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Inscripciones romanas y hebreas

Fidel Fita Colomé (S.I.)





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ArribaAbajo1. Arcos de la Frontera

D. Victorio Molina, en carta del 12 del corriente, me expone el resultado de sus investigaciones sobre varios extremos arqueológicos   —22→   que en otro informe indiqué1 como hábiles para ilustrar la antigua historia de Arcos de la Frontera.

El resultado principal se muestra con el presente calco de una lápida insigne, ó laja de mármol rojizo, que debió fijarse á un pedestal de la diosa Victoria. Su espesor es de 32 mm, y su cara mide 2 dm de base por 3 de altura.

Inscripción 1

Victorias sacr[um]. C(aius) Avielius C(ai) f(ilius) Pap(iria) Paelignus, praefec(tus] iure dicendo, de suo fecit.

Consagrado á la Victoria. Cayo Avielio Peligno, de la tribu Papiria, hijo de Cayo, prefecto jurídico, hizo á sus expensas el monumento.



Avielius se lee con toda claridad en la impronta. Está en lugar de Avilius ó Avillius, obedeciendo á la ley fonética que transformó sucesivamente Ilipula en Elepla, Lepla y Niebla.

Esta inscripción hace presumir el suplemento final de la que Lucio Cecilio Atiario consagró al Genio del municipio de la ciudad, cuya situación se determina por Arcos de la Frontera (Hübner, 1362)

Inscripción 2

Cabe también el suplemento «d(e) [s(ua) pecunia) d(at)]», que nos ofrecen los ediles de Málaga , Lucio Octavio Rústico, hijo de   —23→   Lucio, y Lucio Granio Balbo, hijo de Marco, en la dádiva que consagraron á la Victoria augusta. (Hübner, 1967):

Inscripción 3

Importa notar que ni los ediles malagueños, ni el sévir augustal de Arcos, hacen seguir al prenombre patronímico el distintivo de la tribu, porque su dignidad municipal no envolvía la de ser ciudadanos romanos. El cargo de prefecto jurídico, que en determinados casos sustituía ó era equivalente al supremo de la magistratura municipal, llevaba consigo aneja la ciudadanía y la afiliación á la tribu por la cual estaba representado el municipio en los comicios de Roma. El principal interés histórico de la inscripción recién descubierta en Arcos es la certidumbre que nos da de que este municipio, así como el de Erija, estuvo adscrito á la tribu Papiria.

La preciosa lápida se encontró en un olivar al N. y extramuros de la ciudad, próximo á la colada de Jaramín, que contiene un vasto cementerio, formado por largas filas de sepulturas ó zanjas á flor de tierra y reveladas por suaves depresiones del suelo. «Entre estas sepulturas y en diferente fila halláronse, no há muchos años, dos grandes sepulcros de planta rectangular, construídos de ladrillo y piedra y con tapas sin inscripción, encerrando sus correspondientes esqueletos, de hombre y mujer, y de gigantescas proporciones, á decir del descubridor, antiguo colono de las cercanías, que recogió un hermoso anillo de oro, de gran peso; de entre los restos de aquel, y señales de pulseras y un collar de gruesas cuentas de diversos colores entre los de la segunda.» Todos estos objetos se han perdido, sin que quede tampoco rastro de los referidos sepulcros. Del mismo sitio extrajo el Sr. Molina un tosco lacrimatorio. La colada de Jaramín conduce desde el   —24→   antedicho olivar á la partida, poco distante, que llaman el tesorillo, porque en ella se han descubierto monedas, ánforas, hornos de fundición y otros indicios de fábrica puramente romana.

