Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
IndiceSiguiente


Abajo

José Enrique Rodó (1871-1917)

Juana Sánchez-Gey Venegas



Portada



A mis padres, que me enseñaron con su vivir el sentido de mi vida.
A Fernando Rielo, que me descubrió su plenitud
.






ArribaAbajoCuadro cronológico


ArribaAbajoBio-bibliografía de Rodó

  • 1871. Nace José Enrique Rodó, el 15 de julio en Montevideo (Uruguay), en el seno de una familia acomodada. Su padre era un comerciante catalán y su madre uruguaya.
  • 1882. Inicia sus estudios en el Liceo Elbio Fernández, colegio muy prestigioso, el primero de carácter laico y privado que se estableció en Uruguay, aunque más tarde continuará sus estudios en uno público (1883).
  • 1885. Muere su padre. Comienza a trabajar como amanuense de un escribano. Más tarde como empleado en un Banco.
  • 1894. Deja los estudios sin haber terminado el Bachillerato. Aunque los reveses económicos no le impiden adquirir una gran cultura de modo autodidacta.
  • 1895. Rodó, junto a Víctor Pérez Petit y los hermanos Daniel y Carlos Martínez Vigil, crean la Revista Nacional de Literatura y Ciencias Sociales, que se publicará desde 1895 a 1897, y en la que se inaugura el modernismo en Uruguay. En ella aparecen artículos suyos sobre Leopoldo Alas, Menéndez y Pelayo, Federico Balart, Gaspar Núñez de Arce, entre otros.
  • 1897. Publica Vida Nueva, que contiene dos breves ensayos: «El que vendrá» y «La novela nueva». Se deja de publicar la Revista Nacional. Participa en la vida política.
  • 1898. Publica en el periódico El Orden, el cual mantiene los ideales del Partido Colorado. Inicia su docencia en la Universidad de Montevideo.
  • 1899. Publica un importante ensayo como crítico literario acerca del modernismo literario: Rubén Darío. Se interrumpe la correspondencia con Clarín.
  • 1900. Publicación de Ariel. Inicia su correspondencia con Unamuno. Es nombrado director interino de la Biblioteca Nacional, cargo que desempeña por dos meses, para ser nombrado miembro del Consejo Directivo Honorario de esta institución.
  • 1901. Interviene como orador en la unificación del Partido Colorado, lográndose este objetivo. Se funda el Club Libertad, del que es Vicepresidente. Se inicia su vida política como diputado (1901-1905).
  • 1904. La guerra civil y los intereses mezquinos de la vida parlamentaria le alejan de la vida política.
  • 1906. Publica en La Razón una carta abierta donde censura la prohibición de retirar los crucifijos de los hospitales estatales. Esta reflexión liberal y tolerante la expone en su ensayo Liberalismo y Jacobinismo (1909).
  • 1908. Reanuda su actividad política apoyando la renovación cultural. Se consolida como guía moral e intelectual de la juventud. Preside el club Nueva Vida y participa en el Primer Congreso Internacional de Estudiantes Americanos y en los siguientes.
  • 1909. Publica Motivos de Proteo.
  • 1910. Se le elige Presidente del Círculo de la Prensa. Define la importancia del periodismo en la vida política del país. Pronuncia un discurso en el Congreso chileno donde defiende el pensamiento americanista. En las nuevas intentonas revolucionarias, insiste en el peligro de una guerra civil.
  • 1911. Comienza el tercer y último período parlamentario (1911-1914). Se convierte en el líder de una fracción del Partido Colorado frente al hasta entonces su guía indiscutible Batlle Ordóñez, con tendencia unipersonalista.
  • 1912. Es nombrado Miembro Correspondiente de la Academia Española. Batlle impide su viaje a España como representante de su país en las Cortes de Cádiz. Ingresa como redactor en el periódico El Diario del Plata.
  • 1913. Publica El Mirador de Próspero.
  • 1914. Abandona El Diario del Plata. Comienza como redactor de El Telégrafo donde se encarga de una sección: «La guerra a la ligera»; publica a favor de los aliados.
  • 1916. Desde las revistas argentinas Caras y Caretas y Plus Ultra se le ofrece un viaje a Europa. Enferma durante este viaje.
  • 1917. Muere en Palermo.



ArribaAbajoAcontecimientos filosóficos y culturales

  • 1873. Nacimiento de Carlos Vaz Ferreira (1873-1958). Catedrático y Rector de la Universidad de Montevideo. Racionalismo crítico.
  • 1874. Nacimiento de Max Scheler (1874-1928).
  • 1877. Nacimiento de José Ingenieros (1877-1925). Profesor en Buenos Aires, exponente de una psicología científica.
  • 1880. Enrique José Varona dicta unas Conferencias filosóficas (1880-1888) con tendencia conductista.
  • 1882. Nacimiento de José Vasconcelos (1882-1959). Rector de la universidad, Ministro de Educación y Profesor en el Colegio de México. Bergsoniano. 1883. Nacimiento de Ortega y Gasset (1883-1955) y Antonio Caso (1883-1946) introductor del bergsonismo en México.
  • 1887. Publicación de Fortunata y Jacinta de Pérez Galdós.
  • 1888. Rubén Darío publica Azul.
  • 1889. Leopoldo Alas publica Mezclilla.- Nacimiento de Heidegger (1889-1976) y de Wittgenstein (1889-1951).
  • 1891. Leopoldo Alas publica Un discurso.- Encíclica Rerum Novarum.- Nacimiento de Francisco Romero (1891-1962), propulsor de la filosofía latinoamericana.
  • 1892. Leopoldo Alas publica Ensayos y Revistas.
  • 1894. Nacimiento de Carlos Astrada (1894-1970) marxista argentino.
  • 1895. Unamuno publica En torno al casticismo.- Nacimiento de José Carlos Mariátegui (1895-1930), profundo conocedor de Croce y fundador de la Tercera Internacional en Lima desde 1922.
  • 1896. Ferdinand Brunetière, director de Revue de Deux Mondes, en Besançon pronuncia una conferencia «La Renaissance de l'Idealisme». Henri Bergson publica Materia y Memoria.
  • 1898. Blasco Ibáñez publica La Barraca; Ganivet, Idearium español; Costa, Colectivismo agrario.
  • 1899. Maeztu publica Hacia otra España.
  • 1901. Costa publica Oligarquía y caciquismo.
  • 1902. Rafael Altamira publica Psicología del pueblo español.
  • 1905. Azorín publica La ruta de Don Quijote. Unamuno publica Vida de Don Quijote y Sancho.
  • 1907. Henri Bergson publica La evolución creadora.
  • 1912. Machado publica Campos de Castilla; y Azorín, Castilla.- Nacimiento de Arturo Ardao. Profesor en Montevideo. Filósofo e historicista.
  • 1913. Unamuno publica Del sentimiento trágico de la vida.
  • 1914. Unamuno publica Niebla; y Ortega, Meditaciones del Quijote. Juan Ramón Jiménez, Platero y yo.
  • 1916. Muere Rubén Darío.



ArribaAbajoAcontecimientos políticos y sociales

  • 1873. Primera República en España.
  • 1875. Restauración de la monarquía en España.
  • 1876. Empieza el régimen constitucional.
  • 1885. Muerte de Alfonso XII. Regencia de María Cristina.
  • 1886. Manifestación del 1.º de Mayo en los Estados Unidos.
  • 1888. Fundación de la UGT en España.
  • 1895. Inicio de la Guerra de Cuba.
  • 1896. Inicio de la Guerra de Filipinas.
  • 1897. Asesinato de Cánovas del Castillo.
  • 1898. Guerra con USA.- Pérdida de las últimas colonias españolas de ultramar (Cuba y Filipinas).
  • 1899. Primera Conferencia de Paz en La Haya.
  • 1901. Fundación de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en Basilea.
  • 1902. Mayoría de edad de Alfonso XIII.
  • 1903. Muere el Papa León XIII.
  • 1907. Pío X condena el modernismo Lamentabili sane exitu y ascendi dominici gregis.- Segunda Conferencia de la Paz en la Haya.
  • 1909. Guerra de Marruecos.- Semana Trágica de Barcelona y ejecución de Ferrer.
  • 1910. Gobierno de Canalejas.
  • 1911. Nace la CNT.
  • 1912. Wilson es el presidente de USA.- Asesinato de Canalejas.
  • 1914. Guerra Europea (1914-1918).- Se termina el canal de Panamá.
  • 1917. Revolución rusa.





