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José Manaut: Óleos y dibujos desde la prisión, 1943-1944

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ArribaAbajoLa represión por el franquismo de un pintor comprometido con la II República. Coordenadas espacio-temporales de una exposición

Federico Castro Morales y Elisa Povedano Marrugat


La existencia de José Manaut Viglietti (Lirio, Valencia, 1898-Madrid, 1971) se vinculó principalmente a las ciudades de Valencia y Madrid. En Valencia transcurrió su vida hasta los 18 años y desde 1936 a 1939. En Madrid residió en tres ocasiones: la primera con motivo de la finalización de sus estudios de Bellas Artes en la Escuela Especial de Pintura, Escultura y Grabado (1919-1923)2. La siguiente se inició al retornar de Francia, donde había residido los cuatro años ulteriores a la conclusión de su carrera, y se extiende desde 1929 hasta 1934. El ejercicio docente apartó a José Manaut Viglietti de Madrid entre 1934 y 1939, residiendo en Tortosa (1933-35), Ronda (1936) y Valencia (1936-39), ciudad que entonces se convirtió en la capital cultural de la II República. Al finalizar la guerra civil regresó a Madrid, donde vivió desde 1939 hasta su muerte ocurrida el 7 de enero de 1971, a excepción del periodo de destierro en Durango (1944-45) y con motivo de algunos viajes por España, Italia, Grecia, Francia y estancias frecuentes en Valencia. En Madrid fue detenido, juzgado y condenado (1943-1949).

Hemos planteado como un objetivo primordial estudiar con rigor y profundidad la actividad de Manaut entre 1929 y 1939, es decir durante los periodos segundo y tercero de su vida en Madrid, así como los años de la guerra en Valencia, para así intentar comprender mejor por qué la España franquista le impuso un destino personal y profesional que casi asfixió su existencia, excluyéndole de la enseñanza oficial y de la cultura de postguerra. Ha sido una investigación difícil, porque él mismo intentó borrar los rastros de su actividad política e intelectual, y sobrecogedora, porque al reconstruir lo ocurrido resulta a todas luces desorbitado el castigo impuesto por causa de su orientación religiosa y actividad pública.

Su vínculo con la masonería entre 1929 y 1933 fue la causa central de la exclusión del magisterio en 1939. Por este delito fue condenado, a pesar de que se le había procesado también por «izquierdista». Cuando supimos que José Manaut Viglietti y su esposa Ángeles Roca Fava ingresaron en el Partido Comunista en 1936 y que el pintor había tenido gran protagonismo en Cultura Popular3; intuimos que antes y durante la guerra debió existir un compromiso político, cultural y educativo de Manaut con la II República. Nos propusimos analizar su nexo con asociaciones profesionales, la incorporación a instituciones culturales, el desempeño de cargos, así como las relaciones personales que sostuvo con políticos, artistas e intelectuales. Hemos de confesar que partimos de una corazonada, aunque la hipótesis era bastante verosímil, dado el papel activo que tuvo el Partido Comunista durante la guerra.

Al leer la autobiografía que entregó el artista a Manuel González Martí en 1970 para incorporar al Cuerpo Gráfico de Arte Valenciano, junto con una excelente selección de los dibujos realizados en la cárcel, sorprende que diera un salto en el relato sobre su vida entre 1933 y 1946, desde una clara voluntad de omitir   —8→   aquello que en los estertores del franquismo aún continuaba siendo inoportuno recordar. Lagunas análogas encontramos en diversas versiones de su currículum que se conservan entre sus papeles personales, donde menciona destinos docentes, conferencias, exposiciones y poco más.

Nos interesaba desvelar su labor en defensa de una cultura laica y sus anhelos por alcanzar una sociedad igualitaria, fundada en el respeto de la Libertad y la Justicia. Conociendo dichas claves podríamos explicar mejor la naturaleza de los dibujos realizados en la cárcel en 1943-44, que constituyen el núcleo central de esta exposición, y exprimir el contenido de los diarios que escribió en prisión utilizando libretas escolares y cuartillas sueltas, que, por primera vez, se relacionan mutuamente.

Para reconstruir este panorama han sido de gran utilidad las consultas a sus hijos Stella y Ariel, a quienes hemos pedido que desempolvaran recuerdos casi olvidados y documentos familiares, pues al carácter meticuloso de José Manaut se debe que se hayan conservado numerosos oficios, copias de instancias, recortes de prensa..., toda la documentación que el pintor creyó prudente guardar, incluida la correspondencia personal y los diarios que escribió entre 1940 y 1947; también el expediente del proceso seguido contra él (1943 y 1949) y la relativa a su depuración (1939-40 y 1966-68) e intento de reingreso en la enseñanza oficial (1966-1969). En dichas fuentes hemos constatado las acusaciones vertidas y los argumentos esgrimidos para intentar exculparse; una defensa muy débil ya que partía del reconocimiento de su vínculo con la Masonería y porque las pruebas que el Servicio de Recuperación de Documentos facilitó al «Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y del Comunismo» (TERMC) eran contundentes -hoy se conservan en el Archivo General de la Guerra Civil (AGGC), en Salamanca, donde hemos podido analizarlas-.

A medida que avanzábamos en la lectura se nos ha ido revelando cada vez con mayor claridad una personalidad compleja, rica en matices, en continuo proceso de construcción-reconstrucción de sí mismo. Entre los diversos Manauts que cobraban forma ante nuestra mirada destacaba el profesor de Dibujo comprometido desde 1929 con el proyecto cultural y educativo que hizo suyo la II República.

Hemos excluido de este análisis la etapa que se inaugura con su incorporación al Liceo Francés de Madrid en 1946 a pesar de la importancia que tuvieron para este personaje represaliado por el franquismo los veinticinco años finales de su vida, especialmente como investigador, erudito e intelectual. Tan sólo aludimos al episodio de su tardía depuración e intento de reincorporación a la enseñanza oficial. Habrá otras ocasiones para abordar su perfil como historiador, tratadista4 y crítico de arte; también para reescribir su trayectoria global, enriqueciendo el relato biográfico y enmendando tantos datos erróneos que hasta ahora se han escrito sobre este personaje desatendido por la historiografía, prácticamente ausente en las bibliografías al uso.

La consulta del Archivo General de la Administración (AGA) en Alcalá de Henares nos ha permitido conocer parcialmente el expediente por el que se le apartó del ejercicio docente y escasos datos sobre su hoja de servicios: tan sólo la reexpedición de su título de Profesor de Dibujo y la gestión de una pensión por su viuda. Resultó dramático constatar que el profesor que había alcanzado el grado de catedrático durante la República había dejado de existir para el Ministerio como funcionario y que tan sólo con posterioridad a su muerte se le reconocieron sus servicios al Estado.

Para reconstruir su trayectoria docente hemos partido de las notas imprecisas que le sirvieron como apoyo a la hora de redactar numerosos recursos. Con esta guía, hemos procedido a localizar los sucesivos actos   —9→   administrativos que marcaron su trayectoria profesional hasta 1939 en Gaceta de Madrid, Gaceta de la República y en Boletín oficial de la junta de Defensa Nacional y Boletín Oficial del Estado.

Al leer las memorias que redactó en Tortosa y Ronda descubrimos que sus preocupaciones pedagógicas le aproximaban a las ideas de la Institución Libre de Enseñanza (ILE), y a la Junta de Ampliación de Estudios (JAE), de la que fue pensionado. Mención aparte merece su vínculo con la Masonería -su maestro Joaquín Sorolla, al igual que Eduardo Chicharro, Manuel Azaña y Marcelino Domingo, también fueron masones. Además Manaut coincidió con Marcelino Domingo en el proyecto de aproximar la cultura y la enseñanza al campesino y al obrero, incluso en las trincheras.

Durante la guerra José Manaut Viglietti supo compaginar su actividad docente con su compromiso con Cultura Popular, tanto en Madrid como en Valencia; extremo sobre el cual Concha Zardoya nos ofrece un vivo relato. Pero también asumió un papel activo desde la Alianza de Intelectuales Antifascistas, integrado en la junta Directiva del Sindicato de Dibujantes y Cartelistas y también en el Círculo de Bellas Artes de Valencia. De modo que al aproximarnos al Manaut comprometido, comprendemos mejor el entusiasmo que suscitó el proyecto cultural y educativo de la II República, en tiempo de paz y durante la guerra.

Pero repentinamente desembocamos en el mundo de la represión franquista que cercenó las ilusiones de la II República y de quienes creyeron en ella; momento en el que José Manaut Viglietti fue apartado del ejercicio de la enseñanza y luego condenado a doce años y un día de prisión menor y penas accesorias, quedando inhabilitado a perpetuidad, viviendo una nueva experiencia, la cárcel, en la Prisión Provincial de Madrid -primero en Porlier (1943- 44) y luego en Carabanchel (1944)-. Tras lograr que le conmutaran la pena, estuvo desterrado en Durango (Vizcaya, 1944-45), pero consiguió concluir su confinamiento en Madrid, hasta la obtención del indulto en 1949.

Entre 1943 y 1944 realizó una interesante aportación: unos diarios y una serie de más de doscientos dibujos sobre sus vivencias en presidio5 que tuvieron el carácter de apuntes, bocetos o dibujos preparatorios de una serie de cuadros que habría de pintar al salir de la cárcel6. Tanto los textos como las imágenes nos aproximan a los ideales de un hombre que pagó un elevado precio por la defensa de sus ideales. La vida a la sombra de la represión que ejerció el franquismo contra quienes contemplaron otras verdades, se convirtió en el asunto de los dibujos y cuadros de temática carcelaria pintados por José Manaut. Estos dibujos y estos textos, permiten reintegrar, aunque sea fragmentariamente, la verdad histórica sobre la vida cotidiana en nuestras cárceles durante el largo periodo de la represión franquista; también aproximarnos al drama personal del individuo que, contra su voluntad, vive apartado de la sociedad. Su análisis incrementa nuestro respeto hacia quienes sufren a causa de la defensa de la libertad.





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ArribaAbajoLas imágenes secretas de las cárceles franquistas: los pasos perdidos de José Manaut Viglietti

Francisco Agramunt Lacruz



La rehabilitación de un maestro de la pintura

La noche del 7 de enero de 1971, tras una gran helada, fallecía repentinamente en su casa de Madrid, donde vivía desde hacía muchos años, sin molestar ni hacer ruido, en soledad, el pintor, dibujante y profesor valenciano José Manaut Viglietti. Su esposa lo encontró muerto en el suelo de la habitación. Se fue discretamente, sin decir adiós, dejando una producción creativa rica y variada que abarcó distintos ámbitos. Fue enterrado al día siguiente en una fosa común del cementerio de la Almudena en un acto muy simple, pero emotivo, en el que sólo estuvieron presentes su familia y unos pocos amigos. No hubo discursos, ni ceremonia religiosa.

La prensa valenciana reflejó su fallecimiento: Emilio Fornet de Asensi en Levante, Julio Milego en Las Provincias, José León Rodilla en Jornada. Gerardo Diego, que en 1967 había escrito el texto del catálogo para su muestra en la Sala de Arte de Madrid, glosó también la muerte del pintor y amigo. El mismo año de su muerte se organizaron dos muestras de su obra en Valencia y se anunciaba una muestra antológica en el Museo de Arte Contemporáneo de Madrid que jamás se realizó.

La muerte de José Manaut Viglietti, un valioso intelectual y artista valenciano de la II República, víctima de las cárceles franquistas, de la depuración, el exilio interior y el confinamiento, pasó desapercibida en el mundillo artístico español, y muy pocos, sólo sus familiares y compañeros más allegados conocían la importancia de su trabajo pictórico, el alcance de su actividad investigadora y su labor pedagógica.

