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Inscripción de la estatua de Oquendo en San Sebastián

Cesáreo Fernández Duro



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Antecedentes

A principios de Junio del presente año 1894 llegó á la Academia la comunicación siguiente:

Excmo. Sr.:

La Corporación municipal que tengo el honor de presidir trata de colocar en el pedestal de la estatua de Oquendo, que va á inaugurarse durante el próximo verano, la inscripción cuya copia es adjunta, y antes de llevar á cabo su propósito acordó, en sesión celebrada el día de ayer, remitirla á la Real Academia de la Historia, de la que es V. E. su digno Presidente, á fin de que se sirva sancionarla con su aprobación ó manifestar en su defecto lo que juzgue conveniente.

Dios guarde á V. E. muchos años. San Sebastián 30 de Mayo de 9894.-El Presidente, Luís Calisalvo.-Excmo. Sr. Presidente de la Real Academia de la Historia.-Madrid.

  —382→  

Copia de la inscripción proyectada por el Ayuntamiento de San Sebastián.

Al gran Almirante
Don Antonio de Oquendo,
á quien el voto de sus enemigos
declaró invencible,
dedica este tributo de amor
la ciudad de San Sebastián
orgullosa de tan preclaro hijo.


Fué pasmo de los héroes,
gloria del nombre español.
Luchó con los elementos desencadenados y los domeñó;
luchó con los enemigos de la patria y jamás fué vencido por ellos.
Su pueblo, agradecido,
dedica con entusiasmo este monumento á su memoria
Pernambuco,
Las Dunas,
Don Miguel de Oquendo,
Don Lope de Hoces,
Don Martín de Vallecilla.
San Sebastián, 1577.
La Coruña, 1640.




Encargado el académico que suscribe este informe de emitir parecer, lo hizo en términos que, con la conformidad del Cuerpo, constan en esta respuesta.

«Excmo. Sr. Presidente del Ayuntamiento de San Sebastián:

Ese Ayuntamiento de la digna presidencia de V. E. consulta   —383→   á esta Real Academia acerca de la inscripción proyectada para el pedestal de la estatua de Oquendo que se propone inaugurar en el verano próximo, y cuya copia, redactada en la forma que antecede, se ha servido V. E. remitirle con su atento oficio del 30 de Mayo último.

El Ayuntamiento de la ciudad de San Sebastián, justamente satisfecho con la terminación de la estatua erigida á uno de sus hijos ilustres, que se propone inaugurar en el verano próximo, consulta á la Academia sobre la dicha proyectada inscripción anteriormente copiada.

Sin duda alguna se habrán reunido y consultado, antes de redactar el epígrafe, los datos biográficos del almirante enaltecido, prefiriendo los que D. Miguel de Oquendo, con laudable amor filial, condensó en libro dedicado á la muy noble y muy leal provincia de Guipúzcoa con título de El Héroe Cántabro. Se tendrían á la vista los elogios del R. P. Henao, de la Compañía de Jesús, testigo de la muerte del marino, y los que en el Diccionario geográfico é histórico, formado por esta Academia, se tributaron á las raras prendas del General de las escuadras de Felipe IV, poniendo en boca de enemigos la declaración de ser invencible la Capitana de España con Don Antonio de Oquendo.

Habrá examinado también el Ayuntamiento de San Sebastián, aunque es pieza rara, un papel intitulado "Relación de la gran victoria que tuvo Don Antonio de Oquendo contra 40 naves holandesas en el Canal de la Mancha, año 1639", papel en que se habla del primer combate reñido sobre la costa de Francia, y que se escribió acaso para extraviar la opinión pública disimulando nuevas de un desastre más, entre los que sucedían á tantos triunfos pasados.

