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31

Op. cit., pág. 80.

 

32

Glosas de Sigüenza, pág. 74.

 

33

Altisent (La narrativa breve) frecuentemente señala en sus análisis de los apartados los paralelos que hay entre el estilo de Miró y las técnicas de la música y la poesía. Por ejemplo, de «El río y él» observa que: «La concepción pictórico-cinética de la estampa se conjuga con la variedad rítmica de tempos, del vivo andante y de éste al lento del final, en una anisocronía sin alteraciones bruscas, donde la repetición de verbos durativos (en presente o imperfecto), de gerundios, el polisíndeton [...] y las largas enumeraciones alternan con la articulación asindética, creando el movimiento ondulante de la prosa» (pág. 54). Recuerda la idea de Maragall que la poesía revela el ritmo esencial de la vida, la alternación de acción y reposo.

 

34

«Gabriel Miró y el poema en prosa», pág. 152.

 

35

Op. cit., pág. 153.

 

36

Maurice Merleau-Ponty, The Primacy of Perception (Evanston, IL: Northwestern University Press, 1964), pág. 14 (traducción mía).

 

37

Marta Altisent (La narrativa breve, págs. 43-44) indica que esta estampa se origina en la lectura que hizo Miró de Esquisse d'une morale sans obligation ni sanction de Jean Marie Guyau. En un pasaje el autor narra un sueño en que es arrebatado por un ángel para contemplar a Dios y se siente durante el viaje 'demasiado humano' para permanecer en el Paraíso». Cita Altisent una glosa que hizo Miró de este pasaje de Guyau en un discurso de 1914 dedicado a Enrique Arnaud, director de la Academia de Música de Barcelona, glosa que contiene una explicación de las tensiones que siente el artista entre la contemplación y la emoción. Mariano Baquero Goyanes, El cuento español en el siglo XIX (Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1949, págs. 608-609) nota un paralelo entre «El ángel» de Miró y «La aventura del Ángel» de Emilia Pardo Bazán. Al elaborar su análisis de los dos cuentos menciona otras historias de «ángeles caídos» por diversos autores, entre ellos Lamartine y Byron.

En su Libro de oraciones para el creyente en los ángeles Eugenio d'Ors entiende que el ángel es un modo único de representar la unidad del cuerpo y el alma, la tierra y el cielo, lo mortal y lo divino:

«Veo esta unión realizada en términos análogos a la de la unión durante la misma vida terrestre del alma y del cuerpo. El hombre, como individuo, se compone de alma y cuerpo. El hombre, como persona, se compone de alma, cuerpo y ángel. Es aquélla una manera de unión funcional... Corresponde al orden de las nupcias. El lecho de las bodas del alma y del cuerpo se llama 'subconsciencia' o aproximadamente, instinto. El lecho de bodas del alma y el ángel se llama 'superconciencia' o aproximadamente también, 'vocación'. Como endógena predeterminación de nuestro ser definitivo».


(Citado por Ramón Roquer, «Nota sobre los 'ángeles custodios'»;
en: Homenaje a Eugenio d'Ors (Madrid: Editora Nacional, 1968, pág. 184)
               


Claro que las posturas filosóficas de Miró y d'Ors son muy diferentes en su fondo. Eugenio d'Ors era esencialmente un dualista al distinguir entre «subconciencia» y «superconciencia», una división que Miró no podría aceptar, tal y como no podría aceptar la noción de «la predestinación de nuestro ser definitivo». Su ángel existe por medio del mundo en que elige quedarse; su ser no se cuaja ni antes ni después.

 

38

Miró también recuerda el tema de la «danza de la muerte» en su artículo «Almas medianas. Dos de Noviembre» (1919); recopilado en Marta Altisent, Los artículos de Gabriel Miró en la prensa barcelonesa (1911-1920), Madrid: Pliegos, 1992, págs. 209-211.

 

39

La narrativa breve, pág. 47.

 

40

Marta Altisent (op. cit., pág. 46) señala que en su ensayo sobre Dante, Miró define dos tipos de gloria que se evocan en esta estampa: «[...] la de la popularidad, como reflejo exterior, insuficiente para llegar a alterar la verdad más honda de la conciencia del escritor -ya que la fama rápida o inmerecida puede convertir al artista en 'apócrifo de sí mismo'-; y la de la creación, que consiste en 'sentirse y afirmarse a sí mismo, pasando por sequedades y postraciones'». También sugiere Altisent (pág. 47) que el ensayo de Juan Maragall de 1904 «La gloria y la fama» pudiera haber inspirado la viñeta de Miró sobre la búsqueda de reconocimiento.