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Jordi Sierra i Fabra: La pasión por la escritura (aproximación a su obra juvenil e infantil)

Anabel Sáiz Ripoll






ArribaAbajoI. El personaje adolescente: conflictividad

Los personajes adolescentes, masculinos, que retrata Jordi Sierra i Fabra aparecen muy nítidamente definidos y con unas características que los marcan muy de cerca. De ahí que dediquemos un apartado a analizarlos ya que resaltan dentro de su obra. Suelen ser chicos jóvenes (16, 17, 18, 19 años) que parten de una carencia inicial -sea algún conflicto con la familia, algún problema social o afectivo- y que quieren colmarla o superarla, a veces mediante la vía rápida -drogas o inhibición-; otras mediante el trabajo y la voluntad personal, el esfuerzo propio en una sociedad falsa que aparenta que todo es fácil y que está al alcance de la mano, cuando, en realidad, es un puro espejismo y el paro y la falta de recursos y oportunidades son la nota predominante. Son chicos de pelo largo, aficionados a la música rock -a menudo se identifican con ella, con sus canciones y artistas; otras veces idealizan los grandes conciertos de los 60 a los que ellos, por edad, no pudieron asistir; otras, al fin, es su medio de vida: muchos tocan la guitarra-. A menudo recuerdan, de manera casi ritual, el concierto de Woodstock, celebrado los días 16, 17 y 18 de agosto de 1969. Así, pues, se autocalifican de románticos o se lo llaman los demás; pero el romanticismo al que se refiere el autor es, acaso, su mismo romanticismo, en el sentido de rebeldía, de la búsqueda de la libertad personal, del deseo de alcanzar o de fraguarse el propio destino, de encontrar un lugar en el mundo. Hay que destacar la pasión que todos ellos ponen en su vida, en sus proyectos, en sus relaciones sentimentales e, incluso, en los fracasos.

En El último verano Miwok (1987), David, el adolescente protagonista, es un chico comprometido con su mundo, despierto, que ansía conocer a su padre y para quien el presente y el futuro lo son todo. El John Lennon adolescente protagoniza una de las novelas más leídas de Jordi Sierra i Fabra, El joven Lennon (1988). Esta es una historia que podría calificarse como «los años de aprendizaje», puesto que nos habla del embrión de lo que fueran «Los Beatles». Jordi Sierra i Fabra no pudo conocer a John Lennon, pero siempre se ha sentido muy cerca de él, ha llegado incluso a considerarlo «su hermano». En la novela nos cuenta la adolescencia del muchacho, su pasión por la música, sus principios, su rebeldía y la relación familiar que tanto le marcó.

Vicente Prats, de 17 años, es otro de los adolescentes característicos de Jordi Sierra. Protagoniza Banda sonora (1993) y lo conocemos cuando se propone cambiar radicalmente su vida. En un momento delicado para él. En primer lugar quiere dedicarse profesionalmente a la música (la hace ya en el grupo X y Z) y le pide ayuda a su padre, al que hace mucho que no ve puesto que se separó de su madre.

Muchos son los jóvenes, en la obra de Jordi Sierra i Fabra, que o no tienen padre o este los abandonó o se separó de sus madres y estuvieron muchos años sin verlo. En la mayoría de los casos el reencuentro es positivo para el hijo y marca una línea en su vida, lo sitúa, por así decirlo, en el camino de la madurez -también hay padres negativos, como el de Tivi en Nunca seremos estrellas del rock, que la maltrataba o el de Ventura, en el mismo libro, aunque no es este el retrato paterno más común-.

La figura paterna es, generalmente, básica para los jóvenes trazados por Jordi Sierra i Fabra. En algún caso, incluso, como veremos, es un padre que ya murió, pero que su recuerdo atormenta o motiva a su hijo. El encuentro entre Vicente y su padre, como ocurrió entre David y el suyo, por ejemplo, es positivo. Vicente, sin embargo, aprende él solo a equivocarse y a alzarse. Banda sonora es también una novela de aprendizaje, como El joven Lennon.

En Tiempo del olvido (El temps de l'oblit, 1993) el recuerdo del padre asesinado por un terrorista, impulsa a Carlos a seguir la pista para tratar de encontrar al asesino y matarlo. Es una novela especialmente delicada por el tema que trata; pero aquí nos interesa, de momento, la figura del joven. Carlos llega al País Vasco y conoce a Tetxu, el hijo del hombre que mató a su padre por error hace ya 10 años. Entre ambos se establece una relación de amistad que es un sentimiento mucho más fuerte que el odio que pueda sentir Carlos. Tetxu, en este caso, sería el ejemplo de adolescente, aficionado a la música, con un pasado que superar y una relación especial con su madre.

Las madres son otro elemento clave en la obra de Jordi Sierra i Fabra. A menudo son madres solas que han tenido que sacar a sus hijos adelante; otras veces son madres un tanto amargadas por la separación que han vivido y transmiten ese sentimiento de frustración a los hijos que intentan superarlo y conocer la verdad. Las madres, sin embargo, también, cuando se habla de una unidad familiar estable, son abnegadas, sufridoras, llenas de ternura hacia sus hijos. Pero sea como sea, igual que le ocurría a John Lennon con su madre Julia, todos los jóvenes de Jordi Sierra i Fabra sienten un afecto especial hacia sus madres, tanto que, incluso, serían capaces de matar por ellas (La estrella de la mañana, 1996) o de perdonarles la mentira (Estela admite el afecto hacia su madre adoptiva, mientras que guarda un rencor sordo hacia su padre, en La memoria de los seres perdidos, 1998).

