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ArribaAbajoEscritos literarios

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ArribaAbajoDiscurso sobre los Epitalamios

Yo debí colocar este discurso antes del Epitalamio mío, como lo han hecho, antes de sus sátiras y de sus odas algunos autores célebres, y entre ellos mi amigo Boileau, el Horacio de la Francia. Pero, como mis observaciones principales sobre este género de composición, han sido formadas sobre mi Epitalamio mismo, no pude anteponer este discurso, sin cometer un error de cronología. Yo he compuesto; después he meditado; y reglas que ignoraba han sido el fruto de mi meditación. Los genios creadores, regularmente se forman reglas al componer; las observan antes de conocerlas, y, para oprobio del Arte, salen reglados de mano de la Naturaleza.

La voz Epitalamio se forma de dos palabras griegas: e/pi sobre y qa/lamoj -tálamo: Entre los griegos y los pueblos más separados de nosotros, el día del casamiento, después que la virgen era conducida a la casa del esposo, y colocada sobre el tálamo, se cantaban las alabanzas de los dos y se hacían votos por su felicidad. Ésta es la etimología, y el uso de los Epitalamios.

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Los Epitalamios son tan antiguos, que se conocieron aun entre los Hebreos, desde los tiempos de David. El salmo 44 es un verdadero Epitalamio, y nadie duda que lo es el Cántico de los cánticos.

Entre los Griegos esta especie de poesía sólo era en su principio una exclamación repetida de: ¡Himeneo, himeneo! Himeneo, hijo de Venus y de Baco era el genio o el numen que presidía los casamientos. Algunos creen que este Himeneo era un vate ateniense que restituyó ilesas unas vírgenes robadas por ciertos salteadores. De cualquier modo que sea, siempre aquella expresión denota un deseo por la unión perpetua de los esposos y por su felicidad.

Esta exclamación se hizo después una especie de canción. Apolo fue el primero que compuso una, en las bodas de Tetis y Peleo.

La canción degeneró después en un poema particular; invención que se debe a Hesíodo, a quien imitaron después Estesícoro y la divina Safo. El décimo octavo idilio de Teócrito es un Epitalamio a Helena cuando casó con Menelao, Helena, la causa funesta de la destrucción de Troya.

El Epitalamio latino tuvo el mismo origen que el griego, con la diferencia de que los Latinos comenzaban su exclamación por ¡Talacio, Talacio! Sería largo referir la historia de esta voz, para los estrechos límites de un discurso, basta decir que Talacio, el más bello de los romanos, se casó con una de las más bellas de las Sabinas que robaron los Latinos. La hermosura de los dos hizo este casamiento muy solemne, y como él fue siempre venturoso; la invocación Talacio en las bodas de los Romanos, daba a entender que todos deseaban un igual destino a los nuevos esposos.

Esta sola exclamación se usaba todavía en el tiempo de Pompeyo; se le añadieron después los versos fesceninos que eran extremadamente obscenos:

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................. Procax
Fescennina locutio


Catulo.                


El tierno y delicado Catulo fue el primero de su nación que redujo el Epitalamio a un poema regular; desterró la obscenidad de las palabras; pero siempre en su obra se siente alguna lubricidad en el sentido.

Estacio ha sido más modesto en sus Epitalamios; Claudiano, indecente; por último, el Epitalamio de Ausonio (que, por otra parte, es una excelente rapsodia de Virgilio) jamás podrá leerse sin rubor, obra que se perpetúa para eterna vergüenza del ingenio.

Los modernos no han mirado con mucho aprecio este género de composiciones, sea por la dificultad del suceso, sea también por el poco honor que le resulta al poeta. Con todo, Bucanan, entre los escoceses, Malherbe y Rousseau, entre los franceses, y otros, se han desempeñado con felicidad. Yo no he leído nada de estos grandes hombres sobre este punto, a excepción de algunos trozos, que veo en los diccionarios, y en algunos cursos de bellas letras; pero sus nombres respetables hablarían en su favor, aunque no hiciera su elogio el sabio autor de los tres siglos de la literatura.

De Malherbe, tengo tres odas sublimes: una a Enrique el Grande, otra consolatoria a Du Perrier en la muerte de su hija, y otra a Luis Trece en su expedición contra Rochela. Esta última sola descubre en el Poeta un genio verdaderamente pindárico.

Nuestros españoles también han epitalamizado. Desde los tiempos en que Lope de Vega, Calderón, Moreto, y mil otros fueron los Príncipes del Teatro, casi no hay una comedia, entre el inmenso cúmulo de ellas, en que no haya una pequeña canción que no pueda llamarse Epitalamio, cuando casa algún personaje de la fábula. También recuerdo haber leído algunos Epitalamios españoles en forma de poemas; pero no podré señalarlos tan distintamente como hice con los antiguos, a quienes trato con más frecuencia, principalmente a los latinos.

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¡Oh, mi Horacio, mi dulce, mi eterno amigo, componga en adelante malos versos, si pasare algún día de mi vida sin leerte! ¡Jamás tomé el sueño sin estar arrullado por el sublime y delicado canto de tus odas!

Como los antiguos son el modelo en estas obras del espíritu, yo he creído que todavía no es tiempo de consagrarme demasiado a la lectura de los modernos: he dejado de beber en los arroyos, para beber en la fuente.

Además de que Garcilaso, Herrera, Figueroa, Villegas, Fray Luis de León (el Anacreonte español), y mi maestro Meléndez Valdés, Iriarte y otros de igual categoría, que son mis contubernales, no han hecho Epitalamios, pues aunque Meléndez Valdés ha reducido las Bodas de Camacho, que refiere Cervantes, a un drama pastoril, y aunque toda esta composición sea un verdadero Epitalamio, con todo no merece este nombre, porque al fin es drama, y, aunque pastoril, es preciso calzarse antes el zueco para componerlo.

El estilo de este drama, su expresión, sus ideas, todo es conveniente al genio de Epitalamio. ¿Pero, qué objeto no se hará florido y agradable bajo la mano de Meléndez?

Sus versos divinos son para mí más dulces que la ambrosía; siempre que los leo me parecen nuevos, y siempre me arrebatan; allí conozco los límites de lo dulce y delicado en la sublimidad lírica. Esta digresión me sea dispensada. Yo sería un ingrato si, nombrando a mi maestro, sofocara los estímulos de mi pasión y mi entusiasmo y dejara correr la pluma sin consagrarle un elogio. ¡Oh, Meléndez!

Quod spiro et placeo, si placeo, tuum est.