El mármol que Avielio Peligno consagró á la diosa Victoria ha pasado á la sala ú oficina de redacción del periódico El Arcobricense. Ese titulo, fundado en la creencia vulgar de haberse nombrado Arcóbrica la ciudad de Arcos de la Frontera, no se ajusta á la sana crítica. Fué municipio romano de no escasa consideración, según lo acreditan sus monumentos2 y lo convence su posición estratégica. Su nombre, de un modo ú otro, hubo de figurar en los mapas de Plinio y de Ptolomeo. Las razones que produjo Mayans y repite Madoz3 excluyen la reducción á cualquiera de las dos Arcóbricas, nombradas por los antiguos geógrafos: la celtibérica en Arcos sobre la vía romana del río Jalón, 28 millas más allá de Sigüenza, y la celto-lusitana, que estuvo probablemente en Aronches, más allá del Guadiana, en la provincia del Alentejo.

Excluida Arcóbrica, resta considerar si viene bien con Arcos de la Frontera la denominación de colonia Arcensium, que Rodrigo Caro leyó en una piedra monumental de Sevilla4. Para pensarlo así Mayans, á quien sigue Cortés y López5, partió de un supuesto erróneo creyendo que la localidad no podía radicar fuera de España ni de la Bética; y lo que peor es, imaginando un nombre propio, Arci, de la ciudad, del cual no se forma á buen seguro Arcensis, sino Arcitanus, como de Acci Accitanus, de Astigi Astigitantus, de Aurgi Aurgitanus. El tipo emergente de Arcensis es Arca, propio de la colonia Arca Caesarea en Fenicia, y se ajusta perfectamente al personaje á que los barqueros de Sevilla elevaron el monumento como á fautor de su tráfico y ganancias, siendo á la par próvido agente y procurador (curator) de los intereses de aquella colonia. Llamábase Sexto Julio Posesor. Sus altos cargos militares y distinguida estimación en que le tuvieron   —25→   los emperadores Marco Aurelio Antonino y Lucio Vero (años 161-169), no le habían impedido fomentar la prosperidad comercial y agrícola de Sevilla y Alcolea del Río, atender al transporte y exportación en grande escala del aceite andaluz y africano, y señalarse en procurar que los conductoras de carruajes y esquifes en la zona sevillana del Guadalquivir fuesen atendidos, pagados y mejorados bajo todos respectos.

En lugar de ARCENSIVM imprimió Muratori ARIENSIVM. Sospecho que hay que leer AELIENSIVM, propio de los de Itálica6, como Romulensium lo es de los de Sevilla. Importa descubrir de nuevo la piedra monumental, oprimida con todo el peso de la gigantesca Giralda, y fijar de una vez y por manera indubitable el tenor del epígrafe.

La colonia Arca en España no se menciona por ningún geógrafo antiguo. Si admitirnos, aunque no sin mucha dificultad, que subsistió en Arcos de la Frontera, tropezaremos con otra dificultad, y es que en el letrero consagrado al Genio de esta población no se llama colonia, sino municipio.

Mientras no se descubra otra lápida que nos diga el verdadero nombre geográfico, quedan en pie las razones que han movido á Hübner para optar por la turdetana Lai/lia de Ptolemeo, ó Laelia de Plinio, dentro del término y en la frontera SO. del convento jurídico de Écija; razones que pueden desde luego esforzarse con el frecuente hallazgo de monedas autónomas sobre el terreno con la leyenda LAELIA. El nombre actual pudo provenir del latín arx, modificado por la pronunciación muslímica, como acontece en el de la célebre fortaleza del Guadiana Alarcos, cerca de Ciudad-Real, que tan cara costó al rey D. Alfonso VIII.

Atento á cumplir los deseos de la Academia, ha buscado don Victorio Molina la inscripción7 del séviro Augustal Terencio Herófilo, que en 1869 se veía en la bodega de D. Manuel Vidal, calle del Socorro, núm. 12. No ha logrado verla. Su pérdida ó extravío sería muy deplorable, porque no poco interesa á la historia del municipio, cuya existencia descubre.