A menudo estos adolescentes se sienten desorientados, como Mariano, Ismael, Lázaro, Serafín y José Luis, los amigos de Noche de Viernes (1993), cada uno con su soledad y sus problemas a cuestas. En esta novela, como en otras, Jordi Sierra i Fabra aborda el tema de la conflictividad íntima de la evolución a la madurez con los problemas sociales y sentimentales que la rodean.

Malas tierras (1994) es un nuevo caso de confusión juvenil. Cristo y Toni están enamorados de la misma muchacha, Cati, estudiante de veterinaria, responsable y juiciosa. Cristo es el típico joven que ya empezamos a conocer (pelo largo, toca la guitarra) y Toni es un caso paradójico puesto que manifiesta un pacifismo a ultranza, pero va a ir a la mili al día siguiente porque su padre es militar y así lo ha dispuesto (de nuevo la figura del padre como decisiva para el futuro, en este caso un padre rígido y severo).

Ventura, 19 años, personaje central en Nunca seremos estrellas del rock (1993), es un buen lector, aficionado a la música y al cine, pero por un problema relacionado también con su padre -un hombre violento que maltrataba a su madre y al que Ventura tuvo que matar, aunque eso lo sabemos al final- se ve envuelto en una espiral de robos y violencia y vive un momento durísimo que también lo pondrá frente a la madurez y le dará una última oportunidad. Ventura no busca la aventura, sino que huye de sí mismo, de su problema familiar.

Mario es otro ejemplo de desajuste familiar y social, Seis historias en torno a Mario (1995). Mario, 19 años, es el menor de tres hermanos y es el que ha vivido una infancia y una adolescencia más especial, muy mimado por su madre. Mario crece en una familia que va mejorando económicamente y se aprovecha de ello. Acaba enganchado a las drogas y muere de sobredosis y lo triste del caso es que nadie tiene la culpa, pero todos pusieron su grano de arena para que Mario fuese, paulatinamente, desencantándose de la vida.

Fernando, en Retrato de un adolescente manchado (1997), es un ejemplo de rebeldía con causa puesto que ha sido acusado de asesinar a su madre, o a quien le ha hecho de madre todos esos años, lo cual no es cierto. Fernando, gracias a su abogado, va enfrentándose al pasado y aprendiendo a encontrar un lugar en el mundo.

Isaac en Un hombre con un tenedor en una tierra de sopas (1998) vive una aventura en Chiapas que marcará el resto de su vida sólo porque quiere conocer la verdad -vemos que la verdad es un valor básico en todos estos jóvenes- acerca del suicidio de su hermano, un periodista de los más célebres del momento.

Hasta ahora hemos hablado de muchachos, que son los personajes más frecuentes en la novelística de Sierra i Fabra, pero también podemos aludir a las jóvenes, a las adolescentes, contrapunto para esos personajes. No obstante, hay alguna novela en la que la mujer adolescente es la protagonista indiscutible. Hablo de El último set (1991) y de La voz interior (1997). En la primera, Virginia Paz acaba de ganar el Roland Garros, pero se encuentra en un momento difícil de su vida, está desorientada, y decide esconderse en casa de su abuela, una tenista retirada. Allí reflexiona y con la ayuda de las nuevas personas que conoce, decide seguir adelante; pero pone sus propias condiciones a su padre, teniendo a su madre y abuela como aliadas -véase la recurrencia de la figura paterna-: ella quiere jugar y pasarlo bien, no morir en el intento.

En La voz interior el personaje es femenino en su totalidad ya que transcurre en un colegio de alto nivel para chicas regentado por monjas. Las chicas que se ven envueltas en la trama muestran cada una sus flaquezas y sus intereses. Hay un buen análisis psicológico de estas 5 chicas amigas, con sus miedos, dudas y vacilaciones.

Por lo demás, y ya para cerrar este apartado, el papel de las chicas es decisivo en la evolución de los personajes masculinos. Todos ellos tienen novia o alguna relación especial o encuentran a alguien. Tetxu tiene novia, Mario también, Vicente también -aunque rompe con ella-, Ventura tiene a Neus, pero conoce a Tivi, una okupa que le hará cambiar de ideas y así con todos ellos.

En general, el papel de la mujer adolescente es secundario, salvo excepciones, pero tiene capital importancia porque con su afecto, su ternura y su comprensión arropa al personaje masculino, lo ayuda, lo proyecta hacia adelante. Es como si la mujer fuera mucho más madura que el hombre y le fuera indicando, con amor y constancia, el camino. Evidentemente, el amor, como sentimiento total, aparece en muchas de estas historias. Jordi Sierra i Fabra no esconde los aspectos sentimentales y los descubre con lirismo, a menudo, como no podría ser de otra manera en un vitalista como es él.

El amor, pues, es un tema básico en sus historias, pero no suele ser el desencadenante, salvo en La estrella de la mañana (1996). Esta es una auténtica historia de amor entre Beatriz, de clase social alta, y Joma, muchacho de clase social inferior, pero con mucho talento para el dibujo, procedente de una familia desestructurada, con el padre en la cárcel y una madre que sufre malos tratos del hombre con quien vive. El amor entre ambos es superior a cualquier otro impedimento.

Vemos, pues, que los personajes de estas novelas no son de una pieza, sin fisuras, sino que van cambiando, como seres reales, a lo largo de sus peripecias vitales. Virginia madura en casa de la abuela, Carlos renuncia a sus propósitos por amistad, Estela decide irse de casa y empezar de nuevo, Joma opta por prepararse para el futuro, Vicente se esfuerza por superarse, Ventura está al punto de caer en un pozo sin fondo, ... y también les ocurre lo mismo a los niños, Óscar, en Temps de gebre (1990) va a pasar el verano a casa del abuelo, mientras sus padres deciden si se separan o no y Óscar que, en principio se encuentra desplazado, acaba sintiéndose uno más en el pueblo, asumiendo responsabilidades y entendiendo a sus padres.