Por casualidad tengo tres Epitalamios delante de los ojos: el 1.º a don Felipe Cuarto, cuando casó con doña Isabel de Borbón, el 2.º, a los Duques de Cesa, y el 3.º, a un amigo particular, por Francisco López de Zárate, poeta obscuro y sin nombre, que existió a principios del   —305→   siglo XVII, tiempo en que podía aprovecharse de la luz que aún despedía el siglo anterior, que fue, sin duda, el Siglo de Oro para las letras españolas.

Estos Epitalamios están escritos al gusto de su tiempo, las metáforas extravagantes y la pretendida cultura gongorina, lejos de ennoblecer y dar majestad a la poesía, le enervan su vigor divino, la abaten y la ridiculizan.

Pero los aristarcos parece que ya se fastidian de una tan seca y estéril narración. Para explayar, pues, su arrugada ceja, sería preciso hablar ya sobre el estilo del Epitalamio, refiriendo algunos bellos pasajes de los célebres epitalamistas que he citado, añadiendo por corona del discurso, algunas observaciones sobre las partes de que debe componerse esta especie de poesía.

Aunque no tengamos leyes particulares para esta composición, me parece que la naturaleza misma del Epitalamio decide del tono en que debe cantarse; pues en todo género de poesía, cada objeto particular exige su particular estilo, sus colores, sus imágenes, y aun su metrificación.

El abad Joannet, en sus elementos de la poesía francesa, cree que el mejor modo de hacer un Epitalamio es contenerlo en una alegoría que junte todas las partes, bajo de un solo punto de vista, y Mr. Souchai exige que la ficción sea justa, ingeniosa, propia y conveniente.

Como el Epitalamio es destinado a inspirar alegría, su estilo debe ser natural, sólo admite imágenes placenteras, y descripciones agradables; el sentimiento debe brillar por todas partes. Salomón abunda en todo esto maravillosamente:

Surrexi, ut aperirem dilecto meo; manus meas stillaverunt myrrham....

Anima mea liquefacta est....

Fulcite me floribus, stipate me malis: quia amore langueo......

Donec aspiret dies et inclinentur umbrae vadam ad montem myrrhae et ad collem thuris.....

Surge propera amica mea, columba mea, formosa mea et veni.

Iam enim hiems transiit, imber abiit, et recessit. Flores apparuerunt in terra nostra, tempus putationis advenit: vox turturis audita est.


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¡Pero qué, sin pensarlo yo estaba trasladando todo el Cántico de los cánticos!

Catulo, en su Epitalamio a Julia y Manlio, se expresa con naturalidad y sentimiento:


Ac domum dominam voca,
coniugis cupidam novi
mentem amore revinciens.
Ut tenax hedera huc et huc
arborem implicat errans.
Vos item simul, integrae
virgines, quibus advenit
par dies, agite in modum:
dicite, o Hymenaee hymen,
Hymen, o Hymenaee.
Te suis tremulus parens
invocat, tibi virgines
zonula solvunt sinus:
Te timens cupida novus
captat aure maritus.


Aunque estos dos pasajes toto caela distant, es preciso observar que, en el primero, la poesía está elevada a la grandeza de su origen, y es Dios, esto es, el primer poeta, el que habla por la boca de Salomón.

Si el Epitalamio, como hemos dicho, es una canción que comprende las alabanzas de los esposos, y los votos por su felicidad, se conoce claramente que éstas son las dos partes principales. La primera exige todo el genio del poeta, porque las alabanzas deben ser ingeniosas, naturales y convenientes; por esto los Epitalamios y todas las composiciones de este género son regularmente el escollo de los poetas. Las alabanzas serán ingeniosas si salen del fondo mismo de la ficción; serán naturales, si no exceden la verosimilitud poética; serán convenientes, si son acomodadas al sexo, a la condición, y al mérito de las personas.

David, Salomón, Teócrito y Catulo nos van a suministrar ejemplos que confirmen estas ideas.

David en el salmo citado:

Speciosus forma prae filiis hominum, diffusa est gratia in labiis tuis: propterea benedixit te Deus in aeternum.

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Accingere gladio tuo super femur tuum, potentissime.

Specie tua et pulchritudine tua intende prospere procede, et regna.


No será fuera de propósito poner aquí la bella traducción de nuestro ilustre paisano don Pablo de Olavide.


«Tú eres el más hermoso, el más perfeto
entre todos los hijos de los hombres,
porque de gracia están tus labios llenos.
Tan hermoso, tan dulce, tan amable,
que al mismo Dios enamoraste, haciendo
que fije en ti sus ojos soberanos
y te bendiga con amor eterno.
Cíñete, pues, la espada y haz que cuelgue
sobre tu muslo el formidable acero,
aunque no necesites de estas armas
para que obtengas todos tus deseos.
Te basta tu hermosura y gallardía
para domar aún al más soberbio;
prepárate a venir y corre pronto
a tomar posesión de tu alto reino».


Salomón en cada palabra ofrece un ejemplo tan sublime y perfecto que deja siempre dudosa la elección.

Apuntaremos uno solo:

Viderunt eam filiae, et beatissimam praedicaverunt, reginae et concubinae laudaverunt eam.

¿Quae est ista, quae progreditur quasi aurora consurgens, pulchra ut luna, electa ut sol, terribilis ut castrorum acies ordinata?


¿Qué palabra hay en todo este lugar que no sea una imagen tan bella que encante, o una expresión de sentimiento tan sublime que arrebate y entusiasme?

Teócrito también ofrece cosas grandes al espíritu y al corazón en el Epitalamio de Helena, que ya hemos alabado.

Después de haber dado coronas de jacintos a las jóvenes de Lacedemonia les hace celebrar de este modo la felicidad de Menelao:

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«Tú has venido a Esparta bajo los auspicios más felices. Entre los semi-dioses, tú eres solo digno de ser yerno de Júpiter. Tú eres el esposo de Helena; las Gracias la acompañan; los Amores están en sus ojos; ella es el ornamento de Esparta, así como el ciprés es el honor de nuestros jardines».


Después se vuelve a Helena y le dice:

«Nosotros formaremos una guirnalda de flores; la suspenderemos sobre un plátano, y lo perfumaremos en tu honor. En la corteza del plátano grabaremos estas palabras: Honradme todos; yo soy el árbol de Helena».


Como el Epitalamio sólo admite imágenes agradables, que exciten alegría, se ve que el bello pasaje de Catulo, en su segundo Epitalamio no está colocado muy oportunamente. Él introduce un coro de jóvenes y otro de vírgenes, que canta alternativamente las incomodidades y los placeres del matrimonio.

Los versos cantados por las vírgenes son estos:


   Ut flos in septis secretus nascitur hortus,
ignotus pecori, nullo contusus aratro,
quem mulcent aurae, firmat sol, educat imber;
mille illum pueri, mille optavere puellae.
Sic virgo dum intacta manet, tam cara suis,
sed cum castum amisit polluto corpore florem
nec pueris jucunda manet, nec cara puellis.
Hymen, o Hymenaee: ades, o Hymenaee.