ArribaAbajoEl pensamiento de José Enrique Rodó


ArribaAbajoEl fin de siglo

La hora histórica de Rodó es compleja y tremendamente humana. Hemos venido llamándola «la crisis de fin de siglo» con lo que supone de agonía y de revulsivo crítico a algunos males que rodean esta época. Pero, junto al sufrimiento resplandece también la esperanza y, en este sentido, el fin de siglo es un intento de recuperar la razonabilidad junto al goce del sentimiento, el deseo de crecimiento en la sensibilidad y profundización de la cultura para reconocer y reconocerse en lo más íntimo, en el misterio más propiamente humano.

Esta época genera una amplia gama de movimientos literarios, artísticos y filosóficos, tanto en España como en América, que intentan rescatar su pasado con amplias perspectivas para el futuro. En sentido amplio, se da una nueva sensibilidad en esta etapa crítica, que requiere una reforma social e intelectual, y dicha reforma pasa por conquistar otra nueva manera de sentir (Texto 1); ello suscita un original movimiento literario y filosófico. Sólo a este último nos vamos a referir.




ArribaAbajoModernismo filosófico en América

Nuestra opinión es que el modernismo decimonónico procura entregarse a nuevas ideas. A final del siglo el pensamiento europeo se centra en una atmósfera antipositivista y un espiritualismo voluntarista donde se podría encuadrar a autores como Schopenhauer, Nietzsche y la acción dinámica de Henri Bergson. Tanto Bergson como James sospechan de la inteligencia como verdadero órgano del conocimiento y buscan otra forma de aprehensión de la realidad, a la vez que señalan la influencia de las emociones que actúan sobre la voluntad.

Las nacientes corrientes, en el caso del modernismo literario tienen que ver, además, con un afrancesamiento de las formas literarias y un peculiar sentido de la belleza, bastante esteticista o preciosista.

Junto al modernismo literario se desarrolla en Europa entre los años 1890 y 1910 un debate entre teología y ciencia, iglesia y mundo. La denominación de «modernismo» viene sugerida por el calificativo de heterodoxa a una posición que rebate algunas concepciones mantenidas por la iglesia católica tradicional de aquella época, lo cual llevó a Pío X y a León XIII a condenar las propuestas modernistas. Estas últimas se referían fundamentalmente a la revisión de algunos temas como la jerarquía, la relación Iglesia-Estado, la dogmática o la participación de los católicos en la vida pública.

Según algunos autores, el modernismo en España es una actitud que proviene del liberalismo krausista de los años sesenta. Entre los krausistas se encontraban pensadores que, manifestando una vivencia religiosa, no estaban de acuerdo con algunos principios de la Iglesia Católica como institución. Por otra parte, los krausistas tenían un hondo sentido ético y estético, que vendría a asemejarse al modernismo literario y filosófico en cuanto al rechazo de posturas tradicionales a favor de actitudes más sinceras e íntimas, e incluso más cercanas al misterio que es el ser humano.

Así pues, el modernismo significaba una apuesta por lo moderno al filo de un siglo que se acaba; es más, ante el auge del racionalismo, del positivismo..., se pretendía una reacción o un renacimiento de un espíritu nuevo y más integrador del ser humano. Además, la renovación de la vida espiritual, cultural y política estaba unida a la preocupación por el destino nacional sabiendo que los supuestos en los que se asentaban ambos proyectos era una auténtica renovación ética que implicaba un nuevo compromiso intelectual, más honesto y más digno. Se buscaba la identidad nacional mediante la clave de una profundización en la cultura, en la búsqueda por ahondar en las propias raíces, a fin de desarrollar la memoria histórica frente a lo meramente artificioso. En este sentido, el modernismo no desecha el método experimental, tan importante en el positivismo, siempre que se atienda a la complejidad y totalidad de la experiencia vital. Lo moderno venía a ser: la ruptura con cualquier forma reductivista del vivir o comprender, pues esta forma era primitiva; el deseo de recuperar la realidad entera junto a la conciencia de esa realidad y la vivencia subjetiva de la misma. Así se entiende la fenomenología husserliana en un intento de aprehender la realidad misma, o la búsqueda de la intencionalidad como medio cognoscitivo, o los principios del existencialismo en su apuesta por las vivencias humanas más concretas.

De este modo, llamamos modernismo filosófico a una profunda convicción espiritualista que rechaza el Positivismo como reducción del dato a lo sólo experimentable con los sentidos. Incluso la exaltación de la belleza en el modernismo filosófico, tampoco se refiere a un exteriorismo preciosista, sino que pretende la unidad entre estética y ética como una búsqueda de la reflexión humana que comporta una nueva conciencia, una educación cívica. En este sentido, Rodó se ocupa de la identidad americana desde unos supuestos éticos y espirituales (Texto 2).

Por ello no se entiende que a Rodó se le haya achacado de idealista ya que tanto su vida personal como su reflexión promueven la participación en la vida pública desde un compromiso personal. No es tampoco válida la crítica de espiritualista, entendiéndose este calificativo como si se viviera entre las nubes ajeno al compromiso que la vida social encierra. Su espiritualismo es un deseo de ensalzar el desarrollo integral de la naturaleza humana.

Desde 1890, en el ámbito intelectual, que hasta entonces se había asentado en una concepción empirista y utilitarista de la vida, resurge una honda inquietud espiritual y humana como reacción; es un renacimiento a un espíritu nuevo (Texto 3). En efecto, en el fin del siglo no era todo decadencia sino que se vivía con la conciencia de un despertar de la sensibilidad hacia sentimientos más creadores, más vivos, más trascendentes. Frente al positivismo filosófico se propone lo espiritual; frente al naturalismo literario la existencia del misterio y la libertad; frente a la sociedad utilitarista un canto a la bohemia y a la sencillez de la vida.

Sorprende ver la exactitud de las palabras de Rodó en su ensayo Rubén Darío. Se ve un profundo conocimiento de los movimientos literarios y filosóficos de su época y precisa el límite y su propia concepción sobre el naturalismo literario, sobre el positivismo filosófico y sobre el modernismo.

Yo soy un modernista también; yo pertenezco con toda mi alma a la gran reacción del pensamiento en las postrimerías de este siglo; a la reacción que, partiendo del naturalismo literario y del positivismo filosófico, los conduce, sin desvirtuarlos en lo que tienen de fecundos, a disolverse en concepciones más altas.


(O. C., p. 191)                


Finalizaremos con unas breves líneas a fin de exponer nuestra opinión personal sobre las numerosas críticas vertidas sobre la pertenencia o no de Rodó al modernismo. Los autores que le consideran modernista tienen en cuenta la afirmación de que el modernismo es el primer movimiento propiamente americano; los que no le consideran modernista se aglutinan, en mayor o menor medida, en torno a la idea de que en Rodó no hay «decadencia» o preciosismo, caracteres propios del modernismo literario. Nuestra propuesta es que Rodó pertenece al modernismo filosófico, cuyos planteamientos reflexivos hemos comentado anteriormente y que podrían resumirse en la defensa de una concepción del hombre en el mundo moderno, en el despliegue de los valores más profundos en el contexto de un auténtico desarrollo cultural (Texto 4).

Desde estas coordenadas se aleja tanto del modernismo literario como del regeneracionismo filosófico, cuyos caracteres ideológicos no son propiamente los de Rodó. Su reflexión se encuadra, más bien, en la inquietud humanística y moderna ante el pensamiento antropológico, religioso y político de su época.




