José Hernández, «La vuelta de Martín Fierro»
Noé Jitrik
En abril de 1879 nace su hija Carolina y poco después se incorpora a la Logia Obediencia de la Ley Nº 13, donde seguirá hasta su muerte ocupando cargos importantes: Primer Gran Vigilante durante el periodo 1880-1881. Casi simultáneamente al nacimiento de su hija se produce la compra de la Librería del Plata, que había sido fundada en 1849 y quedaba en Tacuarí 17. Se supone que en los altos del local terminó La vuelta, aunque Chávez dice que la escribió enteramente, lo que nos parece difícil, pues en el curso del mismo año salió a la luz. Martínez Estrada señala que en esos altos escribió el poeta Rafael Obligado su Santos Vega. En mayo es, como lo hemos señalado, elegido diputado provincial por la segunda sección electoral según Martínez Estrada, por la tercera según Chávez. Pero sin duda que el acontecimiento de ese año es la publicación, evidentemente esperada, de la segunda parte del Poema.
Es innegable la actualidad de la publicación: Fierro y Cruz se habían ido a los indios y nada más se sabía de sus vidas. Resulta que en el año 1879 se realiza la triunfal Campaña al Desierto, obra cumbre del gobierno de Avellaneda; si bien Hernández no escribió la segunda parte movido por este episodio, su publicación se realiza en un contexto casi ideal: el relato de Martín Fierro con que se inicia tiene su valor propio pero, indirectamente, implica una justificación y una exaltación de la Campaña llevada a cabo, como se sabe, por el joven general Julio A. Roca. Esta segunda parte es también precedida por una carta o prólogo, en el que el autor hace profesión de fe artística y social. Serán veinte mil ejemplares con ilustraciones realizadas por el artista Carlos Clérice y mejor presentados que en 1872. No solo eso sino la forma misma del Poema indican una gran diferencia -o una serie de diferencias- respecto del Gaucho Martín Fierro; diferencias formales y diferencias ideológicas importantes: así el gaucho rebelde, el que se va a los indios para no soportar la opresión, acepta sumisamente su derrota y se dispersa voluntariamente; así, el que se defendía de la injusticia como podía, ahora da consejos que constituyen un manual de adaptabilidad; así como las ideas sobre cultura afirmaban orgullosamente un orbe gaucho, autónomo, autosuficiente, ahora hay un respeto a una universalidad cultural que no sale de lo gaucho sino de la civilización que ha destruido al gaucho. Además, hay una mayor elaboración, mayor extensión y algunas fórmulas literarias, como por ejemplo hacer reaparecer personajes para cerrar historias, para que el lector sepa lo que pasó, como en las novelas naturalistas. Todo lo cual no indica «defectuosidad» formal o falta de belleza de los versos, sino el tránsito a una concepción diferente que seguramente estaba ya en su conciencia pero que se fue desarrollando a partir de la presidencia de Avellaneda. Hemos visto que su «alberdismo» -liberalismo realista de las burguesías provincianas contra el predominio de la porteña- está presente en su pensamiento desde 1859; como no puede ponerse en práctica se expresa con violencia, con oposición. En 1878-79 está sintiendo que ese ideal ya no es imposible y que de alguna manera el país se encamina a su realización. La vuelta de Martín Fierro pone de manifiesto, creemos, esa nueva convicción, pero lo pone de manifiesto poéticamente, a través de una obra que tiene una profunda fuerza y una capacidad innegable de representación.
Su papel en la Cámara de Diputados en 1879 es sumamente positivo; junto a diputados como Leandro Alem. Lucio V. López, Estanislao Zeballos, Hipólito Yrigoyen y Héctor y Luis Várela, interviene en graves asuntos concernientes a la provincia y a la ciudad. Es interesante su participación en las discusiones sobre la necesidad de un puerto moderno, apto para buques de gran calado. Es un hombre que ha entendido que se estaba entrando en una época de progreso económico que reposaba sobre la conexión con Europa, de ahí el énfasis que pone en la cuestión; su discurso es serio y técnico, es un convencido de las ideas que se están imponiendo irreversiblemente y que van a consagrarse un año después, cuando el general Roca sea ungido presidente de la República.