Aunque este lugar sea de una belleza y delicadeza imponderables, ¿quién no concibe tedio por el himeneo con los cuatro últimos versos? ¿Cómo conciliar este odio de las vírgenes por Himeneo, con la invocación ardiente de Himeneo?

Siendo tan natural el desear que sean felices los nuevos esposos, es preciso convenir en que es otra parte del Epitalamio la forma de los votos por la felicidad.

David, hablando con la esposa de su canto, dice así:

Et filiae Tyri in muneribus vultum tuum deprecabuntur, omnes divites plebis.

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Pro patribus tuis nati sunt tibi filii: constitues eos principes super omnem terram.

Memores erunt nominis tui in omni generatione et generationem.


Olavide:


«Y las hijas de Tyro
vendrán a presentarte dones ricos
acompañados de rendidos ruegos.
Y tú, esposa adorada, si perdiste
patriarcas y otros que tus padres fueron,
como eres tan fecunda, tendrás hijos
que sabrán sostener tu santo imperio.
Príncipes los harás de tus estados,
y ellos, con vivo y fervoroso celo,
trabajarán fieles en servirte,
y en hacer que prospere tu gobierno.
Conquistarán provincias y regiones,
naciones vastas, numerosos pueblos,
a todas partes llevarán tu nombre,
y lo harán conocer al Universo».


Salomón en su sentido todo espiritual y divino habla de este modo:

Surge Aquilo, et veni Auster, perfla hortum meum, et fluant aromata illius.

Aquae multae non potuerunt extinguere caritatem, nec flumina obruent illam.


Teócrito forma estos versos por la felicidad de los esposos, cuando canta:


«Venus os inspire un amor mutuo y duradero;
Latona os conceda una posteridad feliz;
Júpiter os colme de riquezas, que trasmitáis
a vuestros descendientes».


Catulo, finalmente:


............ Bona te Venus
inverit, quoniam palam
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quod cupis capis; et bonum
non abscondis amorem.
Ludite, ut lubet, et brevi
liberos date...... volo parvulus
matris e gremio suae
porrigens teneras manus,
dulce rideat ad patrem
semihiante labello,
et pudicitiam suae
matris indicet ore.
.................. At boni
conjuges, bene vivite, et
munere assidue valentem
exercete iuventam.


Yo he encerrado toda la segunda parte del Epitalamio en este sólo verso: «Y Alma Fecundidad, la unión bendice».

¡Cuánto da a entender esta sola bendición de la Fecundidad!

Por lo que hace a la metrificación y al número, no tenemos preceptos particulares. Catulo en tres Epitalamios ha empleado tres especies diferentes de verso.

Yo he preferido la silva, por ser más fluida, más natural y acomodada a la ficción que he elegido.

Concluyamos de todo que los Epitalamios son unas canciones en honor de los nuevos esposos, que su estilo debe ser natural, sensible y agradable; y que sus dos partes principales son: las alabanzas a los esposos, y los votos por su felicidad.

Yo me admiro de haberme detenido tanto en una materia tan odiosa para mí. Nada aborrece tanto un poeta como al Himeneo. Y así como sólo la amistad pudo obligarme a esparcir flores sobre el lecho nupcial del Conde del Villar, así también sólo el precepto imperioso de otro amigo pudo hacerme escribir tan dilatado discurso.

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Está bien que los hombres solemnicen con transportes de júbilo el principio de la más sagrada de las sociedades; pero, el ojo del poeta sólo mira espinas punzantes donde el resto de los hombres mira rosas y flores esparcidas.

1802

(La Ilustración, n.º 16, pp. 111-116, marzo 6 de 1918).



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ArribaAbajoOda 24. Libro I

(Inédita)


Es el amor una pasión tan dulce, como universal. Todos aman en el universo. En nuestro globo todos se abrasan de amor. Cuántas veces, al rayar la rosada aurora, salgo al campo, ¿y qué veo? Dos tórtolas tiernas halagarse dulcemente, besarse ardientemente, y gozarse en mil caricias. Más allá, mil pintados pajaritos cantan dulces himnos al triunfo de su amor. ¿Y qué mucho?, cuando sobre la tierra aun se aman los entes insensibles. El fierro y el imán se aman violentamente. Enlazada al olmo solamente crece la yedra... Sólo tu N. N. en toda la naturaleza eres insensible a la dulzura del amor, y dura a recibir sus leyes suaves. Observa, estudia la Naturaleza, y sólo encontrarás ejemplos y estímulos de amor. Y si está escrito en el libro de los destinos del amor que tú has de amar, ¡oh cielos, acelerad estos días para felicidad de los hombres! Ama bella N.; sólo el amor falta en ese conjunto de gracias que te hacen adorable.   —314→   Ama, pero has de escoger antes un objeto digno de tu corazón. No ames al militar; el sangriento Marte ha endurecido el corazón de los soldados y lo ha hecho como insensible a la ternura de los amores. El tierno Cupido no puede habitar entre el ruido de las armas y de la guerra; y tú, cuando te halles separada de tu amante, dirás a cada momento, llena de susto: quizás ahora ha sido herido mortalmente mi dueño, y ya cae a confundirse en los montes de los moribundos y los muertos. Entonces te arrepentirás de haber empezado a amar. Un mercader tampoco sea el dueño de tu corazón. Su alma, inflamada con la sed del oro, no puede ser sensible a las generosas y delicadas impresiones del amor. Los contratos que hace, los cálculos sobre sus ganancias, el juego, el vino, los saraos lo tienen dividido; y quizá consagrará sólo a tu amor una pequeña parte de la noche. Sólo, sólo un poeta ocupe tu corazón. Los poetas tienen el alma formada para amar. La tierna Venus a ellos solos descubre sus misterios. En tu presencia verás a tu amante obsecuente, tierno, rendido, e inflamado de amor jurarte veces mil que te idolatra. Una mirada suya te dará a conocer el fuego en que se abrasa124.



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ArribaAbajoEsbozo de una oda


(Inédito)


ArribaAbajo La espada se come el orín
el caballo batallador languidece y muere
el atleta se debilita y cede
¿Pueden ellos evitar esta ley general
de destrucción, desfallecimiento y muerte  5
que oprime a todas las cosas humanas?

Cayó Troya y la corte de Zenobia
el trono del gran Napoleón
se desmoronó. La Musa de los más grandes
poetas encaneció y sintió helado  10
en su seno el fuego celestial que le animaba.
¿Pudieron ellos resistir al destino
que les estaba señalado?