Un desastre, ciertamente, y de los mayores y transcendentales que recuerda la marina española, ocurrió en la batalla de las Dunas, decidida en postrer encuentro el 21 de Octubre de 1639, fecha luctuosa desde el tremendo naufragio de la Herradura; fecha otra vez marcada con negros crespones en aguas de Trafalgar. El día en que algún historiador dé cuenta de los documentos existentes, aparecerá con evidencia que, atacadas las escuadras de Castilla, de Portugal, de Nápoles, unidas bajo el mando   —384→   de D. Antonio de Oquendo, por las de Holanda, que regía Martín Tromp, fueron deshechas, sin que se libraran más de siete navíos que, favorecidos de la noche, tuvieron refugio en el puerto de Mardique. El almirante español logró salvar á la Capitana y al estandarte Real, inseparable de su persona, defendiendo al enemigo los trofeos que más le hubieran envanecido, y disminuyendo las proporciones del vencimiento; pero aunque éste no fuera deshonroso, consideradas las fuerzas respectivas, las circunstancias del lugar, la equívoca conducta de las autoridades inglesas en mares y castillos, y la bizarra actitud de Oquendo, vencido fué, sin que las frases con que se satisfacía por de pronto á la vanidad, vendando las heridas del amor patrio, puedan disimularlo.

Lejos de hacer las generosas declaraciones ditirámbicas, que en todo caso irían enderazadas á acrecentar el triunfo exagerando la dificultad de conseguirlo, se apresuraron á cantar victoria exagerando arrogantes su poder. Consta haber despachado el conde de Estrades correo extraordinario al cardenal Richelieu avisándole "haberse alcanzado en las Dunas el triunfo más completo que jamás se viera", como consta en las colecciones numismáticas la medalla que mandó acuñar el Gobierno de las provincias Unidas en conmemoración de la victoria lograda por Tromp el 21 de Octubre, de 67 navíos españoles.

Nuestros archivos guardan, sin que hayan salido á luz hasta ahora, las explicaciones, las disculpas de jefes y capitanes que pelearon á las órdenes de Oquendo, alabando sin tasa su bravura, pero con insinuaciones ó reticencias relativamente á las condiciones de caudillo que dan á entender se tenían por causa principal de la desgracia. Alguno contó que al zarpar de la Coruña había circulado orden general prohibiendo, para el caso de avistar á la armada holandesa, que nadie combatiera con la Capitana por tenerla reservada para sí; y que llegado el día del empeño, como no hiciera señales de maniobra ni tuvieran los capitanes instrucciones á qué atenerse, llegaron á su bordo y respondió al requerimiento: "Señores, el enemigo es poca cosa: cada uno haga su mejor, que yo lindo caballo tengo. La Real dará ejemplo: todos los navíos tendrán libertad de combatir como puedan."

Con la frase conforman los antecedentes de su carrera militar,   —385→   sin exceptuar los que bosquejan el glorioso combate en el litoral del Brasil con el Almirante derrotado, Adrián Hanspater, y conforme es el juicio de los coetáneos, estimándole por todo buen marinero, valentísimo capitán, devoto altamente de la Virgen María en su imagen de Aranzazu, á la que dedicó las banderas conquistadas y algunos de los proyectiles enormes que perforaron su navío, pero sin reconocer entre las excelentes dotes con que le favoreció la Providencia, las de gran Almirante, gran General ni gran cabeza.

Estas razones, juntamente con las de la prudencia, mientras no estén completamente esclarecidos los puntos dudosos, aconsejan modificar la primera parte de las tres en que se ha dividido el proyecto de inscripción, sin que, por cambio de adjetivos y aun de la declaración problemática de los contrarios, pierda nada esencial el elevado sentimiento en que se inspira.

El de la segunda parte es distinto: pudiera la crítica severa tildar su traducción al lenguaje epigráfico, de redundante y de ampulosa, leyendo que fué pasmo de los héroes. Dado, á continuación, que en estilo figurativo quepa considerar actualmente á las perturbaciones atmosféricas y al movimiento de las olas impelidas por los temporales como "elementos desencadenados", ocurrirá pensar que todos los marinos luchan con ellos y los resisten á más no poder; mas que ninguno ha logrado nunca lo que solo en manos de Dios está: domeñarlos. Quizá parezca también inapropiado el testimonio de agradecimiento, que los pueblos deben mostrar y muestran por los beneficios recibidos de sus hijos, pero no por el concepto personal que estos se granjearon, bien que redunde en lustre de la cuna.

Si esta segunda parte de la inscripción se suprimiera enteramente, acomodaríase la otra á la sobriedad del estilo clásico y á la veracidad que debe resplandecer en la epigrafía monumental.