ArribaAbajoII. Técnica narrativa y estructura

Las novelas de Jordi Sierra i Fabra suelen ser ejercicios minuciosos de composición. Trabaja mucho la estructura y se fija en aspectos importantes como son las técnicas narrativas. Sabe utilizar con destreza la tempo-lento, el flash-back, el perspectivismo, el monólogo, el soliloquio y otra serie de procedimientos que no le impiden que, a menudo, eche mano del narrador omnisciente. Comentemos, sin embargo, algunas de sus novelas desde el ángulo de la construcción.

En El cazador (1981) organiza la historia en torno a cuatro apartados, con clara base alegórica: La noche anterior, El Camino, La caza y Los enemigos. Todo contado en 110 capítulos cada vez más breves que nos sitúan ante una de las características esenciales de la obra de Jordi Sierra i Fabra: el estilo cinematográfico. Sus capítulos son como secuencias que se van precipitando hacia un final condensado y rápido. Sigue un clímax ascendente -es la historia de un cazador que quiere cobrar su última presa viva- y, al final, se precipita hacia un final que libera de la angustia contenida al lector a lo largo de toda la aventura personal del cazador.

En El último verano Miwok, David, a quien ya conocemos, recuerda su último verano Miwok con su padre, tras 10 años sin verse. Recuerda el pasado más remoto: la separación de sus padres cuando el tenía 7 años y el reencuentro en Estados Unidos con su padre a los 17 años. Está escrito en dos momentos: el tiempo del narrador en 3.ª persona, que quizá sea Pablo, el padre, y la novela que escribe- y el tiempo de David, en 1.ª persona quien, desde el pasado -11 años ya- recuerda ese verano especial. El presente y el futuro se muestran como realidades frente al pasado que ya no es necesario o, al menos, no para autojustificarse ni pedir perdón. Jordi Sierra i Fabra sitúa la novela en los años 70, aunque se publicó en 1987 y la estructura como si fuera una sinfonía en 9 movimientos.

La estrella de la mañana está narrada en 3.ª persona, a base de episodios breves y mucho diálogo. El diálogo ágil, real y vivaz es uno de los rasgos de estilo de nuestro autor.

Campos de fresas (1997) se organiza en torno a distintas secuencias. Es como si fuese una partida de ajedrez, ya que Lucy, la chica que está en coma por haber tomado drogas de diseño, es una gran jugadora de este deporte y ella, en ese coma, va estableciendo algunas de las jugadas que le van a devolver la vida. Los distintos personajes, sus padres y hermana, el policía, el periodista que escribe un artículo sobre el caso, su novio, los amigos, el camello, la amiga bulímica, todos se van moviendo en torno a Lucy. Ella piensa en 1.ª persona, mientras los demás lo hacen en 3.ª persona. Es una historia muy ágil, con mucho diálogo y acción. A Sierra i Fabra le gustan las historias de personaje múltiple.

En Seis historias en torno a Mario (1995) ocurre algo similar en cuanto a estructura. Seis personajes cuentan seis historias acerca de Mario: su madre hasta los 12 años, su padre hasta los 16, su hermano mayor hasta los 17, su hermana mayor hasta los 18 y su novia hasta los 19. Es un buen ejemplo de perspectivismo. Alterna la 1.ª persona (cada personaje inicia su reflexión así) con la 3.ª persona. En el epílogo Mario piensa y, en su mente, se despide. No ha tenido tanta suerte como Lucy. En cuanto al orden de los capítulos sigue una cuenta atrás, puesto que Mario se está muriendo: va del 84 hasta el final.

Noche de viernes (1993) es otro buen ejercicio de perspectivismo. Alterna de nuevo la 1.ª persona con la 3.ª y cada personaje recrea sus pensamientos y, en el libro, se destaca con una tipografía distinta. Es un relato que empieza con un ritmo lento, pero que acaba en un desenlace rápido e inesperado. Podemos afirmar que aquí el behaviorismo es la técnica dominante. El autor deja a sus personajes moverse libremente y él se limita a recoger palabras y movimientos.

Malas tierras (1994) vuelve a concentrar a distintos personajes. Es una trama, nuevamente, que se precipita hacia el fin. Como si el destino manejase todos los hilos necesarios para que María pudiera recibir el corazón que necesita para vivir y que, precisamente, fuese Cati, la más inocente, quien se lo donase. La estructura está trabajada en tres partes (El Concierto, La noche, El Alba) y un Prólogo. Cada parte está divida en momentos, como flashes, que van numerados; excepto los que atañen a María que marcan las horas de la cuenta atrás (desde Madrid, 18 horas... hasta Madrid, siete horas y quince minutos) y las de Leonardo, el adulto sin motivaciones que provoca el accidente, que llevan una inicial del alfabeto de la A a la J. Malas tierras entrelaza tres historias diferentes y aporta descripciones exactas, que responden a la técnica fotográfica, de los escenarios y ambientes de los personajes.

El último set (1991) se estructura como si fuese un partido de tenis y mezcla el mundo del deporte con las pasiones del propio autor: el rock y la escritura, aunque sin olvidar el espacio reflexivo. Así, se reproducen fragmentos del diario de Virginia y de la historia que escribe acerca de una figura del rock fracasada.

