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31

El colofón («La segunda parte está ya traduzida, la qual no tardará en salir a luz») era convencional y no permite concluir que ya estaba escrito.

 

32

Es insólita la introducción de este nuevo hijo, que no tiene, que nosotros sepamos, precedente en los libros anteriores. El capítulo (II, 52) en que nace parece ser postizo; si fuera cierto, indicaría, con el cambio en el papel de Claridiana, revisiones extensas del autor.

 

33

Véanse V, pág. 33, ls. 18-28 y pág. 145, ls. 10-21.

 

34

Publicada por Juan Íñiguez de Lequerica. No puede ser casualidad que el libro se publicara en Alcalá, cuando Lucas Rodríguez, «escriptor» de la Universidad, era un aficionado a los libros de caballerías e incluyó un resumen de la primera parte del Espejo de príncipes en su Romancero historiado (véase infra). Lequerica también imprimió la tercera parte, dedicada a Lucas Rodríguez y escrita por un alcalaíno. (Para más datos bibliográficos sobre estas dos partes, véase la bibliografía de Simón Díaz [infra, n. 45], y nuestro suplemento en RLit, núms. 67-68 [1968 (1970)], pág. II.)

 

35

Los caballeros que acompañaban a Rosicler y al Caballero del Febo en la primera parte faltan casi absolutamente en la continuación de Sierra.

 

36

Sobre esta parte versa el trabajo de Perott, «Über eine anno 1587 erschienene heute aber gänzlich vergessene Novelle als Quelle von Massinger's A Very Woman», en Anglia, 39 (1916), páginas 201-08, y también «Die ihren Schätzen in Pagenverkleidung nachlaufenden Mädchen im Ritterspiegel», en Germanisch-romanische Monatsschrift, 5 (1913), págs. 222-23.

 

37

Confiesa en la «Carta dedicatoria» y al final ser de «tiernos años», pero como era licenciado, podemos suponer que tenía unos veinticinco años.

 

38

Véase supra, n. 34. Rodríguez Moñino, en su edición del Romancero historiado (Madrid, Castalia, 1967), pág. 9, confiesa ignorar el significado que tiene aquí escritor.

La edición de 1623 estaba dedicada a don Rodrigo de Sarmiento, duque de Híjar (Gayangos, en BAE, 40, pág. LIV).

 

39

Chevalier dice de la obra de Martínez, con enojo gálico: «De là [las partes primera y segunda] dérivent les matériaux qu'il accumule sans le moindre souci d'originalité et de composition dans une oeuvre informe et stupide, pour laquelle les qualifications les plus péjoratives paraîtront d'une dérisoire faiblesse au lecteur le plus indulgent» (L'Arioste, pág. 273). Pocos libros, por cierto, merecen condena tan redundante, mucho menos el de Martínez. Sólo podemos concluir que Chevalier, que en la misma página se declara un «lecteur harassé», no hizo más que hojearlo rápidamente.

 

40

«Biblioteca de libros de caballerías [año 1805]», en Publicaciones cervantinas, 3 (Barcelona, 1942), pág. 20.

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