Para quienes conocían su carácter independiente, introvertido, reflexivo y solitario, no extrañó aquella forma silenciosa de abandonar el mundo. El desenlace de la guerra civil y la represión franquista que se desencadenó después truncó su carrera de artista y estudioso y, lo peor, transformó su carácter, conformando un ser mucho más introvertido, solitario y escéptico. El peso de haber nacido con una mala estrella siempre lo llevó consigo y su muerte en soledad y su posterior entierro en una fosa común corroboraban esa idea que siempre acompañó su existencia. En este sentido podemos decir que fue, en efecto, un creador marginal, con bastante mala suerte, que se encontró envuelto sin desearlo en el marasmo de un conflicto incivil y de una postguerra igualmente trágica que acabó con sus ilusiones, proyectos y esperanzas.

José Manaut Viglietti vivió tras la guerra una existencia material azarosa y llena de dificultades, al borde de las cosas, que supo ir venciendo sin proferir una queja, y, lo que es más importante, sin traicionarse a sí mismo. Y sólo la comprensión de su mujer, el cariño de sus hijos, el respeto de sus alumnos y la admiración de sus amigos, le sirvió de acicate para desarrollar su obra.

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Portada del folleto Las Bellas Artes en la Segunda República. Texto de la conferencia leída en el Ateneo de Madrid el 1 de abril de 1933.

A pesar de ello, su carácter se mantuvo firme, nunca se amilanó, y asombraba a todo el mundo que le rodeaba porque siempre estaba dispuesto a comenzar y realizar nuevos proyectos en un intento por demostrar a los demás que estaba vivo y que no era un derrotado, aunque seguramente la frustración, la impotencia y la rabia le corroían su corazón maltrecho.

Perteneciente a una conocida familia de intelectuales y artistas valencianos del primer tercio de siglo XX, José Manaut Viglietti desde muy joven compartió su compromiso republicano y anticlerical con su pasión por la pintura, la investigación y la crítica de arte. Fue catedrático de Dibujo, presidente de la Asociación de Profesores Titulares de Dibujo y artista de renombre. Fue el clásico artista humanista hecho a sí mismo, pero su triunfo no fue el del éxito social o económico, sino el de la integridad y fidelidad a unos principios.

Los que traten de conocer la producción artística y la personalidad intelectual de José Manaut Viglietti se sorprenderán por la coherencia de su trayectoria, su carácter independiente y, al mismo tiempo, su variedad de registros creativos. Tras formarse artísticamente y ganarse la vida como pintor de caballete, especializado en retratos, encontró en la crítica de arte, la investigación artística y en la docencia un campo para desarrollar sus inquietudes intelectuales y trasvasar sus conocimientos a las generaciones más jóvenes. Comenzó de esta manera a interesarse por la historia del arte universal y también a frecuentar bibliotecas y museos buscando materiales y documentos para sus trabajos. No obstante, siempre mostró mayor inclinación por desarrollar su faceta como pintor, que fue la que le proporcionó a lo largo de su vida mayores placeres y reconocimientos.

Alcanzó prestigio como artista e investigador en los estrechos círculos artísticos madrileños; no así en su ciudad natal, Valencia, donde se le consideraba casi un desconocido. Para pasar a la historia artística nada mejor que encabezar un movimiento, protagonizar una ruptura, redactar un manifiesto, tener amistades bien situadas, agasajar a los gobernantes de turno y salir en los medios informativos. José Manaut no recurrió a ninguno de estos recursos para pasar a la posterioridad.

José Manaut Viglietti pasó por este mundo como un artista discreto, solitario e introvertido, que le molestaba hablar de sí mismo, que no daba importancia a lo que hacía, y que no buscaba la fama, ni el prestigio ni el dinero. Ponerlo en el sitio que merece y recuperar a este artista es un acto de justicia artística. Escribir aquí sobre él es una forma de luchar contra el tiempo histórico, y una manera de atrapar y retener una imagen que se va perdiendo, antes de que acabe petrificado en el olvido.

Coherente con su personalidad jamás valoró la importancia de su obra pictórica y literaria. Y menos aún de esa producción formidable que constituían los dibujos y pinturas realizadas durante sus años de presidio en distintas cárceles españolas, que hoy constituyen un documento formidable de la represión franquista de postguerra. Se encargó de ocultar en una maleta en su habitación gran parte de estas obras que ejecutó   —13→   durante el tiempo que permaneció en prisión, y que salieron a la luz en su estudio de la plaza de Chueca a principios de abril de 2000, de forma fortuita, bastantes años después de su muerte. El hallazgo fue realizado por su hija Stella, quien lo puso en conocimiento del coordinador del área de cultura de la Agencia EFE.

La noticia de la aparición de estos documentos gráficos divulgada por la Agencia EFE provocó entonces un cierto revuelo en los medios artísticos y culturales debido a que se trataba de unos testimonios gráficos y únicos sobre la vida de los presos republicanos. Su nombre fue recordado en las páginas de periódicos, boletines de radio y noticias de televisión haciéndose eco del hallazgo de doscientas obras suyas que permanecían ocultas permitiendo a muchas personas conocer a este pintor casi olvidado.

La recuperación de José Manaut Viglietti es un proceso lento iniciado recientemente y al que ha contribuido el hallazgo de estos dibujos y pinturas de temática carcelaria. Tras su desaparición cayó en un injusto olvido, del que va siendo rescatado, en los últimos años, por la inteligente visión de una parte de la crítica. En 1997 fue seleccionado en una exposición sobre la pintura de postguerra en la sala Parpalló del Centro de la Beneficencia de Valencia.

Durante muchos años habrá sido un artista olvidado, del que sólo se ocuparon unos pocos especialistas. En mi tesis doctoral La Vanguardia Artística Valenciana de los años treinta defendida en la Universidad Complutense y recientemente en mi Diccionario de Artistas Valencianos del Siglo XX (Valencia, Albatros, 1999) ya traté de reivindicar su obra y su personalidad. Pero es ahora en mi próximo libro Un arte valenciano en las cárceles. La represión de los artistas e intelectuales republicanos tras la guerra civil donde espero rehabilitar definitivamente a este intelectual y artista valenciano. Esta exposición de seguro que va a contribuir a esta necesaria recuperación.




Su formación

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Portada del Boletín de la Asociación de Profesores Titulares de Dibujo, junio de 1934.

José Manaut Viglietti nació en Liria (Valencia), el 20 de octubre de 1898. Era hijo del crítico de arte, abogado y periodista Manaut Nogués. Se formó en la Escuela de Bellas Artes de Valencia (1913-1918) y en la Escuela Especial de Pintura, Escultura y Grabado (1919-1923), donde fue discípulo de Joaquín Sorolla. En 1916 concurrió a la primera exposición de la Asociación Juventud Artística Valenciana, reiterando su presencia en 1917. En 1919 colaboró en la Exposición de Pintura, Escultura y Arte Recreativo del Círculo de Bellas Artes de Valencia y celebró, también en el citado Círculo, su primera muestra en solitario. En 1920 participó en la Exposición de Pintura, Escultura y Arquitectura del Ayuntamiento de Valencia, y en la Nacional de Bellas Artes de Madrid.

En 1922 concluyó el segundo periodo de la beca de El Paular en Segovia. Fue galardonado con el Premio Sorolla de la Escuela de San Fernando, expuso con los demás paisajistas pensionados   —14→   en el Monasterio de El Paular y acudió a la Exposición Regional de Sevilla y a la Nacional de Bellas Artes. En 1923 terminó sus estudios y el Ministerio de Instrucción Pública le concedió una ayuda para ampliar conocimientos en Francia, Bélgica y Holanda, lo que no le impidió celebrar ese mismo año su tercera muestra individual, esta vez en los salones El Siglo, de Barcelona, y acudir al Salón de Otoño de París.

En 1925 expuso en el Salón de la Société Nationale de Beaux-Arts, y en 1927, presentó en París su exposición «Vieux Montmartre». En 1929 exhibió su obra en la Asociación de Amigos del Arte de Madrid. En 1930 colaboró en la cátedra de Cecilio Plá Gallardo, en la Escuela de San Fernando de Madrid, como profesor auxiliar. En 1933 llevó a cabo su quinta muestra personal en el Ateneo de Tortosa, haciéndolo al año siguiente, en el Centro de lectura de Reus, y en 1936 en la sala Barcino, de Barcelona. El pronunciamiento militar del 18 de julio de 1936 se produjo cuando se encontraba en Valencia, por lo que tuvo que quedarse en casa de sus padres Clara y José.




La guerra civil

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José Manaut: Séptima Galería de la Cárcel de Carabanchel (con señal en la celda que ocupaba el artista), 1944. Dibujo, 22,1×32 cm.

Tras el estallido de la sublevación militar su compromiso ideológico de izquierdas le llevó a integrarse en distintos colectivos republicanos que desarrollaban tareas de enseñanza, divulgación y recuperación del patrimonio cultural. En los primeros días del conflicto bélico frecuentó los talleres de Artes Plásticas de la Alianza de Intelectuales. Junto a la poetisa Concha Zardoya, amiga íntima del poeta oriolano Miguel Hernández y de su esposa, colaboró en el departamento de Cultura Popular del Gobierno republicano, que se encargaría en las tareas de fomentar la lectura entre los civiles y los soldados que combatían en los frentes. Su trabajo consistiría en la búsqueda de libros y material escolar que luego se enviaba a las escuelas, bibliotecas públicas e incluso a los frentes de combate. Por mediación de su amiga Concha Zardoya entabló amistad con el poeta Miguel Hernández, destinado entonces en la «Posición Pekín» de Torrente, sede del Estado Mayor del Ejército de Levante.

Con la ocupación de Valencia por las tropas nacionales comenzó un verdadero calvario para los artistas e intelectuales republicanos que habían apoyado al gobierno legítimo. Una de las primeras medidas que tomaron las autoridades franquistas, al hacerse cargo de sus nuevas responsabilidades, fue la de poner en marcha la maquinaria para   —15→   sancionar y depurar a los funcionarios desafectos y a otros profesionales que se habían señalado en la guerra por su participación activa en el ejército popular, organizaciones institucionales, sindicatos y partidos políticos. En todas las instituciones, organismos, emisoras de radio, periódicos, universidades, colegios e institutos se puso en práctica un sistemático proceso de detenciones, depuraciones y encarcelamientos. Se consideraban «rojos muy peligrosos» a aquellas personas que eran masones, marxistas o separatistas. El Tribunal para la Represión de la Masonería y el Comunismo, que presidía el general Saliquet, depuró a un buen número de escritores, artistas y periodistas que perdieron sus empleos y fueron procesados y condenados. Se tildaban de masones a todos los miembros de esta agrupación que no hubieran sido expulsados o hubieran roto explícitamente toda relación con ella.

Poco después de la «liberación» de las ciudades valencianas, se confeccionaron listas negras en las que se hallaban escritores, artistas, juristas, profesores, catedráticos, abogados que iban a ser juzgados por los tribunales de responsabilidades políticas, condenados a muerte o a largas penas de prisión. Las denuncias y los expedientes del personal funcionarial desafecto al régimen se realizaban en los colegios y asociaciones profesionales que las remitían a los comités de depuración, que se encargaban de comprobarlas y de hacer cumplir las sanciones impuestas.

Una de las primeras disposiciones de las autoridades de ocupación fue convocar a todos los artistas plásticos en la Escuela de Bellas Artes de Valencia para depurar responsabilidades políticas y recibir consignas. Aquellos artistas que acudieron a la reunión informativa como Antonio Ballester, Rafael Pérez Contel, Francisco Carreño, Vicente Vidal Corella, Vicente Beltrán y otros muchos fueron detenidos y enviados a la Comisaría del Colegio de Sagrado Corazón de Jesús, donde prestaron declaración. La mayor parte de ellos, tras ser interrogados, fueron enviados a la cárcel Modelo de Valencia bajo la acusación de «haber auxiliado la rebelión».