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Tampoco ha podido ver el epitafio de Calpurnia Camila8, copiado por Ponz, hace un siglo, en la pared de una de las iglesias de Arcos, y que D. Luis P. de Grandallana propone9 como existente en la parroquial de Santa María. La piedra monumental de Calpurnia Gala10, erigida por decreto de los decuriones y del pueblo, ya casi ilegible, ha pasado del sitio indecoroso, donde yacía olvidada, á empotrarse en sitio á propósito para su conservación y resguardo.

No ha descuidado el Sr. Molina el llevar adelante las exploraciones referentes á la partida de Santíscar, cuajada de monumentos de la época visigótica. Situada está «en la falda de suave colina, desde donde se descubre á la luz del sol naciente bellísimos panoramas, abastecida con los ricos manantiales que á su pie brotan y arrullada por el dulce murmullo de las ondas del Guadalete que se desliza en suaves curvas fertilizando sus laderas», y dirigiéndose por el ocaso hacia el cerro, en cuya cumbre se yergue amurallada la ciudad de Arcos. La denominación del predio de Santíscar, que así se llama hoy, ha variado al través de los siglos, según lo hace notar el Sr. Molina.

Madoz escribe Santíscal; forma usada en documentos del siglo pasado y de los anteriores, y derivada probablemente de sancti Aciscli. La iglesia antiquísima de San Acisclo de Vallalta, en la provincia de Barcelona, partido judicial de Areñs de Mar, que dotó en 1090 Berenguer, obispo de Gerona, y había mencionado en 1019 el obispo Pedro Roger11, sigue llamándose en boca del pueblo Sant Iscle. No sería, pues, extraño que en la cumbre de la colina de Santíscal, ó en la ladera á cuyos pies se tiende el cementerio visigótico, se halle oculta una inscripción alusiva á las reliquias del santo mártir de Córdoba, bien así como varias de otros parajes12 dentro y fuera de la Bética. El nombre de todo el predio hace presentir una aedes sancti Aciscli, asemejable   —27→   á la que se manifestó13 en la dehesa de Bujalmoro, término de Dos Hermanas, sobre la cima de su altozano sombreado de olivares á la izquierda del Guadalquivir. Erigida esta basílica y consagrada por Honorato, inmediato sucesor de San Isidoro, en honor de los tres santos hermanos Fausto, Genaro y Marcial14, hacia el año 637, demuestra cómo la devoción á los santos martirizados en Córdoba hubo de propagarse, al S. de Sevilla, orillas del Guadalquivir y del Guadalete.

De los sepulcros que componen el cementerio de Santíscar, no removidos aún, alguna idea se tendrá con la descripción del de Bulgárico († 25 Mayo, 562). La lápida que contiene el epitafio es de yeso poco resistente, gastada y fracturada por el peso de la tierra y las raíces de los palmitos que vivieron encima. Lo que de ella resta mide 0,6 m por el lado más largo, 0,55 m de ancho y 0,03 m de grueso. Las paredes del sepulcro estaban formadas de grueso ladrillo cuadrado y grandes piedras, y de una enorme el asiento ó monolito, sobre el cual se tendía el esqueleto: Al dar la vuelta á este monolito se vió que su cara inferior «tenía toscamente grabada una calavera», indicio de su destino, ó quizá contramarca de la fábrica funeraria que expendía semejantes objetos. El presbítero D. Ildefonso de Pazos, administrador de la finca, ha registrarlo algunas otras sepulturas contiguas á la de Bulgárico, mas no tenían inscripción; solamente en su relleno ó desperdicios ha parecido una alcuza de barro gris, cuyo aceite perfumado debió alimentar la lucerna que ardía sobre el sarcófago.

Los dos mosáicos que descubrió en Santíscar, y de los que nos dio noticia el Sr. Molina, han excitado vivo interés en el seno de la ilustrada Comisión de Monumentos de Cádiz. Los Sres. Marqueses de Gandul y Ulloa, propietarios de tan hermosos monumentos,   —28→   los han cedido generosamente al Museo arqueológico de la provincia.




