme esperanza y claras indicaciones para este porvenir.

El resumen hecho de la idea propia de las instituciones hoy activas de la sociedad humana, nos ha mostrado que falta una institución social que se aplique a despertar, a conservar y a completar lo fundamental humano en el hombre y en cada sociedad de grado en grado, en propiedad y en relación. Hemos hallado además, que hoy no existe una institución determinada, en la que la humanidad eduque su vida como un todo social y en sí orgánico en la tierra. Pura cultura humana en el individuo, y cultura relativa gradual y armónica de la sociedad, son términos entre sí tan inseparables como el cuerpo de sus miembros. El individuo humano se contiene todo en la humanidad, como parte y órgano esencial de ella; una misma naturaleza vive y quiere ser realizada históricamente en cada individuo, familia, pueblo y pueblo de pueblos. Por tanto, debe también una institución análoga atender a la educación armónica total y relativa del individuo y de la humanidad.

IDEAL DE LA HUMANIDAD.