ArribaAbajoJosé Enrique Rodó: Su biografía intelectual

Ya desde 1895, año en que inicia su actividad literaria al fundar con Víctor Pérez Petit y los hermanos Carlos y Daniel Martínez Vigil la Revista Nacional de Literatura y Ciencias Sociales, Rodó define su época como «espiritual o idealista». Educado en el positivismo, reaccionó pronto contra este movimiento y, sin claudicar de ciertos contenidos positivistas, se encamina hacia metas que amplíen el dato positivo a esferas trascendentes.

El espiritualismo en el que Rodó se integra es, como él mismo afirma, la superación del cientifismo o positivismo filosófico que desde su reduccionismo no alcanzó a comprender en toda su complejidad al espíritu humano. Es decir, Rodó se siente tan alejado del positivismo, que no se hace cargo de los ideales morales que orientan el vivir personal y la convivencia social, como de sentimientos espiritualoides, anodinos e incapaces, que falsean la verdadera realidad moral. Como la segunda mitad del siglo XIX fue, en gran medida, positivista, el modernismo pretende reaccionar e instaurar un modo más idealista o espiritualista de entender la vida.

En 1896 escribe un artículo Notas sobre crítica. Subrayamos la importancia de este escrito porque en él se percibe su teoría sobre virtudes cívicas ya que trata de la tolerancia como un criterio para la convivencia tanto humana como en el ejercicio profesional de crítica literaria.

Temperamento de crítico es el que une al amor por una idea o una forma de arte -nervio y carácter de sus juicios- la íntima serenidad que pone un límite a los apasionamientos de ese amor, como lo fija a las tempestades de la tierra la paz de las alturas.


(O. C., p. 822)                


En Rodó hay una personal conciencia ética y estética que fue característica de los krausistas y modernistas del XIX en España.

1897 es un año ajetreado ya que se incorpora a la vida política y a la universidad. Forma parte de las juventudes del Partido Colorado. En 1899 queda interrumpida su correspondencia con Clarín.

La generación de Rodó ha sido considerada como la «generación arielista» o «generación de los fundadores», los cuales habían reaccionado contra el positivismo y planteaban un nuevo camino en el pensamiento filosófico.

La trayectoria del pensamiento rodosiano nos sugiere tres grandes líneas en su reflexión, que se nos aparece arraigada en el modernismo filosófico:

  1. Rodó fue una de las primeras voces que reivindicó en América la raíz hispana y afirmó la posibilidad de formar un haz de naciones unidas por la herencia, la lengua y el pasado comunes.
  2. Desde su planteamiento ético propone ante todo una lección de moral, libre y humanista, centrada en la vocación y en la superación personal. La armonía es una incitación a que el ser humano desenvuelva toda su capacidad moral, la cual viene de la mano de un alto sentido estético.
  3. Su concepción estética se basa en «la razón y el sentimiento superior», cumbre del ideal ateniense y del espíritu cristiano. La belleza es para Rodó «un motivo superior de moralidad». Busca un ideal que no subordine la vida a lo útil, y apuesta por la belleza como requisito que plenifica la vida.

Los modernistas escriben y universalizan el género literario del ensayo. En Motivos de Proteo, el mismo Rodó emplea este término para referirse a su obra. Su pensamiento es, pues, fronterizo entre la literatura y la filosofía, muy acorde a las necesidades de fin de siglo. En 1902, en carta a Unamuno, dice de sí mismo que se integra en la «literatura de ideas». Desde este planteamiento, que él mismo propone, vamos a estudiar su obra, no sin antes señalar un dato biográfico de interés. Hemos de exponer el pensamiento de un filósofo contemporáneo de Rodó que, como él, critica el positivismo estrecho de miras aunque acepta el pensamiento científico y cultural como un progreso para su país. Carlos Vaz Ferreira (1873-1958) fue profesor de Filosofía del Derecho y rector de la Universidad de Montevideo. Ejerce la docencia desde 1895 y es catedrático en 1897, año que Rodó ingresa en la Universidad de Montevideo, como sabemos (Texto 5). Destacaremos entre otras obras, una que es coetánea del tiempo que convive con Rodó, Moral para intelectuales (1908), donde encuadra su filosofía dentro de un racionalismo abierto a cuestiones humanísticas en el ámbito de la religión, lo social, lo político, lo pedagógico, el americanismo, etc. Como Rodó, Vaz Ferreira sale al paso de la polémica sobre las imágenes de los crucifijos en los hospitales del Estado y coinciden en proponer una semejante solución para este conflicto: tener en cuenta las creencias de cada enfermo, tanto si es religioso como si no lo es. Ambos luchan por la vuelta a una filosofía más amplia que el positivismo de su época.


Sus influencias


El krausismo

Los ideales revolucionarios de 1868, la Septembrina, decaen en 1875. En esta fecha se inicia la restauración borbónica que coincide con el arraigo del positivismo y la retirada, aunque lenta, del krausismo. Hemos de entender el krausismo como una corriente moderna y liberal que llena el ambiente de las cátedras, la política y la educación desde 1868 a 1875. Su ideal es un racionalismo armónico que admite todas las facultades cognoscitivas, bajo la guía de la razón. Pretende ser una doctrina positiva, de confianza viva en la razón, como medio para el progreso humano. Pierre Jobit consideró modernistas a los krausistas porque se basaban en una religión humanista, de gran arraigo histórico. A partir de 1875, surge la Institución Libre de Enseñanza en torno, principalmente, a la gran personalidad de un krausista, íntegro, de enorme vocación ética y educativa: Giner de los Ríos. La ILE pretende una renovación intelectual en España.

Del institucionismo destacamos a un profesor que es el medio de conocimiento de Rodó con este espíritu. Rodó se escribe con Rafael Altamira, joven profesor institucionista que forma parte del círculo de Oviedo. Altamira pertenece a la segunda generación krausista y primera del institucionismo, son los discípulos de Giner de los Ríos. En Ariel alude a la obra de Altamira La psicología de la juventud.

Rodó conoce el círculo krausista de Oviedo, en primer lugar a Clarín, en torno a 1895; posteriormente a Altamira, dos años más tarde, en 1897 y, por fin, conoce a Posada, el cual viaja a Montevideo en 1910, anteriormente había conocido personalmente a Altamira (Texto 6).

Es decir, el krausismo con el que se relaciona Rodó es más bien tardío, o mejor aún, es el institucionismo que se basa fundamentalmente en una renovación educativa como auténtica guía moral de los seres humanos y de los pueblos. La ILE desarrolla las ciencias de la educación y está al día de los adelantos pedagógicos de los países más avanzados.




Leopoldo Alas «Clarín»

Leopoldo Alas Clarín fue una de las primeras influencias de Rodó, sobre todo como crítico, le consideraba un «crítico pensador», es decir, el intelectual que ha de orientar a sus contemporáneos. Clarín le influye por su espíritu tolerante, oportuno y amplio. Todas estas características eran elocuentes del espíritu moderno que Rodó también quiso imprimir a su obra. El autor español reacciona, como lo hará Rodó, frente al dogmatismo romántico que propone un canon de belleza excesivamente fijo y determinado y, en este sentido, prefiere la corriente modernista que ofrece una perspectiva más viva y flexible.

Entre los primeros artículos que Rodó publica en La Revista Nacional de Literatura y Ciencias Sociales se encuentra «La crítica de Clarín». En él valora la amplitud de miras y tolerancia de Clarín, su deseo de renovación espiritual y su justa adhesión al positivismo. En la actualidad, algunos críticos consideran este artículo el mejor estudio sobre Clarín de aquel tiempo.

Clarín pertenece al krausismo de 1868, que destaca el pensamiento por una parte liberal y por otra, un profundo sentido religioso de la vida. En 1875 acepta del positivismo lo que suponía de progreso y rechaza su reductivismo ante lo más espiritual; cuando cae el positivismo, se alegra de la renovación que amplía sus miras a un significado más integral de la vida humana.