Banda sonora (1993) se nos muestra como un relato lineal con elementos autobiográficos. Quizá en este título se concentren muchos de los recuerdos de Jordi Sierra i Fabra relacionados con la música rock. Se divide en 46 capítulos y está escrito en 3.ª persona. Es un libro de lectura ágil puesto que abunda el diálogo. Tiempo del olvido (1993) vuelve a ser un relato lineal, escrito en 3.ª persona. Nunca seremos estrellas del rock (1995) presenta mucha mayor elaboración. La acción transcurre en dos días, entre Gerona y Barcelona, y el libro se escribe en 3 tiempos: la aventura exterior (3.ª persona), la aventura interior (1.ª persona) y la acción externa.

Estos tres tiempos aparecen escritos con distinta tipografía. La lengua empleada es coloquial y el ritmo externo es preciso y rápido. Nos encontramos ante una novela de aprendizaje que señala el viaje de Ventura como un símbolo que lo hará reaccionar y madurar, previsiblemente. El perspectivismo es, pues, notable con ese punto de vista múltiple que acabamos de señalar.

El niño que vivía en las estrellas (1996) está escrito admirablemente, con transparencia y dando siempre el contrapunto del médico psiquiatra y la peripecia por hallar la verdad de ese niño que parece caído de las estrellas. Se divide en dos partes y un epílogo. Vamos observando que a Jordi Sierra i Fabra le gusta mucho remarcar sus historias mediante prólogos o epílogos, casi siempre. A través de ellos participa más activamente en la trama, resolución de su historia y conecta con el público lector.

La música del viento (1998) está escrito en 1.ª persona, siguiendo el procedimiento del flash-back, puesto que quien lo escribe recuerda una historia ya pasada.

Para terminar con esta aproximación merece la pena citar dos libros, La balada del S. XXI (1989) y El asesinato del Sgt. Pepper's (1994) porque ambos llevan a su estructura la pasión musical de Sierra i Fabra. El primero está escrito en primera persona y estructurado como si fuera dos discos: Disco 1 (Los personajes. Momentos, Prólogo, Primera Cara: Los orígenes; Segunda Cara: El año de la luz), Disco 2 (Los hechos. Crónicas, Tercera Cara: La gira; Cuarta Cara: Los años finales, Epílogo). Incluye también notas de prensa y cierto perspectivismo en torno a las vidas de los cuatro componentes de «Siglo XXI». El segundo libro es una historia de intriga, con elementos de novela policiaca que está escrito en 1.ª persona, como si fuera el propio Jordi Sierra i Fabra; en realidad lo es: protagoniza la historia de ficción. Pues bien, la estructura sigue otra vez la forma de un disco: Cara A y cara B y cada capítulo se inicia con una canción de los Beatles del disco en cuestión, «El Sgt. Pepper's». La Cara A es más reposada, cómo se van enredando los acontecimientos. La Cara B es la resolución del caso. Es un libro muy interesante dentro de la producción que nos ocupa porque conjuga, por un lado, la afición de Jordi Sierra i Fabra a los Beatles, con la novela policiaca y temas relacionados con su vida: el mundo del rock, de la radio y los amigos relacionados con este entorno (con nombres y apellidos).




ArribaAbajoIII. El papel del escritor

Queremos dedicar un apartado, aunque sea breve, a la figura del escritor en la obra de Sierra i Fabra puesto que notamos que es recurrente y que siempre aparece con unas características muy definidas. En El último verano Mikow, Pablo Lafarga es un escritor compulsivo que, como el propio Sierra i Fabra, no corrige nunca y derrocha energía y pasión. Ernesto es el escritor mayor de El último set que tiene unas ideas muy claras y ayuda a Virginia a encontrar de nuevo la orientación en su vida. En La voz interior hay continuas referencias a un escritor que fue al colegio a darles una charla y les habló del compromiso que debían adquirir con la vida y lo hizo con pasión y vehemencia. En la serie Víctor, en Noticias frescas, Víctor anda en las nubes todo el día porque un escritor les ha hablado en el colegio y a él le ha dado la pista de organizar un periódico. Acaso el escritor protagonista de Un llibre monstruós (1990) sea el más divertido de todos ellos. Roc es un escritor famoso que vive en Garogándria y recibe el encargo de escribir una novela terrorífica. La escribe y se asusta él también. Sueña y despierta con todas sus criaturas de terror a su lado que no quieren ser así y deciden escaparse. Las busca por toda la ciudad y, tras múltiples peripecias, las encierra de nuevo en el libro. Roc es un escritor de éxito que también escribe de manera convulsa.

Vemos, pues, que la figura del escritor como ser que puede ayudar o desencadenar sentimientos es básica en la obra que estamos analizando y Jordi Sierra i Fabra, no nos cabe duda, se proyecta en estos escritores a los que imprime su propia fuerza y espíritu. Esa puede ser la explicación también de los múltiples viajes de Jordi Sierra i Fabra por los colegios y de sus encuentros desbordantes con los alumnos y alumnas de centros españoles.

Pero Jordi Sierra i Fabra también aparece en sus obras y está presente de manera directa. Así, suele explicar, como ya indicamos, en prólogos o apéndices el porqué de sus libros o la fuente de inspiración. En Campos de fresas explica en el apéndice el porqué de la historia (leyó un caso de una chica inglesa que, como Lucy, también cayó en coma), en el «Ciclo de las tierras», concretamente en la novela que cierra la trilogía, El testamento de un lugar llamado tierra (1987) habla de su deuda con Einstein a la hora de plantear esas parábolas de ciencia-ficción. Lo mismo ocurre en El joven Lennon, en Kaopi (1990) o en La música del viento por poner unos títulos a modo de ejemplo. Queremos decir que el autor se implica a fondo en su obra y quiere que el lector también lo haga, de ahí que le cuente sus motivaciones o sus reflexiones o, quizás, sus puntos de partida.