ArribaAbajo 2. Fregenal de la Sierra

La inscripción, sita en un ángulo de la casa de D. Manuel Ledesma, calle del Bastimento, á 8 m de altura, se completa y se lee bien, merced á la impronta que, rompiendo por toda suerte de dificultades, ha sacado y nos envía D. Pablo Manuel Guijarro. Vista de lejos dió margen á una copia15, que importa rectificar:

Inscripción 4

Fructosa vix(it) ann(is) XII. H(ic) s(ita) e(st). S(it) t(ibi) t(erra) l(evis). Cosiae vernacu(lae).

Fructosa vivió 12 años. Aquí yace. Séate la tierra ligera.- á la vernácula Cosia.



Á los restos mortales de la esclava Fructosa se juntaron posteriormente los de su compañera Cosia, que había nacido en la casa del dueño. El nombre de la segunda está añadido con letras de tamaño menor. Esta lápida es la primera de su género que se ha mostrado en la betúrica Nertóbriga.




ArribaAbajo 3. Espejo, en la provincia de Córdoba

Los suplementos y rectificaciones quo propuso Mommsen á la copia que hizo el P. Jurado de la inscripción 1513 de Hübner han   —29→   salido comprobados por el calco del original (0,28 m de ancho por 0,20 m de alto) que el académico Sr. Codera ha recibido del presbítero D. Antonio Pueyo, residente en Córdoba.




Arriba 4. Toledo

Calcos y dibujo de un fragmento de lápida sepulcral hebrea me ha proporcionado D. Pedro Alcántara Berenguer, nuestro ilustrado correspondiente en Toledo. En carta del 9 del corriente «lo descubrí, me escribe, en la calle de Santa Úrsula de esta capital, y en un solar señalado con el núm. 16, actualmente destinado á jardín, de la propiedad de mi amigo y compañero D. Manuel Castaños y Montijano.»

El fragmento, quebrado por todos lados, es de piedra berroqueña, que mide en su mayor anchura 0,88 m; alto, 0,18; grueso, 0,255. Las letras están abiertas en hueco (altas, 0,07m), y su tipo nos lleva hacia el promedio del siglo XIV.

Leo y suplo:

Inscripción 5

En la primera línea queda visible el ángulo superior del Letra 1, en la segunda el trazo superior del Letra 2.

El verso en dímetro yámbico es leonino, habiéndose tomado el primer hemistiquio del libro de los Proverbios XX, 6. El hemistiquio segundo cuatro veces aparece en la Biblia: 2 Reg. V, 1 ; Job. XXII, 8; Isaías, III, 3; XI, 14.

Muchos epitafios hebreos de Toledo, publicados por Luzzato16,   —30→   están henchidos de poesía, no menos que los latinos y castellanos de aquella época17.

En el sepulcro del anciano Abrahán hijo de Isaac Aldavés (Luzzato, 58) aparece un cuarteto, asemejable al que hubo de figurar en nuestro fragmento:

Inscripción 6

Hombre leal, dueño de, las bendiciones, á quien bendijo el Dios de los ejércitos.



El epitafio, cuyo fragmento ha descubierto el Sr. Berenguer no corresponde á ninguno de los setenta, que forman la colección de Luzzato. Es nueva manifestación de la poesía, cultivada por los sabios israelitas de Toledo. Nada tan fácil como completar su cuarteto, si advertimos que las dimensiones de anchura ó base del epitafio hebreo en Toledo y Sevilla durante el siglo XIX solían variar de 1,50 á 2 m Naturalmente hubo cíe ocupar un solo renglón y decía:

Inscripción 7

Hombre veraz, de erguida faz; bueno con Dios y con los Hombres.