El poder, el saber, la gloria, el genio
son ríos que corren a perderse  15
en el océano de la eternidad. ¿Quién puede
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contener su carrera? Unos van
más veloces que otros; pero todos al fin
corrieron el tiempo que les estaba concedido
y se perdieron para no aparecer jamás  20
¿Pudieron ellos detener su ímpetu
y retroceder o postergar su perdición?
¿Y quieres tú que tu ingenio sobreviva
quieres que este fósforo fatuo
que otro día brilló un momento  25
quieres que arda inextinguible como el sol?

Fue un tiempo en que una sola mirada
enardecía mi pecho como una centella de fuego
causa un incendio.
Siento sumirme en las espesas ondas  30
del olvido y no puedo surgir;
algunas veces me esfuerzo y me agito
pero en vano.
Sólo me queda el sentir
siento perder todas mis gracias  35
como las hojas de una rosa cuando se pone el sol.

(Manuscrito sin puntuación. Archivo de la familia Pino Icaza).



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ArribaAbajoEpitafio de José Mejía Lequerica


A Dios glorificador

Aquí espera la resurrección de la carne
el polvo de don José Mexía
diputado en Cortes por Santa Fe de Bogotá.
Poseyó todos los talentos,
amó y cultivó todas las ciencias,
pero sobre todo amó a su Patria
y
defendió los derechos del pueblo español
con la firmeza y la virtud,
con las armas del ingenio y de la elocuencia
y con toda la libertad
de un Representante del Pueblo.
Nació en Quito,
murió en Cádiz en octubre de 1813
a los 36 años de su edad.
Sus paisanos y amigos
escribían llorando
estas letras a la posteridad.

1813

(El Colombiano, n.º 141, abril 26 de 1832).



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ArribaAbajoLa libertad. Oda a la memoria de A

¿Quién inspirará a mi alma grandes y sublimes ideas?, ¿quién a mi voz sonidos armoniosamente lúgubres?, ¿quién una fuente de lágrimas a mis ojos?, ¿quién un estro de furor a mi musa, para cantar, oh Libertad, tu nombre sacrosanto; para llorar sobre mis amigos los primeros mártires de la Libertad; y para lamentar y encomendar a la execración de la posteridad el triunfo de la tiranía, y de la superstición?

Largos siglos de servidumbre se hundieron en un instante en el abismo de los tiempos, y de su tumba renació gloriosa la madre Libertad, la sien ceñida en rosa, y rodeada de Genios y de Gracias. ¡Oh día de gloria! ¡Oh cara patria mía! ¡Oh grandeza del imperio! ¡Oh Libertad!

Salve, oh salve, virgen celestial, el primer don de Dios, hija del cielo, hermana de la verdad, madre de las grandes virtudes, amor de las almas generosas, numen de los talentos, señora del mundo, árbitra de la grandeza y poder de las naciones, salve mil veces; y cual después   —320→   de tormentosa noche que derramó la desolación por la tierra y cubrió de horrores el abismoso mar asoma entre vistosos celajes la risueña aurora por las puertas orientales y devuelve su luz al cielo, su verdura a los montes, sus flores a los campos y su tranquilidad al mar; así tú, oh Libertad, álzate de tu antiguo sepulcro, y muestra tu amable y gloriosa faz por entre los escombros y ruinas que hizo en su furor el despotismo, y por entre las innumerables víctimas que sacrificó riéndose la superstición.

Sí, ya te diviso, virgen celestial; alzad, alzad los versos numerosos, oh poetas, hijos de la Libertad, y entonad el himno solemne de alabanza que resuene desde el soberbio Pirineo hasta las columnas de Hércules, y cuyos ecos repita el audaz y sublime Chimborazo.

¿Me engaño?, ¿o es el himno de los hijos de la Libertad que dulcemente hiere mis oídos?

«Cuán hermosa es tu faz, ¡oh madre bienhechora del linaje humano! Qué majestuosos son tus pasos sobre nuestras montañas. No apartes tus amables ojos de este pueblo de fieles y valientes amadores tuyos, y dirígelos siempre por las sendas que llevan a tu templo. Nosotros somos los hijos de la Libertad.

¡Qué apreciable es la fortuna que el hombre adquiere con el sudor de su frente! ¿Qué hay de más caro para el corazón que la familia que nos rodea en nuestras casas, dándonos los más apacibles e inocentes placeres? ¿Qué hay de más venerable que las leyes? ¿Qué de más dulce y santo que la patria? ¿Qué de más sagrado que la religión de nuestros mayores? Pero sin ti, oh Libertad, todos esos bienes se desvanecen como sueños agradables, o como los matizados celajes cuando se pone el sol. Sin ti no hay fortuna, ni familia, ni leyes, ni patria, ni religión.

Que se alce un tirano, y los pueblos horrorizados le ven como una constelación que presagia terribles tempestades. Él se avanza, y sus huellas quedan empapadas   —321→   en sangre. En su ciego furor invade la propiedad del pacífico labrador; deja huérfanas las familias; atropella las leyes, y da otras nuevas que le inspiran su capricho, su placer y su venganza; y bajo el pretexto de perseguir una ideal impiedad, sacrifica a los buenos, a los amantes de la Libertad, y sienta el trono de la superstición. ¡Oh Libertad! Sin ti no hay fortuna, ni familia, ni leyes, ni patria, ni religión. Nosotros somos los hijos de la Libertad, y desde hoy seremos sus intrépidos defensores.

Y el hombre que en su frente lleva el sello de su soberanía y en su alma los deseos y las esperanzas de la inmortalidad; el hombre que nació para regir el mundo y nació para amar; el hombre ¿qué es sin ti? Una bestia humilde que se ocupa solamente en servir y aborrecer. Guardaos, guardaos vosotros, oh tiranos que la encadenáis; guardaos, pues esa bestia por más domesticada que os parezca, tarde o temprano romperá su cadena, y a sangre y fuego desolará el mundo por vengarse, por recobrar sus derechos, y sentarse dignamente en el lugar que le destinó la naturaleza.

Tú sola rompes los grillos del ingenio, das vida a las artes, prez y loor a las ciencias, reintegras al hombre en sus inviolados derechos de pensar, de hablar y de escribir. Tú eres el alma de la industria y del comercio, y con tu calor benéfico el Genio de las artes tiende sus hermosas alas sobre los pueblos, y nace y crece prodigiosamente la divina invención, respira el mármol, el lienzo conmueve las pasiones, y se elevan al cielo soberbias pirámides que a pesar de la injuria de los tiempos y de los hombres dirán a la más remota posteridad las proezas de los fuertes, que sobre todas las cosas amaron a su patria, y sobre su patria a la Libertad.