ArribaAbajoIV. Viejos sabios

Otra figura que nos ha llamado la atención porque es también recurrente es la del viejo, anciano, que aporta la experiencia o la nota de cordura en la historia. El autor emplea personajes jóvenes desorientados, la mayoría de las veces; pero les sabe situar delante al anciano que sabrá darle el consejo oportuno o sabrá ver más allá que él. Recordemos que, en las sociedades tradicionales, los ancianos eran los que impartían justicia; ahora la figura del anciano está siendo relegada peligrosamente por nuestra sociedad del «tomar y usar», pero Jordi Sierra i Fabra la reivindica y la coloca de nuevo ante nuestros ojos. Frecuentemente estos viejos sabios son tenidos por locos porque no hay peor cosa que decir la verdad para que nos sintamos agredidos y es mejor no hacer caso y decir que los demás están locos, a creerlo.

Tortuga Veloz en El último verano Miwok encarna la tradición, la verdad, los orígenes, la tierra. Es quien une la historia y le da sentido, pese a que los especuladores no lo entienden o no quieren hacerlo. Vicente Santolaria, en La estrella de la mañana, es la figura del padre que Joma busca desesperadamente y es quien sabe centrarlo en la vida; en Aydin (1994) el abuelo de Godar, con sus reflexiones, es el ejemplo de sabio ponderado y justo; Hari, el anciano de Los tigres del valle (1994) es la voz de la verdad, de la justicia y de la pasión. Sólo él advierte del peligro que corren si exterminan a los tigres y choca con la ambición y la ignorancia; el abuelo de Kaopi sabe cómo mantener sus esperanzas y qué decir a su nieto para que no se rinda. Ammed, el anciano de Noche de luna en el estrecho, ayuda con su sabiduría a Habib y trata de atemperar sus impulsos de salir del poblado.

El anciano Tobías, que tiene nombre de profeta, en Concierto en Sol Mayor (1997) es esencial para el desarrollo de la novela. Se trata de un anciano mendigo que toca el violín en Barcelona para sobrevivir. Este anciano que ha tenido una vida plena, aunque aparentemente fracasada es quien organiza el caos que tiene Daniel, el pequeño superdotado, y lo lleva a saber enfrentarse positivamente a su madre quien, separada de su marido, tiraniza al hijo, sin ser consciente de ello, en nombre de lo que es bueno o malo para él y para su carrera de superdotado.

A menudo, simbólicamente, los viejos sabios se representan ciegos puesto que es una manera de decir que la verdad está en el interior. Así es Tuí, en Las alas del sol (1994), uno de los libros más poéticos de Jordi Sierra i Fabra. Tuí, al final del libro, habla con Yu, el niño de 10 años y le da el contrapunto que él necesita para entender su propia vida, valorarla pese a vivir en un campo de refugiados. El abuelo de Óscar, Valentí, en Temps de gebre, enseña a su nieto el valor de las cosas más sencillas y elementales de la existencia. Es un abuelo viudo, enérgico en el exterior, pero que sabe ser dulce y tierno cuando la ocasión así lo exige.

En La música del viento es un «sadhu», un santón hindú, quien da el ánimo necesario al periodista para que siga con su objetivo. El encuentro es casual e inesperado, pero la calma, la paciencia y la sabiduría de este anciano son esenciales para la resolución de la historia. Es él precisamente quien pronuncia la frase que luego servirá de título de la novela: «Escuche la música del viento».




ArribaAbajo V. El personaje adulto

Hemos tenido ocasión de comentar la figura del padre, de la madre e, incluso, del abuelo; pero también tenemos otros personajes adultos de interés en la novelística de Jordi Sierra i Fabra.

Suelen ser adultos de mediana edad que, por algún tipo de compromiso moral o ético o por alguna causa familiar se sienten unidos al personaje adolescente y, en suma, juegan un papel importante en su vida. Así, la segunda esposa de Pablo, Carolyn, en El último verano Miwok. Carolyn es quien acaba uniendo de verdad al padre con su hijo adolescente. Es una mujer que no pretende ocupar el puesto de la madre, sino el de la amiga y es quien sigue la relación con David, el muchacho, cuando su padre haya fallecido.

Leonardo en Malas Tierras es el hombre vacío, que no encuentra sentido a su vida. Leonardo es, en definitiva, el causante del desenlace del libro: acaba emborrachándose para huir de su vida sin razón y choca contra el coche que conduce Caty provocando una muerte inocente.

María es la monja atípica en La voz interior. Su pasado es llamativo puesto que tuvo relación con los movimientos hippys. Resulta una mujer vehemente y apasionada. Enseña lengua y literatura en el colegio y lleva a cabo una especie de cruzada particular, siguiendo lo que ella llama su «voz interior» para ayudar a la delatora de Isabel Carreras, la muchacha expulsada del centro. María supone que esa otra chica no podrá vivir con el peso de la acusación en su conciencia y crea el ambiente y la ocasión necesarios para ayudar a esa delatora.

El psiquiatra de El niño que vivía en las estrellas es también un caso de compromiso con los semejantes. No ceja, en una investigación peligrosa, hasta averiguar la verdad de ese niño y se involucra, más de lo necesario, en esa búsqueda. Lo mismo le ocurre al periodista de La música del viento. Alberto va a la India, con la excusa de escribir un artículo, y acaba desbaratando un grupo de trabajo infantil ilegal.