José Manaut, que sospechaba que la convocatoria de las autoridades franquistas en la Escuela de Bellas Artes de San Carlos iba a ser una encerrona, decidió no acudir, por lo que se libró temporalmente de ser detenido y enviado a prisión. Con anterioridad el resto de su familia con su padre al frente -un republicano destacado que había sido decano del Colegio de Abogados, presidente de la Asociación de la Prensa de Valencia, además de pintor y crítico de arte-, se había traslado a la frontera francesa, para más tarde viajar a México. Ante el temor de ser apresado por su condición de republicano, masón y anticlerical, José Manaut Viglietti optó por vivir oculto un tiempo en una lóbrega buhardilla de la ciudad del Turia. Tras permanecer en el encierro un mes, decidió trasladarse a Madrid, en un intento de pasar desapercibido entre los miles de refugiados. Allí vivió sin ser molestado más de un año en casa de unos familiares, hasta que pudo conseguir un trabajo en el taller de Lapayese. Sin embargo en 1943 sería encarcelado, al parecer por una denuncia anónima, y juzgado y enviado a la Prisión Provincial de Madrid.




Un arte en las cárceles

En la cárcel de Carabanchel, donde se hacinaban miles de presos republicanos, consiguió la autorización de la dirección del centro para poder dibujar y pintar tal como lo había hecho con anterioridad en la prisión de Porlier. Prosiguió dibujando a escondidas apuntes sobre la vida diaria de los presos republicanos, que ocultaba celosamente a la vista de los guardianes y su mujer lograba sacar ocultos con la ropa sucia de la prisión.   —16→   Estos dibujos se convertirían muchos años después en uno de los documentos gráficos más elocuentes de la vida de los presos de la postguerra.

José Manaut impresionado por aquel escenario carcelario donde se hacinaban miles de presos anónimos, muchos de los cuales estaban condenados a muerte, decidió inmortalizarlos para siempre en pequeños bocetos, dibujos y óleos. Las imágenes de ellos que captó mostraban no sólo los detalles de su vida diaria, como era la siesta, el rancho, la lectura de la correspondencia o el despiojamiento, sino que testimoniaban la crudeza de la represión franquista en las cárceles. Mostraban, también, un ahondamiento reflexivo en la realidad circundante, en la memoria, en lo sensorial, en ese límite, que ya perturbaba a nuestro genial Francisco de Goya cuando denunciaba los horrores de la guerra un siglo antes. Escenas, personajes y tipos personales y que captaba con su penetrante retina y con muy escasos recursos técnicos que son un verdadero testimonio plástico de la vida carcelaria, pero también una indagación en la raíz del propio artista, desprovista de máscaras, a través del extraordinario instrumento que es el arte.

Aquellas obras realizadas por José Manaut en la cárcel echaban por tierra la vieja idea de que el artista no tiene buenas relaciones con la realidad, que evita el compromiso, y que se ve obligado a deformar la realidad para convertirla en cuadro, de que tiene que engañar a la vista pintando o dibujando las cosas donde no están o como no son, y todo ello en función de unas supuestas prescripciones de encontrar la belleza de las cosas. En estas obras nos encontramos ante la crónica plástica de un descenso a los infiernos, al mundo oscuro y dramático de las prisiones franquistas, pero también ante un formidable documento personal, vital e introspectivo de un observador pertinaz empeñado en reproducir sus visiones. En este sentido sus imágenes son un documento formidable para recuperar la memoria dramática que muchos trataron de olvidar.

En el terreno estrictamente estético, sus óleos, dibujos y bocetos no tenían en ese momento pretensiones formales que fuesen más allá del deseo de testimoniar la vida de los presos republicanos en las cárceles franquistas. Así entre la expresión y la comunicación, el acento del autor se volcaba en el segundo término. De ahí la calidad tan desigual de las distintas obras que ejecutó esos años, ya que su finalidad era exclusivamente testimonial. Su propósito era transmitir lo que sus ojos estaban viendo en ese momento, al margen de intenciones estéticas. La fuerza del mensaje plástico quedaba asegurado para la posterioridad, con su mezcla de tragedia, fatalidad, evocación, abatimiento y desmoralización. Su lenguaje era el de la alusión figurativa, sin aditamentos, con supresión total del detalle singular, y evitando la deformación expresionista. Los presos eran retratados de manera realista, tal como los veía, utilizando la técnica tradicional del dibujo al carbón, del que él era un especialista consumado.

Lo que José Manaut nos ofrece en esas pinturas y dibujos no es un testimonio histórico, sino multitud de pequeñas historias, retazos sueltos, imágenes de anónimos presos republicanos que se suceden en un ámbito nebuloso, pero tristemente real, por donde no pasa el tiempo. Nos encontramos con unas obras de arte pequeñas de un verdadero maestro que siempre quiso ser artista, y que sin quererlo, dejó tras su paso por las cárceles franquistas, el más importante testimonio plástico que existe en nuestro país sobre la vida cotidiana de los presos republicanos. Sus obras enlazan con esa tradición importantísima y vital, la de los horrores de la guerra, que en la historia del arte español inició Francisco de Goya en sus grabados sobre la Guerra de la Independencia. Tanto el testimonio gráfico dejado por José Manaut sobre las cárceles de Carabanchel y Porlier, como los dibujos realizados por sus paisanos Rafael Pérez Contel, Francisco Badía, Antonio Ballester,   —17→   Juan Bautista Toledo Pinazo, Francisco Carreño, Joseph Lluch, Gonçal Castelló, Rafael Raga, Manuel Monleón Burgos, José Sabina, Ricard Rosso y Vicente Beltrán en la Cárcel Modelo, en el Monasterio de San Miguel de los Reyes, en el sanatorio antituberculoso de Portacoeli o en el Preventorio de Alicante, constituían formidables testimonios de la vida en las cárceles franquistas al finalizar la guerra civil.

Su trascendencia artística estriba en que fue uno de los pocos artistas españoles que de forma fehaciente y directa captó el drama de la vida de los presos republicanos no sólo en multitud de dibujos, bocetos, aguadas y óleos, sino a través de poemas y una sorprendente correspondencia dirigida a su esposa y a sus amigos. Nos dejó, en efecto, un extraordinario documento, prolijo, minucioso, todo un ejemplo de arte y de literatura memorialística llevada a un extremo casi lírico al tratar de hacer aflorar sus emociones, su rabia y su desolación. Se propuso ser un impecable cronista de la vida en la prisión, para dejar un testimonio futuro, y lo consiguió, de una manera ejemplar.

Posiblemente ningún artista español antes que él se había entregado con tanto ardor a ese tipo de actividad memorialística carcelaria y había reflexionado tanto sobre su condición de preso que a toda costa trataba de recuperar la libertad. Sin desearlo se convirtió en un testigo y en un cronista directo y contumaz de la represión a través de sus cartas, de sus poemas y de sus imágenes asombrosas cuya lectura o visión nos pone la piel de gallina. Con estos extraordinarios documentos gráficos y literarios conocemos ahora, sesenta años después de acabar la guerra, de primera mano, lo que significó para miles de presos republicanos la represión franquista.

Al ser puesto en libertad en 1944 fue desterrado a la localidad vasca de Durango, donde permaneció solo y aislado de su mujer y de sus dos hijos de corta edad -Ariel y Stella-. Cuando regresó a su casa, en 1945, sus hijos apenas le conocían y tenía en el semblante la huella física de su cautiverio y la marca del desánimo del desterrado. Era un hombre que había envejecido espiritualmente, más hecho artísticamente y más maduro, pero también más escéptico, más anticlerical y antifranquista. Había pasado una de las peores experiencias y, a partir de entonces, se dedicó a reorientar su vida y, sobre todo, a olvidar y recuperar el tiempo perdido. Unos meses después consiguió un puesto de profesor de Artes Plásticas en el Liceo Francés de Madrid, ocupando la plaza que había dejado el dibujante Penagos.

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José Manaut pintando en Durango, Vizcaya, 1945.

En su condición de profesor de Dibujo supo transmitir a sus alumnos sus conocimientos artísticos y, sobre todo, impregnarles el amor por el arte. De entre sus muchos jóvenes alumnos que pasaron por sus clases guardaba un grato recuerdo del inteligente y estudioso Miguel Boyer, más tarde ministro de Economía, y también de Gregorio Peces-Barba, que bastantes años después sería el presidente del Congreso de los Diputados y rector de la Universidad Carlos III de Madrid. Alumno   —18→   suyo bastante díscolo y travieso que un joven llamado Simeón, hijo de Boris III de Bulgaria y de Juana de Saboya, al que en una ocasión propinó un cachete que a punto estuvo de provocar un incidente diplomático con el gobierno del general Franco, que había dado en los años cuarenta cobijo a esta familia real búlgara exiliada de su país gobernado por los comunistas.

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José Manaut: Los puntuales del Movimiento, sin fecha. Dibujo, 21×27,2 cm. Sin firma.

Compaginaba su actividad docente con su trabajo de pintor de caballete, especializado en la ejecución de retratos por encargo. Por su estudio de la plaza de Chueca pasaron algunas de las personalidades más relevantes de la vida financiera, cultural y artística madrileña. Igualmente comenzó a concurrir a salones y a celebrar exposiciones en solitario en las que dio a conocer en su obra, centrada principalmente en el paisaje.



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Poderoso intelectual

Al mismo tiempo reanudó su actividad como investigador y crítico de arte en distintas publicaciones españolas, destacando su colaboración en la revista Goya, publicada por el Museo Lázaro Galdiano, entonces dirigido por Camón Aznar. Entre las figuras contemporáneas sobre las que escribió destacan Bernardo Ferrándiz, Antonio Muñoz Degraín, Santiago Rusiñol, Ignacio Zuloaga, Valentín Zubiaurre, Daniel Vázquez Díaz, Carlos Sáenz de Tejada, Joaquín Sorolla, Cecilio Plá, Manuel Benedito y Mariano Benlliure; y entre las que realizó investigaciones históricas se encuentran El Greco, Tiziano, Miguel Ángel, Caravaggio, Velázquez o Ribera. También dedicó atención a los fondos de los Museos de Sevilla, Cádiz y Valencia, la Casa-Museo de El Greco en Toledo, o a la pinacoteca del Colegio del Corpus Christi de Valencia.

La Fundación Juan March le concedió en 1959 una beca para Italia, país que recorrió, estudiando y pintando, durante algún tiempo. Visitó Grecia, volvió a París y participó en importantes muestras colectivas en el extranjero y en España. A su regreso de este viaje presentó en 1962 la memoria reglamentaria de la beca: «Estudios sobre la pintura helenístico-romana» y «La personalidad de Michel Angelo Caravaggio y su proyección en la pintura española de los siglos XVI y XVII».

Fruto de sus viajes e investigaciones sobre arte fueron sus trabajos «Las pinturas del Hospital de la Caridad de Sevilla», «Las tablas de devoción de la Reina Isabel, en la Capilla Real de Granada», «El arte y la personalidad de Daniel Vázquez Díaz», «Cecilio Plá, ilustrador de Blanco y Negro», etcétera; publicando en 1959 su libro Técnica del arte de la pintura y en 1964 Crónica del pintor Joaquín Sorolla.

A su muerte dejó inéditos varios trabajos: «Análisis técnico del trabajo de Velázquez», «Los maestros de la Italia Central» y «Vida y obra de Giuseppe de Ribera ‘El Spagnoletto’».

También pronunció conferencias sobre temas artísticos, como «El espejo alabeado, consideraciones sobre artes pláticas contemporáneas», que pronunció en la Asociación de Pintores y Escultores de Madrid, o «Breve disertación sobre el arte de la Pintura» que leyó en la Casa de Valencia en Madrid, ambas en 1955. Al año siguiente intervendría nuevamente en la Asociación de Pintores y Escultores para analizar «De Zuloaga a Palencia, la reacción anti-impresionista en la pintura española contemporánea».