Tú enciendes el alma de tus guerreros, y los arrastras a hechos inmortales; y las Termópilas, y los campos de Farsalia tan gloriosos como desgraciados aún humean, ¡oh dolor!, con la sangre de tus hijos, pero vendida al precio carísimo de la sangre de Asia y de Italia. Nosotros somos los hijos de la Libertad; nosotros seremos sus   —322→   intrépidos defensores. La intrepidez de Codro y el atroz ánimo de Catón viven en nuestro pecho; y el puñal de Bruto que centellea a nuestros ojos, es el hermoso astro que seguiremos en el sendero de la gloria.

Tú inflamas el entusiasmo de tus poetas; templas su armoniosa lira; sonidos celestiales nacen debajo de tus dedos, y canciones inmortales caen de sus labios en tu alabanza.... El divino furor de Tirteo hierve en nuestro seno y el entusiasmo de Píndaro, para deificar sus hijos, y glorificar tu nombre sacrosanto».



De gloria celestial la faz bañada, sonrió la Libertad, y aplaudieron los millares de Genios que la siguen.

hacia 1814

(Manuscrito hológrafo. Archivo de la familia Pino Icaza.)



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ArribaAbajoDe las ramas de un gracioso rosal...

(Inédito)


De las ramas de un gracioso rosal que florece a orillas de mi río, dejé, amable amiga mía, dejé pendiente la lira en que solía cantar, en días más felices, de amor y de amistad.

En medio de las más hermosas escenas de mi vida, acontece una mutación inesperada. Yo abandono los apacibles climas que me vieron nacer; me arranco de brazos muy queridos, y al través de escarpadísimas montañas y de mares célebres por sus naufragios, obedezco ciego la voz de la Patria moribunda, que me llamaba a millares de leguas lejos de mi país natal.

De entonces, el peso de mi encargo insoportable para mí, los peligros de cerca, las memorias de lejos, y la pérdida irreparable, ¡ay!... irreparable del ángel que me destinó Dios para que me guiase sobre la tierra; todo, amiga mía, todo fue parte para que mi Musa adormida, aletargada no me inspirase desde entonces ni una sola   —324→   idea cadenciosa. Mi genio es ya una flor marchita que muere sobre su tallo, deshojándose.

Estas líneas debían ser unos versos consagrados a mi amiga; pero ¿cómo he de cantar, si la Musa me ha abandonado, y si mi lira está allá lejos pendiente de la rama del rosal, que florece a orillas de mi río?

Dícese que muchas veces la niña de mi amor corre engañada creyendo oír los sonidos que para ella daba mi lira en otro tiempo; corre, llega y vuelve triste, viendo que era el viento que silbaba hiriendo las cuerdas del instrumento solitario125.

(Manuscrito hológrafo. Archivo de la familia Pino Icaza).



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ArribaAbajoInscripción en el túmulo de la reina Isabel de Borbón


(Inédita)


A Dios, Rey de los Reyes


La piadosa, la augusta Isabel de Braganza y Borbón
       Reina de España y de las Indias
murió ¡oh dolor!, al asegurar con nueva sucesión
       las esperanzas de la Monarquía.

En las tempestades políticas de España,
voló desde las costas de América
cual nube de paz y de abundancia.
       Pero el Ángel de la muerte
       la disipó de improviso
antes de darnos los bienes que llevaba en su seno.

Lloren los Pueblos su muerte como una calamidad pública

      y adoren la Mano
que da y quita el cetro y regla los imperios.

      El tiempo borrará estas letras
que, llena de respeto, de dolor y de luto
escribía la fidelísima ciudad de Guayaquil
al pie de este monumento levantado
en honor de la virtuosa, y malograda Reina.
Pero no borrará jamás de su corazón la dulce memoria
       de sus amables y benéficas virtudes.

1818

(Manuscrito hológrafo. Archivo de la familia Pino Icaza).



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ArribaAbajoInscripción en el túmulo de los reyes Carlos IV y María Luisa de Borbón


A Dios glorificador


La piedad y el dolor de la fiel ciudad de Guayaquil
       levantaron este monumento a la memoria
       de Carlos IV y de María Luisa de Borbón,
reyes pacíficos, gloriosos padres de muchos reyes,
       muníficos protectores de las artes y de las ciencias.

Abdicaron el trono por hacer más felices a sus pueblos;
       y no murieron sin gozar el sublime espectáculo
que ha dado España a las Naciones y a los siglos
       por su valor, por su constancia, y por su triunfo.

      Entre los beneficios que les debe la Monarquía
el mayor fue haberle dado un rey como Fernando.

      Las Virtudes gimen sobre su sepulcro
formando votos por la felicidad de la Nación
       y por la paz de sus almas.

1819

(Manuscrito hológrafo. Archivo de la familia Pino Icaza).



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ArribaAbajoEl Patriota de Guayaquil

Prospecto


La Imprenta, por la primera vez, ha hecho su ensayo en este bello país, y, gracias a la Revolución, los guayaquileños, de hoy en adelante, tienen la libertad y el medio de publicar sus pensamientos. No nos detendremos en ponderar las ventajas de la Imprenta, ni nos remontaremos a buscar su origen entre los chinos y europeos; pero sí observaremos que los tiranos la han visto siempre con horror y han procurado sofocarla, para oprimir más fácilmente a los pueblos. Sin embargo, ella ha sido un azote en todas partes, y las provincias de nuestra América, al proclamar su independencia, han dado todas este primer paso hacia la Libertad; porque han creído con justicia que ésa no puede existir sin ilustración, y que uno de los mayores bienes de la sociedad es el poder que cada hombre tiene de manifestar libremente su opinión a sus conciudadanos, comunicándose mutuamente sus conocimientos, combatir los vicios o defectos de su gobierno, y censurar la conducta de los malvados.

  —330→  

La Imprenta es el conductor eléctrico que transmite las luces a las mayores distancias, con increíble claridad, y ya no habrá un ángulo en la América que no sienta el fuego de la verdad. Preparado está el triunfo de la Razón y de la Filosofía, y la Humanidad quedará vengada. La Junta Superior de Gobierno, animada del vehemente deseo de apresurar ese glorioso día, ha hecho los mayores esfuerzos para procurarnos este precioso establecimiento; y, desde luego, el sensato y virtuoso pueblo de Guayaquil ha correspondido noblemente a sus miras. La Imprenta ha principiado a fomentarse a costa de los generosos patriotas que se han suscrito a su compra, y cuyos nombres se darán al público, para que su ejemplo y los auspicios del Gobierno estimulen a los demás a completar tan grande obra y dar firmeza y estabilidad a este beneficio inapreciable.