El positivismo

El positivismo en España viene de la mano de comtianos y spencerianos, es decir, desde posturas más estáticas a más dinámicas. E incluso, estas últimas, que son más progresivas, admiten, sin embargo, la experiencia religiosa a través de Lo Incognoscible. El evolucionismo de Spencer (1855), anterior al darwinismo (1859), es enormemente comentado y traducido en España. Spencer será foco de atracción de neokantianos, comtianos y evolucionistas. Representa la evolución filosófica dentro de un clima evolutivo general que en España contará con eminentes naturalistas. El naturalismo más biologicista o más filosófico llenó estos finales de siglos. Desde la filosofía se procuraba una síntesis de todo el conocimiento de la época para desarrollar una base especulativa de toda la existencia, la cual está en continua transformación.

El positivismo en América cuenta también con un clima general de ideas en el campo religioso, político, social y científico, más que con un sistema filosófico cerrado. Las obras de Comte se traducen en torno a 1837 y las de Spencer alrededor de 1860; sin embargo, en algunos países como Uruguay ya hubo un movimiento espiritualista en torno a 1890. En realidad, es observable la corta existencia del positivismo, lo cual no va en detrimento de que un ambiente cientifista llenó las cátedras y la vida pública americana. En líneas generales, podríamos decir que el positivismo americano se asienta desde 1830 a 1910.

Como en España, junto a las obras de Spencer y de Bergson, sobre todo La pensée et le mouvant, se interpreta y divulga científicamente la evolución biológica como una creación inmanente, como un proceso continuo que pone en relación las ciencias del universo, de la naturaleza y de la historia humana con la teología cristiana. El debate entre los científicos y la jerarquía eclesiástica en torno a creación o evolución fue duro y, en muchas ocasiones, violento. El tema filosófico de siempre, razón y fe, adquirió tintes dramáticos desde la creencia a las cátedras universitarias.

Unamuno refiere esta polémica, desde su trayectoria personal, en una carta a Rodó:

La concepción de la fe en el tercero de mi Tres ensayos es, en el fondo, genuinamente luterana. Desde que leí la Dogmengeschichte, de Harnack, se me abrieron vastos horizontes. Apenas me interesa ya más que el problema religioso y el del destino individual, repelo toda concepción esteticista del mundo.


(O. C., p. 1377)                





El regeneracionismo

La mentalidad positiva dio origen al regeneracionismo, que se desarrolla a fines del siglo XIX y comienzos del XX. La característica del regeneracionismo es la de un cientifismo, heredado del positivismo, mediante una solución propuesta como «política de realidades» (en torno a 1900): reforma agraria, política hidráulica, modernización de la enseñanza, apoyo a las clases campesinas e industriales.

Entre los regeneracionistas españoles hay un grupo que, proveniente del institucionismo de Giner de los Ríos, pretenden un humanismo idealista basado en una reforma educativa.

El regeneracionismo es un movimiento confuso y voluntarista que, en España, se le conoce por su conciencia del llamado «problema de España» y su diagnóstico acerca de los nuevos tiempos con el fin de regenerar el país. Este diagnóstico se prescribe desde las nuevas ciencias positivistas: sociología, psicología freudiana...




Ernest Renan (1823-1893)

La obra de Renan, Vida de Jesús, se publicó en Uruguay a finales de 1863, en la misma fecha que en París. Desde entonces adquirió una enorme fuerza divulgadora. Renan unió a un método positivista una confianza ciega en la ciencia, así su pensamiento vino a resultar una mezcolanza entre cientifismo y fe. Al mismo tiempo poseía una esperanza sin límite en el progreso de la Humanidad por medio de la asimilación de la moral y de la religión, particularmente de la religión cristiana, pero una religión sin dogmática y sin institución. En Renan está presente el modernismo teológico, que reconsidera las religiones según los métodos positivos de las ciencias humanas o sociales.

Señalaremos dos características: una de acercamiento y otra, más bien de distanciamiento, entre Renan y Rodó. Rodó, que cita a Renan como uno de los inspiradores de su obra, siente hacia el autor francés una influencia que se basa sobre todo en la gran admiración por el Jesús histórico. Jesús representa la más alta cumbre de la humanidad. Su espiritualidad hace posible una vida heroica como ninguna. Esta visión humanista va unida a una idea librepensadora, ajena a todo institucionalismo, que permite a intelectuales como Rodó afirmar su religiosidad en el marco de una eticidad exclusivamente civil. Renan, como ya hemos señalado, pertenecía a este pensamiento de fin de siglo que desarrolla la teología desde las ciencias humanas, de la historia a la antropología, que parecía el método más convincente.

Por otra parte, Rodó disiente de Renan en la misma hedida que éste hace una crítica excesivamente global de la democracia. Para Rodó, como veremos posteriormente, la democracia ha de ser moral y debe permitir el progreso de las virtudes personales a fin de conseguir una comunidad política en la que venzan los mejores. Lo cual tiene mucho de selectividad aristocrática.




Henri Bergson (1859-1941)

El bergsonismo ejerce una gran atracción en algunos países de América. De Bergson interesa sobre todo el rechazo al cientifismo, la desconfianza hacia el universal abstracto y la búsqueda de una filosofía que busque lo real y pueda orientar la vida. El método intuitivo que representa se dirige a lo real y a todo lo que deviene y se hace, pues todo lo estático y pragmático no es lo real, sino fruto de una inteligencia que mecaniza y cosifica lo real. En este sentido, podemos ver en Rodó un gusto por la acción, el mundo afectivo y voluntarista junto a una metafísica abierta y en evolución. Bergson defiende también el espíritu creador frente al exagerado intelectualismo, concepciones que están claramente presentes en Ariel y Motivos de Proteo. Bergson también influye en el gusto por la libertad estética y la formación humanística.








ArribaAbajoLa obra de José Enrique Rodó


«El que vendrá»

«El que vendrá» es el título de su primer ensayo (1896). Rodó se identifica con un espiritualismo que intenta superar el positivismo reinante en su época, pero que no lo rechaza en su totalidad. Desde su primer escrito, Rodó procura exponer una mirada integradora acerca de la realidad, y un espíritu comprensivo que no deje fuera elementos importantes y necesarios para una visión más completa de lo que nos rodea.

De aquí que, siguiendo también a Clarín, tenga como centro nuclear de su reflexión la tolerancia: «Hagamos del amor que comunica fuerza y gracia a cuanto inspira, y engendra en el pensamiento la noble virtud de comprenderlo todo, el gran principio de nuestra filosofía "tolerar es fecundar la vida"» (Texto 7). Con estas últimas palabras entrecomilladas Rodó cita unas de Clarín en Apolo en Pafos.

En este ensayo se critica la miopía del naturalismo que deja fuera de la vida la vivencia espiritual del ser humano, con todo su significado configurador de sentido de la vida, de deseo de intimidad, de necesidad de trascendencia (Texto 8). Éste es el tema central de esta obra en la que se rechaza tanto la prosa naturalista como la poesía, imbuida esta última de mentalidad parnasiana.

«El que vendrá» se refiere al anhelo de un nuevo espíritu, una nueva sensibilidad o un nuevo escritor que esta época necesita, presiente y que Rodó denominará «el Revelador». Siguiendo la concepción de su época, Rodó considera al intelectual, y concretamente al crítico literario, como un hombre capaz de distinguir lo importante de lo superficial, lo auténtico de lo meramente aparente; de forma que la literatura y el arte expresen una idea cabal y justa acerca de la naturaleza humana y de su vivir práctico en el vivir cotidiano.




«La novela nueva»

El segundo ensayo de Rodó se publica en el mismo año que el primero (1896). En él trata de defender las nuevas corrientes literarias que buscan una literatura integradora, profunda, alejada por igual de la tendencia naturalista como de la nacionalista. Tanto en este ensayo, como en el anterior, en ambos artículos se percibe la huella de Clarín. Además, critica el rechazo de algunos estudios por la novela española a la que tachan de naturalista, el autor uruguayo analiza las novelas de Valera, de Galdós, de Pardo Bazán..., a las que califica de alto «pensamiento filosófico» (Novela Nueva, O. C., p. 158) y desde este planteamiento la califica como oportuna para los nuevos tiempos y con una honda visión sobre el hombre, lo cual el naturalismo redujo a un análisis excesivamente radical, sin contar con las aspiraciones y luchas del alma humana.

