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241

Esto prevenía la ley, y da motivo a la siguiente cuestión.

 

242

El desterrado de tal manera pierde su libertad y vida, que queda privado aun del derecho de ciudadano, y por lo mismo de los demás fueros. Cuando dice, pues, la ley: El que no defienda a un padre acusado de traición, etc., no debe entenderse de un padre condenado para quien no hay ley ninguna, sino del padre absuelto. [Según noticia de] Turnebo.

 

243

El que imagina que para tratar cualquier asunto que se ofrezca es necesario ir llamando, digamos así, como de puerta en puerta a cada uno de los preceptos de la retórica, tiene una idea muy pueril del arte de persuadir. Cuantas reglas dan los retóricos, están tomadas de lo que dicta la naturaleza en algunos lances que ellos se propusieron, y que son una muy pequeña parte de los infinitos que pueden ocurrir, pero distintamente combinados. Es decir, que puede ofrecerse asunto de tal naturaleza que, atropellando las reglas del arte, sólo podrá sacar con lucimiento al orador la seria meditación de la materia y su propio ingenio para hallar y manejar las razones de que debe valerse. El que va sólo atenido a lo que dijeron Cicerón y Demóstenes, usa de un caudal que pronto se agota.

 

244

Alude al proverbio: Eimata aner el vestido hace al hombre: con el que se da a entender que el ornato exterior concilia al hombre cierta majestad y grandeza. [Según noticia de] Rollin. Culpa Quintiliano aquellos razonamientos que constando por una parte de períodos sonoros, de frases y locuciones muy estudiadas, de expresiones muy brillantes y lisonjeras, sólo consiguen halagar el oído, pero por otra parte carecen del vigor de los pensamientos, por los que debían penetrar hasta lo interior del alma, moviendo la voluntad. Por esto dice Cicerón que no hay mayor locura, que un sonido inútil de palabras, aunque sean las más escogidas, pero que no encierran concepto alguno. (Del Orador, I)

 

245

Viene aquí muy a cuento lo que dice Cicerón citado por Aulo Gelio, libro I, capítulo 15: Más quiero una sabiduría que tenga algo bien hablada, que una locuacidad necia. No es lo mismo hablar que decir; y por eso censuraba Eupolides a los charlatanes con un verso griego, que hace este sentido:


Eres en el hablar muy excelente;
Muy necio en el decir, e impertinente.



 

246

Véase a Cicerón sobre el modo de hablar con pureza y elegancia. (Orator, libro III, número 37, 48).

 

247

Dice Quintiliano romano, porque escribió principalmente para los latinos. En lo que nos advierte que el orador debe esmerarse en la pureza de su lengua nativa.

 

248

Sperare está en lugar de præsentire, 'barruntar'.

 

249

Escribe Tranquilo que César fue muy abstenido en el vino: por esto dice Catón que sólo César fue sobrio entre los que destruyeron la república. La propiedad está en darnos a entender el grande cuidado, vigilancia y cautela con que obró César; virtudes que se hallan en los sobrios. [Según noticia de] Turnebo.

 

250

Nombre propio de un viento muy contrario a los pueblos de la Pulla. No sé si con la misma obscuridad lo llamó A. Gelio Ventus Horatianus.