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ArribaAbajoJosé Manaut Viglietti y «Cultura Popular»

Concha Zardoya


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Concha Zardoya en la sede de «Cultura Popular». Valencia, octubre de 1937.

La II República declaró principal función del Estado la enseñanza en todos sus niveles. Era su deber crear y difundir la cultura en todos sus ámbitos en beneficio del pueblo. Así creó nuevas escuelas primarias y secundarias y, junto a ellas, las Misiones Pedagógicas -formadas por maestros y estudiantes- para que recorrieran todas las regiones de España, llevándoles música y representaciones teatrales. Las nuevas escuelas levantadas eran en muchas poblaciones el mejor edificio que a veces superaba a la iglesia. En cuanto a la enseñanza universitaria, se hicieron reformas importantes en favor de su modernización: se creó, por ejemplo, en la Universidad de Madrid la Facultad de Pedagogía para mejorar la formación del personal docente. Pero la enseñanza sufrió un duro golpe con la Guerra Civil. Muchos de los estudiantes universitarios se vieron forzados a ingresar en los ejércitos de ambas zonas y numerosas escuelas no pudieron funcionar por falta de maestros. Los intelectuales -en la zona republicana- se agruparon en la «Alianza de Intelectuales Antifascistas para la Defensa de la Cultura» (AIADC). Los universitarios se agruparon en la FUE, en la FUHA y en «Cultura Popular», entidad que desde el comienzo de la contienda nació en Madrid para integrar en sí las funciones de las Misiones Pedagógicas y extender su obra a los frentes de batalla, a los hospitales de sangre, a las fábricas, a los centros obreros, etc. Su labor primordial era, sin embargo, dotar de prensa y pequeñas bibliotecas a combatientes y trabajadores, para su formación cultural, información o entretenimiento. «Cultura Popular» -con este propósito- atraía a intelectuales, poetas y estudiantes que no sólo distribuían libros y periódicos sino que celebraban recitales, charlas, actuaciones teatrales, danzas, etc. Establecida en el palacete Revillajijedo de la calle Sacramento, pasaron por «Cultura Popular» escritores como Ramón Sender, poetas como Rafael Alberti, Emilio Prados y Arturo Serrano Plaja, además de jóvenes que empezaban a escribir y a publicar. De manera constante, trabajaron por un tiempo José María   —22→   Quiroga Pla, el profesor Emilio Gómez Nadal, junto a los maestros Justo Escobar y Enrique González. Muchos jóvenes de ambos sexos -«anónimos» hoy para mí- ayudaron en arduas tareas menores pero sustanciales.

En cuanto a los «fundadores» de «Cultura Popular», recuerdo a Teresa Andrés Zamora -bibliotecaria de Palacio-, Juan Vicens de la Llave y Tomás García. Ellos fueron los primeros en organizar esta institución que salvó bibliotecas -desde el comienzo de la contienda hasta el final-, ayudando culturalmente a defensores y víctimas del Madrid asediado por la guerra. Cuando abandonaron sus puestos, tomaron la dirección y asumieron sus responsabilidades la profesora Carmen Iglesias Fernández y el escritor -y también capitán del ejército republicano- Francisco Ribes, ayudados por nuevos jóvenes voluntarios de ambos sexos.

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Sede de «Cultura Popular». Valencia, octubre de 1937.

Cuando el cerco de la capital obligó al Gobierno a trasladarse a Valencia, «Cultura Popular» se sintió obligada a proseguir su labor en la nueva zona de levante y principalmente del frente de Teruel. Así abrió una nueva sede en la ciudad valenciana. Teresa Andrés Zamora -por entonces Secretaria de Bibliotecas del Consejo Central de Archivos, Bibliotecas y Tesoro Artístico- y Tomás García -Secretario General de la sede madrileña de «Cultura Popular»- fundaron en el mes de enero de 1937 el nuevo centro de Valencia, que nació de modo diferente. Se procedió a invitar a los secretarios culturales de todos los partidos políticos, con el fin de que todo el Frente Popular colaborara en las labores de la institución, tan valiosa para la guerra como para la paz. La primera reunión se efectuó en un local de Izquierda Republicana y en el mes de enero de 1937. Cada partido político, la Alianza de Intelectuales y las asociaciones estudiantiles enviaron un representante al acto de fundación, presidido naturalmente por Tomás García. Se distribuyeron los cargos según la preparación y preferencias de los delegados. Fue elegido secretario general de la institución el representante de la Alianza de Intelectuales, José Manaut Viglietti, pintor y profesor de Instituto. No recuerdo el nombre de los otros miembros ni de las secciones que les otorgaron. A mí me correspondió organizar y dirigir la sección de Bibliotecas, representando a la Federación Universitaria Hispanoamericana (FUHA) por ser estudiante de Filosofía y Letras de la Universidad de Madrid y haber trabajado ya en la mencionada sección de bibliotecas de la sede madrileña. Se nos concedió para nuestras funciones un local abandonado de la calle de la Paz y fue difícil tarea ponerlo en condiciones. La labor de limpieza previa me correspondió a mí -como única mujer del consejo directivo- y a José Manaut la adquisición de un mínimo amueblado y utillaje para empezar a actuar, solicitando la cooperación de instituciones y autoridades. Ardua labor la suya y así empezamos con la mayor pobreza, salvo polvo y nicotina por todas partes. Cuando obtuve los primeros libros -donados por la Distribuidora de Publicaciones del Ministerio de Instrucción Pública, algunas editoriales, centros de cultura inactivos, «yacimientos» de bibliotecas destinadas al fuego de cocinas y estufas, etc., tuve que ordenarlos en cajas de cartón a   —23→   manera de estantes... José Manaut se afanó en conseguir ayudas de toda índole, con una decisión y constancia heroicas. Al fin tuvimos estanterías de pino para el depósito de libros, unos pocos muebles usados y maltrechos -mesas y sillas- para las oficinas y, finalmente, mostradores y «decentes» librerías para la Biblioteca Circulante que se instaló en beneficio de la ciudadanía valenciana, carente de centros y programas culturales. Para favorecer esta biblioteca, José Manaut logró constituir después la «Asociación de Amigos de ‘Cultura Popular’», porque había cesado la aportación económica del Ministerio de Instrucción Pública, y había que encontrar nuevas fuentes para su sostenimiento.

José Manaut también consiguió que Radio Valencia cediera a «Cultura Popular» un espacio radiofónico de una hora semanal para transmitir nuestros programas de información cultural, de arte y de literatura. Desde su micrófono, reivindicamos la figura de don Miguel de Unamuno -acusado de «franquista»-, comentamos la obra y personalidad de escritores progresistas de diversos países, recitamos poemas y comentamos textos clásicos y actuales, llevamos a Miguel Hernández -a su paso por Valencia- a leernos sus últimos poemas de Viento del pueblo, y aún recuerdo con emoción profunda su voz y gesto al leer la «Canción del esposo soldado», «El niño yuntero» y «Sentado sobre los muertos».

«Cultura Popular» ideó otras actividades en Valencia -no realizadas en Madrid a causa del asedio bélico-: la ya mencionada Biblioteca Circulante, «Cursillos Culturales para Obreros» y jóvenes no escolarizados, la publicación de pequeñas ediciones propias -aunque sólo pudimos sacar a luz un sólo libro (del poeta valenciano Miquel Durán de Valencia)-.Y llevamos cine y una biblioteca al batallón que combatía en Teruel y estaba acuartelado en Torija. Instalamos un rincón de cultura y Biblioteca en el Hospital de Sangre de Izquierda Republicana en el Camino del Grao, inaugurándola con un acto en el que participó José María Quiroga Pla, al ser uno de sus más distinguidos pacientes.

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Hoja volandera de «Cultura Popular», con labor realizada en el tercer trimestre de 1937 en Valencia.

Al no estar cerca de las trincheras, no podíamos llevar a ellas los libros y prensa que requerían los soldados. Nos pusimos en contacto con los milicianos y Comisarios de Cultura de los frentes de Andalucía y de Aragón para solucionar el problema. José Manaut y la Sección de Bibliotecas sugerimos -lográndolo- fabricar unas pequeñas bibliotecas ambulantes y transportables por el miliciano o delegado de cultura -que actuaría como bibliotecario y velaría por la conservación de los libros-, consistiendo en un cajoncillo rectangular de unos 80 centímetros, tapa con llave que servía como pupitre, correa lateral para cargarla sobre los hombros y   —24→   sillín plegable que servía de base o de asiento. El invento fue todo un éxito y pocos batallones carecieron de él. José Manaut consiguió el carpintero que los fabricó y la suma necesaria para la empresa.

José Manaut no sólo estuvo en contacto con el Ministerio de Instrucción Pública republicano -como pintor y profesor de dibujo- sino con la Dirección General de Bellas Artes, pues una de las misiones de nuestra institución era organizar exposiciones. Entre éstas, la más importante fue la presentación -en nuestro local de la calle de la Paz- de una estatua Pasionaria esculpida por Victorio Macho. Josep Renau presidió el acto de inauguración: él y José Manaut hablaron con encendida palabra tanto del artista como de Dolores Ibárruri. Con anterioridad, Renau había inaugurado en nuestro centro una Exposición de Dibujos Infantiles sobre el tema de la guerra, pronunciando adecuado discurso: José Manaut fue quien se encargó de la tarea de conseguir los dibujos en los centros escolares precarios entonces. Manaut simultaneaba sus clases en el Instituto con la dirección de «Cultura Popular» y actos en que era necesaria su representación. Otra labor nueva realizada por «Cultura Popular» en Valencia fue la presentación semanal de periódicos murales -que salían a la calle-, en los que se combinaban artículos de cultura general, información sobre las artes y las letras, con fotomontajes adecuados a los textos, o ilustrados con dibujos y viñetas en los títulos.

José Manaut -antes de incorporarse a filas- animó a nuestra entidad a participar en los trabajos de «recuperación», en la inmensa tarea de salvar el patrimonio artístico, especialmente en cuanto se refería a fondos bibliográficos. Nuestra participación fue muy positiva al rescatar valiosas ediciones y hasta manuscritos.

La actividad de Manaut nos pareció siempre ejemplar, estimulante y admirable, en circunstancias tremendamente difíciles. Su obra merece ser rescatada para la memoria histórica de España y, sobre todo, de su Valencia natal. Él -como todos los que colaboramos en su gestación y desarrollo- deseaba -«soñábamos»- que «Cultura Popular» se integrase como «biblioteca especial» dentro de la gran red de bibliotecas públicas de España -diseñada por doña María Moliner-, añadiendo por su parte sus diversas pero específicas y siempre actuales actividades culturales.

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José Manaut Viglietti al finalizar la Guerra Civil.



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ArribaAbajoArte y represión en la España franquista: los dibujos y los diarios de José Manaut Viglietti (1898-1971)

Federico Castro Morales y Elisa Povedano Marrugat



Sobre el olvido y la amnesia

La violencia que se ejerció en España entre 1936 y 1945, es decir, durante la Guerra Civil y la Autarquía (1939-1945), implicó la eliminación brutal de cualquier opción alternativa a la impuesta por el general Franco y las tropas rebeldes que secundaron su rebelión contra la II República Española. Michael Richards afirma que se practicó el exterminio durante la guerra y tras el conflicto bélico, dentro de un planificado ejercicio de represión y depuración. Pero también habla de otro exterminio, el de la memoria: los vencedores monopolizaron la voz pública y, lógicamente, excluyeron a los vencidos en sus versiones de lo ocurrido. En su manipulación, la dictadura de Franco dejó a los vencidos sin historia, aunque no olvidaba el pasado de los excluidos: en fechas avanzadas del franquismo muchos seguían pagando por su fidelidad a los ideales republicanos7 y las cárceles seguían repletas de presos políticos incomunicados, que eran presentados al exterior como presos comunes8.