Rodó cree, como también admite Clarín, Unamuno, Galdós..., que la novela propone una forma de conocimiento de enorme contenido y capaz de transformar la realidad. En este sentido aprecia más el realismo que el naturalismo y reconoce que España puede servir de modelo para la novela americana. Porque si América reniega de sus raíces culturales sufrirá un retroceso cultural (Texto 9).




Rubén Darío. Su personalidad literaria. Su última obra (1899)

Rodó señala en esta obra su proximidad con Rubén Darío y el modernismo y se distancia de la crítica satírica y negativa de Clarín hacia este movimiento. Siguiendo, no obstante, el espíritu de Clarín cuando analizaba otras corrientes literarias, Rodó reconoce los méritos de Darío aunque no profese su misma ideología.

Este ensayo, alabado por todos, ha sido, al mismo tiempo, signo de contradicción. Sin embargo, en sus mismas palabras puede observarse la claridad de Rodó al precisar el modernismo literario, al que Rubén pertenece, y el filosófico en el que Rodó está comprometido (Texto 10).

Rodó trata metodológicamente de ponerse en su lugar y desde esta posición intelectual le reconoce como «un gran poeta exquisito» (Texto 11). Desde entonces hasta hoy, este ensayo es apreciado como un buen estudio crítico y, además, manifiesta una generosidad y un talante profundamente abierto, cualidades de las que el pensador uruguayo dio constantemente pruebas. Así se lo elogia Salvador Rueda en una bella y extensa carta de mayo de 1899, que, más tarde, servirá de prólogo a este estudio (Texto 12). El mismo Rubén Darío le pidió incluirlo como prólogo de Prosas Profanas. Lo hizo aunque no puso la firma, lo cual molestó a Rodó. No obstante, es observable la evolución de Darío en Cantos de vida y esperanza donde confiesa haber tenido en cuenta la crítica rodosiana.




Ariel

Ariel es la obra más conocida de Rodó. Fue muy estudiada tanto por los escritores americanos como por los españoles.

En Ariel se expone una propuesta moral a la juventud, que llevará aparejada un cambio social. Dicha propuesta tiene como supuesto la conquista de la libertad personal que se orienta a la búsqueda del bien. Rodó propone la ordenación de la inteligencia y de la voluntad a tal fin.

Se ha dicho que el regeneracionismo presenta siempre una línea programática. En razón de la época, esta obra rodosiana podría encuadrarse como afín al espíritu regeneracionista, pues Ariel cumple de forma clara ese carácter, ya que la obra presenta un programa de vida, pero más que regeneracionista es una obra modernista.

Ariel expone una antropología que apuesta por una vida austera de amor a la ciencia; sorprende gratamente comprobar la importancia que Rodó concede a la voluntad, lo cual le impide caer en intelectualismos reductivistas o en sentimentalismos decadentes. Desde la voluntad exalta la esperanza, el entusiasmo, el optimismo, la renovación, la fe en el porvenir, la confianza en el esfuerzo humano..., como una capacidad que la voluntad posee para alcanzar los más altos ideales. Rodó propone la práctica de pasiones puras frente a sentimentalismos subjetivistas, carentes de desarrollo personal que merman el progreso social.

Las seis partes constituyen una defensa acerca de las siguientes cuestiones: uno, la lucha de cada generación por un programa propio; dos, la educación integral de la naturaleza humana; tres, la unidad de la estética y la ética; cuatro, la crítica al utilitarismo; cinco, la exposición de las virtudes y defectos de los pueblos americanos; seis, la conquista de un ideal auténticamente humano.

Junto a estas propuestas rechaza:

  1. El auge desmedido del positivismo;
  2. El abandono de la ética;
  3. El abandono de la estética.

a) Rodó critica el pragmatismo norteamericano por su sentido altamente utilitarista. Su reflexión a este respecto es más inquietante y tiene que ver con el sentido último de la vida y, específicamente, con el significado de la historia de los pueblos.

Tampoco Rodó se refiere, en modo alguno, a la esencia de la americanidad, como si de un carácter eterno y abstracto se tratara; le interesa la búsqueda de aquellos caracteres que constituyen sus propias raíces culturales. Rodó resume esta concepción en la necesidad del espíritu como lo permanente entre la tradición y el auténtico progreso. Ésta es la memoria que vivifica y proyecta el futuro en toda su complejidad (Texto 13).

b) Para algunos comentaristas la aportación del modernismo filosófico consiste en el planteamiento de «una nueva definición de los valores humanos en el mundo moderno». Y en Rodó podemos ver que ésta es su primera preocupación. La tarea propiamente humana es la de orientar la vida asumiendo una tarea intelectual y volitiva. La condición ética consiste en tomar la vida como una misión que supone acometer un proyecto tanto personal como científico.

Esta ciencia sólo deberá entenderse bajo una unidad sistemática que recoja el sentido histórico y, por tanto, el lugar del hombre en el mundo. Si no es así, la actividad científica no sería más que un cúmulo de ideas abstractas y confusas, y la confusión no trae más que descontento. Así ha sucedido con el cientifismo, que ha llevado aparejado la desorientación de la auténtica función intelectual. El modernismo pide una renovación espiritual que concilie el desarrollo de las ciencias con la fe y una preocupación por un humanismo autónomo. En este sentido, Rodó parece superar el frío formalismo de una ética del deber en razón del deber mismo y se sentiría más cercano de una ética estética o armónica.

Critica también un democratismo que, buscando el rasero común, emborrona el afán de perfección como propuesta de una vida mejor que promueva las claves que nos posibiliten vislumbrar un brillante porvenir.

c) La estética rodosiana se basa en una renovación íntima y atenta a la sensibilidad, lo cual explica la complejidad y la peculiaridad del ser humano en su íntimo reconocerse. De este modo, proclama el progresivo desarrollo de una civilización cuyo destino es la perfección como libre expresión de todas las energías que conducen a la meta, y nunca con un sentido restrictivo de la capacidad, a la vez, integradora y expansiva; del hombre.

Este desarrollo expansivo de la naturaleza humana; suscita los más nobles sentimientos y logra la libertad a través de las virtudes sociales de tolerancia frente a cualquier tipo de prejuicios que aten a los seres humanos a cadenas eminentemente particularistas o de partido. Critica cualquier tipo de hombre unidimensional que resulta deplorable en cualquier tiempo, venga del lado que viniere.

En este sentido deben entenderse las críticas de Rodó al utilitarismo y no puede decírsele que sea defensor de un ocio diletante, tan poco usual en su propia vida. Rodó procura el desarrollo de la vida humana en toda su amplitud. En esta trayectoria conmueven algunas de sus metáforas, como la del madero de la cruz: «Por fortuna -dice, aludiendo a la filosofía de Nietzsche-, tales ideas no prevalecerán mientras en el mundo haya dos maderos que se puedan colocar en forma de cruz -es decir, siempre-; ¡la humanidad seguirá creyendo que es el amor el fundamento de todo orden estable y que la superioridad jerárquica en el orden no debe ser sino una superior capacidad de amar!» (O. C., p. 230). La metáfora es bella, sugerente y delata, además de un ágil modo literario, un hondo sentido de la vida en la que vence el amor.

En resumen, Ariel es un símbolo y promete un sueño de realidades no reductibles a la idea de que el progreso pueda entenderse en un único sentido. Intenta exponer que la técnica es una parte de la vida y que el pragmatismo sajón no constituye la raíz cultural del pueblo hispanoamericano (Texto 14). De ahí la defensa del hombre como realidad integral, como proyecto que arraigue en la tradición y en la cultura que acoge lo humano.

La estética, por último, es una puerta que abre al hombre una dimensión de infinitud que sostiene su anhelo de alcanzar la belleza a través de una transformación moral.

Ariel (Texto 15), en fin, parece una obra propia del modernismo filosófico por su pensamiento constructivo, exponente de un idealismo espiritualista como símbolo y defensa cultural de los países americanos.




