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La insolidaridad (o más bien podríamos decir la solidaridad circunstancial, solidaridad a cambio de [dinero normalmente]) es una actitud que comparten la mayoría de los personajes, y que no es sino la traslación, por parte de los guionistas, de una realidad social de la época a la ficción cinematográfica.
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Observamos en este hecho que lo que pudo ser inicialmente una forma como cualquier otra de ganarse la vida en una coyuntura de crisis, se ha degenerado, debido a la avaricia y a la paulatina corrupción de la estraperlista, hasta convertirse en un próspero (aunque ilícito) negocio.
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Un recurso utilizado en bastantes secuencias del film es la aglomeración de un gran número de personas, tanto en espacios abiertos (calle), como en espacios semicerrados (patio del edificio) o cerrados (el interior de la casa). Con ello, a mi entender, se intenta mostrar el notable aumento de la población madrileña, principalmente en un barrio obrero como es el de Lavapiés.
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En este comentario se deja constancia explícita de la influencia que tuvo el movimiento cinematográfico neorrealista en Surcos, pese a que en el diálogo se haga referencia a dicha corriente estética de una forma un tanto irónica.
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El dinero es, a lo largo de todo el film, uno de los elementos centrales: mientras que para la humilde familia es simplemente necesario, un medio para poder sobrevivir, para el Chamberlán, Pili y la señora Engracia se convierte en una obsesión, en un fin. Además, quien lo posee en abundancia se convierte en una persona distinguida y respetada por su entorno social, independientemente de que la actividad que realice para su obtención sea lícita o ilícita, y esto lo podemos observar, incluso, en el seno de la familia Pérez.