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Jacques Lassaigne: «La Peinture espagnole des fresques romanes au Greco». Skira, Genève, 1952

Ricardo Gullón





La calidad de las reproducciones en color publicadas en esta obra, primer volumen de los dos en que ha de repartirse la dedicada por el editor Skira a la pintura española, es admirable. Por eso, aun siendo certero el texto de Jacques Lassaigne, son las setenta ilustraciones que lo acompañan las que atraen con preferencia la atención.

Las reproducciones no solamente son notables por la perfección del sistema empleado para realizarlas, sino por el acierto con que fueron seleccionadas, para servir -literalmente- de ilustración al texto y poner en manos del lector una antología viva de la pintura española en aquellas épocas. La reproducción de fragmentos especialmente expresivos atrae la atención hacia las figuras aisladas o zonas del cuadro que, de otro modo, no se hubieran contemplado con tanto detenimiento y, como es lógico, resulta muy bien venida cuando se incluye como complemento de otra reproducción de la obra en su totalidad.

Lassaigne ha escrito una síntesis clara de nuestra pintura, hasta el Greco. Estudió cuidadosamente los frescos, murales, retablos o fragmentos de retablo de la Edad Media y el Renacimiento, pintores catalanes y valencianos y, con menos detenimiento, los castellanos. El resultado de su esfuerzo se ofrece en páginas densas y bien sistematizadas, por momentos escritas con profundidad; el autor tiene el don de penetrar en lo esencial sin necesidad de insistir demasiado y concilia las exigencias de una exposición histórica del tema con el análisis detallado de alguno de los cuadros más importantes, así el de la Pietà de Bartolomé Bermejo (catedral de Barcelona), en donde descubre secretos que autorizan la comparación de esta tela con la misteriosa Tempestad del Giorgione.

El señor Lassaigne conoce bien la pintura española y está al corriente de las investigaciones que, cada día mejor encaminadas, van poniendo en claro problemas de atribución y de fecha. La exposición que nos presenta se halla al día y resume el estado actual de los estudios. Excusado es decir que, dirigiéndose al llamado gran público, el autor prescinde de cuanto aparato crítico pudiera obstaculizar la lectura continuada de su trabajo, concebido como medio de hacer plenamente inteligible y de valorar el museo portátil al que sirve de complemento.

Hubiera sido deseable que Lassaigne recorriera con más calma la pintura castellana de los siglos XV y XVI, porque en ella pudo descubrir obras injustamente olvidadas y desdeñadas. El pintor de quien trata con más detenimiento es el Greco; el capítulo que le dedica constituye un excelente resumen de la evolución de este pintor y de su significación dentro de la pintura española.

El volumen lleva como apéndice una veintena de breves biografías de pintores, redactadas con pluma feliz por Alejandro Busuioceanu.





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