Liberalismo y Jacobinismo (1906)

El motivo de este artículo es la respuesta a un acuerdo de la Comisión Nacional de Caridad y Beneficencia Pública que quería retirar los crucifijos de los hospitales del Estado. Defiende la personalidad histórica y espiritual de Jesús y desde este planteamiento define el liberalismo como una postura tolerante y al jacobinismo de intransigente, en este sentido, de los no creyentes que rechazan la ejemplaridad que representa el crucificado para unos y para otros (Texto 16).

Esta polémica que se vierte en las páginas del periódico La Razón el 5 de julio de 1906 enfrenta a Rodó y al Doctor Díaz. Rodó se decanta por una postura humanista e independiente (Texto 17) y el doctor defiende la postura del gobierno anticlerical y antirreligiosa.

Entre los autores y las corrientes filosóficas que cita y que pone a la altura del Evangelio se encuentra la moral estoica, corriente que ha sido considerada en muchos estudios como muy singular en el pensamiento español; aunque Rodó añada la necesidad de que esta teoría será importante en tanto constituya una forma de vida ejemplar. Pues, el idealismo rodosiano nunca estuvo reñido con la necesidad de una auténtica vivencia como respuesta a los ideales que mantiene. Probablemente sea en este artículo donde mejor se muestra la influencia de Renan en Rodó, que distingue cuidadosamente entre el Jesús histórico, admirado por ambos autores, y el Cristo de la fe, es decir, el Dios en el que no creen.

Un crucifijo será sólo signo religioso para quien crea en la divinidad de aquel a quien en él se representa. El que lo mire con los ojos de la razón -y sin las nubes de un odio que sería inconcebible, por lo absurdo- no tiene que ver en él otra cosa que la representación de un varón sublime, del más alto Maestro de la humanidad, figurado en el momento del martirio con que selló su apostolado y su gloria.


(O. C., p. 259)                


En este artículo el autor uruguayo expresa su admiración por Jesús, como el ejemplo más señero de entrega a los demás y el fundador de una forma de vida que responde a la moral más alta, modelo para muchas personas que siguen ejerciendo una entrega por los demás (Texto 18); pero, además, es un extenso y documentado trabajo acerca de los orígenes del cristianismo, de la eticidad como algo connatural en el ser humano, de historia de la ética, de filosofía y fenomenología de la religión. Como se ha dicho muchas veces, Rodó unía a una fina erudición la gracia de una escritura fluida, ágil, que toca a la mente y al corazón.




Motivos de Proteo (1909)

Es una obra de filosofía moral sobre la autenticidad de la persona. En una carta a Unamuno de 1904, Rodó se refiere a esta obra del siguiente modo: «El tema (aunque no cabe indicarlo con precisión en breves palabras) se relaciona con lo que podríamos llamar "la conquista de uno mismo": la formación y el perfeccionamiento de la propia personalidad» (O. C., p. 1393).

Rodó pretende la reforma de la persona desde la voluntad, como la verdadera rectora de la acción humana. Así, desde planteamientos psicológicos intenta, una vez más, un profundo cambio social. Desde teorías modernas para su época y en la actualidad aún vigentes, defiende la necesidad de atender a la personalidad como un progreso y desarrollo de cada persona. Y de nuevo hace un despliegue de su erudición y de su extenso conocimiento de la psicología humana y va enumerando las virtudes necesarias para adquirir una autonomía e independencia moral (Texto 19). Rodó propone que la educación de la voluntad o educación moral es imprescindible para una mayor integridad humana. Así afirma:

La idea que ocupa nuestra mente, y la domina, y cumple allí su desenvolvimiento dialéctico, sin dejar señales de su paso en la manera como obramos y sentimos, es cosa que atañe a la historia de nuestra inteligencia, a la historia de nuestra sabiduría, mas no a la historia de nuestra personalidad.


(O. C., p. 472)                


En Motivos de Proteo se observa la huella del espiritualismo vitalista de Henri Bergson, que defiende la vida interior y la libertad frente a teorías deterministas y mecanicistas (Texto 20). La voluntad, la esperanza, son las fuerzas que guían la actividad propiamente humana tanto en su transformación interior como en el verdadero poder que guía el quehacer social o público. Rodó, como un gran tratadista moral, usa la teoría narrativa, recurso de nuestros días, para exponer mediante relatos o parábolas la necesidad de las virtudes como fuerzas para un mejor vivir (Texto 21).

Algunos autores consideraron en el momento de su publicación que ésta es la mejor obra de Rodó, superando incluso a Ariel; sin embargo, el tiempo ha demostrado que esta última ha conservado mejor el pensamiento de Rodó.




El Mirador de Próspero (1913)

Reúne unos textos o compilación de cuarenta y cinco artículos periodísticos sobre escritores españoles y variados ensayos históricos, sociales... Hay uno en el que toca el tema religioso: «Mi retablo de Navidad». En él se habla de la fe que no tiene pero que desearía poseer (Texto 22). El tema de la Navidad le fue pedido por Rubén Darío para una publicación en una revista que dirigía el poeta (1911). Pero la preocupación religiosa está siempre presente en Rodó y, como los krausistas, siente la necesidad de vivir y de transmitir que la conciencia religiosa es un beneficio para la conducta humana. Estos pensadores fueron apóstoles de estas creencias y magníficos representantes de ellas (Texto 23), pues su conducta ética no ha sido jamás puesta en tela de juicio por sus contemporáneos, sino que, por el contrario, dieron testimonio de unas vidas irreprochables y llenas de entrega por los demás; otro artículo muy destacado se refiere a su enorme preocupación por lo social, «Del trabajo obrero en el Uruguay», en el que hace un minucioso estudio de la legislación respecto a los derechos y deberes de los trabajadores tanto en el número de horas de trabajo, como en el caso de la nocturnidad o turno diurno... (Texto 24); y otro sobre la identidad hispanoamericana titulado «Discurso del Centenario de Chile». Este discurso fue pronunciado, en representación de Uruguay, en la sesión solemne celebrada en el Congreso Chileno, durante las fiestas del Centenario, el 17 de septiembre de 1910. En este discurso Rodó pone de manifiesto su espíritu idealista, tanto respecto al «americanismo» e incluso «hispanoamericanismo», como a la tradición que recogen de España y de Europa (Texto 25). Manifiesta la necesidad de que todos los pueblos de América vivan un sentimiento de solidaridad y un despertar de la fraternidad americana (Texto 26). Esta identidad no significa clausuración sobre sí misma sino, por el contrario, despertar a la tradición y al progreso (Texto 27).




El Camino de Paros (1918)

Es un libro póstumo en el que se narran las crónicas del viaje de Rodó a Europa. De nuevo es observable en este documentado libro de viajes la amplia cultura y la fina sensibilidad de Rodó en el recuerdo de su patria, las raíces culturales de Europa y su reconocimiento de España.

Europa, como era de esperar, le gana el corazón, pero siente nostalgia de América. En este sentido, su último artículo, «Al concluir el año», deja patente su amor por América y expone los fundamentos y los motivos de la unidad americana, con un claro mensaje a la juventud (Texto 28):

Formar el sentimiento hispanoamericano; propender a arraigar en la conciencia de nuestros pueblos de la idea de América nuestra, como fuerza común, como alma indivisible, como patria única.


(O. C., p. 1290)                


Estas crónicas de viaje resultan un canto a la belleza, tanto por la fina erudición, que en ningún caso es abigarrada sino muy ágil, cuanto por los sentimientos que de este testimonio se desprenden. Destacaremos su recuerdo y emoción por España (Texto 29).




Otros libros póstumos: Nuevos motivos de Proteo (1927); Los últimos motivos de Proteo (1932)

Los hermanos de Rodó publicaron el material que se había quedado inédito durante su vida y que se refieren a distintos temas que, por otra parte, tratan de cuestiones parecidas a Proteo, por lo que le dieron estos títulos de Nuevos motivos de Proteo y Los últimos motivos de Proteo. Se sabe que incluso Rodó tenía pensado la publicación de estos artículos.