El abogado del Retrato de un adolescente manchado también lleva a su propio terreno el caso que le encargan. Es un ex-político prestigioso que vuelve a la abogacía y acepta un caso difícil porque no puede rechazarlo. Al final, se verá mucho más comprometido de lo que hubiese presumido puesto que el adolescente que defiende es su propio hijo, fruto de una antigua historia de amor. Notamos aquí paralelismos con El otro barrio, de Elvira Lindo, aunque este es posterior al libro de Sierra i Fabra.

Otro periodista que se enfrenta cara a cara con su propia miseria es el hermano de Isaac, en Un hombre con un tenedor en una tierra de sopas. Aquí se bucea en la ética periodística que es la causa de que ese periodista, premiado y célebre, se suicide porque no resiste el peso de su culpa. Isacc lo descubre y acaba sintiéndose mucho más cerca de ese hermano muerto. Otro periodista acude en Campos de fresas, de una manera no muy clara, con la intención de escribir un reportaje sobre las drogas de diseño y alertar a la sociedad.

Hay también policías que intervienen en las distintas historias. El tío de Ventura, en Nunca seremos estrellas del rock asume, con honestidad, el problema de su sobrino y no duda en ofrecerle un nuevo principio. El policía de Campos de fresas tampoco ceja en su búsqueda, quizá porque el también tiene hijos y se siente igual a los padres de Lucy. En La memoria de los seres perdidos otro personaje adulto pone en la pista cierta a Estela. Es su compañero en la ONG, quien le aporta todos los informes necesarios para acabar averiguando lo que no quería creer: que fue adoptada a la fuerza en la época más dura y represora de la Argentina.

Son, pues, en general, personajes valientes que apuestan fuerte en la vida, que siguen hacia adelante, pero que, llevados por la pasión y por la energía, también tienen momentos de desaliento, aunque sus ideales son superiores a sus flaquezas. Y, en un alto número de historias, todos los personajes se mueven dentro de una familia, padres, madres, abuelos, hijos o de unas relaciones sentimentales o de amistad. Hay pocas relaciones laborales en la obra de Sierra i Fabra. Son vínculos más estrechos los que se establecen entre sus personajes.




ArribaAbajoVI. Problemas de aquí

Va quedando claro que Jordi Sierra i Fabra se implica hasta el fondo en las cuestiones o problemas o aspectos de la sociedad actual más relacionados con los jóvenes. Y lo hace de manera dura y certera, sin edulcorar, sin aliviar ni tamizar el problema. Quizá por eso se le haya criticado de oportunismo, aunque más bien parece un caso de conciencia social llevado a la literatura.

Campos de fresas es una novela importante porque marca un nuevo rumbo en la carrera literaria del autor. En ella se atreve con el mundo de las drogas de diseño y de paso se centra en esa juventud que sólo vive para el fin de semana y para no parar en 2 o 3 días de moverse y bailar (Raúl es el ejemplo); pero no les culpa a ellos únicamente, sino a todo ese mundo sórdido y mezquino que se enriquece a costa del dolor de los demás, de su ingenuidad, de su rabia o de su falta de preparación.

En Malas tierras trabaja el tema de la donación de órganos y lo hace tejiendo, como en una tela de araña, todas las vidas y acciones que van a llegar a la muerte de un personaje para que viva el otro.

Noche de viernes nos habla de la «movida» que, en el fondo, simplemente constata la soledad de esos jóvenes que salen en pandillas, que se revisten de coraje cuando van en grupo para ocultar sus propias frustraciones personales. Se trata de un escapismo negativo que lleva la enajenación del individuo.

Las obras de Sierra i Fabra suelen acabar de manera rápida y precisa y casi siempre aluden a un sentimiento puro y nuevo: la esperanza. Tras un momento malo, un episodio turbulento, llega el sosiego, la reflexión. Todos sus personajes buscan encontrar la paz y el equilibrio en sus vidas. Se puede cambiar y se puede avanzar, siempre y cuando uno se comprometa consigo mismo y se respete como persona y como integrante en un grupo social. Quizá sea un mensaje demasiado esquemático, pero no se le negará su validez.

Las novelas de Sierra i Fabra acostumbran a ser urbanas, salvo algunos títulos. Se desarrollan en un mundo de asfalto que quizás incrementa esa tristeza, esa falta de comunicación, esa soledad de los jóvenes, prisioneros de su propio poder adquisitivo, prisioneros de su propio mundo de poder y gloria. Es en el campo donde la vida se vive de otra manera y los sentimientos son más puros (Temps de gebre) o, al menos, en espacios naturales y abiertos como puede ser el mar (Nunca seremos estrellas del rock). El «Ciclo de las Tierras» viene a ser la cumbre de una sociedad de cemento y hormigón que ha evolucionado mucho en el aspecto externo, pero que sigue vacilando y teniendo miedo, como las indefensas criaturas -los hombres- que la habitan al lado de las máquinas seres que, con el tiempo, parecen contagiarse también de los sentimientos volubles y vulnerables de las personas.




ArribaAbajoVII. Otras tierras, otras vidas

La implicación de Sierra i Fabra no se para en las cuestiones que le rodean. No en balde se confiesa gran aficionado a los viajes y muy observador. En diversos títulos acude con su pluma a manifestar un problema, un error, algo que ocurre lejos pero que, en cualquier momento, nos puede salpicar la conciencia dormida. Y como un revulsivo actúa Sierra i Fabra para que no nos aletarguemos y conformemos con nuestra parcela minúscula de vida.

El último verano Miwok, pese a tener más de novela que de crónica realista de la actualidad, ya abordaba el aspecto de los indios de Norteamérica y de la persecución a que fueron sometidos, aun del exterminio.