Pero además, durante la postguerra se impuso un acuerdo tácito de olvidar lo ocurrido y luego el «pacto de olvido» se convirtió en una condición indispensable para el tránsito pacífico hacia la democracia durante los setenta y los ochenta. Han transcurrido ya veinticinco años desde la muerte del General y vivimos sin recapacitar demasiado sobre nuestras prácticas en democracia, entregados a los rituales del ocio y el consumo, confundiendo el olvido de aquella época, el perdón de las atrocidades cometidas durante el periodo bélico y la postguerra, con la amnesia, sin darnos cuenta de que los términos «justicia» y «olvido» son incompatibles.

Es necesario recordar que la cárcel, el destierro o la muerte fueron el precio pagado por algunos españoles defensores de la pluralidad. El efecto de la justicia de entonces es ya irreparable, pero especialmente hoy, cuando las libertades suprimidas antaño están garantizadas en nuestra Constitución, haremos justicia recordando la experiencia individual de quienes sufrieron la represión por defender ideales esenciales para la vida de los hombres. Aquella experiencia marcó de por vida a numerosos individuos y también la existencia de sus seres más próximos. Recuperar para la historia la memoria de los excluidos -muchos han desaparecido ya- no ahogará el sufrimiento de los represaliados, ni compensará la injusticia de la exclusión, pero al rememorar aquel mundo sombrío asumiremos de forma más consciente nuestro pasado.

Las circunstancias esbozadas más arriba contribuyen a explicar por qué la Historia ha olvidado a muchos artistas e intelectuales, entre otros a nuestro pintor. Emprendemos esta operación de la memoria con la esperanza de que no reabra viejas heridas; más bien esperamos que tenga el valor de una reparación colectiva y que esta exposición contribuya a la rehabilitación histórica de José Manaut Viglietti.



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José Manaut en Madrid: 1929-1933

Mientras estuvo en París, José Manaut Viglietti disfrutó de una pensión concedida por el Ministerio de Instrucción Pública a propuesta de la JAE el 16 de enero de 1923 y confirmada el 5 de marzo del mismo año 9, para incrementar sus conocimientos sobre el impresionismo y tendencias modernas de la pintura en Francia, Bélgica y Holanda, países por los que viajó en 1924. Vivió en París hasta 1927, aunque viajó a Valencia donde se casó, pero de inmediato regresó el matrimonio a París, donde residieron hasta que nació su hijo Ariel. Entonces retornaron definitivamente a España. Como trabajo final de este periodo redactó el estudio «Los precursores del impresionismo y los impresionistas franceses», que dedicó a su maestro Joaquín Sorolla Bastilla.

Después de recalar en Valencia, se instalaron en Madrid, iniciándose su segunda estancia prolongada en dicha ciudad. Nada más llegar a la capital se incorporó a la Asociación de Estudiantes de Bellas Artes e inició acciones para dignificar la profesión de profesor de dibujo10. Expuso en la Asociación de Amigos del Arte y fue admitido en el Círculo de Bellas Artes en sesión celebrada el día 3 de abril de 1929.

En otro plano es interesante llamar la atención sobre la adhesión de José Manaut Viglietti a la «Liga Nacional Laica» el 10 de febrero de 1930. Esta asociación, cercana al socialismo, fue llamada también «Liga para la defensa de la libertad de conciencia» y estaba presidida por Manuel Bartolomé Cossío. Por estas mismas fechas pertenecía a la Junta Directiva otro institucionista, Américo Castro11.

En julio de 1930 obtuvo una bolsa de viaje de la Dirección General de Bellas Artes para asistir a la Exposición Nacional de Bellas Artes. A propuesta del claustro, por Real Orden de 9 de octubre de 1930, fue nombrado con carácter gratuito Ayudante de la Cátedra de Estudios Preparatorios de Colorido de la Escuela de San Fernando12, que ocupaba el también valenciano Cecilio Plá (1860-1934)13.

En 1931 leyó la conferencia «Comentarios al actual momento pictórico» en la Escuela Central de Bellas Artes de San Fernando. Al año siguiente, el 7 de julio de 1932, fue nombrado secretario 4º de la Sección de Artes Plásticas del Ateneo de Madrid para el curso 1932-33. Tras asistir a una asamblea de profesores de dibujo cuya convocatoria leyó en la prensa e intervenir en la reunión, surgió la iniciativa de crear la Asociación Pro-Colegio de Profesores Titulares de Dibujo14, que se fundó el 12 de junio de 1932 y tenía su sede en la calle A. Pi y Margall número 18, de Madrid y de la cual José Manaut sería su primer presidente15. Esta asociación se preocupó por la selección y condiciones profesionales de los profesores dedujo y por las exigencias del Ministerio para asignar las cátedras. El 1 de diciembre de 1932 participó en la fundación de la Casa Regional Valenciana en Madrid.

En el año 1933 la actividad de Manaut Viglietti fue ingente y diversa: coincidiendo con el segundo aniversario de la instauración de la II República, pronunció en el Ateneo de Madrid la conferencia «Las Bellas Artes en la Segunda República». También realizó una exposición individual en la Federación Industrial y Mercantil de Valencia y su Región entre el 3 y el 15 de febrero de 193316. Ese mismo año participó en la exposición de pintura y escultura celebrada en el Círculo de Bellas Artes de Madrid del 20 al 30 de mayo y escribió diversas reseñas de arte en la revista Luz.

Desde el punto de vista de su actividad como docente, 1933 fue crucial. Sostuvo intensa relación con el ministro Marcelino Domingo, a quien habían nombrado Presidente de Honor de la Asociación en virtud del acuerdo unánime tomado en Junta General de 30 de octubre de 1932, extremo que le comunicaron el 19 de   —29→   noviembre. Durante el periodo de su presidencia, Manaut Viglietti intentó que el ministro defendiera en el Parlamento las reivindicaciones de los profesores de dibujo, especialmente en el ámbito de la discusión de la reforma universitaria.

El Ministerio de Instrucción Pública convocó diversas plazas de profesor de Dibujo (Decreto de 23 de junio de 1933) por el procedimiento de oposición libre. Al leer las condiciones de la convocatoria José Manaut y M. Domínguez se dirigieron nuevamente a Marcelino Domingo, ahora presidente del gobierno, para suplicarle en nombre de la asociación que interesara a Francisco Barnés, sustituto suyo en el Ministerio de instrucción Pública y Bellas Artes, y a Santiago Pí y Suñer, subsecretario del mismo departamento, para que tuvieran en cuenta la legislación ordenada a su paso por aquel Ministerio; pero la Orden ministerial de 30 de junio de 1931 (Gaceta de Madrid, 5 de julio), por la que sólo se exigía para desempeñar cátedras de enseñanzas artísticas el título de Profesor de Dibujo de las Escuelas Superiores de Bellas Artes, había sido derogada por la de 15 de octubre de 1931 (Gaceta de Madrid, 24 de octubre), y desde entonces dicha norma regiría la provisión de dichas plazas al menos hasta que se reorganizaran los estudios de Bellas Artes, de modo que el procedimiento para acceder a las mismas seguiría siendo la oposición libre17.




José Manaut: encargado de curso en Tortosa y Ronda, 1933-1936

José Manaut Viglietti participó en los cursillos de selección y perfeccionamiento para profesores de Dibujo convocados en junio de 1933, aprobándolos18. Como profesor encargado de curso tuvo su primer destino en el Instituto Nacional de 2ª Enseñanza de Tortosa (Orden Ministerial de 31 de octubre de 1933, Gaceta de Madrid, 1 de noviembre de 1933), tomando posesión del mismo el 3 de noviembre de ese año. El 1 de enero de 1934 ingresaba en la Asociación de Profesores Encargados de Curso de 2ª Enseñanza, que se había creado un año antes -sus estatutos se aprobaron el 5 de octubre de 1933 y el reglamento el 2 de noviembre del mismo año-.

Manaut se integró rápidamente en la vida cultural de la localidad, expuso del 15 al 25 de marzo en el Ateneo de Tortosa, institución de la que poco después fue nombrado vicesecretario de la Sección de Pintura, el 22 de abril de 1934. Ese mismo mes, entre los días 8 y 15 de abril expuso en la Sección de Arte del Centro de Lectura de Reus. Muestra de su carácter solidario y previsor fue su ingreso en el mes de junio en la Asociación de Socorros Mutuos de las Escuelas de Artes y Oficios Artísticos y Similares19, que se había fundado en 1918.

Con el traslado a Tortosa abandonó la presidencia de la Asociación de Profesores Titulares de Dibujo y renovó esfuerzos para obtener una nueva beca, ahora para Italia: el 9 de enero de 1934 escribió a José Castillejo, director de la JAE, comentándole su proyecto. Éste le contestó20 en amigable carta de 23 de enero de 1934, advirtiéndole que durante el verano no podría estudiar la organización de la enseñanza del Dibujo en los establecimientos italianos, por permanecer cerrados por vacaciones, y además, que el ministro no era muy proclive a que se realizaran estancias durante el curso. Intuyendo dificultades, José Manaut Nogués escribió a Alejandro Lerroux, Eduardo Chicharro, entonces director general de Bellas Artes, Mariano Benlliure21, José Herrero y José Garnelo Alda, de la Academia de San Fernando, para que apoyaran a su hijo, pero las gestiones no condujeron al logro de dicha pensión22.

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Transcurridos dos años y un día en el desempeño de la plaza de profesor de Dibujo, como encargado de curso en Tortosa, José Manaut Viglietti solicitó un cambio de destino que impulsó Eligio de Matea, director del Instituto Nacional de 2ª Enseñanza de Ronda, Málaga, provincia de la que era natural su esposa Ángeles Roca. Eligio de Mateo -luego jefe de Enseñanza Media en el Ejército Republicano-, en carta fechada en Madrid el 23 de diciembre de 1935, le manifestaba «fraternalmente» que había encontrando «sencillísimo» cumplir sus deseos y que le darían posesión de su destino en Ronda, para que pudiera cobrar allí desde enero de 1936. Con motivo del traslado, José Manaut redactó una extensa memoria que firmó en Tortosa en diciembre de 1934. La Orden Ministerial de 7 de diciembre de 1935 confirmó el traslado a Ronda, donde tomó posesión el día 2 de enero de 1936, manteniéndose formalmente en el mismo hasta el 31 de enero de 1937.

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José Manaut: Calle de Tortosa, 1934. Dibujo. (Museo Nacional de Cerámica González Martí, Valencia).

Su deseo de acceder a la cátedra y la inminencia de la convocatoria de oposiciones restringidas, le hicieron pensar en un nuevo traslado y en preparar la documentación precisa: viajó a Madrid para solicitar la expedición del título de Profesor de Dibujo en la Escuela Superior de Madrid, gestión que realizó el 18 de junio de 1936, pues no lo había solicitado al terminar la carrera23. El 3 de julio de 1936 el secretario del Instituto Nacional de 2ª Enseñanza de Ronda le escribía comentándole que al día siguiente estarían disponibles en el Ministerio los programas de las oposiciones24. Pero, a la vista de la situación anómala por la que atravesaban algunas provincias españolas, el 20 de julio el Ministerio de Instrucción Pública acordó suspender tanto la celebración de todas las oposiciones como la de los cursillos de primera y segunda enseñanza, así como la cancelación de todos los plazos relacionados con las oposiciones (Gaceta de Madrid, 23 de julio de 1936). De modo que Manaut se quedó con la memoria pedagógica sobre su estancia en Ronda concluida y sin posibilidad de opositar.

Al releer dicho texto se observa la satisfacción del pintor paisajista que ha de desarrollar su trabajo docente inmerso en la naturaleza, dejando que una orografía tan potente marcara su espíritu y el de sus alumnos. En la memoria leemos que sus pupilos habían realizado ejercicios de dibujo del natural, que prefería denominar de «iniciación al estudio de las formas naturales», apuntes de paisaje y figura al aire libre, dibujo de orientación científica; también ensayos de pintura a la acuarela y otros procedimientos. Manaut se mostraba partidario de los trabajos manuales, pues pensaba que era necesario combinar el trabajo mecánico con el cerebral. Las conferencias sobre estética e historia de las artes plásticas formaban parte así mismo de su estrategia didáctica, en sintonía con las corrientes pedagógicas que habían llegado a nuestro país en las primeras décadas del siglo XX.