En la parte tercera se han citado nombres de lugares geográficos mezclados con otros de personas, que es de presumir produzcan confusión aun á los eruditos. Pernambuco recuerda una de las glorias del Almirante: Las Dunas despierta, en cambio, la memoria de un siniestro. ¿Por qué figura á continuación Don Miquel de Oquendo? ¿Es en concepto de panegirista de su padre?   —386→   Tampoco se penetran los motivos de haber inscripto sucesivamente á Don Lope de Hoces y á Don Martín de Vallecilla. El primero murió en Las Dunas; el siguiente salió herido en la batalla de Pernambuco; mas como aquél murieron los almirantes Francisco Sánchez Guadalupe y Mateo Sfrondati; con el segundo concurrieron diversos jefes de alta graduación. No se alcanzan, pues, argumentos para nombrar á unos y no hacerlo con otros, contándose en el número solo de almirantes á Tomás de Echamburu, Pedro Vélez de Medrano, Esteban de Oliste, Andrés de Castro, Francisco Feijóo, Miguel de Orna, Matías Rombau, Jerónimo Masibradi...

Podría, pues, razonablemente reducirse la parte tercera a las dos líneas últimas que, al parecer, indican las fechas y lugares del nacimiento y muerte del héroe, previniendo interpretaciones.

Dos nombres ofrece la historia para esculpir en el pedestal del monumento, orlados de laurel, La Mármora, Pernambuco.

Sobre ellos tendrían justificación estas ó equivalentes expresiones de mejor gusto literario:

Al famoso Almirante
Don Antonio de Oquendo,
gran marinero, heróico soldado, cristiano ejemplar,
dedica tributo de admiración
su pueblo.
Nació en San Sebastián en 1577;
á la patria dió lauros con las armas.
Murió en la Coruña en 1640.

Tal es el parecer de esta Real Academia, que por acuerdo de la misma tengo el honor de comunicar á V. S. para los efectos oportunos.

Dios guarde á V. S. muchos años. Madrid 22 de Junio de 1894.-El Secretario, Pedro de Madrazo.»



Suspendidas las sesiones en el mes de Julio, hubo de quedarlo el conocimiento de esta nueva carta:

«Informando la Comisión especial de la estatua de Oquendo á   —387→   la comunicación que dirige la Real Academia de la Historia con fecha 22 de Junio último, dice lo que á continuación se expresa:

"La Comisión especial de la estatua de Oquendo, después de haberse informado con la detención que merece del oficio de la Real Academia de la Historia de fecha 22 de Junio último, que contesta á la consulta elevada por V. E. respecto á la inscripción proyectada para la estatua de Oquendo, tiene el honor de aconsejar á V. E. lo siguiente:

Que ante todo se den las más expresivas gracias á la Real Academia de la Historia por la deferencia y atención que ha prestado á la consulta de V. E., extendiéndose en consideraciones históricas y manifestando el interés con que se ha ocupado del asunto objeto de la consulta.

Que en honor á la verdad se le manifieste que, si bien el Ayuntamiento ha tenido en cuenta los documentos que la Academia cita para redactar la inscripción, no ha tenido menos en cuenta para esa redacción y muy especialmente para llevar adelante la ejecución del monumento una biografía del Almirante Oquendo, escrita por el Excmo. Sr. D. Cesáreo Fernández Duro, en la que con elevados tonos se cantan las glorias de nuestro Almirante y de sus principales combates, calificando al de Las Dunas de combate sin ejemplar.

Que en esa misma biografía, más que en otros documentos, se ha fijado este Ayuntamiento para acordar que los nombres de D. Miguel de Oquendo, padre de nuestro héroe vencedor en las Terceras, y renombrado en el canal de la Mancha, de D. Martín de Vallecilla, valiente y pundonoroso Almirante, herido en el combate de Pernambuco, y de D. Lope de Hoces que murió gloriosamente al mando de la escuadra que ayudó á Oquendo en Las Dunas, figuren en el pedestal de la estatua de nuestro ilustre paisano.