En La música del viento anticipa la labor de Vicente Ferrer en la India, reciente Premio Príncipe de Asturias, y aborda el trabajo infantil desde un oficio real: la fabricación de las alfombras de nudos.

En Kaopi se centra en las etnias perseguidas. Kaopi es el último nezai que lucha por su supervivencia y que se resiste a ser engullido por una sociedad que avanza sin parar. Kaopi vive los sinsentidos de la civilización; pero decide volver a su tierra, tras múltiples peripecias, y encuentra a la única superviviente aorta -antaño enemigos- con la que inicia una nueva vida. De dos tribus enfrentadas, pues, surgirá la esperanza en el futuro.

Noche de luna en el estrecho va directo a la inmigración ilegal de magrebíes y al trato que sufren en su misma tierra, en manos de traficantes que sólo buscan enriquecerse a su costa y que no les importa lo más mínimo si llegan bien o si perecerán en el mar. El precio que paga Habib es demasiado alto porque ha perdido sus sueños y sus esperanzas: es otro Habib.

Las alas del sol alude a un campo de refugiados, el campo de Shek Kong en Hong Kong y lo terrible que es sobrevivir entre las propias mafias que se generan en el campo y las trabas legales que impiden, una y otra vez, la salida.

La memoria de los seres perdidos, ya lo hemos comentado, se centra en un caso de adopción ilegal en la Argentina de la Dictadura. En el libro se incluyen testimonios y documentos espeluznantes que Sierra i Fabra no descarta, en absoluto, los aporta como muestras de lo que fue, para que no se nos olvide.

Esa es la misión que se impone Sierra i Fabra: no perderse en un mundo difícil y, a menudo, hostil y tratar de encontrar las claves que nos enfrenten, día a día, con lo que verdaderamente es vital: la amistad, la paz, la lucha por la igualdad, la tolerancia, la justicia social...




ArribaAbajoVIII. Simbología

Quizás en otra ocasión podamos trabajar con más detenimiento el aspecto «simbológico» de Sierra i Fabra. Es un autor sensible y receptivo que plasma sus sentimientos de una manera lírica y, a menudo, poética. Así, muchos de los títulos con los que estructura su obra son puramente metafóricos y despiertan en el lector un no sé qué de mágico y real, a la vez. Y no sólo los títulos de los capítulos; sino los de sus novelas, en general, muestran ecos metafóricos o simbólicos: Tiempo de olvido representa la superación de los odios y enemistades, el punto final -Jordi Sierra i Fabra, entre sus muletillas, repite con energía, a la hora de acabar algún asunto: «Y punto»-. Es el inicio de una nueva etapa. Como puede verse, anticipa, de alguna forma, la situación actual en España. Nunca seremos estrellas del rock habla del desengaño de Ventura que vivía en un sueño y descubre que no hay que mezclar la vida con los mitos. Un hombre con un tenedor en una tierra de sopas, difícilmente podemos entendernos si cada uno va con una idea: unos, el tenedor; otros, la cuchara. El hermano de Isaac se sintió así, en Chiapaso. El niño que vivía en las estrellas es el caso de un niño que parece llovido del cielo, un extra-terrestre, cuando el problema residía en que su padre, para que callara, le dejaba jugar continuamente con uno de esos juegos virtuales, en forma de casco, y el niño creció en una burbuja irreal. Temps de gebre alude al final del verano, al momento en que los padres de Óscar habrán decidido si siguen juntos o si se separan.

Veamos un poco más de cerca algunos de estos símbolos. El agua es en El último verano Miwok la fuerza natural y cierta que pone las cosas en su sitio y que sepulta el viejo cementerio indio, como dice la leyenda, antes de permitir que se especule con su suelo. El agua que todo lo purifica y lo limpia.

Los animales también aparecen en los relatos de Sierra i Fabra, pero con un matiz, insisto, simbólico. En Malas tierras Caty se apiada de un perro que ha muerto atropellado y dice que le duele más que la de un ser humano porque la muerte del perro es inútil, ya que no siente dolor; en cambio, la muerte de la propia Caty sí será útil porque ella sabe que va a morir y por qué y ella salvará una vida. Es nuevamente la esperanza. En Temps de gebre, Óscar y su abuelo encuentran una ardilla herida y la cuidan. Óscar quiere llevársela, pero, por su abuelo, decide dejarla libre y ese gesto también hace que él se sienta libre, aunque le duela. Hay un paralelismo entre Óscar y Caty, Caty se apiadaba del perro atropellado y la razón que daba es la misma que ahora dará Óscar frente a la ardilla: el hombre entiende el dolor, pero el animal no; por eso a veces da más pena un animal herido que un hombre.

En Las alas del Sol, Yu, el niño, encuentra también un perro y le da la libertad que él no tiene. El mismo Yu hace que unos caramelos sean la medida símbolo de su madurez: los guarda para sus hermanas, aunque se deshace por comérselos. Y ya que hablamos de la libertad, el sol que da título al libro es un espectáculo para el niño que corre todas las mañanas para ver amanecer: el sol es libre y, precisamente, en el colegio están aprendiendo la palabra «libertad».

En Aydin es una ballena la que no quiere encadenarse. Jordi Sierra i Fabra critica la sociedad de consumo y ciertos experimentos que tienen como base al animal. En Aydin encontramos también un símbolo muy hermoso: cuando llega la primavera, Godar crece y también lo hace la ballena.

El cazador es la historia de una pasión y de un destino. Dubal es el hombre enfrentado a su pasado y a su futuro que acaba aceptando el paso del tiempo, como algo natural. Tendría paralelismos con El viejo y el mar porque, al fin y al cabo, son las reflexiones de un ser en soledad enfrentado a su propia vida.