Otros escritos

Mencionaremos, por último, otros muchos escritos de Rodó, unos de orden político, y su amplia e interesante correspondencia. Como otros intelectuales de su época, Rodó posee un amplio epistolario que ofrece importantes datos acerca de su propia vida, de sus preocupaciones y de sus amistades que, como hemos dicho en el apartado de sus influencias, son numerosas y veneradas. Entre los autores unos son literatos, otros son filósofos... Rodó apreció, de modo especial, a tres españoles filósofos y literatos como son Altamira, el menos literato, Clarín y Unamuno.






ArribaAbajoLa «razón práctica» en el pensamiento de Rodó


Su vida política

Desde 1895 los primeros escritos publicados en La Revista Nacional de Literatura y Ciencias Sociales son intervenciones directas en la vida pública de su país. Los escritos de esta época se refieren al rechazo de la dictadura para dejar claro la necesidad de la libertad. Así lo vemos en obras como Ariel donde se ensalza, repetidas veces, la necesidad de libertad interior en el ser humano y otras posteriores, como Liberalismo y Jacobinismo, que es un canto de la libertad religiosa y de la libertad de conciencia.

Su reflexión de la libertad es, en primer lugar, una teorización antropológica para bajar siempre y en todo momento al ruedo de la libertad política, la libertad de cátedra, la libertad de expresión, la libertad de prensa (Texto 30), la libertad religiosa.

Ocioso me parece advertir -porque no es usted quien lo ignora- que, rectamente entendida la idea de liberalismo, mi concepción de su alcance, en la esfera religiosa, como en cualquiera otra categoría de la actividad humana, abarca toda la extensión que pueda medirse por el más decidido amor a la libertad.


(O. C., p. 256)                


Desde 1897 participa activamente en la política en el Partido Colorado. Posee un hondo sentimiento cívico frente a las luchas partidistas. En 1898 comienza a publicar en el periódico El Orden, dentro del Partido Colorado con tendencia política progresista. Rodó orienta su vocación pública desde la literatura, el periodismo y la política. Trata de desarrollar la conciencia moral y científica desde ideales democráticos.

En 1904 presentó en el Senado y la Cámara de Representantes un proyecto de ley garantizando la libertad de prensa. Su vida parlamentaria se desarrolla en dos épocas: (1901-1905) y (1908-1911), la segunda finaliza ante las nuevas violencias e intentos de revolución.

Se distancia de quien había sido su guía indiscutible en el Partido Colorado: Batlle. En 1908 escribe un informe sobre el Trabajo Obrero en Uruguay; en este escrito se observa -una vez más- su actitud conciliadora y nada extremista. Poco a poco va distanciándose de Batlle. En 1912 un abismo les separaba.

A partir de 1914, al comienzo de la guerra, abandona El Diario del Plata por su germanofilia y escribe como corresponsal en El Telégrafo a favor de los aliados.

Por fin, en 1916 se le ofrece viajar a Europa: era un sueño que no había podido cumplir hasta entonces. Batlle le había negado viajar en 1912 a las fiestas del Centenario de las Cortes de Cádiz con la delegación uruguaya. Ahora las revistas argentinas Caras y Caretas y Plus Ultra le ofrecen ir a Europa; en el transcurso de dicho viaje Rodó encontrará la muerte en 1917.




Su concepción del hispanoamericanismo

La generación del 900 americana es contemporánea a la española del 98. Un rasgo común entre ellas es la preocupación por el destino nacional.

Podríamos decir que toda su obra y, específicamente, desde su ensayo Rubén Darío (1899) y en 1900 Ariel y su correspondencia con Unamuno (1900-1907), Rodó es más que crítico literario. La literatura es el vehículo de su preocupación por la identidad nacional. Y su propuesta a favor del progreso se fundamenta en el desarrollo del pensamiento y subraya que éste crece cuando es sentido.

Este vínculo tan estrecho entre el pensar y el sentir en el que Rodó insiste, no sólo le hace un interlocutor cordial para Unamuno con quien dialoga epistolarmente durante estos años, sino que le une a toda una tradición hispana que ha defendido siempre que no es la razón formal la propia de la inteligencia humana, sino que ésta es siempre una razón con sentimientos. Y desde este sentir, Rodó es el primero que arenga y exalta el valor de América.

Aunque es cierto que Rodó poseía un gran bagaje cultural de Francia, que puede observarse en sus obras, incluida Ariel, su pensamiento y esta obra citada sólo puede entenderse desde su hispanismo. Éste se refiera a su deseo de no dejar fuera lo que siempre estuvo unido. Esta es su contribución a la memoria histórica, en la certeza, además, que América sólo puede crecer si conoce, lee, profundiza en sus intelectuales, entre ellos y de forma considerable, en los españoles. En 1879, Rodó escribe a Unamuno: «Si pudiéramos trabajar de acuerdo aquí y allá, y llegar a una gran armonía espiritual de la raza española, ¿qué más agradable y fecundo para todos?» (O. C., p. 1379).

En este mismo sentido, Rafael Altamira lee y divulga con entusiasmo Ariel. Así le dice en una carta:

¡Ojalá que el libro de usted y su cátedra formen en la juventud de América conciencia de ese hermoso ideal; y pueda yo ver también aquí, con la ayuda de usted mismo y de otros compañeros, resurgir en las generaciones nuevas el genio español, depurado de excrecencias malsanas, que han ahogado repetidas veces en la historia su expresión genuina, la única que me enorgullece todavía hoy, en medio de los desastres, de ser hijo de mi patria!


(O. C., p. 1360)                


Y Clarín dirá: «Críticos como el Sr. Rodó pueden hacer mucho en América por la sincera unión moral e intelectual de España y las repúblicas hispanoamericanas; unión que podría preparar lazos políticos y económicos futuros, de los que a mi ver, ya tiene sentadas las premisas la historia, y que serán la consecuencia que saque el porvenir» (O. C., p. 1323).




La nordomanía

A partir de 1898 quedó claro la enorme potencia de los Estados Unidos, lo cual no pasaba desapercibido para sus vecinos americanos. Admiración que fue tildada por Rodó como «nordomanía». Término que venía a significar la admiración mezclada un poco con la envidia, que el pueblo americano sentía hacia Norteamérica, debido al contraste entre el norte y el sur, tanto política como económicamente. A la vez se da otro dualismo, añadido al de norte-sur, que vendría a ser sajonismo-latinismo o utilitarismo-idealismo. La defensa de Rodó irá por el latinismo y el idealismo mientras reconoce el entusiasmo que despierta el poder de los Estados Unidos, que se basa en su concepción sajona utilitarista.

A fin de dejar claro, especialmente, el interés por el pueblo latinoamericano, en Ariel se pasa revista a las virtudes y defectos de Estados Unidos, lo cual no deja de ser una teoría, por generalizada, bastante imprecisa. Sin embargo, su aportación se basa en que Rodó reflexionó el primero, como afirma Benedetti, en favor de la América Latina y esto fue una importante primicia en el pensamiento occidental.

Rodó, en fin, se queja de una visión empobrecedora de Ariel, que fue sólo considerado como un discurso frente a los Estados Unidos. Aunque, en efecto, critique la democracia utilitarista e igualitaria, su propuesta más interesante era frenar las conductas miméticas hacia los Estados Unidos y, sobre todo, la lucha por una identidad propia.

Es así como la visión de América deslatinizada por propia voluntad, sin la extorsión de la conquista, y regenerada luego a imagen y semejanza del arquetipo del Norte, flota ya sobre los sueños de muchos sinceros interesados por nuestro porvenir, inspira la fruición con que ellos formulan a cada paso los más sugestivos paralelos, y se manifiesta por constantes propósitos de innovación y de reforma. Tenemos nuestra nordomanía. Es necesario oponerle los límites que la razón y el sentimiento señalan de consuno.


(O. C., p. 232)                





La democracia

La reflexión política de Rodó acerca de la democracia es profunda y atiende tanto a sus virtudes como a sus defectos. Critica, por una parte, el exceso de intereses individualistas que engendra desigualdades; también el afán mesocrático que conduce a un igualitarismo injusto y miope; y, por fín, propone la verdadera democracia desde una concienciación interna en la que, por una parte, sean razonables los criterios de selección y, por otra, una participación del Estado a fin de poner los medios para que siendo iguales en los derechos se elija a los mejores. Aquí radicaría la nobleza y la justicia de la democracia.