Y, por último, cree esta Comisión que el Excmo. Ayuntamiento debe manifestar á la Real Academia de la Historia que, atendiendo sus atinadas observaciones, se desecha la segunda parte de la inscripción proyectada en donde se dice que 'Fué pasmo de los héroes, etc.'; pero que teniendo en cuenta, por otro lado, y con pretexto de respeto á la Academia el mal efecto que   —388→   produciría en el público donostiarra en general la supresión del título de Gran Almirante al que en tal concepto por testimonio de la historia se ha elevado una estatua á costa de grandes sacrificios de las no muy sobrantes arcas municipales, y atendiendo á que la misma Real Academia propone un proyecto de inscripción, aunque admitiendo variación en las expresiones y teniendo presentes también las observaciones de la misma Real Academia acerca de los sentimientos cristianos que resplandecían en nuestro Almirante y á su valiente comportamiento al socorrer la plaza de La Mármora, circunstancias ambas no recordadas en la inscripción proyectada por este Ayuntamiento, se trata de modificar la inscripción del pedestal del monumento á Oquendo redactándola en la siguiente forma:

Al gran Almirante
Don Antonio de Oquendo,
cristiano ejemplar
á quien el voto de sus enemigos
declaró invencible,
dedica este tributo de amor
la ciudad de San Sebastián
orgullosa de tan preclaro hijo.
La Mármora
Pernambuco
Las Dunas.


Don Miguel de Oquendo,
Don Lope de Hoces,
Don Martín de Vallecilla.


San Sebastián 1577.
La Coruña 1640.

  —389→  

Confía esta Comisión, y cree que puede confiar también el Excmo. Ayuntamiento, en que la Real Academia de la Historia, acogiendo con benevolencia las observaciones que preceden, y atendiendo á que de la inscripción proyectada anteriormente se ha retirado todo lo que la Academia aconseja de plano sea retirado, ya que en lo que se conserva se introducen modificaciones dictadas unas é inspiradas otras por su luminoso y autorizado informe, encontrará ajustada á la verdad histórica y al buen sentido común la inscripción modificada que esta Comisión ha propuesto á V. E., y que, en atención á la proximidad de la fecha en que ha de inaugurarse la estatua, debe ser esculpida con urgencia en el mármol destinado á ella en el pedestal del monumento. La Comisión, sin embargo, subordina su humilde criterio al más ilustrado de V. E. cuya vida guarde Dios muchos años.

Y habiendo aprobado la Corporación municipal el preinserto informe en sesión celebrada el día 26 del actual, se lo traslado á V. E. para su conocimiento y efectos consiguientes.

Dios guarde á V. E. muchos años. San Sebastián 30 de Julio de 1894.-El Presidente, Joaquín Lizasoain.-Excmo. Sr. Presidente de la Real Academia de la Historia.-Madrid.»








Consecuencias

Al terminar las vacaciones se encargó otra vez al que suscribe que emitiera dictamen, y cumple la comisión en esta forma:

El Ayuntamiento de San Sebastián, apartándose del uso, por olvido quizá de ser de competencia de la Academia de la Historia la redacción de inscripciones que hayan de figurar en monumentos públicos, envió á este Cuerpo, en consulta, la leyenda que había discurrido y proyectado la Comisión especial de la estatua de Oquendo, en la localidad.

Acogida la petición, estimó la misma Academia fundadas las razones en que se apoyaba el individuo de su seno á quien encomendó el estudio, al indicar modificaciones encaminadas á prevenir censuras de la crítica, ya se substituyera la inscripción con   —390→   la que presentaba, ya con otra «con equivalentes expresiones de más gusto.»

Fué remitido el dictamen al Ayuntamiento que lo había solicitado; pasólo éste á la referida Comisión, autora del proyecto primitivo, y no conformándose con las observaciones, aconsejó á su vez al Cabildo popular, que ante todo diera expresivas gracias á la Academia por la deferencia y atención prestadas á su consulta, manifestando á seguida que, atendiendo á las atinadas indicaciones hechas, desechaba la parte de la leyenda proyectada en el concepto de haber sido Oquendo «pasmo de los héroes», etc., y admitía la alusión á los sentimientos cristianos del personaje; pero en la creencia de ser de mal efecto en el público donostiarra la supresión del título de Gran Almirante, si con pretexto de respeto á la Academia se hacía, usando de la facultad para variar las expresiones, y teniendo en cuenta la biografía que escribió don Cesáreo Fernández Duro «en la que con elevados tonos se cantan las glorias del Almirante y de sus principales combates, calificando al de las Dunas de combate sin ejemplar», mantenía algunas de las frases y nombres del proyecto.