En los Estados libres, la escritura debe gozar de la justa y natural libertad que en él tienen los dones celestiales del pensamiento y la palabra. No creemos, pues, necesario advertir a un pueblo culto y religioso, que la moral pura, la moderación en la crítica y el mutuo respeto entre todos deben sostener nuestro buen nombre y el crédito de nuestra Imprenta, y formar la ventajosa idea que se han formado en todas partes, de nuestra pacífica y ejemplar Revolución. Que se exprese la opinión libremente, pero siempre con dignidad; que se representen abusos del poder y de la magistratura, pero con decoro; que se diga la verdad con firmeza, pero sin importunidad; que se ataque los vicios fuertemente, pero con probidad; que se censure las malas costumbres con energía, pero con decencia; que se descubran las artes de la ambición paliada con la capa de celo y patriotismo, y que jamás se vulnere el honor de los ciudadanos que en sus hogares tranquilos o promueven el bien de la Patria o no alteran ni turban el orden social.

Bajo de estos principios, tenemos la honra de prometer a nuestros compatriotas, que todos los sábados se dará al público un periódico titulado «El Patriota»; y para que el objeto corresponda a su nombre, insertaremos   —331→   en él cuanto tenga relación con el bien, ilustración, prosperidad y libertad de la Patria. Noticias interesantes, revoluciones del Gobierno, proyectos de beneficencia, producciones literarias, reflexiones políticas, planos de mejoras en la agricultura y el comercio, estado de nuestro giro mercantil; en fin, cuanto merezca la luz pública, y especialmente lo que contribuye a rectificar y consolidar la opinión.

Mientras que el Gobierno forma el reglamento sobre libertad de la prensa, se advierte que no se publicará ni admitirá papel alguno sin firma, o que contenga agravios personales.

La suscripción se hará en la oficina de la imprenta, y se adelantará por semestres.

«El Patriota» comprenderá un pliego: su precio será de dos reales; se venderá en los lugares públicos que se señalen; los señores que se suscriben, lo recibirán en sus casas; habrá extraordinario en cualquier día y hora, según lo exija el interés de las noticias que se recibieren.

Conciudadanos: recurramos todos al bien, libertad y tranquilidad de la Patria; que se sofoquen las pasiones particulares; y que salvar la Patria y promover su engrandecimiento sea la única pasión de los verdaderos patriotas.- Los editores.- Imprenta de Guayaquil. Lunes 21 de mayo de 1821.



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ArribaAbajoInscripciones para la celebración del aniversario del 25 de mayo en Guayaquil


Al Sol de Mayo


Tu luz pura disipó las nubes
que oscurecían el horizonte de la Patria,
el 25 de mayo de 1810, en Buenos Aires.
¡Oh Sol!
A los nombres de rey del cielo,
de fuente de la vida, de padre de la luz,
añadirás desde hoy el más glorioso
de astro de la Libertad.

Los Argentinos, después de su regeneración,
llevaron por mil leguas la Libertad
a sus hermanos oprimidos del Alto-Perú.
—334→

Domando los Andes,
restauraron solos a Chile su Libertad perdida.

Surcando el Pacífico,
vinieron a libertar el imperio de los Incas.

Y unidos hoy a sus hermanos
del Perú, Colombia y Guayaquil,
       vuelan a derrocar en Quito
       el último asilo de la tiranía.

       Cual sales del oriente,
       oh Sol resplandeciente,
       esparciendo en el mundo
tu luz celeste y tu calor fecundo;
       la Libertad naciendo
       del confín argentino
difundió por el suelo americano
su don precioso y su calor divino.

1822

(Recuerdos históricos. San Martín y Bolívar, por Gerónino Espejo, 1873, pp. 35-37).



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ArribaAbajoApunte para una oda a Abdón Calderón


Arriba«Joven hermoso como Alcibiades
en la flor de los años sucumbió
       herido por el plomo
de los enemigos del mundo americano.

Ciñó espada abandonando el Arte  5
Explicado y los autores latinos.

Sucre le miraba, y llevó el valor
hasta el heroísmo.

Cúbrele, Colombia, con tu manto
en que iris refleja sus colores.  10

Llorad ninfas del Guayas y del Rímac.

Él era digno de haber discernido entre
nosotras el premio de la belleza,
como el pastor griego entre las diosas.

¡Viejo Pichincha, en tus faldas duerme el adalid!  15

Que las vírgenes del Sol mantengan
en su tumba vivo el fuego del recuerdo
y gratitud de la patria».

(Abdón Calderón por Miguel Prado Orrego, pp. 9-10, Quito, 1904).



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ArribaAbajoEnsayo sobre el Hombre

por Alejandro Pope



Prólogo

El título solo de este opúsculo bastaría a indicar su importancia, si acaso el Ensayo sobre el Hombre no fuese tan conocido y recomendado por su antigua celebridad y por el nombre mismo de su autor. -¡Pope escribiendo del hombre!- Nunca un objeto más grande excitó la fantasía de un cantor más filósofo, ni más sublime.

Si Pope no fue el primero que empezó a desembarazar la metafísica de las pueriles sutilezas y de las ininteligibles abstracciones que de dos siglos atrás la afeaban y segregaban del trato humano, a lo menos antes de él nadie osó presentar esta ciencia con la honesta desnudez de la verdad, nadie ceñirla de las alegres flores de la poesía.

La moral, que a manera de la física acababa también de sacudirse de su materia sutil y despejarse de sus cielos   —338→   y de sus turbillones, no le es menos deudora de sus progresos; ya por la simplicidad con que desenvuelve sus principios fundamentales -ya por las ideas sublimes que da de Dios como criador del mundo, y del hombre como criatura suya, la más excelente de todas, a la cual están subordinadas las demás, y con quienes concurre al grande fin de la creación- ya finalmente para revelar el misterio filosófico del mal moral bajo la providencia de un Dios santo y bueno, y del mal físico con el orden, hermosura y perfección del universo.

El enajenamiento que me causó la lectura de este poema no me dejó sentir cuánta sería la audacia de cualquiera que emprendiese su traducción. La niebla que cubría esta montaña enorme no permitió medir, ni computar su altura. Mas los continuos esfuerzos y la lucha que desde luego tuve que sostener con cada frase, y aun con cada palabra, me volvieron en mi acuerdo y pensé entonces ceder a otro más hábil o más feliz, el honor de ser el primero que diese a Pope en nuestra lengua. Pero, ya había empezado... y ¡es tan duro retroceder!... Hay además cierta vergüenza en desistir de un empeño tomado con resolución, que indeliberadamente llega uno a persuadirse de que es más difícil deshacer el primer paso que se ha dado, que vencer todas las dificultades que se presienten en la carrera. Yo me hallé, pues, sin libertad para abandonar una obra comenzada, una obra que había de servir forzosamente a mi instrucción, siquiera por las frecuentes lecciones y detenida meditación que debía hacer sobre cada pensamiento para verterlo en nuestro idioma. Una vez resuelto, me creía satisfecho con que las sentencias quedasen en mi espíritu bien meditadas, aunque sobre el papel saliesen mal vertidas.