Como conclusión indicaba: «Considerando en conjunto, la labor realizada por mí, al frente de las clases, experimento la honda satisfacción de haber cumplido plenamente con mi deber, y de haber puesto mi voluntad y mi honor en servicio de aquello que debe ser una vocación y un ideal para quien dedique sus actividades a la enseñanza: formar a los ciudadanos de la futura España, y de una humanidad regida por principios más justos y perfectos», texto que refleja el sentido profesional de Manaut.



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José Manaut, profesor de Dibujo en Valencia; 1936-1939

Cuando se produjo la rebelión militar contra el Gobierno de la II República, José Manaut se encontraba en Valencia y desde allí intentó resolver la percepción de sus haberes. En carta al pintor Ignacio Pinazo Martínez, que estaba en Madrid, le pidió que se informara en el Ministerio de Instrucción Pública sobre los pasos a dar para solucionar los problemas de percepción de sus emolumentos25, pero debió surgirle de inmediato una plaza vacante, pues en agosto de 1936 José Manaut se encontraba ya integrado al servicio activo como catedrático de Dibujo de 2ª Enseñanza.

Al no recibir el título que había solicitado el 18 de junio, lo supuso extraviado y reclamó su envío26; pero, para mayor seguridad, viajó a Madrid para retirarlo personalmente: el 14 de agosto de 1936 se personó en la Escuela y tramitó nuevamente la expedición de su acreditación como Profesor de Dibujo27. El 11 de septiembre le escribía Luis Guardia desde el Instituto Nacional de 2ª Enseñanza de Tortosa, anunciándole que la plaza que había dejado libre hacía un año estaba nuevamente vacante y que le alegraría que pudiera volver allí. Y le añadía: «De personal aún no se ha dictado disposición alguna, pero si veo posibilidad de que vengas no sólo te avisaré, sino que te llamaré y haré todo lo que pueda para que vengas»28.

Los rebeldes le dejaron suspenso de empleo y sueldo como profesor por Orden de 4 de noviembre de 1936 y clausuraron su instituto por falta de profesorado (Orden de 7 de octubre de 1937), tornando inviable el proyecto de regresar a Ronda29. El ofrecimiento de volver a Tortosa no se reiteró, pero en el horizonte de Manaut no estaba el abandonar Valencia, pues había solventado su situación en dicha ciudad antes de que se ejecutaran las normas de control del profesorado que impulsó la II República.

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José Manaut con alumnos de 5º curso en Ronda, Málaga, el 8 de febrero de 1936.

Muchas veces se olvida que cuando la sublevación militar hizo temer al gobierno que estaba en peligro su proyecto educativo, éste impulsó depuraciones: el Ministerio de Instrucción Pública se preocupó de saber las posiciones políticas e ideológicas de sus funcionarios. A los profesores les pidió que acreditaran su lealtad al orden legítimo: el Decreto de 21 de julio de 1936 ordenó la suspensión de todos los docentes que tomaron parte en la sublevación y la Orden de 31 de julio les apartó definitivamente de las aulas.

La Gaceta de Madrid de 24 de septiembre de 1936 publicaba el Decreto por el que se facultó al ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes para trasladar libremente al personal docente dependiente de dicho Ministerio. Un Decreto de la Presidencia estableció que para reingresar, todos los funcionarios suspendidos deberían presentar una solicitud acompañada de un cuestionario indagador de sus filias políticas e ideológicas (Gaceta de la República, 28 de septiembre de 1936).

Además el Ministerio decretó el 3 de octubre (Gaceta de la República, 4 de octubre de 1936) que los profesores encargados de curso procedentes de los cursillos de 1933 que se hubieran incorporado en prácticas a un centro docente del Estado y que hubieran actuado ininterrumpidamente como interinos durante   —32→   tres años, a pesar de no haber superado una prueba final30, fueran incorporados al escalafón de catedráticos de Institutos de 2ª Enseñanza, teniendo únicamente en cuenta que se ajustaran a las condiciones fijadas en el Decreto de 31 de julio, es decir, que no hubieran apoyado la rebelión.

José Manaut, que como vimos actuaba como catedrático desde el día 6 de agosto de 1936, veía cumplido su deseo de consolidar su trayectoria docente y permanecer en Valencia, donde estaba desplegando una intensa actividad cultural. A tal fin el 22 de octubre de 1936 José Manaut entregaba un «expediente documentado» ante la junta Organizadora e Inspectora de 2ª Enseñanza de Valencia, para su remisión al Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes. Unos meses más tarde se confirmaría a todos los profesores. que ocupaban interinamente una plaza de catedrático de Institutos de 2ª Enseñanza por orden del 27 de diciembre de 1936 (Gaceta de la República, 29 de diciembre), y tomaba posesión el 1 de febrero de 1937. Para poder acreditar su filiación política, el 23 de abril Manaut dirigía al camarada Carreño una carta, escrita en papel timbrado del Instituto Nacional de 2ª Enseñanza Blasco Ibáñez de Valencia, en la que le pedía el envío de certificados acerca de su filiación republicana a su domicilio, en la calle Unión Soviética, 24 de Valencia:

«Estando obligado por disposición ministerial a reproducir la documentación que ha de acompañar la solicitud de reingreso que como funcionario de Instrucción Pública estoy obligado a solicitar, necesito molestar otra vez a usted para pedirle que de nuevo se me expida por la Secretaría del Comité de Madrid de Izquierda Republicana una certificación que acredite que yo pertenecí a Izquierda Republicana desde su fundación y a ser posible que se me extienda otra que acredite que fui fundador así mismo de Acción Republicana31.

Le encarezco que dentro de las posibilidades y circunstancias me remita estos documentos lo antes posible, pues el plazo de admisión de solicitudes termina el día 4 del próximo mayo, y esto está encima.

Cuente con la amistad y devoción personal de su afectísimo amigo que desea un triunfo total de nuestra causa en plazo breve»32.



El Ministerio de Instrucción Pública, en virtud del decreto de 27 de septiembre de 1936, declaró reingresados en el servicio activo con plenitud de derechos, entre otros profesores de 2ª Enseñanza, a José Manaut Viglietti, con categoría de catedrático de Dibujo por Decreto de 4 de agosto de 1937 (Gaceta de la República, 6 de agosto de 1937). José Manaut siguió desempeñando su trabajo en el Instituto de 2ª Enseñanza Blasco Ibáñez. De hecho, cuando el centro regresó a su antigua sede, en la calle Almirante Cadarso, 24, M. López Ferrandis, Comisario-Director del Instituto delegó en Manaut, Morote y Percas la dirección del desalojo y traslado del material33.

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Edificio del Colegio de los Jesuitas que albergó al Instituto para Obreros de Valencia.

Para los trabajadores con edades comprendidas entre 15 y 35 años el Ministerio de Instrucción Pública creó un bachillerato simplificado y gratuito de dos años, con las siguientes materias: Lengua y literatura españolas, Francés, Inglés, Geografía, Historia, Economía, Ciencias Naturales, Matemáticas, Ciencias Fisicoquímicas y Dibujo (Decreto de 21 de noviembre de 1936)34. Para impartir este plan, se crearon cuatro Institutos para Obreros, en Valencia, Sabadell, Barcelona y Madrid, por Decreto de 30 de enero de 1937. El ministro Jesús   —33→   Hernández afirmó que estos centros surgían para paliar el estado de abandono cultural de la infancia proletaria. Posteriormente el Ministerio fundaba el Politécnico Obrero, una red de centros de Formación Profesional para preparar obreros cualificados35. El 12 de enero de 1938 Manaut Viglietti fue nombrado Profesor de Dibujo del instituto para Obreros de Valencia36, pero el mismo día que tomó posesión, el 17 de febrero de ese año37, la Junta General de la Institución para la Enseñanza de la Mujer38 acordó nombrarle profesor de Dibujo y Pintura de dicho establecimiento39. Formalmente permaneció en ese destino hasta el 11 de mayo de 193940.

Finalmente, por Orden del 30 de agosto de 1938 se incorporó al escalafón de catedráticos de Instituto de 2ª Enseñanza con el número 286 (67 de Dibujo) (Gaceta de la República, 9 de septiembre)41 y tomó posesión el 26 de diciembre de 193842. Contingencias de la guerra provocaron su alistamiento en fechas que no hemos podido precisar, pero hemos averiguado que dejó de percibir sus haberes como catedrático a partir del mes de febrero de 1939.




El compromiso cultural de José Manaut durante la Guerra Civil

En los ensayos que se han publicado sobre el periodo son escasas e imprecisas las referencias sobre la labor que desempeñó José Manaut durante la Guerra Civil. Pérez Contel relata que José Manaut colaboró en Madrid con «Cultura Popular», estando al cuidado de publicaciones; también que fue vicesecretario de la junta directiva del Sindicato de Dibujantes y Cartelistas y que colaboró en el boletín del Sindicato de Pintores, Escultores y Cartelistas43, escribiendo críticas de arte44.

El ingreso de José Manaut y Ángeles Roca Fava en el Partido Comunista debió ocurrir en los días iniciales de la guerra45. Entonces el Partido46 y el Quinto Regimiento jugaron un papel crucial en la defensa de Madrid y en la protección de su patrimonio, abogando por la creación de Juntas de Defensa del Patrimonio. De la misión de defender Madrid quedó encargada la Junta de Defensa, constituida por representantes de todos los partidos políticos y organizaciones sindicales del Frente Popular, de la Juventud Socialista Unificada y de las Juventudes Libertarias47.

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Inauguración de la exposición Pro-milicias de la Cultura (Valencia, septiembre 1936). En un extremo, José Manaut detrás de su nieto Ariel.

Desde el inicio de la guerra se temió la caída de Madrid bajo el control de los rebeldes. Este temor motivó que, en fechas tempranas, el día 6 de noviembre de 1936, se trasladara el Gobierno a Valencia. El Ministerio de Instrucción Pública, por razones políticas y militares, comunicó a la Dirección General de Bellas Artes la decisión de que fueran trasladadas a Valencia las obras de arte más importantes de los museos de Madrid atacados por las fuerzas rebeldes. Rafael Alberti y su mujer María Teresa León, ayudaron a salvar los cuadros del   —34→   Museo del Prado y a evacuar a los intelectuales de Madrid, trasladándolos a Valencia48. El director general de Bellas Artes Josep Renau49 responsabilizó del convoy transporte al pintor Timoteo Pérez Rubio al dibujante y camelista Mauricio Amster, que luego fue director de publicaciones del Ministerio de Instrucción Pública.

La ubicación de Valencia en la retaguardia condicionó que allí se produjesen determinados hechos relevantes que incidieron directamente en la cultura, la enseñanza y las artes plásticas50. Se produjo la transformación de la cultura en un «sustitutivo laico de la religión», fraguándose una íntima relación entre cultura y propaganda y una instrumentalización ideológica de la misma, ligada a las instancias políticas. La experiencia cultural republicana sirvió como punto de partida para llegar al ideal revolucionario de una cultura popular, colectiva. En dicho ambiente tanto intelectuales como artistas se comprometieron con la lucha política, como técnicos al servicio de las grandes organizaciones políticas productoras de imágenes, o se agruparon en grandes talleres propagandísticos51.

Durante la contienda «el arte abandonó cualquier planteamiento mercantilista y tradujo su justificación en la eficacia de la comunicación diversificada al servicio de la democracia y de sus instituciones, así como en la dirección de elaborar elementos de propaganda al servicio de su propia ideología, para intervenir de alguna manera en el curso de la contienda». El arte debía concebirse en aquellos momentos como algo colectivo y enraizado en el pueblo52. Los artistas valencianos del periodo realizaron numerosos trabajos vinculados a las artes gráficas, impulsados por Josep Renau.

