Inscripción de la estatua de Oquendo en San Sebastián
Cesáreo Fernández Duro
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A principios de Junio del presente año 1894 llegó á la Academia la comunicación siguiente:
Encargado el académico que suscribe este informe de emitir parecer, lo hizo en términos que, con la conformidad del Cuerpo, constan en esta respuesta.
Suspendidas las sesiones en el mes de Julio, hubo de quedarlo el conocimiento de esta nueva carta:
Al terminar las vacaciones se encargó otra vez al que suscribe que emitiera dictamen, y cumple la comisión en esta forma:
El Ayuntamiento de San Sebastián, apartándose del uso, por olvido quizá de ser de competencia de la Academia de la Historia la redacción de inscripciones que hayan de figurar en monumentos públicos, envió á este Cuerpo, en consulta, la leyenda que había discurrido y proyectado la Comisión especial de la estatua de Oquendo, en la localidad.
Acogida la petición, estimó la misma Academia fundadas las razones en que se apoyaba el individuo de su seno á quien encomendó el estudio, al indicar modificaciones encaminadas á prevenir censuras de la crítica, ya se substituyera la inscripción con —390→ la que presentaba, ya con otra «con equivalentes expresiones de más gusto.»
Fué remitido el dictamen al Ayuntamiento que lo había solicitado; pasólo éste á la referida Comisión, autora del proyecto primitivo, y no conformándose con las observaciones, aconsejó á su vez al Cabildo popular, que ante todo diera expresivas gracias á la Academia por la deferencia y atención prestadas á su consulta, manifestando á seguida que, atendiendo á las atinadas indicaciones hechas, desechaba la parte de la leyenda proyectada en el concepto de haber sido Oquendo «pasmo de los héroes», etc., y admitía la alusión á los sentimientos cristianos del personaje; pero en la creencia de ser de mal efecto en el público donostiarra la supresión del título de Gran Almirante, si con pretexto de respeto á la Academia se hacía, usando de la facultad para variar las expresiones, y teniendo en cuenta la biografía que escribió don Cesáreo Fernández Duro «en la que con elevados tonos se cantan las glorias del Almirante y de sus principales combates, calificando al de las Dunas de combate sin ejemplar», mantenía algunas de las frases y nombres del proyecto.
El Sr. Director se ha servido encargarme de nuevo la manifestación á la Academia de lo que en el particular me ocurra, y sin elogiar el proceder de Cuerpo tan ilustrado y tan celoso de sus prerrogativas como el Ayuntamiento de la capital guipuzcoana.
—391→En el hecho de acoger su Presidente las comunicaciones de una Junta eventual que consulta, y corrige no sólo lo consultado, sino también los fundamentos; con el acto más importante de aprobar las enmiendas y dar de la tramitación traslado á la Academia «para su conocimiento y efectos consiguientes», no parece sabedor de que este Instituto consultivo del Estado, no lo es de ninguna otra entidad, cualquiera que ella sea.
Ha resultado del sensible desconocimiento de las prácticas y de las atribuciones, que transcendiendo al público donostiarra invocado por la Comisión del monumento, mejor dicho, á algún periódico popular de la ciudad, la diferencia de apreciaciones literarias é históricas, mal informado, haya supuesto en la Academia de la Historia el prurito de rebajar los méritos del Almirante á cuya gloria la estatua se ha erigido; de chocar con los sentimientos nobles de la provincia que le dió cuna y le enaltece; de calumniar (que esta es la palabra) á la buena memoria de Oquendo.
Lo que la Academia deba decidir en este particular es, en mi concepto muy sencillo: la prensa ha pedido con insistencia que el informe originario de la cuestión se haga público; sea complacida: publíquense íntegras las comunicaciones hasta ahora reservadas como documentos de orden interior; aparezcan en el Boletín la consulta que se recibió á principios del mes de Junio, la contestación acordada por el Cuerpo en 15 del mismo mes y la réplica de fecha 30, conocida al acabar el período de vacaciones. Publíquense sin comentarios, que podrá hacer, si gusta, quien las lea1.
Al concluir me ha de ser lícita la cortesía á que obliga la alusión directa de mi nombre, hecha por la Comisión de la estatua de Oquendo en supuesto erróneo. Tiempo há publiqué de Oquendo elogio2, no biografía; califiqué de heróico su comportamiento en las batallas; puse la bizarría, el arrojo, el valor personal en altura que no cabe exceder, y que sigo creyendo alcanzó. —392→ Admirable espectáculo, combate sin ejemplar, dije, ser aquel en que la Capitana de España, acosada como el jabalí en la extremidad de la carrera, recibió 1.700 balazos de cañón, contados por los agujeros del casco. De la batalla de las Dunas ó de las dotes, que como caudillo mostrara en ella el valiente guipuzcoano, no emití juicio; no me pareció ocasión de hacerlo. La oportunidad llegó cuando iba á esculpirse en el mármol:
«Luchó con los enemigos de la patria y jamás fue vencido por ellos.» |
Creo, con esto, dejar cumplido el mandato del Sr. Director.
Madrid, 26 de Octubre de 1894.