El suplemento está indicado por cuatro inscripciones (26, 31, 36, 69 de la colección); y no pudo ser otro. Por ellas advertimos que fácilmente á este verso seguiría el nombre del finado (Samuel?) y la fecha de su muerte; sobre lo cual es de esperar que otro fragmento derrame luz, si se buscare con la diligencia y fortuna que suelen acompañar al Sr. Berenguer en sus doctas investigaciones.

No he de cerrar este informe sin advertir que en la colección de capiteles románicos, que atesora el Museo Arqueológico Nacional, he visto uno bilingüe, procedente de Toledo, cuyo collarín está orlado con esta inscripción hebraica:

Inscripción 8

Bendito tú en tu entrada, y bendito tú en tu salida.



  —31→  

Es el versículo 6 del capítulo XXVIII del Deuteronomio, y da pie para conjeturar que el capitel estuvo á la entrada de la sinagoga, llamada Santa María la Blanca, de Toledo, cuyo tipo arquitectónico es del reinado de Alfonso el Sabio. Al siglo XIII y hacia su remate nos conduce la inspección paleográfica de los caracteres hebreos, así como la de los arábigos cúficos, del capitel, ciertamente anteriores á los que esmaltan la sinagoga del Tránsito, que se labró en tiempo del rey D. Pedro. Por su forma se aproximan á los de la sinagoga de Córdoba18 y á los del sepulcro de San Fernando19, cuyo epitafio hizo el Rey sabio, su hijo, esculpir en cuatro lenguas, arábiga y hebrea, latina y castellana.

El capitel es lindísimo. La inscripción hebrea del collarín desnudo obligó el artista á reducir á tamaño menudísimo las hojas de acanto que, destacándose sobre el cordón del astrágalo, parecen trocarlo en corona regia. Encima de la inscripción, limitando por lo bajo el cuerpo del capitel, voltea una guirnalda de ramas de pino, entre cuyas piñas se enrosca inofensiva serpiente. Pámpanos, estrellas, urnas ó espejos y un leoncillo se combinan, esculpidos simbólicamente en las cuatro caras del ábaco; y en lugar de volutas, cuatro cinocéfalos ó hipocampos, tienen por brazos espiras ó colas de serpientes. Todo el conjunto trae á la imaginación el cuadro poético del salmo hebreo XCI (9-13) ; y las breves inscripciones arábigas, repartidas en el fondo de los cuatro compartimentos, aclamaciones de bendición Árabe, se armonizan con la única y grande hebrea del collarín. La figura del león, como emblema del regio poderío, y quizá de la tribu de Judá, también se ve no rara vez esculpida en la sinagoga del Tránsito. En el capitel indica el compartimiento principal; y con efecto, se marca allí un número Árabe 2 (71), que estimo probable ser el del año hebreo de la construcción. Bajo esta cuenta, si el capitel perteneció á la portada de Santa María la Blanca, resultaría que la edificación ó restauración de tan preciada sinagoga debió acontecer en el año 5071 de la Creación (27 Agosto, 1310-13 Septiembre,   —32→   1311), cuatro antes que se labrase la sinagoga de Córdoba20. Como quiera que sea, el uso de las cifras arábigas nos lleva hacia ese tiempo; porque sabido es que las introdujeron y aclimataron en Espacia los sabios de Israel, á quienes Alfonso X confió la traducción en castellano de las mejores obras de la ciencia muslímica.

La sinagoga del Tránsito, como lo ha demostrado Graetz21, vio terminada su edificación en el año Año bueno para Israel, ó 17 añadido á 5100 de la Creación, que discurre desde el 21 de Agosto de 1356 hasta el 15 Septiembre de 1357. En la notición del año, el epígrafe cuya interpretación fué el rompecabezas de nuestra Academia22, prescinde de los millares y de las centenas, así como lo hacen varios epitafios hebreos de Toledo. No es, pues, extraño que en nuestro capitel rija la misma norma.





Madrid, 15 de diciembre de 1893.



 
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