Al principio aspiré a la gloria verdaderamente vana y pueril de traducir este Ensayo en casi igual número de versos que tiene el original; mas cualquiera que conozca el carácter raro de la lengua y de la poesía inglesa, y el rarísimo del genio de Pope, advertirá fácilmente que esa era una empresa desesperada. Yo me apercibí temprano de mi error; y encontré tan poca fluidez en el   —339→   estilo, tan poca armonía en el metro, tantas ideas omitidas, tantas transiciones o suprimidas o violentas en los primeros cincuenta versos que traduje, que naturalmente pasé al extremo opuesto; y me resolví a dar rienda suelta a mi imaginación, apropiarme los pensamientos del autor y expresarlos del mejor modo que pudiese, añadiendo algunas ideas, imágenes y alusiones oportunas, sustituyendo los símiles que creyese más propios, haciendo ligeras inversiones, ampliando varias descripciones y sacudiendo el yugo de una rima rigurosa que en las traducciones es ocasión inevitable a ripios y adiciones extrañas y superfluas: escollo que no pudieron salvar ni los más doctos maestros como León y Herrera, Boileau y el mismo Pope. Yo sólo seré responsable de los errores y de la imperfección que resulte a la obra por mis variaciones; y para que todos puedan formar y rectificar su juicio, he querido imprimir juntamente el original, con cuyas bellezas naturales pienso también suplir de algún modo la debilidad de mi versión, aunque contribuya yo mismo a que sea más visible la diferencia entre ambos con la indispensable comparación de los dos textos.

Sea cual fuese la extensión con que he usado de esta libertad, nadie podrá acusarme de haber olvidado los preceptos y leyes a que están sujetas las composiciones de este género; antes bien se observará que habiendo escogido un argumento ajeno y de uso público, he procurado hacerlo mío, sin defraudar en nada la parte del autor; pero también sin atormentar mi genio en una estrecha y precisa órbita, y sin sacrificar mi opinión, las reglas del arte y el honor poético a una servil fidelidad:


Publica materies privati iuris erit, si
nec circa vilem patulumque moraberis orbem;
nec verbum verbo curabis reddere, fidus
interpres; nec desilies imitator in arctum
unde pedem proferre pudor vetet, aut operis lex.


Epist. ad Pisones.                


El Ensayo sobre el Hombre comprende cuatro epístolas, en las cuales se trata de la naturaleza y estado del   —340→   hombre en relación con el universo, consigo mismo, con la sociedad de que es parte, y con la felicidad a que está destinado. Concluida la versión de la primera, mi arrojo fue más lejos; y concebí, quizá muy neciamente, el designio de formar un sistema completo sobre las costumbres, desenvolviendo varias indicaciones del autor y añadiendo nuevas observaciones sobre la extensión y límites de la razón humana, sobre el carácter de las ciencias, de las artes útiles, de los diversos talentos de los hombres, y sobre la aplicación, uso y abuso de esas mismas ciencias y de esos mismos talentos en la sociedad civil y religiosa, para hacer más sensible la estrecha relación y enlace que hay entre la virtud y la felicidad.

El mismo Pope parece haber conocido este vacío en su ensayo, habiendo escrito otras epístolas morales sueltas y varias otras composiciones sobre los objetos indicados, señaladamente el libro IV de su célebre Dunciada. Mi intento era, ya que mis fuerzas no bastaban a la ejecución del plan que audazmente había concebido, traducir todas esas piezas y colocarlas como partes similares en los lugares convenientes para que formasen un todo regular, uno y completo.

El ocio que disfrutaba entonces, la distracción de todo negocio público y la soledad, me preparaban maravillosamente a esta grande y deliciosa ocupación. Mas por aquel mismo tiempo una voz imperiosa me llamó de improviso a tener parte en los destinos de mi patria. Los cuidados de la vida pública y los peligros que incesantemente amenazaron mi país hasta la victoria del Pichincha, vinieron no sólo a interrumpir mi tarea, sino a separarme de todo género de estudio, especialmente del trato con las musas, que son, como se sabe, nimiamente delicadas y celosas.

Pasado este intervalo, empieza a despertarse el deseo de proseguir una obra interrumpida por tres años; y hallándome felizmente en un pueblo en que abundan personas de sentido literario muy exquisito, y donde no faltan buenos conocedores de la propiedad y gracias geniales   —341→   de uno y otro idioma, me he resuelto a publicar sola esta primera epístola con el fin de consultar el parecer de los inteligentes, excitar su crítica sobre el método y forma de mi versión, para que castigada según sus observaciones, pueda servir de ejemplar a las posteriores, que debo continuar luego que pasen las nuevas atenciones que me han sobrevenido cuando lo recelaba menos. Entre tanto mi espíritu irá recobrando su estado natural y la serenidad perdida en la tormentosa época que acaba de pasar, en la que trayendo una vida pública, puedo decir que he vivido fuera de mi elemento propio. El mar agitado por una larga tempestad conserva aún su inquietud mucho tiempo después de serenado el cielo.

La situación política de nuestra América, así como fue el motivo principal que me excitó a esta empresa, será también un vivo estímulo para llevarla a su conclusión. Cuando los pueblos sacuden una odiada y antigua dominación, y cuando todavía no han tenido ni el tiempo, ni la ocasión de constituirse, aunque la necesidad los obliga a adoptar las antiguas leyes (no porque sean buenas, sino porque mayor mal es no tener ningunos), nadie puede ignorar que esas leyes pierden gran parte de su vigor y poder, ya por su mismo carácter de provisionales, ya porque no son amadas por su falta de bondad y por el recuerdo que traen consigo de su origen, ya porque, aun las que parecen más equitativas, respiran siempre el mortífero aliento colonial, ya en fin porque, despertado una vez en los pueblos el espíritu, el sentimiento de su independencia, sufren impacientemente toda ley que no haya dimanado de su propia voluntad.

Era por tanto indispensable preparar un remedio que previniese este mal, casi necesario aun en las revoluciones más juiciosas, y que no pocas veces ha producido grandes calamidades y grandes crímenes, tarde expiados y con mucha sangre. Este remedio no puede ser otro que dar a los pueblos un buen sistema de moral. Espero, pues, que con sus luces y lecciones cooperarán conmigo a tan saludable fin todos los que aman cordialmente   —342→   la Patria y desean verla prosperar por el adelantamiento de las bellas letras, por el influjo de una sabia y propia legislación y por el imperio de las buenas costumbres, que son el mejor, el único suplemento de las leyes, y frecuentemente más eficaz que las leyes mismas.