ArribaAbajoIX. Música

Sabemos, porque lo dijimos al principio de este trabajo, que Jordi Sierra i Fabra no puede vivir sin la música, para él es otra pasión tan arrolladora como la escritura y opta por unirlas y hermanarlas puesto que la música es el lenguaje de los jóvenes y, con ella, podrán entenderse mucho mejor. No dudamos, a estas alturas, de que en las letras de ciertas canciones hay poesía y tanta como pueda haber en un poema clásico. Puede que sea Jim Morrison, uno de los héroes de Ventura en Nunca seremos estrellas del rock, quien viene a confirmar lo que estamos diciendo. Jim Morrison fue una persona de talento y de sensibilidad poco común que la plasmó en muchas de sus letras.

Campos de fresas toma el título de una canción de Los Beatles, conjunto musical muy presente en la vida y en la obra de Sierra i Fabra. El joven Lennon reconstruye los años de adolescencia de John Lennon y se cierra con su muerte, que el autor califica de una manera sobria y lapidaria: «El futuro había terminado».

Malas Tierras se desarrolla en torno a un concierto de Bruce Springsteen. Es un concierto que señalará las existencias de esos adolescentes porque El Boss se caracteriza por darlo todo en el escenario y el público, Neli, en este caso, lo capta de una manera total.

Nunca seremos estrellas del rock señala un punto culminante en el ámbito de la música. Ventura vive influido y obsesionado por los músicos malditos que murieron jóvenes. Ventura busca los porqués de su vida en estas otras vidas y también recuerda a Jimi Hendrix, y no lo entiende, lo mismo que a Janis Joplin o a Brian Jones. Ventura reflexiona sobre ellos y llega a la conclusión de que los «auténticos» tenían una mujer a su lado; aunque, hacia el final del libro, cae en la cuenta de que el suicidio es sólo una huida hacia ningún sitio, quizá la más cómoda para el que se va. Ventura se dirige a Kurt Cobain y le dice «Estoy solo, Kurt». Ese es su mayor descubrimiento. Bruce Springsteen aporta, para el punto de partida de la historia, una de sus canciones más representativas, «Nacidos para correr» donde mezcla distintas ideas, que aturden a Ventura, desde el elogio a la velocidad, hasta la vida urbana considerada, a menudo, como una gran trampa.

Led Zeppelin, lo dijimos ya, es el pretexto de unión entre los personajes de El tiempo del olvido. A Carlos, en realidad, no le gusta la música, pero finge ser un experto y se pone una camiseta emblemática, que alude a un concierto de este grupo y Tetxu se siente rápidamente cercano a su nuevo amigo.

La música, entendida como forma de vida o como afición, empapa otros libros a los que ya aludimos al tratar el personaje adolescente: Banda sonora reconstruye una época que Jordi Sierra i Fabra conoce muy bien, el mundo del viejo rockero que se va difuminando y el de los jóvenes con todo lo que conlleva (sexo, drogas, dinero, productores, primer disco...). Ese mismo ambiente se recoge en La balada del Siglo XXI, aunque esta, a diferencia de la primera, es una historia triste sobre la creación de un grupo musical, si éxito y su declive rápido y feroz. Sierra i Fabra conoce muy bien los entresijos del mundo del rock y recrea un episodio duro donde el sentimiento queda atrás y en su lugar aparece el marketing, la industria fría y los medios de comunicación. Cuanto más alto sube el grupo, más dura es la vida con ellos, más terrible es su miedo (droga, alcohol, suicidio...).

La memoria de los seres perdidos acaba con la canción de Sting, «Ellas bailan solas» que es un canto emocionante a las madres y abuelas que han luchado por encontrar a sus seres perdidos y perpetuar, de ese modo, la memoria... la memoria de los seres perdidos.

La música no es, pues, un pretexto o un mero telón de fondo o el decorado a las historias de Sierra i Fabra sino que se relaciona íntimamente -lo estamos viendo con la trama-, como ocurre, por último, con El asesino del Sgt. Pepper's. Aparte de una novela de intriga, es un homenaje a este disco de Los Beatles. En sus páginas encontramos un análisis de la carátula -que da la pista para encontrar al asesino- y también distintas canciones que encabezan todos los capítulos. Es un tributo, esta vez personal, al grupo de Lipervool y a todo lo que significó en su época y aun después.




ArribaX. Valores

Acabamos ya esta introducción a la obra de Sierra i Fabra con la sensación de haber dejado muchos cabos sueltos y con el deseo de poder retomarlos en próximas ocasiones. Una obra tan cambiante, sólida y sugerente no ha de dejar indiferentes ni a los lectores ni a los críticos o investigadores. Jordi Sierra i Fabra en sus obras, lo estamos viendo, pero lo repetiremos a modo de conclusión, no hace otra cosa que recordarnos cómo son las cosas, que situarnos frente a un espejo duro, a menudo, nunca idílico, tampoco deformado, que nos devuelve los ojos del miedo, del sufrimiento, del dolor; pero también, y mucho más engrandecida, de la esperanza. Los personajes de la obra de Sierra i Fabra luchan para salir de la soledad, para comunicarse, para proyectarse en el exterior, para sentirse solidarios y necesarios; luchan, en suma, para alcanzar la libertad. Y ese es el gran anhelo de Jordi Sierra i Fabra, un escritor que escribe sobre los temas que quiere, sin ceñirse a ningún presupuesto editorial y con absoluta independencia. Sus novelas no son otra cosa que el retrato de su propia personalidad: vibrante, apasionada, en ocasiones una pizca irreflexiva, visceral, fiel a los propios principios... Una personalidad marcada por los viajes, por la música y por la observación cotidiana.





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