«Confía esta Comisión (dice textualmente por final), y cree que puede confiar también el Excmo. Ayuntamiento, en que la Real Academia de la Historia, acogiendo con benevolencia las observaciones que preceden y atendiendo á que de la inscripción proyectada, anteriormente se ha retirado todo lo que la Academia aconseja de plano sea retirado, ya que en lo que se conserva se introducen modificaciones dictadas unas é inspiradas por su luminoso y autorizado informe, encontrará ajustada á la verdad histórica y a buen sentido común la inscripción modificada que esta Comisión ha propuesto á V. E., y que en atención á la proximidad de la fecha en que ha de inaugurarse la estatua, debe ser esculpida con urgencia en el mármol destinado á ella en el pedestal del monumento. La Comisión, sin embargo, subordina su humilde criterio al más ilustrado de V. E.»



El Sr. Director se ha servido encargarme de nuevo la manifestación á la Academia de lo que en el particular me ocurra, y sin elogiar el proceder de Cuerpo tan ilustrado y tan celoso de sus prerrogativas como el Ayuntamiento de la capital guipuzcoana.

  —391→  

En el hecho de acoger su Presidente las comunicaciones de una Junta eventual que consulta, y corrige no sólo lo consultado, sino también los fundamentos; con el acto más importante de aprobar las enmiendas y dar de la tramitación traslado á la Academia «para su conocimiento y efectos consiguientes», no parece sabedor de que este Instituto consultivo del Estado, no lo es de ninguna otra entidad, cualquiera que ella sea.

Ha resultado del sensible desconocimiento de las prácticas y de las atribuciones, que transcendiendo al público donostiarra invocado por la Comisión del monumento, mejor dicho, á algún periódico popular de la ciudad, la diferencia de apreciaciones literarias é históricas, mal informado, haya supuesto en la Academia de la Historia el prurito de rebajar los méritos del Almirante á cuya gloria la estatua se ha erigido; de chocar con los sentimientos nobles de la provincia que le dió cuna y le enaltece; de calumniar (que esta es la palabra) á la buena memoria de Oquendo.

Lo que la Academia deba decidir en este particular es, en mi concepto muy sencillo: la prensa ha pedido con insistencia que el informe originario de la cuestión se haga público; sea complacida: publíquense íntegras las comunicaciones hasta ahora reservadas como documentos de orden interior; aparezcan en el Boletín la consulta que se recibió á principios del mes de Junio, la contestación acordada por el Cuerpo en 15 del mismo mes y la réplica de fecha 30, conocida al acabar el período de vacaciones. Publíquense sin comentarios, que podrá hacer, si gusta, quien las lea1.

Al concluir me ha de ser lícita la cortesía á que obliga la alusión directa de mi nombre, hecha por la Comisión de la estatua de Oquendo en supuesto erróneo. Tiempo há publiqué de Oquendo elogio2, no biografía; califiqué de heróico su comportamiento en las batallas; puse la bizarría, el arrojo, el valor personal en altura que no cabe exceder, y que sigo creyendo alcanzó.   —392→   Admirable espectáculo, combate sin ejemplar, dije, ser aquel en que la Capitana de España, acosada como el jabalí en la extremidad de la carrera, recibió 1.700 balazos de cañón, contados por los agujeros del casco. De la batalla de las Dunas ó de las dotes, que como caudillo mostrara en ella el valiente guipuzcoano, no emití juicio; no me pareció ocasión de hacerlo. La oportunidad llegó cuando iba á esculpirse en el mármol:

«Luchó con los enemigos de la patria y jamás fue vencido por ellos



Creo, con esto, dejar cumplido el mandato del Sr. Director.





Madrid, 26 de Octubre de 1894.



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