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Billete de una peseta, emitido por el gobierno de la II República en 1937.

En Valencia, donde se había fundado en 1932 la Unión de Escritores y Artistas Proletarios (UEAP)53, se creó la Alianza de Intelectuales Antifascistas. El Mercantil Valenciano de 23 de abril de 1936 publicó la convocatoria para la asamblea de constitución de una asociación para la defensa de la cultura54. A finales de julio de 1936 se formalizó la Alianza de Escritores Antifascistas para la Defensa de la Cultura como sección española de la Asociación Internacional de Escritores en Defensa de la Cultura. La Voz transcribió el Manifiesto de la Alianza el jueves 30 de julio de 1936. El diario Verdad, órgano de la unificación Socialista-Comunista, dirigido conjuntamente por Max Aub y Josep Renau, publicó el 9 de agosto un documento de adhesión de la AIADC de Valencia al gobierno de la II República, con la firma de 33 intelectuales valencianos, entre ellos José Manaut Viglietti, que se había incorporado a la Alianza55 nada más regresar a Valencia. El 24 de agosto de 1936 se constituyó un comité ejecutivo para la dirección y control del Círculo de Bellas Artes, al que también se incorporó Manaut como representante de la AIADC56.

La Alianza incluía diversas secciones: música, publicaciones, literatura y artes plásticas. Esta última tenía una gran importancia, con cuatro talleres: Arte Popular, Bocetistas, Taller de Propaganda Gráfica y Taller de Agitación y Propaganda. El 21 de agosto Acció d'Art decidió adherirse en bloque a la Sección de Artes Plásticas de la AIADC y la Alianza establecía relaciones orgánicas con el Círculo de Bellas Artes57. A finales del mes de   —35→   agosto se adheriría también el Gobierno de la República; el 2 de septiembre lo hacía la Asociación Profesional de Dibujantes y Cartelistas de Valencia58. Agrupadas diversas entidades y asociaciones dentro de la Alianza, el 15 de septiembre se celebró una asamblea general con el fin de constituir definitivamente la Sección de Artes Plásticas, aprobar el reglamento, nombrar cargos directivos y definir su posición y plan de actuación. Ese mismo mes la AIADC comenzó a editar Nueva Cultura, hoja volandera que se enviaba semanalmente al frente.

El Quinto Regimiento sostuvo excelentes relaciones con la AIADC; de hecho, tanto José Bergamín (presidente) como Rafael Alberti (secretario general) pertenecían a dicho Regimiento. No debe sorprender, por tanto, que el Quinto Regimiento interviniera en los traslados a Valencia de dos contingentes de intelectuales, por cuya vida se comenzó a temer en Madrid59. Ya en Valencia se alojaron en la Casa de la Cultura, ubicada en el Hotel Palace, en la calle de la Paz n.º 4260.

La AIADC tuvo una actividad muy extensa, destacando especialmente la exposición artística a favor de las Milicias Populares Antifascistas de septiembre-octubre de 1936 y el Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura, cuya inauguración tuvo lugar el 4 de julio de 193761. José Manaut con motivo de la inauguración de la sede valenciana de «Cultura Popular» organizó un concurso de dibujos infantiles con el título «Los niños y la Guerra Civil» en el que podían manifestar sirviéndose del dibujo las vivencias acumuladas por su dolorosa experiencia. José Manaut formó parte del jurado junto con Josep Renau, León Felipe, Salvador Bartolozzi, Antonio Robles y Emilia Elías. Las obras seleccionadas se exhibieron en la Sala de Exposiciones del local social de «Cultura Popular», en el antiguo Círculo de Bellas Artes de Valencia. Como muestra del papel activo que desempeñó Manaut dentro de «Cultura Popular», hemos encontrado una carta dirigida el 28 de enero de 1937 al Conseller de Cultura del Govern de Catalunya solicitando la donación de publicaciones para «Cultura Popular»62.

Nuestro pintor también publicó en Línea algunas notas acerca de la participación de Ramón Gaya y León Felipe en la exposición de Souto en el local de las juventudes de Izquierda Republicana y sobre la conferencia de Josep Renau sobre el cartel político en la Universidad Literaria63.

Valencia funcionó casi con plena normalidad durante la contienda, pues se mantuvo en la retaguardia hasta fechas avanzadas de la guerra. Las manifestaciones culturales tuvieron un florecimiento inusitado, pero esta efervescencia cultural comenzó a decaer a partir del traslado del gobierno de la II República a Barcelona, a raíz del bombardeo de la noche del 26 al 27 mayo de 1937, que afectó de lleno a la ciudad64.

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Hotel Palace, en la calle de la Paz de Valencia, que se convirtió en Casa de Cultura durante la Guerra Civil.



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Depuración y exclusión del profesor José Manaut por el franquismo

Iniciada la contienda, las fuerzas sublevadas intentaron destruir la labor de los gobiernos republicanos en materia de enseñanza, desmantelando de inmediato las disposiciones sobre planes educativos y una depuración masiva del profesorado65, planteando eliminar al profesorado laico comprometido con la República pues, como ha indicado Teresa Martín Eced, el modelo educativo republicano coincidía con los valores que había impulsado la JAE: coeducación, tolerancia y neutralidad religiosa, democratización, activismo, etc. De hecho, fueron muchos los pensionados que colaboraron en las reformas educativas de la II República, ocupando puestos claves en el Ministerio de Instrucción Pública, como Rodolfo Llopis Ferrándiz66, Víctor Masriera Vila, Manuel B. Cossío... Los escritos de este último inspiraron a los ministros Marcelino Domingo y Fernando de los Ríos. Es más, los fundamentos de la escuela laica defendida por la II República se encuentran en la ILE: Cossío, Luzuriaga, Zulueta, De los Ríos y Llopis fueron algunos de los más destacados pensionados que contribuyeron a sentar las bases de la política pedagógica republicana67.

La purificación ideológica del personal docente era clave para implantar un nuevo sistema educativo. La Comisión de Cultura y Enseñanza intentó que continuara la vida escolar y universitaria, pero faltaban docentes para ocupar las vacantes que ocasionó el proceso depurador, máxime después de declarar fuera de la ley a los partidos o agrupaciones políticas integradas en el Frente Popular y de decidir separar del servicio a todos los empleados cuya conducta anterior o posterior al «Movimiento Nacional» se considerara contraria al mismo, por leyes de 16 de septiembre y 5 de diciembre de 1936.

La primera medida fue publicada en el Boletín de la Junta de Defensa el 19 de agosto de 1936, pero la auténtica depuración la ejerció la Junta Técnica del Estado, constituida por ley de 1 de octubre de 1936. Entre noviembre de 1936 y febrero de 1937 se promulgaron las disposiciones que regularon el proceso durante la guerra68.

Las medidas adoptadas69, más que resolver, crearon nuevos problemas, por lo que el Ministerio tuvo que dar marcha atrás. Los maestros movilizados, junto con los huidos, detenidos, fusilados y los que iban siendo depurados y alejados de sus cargos, así como los que, apartados provisionalmente esperaban el resultado del proceso, originaron que un gran número de escuelas quedase sin profesores, a pesar del nombramiento de interinos.

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Portada de la Cartilla Escolar Antifascista (edición facsímil). Madrid, Viamonte, 1997.

Cuando se constituyó el primer gobierno de Franco, en enero de 1938, la depuración pasó a depender del Ministerio de Educación Nacional. La Orden de 10 de   —37→   febrero de 1938 reguló definitivamente la que afectaba a los empleados públicos, mientras que la orden de 18 de marzo del mismo año fijó normas específicas para el personal docente dependiente de dicho Ministerio. Siempre que la sanción propuesta por las comisiones correspondientes no fuera la separación definitiva, se permitió la reincorporación a sus puestos, «sin que esta reposición prejuzgue la resolución ulterior de los expedientes». Esta medida se hizo extensiva a toda clase de funcionarios dependientes del Ministerio de Educación Nacional por la Orden de 13 de abril de 1938.

El Ministerio creó una Oficina Técnico Administrativa encargada de tramitar los expedientes e incidencias que la acción generase (Orden de 11 de marzo de 1938)70, con un «Negociado de recursos» encargado de recibir, estudiar y resolver los que se pudieran plantear. Era la primera vez que explícitamente se reconocía la posibilidad de recurrir la resolución final de un expediente de depuración; hasta entonces tal derecho se había negado abiertamente. Pero salvar la depuración sin sanción acabó convirtiéndose en un requisito previo para el ingreso en el Sindicato Español del Magisterio, Asociación Católica de Maestros y demás asociaciones profesionales del magisterio (Orden de 8 de febrero de 1939)71, de modo que, finalizada la guerra, el nuevo Estado se esforzó en concluir los procesos de depuración de maestros y profesores. Incluso llegó a decretar que los funcionarios suspensos de empleo por estar sujetos a revisión pudieran percibir el 50% del sueldo en activo durante el tiempo invertido en el proceso de su depuración (B. O. E., 30 de abril de 1939).

Enterado de esta posibilidad, José Manaut Viglietti, después de permanecer varias semanas escondido en una buhardilla en Valencia, decidió abandonar la ciudad y trasladarse a Madrid, donde intentó regularizar su situación como funcionario en el Ministerio de Educación y Ciencia. El 1 de mayo de 1939 solicitó el reingreso y presentó la preceptiva adhesión al Movimiento Nacional. El día 5 de mayo escribió al instituto de 2ª Enseñanza de Ronda para intentar percibir dichos emolumentos, recibiendo contestación el día 10. Le contestó M. Vallecillo, oficial provisional de secretaría, informándole de la clausura del centro por falta de profesorado (Orden de 7 de octubre de 1937) y de su suspensión de empleo y sueldo (Orden de 4 de noviembre de 1936), así como de los trámites que debía seguir para intentar cobrar los haberes que le correspondían. Procedía por tanto nombrar un habilitado que le representara para poder cobrar el sueldo y enviar una declaración jurada de que había pertenecido hasta el 18 de julio al profesorado del instituto, de acuerdo con el artículo 8º de la ley 10 de febrero de 1939 sobre Empleo y Sueldo. Estas gestiones las debió abandonar al enterarse de la publicación de su baja como funcionario en el B. O. E. del 11 de mayo de 193972. Más adelante, la O. M. de 28 de septiembre de 1939 (B. O. E., 2 de octubre) anulaba su título de Profesor de Dibujo que, como vimos, había sido expedido el 18 de agosto de 1936.

Se iniciaba una nueva faceta en la vida de José Manaut, intentando recuperar derechos que le habían sido usurpados ilegítimamente, presentando numerosos recursos ante las autoridades franquistas. También se iniciaba en actividades diversas con el empeño inmediato de subsistir. Para ello, en primer lugar tuvo que solicitar la reexpedición de su título de Profesor de Dibujo, que obtuvo el 14 de febrero de 1940, una vez verificada su suficiencia en la Escuela Superior de Pintura, Escultura y Grabado de Madrid73. Pero apartado del magisterio oficial y sin posibilidad de ejercer en la enseñanza privada, Manaut Viglietti tuvo que dedicarse a labores de restauración, decoración e ilustración, trabajando en el taller de Lapayese y con el anticuario Linares. Sólo podía hacerlo por cuenta ajena, ya que al poco tiempo surgieron nuevas dificultades: para ejercer libremente la profesión el Ministerio de Educación Nacional, a través de su Dirección General de Bellas Artes, creó un «Fichero de Artistas Españoles» (O. M. de 11 de junio de 1940, B. O. E., 19 de julio), que resultó   —38→   ser una forma de control de los artistas, pues todos debían de aportar una serie de datos sobre su persona y su obra74, razón por la cual intentó abrir nuevos mercados para sus pinturas en Estados Unidos, donde su maestro Joaquín Sorolla había obtenido tanto éxito75.