Quizás la idea que está en el fondo de su discurso sobre la necesidad de un puerto moderno sea la misma que lo lleva a votar, al año siguiente, la capitalización de Buenos Aires. Reelegido diputado en el 80, le toca participar en los debates sobre capitalización; él había explicado por qué Rosario debía ser Capital Federal y ahora, contradictoriamente, apoya la voluntad del Poder Ejecutivo. En ese debate se pone frente a su correligionario republicano Leandro Alem, que se comporta como autonomista cabal; ¿sabe Hernández que con esta medida la ciudad que lo absorbe todo crecerá aun más y devorará a todo el país o cree que votando así le quitará a la provincia una de sus fuentes de poder? Pero la provincia es ganadera y el puerto lo necesita para mejor conectarse con Europa y Hernández es ganadero también: ¿tendrán vinculación todos estos elementos? Para Fermín Chávez «Hernández y sus amigos se habían resignado a lo que el Puerto dispusiera. El sentido de la capitalización y federalización de Buenos Aires era ése y no otro: era una medida solicitada por "las naciones del mundo que están en relación con la República Argentina", al decir del senador Igarzábal».
Había que concluir con el asunto Capital; realizada la liquidación de los indios y distribuida toda la tierra así conquistada, terminada prácticamente la resistencia del interior, con gran aumento de la población por aporte inmigratorio, habiéndose verificado ya los resultados de las innovaciones liberales de Sarmiento y Avellaneda, éste decide terminar con el histórico conflicto proponiendo al Congreso Nacional que declare a Buenos Aires propiedad de la Nación y asiento de sus autoridades e instituciones. Carlos Tejedor, gobernador de la Provincia, sostiene la posición tradicional de la burguesía bonaerense, que se resiste a entregar la Aduana al conjunto del país; Tejedor reproduce la posición de Alsina y Mitre en los conflictos contra Paraná. Estalla la guerra: el Gobierno Nacional se retira a Belgrano, el actual barrio de Belgrano, y de allí contraataca derrotando a las tropas de Tejedor: histórico triunfo pues da término a la guerra civil que perturbó la vida argentina prácticamente desde la Revolución de Mayo. Ahora la Legislatura de Buenos Aires debe dar su opinión, pues la Provincia debe ceder legalmente ese pedazo suyo que es la ciudad-puerto. En el debate interviene Alem, que emplea las ideas tradicionalmente federales para oponerse, es decir que Buenos Aires ha ido sumando privilegios mientras el interior sumaba atraso y miseria; con esta consagración se sancionaba una injusticia histórica según el vehemente fundador del radicalismo. Hernández defiende el punto de vista del Gobierno Nacional, del avellanedismo o del roquismo. Escuchemos sus argumentos:
Estos fragmentos alcanzan para verificar los cambios que se han producido en su aparato conceptual: atacar a los caudillos, apreciar el juicio del extranjero, dejar de atacar la acumulación de privilegio y riqueza en Buenos Aires, reconocimiento del futuro promisorio que aguarda al país, admisión de que la guerra civil ha concluido.
Y, evidentemente, con la capitalización de Buenos Aires y el acceso del general Roca a la presidencia se abre un nuevo capítulo en la historia del país: nace la Argentina moderna, esclarecida, productiva, abierta al mundo y... a la dependencia de los países colonialistas. El cambio es tan grande que nadie puede sustraerse pero pocos hay que lo intentan; las viejas virtudes criollas -vigentes por igual en unitarios y federales- dan lugar a nuevos valores que giran en torno al dinero y al lucimiento y la ostentación, una nueva clase ocupa la escena, con sus cualidades y sus defectos y nadie puede concebir que su reinado sea un error. Se está cumpliendo el sueño de Echeverría y de Sarmiento, también de Alberdi y por lo tanto de Urquiza. ¿Por qué no ha de ser también el sueño de Hernández aunque ese sueño tenga un piso de cadáveres de gauchos, de indios y de montoneros?