Lima, 1823.




Epístola segunda

Esta epístola traducida tiene casi doble extensión que su original. Críticos de grande autoridad sostienen que éste es el mayor defecto de una traducción de Pope, cuyo estudio principal se conoce que era el de encerrar en la más breve expresión el más extenso pensamiento; y que ensanchar las ideas del original era desfigurarlo enteramente. Esta observación puede ser exacta hasta cierto punto; pero no es menos exacta y segura la regla de que la claridad es el alma de toda composición, especialmente en un poema didáctico, cuyo objeto es instruir, y de que la claridad rara vez está unida a la extrema concisión.

Además de esto, toda composición en verso, sea cual fuese su objeto, demanda cierto grado de ornato y exige que en ella se sacrifique algo a la armonía, sin la cual jamás se llenaría el fin del poeta; pues una serie de preceptos áridos tarde o temprano fastidia regularmente, como todo estudio en que no tiene parte la imaginación. Las divinas Geórgicas son el modelo de ese género.

No se crea por esto que emprendemos la censura de Pope, ni tampoco la apología de la difusión. Nada menos: sólo queremos indicar la necesidad de guardar un justo medio en este género de composiciones, en las cuales, tiempo, trabajo, reputación, todo es perdido cuando no se entienden; y lo que es peor, cuando dan lugar a   —343→   dudas, falsas interpretaciones y errores, que si son nocivos en literatura, son perniciosísimos en la moral.

Prueba de esta verdad son las muchas y porfiadas controversias que se han suscitado en todo tiempo sobre este ensayo de Pope entre doctores y moralistas, entre filósofos y censores; lo que no ha contribuido poco a la mayor celebridad de este poema. Hombres muy distinguidos, entre ellos Luis Racine, se equivocaron en la inteligencia de este ensayo; y si el célebre autor del poema de la religión se engaña en algunos puntos esenciales, ¿qué sucederá con hombres menos doctos y sagaces? ¿Qué, con gente vulgar que nada sabe, teniendo más necesidad de saber algo? La equivocación de Racine fue ocasión de varias explicaciones entre los dos poetas; y aunque esta correspondencia sea un modelo de urbanidad, de franqueza y moderación, no por eso deja de poner en claro que hubo ocasión de error, y que este error difundido se disiparía tarde, pero dejando siempre malas semillas esparcidas que naturalmente no debían producir muy buenos frutos.

Puede ser que nuestro traductor se haya apartado un poco del estilo de Pope, amplificando sus ideas; pero él ha querido divulgar las importantes verdades de este admirable poema y ponerlas al alcance de todos; ha hecho lo que haría un hombre que ensanchase la circunferencia de su pozo a expensas de la profundidad, facilitando el descenso, y consiguiendo siempre sacar agua pura y saludable. El traductor no ha querido dar lección de laconismo sino de moral.

Este método nada probará contra la concisión y energía de nuestra lengua; pues el aumento que se nota en la traducción, como se ha dicho, proviene de la estudiada amplificación que se ha dado a los pensamientos del original, y de ciertas ideas que se ha creído necesario añadir por ornato y mejor inteligencia del texto. Por ejemplo, Pope, hablando del hombre como un compuesto raro de elevación y de bajeza, de perfección e imperfección, dice entre otras cosas en un solo verso que «duda muchas veces si es un dios o un bruto». Mas viendo el traductor   —344→   que nada hay de más grande en el hombre que el pensamiento, por donde se crea un ser superior; ni que nada hay más propio en él para conocer su miseria que el error y el dolor, no se ha parado en verter así aquella expresión:


      ... Piensa; y osado
ya se cree un dios, o ya inferior al bruto,
si a error sujeto y a dolor se mira.

Este desenvolvimiento de la idea parece que la exorna sin alterarla.

Por otra parte, la descripción de las ciencias físicas y de los inventos del ingenio humano (verso 19 y siguientes) le ha parecido al traductor muy diminuta en el original. Era preciso ampliar esa descripción, pues así lo exigía el adelantamiento que esas ciencias han tenido después que escribió Pope. Han debido, pues, añadirse otras sublimes invenciones modernas que merecen un lugar preferente, como son los fenómenos de la electricidad, los progresos admirables de la astronomía y de la navegación, y el esfuerzo de viajar per los aires; invención que poéticamente se supone más adelantada de lo que está, y que se predice será perfeccionada con el tiempo. Quizá debemos extrañar que esta descripción no sea más extensa y que se haya olvidado el último y portentoso descubrimiento de nuevos elementos naturales, y la nueva potencia que ha aparecido en nuestros días para producir nuevas artes, perfeccionar las conocidas, vencer la fuerza de los vientos y el ímpetu de los ríos, dar nuevas alas al comercio, y acercándose entre sí todas las naciones, hacer una sola familia de todos los pueblos de la tierra.

Otras amplificaciones hay en la traducción que pueden suprimirse quedando el pensamiento del original. Por ejemplo, Pope dice en dos versos: «En el océano de la vida diversamente navegamos; la razón es la brújula y nos sirven de viento las pasiones». Al principio se tradujeron estos versos en otros dos castellanos:

  —345→  
Sobre el mar de la vida las pasiones
sirven de vientos; la razón, de norte.

Mas se prefirió la versión siguiente:


Sobre el océano de la vida vamos
siempre agitado: la razón nos sirve
de norte; y las pasiones son los vientos.
Sin ésa, no salvamos los escollos;
sin éstas, en quietud nos consumimos,
y es un lago mortífero la vida.

Los críticos delicados pueden suprimir en esta versión los tres últimos versos, y habrá este motivo menos de censura.

Menos excusable parecerá el descuido de haber dejado correr muchos versos asonantados en una versificación que no los consiente. Pero como es fácil variar la estructura de un verso, se debe presumir que muchas veces se habrá omitido esta variación porque habrá parecido preferible consentir ese pequeño defecto a reformar un verso sonoro y que expresaba de ese modo el sentido del autor con verdad y precisión. También debemos manifestar que hemos adquirido esta versión sin que el traductor la haya corregido, y que éste se ha prestado a la publicación, tanto porque no se pierdan los borradores, cuanto por ponerse él mismo en la ocasión de corregirlos y en la necesidad de imprimir en un cuerpo, más correctas y más dignas del público, las epístolas traducidas del Ensayo sobre el Hombre.

Guayaquil, 1840.

(La Balanza, t. I. n.º 18, febrero 1.º de 1840).