Cuando se revisaron los expedientes de depuración, la «Comisión Depuradora C) Málaga» solicitó a la Oficina Técnico Administrativa de Depuración de Personal que se le remitiera el expediente del «...Profesor que fue del Instituto de 2ª Enseñanza de Ronda, que había sido sancionado con la separación definitiva del servicio sin haber sido oído en su expediente de depuración»76. En el AGA se conserva la nota interna que la Oficina Técnico Administrativa de Depuración de Personal trasladó al ministro el 27 de junio de 1940 con el expediente de José Manaut Viglietti por si estimaba de justicia la revisión del mismo y en consecuencia el paso del referido expediente a la Comisión Depuradora C) de Málaga. El ministro accedió a la petición y el expediente debió ser enviado al solicitante, pero no consta copia en el AGA ni en el Archivo Manaut, quizás porque la Comisión Depuradora C) fue suspendida y sus competencias transferidas a la Comisión de Granada.

El 25 de septiembre de 1940 nuestro pintor escribía al director del Liceo Francés, Monsieur G. Blanc, para ofrecer sus servicios docentes, pero sin éxito. Sin un sueldo fijo, vivir de los encargos en un momento de grandes carencias resultaba casi imposible. No debemos olvidar que el hambre, o el temor a padecerla, fue otro instrumento de represión. Miedo y hambre fueron dos elementos claves de la represión franquista77.

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Diario de José Manaut, 1940.

Por ello reflexionaba acerca de la supervivencia: «Esa lucha diaria, incesante, de buscar el dinero para ‘la compra del día siguiente’, es algo terrible, agotador, esterilizador: esperando una liberación económica se han pasado años magníficos de mi vida, años que hubiera debido dedicar a estudiar profundamente. No estaba preparado para la lucha económica; no lo estaba porque en rigor desconocía el ‘oficio’»; frases que están extraídas del diario que inició en 1940 y concluyó en 1942. En sus páginas aflora la angustia que suscita la subsistencia en aquel Madrid pobre de la inmediata postguerra: «Todo es miseria alrededor. La gente ya no sabe qué vender para poder comer, y claro está, los ‘mercachifles’ han aguzado las garras y ofrecen precios criminales. Hambre. Bandas de niños abandonados y famélicos pululan más o menos recatadamente por la ciudad». Su hijo Ariel jugaba en las riberas del Manzanares con los restos de la maquinaria bélica que había quedado abandonada, como recuerdo de ese pasado próximo e imperfecto que fue para todos la Guerra Civil. Al nacer su hija Stella el 29 de enero de 1941 en el Sanatorio de Nuestra Señora de la Paz, José Manaut escribió: «La existencia de esta criatura no es un hecho fortuito sino que ha respondido al deseo de su madre y del mío, de   —39→   sentir de nuevo junto a sí la vida tumultuosa de un niño, la alegría de la creación. Los momentos son duros actualmente, pero la existencia de un niño no es presente sino futuro».

Para ayudar a cuidar a la recién nacida se incorporó al servicio doméstico Águeda Recuero, una joven viuda de guerra que tenía 19 años cuando llegó a la casa. Stella Manaut recuerda que era «...una niña casi, aunque ya bien sufrida, que tomó en sus brazos al bebé rubio y sonrosado que era yo, y me cobijó y me amó como a la hija que nunca tuvo». Stella evoca su figura: «...joven, alegre, con su rostro regordete y redondo y el hoyuelo en la mejilla izquierda -recuerdo de una brizna de metralla de aquella guerra estúpida que se llevó a su marido a los cuatro meses de casados-»78.

Al cumplir Stella un año, su padre valoraba la felicidad del hogar: «Sí, en nuestro hogar hay paz; nuestro hogar es un remanso de amor en medio de esta humanidad bestial, enloquecida. A pesar de todo, insisto en creer que el fondo del hombre es bueno, que tiende hacia lo justo y lo bello». Los años 1941 y 1942 fueron muy duros, abundantes en estrecheces y en pérdidas de amigos queridos demasiado débiles para sobrevivir en aquellas condiciones; pero 1943 fue aún peor, pues José Manaut fue detenido y encarcelado: la unidad del hogar también quedaba quebrantada.

Pasados los años, el 3 de junio de 1947, iniciaba la redacción del diario Años de esclavitud con las siguientes frases extraídas del epígrafe «Principio de la servidumbre» que tan bien reflejan sus vivencias aquellos años iniciales de la postguerra:

«El hogar de mis padres, el nido donde nací y comencé a vivir fue dispersado. Mi anciano padre comenzó a padecer las amarguras del exilio; mi madre comenzó a vagar como ave perdida y angustiada; mis hermanos en el exilio también y sus hijos y esposas iniciaron la espera dilatada y dolorosa.

»Mi ajuar dispersado; inicié el éxodo con mi compañera y con mi hijo. Ya en Madrid, sin recursos, despojado de mi Cátedra de Dibujo, base de mi vivir; comenzar otra vez. Vida sórdida, oculta, temblorosa, en espera siempre de un mal encuentro; y en espera de la policía escuchar en la noche los rumores extraños que denuncian la presencia de los esbirros que llegan a privarme de la libertad material y precaria, de larva, que disfruto. 1939-1940-1941-1942».






La represión de la Masonería y el Comunismo durante la dictadura de Franco

Paul Preston, al prologar el libro que Michael Richards dedica a la represión en la España de Franco79, alude a uno de los slogans difundidos en 1964 para celebrar los veinticinco años de paz (de «la victoria») que refleja el sentido que tuvo la Guerra Civil para los rebeldes, como «cruzada religiosa para limpiar España de las hordas ateas de la izquierda». Durante la Autarquía (1939-1945), hubo una intención política básica: la destrucción física de los cuadros de los partidos del Frente Popular, de los sindicatos obreros y de las organizaciones masónicas; pero también una acción individual contra los republicanos, a los que se les veía como escoria o basura y se les declaraba moralmente degenerados. Desde las coordenadas del maniqueísmo se impuso la «erradicación» de «los enemigos de España» y se quiso borrar cualquier atisbo de la situación anterior o posibilidad de que se reinstaurara. En este contexto, la depuración era una «sagrada misión» de carácter no solamente punitivo, sino también preventivo.

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Para una fracción importante de la población la vida cotidiana siguió marcada por formas de represión similares a las que ya habían sufrido durante la guerra. En realidad ambos periodos estuvieron marcados por un proceso inexorable de «poda» caracterizado por el exterminio y la expulsión de parte de la población80. Muchas familias quebradas por la represión y los desterrados, separados de sus familiares, tuvieron realmente difícil la supervivencia en un clima que les era tremendamente hostil, máxime cuando gran parte del dinero republicano dejó de tener curso legal y no existía la posibilidad de canjearlo por pesetas franquistas. A través del padecimiento de la represión física, psicológica, económica y cultural en un marco de retroceso de libertades ciudadanas se avanzó hacia una auténtica cuarentena social. El propio Franco en su mensaje del 18 de julio de 1938 advertía que la salud de la sociedad, como la de los cuerpos, necesitaba de «...cuarentena para quienes procedían del campo apestado».

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José Manaut: Tribunal para la Represión de la Masonería y el Comunismo. Aguatinta, 14×9 cm. Reverso de ficha de la barbería de la prisión.

Para ejercer eficazmente la represión, el 20 de abril de 1937, la Secretaría General del Jefe del Estado creó la OIPA (Oficina de Investigación y Propaganda Anticomunista), con el propósito de «...recoger, analizar y catalogar todo el material de propaganda de todas clases que el comunismo y sus organizaciones adláteres hayan utilizado para sus campañas en nuestra patria...» Se trataba de recoger la mayor cantidad de pruebas sobre las actividades de los marxistas, de las sociedades masónicas y de las entidades culturales y de los movimientos racionalistas. Como ha señalado Antonio González Quintana, la obsesión por la Masonería llevó a la constitución de la Delegación de Asuntos Especiales el día 29 de mayo de 1937 -es decir, un mes después de la recién creada OIPA-, y por Orden de la Secretaría Particular del jefe de Estado. Su cometido fue apropiarse de documentos del enemigo para fundamentar sus acusaciones. Con la organización del primer gobierno del nuevo Estado, en enero de 1938, el   —41→   control de los documentos políticos requisados pasó a depender del Ministerio del Interior, pero la documentación masónica siguió ligada directamente al general Franco, primero a su Secretaría Particular y luego a la Presidencia del Gobierno.

En abril de 1938 se creó la Delegación del Estado para la Recuperación de Documentos y se consolidó el Servicio de Recuperación de Documentos, haciéndolo depender del Ministerio del Interior81, con afán de exclusividad y concentración de funciones relacionadas con la requisa y custodia de los documentos del enemigo, efecto que sólo se logró con exhaustividad en la información referente a la masonería; documentación que facilitaría «...antecedentes sobre las actuaciones de los enemigos del Estado...»82. En 1944 Franco creó la Delegación Nacional de Servicios Documentales, que siguió suministrando la información que requería la represión franquista hasta 1963.

Para ejercitar la represión contra el sector republicano se promulgaron la ley de 9 de febrero de 1939 de Responsabilidades Políticas (B. O. E., 13 de febrero)83 y la ley de 1 de marzo de 1940 de Represión de la Masonería y el Comunismo. No debe olvidarse que Franco acusaba a la Masonería de haber extranjerizado España, de difundir ideas liberales, de afrancesar nuestra cultura y de ser la responsable del laicismo en la enseñanza. Así, en un marco de privación de libertades, las obsesiones del Caudillo llegaron a marcar la vida de un conjunto extenso de personas que se vieron sancionadas por razones ideológicas.

La Ley de Responsabilidades Políticas se dirigió contra «...las personas, tanto jurídicas como físicas, que desde el primero de octubre de 1934 y antes del 18 de julio de 1936 contribuyeron a crear o agravar la subversión de todo orden de que se hizo víctima a España y de aquellas otras que a partir de la segunda de dichas fechas se hayan opuesto o se opongan al Movimiento Nacional con actos concretos o con pasividad grave»84. En principio las responsabilidades políticas tenían carácter retroactivo, pues el periodo de investigación se remontaba hasta el 1 de octubre de 1934; sin embargo, en casos como el de José Manaut se le acusó por supuestos delitos cometidos entre 1929 y 1933.

Para tener un hueco en la nueva sociedad franquista era preciso confesar el pecado de asociación con las ideas y organizaciones de la II República y, además, retractarse formalmente de él, mediante la negación personal. Comunistas, anarquistas, republicanos... sufrieron igualmente la represión como consecuencia de haber militado en los partidos que luego se integraron en el Frente Popular. El procedimiento de retractación lo fijó la ley de 9 de febrero de 1939, pero tuvo desarrollo posterior en la ley de 1 de marzo de 1940. Tales medidas fueron instrumentadas por la autoridad militar, a través del TERMC y el Tribunal de Responsabilidades Políticas (TRP)85. El mismo día que se promulgó la ley homónima, el 1 de marzo de 1940, se creaba el TERMC, en el marco de una jurisdicción especial para juzgar los delitos tipificados en dicha ley. Se constituyeron dos juzgados para actuar sobre los delitos de masonería y un tercero para la persecución del delito de comunismo.

Por sus implicaciones anticatólicas, quienes estuvieron afiliados a Acción Republicana fueron duramente represaliados. En ello también debió pesar que Manuel Azaña, su fundador y luego presidente de la II República, ingresara en la Masonería en el año 1932 y diera un tono laico a la Constitución, enfrentándose a la Iglesia, a la que persiguió políticamente, siendo además responsable de la expulsión de la Compañía de Jesús86. Lo cierto es que la represión de los masones fue un empeño central del franquismo. No en vano, la Masonería se colocó del lado del gobierno, pues entendían que los principios de Libertad y Justicia que habían jurado estaban representados por el Gobierno de la II República.



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