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Su padre, don Juan Miró Moltó, aún le vivía; fue al año siguiente, el 6 de marzo de 1908, cuando murió.
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Miguel de Unamuno, San Manuel Bueno, mártir (Madrid, 1963), p. 49.
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Esta cuestión de los pormenores ha sido importantísima en los novelistas de la Generación del 98, especialmente Azorín, quien se valió de una técnica semejante para conferirles vitalidad y sensibilidad a sus obras.
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Recuérdese que a un ingeniero, Próspero Lafarga, le había dedicado Miró su primer libro protagonizado por Sigüenza (Del vivir). Autor e ingeniero habían recorrido juntos las tierras de Parcent.