La arete griega tiene un sentido aristocrático: que venzan los mejores por sus cualidades.






ArribaAbajoSu correspondencia

Rodó, al igual que muchos de sus contemporáneos, cultivó esmeradamente la correspondencia. Como dice el editor de sus Obras Completas, Emir Rodríguez Monegal, esta correspondencia tenía un significado muy importante tanto en su vida personal como en la profesional.

Por una parte, era un modo de amistad y de que se le tuviera en cuenta en los círculos de amigos y profesionalmente. Cada autor era, al mismo tiempo, su representante literario ante los otros colegas y literatos. Por otra, era un medio para transmitir ideas, ejercer influencias, aprender de los otros autores, pedir ayuda bibliográfica y hasta buscar apoyos para publicar o ejercer puestos de trabajo en el periodismo, la docencia..., o divulgar las propias publicaciones.

Entre sus corresponsales españoles Rodó contó con Clarín, Francisco Giner de los Ríos, Rafael Altamira, Salvador Rueda, Juan Valera, Miguel de Unamuno, Joan Maragall, Núñez de Arce, Juan Ramón Jiménez, Francisco Villaespesa, Gregorio Martínez Sierra y Gabriel Miró, entre otros. Entre los corresponsales de América destacaremos a Rubén Darío, Julio Herrera y Reissig, Rufino Blanco, Carlos Reyes, Enrique José Varona, Javier de Viana, José Ingenieros, Horacio Quiroga, Francisco García Calderón, Leopoldo Lugones, los hermanos Pedro y Max Henríquez Ureña, Alcides Arguedas, Alberto Nin Frías, Carlos Arturo Torres, Alfonso Reyes, María Eugenia Vaz Ferreira, entre otros.

El talante dialogante y abierto de Rodó, cargado de entrañabilidad y rectitud, se observa también en sus cartas. Su deseo de crear lazos entre España y América lo lleva cuidadosamente a la práctica. Su mensaje americanista era uno de los temas que procuraba transmitir constantemente.

Destacaremos una pequeña selección de los temas y de las personas a quienes dirige dicha correspondencia, siguiendo una línea cronológica en esta correspondencia a fin de poder ver el proceso de madurez en la obra rodosiana.

En 1895, y debido al artículo que publica, «La crítica de Clarín», inicia con este autor una correspondencia que durará hasta 1899. Destaca su admiración por el crítico español, al que le denomina «crítico pensador», y le dice:

He dedicado a Vd. uno de mis trabajos de iniciación literaria porque a la lectura de sus obras y a la enseñanza de su crítica atribuyo una de las influencias más benéficas y poderosas en la corrección de mi espíritu.


(O. C., p. 1323)                


Ambos profesan un deseo de renovación espiritual, un espíritu institucionista basado en una renovación educativa, pero Clarín era más mordaz que Rodó y se distanció del modernismo literario de forma muy violenta y poco comprensiva. Rodó, sin embargo, supo valorar el modernismo literario y, especialmente, a Darío, aunque no estaba de acuerdo con el decadentismo de sus imitadores.

A Rafael Altamira también le distinguió Rodó con su admiración y su amistad. Desde 1897, Altamira conoce las primeras publicaciones de Rodó y le reconoce expresamente que mantienen los mismos ideales e intereses. El profesor ovetense desea estrechar lazos con América y colaborar en tareas comunes y, sobre todo, se entusiasma con Ariel y desea publicarlo en España. Lo hará, aunque tardíamente. En una carta de 1900 le dice:

Hace bastantes años, amigo Rodó, desde que Leopoldo Alas dejó de escribir en serio y dejé yo de asistir a la cátedra de Giner de los Ríos, no había escuchado una voz castellana, ni leído libro alguno castizo, que me hablase tanto al alma, de manera más íntima y solemne, como el de usted. Sentimientos análogos han despertado en mi espíritu voces como las de Renan y la de Fichte, pero eran de otras tierras, originadas por otras necesidades que las de nuestra raza, en cuya personalidad creo y en cuya misión confío.


(O. C., p. 1360)                


El conocimiento personal con Rubén Darío se produce en octubre de 1897. Pero el acontecimiento más significativo se debe al ensayo de Rodó titulado Rubén Darío. Su personalidad literaria. Su última obra en 1899. El ensayo despertó verdadera admiración, máxime cuando por vez primera Rodó se distancia de Clarín y escribe un artículo ponderado y justo, ya que la obra de Darío así lo requiere. Entre las alabanzas recibidas no se encuentra la de Rubén Darío, que se lo agradece de forma muy lacónica. No obstante, en 1901 Darío publica una segunda edición en París de Prosas Profanas e incluye el estudio de Rodó como prólogo. Pero no le pone la firma, lo cual distanció a Rodó del poeta modernista. Este se excusa, pero parece que la amistad se rompe pues no encontramos ya más cartas de Rodó a Darío, aunque sí de éste a aquel invitándole a colaborar en una revista que dirige, titulada Mundial.

A la muerte del poeta, 1916, Rodó escribirá una sentida y elogiosa nota.

La correspondencia con Unamuno (1900-1907) es, como cabría esperar, muy importante tanto en su contenido literario como filosófico. En 1900 el Rector de Salamanca le agradece el envío de Ariel y le manifiesta su simpatía por él, aunque le expone sinceramente algunos reparos: no le gusta el espíritu afrancesado de la obra, ni su latinismo, ni sus críticas al puritanismo, del que Unamuno se siente totalmente cautivado. Sin embargo, Rodó le contesta haciéndole ver todo lo que les une y que podríamos calificar con palabras unamunianas: «razón creadora» y espiritualidad (Texto 31). Unamuno responde -de nuevo- dos meses más tarde:

Su obra de usted es la más grande, a mi conocimiento, que se ha emprendido últimamente en América. Hay que sacudir a los pueblos dormidos y que penetren en sus honduras, que en ellas nos encontraremos todos» A llegar a la raíz común de las cosas hemos de tender, y a ella se llega por distintos caminos, por el Bien, por la Verdad, por la Belleza, por la Religión, por la Ciencia, por el Arte..., ¿qué importa el camino? Tenemos un fin común..., es que hay caminos diversos. No, amigo Rodó, lo que nos une en realidad no es mucho, es todo. Es todo.


(O. C., p. 1382)                


Se observa, pues, que Unamuno va siendo ganado por el autor uruguayo. Se entusiasma por el utópico sueño del hispanoamericanismo de Rodó, así como por su espiritualismo, ya éste le había hablado de las concordancias entre ambos (Texto 32) e incluso insiste sobre las mismas (Texto 33).




ArribaAbajoEl hispanismo filosófico

José Enrique Rodó, como muchos otros intelectuales de su época, promueve un amplio debate en el que se interroga con enorme fuerza tanto por la identidad nacional como por la necesidad de una verdadera revolución ética. En el primer caso, dicha identidad tenía mucho de reflexión teórica, pero también de una importante conciencia social que les llevaba a una participación política en pro de un espacio democrático en el que se pudieran vivir las libertades humanas. En el segundo aspecto, se inaugura y crece la idea del intelectual, depurada la conciencia romántica del héroe, que tiene como meta la educación que es el verdadero motor del progreso moral de los pueblos.

Podría decirse que en España y en América existe un pensamiento que se desarrolla a través del ensayo en el caso de Rodó o del debate ideológico, como en el positivismo; en todo caso, un pensamiento centrado en la reflexión ética, política y sobre todo antropológica, porque estas son las constantes de la filosofía hispánica nada sensible a las abstracciones, poco sistemática y muy preocupada porque el pensar sirva para un mejor vivir de los nombres.

En este sentido, Rodó, como muchos filósofos españoles, se mueve en el terreno de la «literatura de ideas», «del pensamiento comprensivo»..., que valora por igual las ideas creadoras y los debates que condicionan y explican el desarrollo humano, social y político de los pueblos.





IndiceSiguiente